𝐬𝐝𝐦𝐧 (2)🌗 ᴶᵃᵉʸᵒⁿᵍ
- Baela Might
- 9 dic 2023
- 1 Min. de lectura
Actualizado: 19 feb 2024
Capítulos
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CAPÍTULO TRES: RIESGO
Verdaderamente no tenía sed, pero decidí ir a cazar de nuevo esa noche. Una pequeña pizca de prevención, inadecuada, pero debía hacerlo.
Kun me acompañó; no habíamos estado solos desde que volví de Denali. Mientras corríamos por el negro bosque, lo escuché pensando sobre el precipitado adiós de la semana pasada.
En su memoria, vi la forma en que mis rasgos se habían torcido en feroz desesperación. Sentí de nuevo su sorpresa y su repentina preocupación.
«—¿Yoon Oh?
»—Debo irme, Kun. Debo irme ahora.
»—¿Qué ha sucedido?
»—Nada. Aún. Pero pasará si me quedo aquí.
»Me tomó del brazo. Sentí cómo herí sus sentimientos cuando me escapé de su mano.
»—No lo entiendo.
»—Alguna vez haz... ha habido alguna vez en que...
»Me miré a mí mismo respirar profundo, vi la luz salvaje en mis ojos a través del filtro de su profunda preocupación.
»—¿Alguna vez alguna persona ha olido mejor para ti que el resto? ¿Mucho mejor?
»—Oh.
»Cuando me di cuenta de que él había entendido, mi rostro se cayó a pedazos de la pura vergüenza. Me alcanzó de nuevo para tocarme, ignorando cuando traté de retirarme de nuevo, y su mano izquierda se posó en mi hombro.
»—Haz lo que tengas que hacer para resistir, hijo. Te extrañaré mucho. Ten, toma mi auto. El tanque está lleno.»
Se estaba preguntando ahora si estaba haciendo lo correcto, dejando que me marchara. Preguntándose si acaso me había herido con su falta de confianza en mí.
—No—susurré mientras corría—. Eso era lo que necesitaba. Pude haber traicionado fácilmente esa confianza, si me hubieras pedido que me quedara.
—Siento mucho que estés sufriendo, Yoon Oh. Pero debes hacer lo que puedas para mantener vivo al chico Lee. Incluso si eso significa que debes dejarnos de nuevo.
—Lo sé, lo sé.
—¿Por qué volviste? Tú sabes lo feliz que soy teniéndote aquí, pero si esto es muy difícil...
—No me gusta sentirme como un cobarde —admití.
Desaceleramos. Estábamos ahora casi trotando a través de la oscuridad.
—Mejor eso a ponerlo en peligro. Él se irá en un año o dos.
—Tienes razón, ya sé eso —por el contrario, sus palabras solo me hicieron sentir más ansioso de quedarme. Él ya no estaría aquí en un año o dos...
Kun paró de correr y yo me detuve con él; se volteó para examinar mi expresión.
«Pero no irás a escapar, ¿verdad?» Bajé la cabeza.
«¿Eso es orgullo, Yoon Oh? No hay nada vergonzoso en...»
—No, no es orgullo lo que me mantiene aquí. No ahora.
«¿No tienes a dónde ir?»
—No. Eso no me detendría, si yo quisiera irme —le respondí después de soltar una carcajada corta.
—Nosotros iremos contigo, por supuesto, si eso es lo que necesitas. Solo tienes que pedirlo. Tú has seguido adelante sin quejarte de nosotros. Nadie se enojará contigo.
Levanté una ceja. Él se rio.
—Sí, puede que Jaemin se enoje, pero él te lo debe. De todas formas, es mucho mejor para todos que nos vayamos ahora, sin hacer daño alguno, que irnos después, luego de que una vida haya llegado a su fin —todo el humor se desvaneció.
Me estremecí ante sus palabras.
—Sí —asentí. Mi voz sonó ronca.
«¿Pero no te irás?»
—Debería —dije con un suspiro.
—¿Qué te detiene aquí, Yoon Oh? No logro ver...
—No sé si pueda explicarlo —incluso para mí mismo, no tenía ningún sentido. Él midió mi expresión por un largo momento.
«No, no logro verlo. Pero respetaré tu privacidad, si así lo prefieres».
—Gracias. Es muy generoso de tu parte, teniendo en cuenta que yo no le doy privacidad a nadie —con una excepción. Y estaba haciendo todo lo posible para privar a Taeyong de eso, ¿verdad?
«Todos tenemos nuestros caprichos». Se rio de nuevo. ¿Nos vamos?
Justo en ese momento él había captado el olor de una pequeña manada de ciervos. Era difícil mostrar mucho entusiasmo, incluso bajo las mejores circunstancias, por un aroma que apenas abría el apetito. En estos momentos, con el recuerdo de la sangre de ese chico, fresca en mi mente, el olor revolvió mi estómago.
Suspiré.
—Vamos —asentí, incluso sabiendo que forzando más sangre bajar por mi garganta iba a ayudar muy poco.
Ambos cambiamos a una posición de ataque y dejamos que el poco apetente olor nos guiara silenciosamente hacia adelante.
Estaba más helado cuando regresamos a casa. La nieve derretida se había vuelto a congelar; era como si una delgada capa de vidrio lo cubriera todo: cada rama de los pinos, cada hoja de helecho, cada lámina de hierba estaba cubierta de hielo.
Cuando Kun fue a vestirse para su próximo turno en el hospital, me quedé junto al río, esperando a que saliera el sol. Me sentí casi hinchado por la cantidad de sangre que había consumido, pero sabía que la actual carencia de sed significaría muy poco cuando me sentara al lado de Taeyong otra vez.
Helado y sin expresión como una roca, me senté, mirando la negra agua correr al lado de la congelada orilla, mirando fijamente a través de ella.
Kun tenía razón. Debería irme de Forks. Ellos podrían inventar una historia para explicar mi ausencia. Que me cambié de instituto a Europa. O fui a visitar a unos parientes. Rebeldía adolescente. La historia no importaba. A nadie le importaría mucho.
Era solo por un año o dos y luego el chico desaparecería. Continuaría con su vida, porque tendría una vida con la cual continuar. Iría a la Universidad en algún lugar, comenzaría una carrera, quizá se casaría con alguien. Podía imaginar eso, podía verlo vestido todo de blanco y esperando por su prometida en el altar.
Era incómodo, el dolor que esa imagen me causó. No lo podía entender.
¿Acaso estaba celoso, porque él tenía un futuro que yo nunca podría tener? Eso no tenía sentido. Cada uno de los humanos a mi alrededor tenían esa misma oportunidad, una vida, y yo raramente me detuve a envidiarlos.
Debería permitirle tener su futuro. Parar de arriesgar su vida. Eso era lo correcto.
Kun siempre elegía el camino correcto. Debería escucharlo.
El sol apareció entre las nubes y la débil luz hizo brillar todo el césped congelado.
Un día más, decidí. Solo lo vería una vez más. Podía soportar eso. Quizá mencionaría mi pendiente ausencia, construiría la historia.
Esto iba a ser difícil; podía sentir eso en el fuerte desgano que me causaba solo el pensar en las excusas para quedarme, para extender el límite a dos días, tres, cuatro... Pero haría lo correcto. Sabía que podía confiar en el consejo de Kun. Y también sabía que estaba demasiado confundido para tomar esta decisión solo por mi cuenta.
Demasiado confundido. ¿Cuánto de este desgano provenía de mi obsesiva curiosidad y cuánto provenía de mi insatisfecho apetito?
Entré a la casa para cambiarme de ropa para ir a la escuela.
Sicheng me estaba esperando, sentado en el último escalón a la orilla del tercer piso. «Te vas de nuevo», me acusó. Suspiré y asentí.
«No puedo ver a dónde vas esta vez».
—Aún no sé a dónde voy —susurré.
«Quiero que te quedes». Negué con la cabeza.
«¿Tal vez Yuta y yo podríamos ir contigo...?»
—Son más necesarios aquí si yo no estoy para protegerlos. Y piensa en Ten. ¿Le quitarás la mitad de su familia en un abrir y cerrar de ojos?
«Lo vas a poner muy triste».
—Lo sé. Es por eso que ustedes deben quedarse.
«No es lo mismo si tú no estás aquí, y tú lo sabes».
—Sí. Pero debo hacer lo que es correcto.
«Hay muchas maneras correctas, y muchas incorrectas, ¿o no?»
Por un breve momento se introdujo dentro de una de sus extrañas visiones; observé a lo largo de las imágenes poco definidas que parpadeaban rápidamente. Me vi a mí mismo mezclado con extrañas sombras que no podía entender, formas imprecisas y nubladas. Y de pronto, repentinamente, mi piel estaba destellando en la brillante luz del sol en una pequeña pradera abierta. Este era un lugar que conocía. Había una figura en la pradera conmigo; pero, otra vez, era poco definida, no podía reconocerla. Las imágenes temblaron y desaparecieron como un millón de pequeños cambios en mi futuro de nuevo.
—No entendí mucho de eso —le dije cuando la visión se puso oscura.
«Yo tampoco. Tu futuro está cambiando tanto que no puedo llevarle el ritmo.
Creo, que...»
Se detuvo y me llevó por una extensa colección de sus otras recientes visiones mías. Todas eran iguales: borrosas y vagas.
—Creo que algo está cambiando —me dijo en voz alta—. Tu vida parece estar en una encrucijada.
—¿Te das cuenta de que estás sonando como un adivinador farsante en un carnaval, verdad? —le dije con una sonrisa sombría
Me sacó su pequeña lengua.
—Hoy está todo bien, ¿no? —pregunté, mi voz sonó abruptamente aprehensiva.
—Hoy no te veo matando a nadie —me aseguró.
—Gracias, Sicheng.
—Ve a vestirte. Yo no diré nada, te dejaré decirle a los demás cuando estés listo.
Se puso de pie y bajó las escaleras, sus hombros se encogieron levemente. «Te extrañaré, de verdad».
Sí, yo también lo extrañaré mucho.
El camino al instituto estuvo muy tranquilo. Yuta sabía que Sicheng estaba molesto por algo, pero él sabía que si Sicheng quería hablar acerca de aquello, ya lo hubiera hecho. Johnny y Jaemin estaban completamente ajenos a lo que estaba sucediendo, teniendo otro de sus momentos, mirando dentro de los ojos del otro con curiosidad, era molesto mirarlos desde fuera. Todos sabíamos cuán desesperadamente enamorados estaban. O tal vez me estaba volviendo amargado porque era el único que estaba solo. Algunos días eran más difíciles que otros vivir con tres amantes perfectamente correspondidos. Este era uno de esos días.
Quizás ellos serían más felices sin mí, merodeando por ahí con mi mal temperamento y comportándome como el viejo que debería ser a estas alturas.
Por supuesto, lo primero que hice al llegar a la escuela fue buscar a Lee Taeyong. Solo para prepararme.
Correcto.
Era vergonzoso cómo mi mundo de repente parecía estar vacío de todo, menos de él.
Era lo suficientemente fácil de entender, realmente; después de ochenta años de lo mismo todos los días y todas las noches, cualquier cambio se volvía un punto de absorción.
Él aún no llegaba, pero podía oír los ensordecedores ruidos del motor de su camioneta a la distancia. Me apoyé en un lado del auto a esperar. Sicheng se quedó conmigo, mientras los demás se fueron directo a clases. Ya estaban aburridos por mi fijación, era incomprensible para ellos como un humano podía mantenerme interesado por tanto tiempo, sin importar cuán bien oliera.
El chico condujo lentamente hasta entrar en mi vista, sus ojos intensamente centrados en la carretera y sus manos firmemente apretadas al volante. Parecía ansioso por algo. Me tomó un segundo darme cuenta de qué se trataba, dado que todos traían la misma cara el día de hoy. Ah, la carretera estaba cubierta de hielo, y todos estaban tratando de conducir con más cuidado. Podía ver que se estaba tomando este nuevo riesgo muy seriamente.
Eso parecía estar en la lista de lo poco que había aprendido sobre su personalidad. Lo agregué a mi pequeña lista: era una persona seria, una persona responsable.
Estacionó no muy lejos de mí, pero no había notado que estaba parado aquí, mirándolo.
Me pregunté qué haría cuando me viera, ¿ruborizarse y alejarse de mí? Esa fue mi primera teoría. Pero tal vez me miraría también. Quizá se acercaría a hablarme.
Respiré profundamente, llenando mis pulmones esperanzado, solo por si acaso.
Salió de su camioneta con cuidado, probando el resbaladizo piso antes de poner todo su peso en él. No miró hacia arriba y eso me frustró mucho. A lo mejor podría ir a hablarle...
No, eso no estaría bien.
En vez de girar hacia el instituto, caminó alrededor de su camioneta, afirmándose en todo momento de esta para no caerse, sin confiar en sus pasos. Me hizo sonreír y sentí los ojos de Sicheng en mi rostro. No escuché nada de lo que Sicheng pudo haber estado pensando, me estaba divirtiendo mucho mirando a Taeyong revisar sus cadenas para la nieve en los neumáticos. De verdad parecía que podía caerse, por la forma en que sus pies se movían. Nadie más tenía problemas, ¿acaso había estacionado en la peor parte?
Se detuvo allí, mirando abajo, con una extraña expresión en su rostro.
¿Era...ternura? ¿Cómo si algo en las cadenas lo... emocionara?
De nuevo, la curiosidad quemó como la sed. Era como si tuviera que saber qué estaba pensando, como si nada más importara.
Iría a hablar con él. De todas formas, parecía como si necesitara una mano, al menos hasta que saliera del peligroso pavimento. Por supuesto, no podía ofrecerle eso, ¿o sí? Vacilé, atormentado. Si no le gustaba la nieve, mucho menos iba a agradecer si la tocaba con mis manos congeladas. Debí haberme puesto guantes…
—¡No! —Sicheng jadeó muy fuerte.
Al instante, escaneé sus pensamientos, pensando al principio que yo había tomado una mala decisión y Sicheng me había visto hacer algo horrible. Pero no tenía nada que ver conmigo.
Kang Daniel había decidido tomar la curva hacia el aparcamiento a una imprudente velocidad. Esta decisión lo llevaría a patinar a través de un parche de hielo.
La visión vino solo medio segundo antes que la realidad. La furgoneta de Daniel tomó la curva como si aún estuviera viendo la conclusión que había sacado ese jadeo en Sicheng.
No, esta visión no tenía nada que ver conmigo; pero aun así, tenía que ver todo conmigo, porque la furgoneta de Daniel, las cadenas ahora golpeaban el hielo en el peor ángulo posible, iba a dar vueltas a través del aparcamiento y atropellar a Lee Taeyong, quien se había convertido en el inevitable punto focal de mi mundo.
Incluso sin la visión de Sicheng hubiera sido simple adivinar la trayectoria del vehículo que volaba fuera del control de Daniel.
Taeyong, de pie exactamente en el lugar equivocado, en la parte trasera de su camioneta, miró al frente desconcertado por el sonido de los neumáticos a través del suelo. Miró directamente a mi expresión de horror y, luego, volteó para mirar su muerte aproximándose.
«¡Él no!» Las palabras se dispararon en mi cabeza como si pertenecieran a alguien más.
Aun mirando los pensamientos de Sicheng, vi que la visión repentinamente cambió, pero no tenía tiempo para ver en qué terminaba todo.
Me lancé a través del estacionamiento, introduciéndome entre la furgoneta y el atónito chico. Me moví tan rápido que todo era un borrón, excepto por el objeto de mi foco. Taeyong no me vio, ningún ojo humano podría haber seguido mi trayectoria, aún miraba a la increíble forma que estaba a punto de aplastar su cuerpo contra la carrocería de metal de su camioneta.
Lo tomé por la cintura, moviéndome con demasiada urgencia para ser tan gentil como él hubiese querido que lo fuera. En la centésima de segundo que me tomó sacar su liviana figura fuera del camino de la muerte y el tiempo en que choqué contra el suelo con él en mis brazos, estuve vívidamente enterado de su frágil y rompible cuerpo.
Cuando escuché su cabeza chocar contra el hielo, sentí como si yo también me congelara.
Pero ni siquiera tuve un segundo completo para asistir a su condición. Escuché la furgoneta detrás de nosotros, chirriando mientras daba una vuelta alrededor del robusto cuerpo de acero de su camioneta. Estaba cambiando su curso, formando arcos, viniendo por Taeyong otra vez, como si Taeyong fuera un imán, atrayéndolo hacia nosotros.
Una palabra que nunca hubiera dicho en frente a compañía cortes, se escapó entre mis dientes.
Ya había hecho mucho. Cuando casi volé a través del aire para sacarlo del camino, estaba absolutamente consciente del error que estaba cometiendo. El saber que era un error no me detuvo, pero no era totalmente ignorante sobre el riesgo que estaba tomando, no solo por mí, sino para toda mi familia.
Exposición.
Y esto ciertamente no iba a ayudar, pero de ninguna forma iba a permitir que la furgoneta lograra quitarle la vida en este segundo intento.
Lo dejé caer y lancé mis manos hacia afuera, deteniendo la furgoneta antes de que pudiera tocar a Taeyong. La fuerza me empujó hacia atrás dentro del lugar de estacionamiento al lado de su camioneta, y pude sentir su carrocería doblarse detrás de mis hombros. La furgoneta chocó contra el irrompible obstáculo de mis brazos, se volcó y, luego, se balanceó inestablemente en sus dos neumáticos derechos.
Si movía mi mano, la parte trasera de la furgoneta iba a caer en sus piernas. Oh, por el amor de todo lo sagrado, ¿acaso la catástrofe no terminaría nunca?
¿Existía algo más que pudiera ir mal? Difícilmente me podía sentar aquí, sosteniendo la furgoneta en el aire, esperando algún rescate. Ni podía lanzarla lejos, debía considerar al conductor, sus pensamientos eran incoherentes con el pánico.
Con un gruñido interno, empujé la furgoneta para que oscilara lejos de nosotros por un instante. Cuando caía sobre mí, la sujeté por debajo de la carrocería con mi mano derecha mientras enroscaba mi brazo izquierdo en la cintura de Taeyong de nuevo y lo arrojaba fuera de debajo de la furgoneta, apretándolo fuertemente hacia mi costado. Su cuerpo se movió mientras lo balanceaba alrededor para que sus piernas quedaran libres de ningún peligro. ¿Estaba consciente?
¿Cuánto daño le había causado en mi improvisado intento de rescate?
Dejé caer la furgoneta, ahora que no podía hacerle daño a Taeyong. Chocó contra el pavimento y todas las ventanas se rompieron al unísono.
Sabía que estaba en medio de una crisis. ¿Cuánto había visto Taeyong? ¿Había otros testigos que me vieron materializarme a su lado y, luego, detener la furgoneta mientras trataba de mantenerla fuera del alcance de Taeyong? Estas preguntas deberían ser mi mayor preocupación.
Pero estaba demasiado ansioso para realmente preocuparme sobre la amenaza de exponernos como debería. Demasiado asustado de que podía haberlo herido en mi esfuerzo por protegerlo. Demasiado asustado de tenerlo tan cerca de mí, sabiendo cómo olería sí me permitía inhalar. Demasiado consciente del calor de su suave cuerpo, presionado contra el mío, incluso a través de ambos obstáculos de nuestras chaquetas, podía sentir ese calor...
El primer miedo fue el mayor. Mientras los gritos de los testigos hacían erupción alrededor nuestro, lo bajé para examinar su rostro, para ver si estaba consciente, esperando fieramente que no estuviera sangrando por alguna herida.
Sus ojos estaban abiertos, mirando en estado de shock.
—¿Tae?— pregunté desesperado—. ¿Te encuentras bien?
—Estoy bien —dijo las palabras automáticamente en una deslumbrada voz. Alivio, tan exquisito que casi dolió, recorrió mi cuerpo al sonido de su voz.
Respiré por entre mis dientes y no me importó el acompañamiento ardiente en mi garganta. Casi lo agradecía.
Trato de ponerse de pie, pero yo no estaba listo para soltarlo. Se sentía de alguna manera... ¿Seguro? Mejor, al menos, al tenerlo a mi lado.
—Ten cuidado —le advertí—. Creo que te has dado un buen golpe en la cabeza.
No había en ningún lado olor a sangre fresca, un milagro, pero esto no descartaba algún daño interno. Estaba abruptamente ansioso de llevarlo con Kun y a un completo equipamiento de radiología.
—¡Ay! —dijo, su tono cómicamente sorprendido al darse cuenta de que tenía razón sobre su cabeza.
—Tal y como pensaba. —El alivio me alegró, me puso casi vertiginoso.
—¿Cómo demo...? —su voz se apagó y sus párpados revolotearon—. ¿Cómo llegaste aquí tan rápido?
El alivio se tornó amargo y el humor se desvaneció. Sí, se había dado demasiada cuenta.
Ahora que estaba seguro de que Taeyong estaba en perfectas condiciones, la ansiedad por mi familia se volvió severa.
—Estaba a tu lado, Tae —sabía por mi experiencia que si era muy convincente al mentir, cualquiera que preguntara estaría cada vez menos seguro de la verdad.
Se sacudió de nuevo y esta vez lo solté. Necesitaba respirar para actuar mi papel correctamente. Necesitaba espacio entre su calor sanguíneo y yo, lo más lejos posible en el pequeño espacio entre los maltratados vehículos.
Me miró y yo a él. El mirar a otro lado primero que Taeyong era un error que solo un mentiroso incompetente hubiera cometido, y yo no era un mentiroso incompetente. Mi expresión era lisa, benigna... Parecía confundirlo. Eso era bueno.
El escenario del accidente ahora estaba rodeado. Mayormente por estudiantes, niños, mirando fijamente y empujándose a través de los restos para ver si había algún cuerpo destrozado. Había un balbuceo de gritos y un chorro de pensamientos en shock. Escaneé los pensamientos una vez que estaba seguro de que no había alguna sospecha y luego los dejé de escuchar concentrándome solo en Taeyong.
Estaba distraído por la que se armó. Miró alrededor, su expresión todavía estaba atontada y trató de ponerse de pie.
Puse mi mano suavemente en su hombro para mantenerlo donde estaba.
—Quédate ahí por ahora. —Parecía estar bien, ¿pero debería estar moviendo su cuello? De nuevo, deseé estar con Kun. Mis años de estudios médicos teóricos no se comparaban con sus siglos de práctica.
—Pero hace frío —objetó.
Había estado casi al borde de morir aplastado, dos veces, y a él lo que le preocupaba era el frío. Me reí entre dientes antes de recordar que la situación no era para nada graciosa.
Tae parpadeó y, luego, sus ojos se enfocaron en mi rostro.
—Estabas allá, lejos. —Eso me puso serio otra vez. Miró hacia el sur, pero no había nada que mirar ahí ahora, solo el arrugado costado de la furgoneta—. Estabas parado junto a tu auto.
—No, no es cierto.
—Te vi —insistió; su voz sonaba muy infantil cuando se ponía obstinado. Su barbilla sobresalió un poco.
—Tae, estaba a tu lado y te quité de en medio.
Miré profundamente a sus ojos abiertos de par en par, tratando de que él aceptara mi versión; la única versión racional en la mesa.
Su mandíbula se tensó.
—No.
Traté de mantenerme calmado, sin entrar en pánico. Si tan solo lo pudiera mantener callado por unos momentos, para darme una oportunidad de destruir la evidencia... e invalidar su historia con la excusa de su golpe en la cabeza.
¿No debería ser fácil mantener callado a este chico silencioso y reservado? Si solo confiara en mí, solo por un momento...
—Por favor, Tae —le dije, y mi voz sonó muy intensa, porque de pronto quería que confiara en mí. Lo quería de verdad y no solo por este accidente. Un estúpido deseo. ¿Qué sentido tenía que Taeyong confiara en mí?
—¿Por qué? —preguntó, todavía a la defensiva.
—Confía en mí —le rogué.
—¿Prometes explicármelo todo después?
Me enojó mucho tener que mentirle otra vez, cuando deseaba por todos los medios poder merecerme su confianza. Así que, cuando le respondí, fue una réplica.
—Bien.
—Bien —repitió en el mismo tono de recriminación.
Cuando el rescate comenzó a acercarse a nosotros; llegaron adultos, autoridades, sirenas en la distancia, traté de ignorarlo y poner mis prioridades en orden. Busqué en todas las mentes en el estacionamiento, los testigos y los que venían llegando tarde, pero no encontré nada peligroso. Muchos estaban sorprendidos de verme aquí al lado de Tae, pero todos concluían, como si no hubiera otra posible conclusión, que solo no habían notado que estaba junto a él antes del accidente.
Taeyong era el único que no aceptaba tan fácilmente esa explicación, pero lo considerarían el testigo menos confiable. Estaba asustado, traumatizado, sin mencionar el fuerte golpe en su cabeza. Posiblemente en shock. Sería aceptable para su historia que estuviera confundido, ¿cierto? Nadie le daría mucha importancia en contra de muchos otros espectadores.
Hice una mueca de dolor cuando escuché los pensamientos de Jaemin, Yuta y Johnny, justamente llegando a la escena. Me harían pasar un infierno por esto esta noche.
Quería borrar la marca que hicieron mis hombros contra el oscuro auto, pero Taeyong estaba muy cerca. Tendría que esperar hasta que se distrajera.
Era frustrante esperar, con tantos ojos encima de mí, mientras los humanos luchaban con la furgoneta, tratando de empujarla lejos de nosotros. Los hubiera ayudado, solo para apurar el proceso, pero ya estaba en suficientes problemas y Taeyong me sostenía la mirada. Finalmente, pudieron rotarla lo suficientemente lejos para que los EMTs llegaran a nosotros con sus camillas.
Una cara familiar y tristona me examinó.
—Hola, Yoon Oh —Choi Siwon me saludó. Era un enfermero registrado y lo conocía bien del hospital. Fue un golpe de suerte, el único el día de hoy, que él fuera el primero en llegar hasta nosotros. En sus pensamientos, no había nada que no fuera alerta y calma.
—¿Estás bien, chico?
—Perfectamente, Siwon. Nada me tocó. Pero me temo que Tae podría tener una contusión. Se pegó muy fuerte en la cabeza cuando lo quité del camino.
Siwon puso su atención en Taeyong, quien me lanzó una fiera mirada de traición.
Oh, era cierto. Él era el mártir silencioso, prefería sufrir en silencio.
No contradijo mi historia inmediatamente y esto me hizo sentir más tranquilo.
El próximo EMT trató de insistir en que les permitiera examinarme, pero no era demasiado difícil persuadirlo. Prometí que dejaría que mi padre me examinara y él se rindió. Como con la mayoría de los humanos, hablar con tranquila seguridad, era todo lo que se necesitaba. La mayoría, pero no Taeyong, por supuesto. ¿Acaso encajaba en alguno de los patrones normales?
Mientras le ponían un collarín, y su rostro se enrojeció de la vergüenza, aproveché el momento de distracción para arreglar, sigilosamente, la forma de la abolladura en el auto con la parte trasera de mi pie. Solo mis hermanos notaron lo que estaba haciendo, y escuché la promesa mental de Johnny de arreglar cualquier cosa que se me pasara por alto.
Agradecido por su ayuda, y más agradecido aún de que Johnny, al fin, haya perdonado mi peligrosa elección, ahora estaba más relajado mientras subía al asiento delantero de la ambulancia, al lado de Siwon.
El jefe de policía llegó antes de que metieran a Tae dentro de la parte trasera de la ambulancia.
Los pensamientos del padre de Tae eran palabras del pasado, el pánico y preocupación emanando de la mente del hombre ahogaban a cualquier otro pensamiento en el lugar. Muda ansiedad y culpa, una gran inflación de ellos, salieron de él como si solo pudiera ver a su único hijo en el lugar.
Cuando Sicheng me había advertido que matando al hijo de Lee Taeil lo mataría a él también, no estaba exagerando.
Mi cabeza se arqueó con esa culpa mientras escuchaba su voz en pánico.
—¡Tae! —gritó.
—Estoy perfectamente, Taeil… papá —suspiró—. No me pasa nada.
Su seguridad apenas calmó su pavor. Se volteó inmediatamente al EMT más cercano y demandó más información.
No fue hasta que lo escuché hablar, formando oraciones perfectamente coherentes, desafiando su pánico que me di cuenta de que su ansiedad y preocupación no eran mudas. Yo solo... no podía escuchar las palabras exactas.
Uhmm. Lee Taeil no era tan silencioso como su hijo, pero podía ver ahora de dónde lo había heredado. Interesante.
Nunca había pasado mucho tiempo alrededor del Jefe de Policía de la ciudad. Siempre lo tomé por un hombre de pensamientos lentos, ahora me doy cuenta de que yo era el lento. Sus pensamientos estaban parcialmente encubiertos, no ausentes. Solo podía sacar el tenor, el tono de ellos.
Quería escuchar con mayor esfuerzo, para ver si podía encontrar en este nuevo y menor rompecabezas la llave para los secretos de Taeyong. Pero Tae fue cargado dentro de la ambulancia para ese entonces y la ambulancia ya estaba en camino.
Era difícil alejarme de esta posible solución al misterio que me había obsesionado.
Pero tenía que pensar ahora, mirar lo qué había hecho hoy desde todos los ángulos. Tenía que escuchar, para asegurarme de que no nos había puesto en demasiado peligro y tuviéramos que irnos inmediatamente. Tenía que concentrarme.
No había nada en los pensamientos de los EMTs que me preocuparan. Lo más que podían decir, era que el chico no tenía nada serio y Tae se estaba apegando a la historia que le había dado, hasta ahora.
La prioridad, cuando llegáramos al hospital, era ver a Kun. Me apuré a través de las puertas automáticas, pero era incapaz de renunciar totalmente de cuidar a Tae; furtivamente mantuve un ojo en él a través de los pensamientos de los paramédicos.
Fue fácil encontrar la familiar mente de mi padre. Él estaba en su pequeña oficina, totalmente solo, el segundo golpe de suerte en este maldito día.
—Kun.
Escuchó mi aproximación y se alarmó al momento en que vio mi rostro. De un salto se puso de pie inclinándose hacia adelante a través del escritorio cuidadosamente organizado.
«Yoon Oh… tú no…»
—No, no, no es eso.
Respiró profundo. «Por supuesto que no. Siento mucho haber considerado el pensamiento. Tus ojos, por supuesto, debí haberlo sabido...» Él notó con alivio que mis ojos aún eran dorados.
—De todas maneras, él está herido, Kun, probablemente nada serio, pero...
—¿Qué ocurrió?
—Un ridículo accidente automovilístico. Él estaba en el lugar equivocado en el momento equivocado. Pero no podía solo quedarme ahí, dejar que lo aplastara…
«Comienza de nuevo, no estoy entendiendo. ¿Cómo estuviste tú involucrado en todo esto?»
—Una furgoneta patinó sobre el hielo —susurré, mirando la pared detrás de él mientras hablaba. En vez de una multitud de diplomas enmarcados, él tenía una simple pintura al óleo, una de sus favoritas, un aún no descubierto Hassam—. Taeyong estaba en el camino. Sicheng lo vio venir, pero no había tiempo de hacer nada más que realmente correr a través del estacionamiento y quitarlo de en medio. Nadie lo notó... excepto Taeyong. Tuve que detener la furgoneta, también, pero otra vez, nadie vio eso... excepto Taeyong. Yo... lo siento mucho Kun. No quise ponernos a todos en peligro.
Rodeó el escritorio y me abrazó por un breve momento antes de retroceder.
«Hiciste lo correcto y no debió ser fácil para ti. Estoy orgulloso de ti, Yoon Oh». Ahora podía mirarlo a los ojos.
—Él sabe que hay algo... raro conmigo.
—Eso no importa. Si nos tenemos que ir, nos iremos. ¿Qué ha dicho Lee Taeyong? Moví mi cabeza, un poco frustrado
—Nada aún.
«¿Aún?»
—Estuvo de acuerdo con mi versión de los hechos, pero está esperando una explicación. —Kun frunció el ceño, considerando esto—. Se golpeó la cabeza, bueno, en realidad yo le golpeé la cabeza —continué rápidamente—. Se golpeó contra el piso bastante fuerte. Parece estar bien, pero... No creo que cueste mucho desacreditar su historia.
Me sentí como un delincuente al decir esas palabras.
Kun oyó el hastío en mi voz. «Quizá eso no será necesario. Veamos qué pasa, ¿Vamos? Suena como que tengo un paciente que atender».
—Por favor —le dije—. Estoy tan preocupado de que lo haya herido.
La expresión de Kun se aclaró. Sacudió su rubio cabello, solo unos tonos más claros que sus ojos dorados, y se rio.
«Ha sido un día interesante para ti, ¿verdad?» En su mente, podía ver la ironía, y era gracioso, al menos para él. Como si los roles se hubieran invertido. En algún lugar, durante ese corto silencioso segundo, cuando me lancé a través del congelado pavimento, me había transformado de asesino a protector.
Me reí con él, recordando la seguridad que tenía de que Tae jamás necesitaría protección de nada más que de mí. Había un límite para mi risa porque, con furgoneta o sin furgoneta, eso era totalmente cierto.
Esperé solo en la oficina de Kun, una de las horas más largas que había vivido, escuchando el hospital lleno de pensamientos.
Kang Daniel, el conductor de la furgoneta, parecía estar peor herido que Tae, y la atención pasó a él mientras Taeyong esperaba su turno para que le tomaran radiografías.
Kun se mantuvo en el fondo, confiando en el diagnóstico de los exámenes, de que Taeyong solo estaba levemente lastimado. Esto me puso ansioso, pero sabía que él tenía razón. Una sola mirada a su rostro y estaría inmediatamente recordándome, en el hecho de que había algo raro conmigo y mi familia, y eso podía hacerlo hablar.
Taeyong ciertamente tenía suficientes compañeros para conversar. Daniel estaba consumido por la culpa, ya que casi lo había matado, y no parecía que iba a callarse. Podía ver su expresión a través de los ojos de Daniel, y estaba claro que deseaba que él se callara. ¿Cómo Daniel no podía ver eso?
Hubo un momento muy tenso para mí cuando Daniel le preguntó cómo había salido fuera del camino.
Esperé, congelado, mientras Taeyong vacilaba.
—Pues... —Daniel le oyó decir. Entonces hizo una pausa tan larga que Daniel pensó si lo había confundido con su pregunta. Finalmente, continuó—. Yoon Oh me quitó de en medio.
Exhalé y entonces mi respiración se agitó. Nunca antes lo había escuchado decir mi nombre. Me gustó cómo sonó, incluso escuchándolo a través de los pensamientos de Daniel. Quería escucharlo por mí mismo...
—YoonOh Jung-Collett —dijo cuando Daniel parecía confuso respecto a quién se refería Taeyong. Me encontré a mí mismo en la puerta, con mi mano en la perilla. El deseo de verlo se estaba haciendo cada vez más fuerte. Me tenía que recordar la necesidad de precaución—. Estaba a mi lado.
—¿Jung-Collett? —«Jum. Eso es raro»—. No lo vi… —«Podría jurar…»—. ¡Vaya, todo ocurrió muy deprisa! ¿Está bien?
—Supongo que sí. Anda por aquí cerca, pero a él no le obligaron a utilizar una camilla.
Vi la pensativa mirada en su rostro, la sospecha ajustándose en sus ojos, pero estos pequeños cambios en su expresión no eran perceptibles para Daniel.
«Es guapo», estaba pensando, casi con sorpresa. «Incluso todo desarreglado.
No es mi tipo, aun así... Debería invitarlo a salir. Compensarle por lo de hoy...»
Estaba en el pasillo, a mitad de camino de la sala de emergencias, sin pensar por un segundo en lo que estaba haciendo. Por suerte, la enfermera entró en la habitación antes de que yo pudiera, era el turno de Tae para los rayos X. Me apoyé contra la pared en un oscuro rincón justo a la vuelta de la esquina, y traté de mantener la compostura mientras Taeyong se alejaba rodando en la silla de ruedas.
No importaba que Daniel pensara que era guapo. Cualquiera podía notar eso. No había ninguna razón para que me sintiera... ¿Cómo me sentía? ¿Molesto? ¿O era rabia lo que se acercaba a la verdad? Esto no tenía sentido para nada.
Me quedé donde estaba por el mayor tiempo que pude, pero la impaciencia me ganó y tomé un camino que iba por detrás de la sala de radiología. Ya lo habían trasladado de nuevo a la sala de emergencias, pero podía echar una mirada a sus radiografías mientras la enfermera estaba de espaldas.
Me sentí más calmado cuando los vi. Su cabeza estaba bien. No lo había herido, no realmente.
Kun me atrapó allí.
«Te ves mejor», comentó.
Miré directo al frente. No estábamos solos, los pasillos estaban llenos de camilleros y visitas.
«Ah, sí». Pegó las radiografías a la pizarra iluminada, pero no necesitaba una segunda mirada. «Ya veo. Está absolutamente bien. Bien hecho, Yoon Oh».
El sonido de la aprobación de mi padre creó una mezcla de reacciones en mí. Me hubiera puesto contento, excepto porque sabía que él no aprobaría lo que estaba a punto de hacer ahora. Al menos, no lo aprobaría si conociera mis motivaciones reales.
—Creo que iré a hablar con Taeyong, antes de que te vea —murmuré bajo mi respiración—. Actúa natural, como si nada hubiera pasado. Suaviza las cosas —. Todas eran razones aceptables.
Kun cabeceó ausentemente, aún mirando las radiografías.
—Buena idea. Uhmm.
Miré para ver qué había aumentado su interés.
«¡Mira todas esas contusiones curadas! ¿Cuántas veces lo habrá dejado caer su madre?» Kun rio para sí mismo por su broma.
—Estoy comenzando a pensar que el chico Lee solo tiene realmente mala suerte. Siempre en el lugar equivocado y en el momento equivocado.
«Forks es ciertamente el lugar equivocado para él, contigo aquí». Me estremecí.
«Vamos, ve. Suaviza las cosas un poco. Yo te acompañaré en un momento».
Caminé rápidamente, sintiéndome culpable. Quizá era muy buen mentiroso, si podía engañar a Kun.
Cuando llegué a la sala de emergencias, Daniel estaba murmurando bajo su aliento, aún disculpándose. Taeyong estaba tratando de escapar a su remordimiento pretendiendo dormir. Sus ojos estaban cerrados, pero su respiración no estaba acompasada y, de vez en cuando, tamborileaba sus dedos impacientemente.
Miré su rostro por un largo momento. Esta sería la última vez que lo vería. Este hecho accionó un agudo dolor en mi pecho. ¿Era porque no quería irme dejando un rompecabezas sin resolver? Eso no parecía una explicación muy convincente.
Finalmente, respiré profundo y entré.
Cuando Daniel me vio, comenzó a hablar, pero puse un dedo en mis labios.
—¿Estará durmiendo? —murmuré.
Los ojos de Tae se abrieron y se enfocaron en mi rostro. Se abrieron de par en par por un momento y entonces se achicaron de cólera y sospecha. Recordé que tenía que interpretar un papel, así que le sonreí como si nada inusual hubiera ocurrido esta mañana, aparte de un golpe a su cabeza y un poquito de imaginación.
—Oye, Yoon Oh —dijo Daniel—. Lo siento mucho... —Levanté una mano para detener sus disculpas.
—No hay culpa sin sangre —dije irónicamente. Sin pensar, también sonreí abiertamente a mi broma privada.
Daniel se estremeció y miró hacia otro lado.
Fue asombrosamente fácil ignorar a Daniel, acostado a no más de un metro y medio de mí, cubierto de sangre fresca. Nunca comprendí cómo Kun podía hacer esto, ignorar la sangre de sus pacientes para poder tratarlos. ¿Acaso la constante tentación no lo distraía, no era peligroso? Pero, ahora... podía ver cómo, si te enfocabas en algo mucho más fuerte, la tentación no significaba nada.
Incluso fresca y expuesta, la sangre de Daniel no era nada comparada con la de Tae.
Mantuve mi distancia de Taeyong, sentándome a los pies de la camilla de Daniel.
—Bueno, ¿cuál es el diagnóstico? —le pregunté. Su labio inferior sobresalió un poco.
—No me pasa nada, pero no me dejan marcharme. ¿Por qué no te han atado a una camilla como a nosotros?
Su impaciencia me hizo sonreír de nuevo. Podía oír a Kun en el pasillo.
—Tengo influencias —dije ligeramente—. Pero no te preocupes, voy a liberarte. Observé su reacción cuidadosamente mientras mi padre entraba en la habitación. Sus ojos se abrieron un poco más y su boca de verdad se abrió completamente en sorpresa. Gruñí internamente. Sí, ciertamente había notado el parecido.
—Bueno, joven Lee, ¿cómo se encuentra? —preguntó Kun. Tenía una grandiosa habilidad para tranquilizar a sus pacientes. No podría decir cómo afectó esto a Tae.
—Estoy bien —dijo tranquilamente.
Kun puso sus radiografías en la pizarra iluminada al lado de la cama.
—Las radiografías son buenas. ¿Le duele la cabeza? Yoon Oh me ha dicho que se dio un golpe bastante fuerte.
Suspiró y luego dijo “Estoy bien” de nuevo, pero esta vez con impaciencia. Entonces miró en mi dirección.
Kun se acercó a Taeyong y recorrió gentilmente sus dedos sobre su cuero cabelludo hasta que encontró el golpe bajo su cabello.
Me atacó una ola de emociones que me encontraron con la guardia baja.
Había visto a Kun trabajar con humanos cientos de veces. Años atrás, yo lo había asistido informalmente, solo en situaciones donde la sangre no estuviera implicada. Así que no era cosa nueva para mí, mirarlo interactuar con Taeyong como si él mismo fuera humano como Tae. Muchas veces había envidiado su control, pero eso no era lo mismo que sentía en este momento. Envidiaba mucho más que su control. Sufría por la diferencia entre Kun y yo, que él pudiera tocarlo tan gentilmente, sin miedo, sabiendo que nunca le haría daño.
Taeyong hizo una mueca de dolor y yo me revolví en mi asiento. Tenía que concentrarme por un momento para mantener mi postura relajada.
—¿Le duele? —le preguntó Kun. Su barbilla se movió una fracción.
—No mucho —dijo Taeyong.
Otra pequeña pieza de su personalidad calzó en su lugar: era valiente. No le gustaba demostrar debilidad.
Posiblemente la criatura más vulnerable que había visto jamás y no quería parecer débil. Una risita se escapó entre mis labios.
Me lanzó una mirada fulminante.
—De acuerdo —dijo Kun—. Su padre se encuentra en la sala de espera. Se puede ir a casa con él, pero debe regresar rápidamente si siente mareos o algún trastorno de visión.
¿Su padre estaba aquí? Pasé a través de los pensamientos de la multitud de la sala de espera, pero no podía encontrar su sutil voz mental fuera del grupo antes de que Taeyong hablara de nuevo, con su rostro ansioso.
—¿No puedo ir a la escuela?
—Hoy debería tomarse las cosas con calma —sugirió Kun. Sus ojos volvieron a fijar en mí.
—¿Puede él ir a la escuela?
Actúa normal, suaviza las cosas... ignora lo que sientes cuando te mira a los ojos...
—Alguien debe darles la buena nueva de que hemos sobrevivido —le dije.
—En realidad —Kun corrigió—. Parece que la mayoría de los estudiantes están en la sala de espera.
Esta vez anticipé su reacción, su aversión por la atención. No decepcionó.
—¡Oh, no! —gimió, y se cubrió el rostro con las manos.
Me gustó haber adivinado bien esta vez. Estaba comenzando a entenderlo.
—¿Quiere quedarse aquí? —preguntó Kun.
—¡No, no! —dijo rápidamente, al tiempo en que sacaba sus piernas por el borde de la camilla y se levantaba con prisa poniendo sus pies en el piso. Se tambaleó hacia adelante, a los brazos de Kun. Él lo atrapó y lo estabilizó.
De nuevo, la envidia recorrió mi cuerpo.
—Me encuentro bien —dijo Taeyong antes de que Kun pudiera decir algo, y sus mejillas se sonrojaron con un rosado hermoso.
Por supuesto, eso no molestaría a Kun. Se aseguró de que estuviera estable y luego lo soltó.
—Tome unas pastillas de Tylenol contra el dolor —él sugirió.
—No me duele mucho.
Kun sonrió mientras firmaba sus papeles.
—Parece que ha tenido muchísima suerte.
Taeyong se volteó lentamente, para lanzarme una mirada fulminante.
—La suerte fue que Yoon Oh estuviera a mi lado.
—Ah, sí, bueno —Kun aceptó rápidamente, escuchando lo mismo que escuché yo en su voz. Tae no creía que su sospecha fuera producto de su imaginación. No todavía.
«Todo tuyo», pensó Kun. «Maneja esto como creas que es mejor».
—Muchas gracias —susurré, quieto y tranquilo. Ningún humano podría oírme. Los labios de Kun formaron una pequeña sonrisa al entender mi sarcasmo, mientras se volvía hacia Daniel.
—Lamento decirle que usted se va a tener que quedar con nosotros un poquito más —dijo, mientras comenzaba a examinar las laceraciones superficiales causadas por el volante.
—Bueno, yo causé esto, así que era justo que yo tuviera que arreglarlo.
Tae caminó deliberadamente hacia mí, sin detenerse hasta que estuvo incómodamente cerca. Recordé cómo había deseado, antes de todo el desastre, que se acercara a mí. Esto era como una burla a ese deseo.
—¿Puedo hablar contigo un momento? —me silbó en un susurro.
Su cálido aliento rasguñó mi rostro y tuve que retroceder un paso. Su atractivo no había disminuido ni un poco. Cada vez que estaba cerca de mí, gatillaba todos mis peores y urgentes instintos. El veneno llenó mi boca y mi cuerpo anhelaba atacar, de tomarlo entre mis brazos y romper su garganta con mis dientes.
Mi mente era más fuerte que mi cuerpo, pero solo un poco.
—Tu padre te espera —le recordé, con la mandíbula tensa.
Miró hacia Kun y Daniel. Daniel no nos prestaba atención, pero Kun estaba monitoreando cada respiro.
«Con cuidado, Yoon Oh».
—Quiero hablar contigo a solas, si no te importa —me insistió en una baja voz.
Quería decirle que sí me importaba muchísimo, pero sabía que tendría que hacer esto eventualmente. Mejor sería que empezara de una vez.
Estaba lleno de muchas emociones conflictivas mientras salía de la habitación, escuchando sus pasos detrás de mí, tratando de ir a mi ritmo.
Tenía un show que presentar. Sabía el papel que representaría, tenía el personaje preparado: sería el villano. Mentiría, lo ridiculizaría y sería muy cruel.
Fui en contra de todos mis mejores impulsos, los impulsos humanos a los que me aferré todos estos años. Nunca quise merecer más confianza que en este momento, cuando debía destruir toda posibilidad de merecerla.
Todo era peor al saber que este sería el último recuerdo que Taeyong tendría de mí.
Esta era mi escena de despedida.
Me volví hacia él.
—¿Qué quieres? —pregunté molesto.
Se encogió y retrocedió a mi hostilidad. Sus ojos se tornaron desconcertados, su rostro cambió a la mismísima expresión que me había hechizado...
—Me debes una explicación —me dijo en una pequeña voz; su cara de marfil palideció.
Era muy difícil mantener mi voz áspera.
—Te salvé la vida. No te debo nada.
Taeyong parpadeó, quemaba como ácido ver cómo lo herían mis palabras.
—¡Me lo prometiste! —susurró.
—Tae, te diste un fuerte golpe en la cabeza, no sabes de qué hablas.
—No me pasa nada en la cabeza —dijo y su barbilla se tensó.
Estaba enojado ahora y eso lo hizo todo más fácil. Lo miré, poniendo mi rostro frío y duro.
—¿Qué quieres de mí, Tae?
—Quiero saber la verdad. Quiero saber por qué miento por ti.
Lo que Taeyong quería era absolutamente justo, me frustraba tener que negárselo.
—¿Qué crees que pasó? —casi le gruñí. Sus palabras salieron como un torrente.
—Todo lo que sé es que no estabas cerca de mí, en absoluto y Daniel tampoco te vio, de modo que no me vengas con eso de que me he dado un golpe muy fuerte en la cabeza. La furgoneta iba a matarnos, pero no lo hizo. Tus manos dejaron abolladuras tanto en la carrocería de la furgoneta como en el coche marrón, pero has salido ileso. Y luego la sujetaste cuando me iba a aplastar las piernas... —de pronto, juntó sus dientes y de sus ojos comenzaron a aparecer unas indeseadas lágrimas.
Lo miré, con una expresión burlona, pues todo lo que sentía era en realidad temor; él lo había visto todo.
—¿Crees que aparté a pulso una furgoneta? —le pregunté elevando el nivel de sarcasmo en mi voz.
Me respondió con un cabeceo seguro. Mi voz se hizo más burlona.
—Nadie te va a creer, ya lo sabes.
Se esforzó para controlar su rabia. Cuando me respondió, habló cada palabra con deliberada lentitud.
—No se lo voy a decir a nadie.
Era verdad, podía ver eso en sus ojos. Incluso furioso y traicionado, él guardaría mi secreto.
¿Por qué?
El shock que me causó su respuesta arruinó mi cuidadosamente designada expresión por medio segundo, y luego me recompuse.
—Entonces, ¿qué importa? —pregunté, tratando de mantener mi voz severa.
—Me importa a mí —me dijo intensamente—. No me gusta mentir, por eso quiero tener un buen motivo para hacerlo.
Me estaba pidiendo que confiara en él. Igual que yo quería que él confiara en mí. Pero esta era una línea que no podía cruzar.
Mi voz se mantuvo cruel.
—¿Es que no me lo puedes agradecer y punto?
—Gracias —me dijo casi echando humo, esperando.
—No vas a dejarlo ir, ¿verdad?
—No.
—En tal caso… —No podía decirle la verdad aunque quisiera... y no quería. Prefería que Taeyong se armara su propia historia a que supiera lo que soy, porque nada podía ser peor que la verdad, yo era una pesadilla viviente, sacado de las páginas de una novela de terror—. Espero que disfrutes de la decepción.
Nos miramos mutuamente con el ceño fruncido. Se ruborizó y juntó sus dientes de nuevo.
—¿Por qué te molestaste en salvarme?
Su pregunta no era algo para lo que estaba preparado para responder. Perdí el hilo en el papel que estaba representando. Sentí cómo la máscara se caía de mi rostro y, esta vez, le dije la verdad.
—No lo sé.
Memoricé su rostro una vez más, aún estaba enojado, la sangre aún no se había desvanecido de sus mejillas, y entonces me di vuelta y me alejé de Lee Taeyong.
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EMT: Siglas de Emergency Medical Technician / Técnicos de Emergencia Médica.
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Kang Daniel

CAPÍTULO CUATRO: VISIONES
Volví a la escuela. Esto era lo correcto, la forma más discreta de comportarme.
Al final del día, casi todos los demás estudiantes habían regresado a clases. Solo Daniel y Taeyong y otros pocos, quienes probablemente usaron la excusa del accidente para faltar a clases, permanecieron ausentes.
No debería ser tan difícil para mí hacer lo correcto. Pero, toda la tarde, estuve cerrando fuertemente mis dientes con la urgencia que me tenía anhelando faltar también con el propósito de ir a buscar a Taeyong.
Como un acosador. Un obsesionado acosador. Un obsesionado vampiro acosador.
El día de escuela de hoy fue, de alguna forma, imposible. Incluso más aburrido de lo que fue la semana pasada. Como estar en coma. Era como si el color se hubiera desvanecido de los ladrillos, los árboles, el cielo, los rostros a mí alrededor... Observé las grietas en las paredes.
Había otra cosa correcta que debía estar haciendo... y no lo hacía. Por supuesto, era también algo erróneo. Todo dependía desde el punto de vista en que se le mirase.
Desde la perspectiva de un Jung-Collett, no solo un vampiro, si no un Jung-Collett; alguien que pertenecía a una familia, un estado tan raro en nuestro mundo, lo correcto de hacer hubiera sido algo así:
«—Estoy sorprendido de verte en clases, YoonOh. Escuché que estuviste involucrado en ese horrible accidente esta mañana.
»—Sí, lo estuve, Prof. Park, pero yo fui el que tuvo suerte —una sonrisa amistosa—. No me lastimé para nada... Desearía decir lo mismo sobre Daniel y Taeyong.
»—¿Cómo se encuentran ellos?
»—Creo que Daniel está bien... solo algunas heridas superficiales a causa de los vidrios rotos. Pero no estoy seguro sobre Taeyong —una expresión preocupada—. Podría tener una contusión. Escuché que estuvo bastante incoherente por un rato, incluso viendo cosas que no eran. Sé que los doctores estaban muy preocupados...»
Así es como debió haber sucedido. Eso era lo que le debía a mi familia.
—Estoy sorprendido de verte en clases, YoonOh. Escuché que estuviste involucrado en ese horrible accidente esta mañana.
—No me lastimé —ninguna sonrisa.
El Prof. Park cambió su peso de un pie al otro, incómodo.
—¿Tienes alguna idea de cómo se encuentran Kang Daniel y Lee Taeyong? Escuché que se habían herido...
—No podría saberlo —dije encogiendo mis hombros. El Prof. Park se aclaró la garganta.
—Eh, claro... —dijo, mi fría mirada hizo sonar su voz un poco tensa. Caminó rápidamente hacia el frente de la clase y comenzó su lectura.
Lo que hice estuvo muy mal. A no ser que se le mirase desde un oscuro punto de vista.
Es que parecía tan... “poco caballeroso” calumniar a Taeyong a sus espaldas, especialmente cuando él me estaba probando ser de más confianza de lo que jamás podría soñar. No había dicho nada para traicionarme, aún teniendo muy buenas razones para hacerlo.
¿Lo traicionaría aún cuando no había hecho nada más que guardar mi secreto?
Tuve una muy parecida conversación con la Sra. Kwon, solo que en francés, en vez de español, y Johnny me dirigió una larga mirada.
«Espero que tengas una muy buena explicación para lo que ocurrió el día de hoy. Jaemin está que arde».
Puse los ojos en blanco sin mirarlo.
En realidad tenía una perfecta explicación. Solo suponer que yo no hubiera hecho algo para detener la furgoneta y que aplastara al chico Lee... Me retracté de ese pensamiento. Pero si Taeyong sí hubiera sido golpeado, si la furgoneta lo hubiera destrozado haciéndolo sangrar, el rojo fluido derramándose, desperdiciándose en el pavimento, la esencia de su sangre fresca revoloteando a través del aire...
Me estremecí de nuevo, pero no solo por el horror. Parte de mí se estremeció por el deseo. No, no hubiera podido permitir verlo sangrar, exponiéndonos a todos en una forma mucho más descarada y chocante.
Era una excusa perfecta... pero no la iba a usar. Estaba demasiado avergonzado.
Y no había pensando en ello hasta después de los hechos, pasara lo que pasara.
«Ten cuidado con Yuta», soltó Johnny, inocente de mi ensueño. «No está tan enojado... pero es el más decidido».
Vi a lo que se refería y, por un momento, la habitación dio vueltas a mí alrededor. Mi rabia me consumía tanto que una neblina roja nubló mi vista. Pensé que me iba a ahogar con ella.
«¡CIELOS, YOONOH! ¡CONTRÓLATE!» Johnny me gritó dentro de su cabeza. Su mano cayó en mi hombro, manteniéndome en mi asiento antes de que pudiera saltar de él. Raramente usaba toda su fuerza, era raramente una necesidad, ya que era mucho más fuerte que cualquier vampiro al que cualquiera de nosotros se hubiera enfrentado, pero la usó ahora. Apretó mi brazo, más que mantenerme sentado. Si hubiera empujado, la silla hubiera colapsado debajo de mí.
«¡TRANQUILO!» Me ordenó.
Traté de calmarme, pero era difícil. La rabia quemaba en mi cabeza.
«Yuta no hará nada hasta que todos hablemos. Solo pensé que debías saber la dirección en la que está inclinado».
Me concentré en relajarme y sentí que la mano de Johnny aflojaba.
«Trata de no montar tanto espectáculo. Ya estás en bastantes problemas». Respiré profundamente y Johnny me soltó.
Busqué alrededor de la sala rutinariamente, pero nuestra confrontación había sido tan corta y silenciosa que solo unas pocas personas sentadas detrás de Johnny lo habían notado. Ninguno de ellos sabía qué hacer al respecto, así que solo se encogieron de hombros y lo dejaron así. Los Jung-Colletts eran raros, todos sabían eso.
«Demonios, chico, eres un desastre», agregó Johnny, con un tono más simpático.
—Déjame en paz —murmuré casi en un susurro y escuché su risa baja.
Johnny no guardaba resentimientos y yo posiblemente debería estar más agradecido por su facilidad para comprender a los demás. Pero podía ver que las intenciones de Yuta tenían sentido para él, también estaba considerando cuál sería la mejor forma de actuar.
La rabia hervía a fuego lento, apenas bajo control. Sí, Johnny era más fuerte que yo, pero aún no me vencía en una competencia de pulso. Él se quejó de que yo hice trampa, pero escuchar pensamientos era parte de quién yo era, como su inmensa fuerza era parte de él. Éramos igualmente poderosos en una pelea.
¿Una pelea? ¿En eso iba a terminar todo esto? ¿Iba a pelear contra mi familia por un humano que apenas conocía?
Pensé en eso por un momento, en lo frágil que se sentía el cuerpo del chico Lee en mis brazos en yuxtaposición con Yuta, Jaemin y Johnny, con una superfuerza y velocidad, unas máquinas asesinas por naturaleza...
Sí, pelearía por Taeyong. Contra mi familia. Me estremecí.
Pero no era justo dejarlo indefenso cuando había sido yo el que lo puso en peligro.
No podía ganar solo, de todas formas, no contra ellos tres, y me pregunté quiénes serían mis aliados.
Kun, ciertamente. Él no pelearía con nadie, pero estaría totalmente en contra de los deseos de Jaemin y Yuta. Eso podría ser todo lo que necesitase.
Ten, lo dudo. Él tampoco estaría en mi contra y odiaría estar en desacuerdo con Kun, pero apostaría por cualquier plan que mantuviera a su familia intacta. Su primera prioridad no sería hacer lo correcto, sería yo. Si Kun era el alma de nuestra familia, entonces Ten era el corazón. Kun nos dio un líder digno de seguir; Ten transformó eso en un acto de amor. Todos nos amábamos mutuamente, incluso bajo la furia que sentía hacia Yuta y Jaemin en estos momentos, incluso planeando pelear con ellos para salvar al chico Lee, sabía que los amaba.
Sicheng... no tenía idea. Probablemente dependería de qué viera venir. Imaginé que se aliaría con el ganador.
Así que, tendría que hacer esto sin ayuda. No era una amenaza para ellos estando solo, pero no iba a dejar que Taeyong saliera lastimado por mi culpa. Eso podría significar un plan evasivo.
Mi rabia se amortiguó un poco, con repentino humor negro. Me imaginé cómo reaccionaría si lo raptaba. Por supuesto, siempre adivinaba erróneamente sus reacciones, pero ¿qué otra reacción podría tener aparte de terror?
No estaba seguro de cómo manejar eso, raptarlo. No podría soportar estar cerca de él por mucho tiempo. Quizá debería llevarlo con su madre. Incluso eso estaba cargado de peligro. Para Taeyong.
Y también para mí, me di cuenta de pronto. Si lo matara a causa de un accidente... no sabría exactamente cuánto dolor me causaría este hecho, pero sabía que sería multifacético e intenso.
El tiempo pasó muy rápido mientras reflexionaba sobre todas las complicaciones que se me venían encima: la discusión esperándome en casa, el conflicto con mi familia, las distancias que podría verme obligado a recorrer.
Bueno, ya no me podía quejar de que la vida fuera de esta escuela era monótona. Taeyong había cambiado eso.
Johnny y yo caminamos silenciosamente al auto cuando sonó la campana. Estaba preocupado por mí y preocupado por Jaemin. Sabía de qué lado se pondría en caso de una pelea, y eso lo molestaba.
Los demás nos esperaban en el auto, también silenciosos. Éramos un grupo muy tranquilo. Solo podía oír los gritos.
«¡Idiota! ¡Lunático! ¡Imbécil! ¡Tarado! ¡Egoísta, irresponsable estúpido!» Jaemin mantuvo una constante orquesta de insultos al tope de sus pulmones mentales. Se me hizo difícil escuchar a los demás, pero lo ignoré lo mejor que pude.
Johnny tenía razón sobre Yuta. Él estaba seguro de su decisión.
Sicheng estaba contrariado, preocupándose por Yuta, hojeando a través de imágenes del futuro. No importaba en qué dirección Yuta fuese por el chico Lee, Sicheng siempre me veía ahí, bloqueándolo. Interesante... ni Jaemin ni Johnny estaban con él en las visiones. Así que Yuta planeaba atacar solo. Eso facilitaría las cosas.
Yuta era el mejor, ciertamente el más experimentado combatiente entre nosotros. Mi única ventaja era que yo podía escuchar sus movimientos antes de que él los realizara.
Nunca había peleado más que en forma de juego con Johnny o Yuta, solo corriendo de aquí para allá. Me sentí enfermo al pensar en realmente en herir a Yuta.
No, eso no. Solo bloquearlo. Eso era todo.
Me concentré en Sicheng, memorizando las diferentes formas de ataque de Yuta.
Mientras hacía esto, sus visiones cambiaban, moviéndose más y más lejos de la casa de los Lee. Lo estaba bloqueando antes de lo pensado...
«¡Ya para, YoonOh!» Dijo de súbito. «No puede suceder de esta forma. No lo permitiré».
No le respondí, solo continué mirando.
Comenzó a buscar más lejos, en el neblinoso, inseguro reino de las distantes posibilidades. Todo era sombrío y vago.
Durante todo el camino a casa, el cargado silencio no aflojó. Estacioné en el gran garaje de la casa, el Mercedes de Kun ya estaba en casa, junto al gran Jeep de Johnny, el M3 de Jaemin y mi Vanquish. Me alegró que Kun ya estuviese en casa, este silencio terminaría explosivamente y quería que él estuviera allí cuando ocurriera.
Nos fuimos directo al comedor.
Obviamente, el lugar nunca se ocupaba para su previsto propósito. Pero estaba amoblado con una mesa larga, ovalada y de color caoba rodeada de sillas, éramos escrupulosos sobre tener toda la utilería en su lugar. En un grupo de tantas personalidades dispares y fuertes en ocasiones era necesario discutir las cosas en calma, en actitud tranquila, sentados.
Tuve el presentimiento de que estar sentados no ayudaría demasiado hoy.
Kun se sentó en su puesto usual en la parte alta este de la sala. Ten estaba a su lado, con sus manos tomadas por encima de la mesa.
Los profundos y dorados ojos de Ten estaban enfocados en mí, llenos de preocupación.
«Quédate». Fue su único pensamiento. No tenía idea de lo que estaba a punto de comenzar; simplemente estaba preocupado por mí.
Deseaba poder sonreírle a Ten, pero no tenía consuelo para él en estos momentos.
Me senté al otro lado de Kun.
Kun tenía un mejor presentimiento de lo que iba a ocurrir. Sus labios estaban presionados suavemente y su frente estaba arrugada. La expresión lo hacía ver más viejo para su joven rostro.
Cuando todos se sentaron, podía ver las líneas dibujadas.
Jaemin se sentó frente a Kun en el otro lado de la mesa. Me miró fijamente en todo momento.
Johnny se sentó a su lado, con su rostro y sus pensamientos irónicos.
Yuta vaciló y luego se fue a parar contra la pared detrás de Jaemin. Estaba decidido, sin importar el resultado de esta discusión. Mis dientes se cerraron.
Sicheng fue el último en entrar y sus ojos estaban enfocados en algo lejano, el futuro, aún muy imperceptible para que hiciera uso de él. Pareciendo que sin pensarlo siquiera, se sentó al lado de Ten. Se frotó la frente como si tuviera jaqueca. Yuta se movió intranquilo considerando acercarse y acompañar a Sicheng, pero se mantuvo en su lugar.
Respiré profundo. Yo había empezado esto, yo debía hablar primero.
—Lo siento —dije, mirando primero a Jaemin, después a Yuta y a Johnny—. No era mi intención ponerlos en peligro. Fui desconsiderado y asumiré toda la responsabilidad por mi acto precipitado.
Jaemin me miró ceñudo.
—¿A qué te refieres con, “asumiré toda la responsabilidad”? ¿Lo vas a arreglar todo?
—No de la forma en que tú piensas —dije tratando de mantener mi voz tranquila—. Estaba planeando irme antes de que todo esto pasara. Me iré ahora… —«Si estoy seguro de que el chico Lee estará a salvo». Demandé en mi cabeza. «Si creo que ninguno de ustedes lo tocará»—. La situación se resolverá sola.
—No —Ten murmuró—. No, YoonOh.
Acaricié su mano.
—Es solo por unos años.
—Bueno, Ten tiene razón —dijo Johnny—. No puedes ir a ninguna parte justo ahora. Eso haría lo opuesto a ayudar. Tenemos que saber lo que la gente está pensando, ahora más que nunca.
—Sicheng notará cualquier peligro —discrepé. Kun negó con la cabeza.
—Creo que Johnny tiene razón, YoonOh. El chico Lee estará más dispuesto a hablar si tú desapareces. O nos vamos todos, o no se va nadie.
—Él no dirá nada —insistí rápidamente. Jaemin estaba al borde de la explosión, y yo pretendía zanjar esto primero.
—Tú no sabes lo que piensa —me recordó Kun.
—Estoy seguro. Sicheng, ayúdame un poco.
Sicheng me miró cansinamente.
—No puedo ver lo que ocurrirá si seguimos ignorando esto —miró a Jaemin y a Yuta.
No, él no podía ver ese futuro, no cuando Jaemin y Yuta estaban tan decididos a ignorar el incidente.
La palma de Jaemin golpeó la mesa con una fuerte explosión.
—No le podemos dar una oportunidad al humano a que diga algo. Kun, tú debes ver eso. Incluso si todos desapareciéramos, es peligroso dejar historias detrás de nosotros. Vivimos muy diferentes al resto de nuestra clase. Tú sabes que existen quienes amarán tener una excusa para apuntarnos con el dedo. ¡Debemos ser más cuidadosos que cualquiera!
—Ya hemos dejado rumores detrás de nosotros antes —le recordé.
—Solo rumores y sospechas, YoonOh. ¡No testigos y evidencias!
—¡Evidencias! —me burlé.
Pero Yuta asentía con la cabeza, con una mirada muy dura.
—Jaemin... —comenzó Kun.
—Déjame terminar, Kun. No tiene que ser una gran producción. El chico se golpeó la cabeza hoy. Puede que de pronto ese golpe resulte ser más serio de lo que aparenta —Jaemin se encogió de hombros—. Todos los mortales se van a dormir con la probabilidad de no volver a despertar. Los demás esperarán que seamos capaces de arreglar nuestros asuntos. Técnicamente, ese sería el trabajo de YoonOh, pero esto obviamente lo supera. Tú sabes que yo me puedo controlar. No dejaría ninguna evidencia.
—Sí, Jaemin, todos sabemos que eres un asesino competente —le gruñí.
Él me gruñó de vuelta, momentáneamente sin palabras, si solamente hubiese durado.
—YoonOh, por favor —dijo Kun. Luego, se volvió hacia Jaemin—. Jaemin, me hice de la vista gorda en Castamere porque sentí que merecías justicia. Los hombres que asesinaste se equivocaron monstruosamente contigo. Esta no es la misma situación. El chico Lee es inocente.
—No es algo personal, Kun —Jaemin dijo entre dientes—. Es para protegernos a todos.
Hubo un breve momento de silencio mientras Kun pensaba su respuesta. Cuando asintió, los ojos de Jaemin se iluminaron. Jaemin debió haberlo sabido. Incluso si yo no fuera capaz de leer sus pensamientos, hubiera podido anticipar sus próximas palabras. Kun nunca iba a comprometer la seguridad de alguien.
—Sé que tus intenciones son buenas, Jaemin, pero... me gustaría mucho que realmente valiera la pena proteger a nuestra familia. El... accidente o lapso en rigor ocasional es una parte deplorable de quiénes somos —era muy común en él incluirse en el plural, aunque él nunca había sufrido un lapso—. El asesinar a una inocente niña a sangre fría es algo muy diferente. Creo que el riesgo que el chico Lee representa, aunque diga sus sospechas o no, no es nada comparado con el riesgo mayor. Si hacemos excepciones para protegernos, nos arriesgamos a algo mucho más importante. Nos arriesgamos a perder la esencia de quiénes somos.
Controlé mi expresión muy cuidadosamente. No ayudaría para nada sonreír. O aplaudir, que es lo que quería hacer ahora.
Jaemin frunció el ceño.
—Solo se trata de ser responsable.
—Es ser insensible —corrigió Kun gentilmente—. Toda vida es valiosa.
Jaemin suspiró muy fuerte y su labio inferior sobresalió. Johnny acarició su hombro.
—Estará bien, Jaemin —le animó en voz baja.
—La pregunta —continuó Kun—. Es si nos deberíamos mudar.
—No —gimió Jaemin—. Acabamos de acomodarnos. ¡No quiero empezar a ser estudiante de último año en la secundaria de nuevo!
—Podrías mantener tu actual edad, por supuesto —dijo Kun.
—¿Y tener que mudarnos de nuevo tan pronto? —Jaemin discrepó. Kun se encogió de hombros.
—¡Me gusta aquí! ¡Hay tan poco sol, que casi podemos tener una vida normal!
—Bueno, ciertamente no tenemos que decidirlo ahora. Podemos esperar y ver si es realmente necesario. YoonOh parece muy seguro del silencio del chico Lee.
Jaemin resopló.
Pero ya no estaba preocupado por Jaemin. Podía ver que él acataría la decisión de Kun, sin importar cuán enfurecido estuviera conmigo. Su conversación se había movido a detalles menos importantes.
Yuta permaneció inmóvil.
Entendía por qué. Antes de que él y Sicheng se conocieran, Yuta vivió en una zona de combate, un implacable teatro de guerra. Él sabía las consecuencias por burlar las reglas, había visto las espantosas secuelas con sus propios ojos.
Decía mucho el que Yuta no hubiera tratado de calmar a Jaemin con sus facultades extras, ni que tratara de alentarlo. Yuta se mantenía alejado de esta discusión, sobre ella.
—Yuta —dije.
Él me miró sin ninguna expresión en su rostro.
—Taeyong no pagará por mi error. No lo voy a permitir.
—Entonces, ¿Se beneficiará de él? Ese chico debió morir hoy, YoonOh. Yo solo voy a terminar lo que empezó.
—No lo permitiré —repetí, enfatizando cada palabra.
Levantó las cejas. No esperaba esto, no había imaginado que yo actuaría para detenerlo.
Negó con su cabeza una vez.
—No permitiré que Sicheng viva en peligro, incluso uno pequeño. Tú no sientes por nadie lo que yo siento por él, YoonOh, y no has pasado por lo que yo he pasado, aunque hayas visto mis recuerdos o no. Tú no lo entiendes.
—No estoy negando eso, Yuta. Pero te lo digo ahora, no te voy a permitir que hieras a Lee Taeyong.
Nos miramos mutuamente, sin pestañear, midiendo la oposición. Sentí cómo cateaba el humor a mí alrededor, probando mi determinación.
—Yuta —dijo Sicheng, interrumpiéndonos.
Yuta me sostuvo la mirada por un momento más y entonces miró a Sicheng.
—No te molestes en decirme que te puedes cuidar solo, Sicheng. Yo ya sé eso. Eso no cambia...
—Eso no es lo que voy a decir —interrumpió Sicheng—. Te iba a pedir un favor.
Vi lo que se proponía en su mente y mi boca se abrió con un audible jadeo. Lo miré, en estado de shock, notando solo vagamente que todos, aparte de Sicheng y Yuta, estaban mirándome fijamente.
—Sé que me amas. Gracias. Pero realmente apreciaría que no trataras de matar a Taeyong. Primero que todo, YoonOh habla en serio y yo no quiero verlos pelear. Segundo, Taeyong es mi amigo. Mejor dicho, será mi amigo.
Todo era tan claro como el cristal en su cabeza: Sicheng, sonriendo, con su frío y pálido brazo alrededor de los frágiles hombros del cálido chico. Y Taeyong estaba sonriendo también, con su brazo alrededor de la cintura de Sicheng.
La visión era tan sólida como una roca; lo único incierto era el tiempo.
—Pero... Sicheng… —Yuta jadeó. No pude lograr voltear mi cabeza y mirar su expresión. No me podía alejar de la imagen en la cabeza de Sicheng.
—Algún día lo voy a querer, Yuta. Me voy a enojar mucho contigo si no dejas que suceda.
Aún estaba inmerso dentro de los pensamientos de Sicheng. Vi cambiar el futuro mientras Yuta aceptaba la inesperada petición de Sicheng.
—Ah —Sicheng suspiró, su indecisión se había aclarado en un nuevo futuro—.
¿Ves? Taeyong no dirá nada. No hay nada de que preocuparse.
El modo en que decía el nombre del chico Lee... como si ya fueran amigos muy cercanos.
—Sicheng —dije—. ¿Qué significa...?
—Te dije que un cambio se aproximaba. No lo sé, YoonOh —pero apretó su mandíbula y pude ver que había más. Estaba tratando de no pensar en ello; repentinamente se enfocó en Yuta, él estaba demasiado impactado por el progreso de su propia decisión.
Sicheng hacía esto a veces, cuando trataba de esconderme algo.
—¿Qué, Sicheng? ¿Qué estás escondiendo?
Escuché la queja de Johnny. Siempre se frustraba cuando Sicheng y yo teníamos este tipo de conversaciones.
Sicheng movió su cabeza, tratando de mantenerme fuera.
—¿Es sobre el chico Lee? —exigí saber— ¿Es sobre Taeyong?
Sicheng tenía sus dientes apretados con la concentración, pero cuando dije el nombre de Taeyong, aflojó. Su afloje duró solo una pequeña porción de un segundo, pero fue suficiente.
—¡NO! —jadeé. Escuché mi silla golpear el suelo y solo entonces noté que estaba de pie.
—¡YoonOh! —Kun se había puesto de pie también, su mano estaba en mi hombro. Apenas notaba su presencia.
—Se está solidificando —susurró Sicheng—. Cada minuto estás más decidido.
Existen solo dos caminos para Taeyong. Es lo uno o lo otro, YoonOh.
Podía ver lo que Sicheng veía... pero no lo podía aceptar.
—No —dije de nuevo; mi negación no tenía volumen. Mis piernas se sintieron flácidas y tuve que agarrarme a la mesa. La mano de Kun se alejó.
—Esto es muy molesto —se quejó Johnny.
—Debo irme —le susurré a Sicheng, ignorándolo.
—YoonOh, ya hemos intentado eso —dijo Johnny muy despacio—. Esa es la mejor manera de alentar al chico Lee a que diga algo. Además, si te vas, no sabríamos si Taeyong ha hablado o no. Tienes que quedarte y afrontar esto.
—No veo que vayas a ninguna parte, YoonOh —me dijo Sicheng—. Creo que ya no puedes irte.
«Piénsalo», agregó silenciosamente. «Piensa en irte».
Vi a lo que se refería. Sí, la idea de no ver más a al chico Lee era... dolorosa. Ya había sentido eso en el pasillo del hospital donde le había dado una despedida. Pero irme era ahora aún más necesario. No podía sancionar ningún futuro al que aparentemente yo iba a condenarlo.
«No estoy totalmente seguro de Yuta, YoonOh», Sicheng continuó. «Si tú te vas, si él piensa que Taeyong es un peligro para nosotros...»
—No escucho eso —lo contradije, todavía medio inconsciente de nuestra audiencia. Yuta estaba dudoso. Nunca haría algo que hiriera a Sicheng.
«No es el momento oportuno. ¿Arriesgarás su vida, dejándola indefensa?»
—¿Por qué me estás haciendo esto? —gruñí. Mi cabeza se cayó entre mis manos.
Yo no era el protector de Taeyong. No podía serlo. ¿Acaso el futuro dividido de Sicheng no era suficiente prueba de eso?
«Yo también lo amo. O lo haré. No en la misma forma, pero lo quiero alrededor para cuando eso ocurra».
—¿Amarlo... también? —susurré, incrédulo.
Sicheng suspiró. «Estás tan ciego, YoonOh. ¿Acaso no ves a dónde vas? ¿No ves dónde estás ya? Es más inevitable que el sol salga mañana por la mañana. Ve lo que yo veo...»
Agité mi cabeza, horrorizado.
—No —traté de apagar las visiones que Sicheng me revelaba—. No tengo que seguir ese camino. Me iré. Cambiaré el futuro.
—Puedes intentarlo —me dijo, con su voz escéptica.
—Oh, ¡Vamos! —gritó Johnny.
—Pon atención —le dijo Jaemin a Johnny—. ¡Sicheng ve a YoonOh enamorándose de un humano! ¡Clásico de YoonOh! —dijo haciendo un sonido de asco.
A duras penas la oí.
—¿Qué? —dijo Johnny, sorprendido.
Luego su atronante risa hizo eco en la habitación:
—¿Eso es lo que está sucediendo? —se rio de nuevo—. Golpe duro, YoonOh.
Sentí su mano en mi hombro y la sacudí automáticamente. No le podía poner atención.
—¿Enamorado de un humano? —repitió Ten en su aturdida voz—. ¿Del chico que salvó hoy? ¿Enamorado de él?
—¿Qué es lo que ves exactamente, Sicheng? —preguntó Yuta.
Sicheng se volteó hacia Yuta; yo continué mirando aturdido al perfil de su rostro.
—Todo depende de si YoonOh es lo suficientemente fuerte o no. O lo mata él mismo —se volteó para encontrarse con mi mirada de nuevo, deslumbrado—. Lo cual, realmente me irritaría mucho, YoonOh, sin mencionar lo que te causaría a ti —miró a Yuta de nuevo—. O Taeyong será uno de nosotros algún día.
Alguien jadeó; no miré para ver quién.
—¡Eso no va a ocurrir! —estaba gritando de nuevo—. ¡Ninguna de las dos opciones!
Sicheng no pareció oírme.
—Todo depende— repitió—. Puede que YoonOh sea muy fuerte para no matarlo, pero estará muy cerca. Le tomará una impresionante fuerza de autocontrol —dijo reflexivamente—. Incluso, más del que ha tenido Kun. De lo único que no es lo suficientemente fuerte es de estar lejos de Taeyong. Eso es una causa perdida.
No podía encontrar mi voz. Nadie parecía poder hacerlo tampoco. La habitación estaba en absoluta quietud.
Yo miraba a Sicheng y todos me miraban a mí. Podía ver mi propia expresión horrorizada desde cinco diferentes puntos de vista.
Después de un largo momento, Kun suspiró.
—Bueno, esto... complica las cosas.
—Ya te digo —aceptó Johnny. Su voz aún estaba cercana a la risa. Confiaba en que Johnny encontraría una broma en la destrucción de mi vida.
—Supongo que los planes son los mismos —dijo Kun pensativamente—.
Nos quedaremos y observaremos. Obviamente, nadie... herirá al chico Lee.
Me endurecí.
—No —dijo Yuta tranquilamente—. Puedo acceder a eso. Si Sicheng ve solo dos caminos...
—¡No! —mi voz no era un grito o un gruñido o un llanto de desesperación, sino una combinación de los tres—. ¡No!
Tenía que irme, para alejarme del ruido de sus pensamientos, el egoísmo de Jaemin, el humor de Johnny, la paciencia infinita de Kun...
Peor: la confianza de Sicheng. La confianza de Yuta en la confianza de Sicheng. Y lo peor de todo: La... alegría de Ten.
Salí de la habitación. Ten me tomó el brazo pero yo seguí de largo sin reconocer el gesto.
Estaba corriendo antes de que estuviera fuera de la casa. Traspasé el río de un salto y corrí por el bosque. La lluvia volvió, cayendo tan fuerte que ya estaba mojado en un par de segundos. Me gustaba la delgada capa de agua, creaba una pared entre el resto del mundo y yo. Me encerraba, me dejaba estar solo.
Corrí hacia el este, por y entre las montañas sin detenerme, hasta que pude ver las luces de Seattle al otro lado del sonido. Me detuve antes de tocar los bordes de la civilización humana.
Encerrado por la lluvia, solo, finalmente pude mirar lo que había hecho, a la forma en que había mutilado el futuro.
Primero, la visión de Sicheng y el chico Lee con sus brazos alrededor de cada uno, caminando juntos en el bosque cercano a la escuela. La confianza y la amistad eran tan obvias que gritaba fuera de las imágenes. Los ojos achocolatados de Taeyong no estaban desconcertados en esta visión, pero aún lleno de secretos, en este momento, parecía ser secretos felices. Taeyong no se alejó del frío abrazo de Sicheng.
¿Qué significaba? ¿Cuánto sabía él? En ese momento, aún de mortalidad, del futuro, ¿qué pensaba Taeyong de mí?
Y, la otra imagen, casi igual pero llena de horror. Sicheng y Taeyong en el porche frente a mi casa, sus brazos aún alrededor del otro en signo de confianza y amistad. Pero ahora no había ninguna diferencia entre esos brazos, ambos eran pálidos, suaves y duros como el mármol, como acero. Los ojos de Taeyong ya no eran de color chocolate. Estos iris eran de un chocante y vívido color carmesí. Los secretos en ellos eran insondables, ¿aceptación o desolación? Era imposible decirlo. Su rostro era frío e inmortal.
Me estremecí. No podía suprimir las preguntas, similares, pero diferentes:
¿Qué significaba… cómo había sucedido esto? ¿Y qué pensaba Taeyong de mí ahora?
Podía responder la última. Si lo forzaba a pertenecer a esta media-vida por mi debilidad y mi egoísmo, seguramente me iba a odiar.
Pero había otra horrorosa imagen más, peor que cualquier imagen que haya visto en mi cabeza.
Mis propios ojos, de un profundo color carmesí por la sangre humana, los ojos de un monstruo. El cuerpo roto de Taeyong en mis brazos, de un blanco ceniza, vacío y sin vida. Era tan concreto, tan claro.
No podría soportar ver eso. No podría soportarlo. Traté de desterrar la imagen de mi mente, traté de ver algo más, cualquier cosa. Traté de ver de nuevo la expresión en su rostro vivo que me había estado obstruyendo la vista por el último capítulo de mi existencia. No sirvió de nada.
La cruda visión de Sicheng llenó mi cabeza, y me retorcí en mi interior con la agonía que causaba. Mientras tanto, el monstruo en mí se desbordaba en regocijo, jubilante con su éxito. Me asqueó.
Esto no podía suceder. Tenía que haber alguna forma de evitar el futuro. No dejaría que las visiones de Sicheng me dirigieran. Podía elegir un camino diferente. Siempre había una opción.
Tenía que haberla.
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