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𝖍𝖍 🎱 JaeYong


Sinopsis

Para Lee Taeyong, el romance no era parte del plan. Él nunca se había sentido particularmente atraído hacia los chicos de su escuela, sin importar lo mucho que su mejor amigo, Yuta, los empujara hacia él. No hasta que Jaehyun llegó a su vida. Con su sonrisa fácil y ojos que parecen ver dentro de él, Taeyong se siente atraído, en contra de todos sus instintos.

Pero después de una serie de aterradores encuentros, Taeyong no sabe en quién confiar. Jaehyun parece estar donde quiera que esté, y sabe más sobre él que sus amigos más cercanos. Taeyong no sabe si correr hacia sus brazos o correr y esconderse. Y cuando intenta encontrar algunas respuestas, se acerca a una verdad que es mucho más incómoda que todo lo que Jaehyun le hace sentir.

Taeyong está justo en medio de una antigua batalla entre los inmortales y aquellos que han caído y cuando tiene que escoger un bando, la elección equivocada le costará su vida.


🎱 JaeYong

🎱 Saga H u s h, H u s h

🎱 #1


PRÓXIMAMENTE


ree

🎱


Orden

1. hh - H u s h_H u s h (Adaptando) 🎱

2. c - C r e s c e n d o (En proceso)

3. s - S i l e n c e (En proceso)

4. f - F i n a l e (En proceso)


🎱


Capítulos

Prólogo

Valle Del Loira, Francia Noviembre 1565.

Minhyung estaba con la hija de un granjero en los bancos de hierba del río Loira cuando llegó la tormenta, y habiendo dejado que su montura vagara por la pradera, no tenía más que sus pies para que lo llevaran de vuelta al castillo. Arrancó una hebilla de plata de su zapato, la colocó sobre la palma de la chica y la vio marcharse, escurridiza, el barro manchándole las faldas. Después se colocó bien las botas y salió de camino a casa.

Llovía a cántaros en la campiña oscura que rodeaba el castillo de Langeais. Minhyung caminaba con facilidad sobre las tumbas hundidas y el humus del cementerio; incluso en la niebla más espesa podía encontrar su camino de vuelta a casa desde aquí sin perderse. Esa noche no había niebla, pero la oscuridad y la arremetida de la lluvia engañaban lo suficiente.

Minhyung percibió movimiento por el rabillo del ojo, y giró de repente la cabeza a la izquierda. Lo que a simple vista parecía ser un gran ángel coronando un monumento cercano se irguió hasta alcanzar plena altura. Ni de piedra ni de mármol, el chico tenía brazos y piernas. Su torso estaba desnudo, sus pies también, y pantalones de campesino colgaban bajos de su cintura. Saltó del monumento, su pelo negro goteando lluvia. Ésta corría por su cara, que era oscura como la de un español. La mano de Minhyung reptó lentamente hasta la empuñadura de su espada.

—¿Quién anda ahí?

La boca del chico dibujó una leve sonrisa.

—No juguéis con el Duque de Langeais—Advirtió Minhyung—He preguntado vuestro nombre. Dadlo.

—¿Duque?—El chico se apoyó contra un álamo retorcido—¿O bastardo?

Minhyung desenvainó su espada.

—¡Retiradlo! Mi padre era el Duque de Langeais. Yo soy el Duque de Langeais ahora—Añadió torpemente, y se maldijo por ello.

El chico sacudió la cabeza perezosamente.

—Tu padre no era el antiguo duque.

Minhyung bulló de furia ante el escandaloso insulto.

—¿Y tu padre?—Exigió extendiendo la espada. Todavía no conocía a todos sus vasallos, pero estaba aprendiendo. Se grabaría el nombre de la familia de este chico en la memoria—Lo preguntaré una vez más—Dijo en voz baja, restregándose una mano contra el rostro para apartar la lluvia—¿Quién eres?

El chico se adelantó y apartó el filo a un lado. De pronto parecía mayor de lo que Minhyung había presupuesto, tal vez incluso un año o dos mayor que Minhyung.

—Uno de la prole del Diablo—Respondió.

Minhyung sintió un vuelco de miedo en el estómago.

—Eres un maldito lunático—Dijo entre dientes—Sal de mi camino.

El suelo debajo de Minhyung tembló. Explosiones de oro y grana aparecieron detrás de sus ojos. Encorvado, con sus uñas clavándose en sus muslos, alzó la vista al chico, parpadeando y jadeando, intentando comprender lo que estaba pasando. La cabeza le daba vueltas como si ya no estuviera a sus órdenes.

El chico se agachó para ponerse a la altura de sus ojos.

—Escucha con atención. Necesito algo de ti. No me iré hasta que lo tenga. ¿Entiendes?― Apretando con fuerza los dientes, Minhyung sacudió la cabeza para expresar su incredulidad. Te desafío. Intentó escupirle al chico, pero la saliva le corrió por la barbilla, su lengua negándose a obedecerle.

El chico apretó sus manos en torno a las de Minhyung; su calor le abrasó y gritó.

—Necesito tu juramento de lealtad—Dijo el chico—Póstrate sobre una rodilla y júralo.

Minhyung ordenó a su garganta reírse ásperamente, pero su garganta se constriñó y se ahogó en el sonido. Su rodilla derecha cedió como si le hubieran dado una patada desde atrás, aunque allí no había nadie, y cayó hacia delante sobre el barro. Se cayó de lado e hizo arcadas.

—Júralo—Repitió el chico.

El calor subió por el cuello de Minhyung; hizo falta toda su energía para doblar sus manos en dos débiles puños. Se rió de sí mismo, pero allí no había humor. No tenía ni idea de cómo, pero el chico estaba infligiendo la náusea y la debilidad en su interior. No se irían hasta que hiciera el juramento. Diría lo que tenía que decir, pero en su corazón juró que destruiría al chico por esta humillación.

—Señor, me convierto en vuestro hombre—Dijo Minhyung con voz envenenada. El chico puso de pie a Minhyung.

—Encuéntrate conmigo aquí al comienzo del mes hebreo de Jeshvan. Durante dos semanas entre las lunas nueva y llena, necesitaré tu servicio.

—¿Una... quincena?—Todo Minhyung tembló ante el peso de su furia—¡Yo soy el Duque de Langeais!

—Eres un Nephil—Dijo el chico con un atisbo de sonrisa.

Minhyung tenía una réplica profana en la punta de la lengua, pero se la tragó. Sus siguientes palabras fueron dichas con un veneno helado.

—¿Qué has dicho?

—Perteneces a la raza bíblica de los Nephilim. Tu verdadero padre era un ángel que cayó del paraíso. Eres medio mortal—Los ojos oscuros del chico se alzaron, encontrándose con los de Minhyung—Medio ángel caído.

La voz del tutor de Minhyung llegó desde los más recónditos recovecos de su mente, leyendo pasajes de la Biblia, hablándole de una raza desviada creada cuando ángeles expulsados del paraíso se aparearon con mujeres mortales. Una raza terrible y poderosa.

Un escalofrió que no era exactamente de repulsión se extendió a través de Minhyung.

—¿Quién eres?

El chico se dio la vuelta, marchándose, y, aunque Minhyung quería ir detrás de él, no era capaz de hacer que sus piernas sostuvieran su peso. Arrodillado allí, parpadeando a través de la lluvia, vio dos gruesas cicatrices en la espalda del torso desnudo del chico. Se estrechaban para formar una V al revés.

—¿Eres... un caído?—Le gritó—Tus alas han sido arrancadas, ¿verdad?

El chico "ángel" quienquiera que fuera, no se dio la vuelta. Minhyung no necesitaba la confirmación.

—Este servicio que voy a proporcionar—Gritó—¡Exijo saber lo que es!

El aire resonó con la risa grave del chico.

🎱

Dios no perdonó a los ángeles cuando

pecaron, sino que los arrojó al

infierno y los dejó en las tinieblas,

encadenados a la espera del juicio.


2 Pedro 2:4

Capítulo 1

Coldwater, Maine

Día presente


Entré en Biología y me quedé con la boca abierta. Misteriosamente adherida a la pizarra estaba una muñeca Barbie, con Ken a su lado. Habían sido obligados a unir los brazos y estaban desnudos excepto por hojas artificiales situadas en algunas zonas estratégicas. Garabateado sobre sus cabezas en gruesas letras rosas de tiza estaba la invitación:

BIENVENIDOS A LA REPRODUCCIÓN HUMANA (SEXO)

A mi lado, Nakamoto Yuta dijo:

― Ésta es exactamente la razón por la que el instituto prohíbe móviles con cámara. Fotos de esto en eZine serían toda la prueba que necesito para hacer que la cámara de educación cortara por lo sano con la Biología. Y entonces tendríamos esta hora para hacer algo productivo... como recibir tutorías individuales de chicos mayores monos.

― ¿Cómo, Yuta? — Dije — Habría jurado que estabas esperando con ansias esta unidad todo el semestre.

Yuta bajó las pestañas y sonrió torvamente.

― Esta clase no va a enseñarme nada que no sepa ya.

― ¿Yuta? ¿No eres virgen?

― No tan alto— Guiñó el ojo justo cuando sonó el timbre, enviándonos a los dos a nuestros asientos, que estaban al lado en nuestra mesa compartida.

El Entrenador McConaughy cogió el silbato que colgaba de una cadena de su cuello y sopló.

― ¡A sus asientos, equipo! — El Entrenador consideraba enseñar Biología de décimo curso un deber secundario a su trabajo como entrenador del equipo de baloncesto, y todos lo sabíamos — Tal vez no se les haya ocurrido, chicos, que el sexo es más que un viaje de quince minutos al asiento trasero de un coche. Es ciencia. ¿Y qué es la ciencia?

― Aburrida — Gritó un chico del fondo de la clase.

― La única clase que suspendo — Dijo otro.

Los ojos del Entrenador rastrearon la primera fila, deteniéndose sobre mí.

― ¿Taeyong?

― El estudio de algo — Dije.

Se acercó y golpeó el dedo índice sobre la mesa delante de mí.

― ¿Qué más?

― Conocimiento adquirido a través de la experimentación y la observación.

— Encantador.

Sonaba como si estuviera en una audición para el audiolibro de nuestro libro de texto.

― Con tus propias palabras.

Toqué mi labio superior con la punta de la lengua y busqué un sinónimo.

― La ciencia es una investigación — Sonaba como una pregunta.

― La ciencia es una investigación — Dijo el Entrenador, frotándose las manos — La ciencia requiere que nos transformemos en espías.

Dicho así, la ciencia casi sonaba divertida. Pero había estado en clase del Entrenador lo suficiente como para no albergar esperanzas.

― Ser buenos sabuesos requiere practica — Prosiguió.

― También el sexo — Vino otro comentario del fondo de la sala.

Todos ahogamos la risa mientras el Entrenador apuntaba al ofensor con un dedo acusatorio.

― Eso no va a ser parte de los deberes de hoy — El Entrenador me devolvió su atención — Taeyong, has estado sentado al lado de Yuta desde el comienzo del curso.

Asentí, pero tenía un mal presentimiento de a dónde nos estaba llevando esto.

― Ambos están juntos en el eZine del instituto — Una vez más, asentí – Me apuesto a que saben bastante el uno del otro.

Yuta me dio una patada por debajo de nuestra mesa. Sabía lo que estaba pensando. Que él no tenía ni idea de hasta qué punto sabíamos cosas el uno del otro. Y no me refiero solo a los secretos que enterramos en nuestros diarios. Yuta es mi no-gemelo. Tiene ojos verdes, pelo rubio platino y un cuerpo bien formado. Yo soy un pálido de ojos gris humo con montones de pelo ondulado que se mantiene incluso con la mejor plancha. Y soy todo piernas, como el taburete de un bar. Pero sí hay un hilo invisible que nos une; los dos juramos que el vínculo empezó mucho antes del nacimiento. Los dos juramos que continuará en su sitio durante el resto de nuestras vidas. El Entrenador alzó la vista a la clase.

― De hecho, me apuesto a que cada uno de vosotros conoce lo bastante bien a la persona al lado de la cual se sienta. Escogiste los asientos que escogiste por una razón, ¿verdad? Familiaridad. Qué mal que los mejores sabuesos eviten la familiaridad. Anula el instinto investigador. Que es la razón por la que hoy vamos a crear una nueva asignación de asientos.

Abrí la boca para protestar, pero Yuta se me adelantó.

― ¿Qué demonios? Es Abril. Es decir, es casi fin de curso. No puede sacar este tipo de cosas ahora.

El Entrenador mostró un atisbo de sonrisa.

― Puedo sacar este tipo de cosas hasta el último día del semestre. Y si suspenden mi clase, estarán de vuelta aquí el año que viene, donde estaré sacando este tipo de cosas otra vez.

Yuta lo fulminó con la mirada. Es famoso por esa mirada. Es una expresión que lo hace todo salvo sisear audiblemente. Aparentemente inmune a él, el Entrenador se trajo el silbato a los labios y captamos la idea.

― Cada compañero sentado en el lado izquierdo de la mesa..., es decir, su izquierda..., que se mueva un asiento hacia adelante. Esos en la fila de adelante..., sí, incluido tú, Yuta..., ve al fondo.

Yuta metió su libreta dentro de la mochila y cerró la cremallera. Yo me mordí el labio y le dediqué un breve adiós con la mano. Después me volví levemente, revisando la sala detrás de mí. Sabía los nombres de todos mis compañeros... excepto de uno. El transferido. El Entrenador nunca lo llamaba en clase, y él parecía preferirlo así. Estaba sentado apoltronado una mesa detrás, los fríos ojos negros mirando siempre hacia delante. Justo como siempre. Ni por un momento me creí que simplemente se sentara ahí, día tras día, mirando al vacío. Estaba pensando en algo, pero el instinto me decía que probablemente no quería saber en qué.

Dejó su libro de Biología sobre la mesa y se deslizó en la antigua silla de Yuta. Sonreí.

― Hola. Soy Taeyong.

Sus ojos negros cortaron a través de mí, y las comisuras de sus labios se elevaron. Mi corazón dio un pequeño salto y en esa pausa, la sensación de una oscuridad sombría pareció deslizarse como una sombra sobre mí. Se desvaneció en un instante, pero todavía estaba mirándolo. Su sonrisa de hoyuelos no era amistosa. Era una sonrisa que anunciaba problemas. Como una promesa.

Me concentré en el encerado. Barbie y Ken me devolvieron la mirada con unas sonrisas extrañamente alegres.

El Entrenador dijo:

― La reproducción humana puede ser un asunto pegajoso...

― ¡Agh! — Gruñó un coro de alumnos.

― Requiere manejarla con madurez. Y como toda ciencia, la mejor aproximación es aprender siendo sabuesos. Durante el resto de la clase, practica esta técnica a base de averiguar tanto como puedan sobre su nuevo compañero. Mañana, entregarán por escrito sus descubrimientos, y créanme, voy a revisar su autenticidad. Esto es Biología, no lengua, así que ni se les ocurra trabajar con la ficción en sus respuestas. Quiero ver intención de verdad y trabajo en equipo— Había un -o si no- implícito.

Me senté perfectamente quieto. La pelota estaba en su campo, yo había sonreído, y mira lo bien que eso había resultado. Arrugué la nariz, intentando averiguar a qué olía. Cigarrillos no. Algo más intenso, más apestoso. Puros.

Encontré el reloj en la pared y di golpecitos con mi lápiz a tiempo con el segundero. Planté mi codo en la mesa y apoyé la barbilla sobre el puño. Solté un suspiro. Genial. A este ritmo iba a suspender.

Tenía los ojos clavados delante, pero oí el suave deslizamiento de su bolígrafo. Estaba escribiendo, y quería saber qué. Diez minutos de sentarnos juntos no lo calificaba para asumir nada sobre mí. Lanzando una mirada de reojo, vi que en su papel había varias líneas, y creciendo.

― ¿Qué estás escribiendo? — Pregunté.

― Y habla — Dijo mientras lo garabateaba, cada movimiento de su mano al mismo tiempo suave y descuidado.

Me incliné tan cerca de él como pude, intentando leer lo que había escrito, pero dobló el papel por la mitad ocultando la lista.

― ¿Qué has escrito? — Exigí.

Estiró la mano hacia mi papel sin usar, deslizándolo a través de la mesa hacia él. Lo arrugó formando una bola. Antes de que pudiera protestar, lo lanzó a la papelera al lado del escritorio del Entrenador. El tiro entró de lleno. Me quedé mirando a la papelera un momento, dividido entre la incredulidad y el enfado. Después abrí mi libreta en una página en blanco.

― ¿Cómo te llamas? — Pregunté, el lápiz preparado para escribir.

Alcé la vista a tiempo para ver otra sonrisa oscura. Ésta parecía retarme a sonsacarle algo.

― ¿Tu nombre? — Repetí con la esperanza de que fueran imaginaciones mías el que mi voz temblara.

― Llámame JaeHyun. Lo digo en serio. Llámame.

Me guiñó el ojo al decirlo, y estaba bastante seguro de que se estaba riendo de mí.

― ¿Qué haces en tu tiempo libre? — Pregunté.

― No tengo tiempo libre.

― Asumo que este trabajo es para nota, ¿así que me haces el favor?

Se inclinó hacia atrás en su asiento, doblando los brazos detrás de la cabeza.

― ¿Qué clase de favor?

Estaba bastante seguro de que era una insinuación, y busqué desesperadamente la forma de cambiar de tema.

― Tiempo libre — Repitió, pensativo — Hago fotos.

Escribí Fotografía en mi folio.

― No había terminado — Dijo — Tengo toda una colección sobre un columnista de eZine que cree que hay una verdad en comer orgánico, que escribe poesía en secreto, y que se echa a temblar ante la idea de tener que escoger entre Stanford, Yale y... ¿cuál es esa grande con la H?

Me quedé mirándolo un momento, sacudido por lo acertado que estaba. No tenía la sensación de que fuera una suposición afortunada. Lo sabía. Y yo quería saber cómo, justo ahora.

― Pero al final no irás a ninguna de ellas.

― ¿Ah, no? — Pregunté sin pensar.

Enganchó los dedos bajo el asiento de mi silla, arrastrándome más cerca de él. No muy seguro de si debería apartarme y mostrar miedo, o no hacer nada y fingir aburrimiento, escogí la última. Dijo:

― Incluso aunque triunfarías en las tres escuelas, las desprecias por ser un cliché del éxito. Juzgar es tu tercera gran debilidad.

― ¿Y mi segunda? — Dije con rabia muda.

¿Quién era este chico? ¿Era esto algún tipo de chiste perturbador?

― No sabes cómo confiar. Retiro eso. Confias... solo que en toda la gente equivocada.

― ¿Y mi primera? — Exigí.

― Mantienes a la vida atada muy corto.

― ¿Qué se supone que significa eso?

― Tienes miedo de lo que no puedes controlar.

Se me puso de punta el pelo de la nuca, y la temperatura de la clase pareció bajar. Normalmente habría ido derecho al escritorio del Entrenador a solicitar una nueva asignación de asientos, pero me negaba a dejar que JaeHyun pensara que podía intimidarme o asustarme. Sentía una necesidad irracional de defenderme y decidí en ese mismo momento y lugar que no me echaría atrás hasta que lo hiciera él.

― ¿Duermes desnudo? — Preguntó.

Mi mandíbula amenazaba con caerse, pero la mantuve en su sitio.

― Difícilmente eres la persona a la que se lo diría.

― ¿Alguna vez has ido al psiquiatra?

― No — Mentí.

La verdad es que estaba yendo a sesiones con el psicólogo del instituto, el Dr. Hendrickson. No era elección mía, y no era algo sobre lo que me gustara hablar.

― ¿Has hecho algo ilegal?

― No — Saltarme ocasionalmente el límite de velocidad no contaría. No con él — ¿Por qué no me preguntas algo normal? Como... ¿mi música favorita?

― No voy a preguntar lo que puedo adivinar.

― Tú no sabes el tipo de música que escucho.

― Barroco. Contigo, es todo sobre el orden, el control. Me apuesto a que tocas... ¿el chelo?― Lo dijo como si lo hubiera adivinado de la nada.

― Incorrecto — Otra mentira, pero ésta envió un escalofrío por mi piel que me dejó los dedos temblando.

¿Quién era él en realidad? Si sabía que tocaba el chelo, ¿qué más sabía?

― ¿Qué es eso? — JaeHyun dio un toquecito con su bolígrafo en la parte interna de mi muñeca.

Me aparté instintivamente.

― Una marca de nacimiento.

― Parece una cicatriz. ¿Eres suicida, Taeyong? — Sus ojos conectaron con los míos, y podía sentirlo riéndose — ¿Padres casados o divorciados?

― Vivo con mi madre.

― ¿Dónde está tu padre?

― Mi padre falleció el año pasado.

― ¿Cómo murió?

Me encogí.

― Fue... asesinado. Esto es territorio personal, si no te importa.

Hubo un momento de silencio y la acidez de los ojos de JaeHyun pareció suavizarse un poco.

― Eso debe de ser duro — Sonaba como si lo dijera en serio. Sonó el timbre y JaeHyun estaba en pie, de camino a la puerta.

― Espera — Grité. No se giró — ¡Disculpa! — Salió por la puerta — ¡JaeHyun! No conseguí nada de ti.

Se dio la vuelta y caminó hacia mí. Tomando mi mano, garabateó algo en ella antes de que se me ocurriera apartarme.

Bajé la vista a los siete números en tinta roja sobre mi palma e hice un puño a su alrededor. Quería decirle que de ningún modo iba a sonar su teléfono esta noche. Quería decirle que era culpa suya por gastar todo el tiempo interrogándome a mí. Quería un montón de cosas, pero me limité a quedarme allí de pie como si no supiera cómo abrir la boca. Al final dije:

― Esta noche estoy ocupado.

― Yo también — Sonrió de oreja a oreja con marcados hoyuelos y se fue.

Me quedé clavado en el sitio, digiriendo lo que acababa de pasar. ¿Se comió todo el tiempo interrogándome a propósito? ¿Para que yo suspendiera? ¿Creía que una sonrisa brillante lo redimiría? Sí, pensé. Sí, lo creía.

― ¡No llamaré! — Grité detrás de él — ¡Nunca!

― ¿Has terminado tu columna para el plazo de entrega de mañana? — Era Yuta. Vino a mi lado, apuntando notas en la libretita que llevaba a todas partes — Estoy pensando en escribir la mía sobre la injusticia de las asignaciones de asientos. Estoy de pareja con una chica que dijo que acabó el tratamiento contra los piojos esta misma mañana.

― Mi nuevo compañero — Dije, apuntando al pasillo, a la espalda de JaeHyun.

Tenía una forma de andar irritantemente confiada, del tipo que encuentras acompañada de camisetas gastadas y un sombrero de cowboy. JaeHyun no llevaba ni la una ni el otro. Era más bien un chico de Levi's oscuros, cazadora oscura, botas oscuras.

― ¿El transferido de último curso? Supongo que no estudió lo bastante la primera vez. O la segunda — Me lanzó una mirada cómplice — A la tercera va la vencida.

― Me da escalofríos. Sabía mi música. Sin ninguna pista en absoluto, dijo "Barroco"— Imité bastante mal su voz grave.

― ¿Suposición afortunada?

― Sabía... otras cosas.

― ¿Cómo qué?

Solté un suspiro. Sabía más de lo que quería contemplar cómodamente.

― Cómo meterse debajo de mi piel — Dije al fin — Voy a decirle al Entrenador que tiene que volver a cambiarnos.

― Ve a por ello. Podría usar un gancho para mi próximo artículo del eZine "Alumno de décimo devuelve el golpe". Aún mejor, "Asignación de asientos recibe una bofetada en la cara". Mmm. Me gusta.

Al final del día, fui yo la que recibió una bofetada en la cara. El Entrenador rechazó mi súplica de volver a pensarse la asignación de asientos. Parecía que estaba atascado con JaeHyun.

Por ahora.



eZine: Revista electrónica.




1 comentario


Farah
Farah
09 sept 2023

el día que actualicen este libro voy a ser la persona más feliz 😭😭

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