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𝐬𝐝𝐦𝐧 (3)🌗 ᴶᵃᵉʸᵒⁿᵍ

Actualizado: 19 feb 2024


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CAPÍTULO CINCO: INVITACIONES

La secundaria ya no era un purgatorio. Ahora era el mismísimo infierno. Tormento y fuego… sí, tenía ambos.

Ahora, estaba haciendo todo correctamente. Cada punto en la “i”, cada “t” cruzada. Nadie podía quejarse de que yo no afrontara mis responsabilidades.

Para complacer a Ten y proteger a los otros, me quedé en Forks. Regresé a mi antiguo cronograma. No cacé más que el resto de ellos. Cada día iba a clases e interpretaba el papel de ser humano, cada día escuchaba cuidadosamente por alguna noticia nueva de los Jung-Collett y nunca hubo nada nuevo. Taeyong no dijo nada acerca de sus suposiciones. Solo repetía la misma historia, que yo estaba junto a él y lo quité del camino, hasta que su impaciente audiencia se aburrió y dejaron de buscar más detalles. No existía peligro. Mi manera de actuar precipitada, no había herido a nadie.

Excepto a mí mismo.

Estaba determinado a cambiar el futuro. No era una tarea fácil para una sola persona, pero no existía otra opción con la cual vivir.

Sicheng dijo que yo no era lo suficientemente fuerte para alejarme del chico Lee. Le probaría que estaba equivocado.

Pensé que el primer día sería el más difícil. Al final, estaba seguro de que ese era el caso, pero también estaba equivocado.

Sabía que lo iba a herir. Me conformé con el hecho de saber que su dolor no sería más que un pinchazo, un pequeño aguijonazo de rechazo, comparado con mi dolor. Taeyong era humano y sabía que yo era algo más, algo equivocado, algo aterrador. Debió estar más aliviado que preocupado en el momento que giré mi rostro lejos de él y pretendí que no existía.

—Hola, YoonOh —me saludó el primer día cuando estuvimos de vuelta en Biología. Su voz sonaba complacida, amistosa, un giro de 180º desde la última vez que hablamos.

¿Por qué? ¿Qué significaba el cambio? ¿Lo había olvidado? ¿Había decidido que había imaginado todo el episodio? ¿Me había perdonado por no haber cumplido mi promesa de contarle la verdad?

Las preguntas me quemaban como la sed que me atacaba cada vez que respiraba.

Solo ocupaba un instante para ver en sus ojos. Solo para observar si podía leer las respuestas ahí…

No. No me podía permitir algo así. No si iba a cambiar el futuro.

Moví mi barbilla una pulgada en su dirección, sin dejar de mirar el frente del salón. Cabeceé una vez y volví mi cara al frente.

No me habló de nuevo.

Esa tarde, apenas acabaron las clases, dejé de interpretar mi personaje, corrí hasta Seattle, como había hecho ayer. Parecía que podía manejar el dolor levemente mejor si volaba sobre los campos convirtiendo todo a mí alrededor en un borroso color verde.

Esa carrera se había convertido en un hábito diario.

¿Lo amaba? No lo creía. No todavía. Las visiones de Sicheng, de ese impreciso futuro se habían grabado en mí y podía ver cuán fácil era poder enamorarse de Taeyong. Era exactamente como caer: no requería esfuerzo alguno. No permitirme amarlo era lo opuesto a caer, era como evitar caerse en un acantilado, mano sobre mano, la prueba era tan dura como si no tuviese más que solo fuerza humana.

Más de un mes había pasado y cada día era aún más difícil. No tenía ningún sentido para mí, seguía esperando superarlo, hacerlo más llevadero. Seguro que a esto se refería Sicheng cuando predijo que no podría estar lejos del chico Lee. Sicheng había visto todos los tipos de dolor por los que yo pasaría.

Pero, ¿podía manejar el dolor?

No destruiría el futuro de Taeyong. Si estaba destinado a amarlo, entonces, ¿evadirlo no era al menos lo poco que podía hacer?

Evadirlo estaba al límite de mis capacidades. Podía pretender ignorarlo y no mirarlo en absoluto. Podía pretender que él no me interesaba. Pero seguía pendiente de cada respiro suyo, de cada palabra dicha.

No podía verlo con mis ojos, entonces lo veía a través de los ojos de los demás. La vasta mayoría de mis pensamientos giraban a su alrededor como si él fuese el centro de gravedad de mi mente.

Con este infierno en la tierra, dividí mis tormentos en cuatro categorías:

Las primeras dos eran familiares, su esencia y su silencio. Visto de otro modo, para tomar mi parte de la responsabilidad, mi sed y mi curiosidad.

La tercera, era la primordial de mis tormentos. Mi nuevo hábito de no respirar en clase de Biología. Por supuesto, siempre había excepciones, cuando tenía que contestar alguna pregunta y tenía que respirar para hablar. Cada vez que probaba el aire cerca del chico Lee, era como el primer día, fuego y necesidad; y una violencia brutal desesperada por actuar. Era difícil aferrarse a la razón para resistir esos momentos. Y justo como el primer día, el monstruo en mí podía roer la superficie, muy cerca de salir…

La curiosidad era el más constante de mis tormentos. La eterna pregunta no salía de mi cabeza: “¿Qué está pensando ahora?” Cuando escuchaba cada pequeño suspiro. Cuando jugaba ausente enroscando su cabello en uno de sus dedos. Cuando tiraba sus libros con un poco más de fuerza que la usual. Cuando llegaba tarde a clase. Cuando movía impaciente su pie contra el piso. Cada movimiento captado con mi visión perimetral era un misterio para mí. Cuando le hablaba a otros estudiantes humanos, analizaba cada tono en sus palabras. ¿Les hablaba sinceramente o se reservaba algún comentario? A menudo me parecía que le decía a su audiencia lo que esperaban y eso me hacía recordar a mi familia y nuestro constante vivir en mentiras, éramos mejores mintiendo. ¿Por qué tendría Taeyong que interpretar un rol? Era igual a ellos, solamente un adolescente humano.

Solo que… ocasionalmente no se comportaba como tal. Por ejemplo, cuando el Prof. Park asignó un trabajo grupal para Biología. Su práctica era dejar que los estudiantes escogieran a sus compañeros. Como siempre pasaba con los trabajos grupales, los más valientes de los estudiantes ambiciosos, Ahn Yujin y Choi Soobin, rápidamente me preguntaron si me les uniría. Me encogí de hombros aceptando. Ellos sabían que haría mi parte a la perfección y la de ellos también, si no la completaban.

No era de sorprenderse que Hyunjin se aliara a Taeyong. Lo que fue inesperado fue la insistencia de Taeyong por el tercer miembro de su equipo, Shin Ryujin.

Usualmente, el Prof. Park tenía que asignar a Ryujin a algún grupo. Ella se veía más sorprendida que agradecida cuando Taeyong le dio unos golpecitos en el hombro y vergonzosamente le preguntó si quería trabajar con él y Hyunjin.

—Como quieras —respondió Ryujin.

Cuando volvió a su asiento, Hyunjin le susurró—: Ella es una fumona total. No hará nada. Creo que está reprobando Biología.

Taeyong negó con la cabeza y le respondió—: No te preocupes por eso. Haré lo que sea que ella no haga.

—¿Por qué hiciste eso? —preguntó Hyunjin nada complacido.

Era la misma pregunta que moría por hacerle, aunque no en el mismo tono.

De hecho, Ryujin sí estaba reprobando Biología. El Prof. Park estaba ahora pensando en ella, tanto sorprendido como conmovido por la elección de Taeyong.

«Nadie nunca le da una oportunidad a esa chica. Bien por Taeyong, es más agradable que la mayoría de estos caníbales».

¿Había notado Taeyong el ostracismo que había hacia Ryujin de parte del resto de la clase? No podía imaginar otra razón más que amabilidad para acercarse a ella, especialmente con la introversión de Taeyong en el camino. Me pregunté cuánto desagrado le habría causado, que decidió que valía más la pena acercarse a una extraña.

Tomando en cuenta el apego de Taeyong por Biología, me preguntaba si la nota por este trabajo salvaría a Ryujin de fallar, al menos, en esta clase. Y eso fue exactamente lo que pasó.

Luego hubo ese momento durante el almuerzo cuando Jinni y Somi estaban hablando del destino número uno en su lista de deseos. Jinni escogió Jamaica solo para sentirse inmediatamente superior cuando Somi contrarresto respondiendo que la Riviera Francesa. Daniel repicó que Ámsterdam, pensando en el famoso distrito rojo, y los demás empezaron a sonar apagados. Esperaba ansiosamente por la respuesta de Taeyong, pero antes de que Hyunjin (a quien le gustaba la idea de ir a Río) pudiera preguntarle, Joshua entusiastamente mencionó la Comic-Con y la mesa explotó en risas.

—Qué idiota —siseó Somi.

—Ya sé, ¿verdad? —se río Jinni por lo bajo. Daniel puso los ojos en blanco.

—Nunca vas a conseguir pareja —le dijo Hyunjin a Joshua.

La voz de Taeyong, más alta que su usual timbre tímido, cortó las burlas.

—No, eso es genial —insistió Taeyong—. Ahí es donde me gustaría ir a mí también. Hyunjin comenzó a remar hacia atrás inmediatamente.

—O sea, creo que algunos de los trajes son geniales. Leia Esclava. «Debería mantener mi bocota cerrada».

Jinni y Somi compartieron una mirada con el ceño fruncido.

«Ay, por favor», pensó Somi.

—Deberíamos ir —Joshua apremió a Taeyong—. O sea, después de ahorrar lo suficiente. «¡Comic-Con con Taeyong! Mucho mejor que ir a la Comic-Con solo…»

Taeyong se desconcertó por un segundo, pero luego de una rápida mirada a la expresión de Somi, se recuperó.

—Sí, claro, ya quisiera. Probablemente es demasiado costoso, ¿No?

Joshua comenzó a hablar sobre precios de boletos y hoteles versus dormir en un auto. Jinni y Somi volvieron a su conversación de antes mientras Hyunjin escuchaba sin felicidad a Joshua y Taeyong.

—¿Crees que son dos días de carretera o tres? —preguntó Joshua.

—Ni idea —dijo Taeyong.

—Bueno, ¿Cuánto tiempo hay de aquí a Phoenix manejando?

—Puedes hacerlo en dos días —dijo con confianza—. Si estás dispuesto a conducir quince horas diarias.

—San Diego debería estar un poco más cerca que eso, ¿Cierto?

Me pareció ser el único que notó la bombilla que se encendió en la cabeza de Taeyong.

—¡Ah, sí! San Diego está más cerca, definitivamente. Igual serían dos días,

seguramente.

Estaba claro que Taeyong ni siquiera sabía dónde se hacía la Comic-Con. Simplemente replicó para salvar a Joshua de las burlas. Estaba revelando su carácter, continuaba agregando cosas a mi lista, pero ahora no sabía qué lugar habría escogido para Taeyong. Hyunjin estaba casi igual de insatisfecho, pero parecía no darse cuenta de sus verdaderas razones.

Era constantemente así con Taeyong: nunca sobresaliendo de su zona de comodidad silenciosa excepto cuando percibía que alguien lo necesitara; cambiando el tema siempre que su círculo de humanos se volvía muy cruel con alguno; agradecerle a un profesor por su clase si ese profesor parecía alicaído; entregando su casillero a cambio de un lugar menos conveniente para que dos mejores amigas pudieran ser vecinas; sonriendo cierta sonrisa que nunca llegaba hasta sus contentos amigos, sino revelándose a alguien que estuviese sufriendo. Pequeñas cosas que ninguna de sus amistades o admiradores, parecían ver.

A través de estas pequeñas cosas, fui capaz de agregar la cualidad más importante a mi lista, la más reveladora de todas, tan simple como rara. Taeyong era bueno. Todas las demás cosas se agregaban a un todo: agradable y nada egoísta y valiente, era bueno de cabo a rabo. Nadie parecía darse cuenta de eso excepto yo. Aunque ciertamente Hyunjin lo observaba casi igual de seguido.

Ese era el más sorprendente de mis tormentos: Hwang Hyunjin. ¿Quién habría imaginado que semejante mortal, genérico y aburrido, podría ser tan fastidioso? Para ser justos, debería sentir un poco de gratitud hacia él más que con los otros, él mantenía al chico Lee hablando. Aprendí mucho de Taeyong en estas conversaciones pero la asistencia de Hyunjin en mi proyecto solo agravaba las cosas. No quería que fuera él quien desbloqueara sus secretos.

Ayudó un poco que él no notara las pequeñas revelaciones, sus pequeños resbalones. No sabía nada acerca de Taeyong. Creó un Taeyong en su cabeza que no existía, un chico tan genérico como él mismo. Nunca observó el desinterés y la valentía que separaban a Taeyong del resto de los humanos, nunca escuchaba la anormal madurez de sus palabras. No percibía que cuando Taeyong hablaba de su madre, era como si un padre hablara de su hija en vez de lo contrario, amoroso, indulgente, un poco divertido y ferozmente protector. No escuchaba la paciencia en su voz cuando tenía que fingir interés en sus historias y nunca imaginó la compasión tras esa paciencia.

Este provechoso descubrimiento no hizo que me encariñara con Hyunjin en absoluto. La manera posesiva de cómo él miraba a Taeyong, como si Taeyong fuera una adquisición la cual ganar, me provocaba casi tanto como las vívidas fantasías que Hyujin tenía con Taeyong. Se estaba volviendo más cómodo con Taeyong, también, con el tiempo, ya que parecía que lo prefería por sobre quien él consideraba sus rivales: Kang Daniel, Hong Joshua, e incluso, esporádicamente, yo mismo. Hyunjin se sentaba enfrente de nuestra mesa en Biología antes de que la clase empezara, charlaba con Taeyong, disfrutando de sus sonrisas. Sonrisas solo de cortesía, me decía a mí mismo. Al mismo tiempo me imaginaba empujándolo a través de la clase y estrellándolo contra la pared más lejana. Probablemente eso no lo dañaría de una manera fatal.

Hyunjin no pensaba en mí como rival. Después del accidente, se preocupó por el hecho de que Taeyong y yo nos hubiéramos unido de alguna manera gracias a la experiencia compartida pero, obviamente, lo opuesto sucedió. Todavía se preocupaba de que yo hubiera escogido a Taeyong como mi objeto de atención. Pero ahora que lo ignoraba como a los demás, estaba complacido.

¿Qué pensaba Taeyong ahora? ¿Correspondía sus atenciones?

Finalmente, el último de mis tormentos, el más doloroso: la indiferencia de Taeyong. Como yo lo ignoraba, él me ignoraba. Nunca trató de hablarme de nuevo. Por lo que sabía, Taeyong no pensaba en mí en absoluto.

Eso quizá me hubiese vuelto loco o, peor, casi romper con mi resolución, excepto que a veces Taeyong me miraba fijo, como antes lo hacía. Nunca lo vi por mí mismo, porque no me permitía mirarlo, pero Sicheng siempre nos avisaba; los demás solo estaban preocupados sobre qué tanto sabía el chico Lee.

El dolor se hizo un poco más llevadero por el hecho de que Taeyong me mirara en la distancia de vez en cuando. Por supuesto que probablemente me miraba preguntándose exactamente qué clase de aberración era yo.

—Taeyong empezará a mirar a YoonOh en un minuto. Luzcan normales —dijo Sicheng un martes, en marzo y los otros fueron cautelosos al cambiar de posturas.

Puse máxima atención en cuan a menudo miraba en mi dirección. Me complacía, aunque no debiera, que la frecuencia de sus miradas no declinaran con el tiempo. No sabía qué significaba, pero me hizo sentir mejor.

Sicheng suspiró. «Desearía…»

—Mantente apartado, Sicheng —dije apenas en un susurro—. No va a pasar.

Arrugó la cara. Estaba ansioso de empezar su amistad con Taeyong. En una manera extraña, Sicheng extrañaba a un chico que no conocía.

«Tengo que admitirlo, eres mejor de lo que pensaba. Tienes todo el futuro amargado e insensible otra vez. Espero que seas feliz».

—Tiene todo el sentido para mí.

Sicheng resopló delicadamente.

Traté de callarlo, estaba demasiado impaciente por seguir con nuestra conversación. No estaba de buen humor, estaba más tenso de lo que los demás podían ver. Sólo Yuta podía sentir mi estrés emanar, con su habilidad única de sentir e influenciar sobre los sentidos de los demás. No entendía las razones tras mis sensaciones y desde que yo constantemente me había comportado como un tonto, estos últimos días entonces, él simplemente se desentendía de mí.

Hoy sería difícil, más difícil que ayer. Para variar. Hwang Hyunjin iba a invitar a Taeyong a una cita.

El baile donde el chico Lee elegía estaba en el horizonte cercano y Hyunjin esperaba que Taeyong lo invitara. El hecho de que no lo hiciera, confundía su autoestima. Ahora estaba en un aprieto incómodo y disfrutaba su incomodidad más de lo que debía, porque Jinni acababa de invitarlo. No dijo “sí”, esperanzado de que Taeyong lo invitara y así probar su superioridad ante sus rivales, pero no quería decirle “no” y perderse de una oportunidad para ir al baile. Jinni, herida y adivinando por donde iban los planes de Hyunjin, no dejaba de pensar en sufrimientos para Taeyong. De nuevo, mi instinto me empujaba a interponerme entre los terribles pensamientos de Jinni. Ahora entendía mejor el instinto, pero no lo hacía mejor el hecho de no poder actuar.

¡Pensar que llegué a algo así! Estaba involucrado en el patético melodrama estudiantil que antes me parecía despreciable.

Hyunjin estaba nervioso mientras acompañaba a Taeyong a Biología. Escuchaba su debate interno mientras los esperaba. El chico era débil. Había esperado por el baile a propósito, con miedo de fallar ante la posibilidad de que Taeyong no lo escogiera. No quería sentirse vulnerable frente al rechazo, prefería que Taeyong fuera quien actuara primero.

Cobarde.

Se sentó al frente de nuestra mesa de nuevo, cómodo después de una larga familiaridad y yo imaginaba el sonido que haría si su cuerpo fuera golpeado hasta el otro extremo del aula y se rompieran la mayoría de sus huesos.

—Así que —le dijo a al chico Lee, con su mirada en el suelo—. Jinni me invitó al baile de primavera.

—Eso es genial— le respondió Taeyong inmediatamente con entusiasmo. Fue casi imposible no reírme de cómo Hyunjin procesó su tono. Él esperaba consternación—. Te divertirás mucho con Jinni.

Hyunjin se retorció buscando la respuesta correcta.

—Bueno… —dudó y casi se echó atrás y luego se compuso—. Le dije que tenía que pensarlo.

—¿Por qué harías algo así? —le demandó. Su tono de voz era de desaprobación y ahí, escondido, también había alivio.

¿Qué significaba eso? Una inesperada e intensa furia hizo que mis manos se cerraran en un puño.

Hyunjin no escuchó el alivio. Su cara estaba tan roja como la sangre, feroz, como repentinamente lo sentí, parecía una invitación y el chico clavó nuevamente su mirada en el piso cuando habló.

—Me preguntaba si… bueno, si me invitarías tú.

Taeyong vaciló.

En ese momento de vacilación vi el futuro con más claridad de la que Sicheng jamás había visto.

Taeyong tal vez aceptaría la pregunta silente de Hyunjin, o tal vez no, pero de alguna manera, algún día, Taeyong le diría que sí a alguien. Taeyong era adorable e intrigante y los humanos no eran ignorantes a estos hechos. Cualquiera que eligiera de esa muchedumbre de admiradores, o si esperaba hasta ser libre fuera de Forks, el día cuando dijera que sí llegaría.

Vi su vida como ya la había visualizado antes: universidad, carrera profesional… Amor, matrimonio. Lo imaginé vestido de blanco, al lado de su padre, y la cara arrebolada de felicidad mientras veía avanzar a su novia al son de la marcha nupcial de Wagner.

El dolor que sentí mientras imaginaba este futuro me recordó a la agonía de la transformación. Me consumió.

No sólo era dolor, sino una rabia absoluta.

La furia se arqueó contra mi cuerpo. Aunque ese chico insignificante y estúpido no fuera el que Taeyong escogiera, anhelaba destruir su cráneo con una sola mano y dejarlo como recordatorio a quien se atreviera invitarlo en el futuro.

No entendía esta emoción, era una extraña mezcla de ira, rabia, deseo y desesperación. Nunca había sentido algo así, ni siquiera podía ponerle nombre.

—Hyunjin, creo que deberías decirle que sí —le dijo Taeyong con su dulce voz.

Las esperanzas de Hyunjin cayeron como el plomo. Lo hubiera disfrutado bajo otras circunstancias, pero estaba afectado por un shock traumático, y lo que la ira y el remordimiento habían hecho conmigo.

Sicheng tenía razón. Yo no era tan fuerte.

En este momento, Sicheng estaría viendo el futuro dando vueltas y cambiando, siendo destrozado nuevamente. ¿Acaso estaría contento?

—¿Ya se lo pediste a alguien? —preguntó Hyunjin de repente. Me echó un vistazo, sospechoso por primera vez en semanas. Me di cuenta de que estaba traicionando mi “desinterés” porque mi cabeza estaba girada en dirección a Taeyong.

La envidia salvaje en sus pensamientos, envidia contra cualquier chico que Taeyong prefiriera sobre él, fue la causante de ponerle nombre a mi emoción no clasificada.

Estaba celoso.

—No —le dijo Taeyong con un poco de humor en su voz—. No pienso ir al baile en absoluto.

A través del remordimiento y la ira, encontré alivio en sus palabras. Estaba mal. Incluso era peligroso. Considerar a Hyunjin y a los otros mortales interesados en Taeyong como mis rivales, pero debía conceder que se acababan de convertir exactamente en eso.

—¿Por qué no? —Hyunjin preguntó con rudeza. Me ofendió que usara ese tono con Taeyong. Gruñí un poco.

—Voy a Seattle ese sábado —contestó Taeyong.

Mi curiosidad no había sido tan intensa hasta ese momento, ahora estaba totalmente dispuesto a conseguir cada respuesta a todo. Sabría las razones detrás de esta nueva revelación, cuanto antes mejor.

—¿No puedes ir otro día? —el tono de Hyunjin cambió a ser casi un ruego

—Lo siento, pero no —ahora fue Taeyong un poco rudo—. No deberías hacer esperar a Jinni, es descortés.

La preocupación por los sentimientos de Jinni incrementaron las flamas de mis celos. El viaje a Seattle sonaba exactamente como una excusa para decir que no

¿Lo rechazaría por pura lealtad a su amiga? ¿Era lo suficientemente desinteresado para hacer algo así? ¿Realmente deseaba decirle que sí? ¿O ambas conjeturas estaban equivocadas? ¿Estaba interesado en alguien más?

Casi.

—Sí, tienes razón —murmuró Hyunjin, tan desolado que casi sentí pena por él.

Desvió la vista del chico Lee, cortando así mi visión de él a través de sus pensamientos.

No iba a tolerar algo así.

Me volteé lo suficiente para yo mismo poder leer su rostro, por primera vez luego de más de un mes. Era un alivio permitirme hacer esto, imaginé que así se sentiría poner un trozo de hielo sobre un moretón. Un cese abrupto del dolor.

Sus ojos estaban cerrados y sus manos sostenían delicadamente su rostro. Sus hombros no estaban relajados. Apenas movió su cabeza, como queriendo borrar un recuerdo no grato de su mente.

Frustrante. Fascinante.

El Prof. Park lo sacó de sus cavilaciones y sus ojos se abrieron lentamente. Me miró directamente, quizá percibiendo mi mirada. Me miró directo a los ojos con esa expresión perpleja que me ha perseguido desde hace tiempo.

No sentí remordimiento, o culpa o ira en ese segundo. Sabía que esas emociones regresarían y pronto, pero en ese preciso momento, me sentía sumamente nervioso. Como si hubiera triunfado, en vez de perdido.

No apartó la vista, aunque me le quedé mirando con una intensidad inapropiada, intentando en vano leer sus pensamientos a través de sus ojos marrón líquido. Estaban llenos de preguntas en lugar de respuestas.

Podía ver el reflejo de mis propios ojos, negros de sed. Hacía poco más de dos semanas desde mi último viaje de cacería; este no era el día más seguro. Pero la oscuridad parecía no asustarlo. Todavía me miraba, y un dulce, suave y devastador tono rosado comenzó a pintar su rostro.

“¿Qué estás pensando?”

Casi hago la pregunta en voz alta, pero en ese momento el Prof. Park me llamó, busqué la respuesta en su mente, mientras le miraba brevemente absorbiendo un rápido respiro.

—El ciclo de Krebs.

La sed se intensificó en mi garganta, ensanchando mis músculos y llenando mi boca con veneno y cerré mis ojos, tratando de concentrarme en algo más que el deseo por su sangre que bramaba dentro de mí.

El monstruo era más fuerte que antes, se regocijaba y le apostaba al futuro que todavía le daba un 50% de probabilidades de ganar.

La tercera opción de futuro que había tratado de construir se había colapsado, destruido, mayoritariamente, por los celos, mientras la bestia en mí estaba más cerca de anotar una victoria.

El remordimiento y la culpa me quemaban junto con mi sed y aunque no tengo la habilidad de producir lágrimas, sé que mis ojos se habrían llenado de ellas ahora.

¿Qué había hecho?

Conociendo que la batalla ya estaba perdida, no existía una sola razón para resistir lo que realmente quería; volví a ver al chico Lee.

Había ladeado la cabeza, evitando mi mirada, pero pude entrever que sus mejillas ahora eran color carmesí.

Al monstruo le gustó eso.

Taeyong no vio mi mirada de nuevo, pero jugaba nerviosamente con un mechón de su cabello entre sus dedos. Sus delicados dedos, su delicada muñeca, eran tan frágiles, que parecía que solo un suspiro mío podría romperlo.

No, no, no. No podía hacer algo así. Era demasiado delicado, tan bueno, tan precioso como para merecer eso. No podía permitir que mi vida colisionara contra su vida y la destruyera.

Pero tampoco podía estar lejos. Sicheng tenía razón.

El monstruo silbó con frustración mientras peleaba conmigo mismo.

Mi breve hora con Taeyong pasó tan rápidamente, mientras seguía vacilando entre mis posibilidades. La campana sonó y Taeyong comenzó a recoger sus cosas sin mirarme. Esto me decepcionó, pero no podía esperar otra cosa. La manera en como lo traté luego del accidente, era inexcusable.

—Taeyong —le dije incapaz de detenerme. Mi fuerza de voluntad, yacía hecha pedazos.

Taeyong resopló antes de mirarme; cuando se volvió, su expresión era vigilante, desconfiada.

Me recordé que él tenía todo el derecho de no confiar en mí. No debía hacerlo.

Esperó a que yo continuara, pero yo solo lo veía, leyendo su rostro. Expulsé pequeñas bocanadas de aire, combatiendo mi sed.

—¿Qué? —dijo finalmente con dureza que teñía el borde de su voz—. ¿Me vuelves a dirigir la palabra?

No estaba seguro de cómo contestarle ¿Le estaba hablando de nuevo en la manera que Taeyong se refería?

No. No, si podía evitarlo. Y debería evitarlo.

—No, no realmente —le respondí.

Taeyong cerró sus ojos, lo cual hizo las cosas más difíciles. Eso cortaba con mi único acceso a sus sentimientos. Respiró larga y tendidamente sin abrir sus ojos y habló—: ¿Entonces qué quieres, YoonOh?

Esta no era una manera humanamente normal de conversar. ¿Por qué lo hacía?

¿Pero cómo responderle?

Decidí que con la verdad. Sería lo más sincero que podía con él. Sabía que no merecía su confianza. Pero haría lo posible por ganármela.

—Lo siento —esto era más sincero de lo que Taeyong podía imaginar. Desafortunadamente, sólo podía ofrecerle una disculpa trivial—. He sido grosero, lo sé, pero es mejor de esta manera.

Sus ojos se abrieron con expresión cautelosa.

—No sé a qué te refieres.

Traté de esforzarme por ser cauteloso.

—Es mejor si no somos amigos —Taeyong podría entenderme. Él era brillante—.

Confía en mí.

Sus ojos se cerraron un poco y recordé cómo había usado esas mismas palabras justo antes de romper con mi promesa de contarle la verdad, escuché como sus dientes se juntaron con un clic, Taeyong también lo recordó.

—Es una lástima que no lo descubrieras antes —me dijo con rabia—. Te podías haber ahorrado todo ese pesar.

Lo miré sorprendido. ¿Qué sabía Taeyong de mis pesares?

—¿Pesar? —le demandé—. ¿Por qué pesar?

—Por no dejar que esa estúpida furgoneta me hiciera puré —casi me gritó. Me congelé. Estaba atónito.

¿Cómo podía pensar algo así? Salvarle la vida ha sido la única cosa aceptable que he hecho por él desde que nos conocimos. La única cosa de la que no tenía vergüenza. La única cosa que había traído felicidad a mi existencia. He luchado por mantenerlo vivo desde el momento en que capturé su esencia. ¿Cómo podía dudar de mi único atributo bueno entre todo este desastre?

—¿Crees que me arrepiento de haberte salvado la vida?

—Sé que es así —replicó con brusquedad.

Su estimación de mis intenciones me dejó anonadado.

—No sabes nada.

¡Cuán confuso e incomprensible era la manera en cómo su mente trabajaba! No debía pensar como todos los demás humanos lo hacían. Era la única explicación para su silencio mental. Era completamente diferente.

Me volteó su rostro, rechinando sus dientes de nuevo. Sus mejillas estaban sonrojadas por la rabia. Recogió sus libros y los hizo una pila, acogiéndolos en sus brazos, y luego fue hacia la puerta sin siquiera mirarme.

Incluso, tan irritado como estaba, no podía dejar de sentirme un poco divertido con su comportamiento. No estaba completamente seguro de qué era lo que hacía que su exasperación lo hiciera parecer… simpático.

Caminó rígido sin mirar hacia dónde iba. Entonces su pie se enganchó con el puntal de la puerta, tropezó y todas sus cosas cayeron al suelo. En lugar de inclinarse a recogerlas, se quedó rígido, sin mirar abajo, como si no estuviese seguro de que valiera la pena recoger sus libros.

No había nadie ahí que me viera. Revoloteé a su lado y puse sus libros en orden antes que se diera cuenta.

Me miró un instante y se congeló. Le devolví sus libros asegurándome de que mi helada piel no lo tocara.

—Gracias —dijo severo.

—No hay de qué —repliqué. Mi voz seguía dura por la irritación, pero antes de que pudiera aclarar mi garganta e intentarlo de nuevo se fue directo a su siguiente clase.

Lo observé hasta que no pude ver su figura enojada.

La clase de francés fue difusa. La Prof. Kwon nunca cuestionó mi abstracción, ella sabía que mi francés era superior al de ella y nunca le fue importante, eso me dejaba libre para pensar.

Entonces, no podía ignorar al chico Lee. Era obvio. ¿Significaba que no tenía otra opción aparte de destruirlo? No podía ser el único futuro disponible. Tenía que existir otra opción, algún delicado balance. Seguí pensando.

No le puse mucha atención a Johnny hasta que la clase casi terminaba. Él tenía curiosidad, Johnny no era particularmente intuitivo acerca de los humores de los demás, pero podía ver el obvio cambio en mí. Se preguntaba qué había removido mi usual mirada implacable. Se preguntaba cuál era mi nueva expresión y finalmente decidió que lucía esperanzado.

¿Esperanzado? ¿Así lucía para los demás?

Reflexioné acerca de la idea de la esperanza mientras caminábamos hacia el Volvo. Preguntándome por qué debía sentirme esperanzado.

Pero no tuve tiempo suficiente para reflexionar. Sensitivo, como siempre, hacia los pensamientos acerca del chico Lee, el sonido del nombre de Taeyong en la cabeza de esos humanos que no debería ver como rivales, llamaron mi atención. Joshua y Daniel habían escuchado, con mucha satisfacción, acerca del rechazo de Hyunjin y estaban preparando sus movimientos.

Joshua ya estaba listo, posicionado contra la camioneta de Taeyong, así no podía evitarlo. La clase de Daniel se había retrasado al recibir un trabajo y estaba desesperado por correr tras Taeyong antes que se fuera.

Eso tenía que verlo.

—Espera por los demás aquí, ¿Sí? —murmuré a Johnny. Me miró sospechoso, y finalmente asintió.

«El chico perdió la maldita cabeza», pensó divertido por mi poca usual petición.

Observé a Taeyong salir del gimnasio y esperé donde no pudiera verme. Mientras se acercaba a la emboscada de Joshua, caminé un poco rápido, para poder pasar cerca de ellos en el momento justo.

Miré su cuerpo tensarse cuando vio al chico esperándolo. Se congeló por un momento y luego se relajó para seguir caminando.

—Hola Joshua —escuché llamarlo en tono amigable.

Estaba abrupta e inexplicablemente ansioso. ¿Y si este desgarbado adolescente, con su sucia piel, le complacía? Quizá su amabilidad anterior no fue enteramente desinteresada.

Joshua tragó saliva ruidosamente, su manzana de Adán subía y bajaba.

—Hola, Taeyong.

Taeyong parecía no notar su nerviosismo.

—¿Qué tal? —preguntó al tiempo que abría la puerta de su camioneta, sin mirar la expresión aterrorizada de Joshua.

—Me preguntaba si… ¿vendrías al baile de primavera conmigo? —su voz se quebró. Taeyong finalmente levantó la mirada. ¿Estaba contrariado o agradecido? Joshua no podía verle los ojos así que no podía ver su rostro en su mente.

—Pensé que yo debía elegir —le contestó sonando frustrado.

—Sí, bueno —coincidió con Taeyong, parecía desdichado.

Este lastimoso chico no me molestaba tanto como Hyunjin, pero tampoco sentía simpatía por él, después de que Taeyong le contestara amistosamente.

—Gracias por invitarme, pero estaré en Seattle ese sábado.

Aunque él ya había escuchado esa excusa, aun así, fue decepcionante.

—Ah —apenas siendo capaz de subir los ojos al nivel de la nariz de Taeyong—. Bueno, tal vez la próxima vez.

—Claro —respondió. Luego se mordió el labio, como si no quisiera dejar ese hueco de esperanza. Eso me gustó.

Joshua caminó lejos, totalmente desdichado, directamente hacia la dirección opuesta de donde estaba su auto, su único escape.

Caminé junto a Taeyong en ese momento y escuché su suspiro de alivio. Me reí antes de poder contenerme.

Taeyong giró cuando me escuchó, pero yo seguí derecho, apretando mis labios duramente.

Daniel estaba detrás de mí, casi corría para alcanzarlo antes de que se fuera. Él era más seguro de sí mismo que los otros dos; sólo había esperado hasta ahora para aproximarse a Taeyong, porque respetaba a Hyunjin.

Quería que lo alcanzara por dos razones. Si, como empezaba a sospechar, toda esta atención empezaba a molestar a Taeyong, quería disfrutar ver su reacción. Pero si no, y la invitación de Daniel era la que esperaba, también quería saberlo.

Medí a Kang Daniel como mi rival, sabiendo que era incorrecto. Sólo era un tedioso chico promedio sin importancia para mí, pero ¿Qué sabía yo de las preferencias de Taeyong? Tal vez le gustaban los chicos promedio.

Hice una mueca de dolor ante ese pensamiento. Yo nunca podría ser un chico promedio. Qué estúpido era ponerme como candidato de sus afectos. ¿Cómo podría importarle alguien que era, nada menos que, el villano de la historia?

Taeyong era demasiado bueno para el villano.

Debería dejar que se fuera. Pero mi inexcusable curiosidad me retuvo de hacer lo correcto. De nuevo. ¿Y si Daniel perdía su oportunidad, sólo para llamarlo luego cuando yo no tendría oportunidad de saber cómo terminaba el asunto? Empujé mi Volvo fuera del estacionamiento, bloqueándole la salida.

Johnny y los otros venían de camino, él les explicó mi extraño comportamiento, y venían despacio, mirándome y tratando de percibir que era lo que estaba haciendo.

Vi al chico Lee en el espejo retrovisor. Taeyong sólo miró mi auto sin encontrar mi mirada, como deseando conducir un tanque en vez de un viejo Chevy.

Daniel corrió hacia su carro y esperó en línea detrás de Taeyong, agradecido con mi inexplicable comportamiento. Lo saludó, pero pareció no notarlo. Esperó un momento y luego dejó su auto para abordar la ventana del pasajero del auto de Taeyong. Tocó el vidrio con sus dedos.

Taeyong se sobresaltó y le miró con confusión. Luego de un segundo, bajó la ventanilla manualmente, parecía que le costaba un poco.

—Lo siento Daniel —su voz parecía irritada—. El auto de Jung-Collett me tiene atrapado —dijo mi apellido con voz dura.

—Oh, lo sé —continuó sin inmutarse por su mal humor—. Sólo quiero preguntarte algo mientras estamos aquí.

Su sonrisa era engreída...

Fue gratificante el modo en que Taeyong palideció ante su obvio intento.

—¿Me vas a pedir que te acompañe al baile de primavera? —dijo sin ningún rastro de duda en su mente—. No voy a estar en el pueblo, Daniel —todavía con el tono de irritación.

—Sí, eso me dijo Hyunjin.

—Entonces, ¿por qué...? —empezó a preguntar. Daniel se encogió de hombros.

—Tenía la esperanza de que fuera una forma de suavizarle el rechazo.

Los ojos de Taeyong se congelaron.

—Lo siento, Daniel— aunque no lo parecía—. Pero en serio no voy a estar. Siendo su práctica usual el poner sus necesidades por debajo de los demás, estaba un poco sorprendido de su resolución de acero cuando se trataba de este baile. ¿De dónde venía eso?

Él aceptó su excusa, con su autoestima intacta.

—Está bien. Aún nos queda el baile de fin de año.

Entonces se devolvió a su auto. Tuve razón en quedarme.

La terrible expresión de su rostro no tenía precio. Me dijo lo que yo tan desesperadamente necesitaba saber, que no tenía sentimientos por ninguno de esos humanos que deseaban cortejarlo.

Además, su expresión era una de las cosas más graciosas que posiblemente he visto.

Cuando mi familia llegó, estaban confusos por el hecho que yo estaba riendo sinceramente en lugar de mirar con cara de asesino a cualquiera que se me acercara.

«¿Qué es tan divertido?» Quería saber Johnny.

Ladeé mi cabeza al tiempo que Taeyong revivía su ruidoso motor con rabia. Se veía como si quería ese tanque de nuevo.

—¡Vámonos! —siseó Jaemin impaciente—. Deja de comportarte como un idiota. Si es que puedes.

Sus palabras no me molestaron, estaba demasiado entretenido, pero hice lo que me pidió.

Ninguno me habló camino a casa. Yo seguía riendo al revivir cada segundo, cada expresión en el rostro de Taeyong.

Mientras salía de la carretera, aún más veloz gracias a la ausencia de testigos, Sicheng arruinó mi humor.

—¿Ya puedo hablar con Taeyong? —preguntó de repente.

—No —dije en un chasquido.

—¡No es justo! ¿Qué estoy esperando?

—No he decidido nada, Sicheng.

—¡Como sea, YoonOh!

En su cabeza los dos futuros de Taeyong estaban claros de nuevo.

—¿Cuál es el punto de conocerlo? —Murmuré de repente—. ¿Si simplemente voy a matarlo?

Sicheng vaciló un segundo.

—Tienes razón —admitió.

Tomé el último sendero a ciento sesenta kilómetros por hora y luego me detuve a un centímetro de la puerta del garaje.

—Disfruta tu carrera —me dijo Jaemin con aire satisfecho, al momento de salir del auto.

Pero no iría a correr. En vez de eso iría a cazar.

Los otros lo tenían planeado para mañana, pero no podía dejar crecer mi sed ahora. Me sobrepasé, bebiendo más de lo necesario, hastiándome de nuevo, un pequeño grupo de alces y un oso negro, fui afortunado en tropezarme con él a pesar de la época del año. Estaba tan lleno que era incómodo. ¿Por qué no era suficiente?

¿Por qué su esencia era más fuerte que cualquier otra cosa?

Y no solo su esencia, todo lo demás que lo había marcado para su desastre. Taeyong había estado en Forks por pocas semanas y ya había estado a centímetros de dos finales violentos. Todo lo que sabía era que en este preciso momento Taeyong podría estar navegando hacia el camino de otra sentencia de muerte. ¿Qué sería esta vez?

¿Un meteorito atravesando su techo y estrellándose contra él en su cama?

Ya no podía cazar más y el sol no saldría dentro de muchas, muchas horas. Ahora que se me había ocurrido la idea del meteorito y todos sus posibles aliados, fue imposible ignorarlo. Traté de ser racional, considerando todas las posibilidades de todos los desastres que podría imaginar, pero eso no ayudó. ¿Cuáles eran las posibilidades, después de todo, de que un chico viniera a vivir a un pueblo con un decente porcentaje de vampiros con una residencia permanente? ¿Cuáles serían las posibilidades de que uno de ellos lo encontrara tan perfectamente atractivo?

¿Qué pasaría si algo le ocurriera durante la noche? ¿Qué pasaría si fuera a la escuela mañana con todos mis sentidos y sentimientos concentrados en el espacio donde Taeyong debiera estar y su asiento se encontraba vacío?

Abruptamente, tomar ese riesgo me pareció inaceptable.

La única manera de estar seguro de que Taeyong estaba a salvo era si había alguien esperando para atrapar el meteorito antes de que pudiera tocarlo. El nerviosismo se apoderó de mí nuevamente cuando me di cuenta de que lo iba a ir a buscar.

Era pasada la medianoche y la casa de Taeyong estaba en silencio y a oscuras. Su camioneta estaba estacionada cerca de la curva, la patrulla de policía de su padre en la calle. No existían pensamientos conscientes en los alrededores. Observé la casa resguardada en la oscuridad del bosque que la rodeaba por el este.

No había señal de ningún peligro… aparte de mí mismo.

Escuché y capté el sonido de dos personas respirando dentro de la casa, dos latidos de corazón acompasados. Así que todo debía estar bien. Me recosté contra el tronco de un joven árbol de cicuta y me acomodé para esperar meteoritos directos.

El problema con esperar es que liberaba mi mente a todo tipo de especulaciones. Obviamente el meteorito era solo una metáfora para todas las cosas improbables que podrían salir mal. Pero no todo peligro atravesaría el cielo con un brillante chorro de fuego. Podría pensar en muchas cosas que llegarían sin aviso, peligros que podrían entrar a la oscura casa silenciosamente, quizá ya estaba ahí dentro.

Estas eran preocupaciones ridículas. Esta calle no tenía una tubería de gas natural así que una fuga de monóxido era improbable. Dudaba que usaran carbón frecuentemente. La Península de Olympic tenía muy poca vida silvestre peligrosa. Cualquier cosa grande podría oírla ahora. No había serpientes venenosas, escorpiones o ciempiés y solo había pocas arañas, ninguna de ellas letal para un adulto saludable y era poco probable encontrarlas dentro de casa, de todos modos. Ridículo. Lo sabía. Sabía que estaba siendo irracional.

Pero me sentía ansioso, intranquilo. No podía empujar las oscuras imágenes de mi mente. Si solo pudiera verlo…

En solo medio segundo, crucé el porche y escalé por un lado de la casa. Esta ventana de arriba seguro era una habitación, probablemente la principal. Quizá debí haber comenzado por detrás. Menos sospechoso de ese lado. Balanceándome debajo de la ventana con una mano, miré a través del vidrio y mi respiración se detuvo.

Era su habitación. Podía verlo en la pequeña cama individual, su edredón en el suelo y sus sábanas enredadas en sus piernas. Estaba perfectamente bien, por supuesto, como ya sabía la parte racional de mí. A salvo… pero no tranquilo. Mientras veía, Taeyong se retorció sin descanso y lanzó uno de sus brazos sobre su cabeza. No dormía ruidosamente, al menos no esta noche. ¿Podía sentir el peligro cerca?

Sentía repulsión por mí mismo mientras lo veía darse la vuelta de nuevo.

¿Acaso era mejor que algún enfermo acosador? No era mejor que esos. Era mucho, mucho peor.

Relajé las yemas de mis dedos, listo para irme. Pero primero me permití mirarlo por un largo rato.

No era pacífico. Tenía un pequeño surco entre las cejas y una mueca triste en sus labios, los cuales temblaron y se apartaron.

—Está bien mamá —murmuró. Taeyong hablaba en sueños.

Mi curiosidad chispeó destruyendo mi autocontrol. Había tratado de oírlo antes y había fallado. El atractivo de esos pensamientos hablados inconscientemente y desprotegidos fueron imposibles de ignorar.

¿Qué significaban las reglas humanas para mí? ¿Cuántas no ignoraba diariamente?

Pensé en la multitud de documentos ilegales que necesitaba mi familia para vivir como lo hacía. Nombres falsos e historias falsas, licencias de conducir que nos permitían inscribirnos en escuelas y credenciales médicas que le permitían a Kun trabajar como doctor. Papeles que permitían a nuestro grupo de casi idénticas edades adultas comprensivamente ser una familia. Ninguno sería necesario si no necesitáramos pasar pequeños periodos de tiempo de permanencia, si no prefiriéramos tener un hogar.

Luego estaba, por supuesto, el modo en que costeábamos nuestra vida. Las leyes de intercambio no aplicaban a los psíquicos, pero ciertamente no era honesto lo que hacíamos y la transferencia de herencias de un nombre fabricado a otro tampoco era legal.

Y luego estaban todos los asesinatos.

No nos lo tomábamos a la ligera, pero obviamente ninguno de nosotros había sido castigado por cortes humanas por nuestros crímenes. Los cubríamos, también otro crimen.

Entonces, ¿Por qué me sentía tan culpable por un pequeño delito menor? Las leyes humanas nunca han aplicado para mí y esta era de lejos mi primera aventura de allanamiento.

Sabía que podía hacer esto con seguridad. El monstruo estaba descansado pero encadenado.

Mantendría una distancia segura. No lo lastimaría. Nunca sabría que estuve aquí. Sólo quería estar seguro de que estaba a salvo.

Todo era racionalización, discusiones demoníacas del demonio en mi hombro izquierdo. Lo sabía, pero no tenía un ángel en mi hombro derecho. Me iba a comportar como la criatura nocturna que era.

Traté con la ventana, no tenía seguro, pero estaba trabada por el desuso. Tomé un largo respiro, el último por todo el tiempo que estuviese cerca, y deslicé suavemente el vidrio, encogiéndome ante cualquier sonido del marco de metal. Finalmente estaba lo suficientemente abierta como para entrar.

—Mamá, espera—murmuró—. Scottsdale Road es más rápida…

Su habitación era pequeña, desorganizada pero limpia. Tenía libros apilados a un lado de su cama, no podía ver sus títulos, sus discos dispersos lejos de su barato reproductor, lo de arriba solo era un joyero vacío. Papeles apilados rodeaban la computadora que parecía como si perteneciera a un museo dedicado a tecnologías obsoletas. Sus zapatos estaban sobre el piso de madera.

Tenía muchas ganas de ir a leer los títulos de los libros y discos, pero estaba determinado a no tomar más riesgos. En lugar de eso me senté en una vieja silla en la esquina más alejada. Mi ansiedad se apaciguó, los oscuros pensamientos se aplacaron y mi mente estaba clara.

¿En serio alguna vez creí que tenía una belleza promedio? Pensé en ese primer día y mi disgusto con los chicos que inmediatamente estaban fascinados con Taeyong. Pero cuando recordaba su rostro a través de sus memorias, no podía entender cómo no lo había encontrado hermoso inmediatamente. Era algo obvio.

Ahora mismo, con su cabello oscuro cayéndole por su pálido rostro, usando una camiseta llena de agujeros y pequeños pantalones, sus rasgos se relajaron en la inconsciencia y sus hermosos labios ligeramente abiertos, me robó el aliento. O lo hubiera hecho, pensé, si estuviera respirando.

No habló. Quizás su sueño había terminado.

Lo miré fijamente y traté de pensar en alguna manera de hacer el futuro soportable.

Herirlo no era una opción. ¿Acaso mi única opción solamente podía ser intentar dejarlo otra vez?

Los demás no podrían discutir conmigo. Mi ausencia no pondría a nadie en peligro. No habría sospechas, nada que vinculara al accidente de nuevo.

Lo dudé tal como lo hice esta tarde y nada parecía posible.

Una pequeña araña se arrastró por el borde de la puerta del closet, por su tamaño, era un pequeño macho joven. Una vez considerado peligroso aunque estudios científicos recientes han demostrado que su veneno es inofensivo para los humanos. Sin embargo, su mordedura era dolorosa, la atrapé con un dedo y la aplasté silenciosamente.

Quizá debí dejar tranquila a la criatura pero el pensamiento de cualquier cosa que lo lastimara era intolerable.

Y de pronto, todos mis pensamientos también eran intolerables.

Porque podría matar todas las arañas en su casa, pero no había maniobra que pudiera convertirme en otra cosa que lo que ya era. Miré mi mano blanca y dura como piedra, tan grotescamente inhumana y me desesperé.

No podía esperar rivalizar con ningún chico humano, no importaba si esos chicos le llamaban la atención o no. Yo era el villano, la pesadilla. ¿Cómo me podría ver Taeyong de una manera diferente? Si supiera la verdad sobre mí, le daría miedo y me repudiaría. Como la víctima en una película de terror, Taeyong correría lejos gritando de terror.

Lo recordé el primer día en Biología… y supe que esa era la reacción correcta que tendría

Era estúpido imaginar que si lo hubiera invitado al estúpido baile, Taeyong cambiaría sus precipitados planes y me acompañaría felizmente.

Yo no era el elegido para ser quien Taeyong dijera sí. Sería alguien más, alguien humano y cálido. No podía permitirme, algún día cuando Taeyong otorgara ese sí, cazarlo y matarlo, porque Taeyong lo merecía, quienquiera que fuese. Taeyong merecía felicidad y amor con quien escogiera.

Le debía hacer lo correcto ahora. No podía seguir pretendiendo que podía estar solamente en peligro de enamorarme de este chico.

Después de todo, realmente no importaba si yo me iba, porque Taeyong jamás me vería de la manera en que yo deseaba. Nunca me vería como alguien digno de su amor.

¿Podía acaso un corazón congelado y muerto romperse? Sentía como si el mío lo estuviera.

—YoonOh —dijo Taeyong.

Me congelé, mirando fijamente sus ojos cerrados.

¿Se habría despertado? ¿Me había atrapado aquí? Parecía dormido, pero su voz había sido tan clara.

Suspiró suavemente y luego se movió lentamente hacia un lado, aún estaba dormido y soñando.

—YoonOh —murmuró suavemente. Estaba soñando conmigo.

¿Podía acaso un corazón congelado y muerto volver a latir? Sentía como si el mío estaba a punto de hacerlo.

—Quédate —dijo—. Por favor… no te vayas.

Soñaba conmigo y ni siquiera era una pesadilla. Quería que me quedara con él en su sueño.

Me devané los sesos en busca del nombre correcto al torrente de emociones que me embargaba, pero no conocía palabras tan fuertes que pudieran sostenerlas. Por un largo momento, me ahogué en ellas.

Cuando salí a la superficie, no era el mismo hombre que siempre había sido. Mi vida había sido una medianoche interminable y sin cambios. Había sido, por necesidad para mí, siempre medianoche. ¿Así que, cómo era posible que el sol saliera justo en medio de mi medianoche?

En el momento en que me convertí en vampiro, cambiando mi alma y mi mortalidad por inmortalidad a través de una transformación dolorosa, finalmente me congelé de verdad. Mi cuerpo había cambiado a algo más parecido a la roca que la carne, endurecida y sin cambios. Yo mismo me había congelado. Mi personalidad, lo que me agradaba y lo que no, mis modos y mis deseos, todos se habían congelado.

Era lo mismo para los demás. Todos estábamos congelados. Piedras vivientes. Cuando un cambio nos llegaba, era algo raro y permanente. Lo vi pasar con

Kun y una década después con Jaemin. El amor los había cambiado de manera eterna. De una manera que nunca se desvanecería. Más de ocho décadas habían pasado desde que Kun encontró a Ten y todavía se miraban con la incrédula mirada del primer amor. Siempre había sido así para ellos.

Siempre sería así para mí ahora, también. Siempre amaría a este frágil chico humano, por el resto de mi ilimitada existencia.

Miré fijamente a su rostro inconsciente, sintiendo este amor por él en cada porción de mi cuerpo de piedra.

Taeyong dormía un poco más tranquilo que antes, con una pequeña sonrisa en sus labios.

Comencé a conspirar.

Lo amaba y podía tratar de ser lo suficientemente fuerte para dejarlo. Pero sabía que no era tan fuerte. Podía trabajar en ello. Pero tal vez si era lo suficientemente fuerte para encaminar el futuro hacia otra dirección.

Sicheng había divisado dos futuros para Taeyong, ahora entendía ambos. Amarlo no me impediría matarlo, si me permitiría cometer errores.

Aún así, ahora mismo no podía sentir al monstruo en mí, no lo encontraba en ningún lado. Quizás el amor lo había silenciado para siempre. Si lo mataba ahora, no sería intencional, sólo un terrible accidente.

Ahora tenía que ser extraordinariamente cauteloso. No podía nunca, nunca permitirme bajar la guardia. Tendría que controlar cada respiración. Tendría que mantener siempre una distancia considerable.

No podía cometer errores.

Finalmente entendí ese segundo futuro. Estaba desconcertado con esa visión,

¿Qué había pasado que había convertido a Taeyong en un prisionero de esta media vida inmortal? Ahora, devastadoramente cómo era para el chico Lee, podía entender como tal vez, con un imperdonable egoísmo, le pediría a mi padre ese favor. Pedirle que le quitara la vida y su alma, solo para tenerlo conmigo para siempre.

Taeyong merecía algo mejor.

Pero vi otro futuro, una pequeña línea por la cual podría caminar sin perder el equilibrio.

¿Podría estar con Taeyong y dejarlo como humano?

Deliberadamente, dejé que mi cuerpo se congelara en una quietud de piedra, congelado en su lugar, y tomé aire profundamente. Otra, luego otra, dejando que su esencia me rasgara como fuego salvaje. El cuarto estaba lleno con su perfume; su fragancia estaba impresa en cada superficie. Mi mente nadó en el dolor, pero luché.

Tenía que acostumbrarme a esto, si pretendía intentar cualquier clase de proximidad regular con Taeyong. Tomé otra respiración de ese fuego abrasador.

Lo observé dormir hasta que el sol se asomó por las nubes del este.

Conspirando y respirando.

Llegué a casa justo después que los otros se fueran a clases. Me cambié rápidamente, evadiendo las preguntas que tenía Ten en la mirada. Ten vio la febril luz en mi rostro y se sintió preocupado y aliviado al mismo tiempo. Mi larga melancolía siempre lo había atormentado y ahora estaba feliz al ver que aparentemente la había superado.

Corrí hacia el colegio y llegué sólo segundo antes de que mis hermanos lo hicieran, ninguno se volteó a ver, al menos Sicheng debía saber que estaría ahí, escondido entre el bosque que rodeaba el estacionamiento. Esperé a que nadie me viera y caminé casualmente entre los árboles y los carros estacionados.

Escuché la camioneta de Taeyong a una cuadra de distancia y me detuve tras una Suburban desde donde podía ver, pero no ser visto.

Al entrar al estacionamiento miró hacia mi Volvo por un momento largo antes de estacionarse en uno de los espacios más alejados, todavía con el ceño fruncido.

Era extraño recordar que Taeyong probablemente estaría todavía enojado conmigo, con toda razón.

Quería reírme de mí mismo, o patearme. ¿Todas mis conspiraciones serían un desastre si Taeyong no se interesaba en absoluto por mí también, no es cierto? Su sueño podía ser algo totalmente al azar. Había sido un estúpido arrogante.

Aunque era mejor para Taeyong si no se interesaba por mí. Eso no me evitaría persuadirlo, intentarlo. Pero escucharía su no. Se lo debía. Le debía más. Le debía la verdad que no estaba permitido darle. Entonces le daría toda la verdad que pudiera. Trataría de advertirle y cuando Taeyong comprobara que no sería nunca al que él diría que sí, me iría.

Caminé silenciosamente, preguntándome cómo sería la mejor manera de acercarme.

Taeyong me lo hizo fácil. Las llaves de su camioneta resbalaron de sus dedos y cayeron en un profundo charco.

Se agachó a recogerlas, pero yo lo hice primero, recogiéndolas antes de que él pusiera sus manos en el agua congelada.

Me incliné contra su camioneta, mientras se enderezaba.

—¿Cómo haces eso? —demandó. Sí, estaba enfadado aún.

Le alcancé las llaves.

—¿Hacer qué? —Taeyong acercó su mano y yo dejé caer las llaves en su palma.

Inspiré el delicioso aire cargado con su esencia.

—Aparecer de la nada —aclaró.

—Taeyong, no es culpa mía que seas excepcionalmente despistado —mis palabras sonaron socarronas, casi como una broma. ¿Existía algo que Taeyong no viera?

¿Escucharía como mi voz envolvía su nombre en una caricia?

Me miró sin apreciar mi humor. Su corazón se aceleró, ¿Por enojo, por miedo?

Después de un instante, bajó la mirada.

—¿Por qué me cortaste el camino ayer? —preguntó sin mirarme—. Se suponía que fingías que yo no existía, no que me irritarás hasta la muerte.

Seguía muy enojado. Tendría que esforzarme por arreglar las cosas. Recordé mi política de ser sincero con él…

—Eso era por el bien de Daniel, tenía que darle su oportunidad —luego me reí. No pude evitarlo, solo podía recordar su expresión ayer. Concentrándome tanto por mantenerlo a salvo, en controlar mi respuesta física hacia él, me dejaba pocos recursos para controlar mis emociones.

—Tú… —comenzó, pero luego se calló, aparentemente demasiado furioso para continuar. Y ahí estaba, esa misma expresión. Me tragué una risa. Ya estaba lo suficientemente enojado.

—No estoy fingiendo que no existas —terminé. Era agradable mantener esa conversación casual. No quería asustarlo más. Tenía que ocultar lo profundo de mis sentimientos, mantenerlas cosas ligeras.

—¿Entonces, quieres matarme de rabia dado que la furgoneta de Daniel no lo consiguió? —un rápido pulso de enojo me embargó. ¿Cómo podía honestamente creer algo así?

Era algo irracional ser tan afrontado. No sabía Taeyong el esfuerzo que hacía para mantenerlo vivo, no sabía que habría peleado con mi familia por él, no sabía de mi transformación en la noche pasada. Pero también estaba molesto. Con las emociones descontroladas.

—Taeyong, eres totalmente absurdo —le solté.

Se sonrojó y se dio la vuelta. Caminando hacia el colegio. Remordimiento. Mi molestia era injusta.

—Espera —le rogué.

No se detuvo, entonces lo seguí.

—Lo siento. He sido descortés. No estoy diciendo que no sea cierto —era absurdo imaginar que yo quería verlo herido de alguna manera—. Pero, de todos modos, no ha sido de buena educación.

—¿Por qué no me dejas en paz?

¿Sería este mi no? ¿Era eso lo que Taeyong quería? ¿Mi nombre en sus sueños era realmente sin importancia?

Recordé perfectamente el tono de su voz, la expresión de su rostro mientras me pedía que me quedara.

Pero si ahora decía que no… entonces, eso sería todo. Sabía lo que tendría que hacer.

“Tómalo con calma”, me recordé. Esta podría ser la última vez que lo vería. Si ese era el caso, tenía que dejarlo con el recuerdo correcto. Así que interpretaría al chico humano normal. Más importante aún, le daría una opción y luego aceptaría su respuesta.

—Quería preguntarte algo, pero me desviaste el tema —una grandiosa idea se me acababa de ocurrir, me reí.

—¿Tienes un trastorno de personalidad múltiple? —me preguntó.

Tal vez sí, mis sentimientos eran erráticos, tenía tantos sentimientos nuevos.

—Lo estás haciendo de nuevo —apunté. Taeyong suspiró

—Bien, entonces, ¿Qué me querías preguntar?

—Me preguntaba si el sábado de la próxima semana —vi su cara en shock y ahogué otra risa—. Ya sabes, el día del baile de primavera...

Me callé. Finalmente sus ojos volvieron a mí.

—¿Intentas ser gracioso?

—Por favor, ¿Me permitirías terminar? —esperó en silencio mientras se mordía su suave labio inferior.

Ese pequeño gesto me distrajo un segundo. Extrañas sensaciones ajenas se apoderaron de lo más profundo de mi olvidada humanidad. Traté de sacudirlas para poder interpretar mi papel.

—Te he escuchado decir que vas a ir a Seattle ese día y me preguntaba si querrías dar un paseo —me ofrecí. Me di cuenta de que, en vez de cuestionarlo con sus planes, los compartiría si Taeyong decía que sí.

Me miró en blanco.

—¿Qué?

—¿Quieres dar un paseo hasta Seattle?

Sólo en un auto con él, mi garganta se quemaba ante el pensamiento, respiré fuerte. Acostúmbrate.

—¿Con quién? —preguntó desconcertado.

—Conmigo, obviamente —dije lentamente.

—¿Por qué?

Tan increíble era que yo quisiera su compañía. Taeyong realmente había visto lo peor de mí en mi comportamiento anterior.

—Bueno —le dije lo más casualmente que pude—. Planeaba ir a Seattle en las próximas semanas y, para ser honesto, no estoy seguro de que tu monovolumen lo pueda conseguir. —Era más fácil sonar chistoso, que tratar de ser serio junto a Taeyong.

—Mi camioneta anda perfectamente, muchísimas gracias por tu preocupación —dijo con el mismo tono sorprendido. Empezó a caminar de nuevo. Mantuve su paso.

No fue un rechazo explícito, pero estuvo cerca. ¿Estaba siendo educado?

—¿Puede llegar gastando un solo tanque de gasolina?

—No veo que sea de tu incumbencia —murmuró.

Su corazón volvía a latir con rapidez, su respiración se hacía más rápida. Creí que la broma lo habría aliviado pero quizá lo estaba asustando de nuevo.

—El despilfarro de recursos limitados es asunto de todos —mi respuesta sonaba normal y casual para mí pero no podía saber si había sonado igual para Taeyong. Su mente silenciosa me dejaba siempre conjeturando.

—De verdad, YoonOh, no te entiendo. Creía que no querías que fuésemos amigos.

Una emoción me estremeció cuando dijo mi nombre y estaba de vuelta en su habitación, oyéndole llamarme, queriendo que me quedara. Desee poder vivir en ese momento para siempre.

Pero en este momento, solo la honestidad era aceptable.

—Dije que sería mejor que no lo fuéramos, no que no lo deseara.

—Vaya, gracias, eso lo aclara todo —dijo sarcásticamente.

Se detuvo, cerca del tejado de la cafetería y me miró de nuevo. Su corazón casi explotaba. ¿Tenía miedo o furia?

Escogí mis palabras cuidadosamente. Taeyong necesitaba ver. Que entendiera que le convenía, por el mejor de sus intereses, el pedirme que me fuera.

—Sería más... prudente para ti que no fueras mi amigo —mirando el chocolate derretido en las profundidades de su mirada. Perdí completamente mi calma—. Pero me he cansado de alejarme de ti, Taeyong.

Las palabras sonaron como si me quemaran mientras salían de mi boca.

Su respiración se detuvo y en el segundo que tardó en restaurarla me aterré.

¿Realmente lo asustaba, no?

Mucho mejor. Recibiría mi no y trataría de soportarlo.

—¿Me acompañarás a Seattle? —demandé y punto. Taeyong asintió. Su corazón palpitaba ruidosamente.

Sí. Me dijo que sí.

Entonces, mi conciencia me golpeó violentamente. ¿Cuánto le costaría a Taeyong?

—Deberías alejarte de mí, de veras —le previne. ¿Me habría escuchado?

¿Escaparía del futuro con el que lo estaba amenazando? ¿Podría hacer algo para salvarlo de mí?

“Tómalo con calma”, me grité.

—Te veré en clase.

E instantáneamente recordé que no lo vería en clase. Taeyong dispersaba mis pensamientos fuertemente.

Me concentré en llevar un paso normal, en vez de salir volando.


˚✩ 。🌗˚ ✩


CAPÍTULO SEIS: GRUPO SANGUÍNEO

Lo seguí todo el día a través de los ojos de otras personas. Apenas consciente de mi propio alrededor.

Pero no por los ojos de Hwang Hyunjin porque no podía tolerar ver ninguna de sus ofensivas fantasías y no por los ojos de Choi Jinni porque su resentimiento hacia Taeyong era irritante. Yoo Karina era una buena elección cuando sus ojos estaban disponibles; era amable y su cabeza era un lugar pacífico y a veces los profesores eran los que ofrecían la mejor vista.

Estaba sorprendido, mirándolo tropezar a través del día, tropezando con las grietas de las aceras, cayéndosele sus libros y, muy seguido, tropezando con sus propios pies. De toda la gente que había conocido, Taeyong era el más torpe.

Considerando eso. Era verdad que él muy seguido tenía problemas para mantenerse de pie y recordé su tropiezo contra el escritorio el primer día, resbalando por el hielo antes del accidente, tambaleándose ayer contra el borde bajo del marco de la puerta. Qué raro, tenían razón. Taeyong era torpe.

No sabía por qué eso me resultaba tan gracioso, pero me reí en voz alta mientras caminaba de Historia a Francés y mucha gente me lanzó miradas extrañas; luego miraban hacia otro lado al encontrarse con mis dientes expuestos. ¿Como no había notado esto antes? Tal vez era porque había algo de gracia en su tranquilidad, la manera en la que sostenía la cabeza, el arco de su cuello...

No hubo nada de gracia en Taeyong en éste momento. El Prof. Hong vio cómo se quedaba atrapado su pie en la alfombra y literalmente cayó sentado en su silla.

Me reí de Taeyong.

El tiempo pasaba con increíble lentitud mientras yo esperaba mi oportunidad de verlo con mis propios ojos. Finalmente, la campana sonó. Corrí rápidamente a la cafetería para asegurar mi lugar. Fui uno de los primeros en llegar. Escogí la mesa que usualmente estaba vacía y que seguro permanecería de ese modo si yo me sentaba aquí.

Cuando mi familia entró y me vieron sentado solo en un nuevo lugar, no se sorprendieron. Sicheng debió advertirles.

Jaemin pasó a mi lado sin mirarme.

«Idiota».

Jaemin y yo nunca tuvimos una relación fácil, yo lo ofendí en el primer momento en que me oyó hablar y todo se fue colina abajo desde ese momento, pero parecía que estaba inclusive más molesto de lo usual en los pasados días. Suspiré. Jaemin hacía que todo fuera sobre él.

Yuta me dio una media sonrisa cuando pasó a mi lado.

«Buena suerte», pensó dudosamente.

Johnny puso los ojos en blanco y sacudió la cabeza.

«Perdió la razón, pobre chico».

Sicheng estaba radiante, sus dientes brillaban demasiado.

«¿Ya puedo hablarle a Taeyong?»

—Mantente fuera de esto —le dije en voz baja. Su rostro se cayó y luego sonrió de nuevo.

«De acuerdo. Cabeza dura. Es solo cuestión de tiempo». Suspiré de nuevo.

«No te olvides la actividad en el laboratorio de Biología hoy», me recordó. Asentí. Me molestó que el Prof. Park hubiese hecho estos planes.

Desperdicié tantas horas en Biología, sentándome allí mientras pretendía que Taeyong no existía; era dolorosamente irónico para mí que me perdería esa hora con él hoy.

Mientras esperaba que Taeyong llegara, lo seguí en los ojos del novato que estaba caminando detrás de Jinni en el trayecto a la cafetería. Jinni estaba parloteando acerca del baile que se acercaba pero Taeyong no dijo nada en respuesta. Tampoco era como si Jinni le hubiera dado la oportunidad de hacerlo.

En el momento en que Taeyong entró a la cafetería, sus ojos se posaron en la mesa donde estaban mis hermanos. Los miró por un momento y luego su frente se arrugó y sus ojos se dirigieron al piso. Taeyong aún no me había visto.

Se veía tan… triste. Sentí una poderosa urgencia de levantarme e ir a su lado, de consolarlo de alguna manera. Sólo que no tenía idea de que lo hacía sentir desconsolado. Jinni continúo chachareando acerca del baile. ¿Taeyong estaba triste porque se lo iba a perder? Eso no parecía probable.

Pero si eso fuera cierto… deseé poder ofrecerle esa opción. Imposible. La proximidad requerida para un baile sería demasiado peligrosa.

Taeyong compró sólo una bebida para su almuerzo ¿Eso estaba bien? ¿No necesitaba más nutrición? Nunca había prestado demasiada atención a la dieta humana antes.

¡Los humanos eran exasperadamente frágiles! Había como un millón de cosas de las cuales preocuparse.

—YoonOh Jung-Collett está mirándote de nuevo —escuché que dijo Jinni—. ¿Me pregunto por qué se sentará solo hoy?

Estaba agradecido con Jinni, aunque se veía más resentida ahora porque Taeyong había levantado la cara y sus ojos buscaron hasta encontrarme.

No había rastro de tristeza en su rostro ahora. Me dejé ilusionar con la idea de que había estado triste antes porque pensó que me había ido de la escuela temprano y esa esperanza me hizo sonreír.

Le indiqué con mi dedo que me acompañara. Se veía tan sorprendido por esto que quería burlarme de él de nuevo. Así que le guiñé un ojo y su boca se abrió.

—¿Se refiere a ti? —preguntó Jinni

—Posiblemente necesite ayuda con la tarea de Biología —dijo en una voz baja e insegura—. Uhm, iré a ver que necesita.

Esto era casi como otro sí.

Se tropezó dos veces en el camino a mi mesa, aunque no hubiera nada más en su camino que un perfecto suelo de linóleo. En serio ¿Cómo no había notado esto antes? Había estado prestando más atención a sus silenciosos pensamientos, supongo. ¿Qué más me había perdido?

Taeyong estaba casi cerca de mi nueva mesa. Traté de prepararme. “Mantenlo honesto, tómalo con calma”, me repetí a mí mismo.

Se detuvo detrás de la silla frente a mí, dudando. Tomé un respiro por mi nariz esta vez en lugar de mi boca.

“Siente el ardor”, pensé secamente.

—¿Por qué no te sientas conmigo hoy? —le pregunté.

Jaló la silla y se sentó mirándome mientras lo hacía. Se veía nervioso. Esperé que Taeyong hablara.

Tomó un momento y finalmente dijo—: Esto es diferente.

—Bueno…—vacile—. Decidí que como de todas maneras me voy a ir al infierno, debería de hacer lo que quisiera.

¿Qué me había hecho decir eso? Supongo que eso era honesto… al menos. Quizá hubiese oído la advertencia implícita en mis palabras. Tal vez se diera cuenta de que debía levantarse e irse lo más rápido posible.

No se levantó. Me miró fijamente esperando como si yo hubiera dejado mi oración a la mitad.

—¿Sabes que no tengo idea de lo que dices? —preguntó cuando no continué. Eso era un alivio. Sonreí.

—Lo sé.

Era difícil ignorar los pensamientos que provenían de su espalda y quería cambiar de tema de todas maneras.

—Creo que tus amigos están molestos conmigo por secuestrarte.

Esto no parecía importarle.

—Sobrevivirán.

—Tal vez no te quiera liberar —no me había dado cuenta si estaba intentando ser honesto o sólo trataba de molestarlo de nuevo. Estar cerca de Taeyong hacía difícil que mis pensamientos tuvieran sentido.

Taeyong tragó ruidosamente. Me reí de su expresión.

—Te ves preocupado.

Eso realmente no debería ser gracioso… debía preocuparse.

—No —sabía que esto debía ser una mentira. Su voz se quebró, traicionándolo—. Sorprendido, en realidad... ¿Por qué el cambio?

—Te lo dije —le recordé—. Estoy cansado de intentar alejarme de ti, así que me estoy rindiendo.

Sostuve mi sonrisa en su lugar para lograr un mejor efecto, esto no estaba funcionando, tratar de ser honesto y casual al mismo tiempo.

—¿Rindiéndote? —repitió confundido.

—Sí, me cansé de intentar ser bueno— y aparentemente rindiéndome también de ser casual—. Sólo voy a hacer lo que yo quiera hacer y dejar que las cosas pasen como tengan que pasar.

Eso era lo suficientemente honesto, dejarlo ver mi egoísmo y dejar que eso lo previniera, también.

—Me perdiste de nuevo.

Estaba siendo lo suficientemente egoísta para agradecer que este fuera el caso.

—Siempre hablo de más cuando estoy contigo, ese es uno de los problemas. Un pequeño e insignificante problema comparado con el resto.

—No te preocupes —me aseguró—. No entiendo nada de lo que dices.

Bien. Entonces se quedará.

—Cuento con eso.

—Así que, en francés, ¿somos amigos ahora?

Lo pensé durante un segundo.

—Amigos… —repetí. No me gustaba el sonido de eso. No era suficiente.

—O no —murmuró, parecía avergonzado.

¿Pensaba que no me gustaba lo suficiente? Sonreí.

—Bueno, lo podemos intentar, supongo. Pero te voy a advertir que no soy un buen amigo para ti.

Esperé a su respuesta, desgarrado en dos, deseando que finalmente hubiera escuchado y entendido, pensando que así lo había hecho ¡Qué melodramático!

Su corazón latió más rápido

—Dices eso todo el tiempo.

—Sí, porque tú no me escuchas —le dije muy intensamente de nuevo—. Sigo esperando que lo creas, si fueras inteligente, me evitarías.

Sólo podía imaginarme el dolor que sentiría cuando entendiera lo suficiente para tomar la decisión correcta.

Sus ojos se volvieron más estrictos

—Creo que te has hecho una opinión de mi intelecto, también.

No estaba seguro de a qué se refería, pero sonreí en disculpa, adivinando que quizá debí haberlo ofendido.

—Así que...—dijo lentamente—. Mientras yo no sea... inteligente ¿Podemos intentar ser amigos?

—Eso suena bien.

Miró hacia abajo, fijamente hacia la botella de limonada en sus manos. La vieja curiosidad me atormentó.

—¿Qué estás pensando? —le pregunté, fue un enorme alivio decir las preguntas en voz alta, al fin. No podía recordar cómo se sentía necesitar oxígeno en mis pulmones, pero me pregunté si el alivio de poder inhalar se sentiría un poco como esto.

Se encontró con mi mirada y su respiración se volvió agitada, mientras sus mejillas se sonrojaban. Inhalé, saboreando eso en el aire.

—Estoy intentando descifrar qué eres.

Mantuve la sonrisa en mi rostro, controlando mis facciones de ese modo mientras el pánico corría por mi cuerpo.

Por supuesto que se preguntaba eso. Tenía una mente brillante. No podía esperar que olvidara algo tan obvio.

—¿Estás teniendo suerte con eso? —le pregunté lo más despreocupado que pude.

—No mucha —admitió. Me reí con algo de alivio.

—¿Cuáles son tus teorías?

No podían ser peores que la verdad, no importaba qué se le hubiera ocurrido. Sus mejillas se volvieron rojas y no dijo nada.

Podía sentir el calor de su sonrojo en el aire.

Trataría de usar mi tono persuasivo. Funcionaba bien en los humanos normales.

—¿No me dirás? —le sonreí animándolo. Negó con su cabeza.

—Es demasiado vergonzoso.

Ay. No sabía que pudiera ser más horrible. ¿Por qué sus especulaciones lo avergonzarían?

—Eso es realmente frustrante ¿sabes?

Mi queja encendió algo en Taeyong. Sus ojos brillaron y las palabras salieron más suaves de lo usual.

—No, no puedo imaginar por qué eso sería frustrante, sólo porque alguien se niega a decirte lo que está pensando, inclusive si mientras tanto hubiera hecho comentarios crípticos diseñados para mantenerte despierto toda la noche preguntándote qué podrían significar... ahora ¿Por qué habría de ser frustrante?

Fruncí el ceño. Molesto por darme cuenta de que Taeyong tenía razón. No estaba siendo justo. Taeyong no podría saber las limitaciones y lealtades que ataban mi lengua, pero eso no cambiaba lo dispar de la situación.

Taeyong continuó—: O mejor, digamos que esa persona hizo un montón de cosas extrañas, desde salvar tu vida bajo imposibles circunstancias un día y al siguiente tratarte como a una paria y nunca explicar ninguna de las dos, aunque lo hubiera prometido, eso, tampoco, sería nada frustrante.

Ese era el discurso más largo que le había oído decir y me dio otra cualidad para agregar a mi lista.

—¿Tienes un poco de temperamento, verdad?

—No me gusta la doble moral.

Su irritación estaba completamente justificada, por supuesto.

Miré fijamente a Taeyong, preguntándome cómo podría hacer algo bueno para él hasta que el silencioso tiroteo proveniente de la cabeza de Hwang Hyunjin me distrajo. Era tan irritante, tan inmaduramente vulgar que me hizo reír de nuevo.

—¿Qué? —demandó.

—Tu novio cree que estoy molestándote, se debate si debería o no venir e interrumpir nuestra conversación.

Me hubiese encantado ver cómo lo intentaba, me reí de nuevo.

—No sé de quién me hablas —me dijo de manera cortante—. Pero estoy seguro de que estás equivocado de todas maneras.

Estaba disfrutando el modo en que lo rechazaba en una sola oración indiferente.

—No lo estoy, ya te lo dije, la mayoría de la gente es muy fácil de leer.

—Excepto yo, por supuesto.

—Sí, excepto tú —¿tenía que ser Taeyong la excepción de todo?—. ¿Me pregunto por qué será?

Miré fijamente sus ojos intentando de nuevo.

Taeyong miró hacia otro lado. Abrió su limonada y tomó un pequeño sorbo, sus ojos estaban fijos en la mesa.

—¿No tienes hambre? —le pregunté.

—No —respondió mirando el espacio vacío entre nosotros—. ¿Y tú?

—No, no estoy hambriento —le dije, definitivamente no lo estaba. Miró fijamente la mesa con los labios apretados, esperé.

—¿Me podrías hacer un favor? —preguntó encontrándose con mi mirada de nuevo de pronto.

¿Qué podría querer de mí? ¿Me pediría la verdad que no tenía permitido decirle? ¿La verdad que no quería que supiera nunca, jamás?

—Eso depende de lo que quieras.

—No es mucho —me prometió. Esperé, con la curiosidad doliéndome.

—Sólo me preguntaba...—dijo lentamente, mirando la botella de limonada, trazando líneas con su dedo meñique—. ¿Si podrías advertirme la próxima vez que decidas ignorarme por mi propio bien? Sólo para estar preparado.

¿Quería una advertencia? Entonces ser ignorado por mí era algo malo. Sonreí.

—Me parece justo —acepté.

—Gracias— dijo, mirando hacia arriba. Su cara era tan reveladora que quise reír por mi propio alivio.

—¿Entonces puedo pedirte un favor a cambio? —pregunté esperanzado.

—Uno —me concedió.

—Cuéntame una de tus teorías.

Se sonrojó.

—Eso no.

—No hiciste excepciones, sólo prometiste una respuesta —argumenté.

—Y tú no has roto promesas antes —argumentó de vuelta. Me tenía donde quería.

—Sólo una teoría, prometo no reírme.

—Lo harás —parecía muy seguro de eso, aunque no podía imaginar algo que fuera gracioso.

Le di a la persuasión otro intento, miré fijamente sus ojos, una cosa fácil de hacer con ojos tan profundos y susurré—: ¿Por favor?

Taeyong pestañeó y su cara se puso totalmente en blanco. Bueno esa no era la reacción que yo esperaba.

—Eh... ¿Qué? —preguntó un segundo después, se veía un poco mareado. ¿Qué le ocurría?

Lo intenté de nuevo.

—Por favor cuéntame una teoría —le pedí en mi suave y para nada terrorífica voz, atrapando su mirada en la mía.

Para mi sorpresa y satisfacción finalmente funcionó.

—Um, bien ¿te ha mordido una araña radioactiva?

¿Historietas? Con razón creía que me iba a reír.

—Eso no es muy creativo —le dije intentando esconder mi alivio.

—Lo siento, es todo lo que tengo —dijo ofendido. Eso me alivió incluso más, podía hacer otra broma.

—No estás nada cerca.

—¿Nada de arañas?

—Nop.

—¿Ni radioactividad?

—Nada.

—¡Maldición! —dijo.

—La kriptonita tampoco me afecta —le dije rápidamente. Antes de que empezara a preguntar por mordiscos y entonces dejé salir una carcajada porque Taeyong creía que yo era un superhéroe.

—Se suponía que no te ibas a reír ¿recuerdas? —presioné mis labios—. Lo descubriré eventualmente —prometió.

Y cuando lo hiciera, huiría.

—Desearía que no lo hicieras —dije y toda la broma desapareció.

—Porque...

Le debía honestidad y aun así traté de sonreír para que las palabras sonaran menos amenazantes.

—¿Qué pasaría si no fuera un superhéroe y si fuera el chico malo?

Sus ojos brillaron por un segundo y sus labios se abrieron un poco.

—Ah —dijo y luego de otro segundo—. Ya veo.

Finalmente me había escuchado.

—¿Sí? —pregunté trabajando en ocultar mi agonía.

—¿Eres peligroso? —adivinó. Su aliento empezó a acelerarse y su corazón a latir más rápido.

No podía responder a eso ¿sería este mi último momento con Taeyong? ¿Huiría ahora? ¿Podría permitirme decirle que lo amo antes de que se fuera? ¿O eso lo asustaría más?

—Pero no malo —susurró, negando con la cabeza, sin ningún miedo evidente en sus ojos claros—. No, no creo que seas malo.

—Te equivocas —respondí.

Por supuesto que era malo. ¿Me estaba regocijando ahora que pensaba mejor de mí de lo que me merecía? Si fuese una buena persona, me hubiese mantenido alejado.

Estiré mi mano a través de la mesa, tomando la tapa de su botella de limonada como excusa. No se alejó de la cercanía repentina de mi mano. Realmente no tenía miedo de mí. Aún no.

Levanté la tapa y la miré en vez de a Taeyong. Mis pensamientos gruñían. “Corre, Taeyong, corre”. No podía lograr decir las palabras en voz alta.

Se puso de pie. Justo cuando creía que Taeyong había oído, de alguna manera, mi advertencia silenciosa.

—Vamos a llegar tarde —dijo.

—No voy a ir a clases.

—¿Por qué no?

“Porque no te quiero matar”.

—Es saludable saltarse clases de vez en cuando.

Para ser preciso, era más saludable para los humanos que los vampiros faltaran los días que la sangre humana iba a estar salpicando por ahí. El examen del grupo sanguíneo del Prof. Park era hoy. Sicheng ya había faltado a su clase de la mañana.

—Bueno, yo sí voy —dijo. Eso no me sorprendió. Era muy responsable, siempre hacía lo correcto.

Era lo opuesto a mí.

—Entonces te veo luego —dije, tratando de sonar casual, mirando fijamente la tapa que giraba. “Por favor, cuídate. Por favor, nunca me dejes”.

Taeyong dudó y yo pensé por un momento que había decidido quedarse conmigo después de todo. Pero la campana sonó y se apresuró.

Esperé hasta que se había ido, entonces puse la tapa en mi bolsillo, un recuerdo de esta tan consecuente conversación y caminé a través de la lluvia hacia mi auto.

Puse mi disco favorito de música calmada, el mismo que escuché el primer día, pero no escuché por mucho tiempo las notas de Debussy. Otras notas estaban corriendo dentro de mi cabeza, el fragmento de un tono que me alegraba e intrigaba. Apagué el equipo de sonido y escuché la música que sonaba en mi cabeza, tocando el fragmento mientras se convertía en una armonía completa. Instintivamente, mis dedos se movieron en el aire sobre las teclas de un piano imaginario.

La nueva composición estaba realmente surgiendo sola cuando mi atención fue atrapada por una ola de angustia mental.

«¿Se va a desmayar? ¿Qué hago?» Hyunjin entró en pánico.

A unos cien metros, Hwang Hyunjin estaba bajando el cuerpo de Taeyong hacia la acera. Taeyong se recostó irresponsablemente sobre el concreto, sus ojos estaban cerrados, su piel blanca como un cadáver.

Casi arranque la puerta del auto.

—¿Taeyong? —grité.

No hubo ningún cambio en su rostro sin vida cuando grité su nombre.

Todo mi cuerpo se volvió más frío que el hielo. Esto era como la confirmación de cualquier ridícula situación que había imaginado. En el preciso momento en que desapareció de mi vista…

Fui consciente de la sorpresa agravada de Hyunjin mientras examinaba furiosamente sus pensamientos. Él solamente pensaba en su furia hacia mí, así que no podía saber qué le pasaba a Taeyong. Si él había hecho algo para herirlo, podría aniquilarlo. No serían capaces de encontrar ni siquiera el fragmento más pequeño de su cuerpo.

—¿Qué le pasa? ¿Está herido? —demandé saber, tratando de concentrarme en sus pensamientos. Era enfurecedor caminar a paso humano. No debía de haber llamado la atención antes de acercarme.

Entonces pude oír su corazón latiendo e inclusive su respiración. Mientras miraba, Taeyong apretaba los ojos fuertemente. Eso borró algo de mi pánico.

Vi algunos recuerdos de la cabeza de Hyunjin, un chorro de imágenes del laboratorio de Biología. La cabeza de Taeyong contra la mesa, su pálida piel volviéndose verde. Gotas de rojo cayendo en tarjetas blancas.

Pruebas de sangre.

Me detuve donde estaba, reteniendo mi aliento. Su esencia era una cosa pero su sangre era otra.

—Creo que se desmayó —Hyunjin dijo ansioso y resentido al mismo tiempo—. No sé qué le pasó. Ni siquiera pincharon su dedo.

El alivio me refrescó y respiré de nuevo, saboreando el aire. Ah, podía oler un poco la pequeña herida del dedo de Hyunjin. Hace tiempo, eso podría haberme atraído.

Me arrodillé a un lado de Taeyong, mientras Hyunjin esperaba ceñudo junto a mí, furioso por mi intervención.

—Taeyong ¿Puedes oírme?

—No —gimió—. Vete.

El alivio era tan exquisito que me reí. Estaba bien.

—Lo estaba llevando a la enfermería —dijo Hyunjin—. Pero no quiso caminar más.

—Yo lo llevaré, tú vuelve a clase —dije, despidiéndolo. Los dientes de Hyunjin se apretaron.

—No, se supone que yo haga eso.

No me iba a quedar por aquí discutiendo con el cretino.

Emocionado y aterrorizado, medio agradecido y medio confundido por el predicamento que hacía que tocarlo fuese una necesidad, gentilmente levanté a Taeyong de la acera y lo sostuve en mis brazos, tocando solamente su impermeable y pantalones, manteniendo la mayor distancia posible entre nuestros cuerpos. Estaba cruzando el espacio con el mismo movimiento, apresurado por mantenerlo a salvo, lejos de mí en otras palabras.

Sus ojos se abrieron, sorprendidos.

—Bájame —ordenó en una voz débil, avergonzado de nuevo, supuse por su expresión. Pero su cuerpo estaba tan débil que dudé que pudiese mantenerse en pie por sí solo, mucho menos caminar.

Ignoré las protestas de Hyunjin detrás de nosotros.

—Te ves horrible —le dije sonriendo abiertamente porque no había nada malo con Taeyong más que un pequeño asomo de un estómago débil.

—Devuélveme a la acera —dijo, sus labios estaban blancos.

—Así que te desmayas al ver sangre —dije con un poco de ironía. Cerró los ojos y presionó sus labios—. Y ni siquiera es tu propia sangre —añadí ensanchando más mi sonrisa.

Llegamos a la oficina principal, la puerta estaba abierta una pulgada y la pateé para entrar.

La Sra. Seohyun brinco asustada.

—¡Ay, Dios! —murmuró mientras examinaba al chico ceniciento en mis brazos.

—Se desmayó en Biología —le expliqué, antes de que su imaginación llegara muy lejos.

La Sra. Seohyun se apresuró a abrir la puerta de la enfermería. Los ojos de Taeyong estaban abiertos de nuevo mirándola. Escuché la sorpresa interna de la enfermera mientras recostaba a Taeyong cuidadosamente en la única camilla. En cuanto Taeyong estuvo lejos de mis brazos, puse la anchura de la habitación entre nosotros. Mi cuerpo estaba muy emocionado, muy ansioso, mis músculos tensos y el veneno fluyendo. Taeyong era muy cálido y aromático.

—Sufrió un pequeño desmayo —dije tranquilamente a la Sra. Mo—. Están haciendo el examen del grupo sanguíneo en Biología.

Asintió, entendiendo ahora.

—Siempre le pasa a alguien.

Sofoque una risa. Tenía que ser Taeyong ese alguien.

—Sólo recuéstate por un minuto, querido —dijo la Sra. Mo—. Se te pasará.

—Lo sé —dijo Taeyong.

—¿Te ocurre a menudo? —preguntó la enfermera.

—A veces —admitió Taeyong.

Traté de esconder mi risa tosiendo.

Esto atrajo hacia mí la atención de la enfermera.

— Ya puedes volver a clase —me dijo.

La miré fijamente a los ojos y le mentí con una perfecta confianza.

—Se supone que me debo quedar con él.

«Uhmm... Me preguntó... Ay, está bien». La Sra. Mo asintió.

Funcionó tan bien en la enfermera. ¿Por qué Taeyong tenía hacer todo tan difícil?

—Te traeré algo de hielo para tu frente, querido —dijo la enfermera suavemente, un poco incómoda al mirarme a los ojos, del modo en que se suponía que los humanos debían reaccionar y dejó el cuarto.

—Tenías razón —Taeyong gimió, cerrando sus ojos.

¿A qué se refería? Salté a la peor conclusión, había aceptado mis advertencias.

—Usualmente la tengo— dije tratando de mantener el tono divertido en mi voz.

Sonó agrio—. ¿Pero en qué particularmente esta vez?

—Saltarse clases es saludable —suspiró. Ah, alivio de nuevo.

Entonces se quedó callado. Sólo respiraba lentamente, inhalaba y exhalaba. Sus labios estaban comenzando a ponerse rosados. Su boca estaba un poco fuera de balance, su labio inferior era un poco más relleno que el superior, mirar su boca. Me hizo sentir extraño, me hacía querer acercarme a Taeyong, lo cual no era una gran idea.

—Me asustaste por un minuto allá afuera —dije tratando de renovar la conversación. El silencio era doloroso en un modo extraño, dejándome solo sin su voz—. Pensé que Hwang estaba arrastrando tu cadáver para enterrarlo en el bosque.

—Ja. Ja —respondió.

—Honestamente, he visto cadáveres con mejor aspecto que tú —esto era en realidad verdad—. Estaba preocupado porque quizá iba a tener que vengar tu muerte

Y lo habría hecho.

—Pobre Hyunjin —suspiró—. Apuesto a que está molesto.

La furia se apoderó de mí, pero la contuve rápidamente. Su preocupación seguramente era sólo lástima. Taeyong era amable. Eso era todo.

—Él me detesta completamente —le dije, animado por la idea.

—No puedes saber eso.

—Vi su cara, puedo darme cuenta —eso era probablemente verdad, que leer su cara podría haberme dado la suficiente información para hacer esa deducción en particular. Toda esta práctica con Taeyong me estaba ayudando a perfeccionar esa capacidad.

—¿Cómo me viste? Pensé que te estabas saltando las clases —su cara se veía mejor, el verde se había ido de su piel transparente

—Estaba en mi auto escuchando un disco.

Su boca se torció, como si mi respuesta ordinaria lo hubiera sorprendido de alguna manera.

Abrió los ojos de nuevo cuando la Sra. Mo entró con un paquete de hielo.

—Aquí tienes, querido —dijo la enfermera mientras la ponía en la frente de Taeyong—. Ya te ves mejor.

—Creo que ya estoy bien —dijo Taeyong sentándose y quitándose el paquete de hielo.

Por supuesto. No le gustaba que nadie cuidara de él.

Las manos arrugadas de la Sra. Mo revolotearon alrededor de Taeyong, como si fuera a empujarlo hacia abajo, pero en ese momento la Sra. Seohyun abrió la puerta y entró, con un fresco aroma a sangre, sólo un soplo.

Invisible en la oficina detrás de mí, Hwang Hyunjin seguía bastante enojado, deseando que el pesado chico que cargaba fuera el chico que estaba conmigo.

—Tenemos otro —dijo la Sra. Seohyun.

Taeyong rápidamente saltó de la camilla, agradecido de no ser el centro de atención.

—Aquí tiene —dijo devolviéndole la compresa fría a la Sra. Mo—. Ya no la necesito.

Hyunjin gruñó mientras medio cargaba a Park Sunghoon a través de la puerta. La sangre le seguía goteando de la mano con la que se sostenía la cabeza y le chorreaba por su muñeca.

—Ay no —esta era mi señal para salir y parecía que también para Taeyong—. Salgamos de aquí, Taeyong.

Él me miró fijamente con ojos perplejos.

—Confía en mí, vamos.

Salió antes de que se cerrara la puerta, apresurándose hacia la oficina. Lo seguí sólo unos centímetros por detrás.

Se volteó para mirarme aún inseguro.

—Me hiciste caso —esa era la primera vez. Su pequeña nariz se arrugó.

—Olí la sangre.

Lo miré con sorpresa absoluta.

—La gente no puede oler la sangre.

—Bueno, yo sí puedo, es lo que me pone mal. Huele como a óxido y a sal. Mi rostro se congeló aún mirándolo fijamente.

¿Era humano siquiera? Se veía humano. Se sentía suave como un humano. Olía como un humano, bueno, mejor en realidad. Actuaba como humano… más o menos. Pero no pensaba como humano o respondía como uno.

¿Aunque, qué otra opción había?

—¿Qué? —demandó.

—Nada.

Hwang Hyunjin nos interrumpió, entrando en la habitación resentido, con pensamientos violentos.

—Te ves mejor —dijo con un poco de rudeza.

Mi mano se estremeció, queriendo enseñarle algunos modales. Tendría que controlarme mejor o podría terminar matando a este chico fastidioso.

—Ocúpate de tus asuntos —dijo Taeyong, por un instante pensé que me estaba hablando a mí.

—Nadie más está sangrando —respondió con mal humor—. ¿Vas a regresar a clases?

—¿Estás bromeando? Tendría que dar la vuelta y regresar.

Eso estaba bien. Pensé que iba a perderme esta hora con Taeyong y ahora tenía tiempo extra, se sentía genial. Un regalo que obviamente no me merecía.

—Sí, supongo —Hyunjin murmuró— ¿Irás este fin de semana? ¿A la playa?

¿Qué era esto? Tenían planes. La ira me congeló en el sitio. Sin embargo, era un viaje en grupo, Hyunjin estaba pensando en los otros invitados, contando los lugares. No eran solo ellos dos. Eso no ayudó con mi furia, me recargué en el mostrador sin ninguna emoción, tratando de controlarme.

—Seguro, te dije que iría —le prometió Taeyong.

Así que le había dicho que sí a él, los celos me quemaban, más que la sed.

—Nos encontraremos en la tienda de mi padre a las 10:00. «Y Jung-Collett NO está invitado».

—Estaré allí —dijo Taeyong.

—Te veré en gimnasia, entonces.

—Nos vemos —contestó.

Él se fue hacia sus clases, sus pensamientos estaban llenos de ira: «¿Qué ve en ese fenómeno? Seguro, es rico, supongo. La gente cree que él es guapo, pero no veo eso. Demasiado... demasiado perfecto. Apuesto a que su papá experimenta en todos ellos con cirugías plásticas. Por eso es que son tan pálidos y guapos. Eso no es natural. Además, él es como... aterrador. A veces cuando me mira podría jurar que está pensando en matarme... fenómeno...»

Hyunjin no era totalmente despistado.

—Gimnasia —Taeyong repitió quietamente con un gemido.

Lo miré, parecía que estaba triste por algo otra vez, no estaba seguro por qué, pero era claro que no quería ir con Hyunjin a la siguiente clase y yo tenía un plan para ello.

Fui a sentarme a su lado acercándome un poco cerca de su rostro, sintiendo el calor de su piel radiando hacia mis labios, no me atreví a respirar.

—Me puedo ocupar de eso —murmuré—. Ve a sentarte y aparenta estar pálido.

Hizo lo que le pedí, sentándose en una de las sillas plegables y recargando su cabeza contra la pared, mientras tanto la Sra. Seohyun salió de la enfermería y fue a su escritorio. Con los ojos cerrados, Taeyong parecía como si se hubiera desmayado de nuevo, su color aún no había regresado.

Me volví hacia la secretaría. Con suerte Taeyong estaría prestando atención esta vez, pensé con sarcasmo. Así era como un humano se suponía que debía responder.

—¿Sra. Seohyun? —pregunté usando mi más persuasiva voz de nuevo.

Sus pestañas revolotearon y su corazón latió más rápido. «Contrólate».

—¿Sí?

Eso fue interesante. Cuando el pulso de Seohyun se aceleraba, era porque ella me encontraba físicamente atractivo, no porque estuviera asustada. Estaba acostumbrado a eso rodeado de humanos, esos que de algún modo se aclimataron a mi clase luego de continua exposición… Aun así no había considerado esa explicación para los acelerados latidos del corazón de Taeyong.

Me gustaba eso, demasiado a decir verdad. Sonreí y la respiración de la Sra.

Seohyun se volvió ruidosa.

—Taeyong tiene gimnasia en la próxima hora y no creo que se sienta muy bien aún, a decir verdad estoy pensando en llevarlo a casa ahora. ¿Podría dispensarlo de su clase?

La miré fijamente a los ojos, disfrutando del estrago que esto provocaba en el proceso de su pensamiento. ¿Era posible que Taeyong...?

La Sra. Seohyun tuvo que aclararse la garganta ruidosamente antes de responder.

—¿Necesitas que te dispense a ti también, YoonOh?

—No, tengo clase con la Prof. Kwon, a ella no le importará.

No estaba prestándole mucha atención. Ahora estaba explorando esta nueva posibilidad.

Uhmm, me gustaba pensar que Taeyong me encontraba atractivo como los otros humanos, pero ¿cuándo tuvo Taeyong las mismas reacciones que los otros humanos? No debía esperanzarme mucho.

—De acuerdo, está listo, espero que te sientas mejor Taeyong.

Taeyong asintió despacio, sobreactuando un poquito.

—¿Puedes caminar o quieres que te cargue de nuevo? —le pregunté bromeándole por su pobre actuación, sabía que querría caminar, no quería parecer débil.

—Caminaré —respondió. Correcto de nuevo.

Se levantó, dudando por un momento como chequeando su equilibrio. Detuve la puerta para que saliera y caminamos hacia la lluvia.

Lo miré levantar la cara hacia la llovizna con los ojos cerrados y con una pequeña sonrisa en los labios. ¿Qué estaría pensando?

—Gracias —dijo Taeyong sonriéndome—. Casi vale la pena estar enfermo para no ir a Gimnasia.

Miré a través del campus pensando cómo alargar este momento.

—Cuando quieras —dije.

—¿Irás? Este sábado ¿quiero decir? —sonaba esperanzado.

Ah, su esperanza era un calmante para mis celos. Taeyong quería que fuera con él y no Hwang Hyunjin y quería decir que sí. Pero había tantas cosas para considerar: Primero, estaría soleado este sábado.

—¿A dónde irán exactamente? —traté de mantener mi voz sin cambios, como si no importara mucho. Hyunjin había dicho playa, sin embargo. No había muchas maneras de evadir el sol allí. Johnny estaría irritable si cancelaba nuestros planes pero eso no me detendría si había alguna manera de pasar tiempo con Taeyong.

—Allá abajo, a La Push, a la First Beach.

Entonces, era imposible.

Controlé mi decepción y bajé la mirada hacia Taeyong, sonriendo irónicamente.

—Creo que no estoy invitado.

Suspiró, resignado.

—Acabo de invitarte.

—No abusemos más del pobre Hyunjin entre tú y yo esta semana. No vaya a romperse.

Me imaginé a mí mismo rompiendo al “pobre Hyunjin”, disfrutando la imagen mental intensamente.

—El blandengue de Hyunjin —dijo Taeyong ella de nuevo. Sonreí ampliamente. Y entonces, empezó a alejarse de mí.

Sin pensar en mi acción lo alcancé y lo sujeté por la parte de atrás de su impermeable. Taeyong se detuvo.

—¿A dónde crees que vas? —estaba molesto, casi enojado, porque me estaba dejando. Aún no había tenido suficiente tiempo con él.

—Me voy a casa —dijo como si se preguntará por qué esto me molestaba.

—¿No me escuchaste decir que te llevaría a casa a salvo? ¿Piensas que te voy a dejar conducir en ese estado?

Sabía que no le agradaría eso, mi implicación de debilidad por su parte. Pero de todas maneras necesitaba practicar para nuestro viaje a Seattle. Ver si podía manejar su proximidad en un espacio cerrado. Esto era un viaje mucho más corto.

—¿Qué estado? —preguntó—. ¿Y qué hay con mi camioneta?

—Le diré a Sicheng que la lleve después de la escuela.

Lo jalé hacia mi auto suavemente, como si supiera que caminar hacia adelante fuera un problema para él.

—¡Déjame! —dijo moviéndose hacia los lados como si fuera a tropezar. Mantuve una mano fuera para atraparlo, pero se equilibró antes de que fuera necesario. No debería de estar buscando excusas para tocarlo. Eso me hizo pensar de nuevo en la reacción de la Sra. Seohyun hacia mí, pero lo archivé para más tarde. Había mucho para considerar en ese frente.

Lo dejé tal y como me lo pidió y luego me arrepentí. Inmediatamente se tropezó y trastabilló hacia la puerta del pasajero de mi auto. Tendría que ser mucho más cuidadoso con Taeyong, tomar en cuenta su pobre equilibrio.

—¡Eres tan insistente!

Tenía razón, mi comportamiento era extraño y esa era la descripción amable.

¿Me diría ahora que no?

—Está abierto.

Me acomodé en mi lugar y encendí el auto. Mantuvo rígidamente su cuerpo, todavía afuera aunque la lluvia había arreciado y yo sabía que a Taeyong no le gustaba el frío y la humedad. El agua estaba escurriendo por su cabello oscureciéndolo hasta ser casi negro.

—Soy perfectamente capaz de manejar a casa.

Por supuesto lo era, pero ansiaba su tiempo de una manera en la que no había deseado nada antes. No inmediato y demandante como la sangre, esto era algo diferente, un tipo de deseo diferente y un tipo de dolor diferente.

Se estremeció.

Bajé la ventanilla del pasajero y me incliné hacia él.

—Por favor, entra, Taeyong.

Entrecerró sus ojos y supuse que se estaba debatiendo en si debía o no correr.

—Te arrastraría de vuelta —bromeé, preguntándome si mi adivinanza fuera correcta. La consternación en su rostro me dijo que sí.

Su barbilla se tensó en el aire, abrió su puerta y subió. Su pelo goteó en la tapicería y sus botas rechinaron una contra la otra.

—Esto es completamente innecesario —dijo fríamente. Creí que estaba más avergonzado que realmente enojado. ¿Mi comportamiento estaba completamente fuera de lugar? Creí que estaba bromeando, que estaba actuando como el chico adolescente atontado promedio pero, ¿qué si lo estaba haciendo todo mal? ¿Se siente coaccionado? Me di cuenta que tenía todas las razones para sentirse así.

No sabía cómo hacer esto, como cortejarlo como un hombre moderno y normal del año 2005. Como humano, sólo aprendí las costumbres de mi época. Gracias a mi extraño don, sabía bastante bien cómo pensaban las personas ahora, lo que hacían, cómo actuaban, pero cuando trataba de actuar casual y moderno, todo parecía incorrecto. Probablemente porque yo no era normal o moderno o humano. Tampoco es como si hubiese aprendido algo útil de mi familia. Ninguno de ellos ha tenido nada cercano a un cortejo normal, incluso exceptuando las otras dos calificaciones.

Jaemin y Johnny han tenido el cliché, la clásica historia de amor a primera vista. Nunca ha habido un momento en que alguno se haya cuestionado lo que eran el uno para el otro. En el primer segundo en el que Jaemin vio a Johnny fue arrastrado por la inocencia y honestidad que había evadido su vida y Jaemin lo quería. En el primer segundo que Johnny vio a Jaemin, él vio un dios al que había adorado desde entonces. Nunca ha habido una primera conversación incómoda, llena de dudas, nunca se han mordido las uñas en un momento de espera por un sí o un no.

La unión de Sicheng y Yuta fue incluso menos normal. Durante los 28 años antes de que se conocieran, Sicheng ya sabía que amaría a Yuta. Sicheng vio años, décadas, centenarios de futuro de sus vidas juntos y Yuta, sintiendo todas sus emociones durante esa larga espera, la pureza y certeza; y la profundidad de su amor no pudo más que abrumarlo. Se debe haber sentido como un tsunami para él.

Kun y Ten han sido un poco más típicos que los otros, supongo. Ten ya estaba enamorado de Kun, para sorpresa de él, pero no a través de nada místico ni mágico. Ten conoció a Kun siendo un niño y atrapado por su caballerosidad y belleza sobrecogedora, formó una atracción que lo persiguió por el resto de su vida humana. La vida no fue amable con Ten, así que no era sorpresa que este recuerdo dorado de un buen hombre no hubiese sido suplantado en su corazón. Después del tormento de la transformación, cuando despertó para ver la cara de su tan anhelado sueño, sus efectos fueron enteramente de Kun.

Estuve presente para prevenir a Kun de su imprevista reacción. Él esperaba que Ten estuviese en shock por su transformación, traumatizado por el dolor, horrorizado de ver en lo que se había convertido, más de lo que yo estaba. Kun esperaba tener que explicarle y disculparse, de calmar y expiar. Kun sabía que había una buena opción de que Ten prefiriera haber muerto, que lo despreciara por la decisión tomada sin su consentimiento ni entendimiento. Así que el hecho de que Ten estuviera inmediatamente preparado para unirse a esta vida, no vida realmente, pero unirse a Kun, no era algo para lo que Kun estaba preparado.

Kun nunca se había visto a sí mismo como posible objeto de romance y amor antes de ese momento. Parecía contrario a lo que Kun era: un vampiro, un monstruo. El entendimiento que le dio, cambió el modo en que miró a Ten y el modo en el que se veía a sí mismo.

Más allá de eso, era realmente algo poderoso, escoger salvar a alguien. No era una decisión que cualquier individuo cuerdo tomara a la ligera. Cuando Kun me escogió, él ya había sentido una docena de emociones que lo ataron a mí incluso antes de que yo despertara a la conciencia de lo que había pasado. Responsabilidad, ansiedad, ternura, lástima, esperanza, compasión… había un sentido de propiedad en ese acto, que nunca había experimentado, sólo lo había oído a través de sus pensamientos y los de Jaemin. Él ya se sentía como mi padre antes de que yo supiera su nombre. Para mí, era algo sin esfuerzo e instintivo encajar en mi papel de hijo. El amor vino fácilmente, aunque siempre atribuí eso a quien fue él como persona más que a él iniciando la conversación.

Así que ya fuera por estas razones o simplemente fuera porque Kun y Ten estaban destinados a estar juntos… incluso con mi don para oír todo tal cual era, nunca lo sabría. Ten lo amaba y Kun rápidamente descubrió que podría regresarle ese amor. Fue un corto período de tiempo antes de que su sorpresa se transformara en admiración, a descubrimiento y luego a romance. Mucha felicidad.

Sólo momentos de fácil superada incomodidad, todo se suavizó con la ayuda de un poquito de lectura de mentes. Nada más incómodo que esto. Ninguno de ellos más despistado y sin idea de lo que hacía que yo.

No había pasado un segundo completo mientras estas parejas menos complicadas pasaban por mi mente; Taeyong apenas estaba cerrando su puerta. Rápidamente subí la calefacción para que no estuviera incómodo y puse la música a un volumen de fondo. Manejé hacia la salida, mirándolo de reojo. Su labio inferior estaba fruncido con terquedad.

De pronto miró el equipo de sonido con interés y sonrió. Su expresión malhumorada desapareció.

—¿Claro de Luna? —preguntó.

¿Un admirador de los clásicos?

—¿Conoces a Debussy?

—No muy bien —dijo—. Mi madre pone música clásica en casa, solo conozco a mis favoritos.

—Es uno de mis favoritos también.

Miré fijamente la lluvia, considerando eso. En realidad tenía algo en común con Taeyong. Estaba empezando a pensar que éramos lo opuesto en todo.

Parecía más relajado ahora, mirando la lluvia como yo, con los ojos ciegos. Usé esa distracción momentánea para experimentar con la respiración.

Inhalé cuidadosamente por la nariz. Potente.

Apreté el volante más fuerte. La lluvia lo hacía oler aún mejor. No podía creer que eso fuese posible. Mi lengua hormigueó por la anticipación del sabor.

El monstruo no estaba muerto, descubrí con disgusto. Solo aguardando su momento.

Traté de tragar por encima del ardor en mi garganta. No ayudó. Esto me enfureció. Tenía tan poco tiempo con Taeyong. Mira todo lo que tuve que hacer para asegurar unos quince minutos extra. Tomé otra bocanada de aire y peleé contra mi reacción. Tenía que ser más fuerte que esto.

“¿Qué estaría haciendo si no fuese el villano de esta historia?” Me pregunté.

¿Cómo estaría usando este valioso tiempo? Estaría aprendiendo más sobre Taeyong.

—¿Cómo es tu madre? —pregunté. Taeyong sonrió.

—Se parece mucho a mí, pero es más bonita.

Lo miré con escepticismo.

—Tengo demasiado de Taeil en mí —continuó—. Ella es más extrovertida que yo y más valiente.

Extrovertida, lo creía. ¿Más valiente? No estaba seguro.

—Es irresponsable, un tanto excéntrica y una cocinera impredecible. Es mi mejor amiga —su voz se volvió melancólica, su frente se crispó.

Tal y como había notado antes, su tono nuevamente sonaba más como el de un padre que de un hijo.

Me detuve frente a su casa, muy tarde para preguntarme si se suponía que yo sabía donde vivía. No, esto no debía de ser extraño en un pueblo pequeño siendo que su padre era una figura pública.

—¿Cuántos años tienes, Taeyong? —debía ser mayor de lo que parecía. A lo mejor entró tarde a la escuela o había repetido... aunque eso tampoco era probable, siendo tan brillante como era.

—Tengo diecisiete —respondió.

—No pareces de diecisiete.

Taeyong se rio.

—¿Qué?

—Mi mamá siempre dice que nací con treinta y cinco años, y que cada año me vuelvo más maduro —se rio de nuevo y luego suspiró—. Bueno alguien debía ser el adulto.

Eso aclaraba muchas cosas. Era fácil entender cómo la irresponsabilidad de la madre había hecho madurar al hijo. Tuvo que crecer antes, para convertirse en su cuidador. Es por eso que no le gustaba que cuidaran de él, sentía como si ese fuera su trabajo.

—Tú tampoco pareces un adolescente de escuela secundaria —dijo Taeyong, sacándome de mis pensamientos.

Fruncí el ceño. Por cada cosa que yo percibía de él, Taeyong percibía mucho más a cambio. Cambié el tema.

—¿Así que por qué tu madre se casó con Suho?

Taeyong dudó un momento antes de responder.

—Mi madre... ella es mucho más joven para su edad. Creo que Suho la hace sentir aún más joven, de cualquier manera, ella está loca por él —asintió con la cabeza de manera indulgente.

—¿Lo apruebas? —pregunté.

—¿Importa? —preguntó—. Quiero que ella sea feliz y él es a quien ella quiere.

La bondad de su comentario debió haberme sorprendido, excepto que eso encajaba demasiado bien en lo que había aprendido de su carácter.

—Eso es muy generoso... me pregunto si...

—¿Qué?

—¿Tendría ella la misma cortesía contigo? ¿Sin importar a quién escojas?

Esa era una pregunta tonta y no pude mantener mi voz casual mientras la hacía. Qué estúpido era pensar que alguien me aprobaría a mí para su hijo. Qué estúpido pensar incluso que Taeyong me escogiera a mí.

—Eso... eso creo —tartamudeó, reaccionando de alguna manera a mi mirada.

¿Era miedo? Pensé nuevamente en la Sra. Seohyun. ¿Cuáles eran las otras cosas que la delataban? Ojos como platos podrían significar las dos cosas. Aunque el revoloteo de pestañas parecía estar alejado del miedo. Los labios de Taeyong estaban medio abiertos.

Se recompuso.

—Pero ella es la madre. Después de todo, es un poco diferente —concluyó. Sonreí un poco.

—Nadie que asuste mucho, entonces.

—¿A qué te refieres con que te asusté mucho? ¿Múltiples perforaciones y grandes tatuajes? —me sonrió ampliamente.

—Esa es una definición, supongo —una definición nada amenazante comparada con la de mi mente.

—¿Cuál es tu definición?

Taeyong siempre hacía las preguntas equivocadas. O posiblemente las correctas.

Las que no quería responder, de ninguna manera.

—¿Crees que yo puedo asustar? —le pregunté tratando de sonreír un poco. Lo pensó antes de responderme en una voz muy seria.

—Uhmm... Creo que podrías si te lo propusieras.

Yo estaba serio también.

—¿Te asusto ahora?

Respondió rápido, sin pensarlo siquiera—: No.

Sonreí de nuevo. No creí que me estuviera contando la verdad, pero tampoco creí que estuviera mintiendo. Taeyong no me temía lo suficiente como para irse, al menos. Me pregunté cómo se sentiría si le dijera que estaba teniendo esta conversación con un vampiro y luego me estremecí por dentro al pensar en su reacción.

—Así que ¿Ahora me vas a contar de tu familia? Seguro es más interesante que la mía.

Una más terrorífica, al menos.

—¿Qué quieres saber? —pregunté con cautela.

—¿Los Jung-Collett te adoptaron?

—Sí.

Taeyong dudó un momento y luego preguntó en voz baja.

—¿Qué le pasó a tus padres?

Esto no era tan difícil, no tendría que mentirle.

—Ellos murieron hace mucho tiempo.

—Lo lamento —murmuró, claramente preocupado por haberme herido.

Taeyong estaba preocupado por mí. Qué sentimiento tan extraño, verlo preocuparse, incluso de este modo común.

—La verdad no los recuerdo mucho —le aseguré—. Kun y Ten han sido mis padres desde hace mucho tiempo.

—Y los quieres —dedujo. Sonreí.

—Sí, no podría pensar en dos mejores personas.

—Tienes mucha suerte.

—Lo sé —en esas circunstancias, en cuestión de padres, no podía negarlo.

—¿Y tus hermanos?

Si lo dejaba preguntar muchos detalles, tendría que mentirle. Miré el reloj, decepcionado de que mi tiempo con Taeyong se hubiera terminado pero al mismo tiempo aliviado. El dolor era severo y me preocupaba que la quemazón en mi garganta de pronto se volviera fuego y me controlara.

—Y hablando de mis hermanos, Yuta y Jaemin por ejemplo, van a estar molestos si les toca esperarme en la lluvia.

—Ah, disculpa, supongo que te tienes que ir.

No se movió. Tampoco quería que nuestro tiempo se terminara.

El dolor no era tan malo en realidad, pensé. Pero debía ser responsable.

—Y probablemente querrás tu camioneta de vuelta antes de que el Jefe Taeil llegue a casa así no tendrás que contarle del incidente de Biología —sonreí al recordar su vergüenza cuando estuvo en mis brazos.

—Estoy seguro de que ya se enteró. No hay secretos en Forks —dijo el nombre del lugar con distintiva frialdad.

Me reí ante sus palabras. No hay secretos, así es.

—Diviértete en la playa —miré la lluvia, sabiendo que no duraría mucho y deseaba más que nunca que no fuera así—. Buen clima para tomar el sol. —Bueno lo sería el sábado. Taeyong lo disfrutaría y su felicidad se había convertido en lo más importante. Más importante que la mía propia.

—¿No te veré mañana? —preguntó, la preocupación en su tono me reconfortó.

—No, Johnny y yo empezaremos el fin de semana antes.

Estaba molesto conmigo mismo por haber hecho esos planes. Podría cancelarlos... pero no había nada como demasiada caza en este momento y mi familia ya estaba lo suficientemente preocupada por mi comportamiento sin revelarles lo obsesivo que me estaba volviendo. Aún no estaba completamente seguro de qué locura se había apoderado de mí anoche. De verdad necesitaba una manera de controlar mis impulsos. Quizá algo de distancia ayudaría.

—¿Qué harán? —preguntó, no muy feliz por la revelación. Más placer, más dolor.

—Iremos a acampar en las montañas de Goat Rocks, cerca del río Rainier. Johnny estaba desesperado por un oso.

—Ah, está bien diviértete —dijo decepcionado, su falta de entusiasmo me complacía de nuevo.

Mientras lo miraba, comencé a sentir casi una agonía ante el pensamiento de decir una despedida aunque fuese momentánea. Parecía tonto dejarlo fuera de mi vista, donde cualquier cosa podría pasarle y, sin embargo, las peores cosas que podrían pasarle podrían ser resultado de estar conmigo.

—¿Harías algo por mí este fin de semana? —pregunté muy serio. Taeyong asintió, aunque claramente perpleja por mi intensidad. “Tómalo con calma”.

—No te ofendas, pero pareces una de esas personas que atraen los problemas como un imán. Así que... trata de no caerte en el mar o dejarte atropellar, ¿de acuerdo?

Le sonreí, esperando que Taeyong no viera la verdadera tristeza en mis ojos. Cuanto deseaba que no estuviera mucho mejor lejos de mí, sin importar lo que quizá le pasaría allí.

“Corre, Taeyong, corre. Te amo demasiado, por tu propio bien o el mío”.

Se ofendió por mi pedido; debí haberme equivocado de nuevo. Me miró.

—Veré que puedo hacer —saltó saliendo hacia la lluvia y azotando la puerta con toda la fuerza que pudo.

Giré mi mano alrededor de la llave, acababa de sacar mi mano del bolsillo de su chaqueta e inhalé profundamente su esencia mientras conducía.



˚✩ 。🌗˚ ✩







1 comentario


Zyanan
Zyanan
10 dic 2023

Que milagro 😨

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