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ℙℂ (2) ⚜️ JaeYong

Actualizado: 29 dic 2021


Capítulos

Capítulo 5

Había sido demasiado ambicioso por parte de Taeyong el pensar que podría librarse, sencilla y discretamente, de un encuentro con la Corte cuando su propia censura era el meollo de la cuestión.

Jaehyun, sujeto al extremo de la correa, observaba cómo el avance de Taeyong era detenido una y otra vez por aquellos que deseaban compadecerse. Había una multitud de seda, batista, y adulación. Para el esclavo, aquello no era un alivio, solo una demora. Percibía en todo momento la tracción de Taeyong en la correa, como una promesa. Sentía una tensión que no era miedo. En otras circunstancias, sin guardias o testigos, él podría haber gozado de la oportunidad de estar a solas en una habitación con Taeyong.

El Príncipe Heredero era verdaderamente bueno con la palabra. Aceptó las condolencias con gracia. Sostuvo su postura racionalmente. Detuvo el flujo de la conversación cuando se hizo peligrosamente acusador hacia su tío. No dijo nada que pudiera ser tomado como un abierto desaire al Regente. Sin embargo, a nadie que hablara con él le quedaría ninguna duda de que su tío se había comportado, en el mejor de los casos, de manera errónea, y en el peor, de forma desleal.

Pero incluso para Jaehyun, que no poseía un gran conocimiento sobre los manejos políticos de aquella Corte, había sido significativo que los cinco consejeros hubieran acompañado al Regente. Era una señal de poder comparativo: tenía el apoyo total del Consejo. A la facción de Taeyong, abandonada allí, mientras se quejaba, en la sala de audiencias, no le agradó. No tenía que gustarles. No podían hacer nada al respecto.

Aquel era, en consecuencia, el momento de que Taeyong apuntalara el apoyo recibido de la mejor manera posible, y no de desaparecer en algún lugar para un "tête-à-tête" privado con su esclavo.

Y, sin embargo, a pesar de todo, salió de la sala de audiencias atravesando una serie de patios interiores lo suficientemente amplios como para contener árboles, parterres geométricos, fuentes y senderos serpenteantes. Al otro lado del jardín, podían verse los destellos del agasajo que continuaba; los árboles se movían y las luces de la gala parpadeaban, brillantes.

No estaban solos. Por detrás, a una discreta distancia, los seguían los dos guardias que protegían al Príncipe. Como siempre. Ni siquiera el propio jardín estaba vacío. Ocasionalmente, pasaban parejas vagando por los senderos; en una ocasión, Jaehyun vio a un cortesano con una mascota, enroscándose el uno contra el otro sobre un banco, en un sensual beso.

Taeyong lo llevó hasta una glorieta enrejada con enredaderas. A un lado había una fuente y un largo estanque con lirios enmarañados. Ató la correa al metal de la glorieta, como si enlazara la correa de un caballo a un poste. Tuvo que estar muy cerca de Jaehyun para hacerlo, pero no dio ninguna señal de estar inquieto por la proximidad. La atadura no era más que una humillación. Al no ser un animal estúpido, el esclavo era perfectamente capaz de desatarla. Lo que lo mantenía en su lugar no era la fina cadena de oro hábilmente colocada alrededor de la correa, era el guardia uniformado, y la presencia de la mitad de la Corte, además de un gran número de hombres, entre él y la libertad.

Taeyong se alejó unos pasos. Jaehyun lo vio llevar la mano a la parte posterior de su cuello, como para liberar la tensión. Durante un momento, no hizo nada más que quedarse de pie, quieto y respirando el aire fresco perfumado con las flores nocturnas. Por primera vez, Jaehyun tuvo el pensamiento de que Taeyong podría tener sus propias razones para desear escapar del ojo de la Corte.

La tensión se elevó, emergiendo, cuando Taeyong se volvió hacia él.

—No tienes un muy buen sentido de la autopreservación, ¿verdad, "pequeña mascota"? Lamentarte con mi tío fue un error —dijo Taeyong.

—¿Debido a que has conseguido una bofetada? —replicó Jaehyun.

—Debido a que vas a enfurecer a todos esos guardias con los que te has molestado en cultivar amistad —respondió Taeyong— Tienden a rechazar a los sirvientes que ponen el interés propio por encima de la lealtad.

Al esperarse un asalto directo, lo tomó desprevenido el que vino de soslayo, desde un costado. Apretó la mandíbula y dejó que su mirada examinara de arriba a abajo la figura de Taeyong.

—No podéis tocar a tu tío, por lo que lo atacáis dónde te sea posible. No te tengo miedo. Si vas a perpetrar algo contra mi persona, hazlo.

—"Pobre animal perdido" —soltó Taeyong— ¿Qué te hizo pensar que vine aquí por ti?

Jaehyun parpadeó.

—Pues, por otra parte —continuó— Tal vez te necesite para una cosa— Enrolló la fina cadena una vez alrededor de sus muñecas, y luego, con un tirón brusco, la rompió. Los dos extremos se deslizaron fuera de sus manos y cayeron, colgando. Taeyong dio un paso hacia atrás. Jaehyun miró la cadena rota con confusión.

—Alteza—Se escuchó una voz. Taeyong dijo:

—Consejero Chen.

—Gracias por acceder a reuniros conmigo —comenzó Chen. Entonces vio a Jaehyun y vaciló— Perdón. Yo... supuse que vendríais solo.

—¿Perdonaros? —dijo Taeyong.

El silencio se elevó en torno a las palabras del Sucesor. En él, su significado cambió. Chen comenzó:

—Yo... —Luego observó a Jaehyun, y su expresión manifestó alarma.

—¿Es esto seguro? Ha roto su correa. ¡Guardias!

Se oyó el ruido estridente de una espada saliendo de una vaina. Dos espadas. Los guardias se abrieron paso por la glorieta y se interpusieron entre Jaehyun y Chen. Por supuesto.

—Lo habéis dejado claro —concluyó Chen, con un ojo cauteloso sobre Jaehyun— No había visto el lado rebelde de vuestro esclavo. Parecía tenerlo bajo control en la arena. Y los esclavos obsequiados a su tío son tan obedientes. Si asistierais a los espectáculos más tarde, lo veríais por Vos mismo.

—Los he visto —cortó Taeyong. Hubo un poco más de silencio.

—¿Sabéis lo cercano que era a vuestro padre? —dijo Chen— Desde su muerte, he brindado una lealtad inquebrantable a vuestro tío. Me preocupa que en este caso pueda haberme llevado a cometer un error...

—Si estáis preocupado de que dentro de diez meses siga recordando los agravios cometidos contra mí —dijo Taeyong— no hay necesidad de tal inquietud. Estoy seguro de que me podréis convencer de que ha obrado fruto de una real confusión.

Chen indicó:

—Tal vez podamos dar una vuelta por el jardín. El esclavo puede aprovechar la silla y descansar de sus heridas.

—Qué considerado de vuestra parte, consejero —musitó Taeyong. Se volvió a Jaehyun, añadiendo con dulce voz: — Tu espalda debe dolerte terriblemente.

—Está bien —soltó Jaehyun.

—Arrodíllate en el suelo, entonces —dijo Taeyong.

Un fuerte apretón en su hombro lo obligó a bajar; tan pronto como las rodillas de Jaehyun chocaron contra el suelo, una espada fue apoyada en su garganta para disuadirlo de levantarse. Chen y Taeyong desaparecieron juntos, solo una pareja más, vagando por los senderos de los jardines perfumados.

El jolgorio del otro lado comenzó a extenderse hacia el jardín y, de manera constante, sus ocupantes fueron aumentando; se colgaron linternas, y los sirvientes comenzaron a deambular con refrescos. El lugar donde Jaehyun estaba arrodillado quedaba convenientemente fuera del camino, pero de vez en cuando, los cortesanos pasaban, y murmuraban sobre él: «Mira, ahí está el esclavo bárbaro del Príncipe».

La frustración se encrespaba sobre él como un latigazo. Fue nuevamente atado. El guardia era menos indiferente a restringirlo que Taeyong. Estaba encadenado a la glorieta de metal por el cuello, y esta vez se trataba de una cadena real, no de algo que pudiera romperse.

«Pequeña mascota», pensó Jaehyun con asco. Del intercambio tenso de Chen con Taeyong, tomó la única pieza sobresaliente de información.

En algún lugar en el interior, no muy lejos de ahí, estaban los otros esclavos akielenses.

La preocupación de Jaehyun volvió a ellos. El desvelo por su bienestar persistió, pero su proximidad planteaba preguntas perturbadoras. ¿Cuál era el origen de esos esclavos? ¿Eran esclavos de palacio, entrenados por J.Seph y traídos al igual que Jaehyun, directamente de la capital? Mantenido en confinamiento solitario a bordo del barco, Jaehyun aún no había visto a los otros esclavos, ni ellos lo habían visto a él. Pero si eran esclavos de palacio, escogidos entre lo mejor de aquellos que servían a la realeza en Akielos, existía la posibilidad de que pudieran reconocerle.

En el tranquilo desenvolvimiento del patio, oyó el suave tintinear de pequeñas campanillas.

Encadenado en un sector oscuro del jardín, apartado de las diversiones cortesanas, fue pura mala suerte que uno de los esclavos fuera acarreado hasta él.

Estaba en el extremo de una correa, conducido por una mascota vereciana. El esclavo llevaba puesta una versión más humilde del collar dorado de Jaehyun y puños en las muñecas. La mascota era la fuente de las campanillas. Tenía un cascabel en su garganta, como un gato. Llevaba puesta una gran cantidad de pintura. Y le resultaba conocido.

Era la mascota del consejero Sehun, el niño.

Jaehyun tristemente supuso que para aquellos sensibles a los niños pequeños, esa mascota probablemente tendría encanto en abundancia. Debajo de la pátina, tenía la magnífica piel clara de un niño. Si tales rasgos los poseyera una niña de la misma edad, estos serían garantía, en seis años más, de una jovencita increíblemente bella. Una aprendida gracia disfrazó, en su mayor parte, las limitadas extremidades de un niño de baja estatura. Como Jaehyun, tenía piedras preciosas tejidas en el cabello, aunque en su caso fueran pequeñas perlas brillando como estrellas entre una confusión de rizos castaños. Su característica más bella era un par de increíbles ojos azules, incomparable a cualquier otro que Jaehyun hubiera visto en su vida, a excepción de aquellos que habían estado mirándolo recientemente.

Los hermosos labios del muchacho formaron el gesto de un beso, y escupió, directamente al rostro de Jaehyun.

—Mi nombre es Haechan —dijo— No eres lo suficientemente importante como para rechazarme. A tu amo le quitaron todas sus tierras y dinero. Incluso si no lo hubieran hecho, eres un esclavo. El Regente me mandó a buscar al Príncipe. ¿Dónde está?

—Volvió a la sala de audiencias —dijo Jaehyun. Decir que Haechan lo tomó por sorpresa era poco. La mentira solo le salió.

Haechan lo miró fijamente. Luego tiró brutalmente de la correa del esclavo. Este se dobló hacia adelante y casi perdió el equilibrio, como un potrillo con las piernas demasiado largas.

—No voy a arrastrarte detrás de mí toda la noche. Espérame aquí.

Haechan tiró la correa del esclavo al suelo y se volvió sobre sus talones, las campanillas resonando.

Jaehyun se llevó la mano a la cara mojada. Inmediatamente, el esclavo se puso de rodillas a su lado, y poniéndole suavemente una mano sobre su muñeca, lo instó a bajarla.

—Por favor, permitidme. Se correrá la pintura.

El joven lo miraba fijamente. Jaehyun no vio ningún indicio de reconocimiento en su rostro. El esclavo simplemente levantó el dobladillo de su túnica y lo usó para secar suavemente la mejilla pintada.

Jaehyun se relajó. Pensó, con un poco de tristeza, que probablemente era arrogante de su parte haber asumido que el esclavo lo reconocería. Supuso que no se parecía en nada a un príncipe, con aquellos grilletes y la pintura dorada; encadenado a una glorieta en medio de un jardín vereciano.

Por otro lado, estaba bastante seguro de que este esclavo no era del palacio de Akielos; si no, habría reparado en él. El color de los ojos del joven era llamativo. Su piel era hermosa y el cabello rizado castaño claro estaba matizado de oro. Era exactamente el tipo que Jaehyun habría metido debajo de sus sábanas y pasado un muy agradable par de horas disfrutando.

Los delicados dedos del esclavo tocaron su cara. Jaehyun sintió un atisbo de oscura culpa por haber enviado a Haechan a una búsqueda inútil. Pero también estaba contento por este inesperado momento a solas con un esclavo de su patria.

—¿Cómo te llamas? —dijo Jaehyun, en voz baja.

—Mark.

—Mark, es bueno hablar con otro akielense.

Lo decía en serio. El contraste entre este esclavo modesto y encantador, con el rencoroso Haechan le hizo ansiar la directa simplicidad de casa. Al mismo tiempo, Jaehyun sintió una punzada de preocupación por los esclavos akielenses. La naturaleza dulce de su sumisión apenas los preparaba para la supervivencia en esta Corte. Supuso que Mark podría tener alrededor de dieciocho o diecinueve años; sin embargo, podía ser devorado vivo por los trece años de Haechan. Por no hablar de Taeyong.

—Había un esclavo que mantuvieron drogado y sometido a bordo del barco —mencionó Mark tentativamente. Desde el principio, había hablado akielense— Dijeron que fue entregado al Príncipe.

Jaehyun asintió lentamente, respondiendo a la pregunta no formulada. Además de unos alborotados rizos castaño claro, Mark tenía el par de ojos color avellana más irremediablemente ingenuos que Jaehyun hubiera visto en su vida.

—¡Qué cuadro tan encantador! —exclamó una voz femenina.

La columna de Jaehyun se estremeció; Mark inmediatamente se postró, presionando su frente contra el suelo. Jaehyun se quedó donde estaba. Encadenado y de rodillas ya era lo suficientemente sumiso.

La mujer que había hablado era Seulgi. Paseaba por los senderos del jardín con dos nobles. Uno de ellos tenía una mascota con él, un joven pelirrojo que Jaehyun vagamente también reconocía del anfiteatro.

—No te detengas por nosotros —dijo el pelirrojo con aspereza.

Jaehyun miró de reojo a Mark, que no se había movido. Era poco probable que supiera hablar vereciano.

Su amo se rió:

—Otro minuto o dos y podríamos haberlos atrapado besándose.

—Me pregunto si el Príncipe podría ser persuadido para que pusiera a su esclavo a entretener a los demás —dijo Seulgi— No es realmente frecuente llegar a ver a un macho tan poderoso actuar. Fue una pena sacarlo de la arena antes de que tuviera la oportunidad de montar a alguien.

—Estoy seguro de que no me importaría verlo después de lo que hemos presenciado esta noche—añadió el amo del pelirrojo.

—Creo que es más emocionante ahora que sabemos que es muy peligroso —comentó la mascota del pelo rojizo.

—Es una pena que su espalda esté destrozada, pero el frente es muy agradable —apuntó Seulgi— Ya lo habíamos notado en la arena, por supuesto. En cuanto al peligro... el consejero Suho sugirió que no estaba entrenado como esclavo de placer. Pero el adiestramiento no lo es todo. Podría tener talento natural.

Jaehyun permaneció en silencio. Reaccionar ante esos cortesanos sería una locura; el único curso de acción posible era quedarse tranquilo y esperar que se aburrieran y se marcharan; eso era lo que Jaehyun estaba haciendo con determinación, hasta que sucedió aquello que garantizaba el empeoramiento de cualquier situación.

—¿Talento natural? —dijo Taeyong.

Se incorporó a la conversación. Los cortesanos se inclinaron con respeto y Seulgi explicó el tema en cuestión. Taeyong se volvió hacia el esclavo.

—¿Y bien? —dijo Taeyong— ¿Puedes emparejarte adecuadamente o solo sirves para matar?

Jaehyun evaluó que si tuviera que elegir entre el látigo y una conversación con Taeyong, probablemente se quedaría con el primero.

—No es muy locuaz —comentó Seulgi.

—Viene y va —dijo Taeyong.

—Me encantaría actuar con él—Era la mascota del pelo rojo.

Aparentemente, habló a su amo, pero las palabras fueron audibles.

—Yuta, no. Podría hacerte daño.

—¿Os gustaría eso? —dijo la mascota, mientras deslizaba los brazos alrededor del cuello de su amo, mirando de reojo a Taeyong, justo antes de hacerlo.

—No. No lo haría—Su amo frunció el ceño.

Pero era obvio que la pregunta provocadora de Yuta no había sido dirigida a su amo, sino a Taeyong. El muchacho andaba detrás de la atención Real. A Jaehyun le asqueaba la idea de que el niño de algún noble se ofreciera a sí mismo a ser herido bajo el supuesto de que actuaría dándole el gusto al Heredero. Entonces evaluó todo lo que conocía de Taeyong, y se sintió más enfermo, ya que, seguramente, las suposiciones del chico fueran correctas.

—¿Qué pensáis Vos, Alteza?— dijo Yuta.

—Creo que tu amo te preferiría intacto —soltó Taeyong, secamente.

—Podríais atar al esclavo —propuso Yuta.

Era un testimonio de la pulida habilidad de Yuta, que salió más burlona y seductora que lo que era, el último intento de un trepador por capturar y mantener la atención de un príncipe.

Casi no funcionó. Taeyong permaneció impasible ante la coquetería de Yuta, incluso parecía aburrido de ella. Había arrojado a Jaehyun a la arena, pero en el ambiente empapado de sexo de las gradas, el pulso de Taeyong ni siquiera había parecido vacilar. Había sido singularmente inmune a la carnalidad de lo que el vereciano llamaba "actuación"; el único cortesano sin tener a una empalagosa mascota encima de él.

"Dicen que es frígido", Kun había dicho.

—¿Qué tal algo pequeño, mientras esperamos por el principal entretenimiento? —propuso Seulgi— ¿No es hora de que el esclavo aprenda cuál es su lugar?

Jaehyun vio a Taeyong absorber esas palabras. Lo vio detenerse y prestarle a la idea toda su atención, dándole vueltas a la decisión en su cabeza.

Y lo vio tomarla; su boca encrespándose, su expresión endureciéndose.

—¿Por qué no? —preguntó Taeyong.

No — dijo Jaehyun, subiendo su pecho, medio oprimido al sentir las manos sobre él. Luchar en serio contra guardias armados, en presencia de testigos y en medio de una Corte repleta de concurrentes, era un acto autodestructivo. Pero su mente y su cuerpo se rebelaron, adueñándose instintivamente del control.

Un banco de enamorados se ubicaba dentro de la glorieta, formando dos semicírculos. Los cortesanos estaban relajados en él, ocupando uno de los lados. Seulgi sugirió vino, y un sirviente fue a su búsqueda con una bandeja. Uno o dos cortesanos más pasaron por allí y Seulgi entabló una conversación con uno de ellos acerca de los embajadores de Patras, que llegarían en unos días.

Jaehyun fue amarrado en el asiento opuesto, frente a ellos.

Había un dejo de irrealidad en lo que estaba sucediendo. El amo de Yuta estaba organizando el encuentro. El esclavo estaría atado y Yuta usaría su boca. Seulgi se quejó, expuso lo inusual que era que el Príncipe accediera a esa actuación, y que deberían sacar el máximo provecho de ella. Pero el amo de Yuta no se dejó persuadir.

«Aquello realmente iba a suceder». Jaehyun se agarró al metal de la glorieta al que tenía esposadas las muñecas por encima de la cabeza. Complacería al público vereciano. Probablemente sería uno más entre la docena de espectáculos discretos que se desarrollarían en aquel jardín.

Los ojos de Jaehyun se fijaron en Yuta. Casi se dijo a sí mismo que no era culpa de la mascota, salvo que, en gran parte, lo era.

Yuta se dejó caer de rodillas y se abrió camino entre las prendas de esclavo de Jaehyun. Este miró y no podría haberse sentido menos excitado. Incluso bajo las mejores circunstancias, los ojos verdes y cabello rojo de Yuta no eran de su tipo. Aparentaba unos diecinueve años, y aunque no era tan obscenamente joven como Haechan, su cuerpo era delicado. Su belleza era, de hecho, pulida, de hermosura poco natural.

«Mascota», pensó Jaehyun. La palabra encajaba. Yuta retiró su largo cabello hacia un lado y comenzó sin ningún ceremonial. Estaba bien entrenado y manipulaba a Jaehyun expertamente con la boca y las manos. Este se preguntó si debía sentir simpatía o satisfacción de que Yuta no fuera a tener su momento de triunfo: no estaba ni un poco duro bajo aquellas atenciones, Jaehyun dudaba de que fuera capaz de correrse para el placer de la audiencia. Si había allí algo explícito a la vista, era la ausencia de todo deseo de estar en aquella situación.

Hubo un débil susurro y, fresco como el agua debajo de los lirios, Taeyong se sentó a su lado.

—Me pregunto si podemos hacerlo mejor que esto —dijo Taeyong—Detente.

Yuta dejó a un lado sus esfuerzos y alzó la mirada, los labios húmedos.

—Tienes mayor probabilidad de ganar el juego si no muestras todas las cartas de una vez—dijo Taeyong— Empieza más lentamente.

Jaehyun reaccionó a las palabras de Taeyong con inevitable tensión. Yuta estaba lo suficientemente cerca para que percibiera su aliento, una nube caliente, concentrada, lo envolvió apropiadamente, un susurro sobre su piel sensible.

—¿Así?— preguntó Yuta. La boca a una pulgada de su objetivo, y sus manos deslizándose suavemente por los muslos de Jaehyun. Los labios húmedos entreabiertos. Jaehyun, contra su voluntad, reaccionó.

—Justo así —concordó Taeyong.

—¿Puedo...?— preguntó Yuta, inclinándose hacia adelante.

—No uses tu boca aún —ordenó Taeyong— Solo la lengua.

Yuta obedeció. Lamió la cabeza, un escurridizo toque, apenas una insinuación del mismo. No era suficiente presión. Taeyong observaba la cara de Jaehyun con la misma atención cerebral que podría aplicar a un problema estratégico. La lengua de Yuta presionó contra la ranura.

—Le gusta eso. Hazlo más duro —dijo el Príncipe.

Jaehyun maldijo, una sola palabra akielense. Incapaz de resistir las fluctuaciones de placer que estaban recorriendo su carne; su cuerpo estaba despertando y comenzando a suplicar ritmo. La lengua de Yuta se curvaba perezosamente alrededor de la cabeza.

—Ahora lámela. La longitud entera.

Las frías palabras precedieron a una larga y cálida lamida que lo humedeció de la base a la punta. Jaehyun podía sentir cómo sus muslos se tensaban, y luego, progresivamente, cómo se amplificaba y aceleraba su respiración en el pecho. Necesitaba librarse de las restricciones. Hubo un sonido metálico cuando tironeó de los puños, sus manos cerradas. Se volvió hacia Taeyong.

Fue un error mirarle. Incluso entre las sombras de la noche, Jaehyun pudo ver la disposición relajada de su cuerpo, la perfección marmórea de sus facciones, y el desinterés con que lo miraba, sin molestarse siquiera en bajar la vista hacia la cabeza balanceándose de Yuta.

Si se daba crédito a la Guardia del Príncipe, Taeyong era una ciudadela inexpugnable, y no tomaba amantes en absoluto. Incluso en aquel momento, Taeyong daba la impresión de tener la mente de algún modo comprometida, pero con su cuerpo completamente al margen, inmune al ardor. La obscena imaginación de los guardias tenía visos de realidad.

Por otro lado, el distante, el inaccesible Taeyong estaba, en ese momento, proporcionando un compendio riguroso sobre mamadas.

Y Yuta obedecía cada instrucción, haciendo con su boca lo que se le indicaba. Las órdenes de Taeyong eran relajadas, sin prisas, y gozaban de la práctica refinada de suspender su empeño en el momento en que empezaban a ponerse interesantes. Jaehyun estaba acostumbrado a tomar el placer donde lo deseaba, tocando donde quería, provocando respuestas en sus compañeros en el momento que deseaba. La frustración iba en aumento a medida que la gratificación le era negada, sin descanso. Cada parte de él clamaba por la contenida sensación; el aire frío sobre su piel caliente y la cabeza en su regazo eran partes del todo que incluía el ser consciente de dónde se hallaba y quién estaba sentado a su lado.

—Haz presión arriba y abajo—dijo Taeyong.

Percibió como el aliento se disparaba de su pecho con el primer deslizamiento, largo y húmedo, hacia abajo sobre su polla. Yuta no podía tomarla toda, sin embargo su garganta estaba exquisitamente entrenada, careciendo de reflejo de náusea. La siguiente orden de Taeyong llegó como un golpe en el hombro y Yuta obedientemente retrocedió hasta solo chupar la cabeza.

Jaehyun podía oír el sonido de su propia respiración ahora, aun por encima del clamor de su carne. Incluso sin la atención rítmica, el placer difuso empezaba a transformarse en algo más urgente; podía sentir el cambio, la orientación de su cuerpo hacia el clímax inminente.

Taeyong descruzó las piernas y se levantó.

—Acaba con él —dijo casualmente y sin mirar atrás, volviendo dónde estaban los demás cortesanos para hacer algunas observaciones sobre algún tema en discusión, como si no tuviera ninguna necesidad particular de seguir hasta el final la conclusión ahora que era inevitable.

La imagen de Yuta succionando su erección acompañó sus pensamientos traspasados por el brusco y repentino deseo de poner las manos sobre el cuerpo de Taeyong y desquitarse tanto por sus acciones como por su presumida retirada. El orgasmo lo envolvió como una llama sobre una superficie caliente, derramando la semilla que fue, profesionalmente, tragada.

—Un poco lento al principio, pero un clímax bastante satisfactorio—dijo Seulgi.

Fue liberado del asiento de los amantes y vuelto a empujar sobre sus rodillas. Taeyong estaba sentado en el lado opuesto con las piernas cruzadas. Los ojos de Jaehyun se fijaron en él en lugar de en cualquier otra parte. Su respiración todavía era pronunciada y su pulso acelerado, sin embargo, la ira producía los mismos síntomas.

El sonido musical de campanillas se entrometió en la tertulia; Haechan interrumpió sin hacer ninguna señal de deferencia hacia los de más alto rango.

—Estoy aquí para hablar con el Príncipe —comunicó.

Taeyong alzó sus dedos cuidadosamente y Seulgi, Yuta y los demás lo tomaron como una señal para hacer una breve reverencia y retirarse.

Haechan se acercó hasta ponerse de pie delante del banco y se quedó mirando a Taeyong con expresión de hostilidad. Taeyong, por su parte, estaba relajado, con un brazo extendido sobre el respaldo del banco.

—Tu tío desea veros.

—¿De verdad? Vamos a hacerle esperar.

Un par de antipáticos ojos azules miraron fijamente al otro. Haechan se sentó.

—No me importa. Cuanto más tiempo le hagas esperar, en más problemas estaréis.

—Bueno, siempre y cuando no te importe —dijo Taeyong. Sonaba divertido.

Haechan alzó la barbilla.

—Voy a decirle que esperaste a propósito.

—Puedes hacerlo si lo deseas. Yo creo que lo adivinará de todos modos, así que puedes ahorrarte el esfuerzo. Ya que estamos esperando, ¿puedo tomar un refresco? —Gesticuló hacia uno de los sirvientes que llevaban bandejas, quien se detuvo y retrocedió acercándose—¿Tomas vino o no eres lo bastante mayor todavía?

—Tengo trece años. Bebo siempre lo que quiero—Haechan despreció la bandeja, empujándola tan fuerte que casi perdió el equilibrio.

—No voy a beber con Vos. No necesitamos empezar a fingir cortesía.

—¿No? Muy bien, creo que tienes catorce a estas alturas, ¿no es así?

Haechan se volvió rojo, debajo de la pintura.

—Me lo imaginaba —dijo Taeyong— ¿Has pensado en lo que vas a hacer después? Si conozco los gustos de tu Señor te queda un año más, como máximo. A tu edad, el cuerpo comienza a delatarse a sí mismo —Y luego, reaccionando a algo en la cara del chico añadió: —¿O ya empezó?

El rojo aumentó llamativamente.

Eso no es de Tú incumbencia.

—Tienes razón, no lo es —aceptó Taeyong.

Haechan abrió la boca, pero Taeyong continuó antes de que pudiera hablar.

—Ofertaré por ti, si lo deseas. Cuando llegue el momento. No te querría en mi cama, pero tendrías los mismos privilegios. Es posible que prefieras eso. Ofertaré.

Haechan parpadeó y luego, sonrió con desdén.

—¿Con qué?

Un soplo de diversión vino de parte de Taeyong.

—Sí, si tengo alguna tierra que quede al menos, quizás tenga que venderla para comprar pan, no me importan las mascotas. Ambos tendremos que transitar durante los próximos diez meses sobre las puntas de los pies.

—Yo no te necesito. Él lo ha prometido. No me va a dejar—La voz de Haechan era engreída y satisfecha de sí misma.

—Abandona a todos —dijo Taeyong— incluso si eres más emprendedor que lo que los otros han sido.

—Le gusto más que los otros —rió despectivamente— Estás celoso—Y entonces fue el turno de Haechan para reaccionar a algo que vio en el rostro de Taeyong y dijo, con un horror que Jaehyun no comprendía — Vas a decirle que me deseas.

—Oh —dijo Taeyong— No. Haechan... no. Eso sería arruinarte. Yo no haría eso—Entonces su voz se volvió casi fatigada—Tal vez sea mejor si piensa que lo haría. Tienes una muy buena cabeza para la estrategia, para pensar en una. Tal vez te mantenga más tiempo que a los demás—Por un momento pareció como si Taeyong fuera a decir algo más, pero finalmente, solo se alzó del banco y le tendió la mano al muchacho— Vamos. Vayamos. Puedes ver como seré regañado por mi tío.

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Batista: Tipo de lienzo fino muy delgado.

tête-à-tête: SIC. Expresión francesa que se refiere a entrevistarse a solas con otra persona. Como es una expresión de uso internacional, se deja el original.

Muestras todas las cartas de una vez: "you don't play your whole hand at once" en el original. Metáfora que remite a los juegos de cartas como el póker, donde conviene ser astuto y fingir para vencer.

Haechan:


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Mark:


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Yuta:


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1 comentario


INEFXBLE
INEFXBLE
13 ene 2022

Hola, primero que nada, feliz año nuevo. Segundo, te adoro y te extraño, cuándo actualizas? ♡

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