top of page

𝐬𝐝𝐦𝐧 (6)🌗 ᴶᵃᵉʸᵒⁿᵍ

Actualizado: 19 feb 2024


Capítulos

Link caps 9 - 10:





CAPÍTULO ONCE: INTERROGATORIO

CNN dio la noticia primero.

Me alegró que saliera en las noticias antes de que tuviera que ir a la escuela. Estaba ansioso por escuchar la forma en que los humanos contarían la historia y qué cantidad de atención podría obtener. Afortunadamente, se trataba de un pesado día de noticias. Hubo un terremoto en América del Sur y el secuestro de un político en el Medio Oriente, así que terminó ganando sólo unos segundos, unas líneas, y una imagen granulada.

“Tam Seong-Su, presunto asesino buscado en los estados del sur, fue detenido ayer por la noche en Seattle, gracias a un dato anónimo. Tam fue hallado inconsciente en un callejón esta mañana, a sólo unas cuadras de la estación de policía. Los oficiales no son capaces de decirnos en este momento si va a ser extraditado a Houston o la ciudad de Oklahoma para ser sometido a juicio.”

La imagen no era clara, era una mala toma y había tenido una espesa barba en el momento de la fotografía. Incluso si Taeyong lo veía, probablemente no le reconocería. Yo esperaba que no, eso lo hubiera asustado innecesariamente.

—La cobertura aquí en el pueblo será poca. Está demasiado lejos como para ser considerado de interés local —me dijo Sicheng—. Fue una buena idea que Kun lo llevara fuera del estado.

Asentí. Independientemente Taeyong no veía mucha TV y nunca había visto a su padre viendo algo además de canales deportivos.

Hice lo que pude. Este monstruo ya no iba a cazar y yo no era un asesino. No recientemente, de todos modos. Tuve razón al confiar en Kun, aunque deseaba que el monstruo no hubiera terminado tan fácil. Tenía la esperanza de que fuese extraditado a Texas, donde la pena de muerte es muy popular.

No. Eso no importaba. Ponía esto en el pasado y me concentraría en lo que era más importante.

Dejé la habitación de Taeyong hacía menos de una hora. Ya estaba dolorido con ganas de verlo de nuevo.

—Sicheng, te importaría…

Sicheng me interrumpió.

—Jaemin va a conducir, va a hacer como si estuviera enojado pero sabes que va a disfrutar la excusa de mostrar su automóvil —Sicheng se rió.

Le sonreí.

—Te veo en la escuela —Sicheng suspiró y mi sonrisa se convirtió en una mueca.

«Ya sé, ya sé», pensó. «Todavía no. Voy a esperar hasta que estés listo para que Taeyong me conozca. Deberías saber, sin embargo, que no se trata sólo de mí siendo egoísta. Yo también le voy a agradar a Taeyong».

No le contesté, ya que estaba saliendo por la puerta. Esa era una forma diferente de ver la situación. ¿Querría Taeyong conocer a Sicheng? ¿Tener un vampiro como mejor amigo?

Conociendo a Taeyong… la idea probablemente no le molestaría en lo más mínimo.

Fruncí el ceño. Lo que Taeyong quería y lo que era mejor para él eran dos cosas muy distintas.

Empecé a sentirme incómodo mientras aparcaba mi auto en la calle de Taeyong. El adagio humano dice que las cosas se ven distintas en la mañana, que las cosas cambian después que duermes. ¿Me veré diferente para Taeyong en la débil luz de un día brumoso? ¿Más o menos siniestro que en la oscuridad de la noche? ¿Habría entendido la verdad mientras dormía? ¿Finalmente tendría miedo?

Sin embargo, su sueño había sido pacífico anoche. Cuando dijo mi nombre, una y otra vez, Taeyong sonreía. Más de una vez murmuró una plegaria para que me quedara. ¿No significaría nada eso hoy?

Esperé nerviosamente, escuchando los sonidos del interior de su casa, los rápidos pasos dando tumbos por las escaleras, el brusco rasgar de un envoltorio de aluminio, el contenido del refrigerador chocando unos contra otros cuando azotó la puerta. Sonaba como si tuviera prisa. ¿Deseoso de llegar a la escuela? El pensamiento me hizo sonreír, esperanzado de nuevo.

Miré el reloj, suponía que, teniendo en cuenta la velocidad de su decrépita camioneta que debía limitarlo, era un poco tarde.

Taeyong se precipitó fuera de la casa, su mochila de libros deslizándose de su hombro, y su cabello desordenado por acción del viento. El grueso suéter verde que llevaban no era suficiente para cubrir sus delgados hombros contra la fría niebla.

El largo suéter era demasiado grande para Taeyong, desfavorecedor. Enmascaraba su esbelta figura, convertía todas sus delicadas curvas y suaves líneas en un revoltijo sin forma. Apreciaba esto casi tanto como deseaba que usara algo más suave como la camisa azul que había usado ayer por la noche. El tejido se aferraba a su piel de manera tan atractiva, con un corte bajo lo suficiente como para revelar la forma de los huesos de su cuello, rizándose por la curva de su cuello. El azul fluía como el agua a lo largo de la sutil forma de su cuerpo.

Era mejor, esencial, que mantuviera mis pensamientos alejados de la forma de su cuerpo, por lo que estaba agradecido del inapropiado suéter que vestía. No podía permitirme cometer errores y sería un error monumental detenerme a pensar en el extraño apetito que sentía, de sus labios… su piel… su cuerpo… pensamientos que temblaban sueltos dentro de mí. Apetitos que había evadido por un centenar de años. Pero no podía permitirme pensar en tocarlo, porque eso era imposible.

Lo rompería.

Taeyong se alejó de la puerta con tanta prisa que casi chocaba de frente con mi auto sin darse cuenta.

Luego resbaló al parar, sus rodillas se veían como un potro sobresaltado, su mochila se cayó de su brazo, y sus ojos se abrieron ampliamente enfocándose en el automóvil.

Salí, sin cuidado de moverme a velocidad humana y abrí la puerta del pasajero para él. Ya no trataría de engañarlo, cuando estuviéramos solos, por lo menos, iba a ser yo mismo.

Me miró, sobresaltado de cómo me materialicé en la niebla. Y entonces la sorpresa en sus ojos cambió a otra cosa, y ya no estaba asustado, o esperanzado, de que sus sentimientos por mí hubieran cambiado en el transcurso de la noche. Calor, admiración, fascinación, todo nadando en el chocolate derretido de sus ojos.

—¿Quieres dar un paseo conmigo hoy? —le pregunté. A diferencia de la cena de anoche, quería dejarlo elegir. A partir de ahora, debía ser siempre su elección.

—Sí, gracias —murmuró, entrando en mi coche sin la menor vacilación.

¿Alguna vez dejaría de emocionarme, que fuera a mí al que le decía que sí?

Corrí alrededor del coche, deseoso de unirme a Taeyong. No parecía estar sorprendido por mi repentina reaparición.

La felicidad que sentía cuando se sentaba a mi lado de esta manera no tenía precedente. Aunque disfrutaba del amor y compañía de mi familia, a pesar de los distintos entretenimientos y las distracciones que mi mundo tenía para ofrecer, nunca había sido tan feliz como ahora. Aun sabiendo que estaba equivocado, que esto no podía terminar bien, no podía borrar la sonrisa de mi cara por mucho tiempo cuando estábamos juntos.

Mi chaqueta estaba doblada en el respaldo de su asiento. Lo vi mirándola.

—Traje la chaqueta para ti—le dije. Esta era mi excusa, tenía que proporcionar una, para llegar esta mañana sin invitación. Hacía frío, Taeyong no tenía chaqueta, sin duda se trataba de una forma aceptable de caballerosidad—. No quería que te enfermaras o algo.

—No soy tan delicado —dijo, mirando a mi pecho en lugar de mi cara, como si no estuviera seguro de ver mis ojos. Pero se puso la chaqueta antes de que tuviera que recurrir a una petición o alguna persuasión.

—¿Ah, no? —me murmuré a mí mismo.

Miró hacia la carretera cuando aceleré hacia la escuela. Sólo podía soportar el silencio durante unos segundos. Tenía que saber qué pensaba esta mañana. Cuánto había cambiado entre nosotros desde la última vez que había salido el sol.

—¿Qué, no tienes veinte preguntas para hoy? —le pregunté, restándole importancia de nuevo. Sonrió, aparentemente alegre de que hubiera abordado el tema.

—¿Te molestan mis preguntas?

—No tanto como tus reacciones —le dije con honestidad, sonriendo en respuesta a su sonrisa.

Su boca se torció hacia abajo.

—¿Reaccioné mal?

—No, ese es el problema. Te tomaste todo demasiado bien, no es natural —nadie ha gritado hasta ahora. ¿Cómo puede ser posible?—. Me hace preguntarme qué estás pensando realmente —por supuesto, todo lo que Taeyong hiciera o no hiciera me hacía preguntarme eso.

—Siempre te digo lo que pienso de verdad.

—Lo censuras.

Sus dientes presionaron su labio otra vez. No parecía darse cuenta cuando lo hacía. Era una respuesta inconsciente a la tensión.

—No mucho.

Sólo esas palabras eran suficientes para mantener mi rabiosa curiosidad. ¿Qué me estaba ocultando a propósito?

—Lo suficiente para volverme loco —dije.

Taeyong vaciló y luego susurró—: No quieres saberlo.

Tuve que pensarlo por un momento, recordar toda nuestra conversación de anoche, palabra por palabra, antes de hacer la conexión. Tal vez tomó más concentración, porque no podía imaginar nada que no quisiera que me dijera. Y luego, porque el tono de su voz era el mismo de anoche; de repente había dolor en Taeyong de nuevo, lo recordé. Una vez, le pedí que no dijera sus pensamientos. “Nunca digas eso”, lo hice, le gruñí. Le hice llorar…

¿Era esto lo que ocultaba de mí? ¿La profundidad de sus sentimientos hacia mí? ¿Que el que yo fuera un monstruo no le importaba, y que pensaba que ya era demasiado tarde para cambiar de parecer?

No podía hablar, la alegría y el dolor eran demasiado fuertes para hacerlo, el conflicto entre ellos era demasiado salvaje para tener una respuesta coherente. El auto quedó en silencio, salvo por el constante ritmo de su corazón y pulmones.

—¿Dónde está el resto de tu familia? —preguntó de repente.

Tomé aliento, registrando el olor en el auto con verdadero dolor al principio, me estaba acostumbrando a esto, me di cuenta con satisfacción; y obligándome a ser casual otra vez.

—Se fueron en el auto de Jaemin —aparqué en el lugar vacío junto al coche en cuestión. Escondí mi sonrisa mientras veía como sus ojos se ensanchaban—. Ostentoso, ¿no?

—Caramba, si Jaemin tiene esto, ¿por qué viene contigo?

Jaemin hubiera disfrutado la reacción de Taeyong… si fuera objetivo respecto a Taeyong, lo cual probablemente no ocurriría.

—Como he dicho, es ostentoso. Intentamos no desentonar.

Por supuesto, Taeyong era completamente ignorante de la contradicción inherente con mi propio auto. No era un accidente que se nos viera con frecuencia en el Volvo, un auto celebrado por su seguridad. Seguridad, la única cosa de un auto que nunca necesitarían los vampiros. Pocos reconocerían la poco común versión de carreras, sin mencionar los cambios que le habíamos hecho después.

—Pues no lo logran —me dije y, entonces, se rió sin preocupaciones. El alegre y fluido sonido de su risa calentó el hueco en mi pecho.

—Entonces, ¿por qué condujo hoy Jaemin si se trata de no llamar la atención? —se preguntó.

—¿No lo has notado? Estoy rompiendo todas las reglas.

Mi respuesta debería haber sido ligeramente aterradora así que, por supuesto, Taeyong sonrió.

Una vez fuera del auto, caminé lo más cerca de Taeyong que me atreví, mirando con cuidado cualquier señal de que mi proximidad le molestara. Dos veces, su mano se movió hacia mí pero la regresaba. Parecía como si quería tocarme… Mi respiración se aceleró.

—¿Por qué todos ustedes tienen autos como esos si quieren pasar desapercibidos? —preguntó mientras caminábamos.

—Un lujo —admití—. A todos nos gusta conducir deprisa.

—Suena lógico —musitó en un tono amargo.

No miró hacia arriba para ver mi sonriente respuesta.

«¡No! No puedo creer esto. ¿Cómo demonios lo hizo Taeyong?»

Las alucinaciones de Jinni interrumpieron mis pensamientos. Ella estaba esperando a Taeyong, refugiándose de la lluvia bajo el borde del techo de la cafetería, con la chaqueta de invierno de Taeyong sobre el brazo. Sus ojos se ampliaron con incredulidad. Taeyong lo notó también al momento siguiente. Un tenue rosado tocó su mejilla cuando Taeyong registró la expresión de Jinni.

—Hola, Jinni. Gracias por acordarte —Taeyong la saludó. Jinni le entregó la chaqueta sin palabras.

Debía ser cortés con los amigos de Taeyong fuesen o no buenos amigos.

—Buenos días, Jinni.

«¡Caramba!»

Jinni abrió los ojos aún más, pero no se estremeció ni retrocedió como esperaba. Aunque ella siempre me encontró atractivo en el pasado, siempre había mantenido una distancia segura antes, del mismo modo que todos nuestros admiradores lo hacían inconscientemente. Fue extraño y divertido… y, honestamente, un poco embarazoso… el darme cuenta de cuánto me había suavizado estar cerca de Taeyong. Parecía que ya nadie me tenía miedo. Si Johnny se enteraba de esto, se reiría por el próximo siglo.

—Eh… hola —murmuró Jinni y posó sus ojos en Taeyong, llena de preguntas—.

Supongo que te veré en Mate.

«Vas a hablar demasiado. Detalles. ¡Tengo que tener detalles! ¡El maldito YoonOh Jung-Collett!»

Taeyong torció la boca.

—Sí, allí nos vemos.

Los pensamientos de Jinni corrían salvajemente mientras se apresuraba a su primera clase, mirándonos de vez en cuando.

«Toda la historia. No voy a aceptar nada menos. ¿Tenían planeado reunirse noche? ¿Están saliendo? ¿Desde hace cuánto? ¿Cómo puede Taeyong mantener esto en secreto? ¿Por qué lo haría? No puede ser una cosa casual, tiene que ser algo serio. Los averiguaré. Me pregunto si está haciéndolo con él… ¡Ay, me desmayo!»

De repente los pensamientos de Jinni se volvieron incoherentes, dejó trabajar sus fantasías como un remolino a través de su cabeza. Me estremecí con sus especulaciones y no sólo porque había sustituido a Taeyong con ella en sus imágenes mentales.

No podía ser así. Y, sin embargo, yo… yo lo quería…

Me resistí a admitirlo, incluso a mí mismo. ¿De cuántas maneras equivocadas iba a querer a Taeyong? ¿Cuál iba a acabar matándolo?

Sacudí mi cabeza y traté de calmarme.

—¿Qué vas a decirle? —le pregunté a Taeyong.

—¡Hey! —me susurró furiosa— ¡Pensé que no podías leerme la mente!

—No puedo —lo miré sorprendido, tratando de darle sentido a sus palabras. Ah, debimos haber estado pensando la misma cosa al mismo tiempo—. Sin embargo —le dije—. Puedo leer la suya. Te va a tender una emboscada en clase.

Taeyong gimió y a continuación se quitó la chaqueta. No me di cuenta de que estaba regresándomela, yo no se la iba a pedir; hubiera preferido que se la quedara… un souvenir, por lo que fui demasiado lento para ofrecerle mi ayuda. Me entregó la chaqueta y se puso la suya

—Entonces ¿qué le vas a decir? —presioné.

—Dame una ayudita, ¿Qué quiere saber?

Sonreí y sacudí la cabeza. Quería oír lo que estaba pensando sin inducirlo.

—Eso no es justo.

Entrecerró los ojos.

—Lo que no es justo es que no compartas lo que sabes.

Cierto, a Taeyong no le gustaba la doble moral.

—Quiere saber si estamos saliendo en secreto —dije lentamente—. Y también que sientes por mí.

Sus ojos se hicieron grandes, estaban abiertos para mí, legibles… Se estaba haciendo el inocente.

—Oh —murmuró— ¿Y qué debo decir?

—Uhmm —siempre trataba de hacerme darle más de lo que él me daba a mí.

Un caprichoso mechón de su pelo, ligeramente húmedo por la niebla, se rizaba alrededor de su cuello, donde su cuello se ocultaba por el ridículo suéter. Moví mis ojos a través de las otras líneas ocultas…

Alcancé el mechón con cuidado para no tocar su piel, la mañana ya era bastante fría sin mi tacto y lo acomodé, de manera que no me distrajera de nuevo. Recordé cuando Hwang Hyunjin había tocado su cabello y mi mandíbula se torció al hacerlo. Taeyong había retrocedido ante él. Su reacción ahora no fue la misma, en vez de eso, una avalancha de sangre se movió bajo su piel y de repente, un golpeteo irregular de su corazón.

Traté de esconder mi sonrisa para responder a su pregunta.

—Supongo que, si no te importa, podrías decir sí a lo primero —su elección, siempre su elección—. Es más fácil que cualquier otra explicación.

—No me importa —susurró. Su corazón aún no había regresado a su ritmo normal.

—Y en cuanto a su otra pregunta —no pude ocultar mi sonrisa esta vez—. Bueno, estaré atento para conocer la respuesta.

Dejaría que Taeyong considerara eso. Reprimí una carcajada mientras la sorpresa cruzó su rostro.

Di la vuelta y me alejé rápidamente, antes de que pudiera hacer más preguntas. Tuve un momento difícil al no darle lo que quería. Y deseaba escuchar sus pensamientos, no los míos.

—Te veo en el almuerzo —grité por encima de mi hombro, una excusa, para comprobar que aún estaba mirándome. Su boca colgaba abierta. Me volteé de nuevo y reí.

Mientras caminaba, era vagamente consciente de los sorprendidos y especulativos pensamientos que se arremolinaban alrededor de mí, ojos saltando entre la cara de Taeyong y mi figura en retirada. Apenas les presté atención. No podía concentrarme. Era bastante difícil mantener mis pies moviéndose a una velocidad aceptable mientras cruzaba el empapado césped hacia mi primera clase. Quería correr, de verdad correr, tan rápido que pudiera desaparecer, tan rápido que sentiría como si volara. Una parte de mí ya estaba volando.

Me puse la chaqueta cuando llegué a clase, dejé que su fragancia me envolviera. Ardería ahora, dejaría que el olor me desensibilizara, y entonces sería más fácil ignorarlo después, cuando estuviera con Taeyong de nuevo en el almuerzo.

Era bueno que mis maestros ya no se molestaran en llamarme. Hoy podría haber sido el día en que me hubieran atrapado desprevenido y sin respuestas. Mi mente estaba en tantos lugares esta mañana, sólo mi cuerpo estaba en el aula.

Por supuesto, estaba viendo a Taeyong. Eso se estaba convirtiendo en algo tan natural y automático como respirar. Algo en lo que apenas pensara conscientemente. Oí su conversación con un desmoralizado Hwang Hyunjin. Taeyong rápidamente dirigió la conversación hacia Jinni y yo sonreí tan ampliamente que Lee Yujeon, que se sentaba en el escritorio a mi derecha, se estremeció visiblemente y se reclinó profundamente en su asiento, lejos de mí.

«Uy. Espeluznante».

Bueno, no lo había perdido por completo.

También estaba monitoreando vagamente a Jinni, mirándola perfeccionar sus preguntas para Taeyong. Apenas podía esperar para el cuarto período, diez veces más impaciente y ansioso que la curiosa niña humana que quería chismes frescos.

Y también escuchaba a Yoo Karina.

No había olvidado la gratitud que le tenía por pensar nada más que cosas amables hacia Taeyong, en primer lugar y, en segundo, por su ayuda ayer en la noche. Así que esperé a lo largo de la mañana, en busca de algo que ella quisiera. Asumí que sería fácil; como cualquier otro humano, debía existir algún adorno o juguete que quisiera especialmente. Varios, probablemente. Me gustaría enviarle algo anónimamente y así estar a mano.

Pero Karina resultó ser casi tan cortés como Taeyong en sus pensamientos. Estaba extrañamente contenta para ser una adolescente. Feliz. Tal vez esa era la razón de su inusual amabilidad, era una de esas pocas personas que tenían lo que querían y querían lo que tenían. Si no estaba prestando atención a sus maestros y sus notas, estaba pensando en sus pequeños hermanos gemelos que llevaría a la playa este fin de semana, anticipando su entusiasmo con un instinto casi maternal. A menudo cuidaba de ellos, pero no estaba resentida de este hecho, era muy dulce.

Pero no realmente útil.

Tenía que haber algo que ella quisiera. Sólo tenía que seguir buscando. Pero después. Ya era hora de la clase de Matemáticas de Taeyong con Jinni. No estaba viendo a dónde iba cuando caminaba hacia Griego. Jinni ya estaba en su asiento, moviendo sus pies con impaciencia esperando que Taeyong llegara.

Por el contrario, una vez que estuve en mi asiento asignado en el aula, me quedé totalmente quieto. Tuve que recordar agitarme de vez en cuando para mantener la farsa. Era difícil; mis pensamientos estaban tan centrados en los de Jinni. Esperaba que pusiera atención, que realmente tratara de leer la cara de Taeyong para mí. El golpeteo de Jinni se volvió más impacientemente cuando Taeyong entró al aula.

«Se ve tan… desanimado ¿Por qué? Tal vez no pasa nada con YoonOh Jung-Collett. Eso sería una decepción. Excepto que… entonces él todavía está disponible… Si él de repente está interesado en las citas, no me importaría ayudar con eso…»

La cara de Taeyong no se veía desanimada, sino reacia. Estaba preocupado, sabía que yo estaría escuchando todo esto.

—¡Cuéntamelo todo! —Exigió Jinni mientras Taeyong todavía se quitaba su chaqueta para colgarla en la parte de atrás de su asiento. Se movía con deliberación, indispuesto.

«Ay, es tan lento. ¡Vamos a la parte jugosa!»

—¿Qué quieres saber? —Taeyong evadió mientras tomaba su asiento.

—¿Qué pasó anoche?

—Me llevó a cenar y luego me llevó a casa.

«¿Y después? ¡Vamos, tiene que haber más que eso! Está mintiendo, lo sé. Lo atraparé».

—¿Cómo llegaste a casa tan rápido?

Observé a Taeyong rodar los ojos a la suspicacia de Jinni.

—Conduce como loco. Fue aterrador.

Ella sonrió, una pequeña sonrisa y me reí en voz alta, interrumpiendo los anuncios del Prof. Fujinaga. Intenté convertir la risa en una tos, pero nadie se dejó engañar. El Prof. Fujinaga me dirigió una mirada irritada, pero ni siquiera me molesté en escuchar el pensamiento detrás de eso. Yo estaba escuchando a Jinni.

«Uhm. Suena como si estuviera diciendo la verdad. ¿Por qué me hace sacar esto, palabra por palabra? Si se tratara de mí estaría gritándolo a todo pulmón».

—¿Fue como una cita? ¿Le dijiste que se reunieran allí?

Jinni vio la confusión cruzando la expresión de Taeyong y se decepcionó de lo genuino que parecía.

—No, me sorprendió mucho verlo allí —le dijo Taeyong.

«¿Qué está pasando?»

—Pero te recogió hoy para venir a la escuela.

«Tiene que haber más en esta historia».

—Sí, eso también fue una sorpresa… Él notó que anoche no tenía chaqueta.

«Eso no es muy divertido», pensó Jinni, decepcionada de nuevo.

Yo ya estaba cansado de su línea de interrogatorio, quería escuchar algo que no supiera. Esperaba que no estuviera tan decepcionada que se saltara las preguntas que yo estaba esperando.

—Así que… ¿Van a salir de nuevo? —Jinni exigió saber.

—Él se ofreció a llevarme a Seattle el sábado porque cree que mi camioneta no es muy confiable… ¿Eso cuenta?

«Uhmm. Él seguramente quiere ir… para así, cuidar de Taeyong. Si Taeyong no siente nada, de seguro él sí… ¿Cómo puede ser eso? Taeyong está loco».

—Sí —Jinni respondió la pregunta de Taeyong.

—Bueno, entonces sí —concluyó Taeyong.

—Vaya… YoonOh Jung-Collett.

«Tanto si le gusta o no, esto es importante».

—Lo sé —Taeyong suspiró.

Su tono de voz alentó a Jinni.

«Finalmente. ¡Suena como si ya lo hubiera entendido!»

—¡Espera! —dijo Jinni, recordando su pregunta más vital— . ¿Te besó?

«Por favor, ¡Di que sí! ¡Y luego describe cada segundo!»

—No —murmuró Taeyong y luego miró sus manos, su cara caída—. No es de esos.

«Demonios. Desearía… Já. Parece que Taeyong también».

Fruncí el ceño. Taeyong parecía molesto por algo, pero no podía ser decepción como Jinni asumió. Taeyong no puede querer eso. No sabiendo lo que sabe. Taeyong no puede querer estar cerca de mis dientes. Por todo lo que sabía, yo tenía colmillos.

Me estremecí.

—¿Crees que el sábado…? —Jinni preguntó.

Taeyong parecía aún más frustrado cuando dijo—: Realmente lo dudo.

«Sí, Taeyong lo desea. Eso apesta».

¿Era porque lo estaba viendo todo a través del filtro de las percepciones de Jinni que parecía que ella tenía razón?

Por medio segundo me distrajo la idea, la imposibilidad, de cómo sería tratar de besar a Taeyong. Mis labios en sus labios, piedra fría contra calidez y tierna seda…

Y entonces Taeyong ella muere.

Sacudí la cabeza, adolorido, y me obligué a prestar atención.

—¿De qué hablaron?

«¿Hablaste con él o le sacaste cada pizca de información como yo?» Sonreí con pesar. Jinni no estaba muy lejos de la verdad.

—No lo sé, Jinni, un montón de cosas. Hablamos un poco sobre el ensayo.

Muy poco. Sonreí ampliamente.

«¡Ay, por Dios!»

—¡Por favor, Taeyong! Dame algunos detalles.

Taeyong deliberó por un momento.

—Bueno… está bien, tengo uno. Deberías haber visto a la mesera coquetear con él, fue atrevida pero él no le prestó atención en absoluto.

Qué curioso detalle para compartir. Me sorprendió que Taeyong lo hubiera notado incluso. Parecía una cosa intrascendente.

Interesante…

—Esa es una buena señal. ¿Era bonita?

Uhmm. Jinni pensó en ello más de lo que yo lo hice.

—Mucho —Taeyong le dijo—. Y probablemente tendría unos diecinueve o veinte años.

Jinni se distrajo momentáneamente con una memoria de Hyunjin en su cita la noche del lunes, Hyunjin siendo demasiado amable con una camarera que Jinni no consideraba bonita en absoluto. Se alejó de ese recuerdo y volvió enseguida, para ahogar su irritación, en su búsqueda de detalles.

—Incluso mejor. Debes gustarle.

—Creo que sí— dijo Taeyong lentamente, y yo ya estaba al borde de mi asiento, con el cuerpo rígido—. Pero es difícil saberlo. Él siempre es tan críptico.

No debí haber sido tan transparente y fuera de control como pensaba. Aún así, siendo atento… como era… ¿Cómo no se había dado cuenta de que estaba enamorado de él? Recordé nuestra conversación, casi sorprendido de que no lo hubiera dicho en voz alta. Sentí que ese conocimiento había sido el contexto de cada palabra entre nosotros.

«¡Vaya! ¿Cómo te sientas allí, enfrente de un modelo masculino y tienes una conversación?»

—No sé cómo tuviste suficiente valor para estar a solas con él —dijo Jinni.

Taeyong se sorprendió.

—¿Por qué?

Reacción rara, ¿qué es lo que cree que significa?

—Él es tan, «¿Cuál es la palabra correcta?». Intimidante. Yo no sabría qué decirle. «Esta mañana ni siquiera pude hablar y todo lo que él dijo fue buenos días. Debo haber sonado como una idiota».

Taeyong sonrió.

—Me vuelvo medio incoherente cuando estoy con él.

Seguramente trataba de que Jinni se sintiera mejor. Taeyong tenía un autocontrol antinatural cuando estábamos juntos.

—Oh, bueno —Jinni suspiró—. Él es increíblemente guapo.

La cara de Taeyong se congeló de repente, sus ojos destellaban de la misma manera que lo hacían cuando le molestaba alguna injusticia. Jinni no se dio cuenta del cambio en su expresión.

—Él es mucho más que eso —Taeyong chasqueó.

«Oooh. Ahora estamos yendo a alguna parte».

—¿De verdad como qué? —Taeyong mordió su labio por un momento.

—No te lo puedo explicar ahora —dijo finalmente—, pero es aún más increíble detrás del rostro.

Apartó la mirada de Jinni, sus ojos parecían ligeramente desenfocados como si estuviera mirando algo muy lejano.

Recordé cómo me sentía cuando Kun o Ten me elogiaban más de lo que merecía. Esta emoción fue similar, pero más intensa, más apasionada.

«Véndele esa estupidez a alguien más. ¡No hay nada mejor que esa cara! A menos que sea su cuerpo. ¡Dios!»

—¿Es eso posible? —dijo Jinni entre risitas.

Taeyong no volteó. Continuó mirando a la distancia, haciendo caso omiso de Jinni.

«Una persona normal estaría fanfarroneando. Tal vez si mantengo mis preguntas simples. Ja Ja. Como si estuviera hablando con un niño de preescolar».

—Así que, ¿te gusta?

Me puse rígido de nuevo. Taeyong no miró a Jinni.

—Sí.

—Quiero decir, ¿realmente te gusta?

—Sí.

«¡Mira ese rubor!»

—¿Qué tanto te gusta? —Jinni exigió saber.

El aula podría haber estado en llamas y yo no lo habría notado.

La cara de Taeyong ahora era de un color rojo brillante, casi podía sentir el calor de la imagen mental.

—Demasiado —le susurró—. Más de lo que yo le gusto a él. Pero no sé cómo evitarlo.

«¡Rayos! ¿Qué preguntó el Prof. Kim?»

—Uhm, ¿Qué número Prof. Kim?

Era bueno que Jinni ya no pudiera interrogar a Taeyong. Necesitaba un minuto.

¿Qué rayos estaba pensando Taeyong ahora? ¿“Más de lo que yo le gusto a él”?

¿Cómo podía pensar eso? “Pero no sé cómo evitarlo”, ¿Qué se supone que significaba eso? No pude encontrar una explicación racional a sus palabras. Eran prácticamente sin sentido.

Al parecer, no podía dar nada por sentado. Cosas obvias, cosas que tenían sentido, de alguna manera llegaban retorcidas a ese bizarro cerebro de Taeyong.

Fulminé el reloj con la mirada, apretando los dientes. ¿Cómo podían unos cuantos minutos parecer tan imposiblemente largos para un inmortal? ¿Dónde estaba mi punto de vista?

Mi mandíbula estuvo apretada toda la clase de Matemáticas del Prof. Kim. Oí más de esa lección que de mi propia clase. Taeyong y Jinni no hablaron de nuevo, pero Jinni echó un vistazo a Taeyong varias veces, en una de ellas su cara era brillante escarlata de nuevo y sin motivo aparente.

El almuerzo no llegaba con la suficiente rapidez.

No estaba seguro de si Jinni obtendría algunas de las respuestas que estaba esperando para cuando la clase terminara, pero Taeyong fue más rápido.

Tan pronto como sonó la campana, Taeyong volteó hacia Jinni.

—En Inglés, Hyunjin me preguntó si habías dicho algo sobre el lunes por la noche —dijo Taeyong, con una sonrisa tirando en las esquinas de sus labios. Entendí esto por lo que era, atacar es la mejor defensa.

«¿Hyunjin preguntó por mí?» El entusiasmo hizo que la mente de Jinni se descuidara, más suave, sin su habitual borde insidioso.

—¡Estás bromeando!, ¿qué le dijiste?

Claramente, eso era todo lo que iba a obtener de Jinni hoy. Taeyong estaba sonriendo como si hubiese pensado lo mismo. Como si pensara que ganó el round.

Bueno, el almuerzo sería otra historia.

Me moví apáticamente hacia la clase de Gimnasia con Sicheng, esa era la forma en que siempre nos movíamos cuando se trataba de alguna actividad física con los humanos. Naturalmente, Sicheng era mi compañero de equipo. Ningún humano quería hacer equipo con nosotros. Era el primer día de bádminton. Suspiré del aburrimiento, mientras movía la raqueta como si fuera en cámara lenta, con pequeños golpes para mandar el gallito al otro lado. Jeon Somi estaba en el otro equipo; y falló. Sicheng giraba su raqueta como si fuera un bastón, mirando al techo. Dio dos pasos hacia la red y Somi se encogió retrocediendo dos pasos.

Todos odiábamos Gimnasia, en especial Johnny. Los juegos de Lanzamiento eran una afrenta a su filosofía personal. Gimnasia se veía peor hoy de lo habitual, me sentía igual de irritado que Johnny. Antes de que mi cabeza explotara de impaciencia, el entrenador Wang terminó los juegos y nos sacó antes de la clase. Estaba ridículamente agradecido de que se hubiera saltado el desayuno, un nuevo intento de la dieta, y la consecuente hambre lo tenía a toda prisa con ganas de encontrar una comida grasienta en alguna parte. Se prometió a sí mismo que mañana empezaría de nuevo.

Esto me dio tiempo suficiente para llegar al edificio de matemáticas antes de que la clase de Taeyong terminara.

«Disfrútalo», pensó Sicheng mientras se dirigía a reunirse con Yuta. «Sólo tengo que ser paciente unos días más. ¿Supongo que no querrás decirle ‘hola’ a Taeyong de mi parte?»

Sacudí la cabeza, exasperado. ¿Eran todos los psíquicos tan presumidos?

«Para tu información va a estar soleado este fin de semana. Quizá quieras cambiar tus planes».

Suspiré mientras seguía en dirección contraria. Presumidos, pero sin duda útiles. Me apoyé contra la pared junto a la puerta, esperando. Estaba lo suficientemente cerca para escuchar la voz de Jinni a través de los ladrillos, así como sus pensamientos.

—¿Hoy no te vas a sentar con nosotros ¿verdad?

«Se ve… radiante. Apuesto a que hay toneladas de cosas que no me dijo».

—No lo creo —respondió Taeyong, extrañamente inseguro. ¿No le había prometido pasar el almuerzo con ella? ¿En qué estaba pensando?

Salieron de la clase juntos y los ojos de ambos se ensancharon cuando me vieron. Pero sólo podía escuchar a Jinni.

«Bien. Vaya. Sí, aquí pasa más de lo que me está diciendo».

—Te veo luego, Taeyong.

Taeyong caminó hacia mí, a paso lento, aún inseguro. La piel de sus pómulos era de color rosa. Ahora lo conocía lo suficientemente bien como para asegurar que no era miedo lo que había detrás de su vacilación. Al parecer, esto era sobre algún abismo que imaginaba entre sus sentimientos y los míos. “Más de lo que yo le gusto”.

¡Absurdo!

—Hola —dije, con la voz un poco seca. Su cara se puso de un rosa brillante.

—Hola.

No parecía decidido a decir algo más, por lo que lo llevé camino a la cafetería y Taeyong caminó en silencio a mi lado.

La chaqueta había funcionado, su aroma no fue el golpe que generalmente era. Sólo era una intensificación del dolor que ya sentía. Podía ignorarlo con más facilidad de lo que alguna vez creí posible.

Taeyong estaba inquieto mientras esperábamos en la fila, jugando distraídamente con el cierre de su chaqueta, cambiando nerviosamente de un pie al otro. Me miraba a menudo, pero siempre que encontraba mi mirada, veía hacia abajo como si estuviera avergonzado. ¿Era porque había muchas personas mirándonos? Tal vez podría oír los susurros, el chismorreo hoy era tanto mental como verbal.

O tal vez se dio cuenta, por mi expresión, de que iba a querer algunas explicaciones.

No dijo nada hasta que estaba reuniendo el almuerzo. No sabía lo que a Taeyong le gustaba, todavía, así que agarré de todo.

—¿Qué estás haciendo? —bufó en voz baja—. ¿No pensarás llevarte todo eso para mí?

Sacudí la cabeza y empujé la bandeja hasta la caja.

—La mitad es para mí, por supuesto.

Alzó la ceja de manera escéptica, pero no dijo nada más mientras pagaba los alimentos y lo acompañaba a la mesa en que nos sentamos la semana pasada. Parecía que había pasado mucho más que unos pocos días. Todo era diferente ahora.

De nuevo, se sentó frente a mí. Empujé la bandeja hacia él.

—Toma lo que quieras —dije. Escogió una manzana y la giró entre sus manos, con una mirada especulativa en el rostro.

—Tengo curiosidad

¡Qué sorpresa!

—¿Qué harías si alguien te reta a comer comida? —continuó en voz baja para que no llegara a oídos humanos. Los oídos inmortales eran otro asunto, si esos oídos estuvieran prestando atención. Fruncí el ceño.

—Tú siempre sientes curiosidad —me quejé. Oh, bueno. No era como si no hubiese tenido que comer antes. Era parte de la farsa. Una desagradable.

Tomé la cosa más cercana y atrapé su mirada mientras mordía un pequeño bocado de lo que sea que fuera. Sin mirar, no podía saberlo. Era viscoso, grueso y repulsivo como cualquier otra comida humana. Mastiqué y tragué con rapidez, tratando de no hacer muecas. El trozo de comida se movió lenta e incómodamente por mi garganta. Suspiré mientras pensaba en cómo tendría que sacarlo después. Desagradable.

La expresión de Taeyong era horrorizada. Impresionado.

Quería poner los ojos en blanco. Por supuesto, habíamos perfeccionado esos engaños.

—¿Si alguien te reta a comer tierra puedes, verdad?

Su nariz se arrugó y sonrió.

—Lo hice una vez… por una apuesta. No fue tan malo. Me reí.

—Supongo que no me sorprende.

«¿Cómo pudo? ¡Ese imbécil egoísta! ¿Cómo puede hacernos esto a nosotros?»

El penetrante chillido mental de Jaemin atravesó mi humor.

—Tranquilo, Jaemin —escuché a Johnny susurrar a través de la cafetería. Su brazo estaba a través de los hombros de Jaemin, sosteniéndolo apretado a su lado. Reteniéndolo.

«Lo siento, YoonOh». Pensó Sicheng con culpa. «Podía ver que Taeyong sabía demasiado por tu conversación… y bueno, hubiese sido peor si no le decía la verdad de una vez. Créeme».

Me estremecí ante la imagen mental que siguió, lo que habría pasado si le hubiera admitido a Jaemin que Taeyong sabía que yo era un vampiro cuando estábamos en casa, donde Jaemin no tenía una fachada que mantener. Tendría que esconder mi Aston Martin en algún lado fuera del estado si Jaemin no se calmaba para el momento en que terminara la escuela. La vista de mi auto favorito mutilado y quemado fue molesta, aunque sabía que me había ganado la retribución.

Yuta no estaba más feliz.

Lidiaría con los otros después. Sólo tenía tiempo asignado para estar con Taeyong y no lo iba a desperdiciar.

«YoonOh y Taeyong se ven cómodos, ¿verdad?» Mientras intentaba ignorar a Jaemin, los pensamientos de Jinni interrumpieron. Esta vez no me importó.

«Buen lenguaje corporal. Voy a reconstruirlo para Taeyong. Se está inclinando hacia Taeyong en la forma en que debería, si está interesado. Se ve interesado. Se ve… perfecto». Jinni suspiró. «Delicioso».

Me encontré con los ojos curiosos de Jinni y ella desvió su mirada nerviosamente, encogiéndose de vuelta en su silla. «Uhmm. Probablemente será mejor apegarme a Hyunjin. A la realidad, no a la fantasía…»

Poco tiempo había pasado, pero Taeyong había notado mi abstracción.

—Jinni está analizando todo lo que hago —le dije. Usando la menor distracción como excusa—. Luego lo reconstruirá para ti.

La rabieta de Jaemin continuó. Un monólogo interno cáustico que con suerte se detuvo por un segundo o dos mientras buscaba en su memoria por insultos frescos que lanzar a mi dirección. Forcé el sonido a que fuera ruido de fondo, determinado a estar presente con Taeyong.

Empujé el plato de comida hacia Taeyong, pizza, me di cuenta, preguntándome cómo era mejor empezar. Mi antigua frustración flameaba mientras repetía sus palabras mi cabeza: “Más de lo que yo le gusto a él. Pero no sé cómo evitarlo.”

Taeyong mordió la misma rebanada de pizza. Me sorprendió lo confiado que estaba. Por supuesto, Taeyong no sabía que yo era ponzoñoso, no es que compartir la comida fuera a dañarlo. Aun así, esperaba que me tratara diferente. Como otra cosa. Nunca lo hizo.

Empezaría con delicadeza.

—¿Entonces, la camarera era bonita? —Taeyong alzó una ceja.

—¿De verdad no te diste cuenta? —Como si alguien pudiera esperar que quitara mi atención de Taeyong. Absurdo, de nuevo.

—No, no estaba prestando atención. Tenía muchas cosas en la cabeza.

—Pobre chica —dijo Taeyong. Sonriendo.

Le gustaba que no hubiera encontrado a la camarera interesante en ninguna forma. Podía entender eso. ¿Cuántas veces me había imaginado incapacitando a Hwang Hyunjin en la clase de Biología?

Honestamente Taeyong no podía creer que sus sentimientos humanos, el fruto de diecisiete cortos años mortales, podrían ser más fuertes que esta bola de demolición que me había destrozado después de un siglo de vacío.

—Algo de lo que le dijiste a Jinni. —No podía mantener mi voz casual—. Bueno, me molesta.

Inmediatamente, se puso a la defensiva.

—No me sorprende que oyeras algo que te disgustara, ya sabes lo que dicen de los chismosos.

Los chismosos nunca oyen cosas buenas de ellos, eso es lo que dicen.

—Te advertí que estaría escuchando —le recordé.

—Y yo te advertí que no querrías saber todo lo que pienso.

Ah, estaba pensando en cuando lo hice llorar. El remordimiento hizo mi voz más gruesa.

—Cierto, aunque te equivocas: quiero saber todo lo que piensas… Todo, sólo que desearía que no pensaras algunas cosas.

Más medias mentiras. Sabía que no debería querer que se preocupara por mí.

Pero lo quería. Claro que lo quería.

—Esa es una distinción importante— refunfuñó, frunciendo el ceño—. Pero ese no es el punto por ahora.

—¿Entonces cuál es? —se inclinó hacia mí, con su mano ahuecada ligeramente alrededor de su garganta. Atrajo mi mirada, me distrajo, ¿qué tan suave se sentirá su piel…?

“Concéntrate”, me ordené a mí mismo.

—¿De verdad crees que te interesas más por mí, que yo por ti? —Le pregunté.

La pregunta sonó ridícula para mí, como si las palabras estuvieran revueltas.

Taeyong se congeló por un momento, incluso su respiración se detuvo. Entonces desvió su mirada, parpadeando rápidamente. Su aliento se convirtió en un suave jadeo.

—Lo hiciste de nuevo —murmuró.

—¿Qué?

—Deslumbrarme —admitió, mirando mis ojos con cautela.

—Oh —no estaba seguro de qué hacer al respecto. Todavía estaba emocionado con el hecho de que podía deslumbrarlo. Pero esto no estaba ayudando al progreso de la conversación.

—No es culpa tuya—suspiró—. No puedes evitarlo.

—¿Vas a responder mi pregunta? —Le exigí. Fijó la vista en la mesa.

—Sí.

Eso fue todo lo que dijo.

—¿Sí, vas a responder o sí, realmente piensas eso? —pregunté con impaciencia.

—Sí, realmente lo creo —dijo sin mirarme. Hubo un ligero tono de tristeza en su voz. Se sonrojó de nuevo, sus dientes se movieron inconscientemente hacia su labio.

Abruptamente, me di cuenta de que le costaba admitirlo, porque realmente lo creía. Yo no era mejor que el cobarde de Hyunjin, pidiéndole que confirmara sus sentimientos antes de que yo confirmara los míos. No importaba que yo sintiera que había dejado mi lado muy claro. Taeyong no lo había captado, por lo que no tenía excusa.

—Te equivocas —prometí. Debió escuchar la ternura en mi voz. Taeyong me miró, sus ojos opacos, sin rastro de nada.

—Eso no puedes saberlo —susurró.

—¿Qué te hace pensar eso? —pregunté. Inferí que pensó que estaba subestimando sus sentimientos porque no podía leer sus pensamientos. Pero, en verdad, el problema era que Taeyong estaba subestimando grandemente los míos.

Me miró de nuevo, juntando las cejas, mordiendo sus labios. Por millonésima vez, deseé desesperadamente que sólo pudiera escucharlo.

Cuando iba a comenzar a suplicarle, alzó un dedo para callarme.

—Déjame pensar —pidió. Mientras que simplemente estuviera organizando sus pensamientos, podía ser paciente.

O podía pretender que lo era.

Presionó sus manos juntas, entrelazando y liberando sus delgados dedos.

Observó sus manos como si pertenecieran a otra persona mientras hablaba.

—Bueno, aparte de lo obvio —murmuró—, a veces… no estoy seguro, yo no puedo leer mentes, pero algunas veces parece que intentas despedirte cuando estás diciendo otra cosa. —No me miró.

¿Había captado eso, no? ¿Se daba cuenta de que sólo era debilidad y egoísmo lo que me mantenía aquí? ¿Pensaba menos de mí por eso?

—Perceptivo —susurré y miré con horror cómo el dolor retorcía su expresión. Me apresuré a contradecir su hipótesis—, aunque por eso es por lo que te equivocas—empecé y, después, hice una pausa, recordando las primeras palabras de su explicación. Me molestaba, aunque no estaba seguro de haber entendido muy bien.

—¿Qué quieres decir, con lo obvio?

—Bueno, mírame —dijo.

Estaba mirándolo, todo lo que siempre hacía era mirarlo.

—Soy absolutamente normal —explicó—. Bueno, salvo por todas las situaciones en que la muerte me ha pasado rozando y por ser tan torpe, que casi soy un discapacitado. Y mírate a ti —abanicó el aire hacia mí, como si estuviera diciendo algo tan obvio que no valiera la pena detallarlo.

¿Pensaba que era normal? ¿Pensaba que yo era preferible por encima de él?

¿Según las estimaciones de quién? ¿Tontos, humanos de mente estrecha, ciegos, como Jinni o la Sra. Seohyun? ¿Cómo es que no podía darse cuenta de que Taeyong era lo más bello… más exquisito…? Esas palabras no eran suficientes.

Y Taeyong no tenía idea.

—Nadie se ve a sí mismo con claridad —le dije—. Voy a admitir que diste en el clavo con los defectos —reí sin humor. No encontraba cómico que el destino lo cazara. La torpeza, sin embargo, era algo gracioso. Dulce. ¿Me creería si le dijera que era hermoso, por dentro y por fuera? Quizá encuentre la corroboración más convincente.

—¿Pero no sabes lo que pensaban todos los chicos el día de tu llegada?

Ah, la esperanza, la emoción, la impaciencia de esos pensamientos. La rapidez con que se habían convertido en fantasías imposibles. Imposibles, porque Taeyong no deseaba a ninguno de ellos.

Yo era al que Taeyong dijo que sí.

Mi sonrisa debe haber sido presumida. Su rostro se puso blanco de la sorpresa.

—No te creo —murmuró.

—Confía en mí sólo esta vez. Eres lo contrario a lo normal —no estaba acostumbrado a los cumplidos, podía ver eso. Se sonrojó y cambió el tema.

—Pero no soy yo el que está diciendo adiós.

—¿No lo ves? Eso demuestra que tengo razón. Soy quien más se preocupa, porque yo sí puedo hacerlo. —¿Dejaría alguna vez de ser egoísta, para hacer lo correcto? Sacudí la cabeza desesperado. Tendría que encontrar la fuerza, Taeyong merecía una vida, no lo que Sicheng había visto venir—. Si irme es lo correcto…

¿Y tenía que ser lo correcto, cierto? Taeyong no me pertenecía. No había hecho nada para merecer mi inframundo.

—Sufriré para evitar que resultes herido, para mantenerte a salvo. —Mientras hablaba, deseaba que fuera cierto.

Me fulminó con la mirada. De alguna manera, mis palabras lo habían encolerizado.

—¿Acaso no piensas que yo haría lo mismo? —exigió furiosamente.

Tan furioso, tan suave y tan frágil. ¿Cómo podría Taeyong lastimar a alguien?

—Nunca vas a tener que decidir eso —le dije, una vez más deprimido por la vasta diferencia entre nosotros.

Me miró, reemplazando la ira por el interés, estrechando sus ojos.

Debía de haber algo realmente malo en el orden del universo si alguien tan bueno y frágil no merecía un ángel de la guarda para alejarlo de los problemas.

“Bueno”, pensé con un oscuro humor, “por lo menos tiene un vampiro de la guarda”.

Le sonreí. Me encantaba mi excusa para quedarme.

—Por supuesto, mantenerte a salvo empieza a parecerse a un trabajo de tiempo completo que requiere de mi presencia constante —Taeyong también sonrió.

—Nadie ha tratado de acabar conmigo hoy —dijo a la ligera, y después su expresión se volvió especulativa durante medio segundo, antes de que sus ojos se volvieran opacos de nuevo.

—Aún —añadí secamente.

—Aún —aceptó, para mi sorpresa. Esperaba que negara la necesidad de protección.

Al otro lado de la cafetería las quejas de Jaemin subían de volumen en vez de apagarse.

«Lo siento», pensó Sicheng otra vez. Debe haberme visto hacer una mueca. Pero oírlo me recordó que tenía unos asuntos que atender.

—Tengo otra pregunta para ti —dije.

—Dispara —dijo Taeyong, sonriendo.

—¿De verdad necesitas ir a Seattle este sábado o sólo era una excusa para no tener que decir no a todos tus admiradores? —Me hizo una mueca.

—Todavía no te he perdonado por el asunto de Daniel, es tu culpa que se haya engañado hasta creer que voy a acompañarlo al baile de graduación.

—Oh, él habría encontrado una oportunidad para pedírtelo sin mi ayuda, en realidad yo sólo quería ver tu cara —me reí, recordando su expresión aterrada. Nada de lo que le había contado acerca de mi propia historia oscura lo había horrorizado tanto.

—Si te lo hubiera pedido, ¿me hubieras rechazado?

—Probablemente no —dijo—. Pero hubiera cancelado después alegando una falsa enfermedad o tobillo roto.

Qué extraño.

—¿Por qué?

Sacudió su cabeza, como si se sintiera decepcionado de que no lo entendí.

—Supongo que nunca me has visto en Gimnasia, pero creí que lo entenderías. Ah.

—¿Te refieres al hecho de que eres incapaz de caminar a través de una superficie plana y estable sin encontrar algo con que tropezar?

—Obviamente.

—Eso no sería un problema. Todo depende de quién te lleve a bailar.

Por una fracción de segundo, me abrumó la idea de sostenerlo entre mis brazos durante un baile, donde, sin duda, estaría usando algo bonito y delicado, no ese horrible suéter.

Recordé con perfecta claridad cómo se había sentido su cuerpo bajo el mío después de ponerlo fuera del camino de la furgoneta. Más fuerte que el pánico o la desesperación, podía recordar esa sensación. Había sido tan cálido y tan suave, amoldándose a mi figura de piedra…

Me alejé de ese recuerdo.

—Pero no me has contestado —dije rápidamente, previniendo que protestaría algo acerca de su torpeza, como claramente intentó hacerlo— ¿Estás decidido a ir a Seattle, o te importaría si hacemos algo diferente?

Astuto, dejándolo a su elección, pero sin darle la opción de estar lejos de mí. Poco justo de mi parte. Pero anoche le había hecho una promesa. Demasiado casual, demasiado irreflexivo, pero aún así… Si alguna vez iba a merecer la confianza que él me había dado a pesar de mi indignidad, iba a mantener cada promesa que pudiera. Incluso si la idea me aterraba.

El sol brillaría el sábado. Podría mostrarle mi verdadero yo, si era lo suficientemente valiente para soportar su horror y repugnancia. Conocía el lugar perfecto para tomar ese riesgo.

—Estoy abierto a sugerencias —dijo Taeyong—. Pero quiero pedirte un favor.

Un sí con reservas. ¿Qué querría Taeyong de mí?

—¿Qué?

—¿Puedo conducir?

¿Era esta su idea de humor?

—¿Por qué?

—Bueno, sobre todo porque cuando le dije a Taeil que iba a Seattle, me preguntó concretamente si iría solo y, en ese momento, así era. Si pregunta una vez más, probablemente no le mentiría, pero no creo que pregunte de nuevo, y dejar el coche enfrente de la casa sólo sacaría el tema a relucir de forma innecesaria. Y además, porque tu forma de conducir me asusta.

Puse mis ojos en blanco hacia Taeyong.

—De todas las cosas por las que debería asustarte, a ti te preocupa mi forma de conducir —en verdad, su cerebro trabajaba al revés. Sacudí la cabeza disgustado.

¿Por qué no le temía a las cosas correctas? ¿Por qué no quería que lo hiciera?

No pude mantener el tono juguetón de nuestras bromas.

—¿No quieres decirle a tu padre que vas a pasar el día conmigo? —pregunté, dejando que se filtrase la oscuridad de mi voz mientras pensaba en todas las razones por las que eso era importante, adivinando de todas maneras cuál iba a ser su respuesta.

—Con Taeil, menos siempre es más —dijo Taeyong, seguro de este hecho—. De todos modos ¿a dónde vamos a ir?

—El clima será agradable —le dije lentamente, luchando contra el pánico y la indecisión, ¿Cuánto más lamentaría esta decisión?—. Así que estaré fuera de la atención pública… y podrás estar conmigo, si quieres.

Taeyong lo captó a la primera, sus ojos eran brillantes y ansiosos.

—¿Y me enseñarás a qué te referías con lo del sol?

Tal vez, como otras tantas veces, su reacción sería lo contrario de lo que esperaba. Sonreí ante esa posibilidad, luchando por volver el momento más ligero.

—Sí. Pero… —Taeyong no había dicho que sí—. Si no quieres estar… a solas conmigo, todavía sigo prefiriendo que no vayas a Seattle solo. Me estremezco de pensar con qué problemas podrías encontrarte en una ciudad de ese tamaño.

Sus labios se contrajeron; estaba ofendido.

—Phoenix es tres veces más grande que Seattle sólo en la población. En cuanto a tamaño…

—Pero al parecer, en Phoenix no te había llegado la hora —le dije, interrumpiendo sus justificaciones—. Así que preferiría que permanecieras cerca de mí.

Podría permanecer para siempre conmigo y aun así no sería suficiente.

No debería pensar de esa manera. No teníamos para siempre. Cada segundo contaba, más de lo que nunca lo había hecho; cada segundo lo cambiaba, mientras yo permanecía intacto, físicamente al menos.

—No me importa estar a solas contigo —dijo. No, porque sus instintos funcionaban al revés.

—Lo sé —suspiré—. Pero deberías decirle a Taeil.

—¿Por qué diablos debería de hacerlo? —preguntó horrorizado por la idea.

Lo miré con fiereza, aunque la ira era, usualmente, dirigida a mí mismo. Cómo deseaba tener una respuesta diferente para Taeyong.

—Para darme un pequeño incentivo para que te traiga de vuelta —bufé.

Debería darme al menos eso, un testigo para obligarme a ser cauteloso.

Taeyong tragó saliva, y me miró durante un largo rato. ¿Qué es lo que vio?

—Creo que me arriesgaré —dijo.

¡Ay! ¿Obtenía alguna emoción al poner en riesgo su vida? ¿Ansiaba un disparo de adrenalina?

«¡Harías el favor de callarte!» El pensamiento mental de Jaemin se asomó, rompiendo mi concentración. Vi lo que pensaba de esta conversación, de lo mucho que Taeyong ya sabía. Volteé a ver a Jaemin automáticamente con el ceño fruncido furiosamente, pero me di cuenta que simplemente no me importaba. Que destruya el auto. Sólo era un juguete.

—Hablemos de otra cosa —Taeyong sugirió repentinamente.

Lo miré de nuevo, preguntándome cómo podía ser tan inconsciente de lo que realmente importaba. ¿Por qué no me veía como el monstruo que era? Jaemin ciertamente lo hacía.

—¿De qué quieres hablar?

Movió sus ojos a la izquierda y, luego, a la derecha, para asegurarse de que no hubiera chismosos. Debía estar planeando introducirme en otro tema relacionado con los mitos. Sus ojos se congelaron por un segundo y su cuerpo se puso rígido después me miró de nuevo a mí.

—¿Por qué fuiste a Goat Rocks el pasado fin de semana… a cazar? Taeil dice que no es un buen lugar para acampar, a causa de los osos.

Tan obvio era que lo miré levantando una ceja.

—¿Osos? —jadeó.

Le sonreí burlonamente, viendo eso penetrar. ¿Esto haría que me tomara en serio? ¿Algo lo haría?

«Ya dile todo. Tampoco es como que tuviésemos reglas…», los pensamientos de Jaemin sisearon hacia mí. Luché para no oírlo.

Taeyong compuso su expresión.

—No estamos en temporada de osos —dijo severamente, estrechando sus ojos.

—Si lees con cuidado, las leyes sólo cubren la caza con armas.

Perdió el control de su expresión de nuevo por un momento. Sus labios se abrieron.

—¿Osos? —dijo una vez más, una pregunta tentativa en lugar de un jadeo de sorpresa.

—El favorito de Johnny es el oso pardo. —Observé sus ojos, mientras pasaba del asombro a recuperarse.

—Uhmm —murmuró. Mordía la pizza, mirando hacia abajo. Masticó despacio, y luego tomó un trago de su refresco.

—Entonces —dijo, levantando los ojos—. ¿Cuál es tu favorito?

Supuse que debí haber esperado algo así, pero no lo había hecho.

—El puma —contesté bruscamente.

—Ah —dijo en un tono neutral. Sus latidos continuaban constantes, como si estuviéramos discutiendo sobre mi restaurante favorito.

Bien, entonces, si quería actuar como si esto no fuera nada raro…

—Por supuesto, debemos tener cuidado para no causar un impacto ambiental desfavorable con una cacería imprudente —le dije, con voz distante y clínica —. Tratamos de concentrarnos en zonas con sobrepoblación de depredadores y nos alejamos tanto como sea necesario. Aquí siempre hay un montón de ciervos y alces, pero... ¡¿dónde está la diversión en eso?!

Taeyong escuchó con una expresión de amable interés, como si yo fuera un guía turístico hablando de una pintura. Tuve que sonreír.

—Claro diversión —murmuró con calma, mientras le daba otro mordisco a la pizza.

—El comienzo de la primavera es la estación favorita de Johnny —dije, continuando con la conferencia—. Acaban de salir de la hibernación, por lo que están más irritables.

Setenta años después y él todavía no superaba el haber perdido aquel primer encuentro.

—No hay nada más divertido que un oso pardo irritado —Taeyong admitió, asintiendo solemnemente.

No pude evitar reír mientras sacudía la cabeza por su ilógica calma. Tenía que haber algo.

—Dime qué estás pensando realmente, por favor.

—Estoy tratando de imaginarlo pero no puedo —dijo arrugando la frente—. ¿Cómo cazas un oso sin armas?

—Oh, las tenemos —le dije, con una amplia sonrisa. Esperaba que retrocediera, pero estaba muy quieto, mirándome—. Simplemente no del tipo que aparecen en las leyes de caza. Si alguna vez has visto atacar a un oso en la televisión, deberías ser capaz de visualizar como caza Johnny.

Miró hacia la mesa donde se sentaban los demás y se estremeció.

Finalmente. Y entonces me reí de mí mismo, porque sabía que parte de mí deseaba que lo ignorara.

Sus ojos oscuros eran amplios y profundos cuando me miró.

—¿También tú te pareces a un oso? —preguntó casi en un susurro.

—Más o menos como un puma, o eso es lo que me dicen —le dije tratando de sonar distante—. Tal vez nuestras preferencias sean significativas.

Sus labios se levantaron en una sonrisa.

—Tal vez —repitió. Entonces inclinó la cabeza a un lado y de repente la curiosidad fue clara en sus ojos—. ¿Es algo que podría llegar a ver?

Por un momento, estuvo tan claro en mi cabeza; el cuerpo de Taeyong destrozado y exangüe en mis brazos, que pensé que yo había sido quien había tenido la visión en vez de simplemente verla en la mente de Sicheng. Pero no lo necesité para ilustrar este horror; la conclusión era obvia.

—Absolutamente no —le gruñí.

Se alejó de mí, lucía perplejo y asustado por mi rabia repentina.

Me eché hacia atrás también, queriendo poner distancia entre los dos. Nunca iba a ver eso, ¿o sí? Taeyong no haría nada para ayudarme a mantenerlo con vida.

—¿Demasiado aterrador para mí? —preguntó, su voz estaba bien, su corazón, sin embargo, estaba acelerado.

—Si así fuera te sacaría esta noche —dije hablando entre dientes—. Necesitas una buena dosis de miedo. Nada te caería mejor.

—Entonces ¿por qué? —exigió, sin inmutarse.

Lo miré fijamente, a la espera de que le diera miedo. Yo tenía miedo.

Sus ojos seguían siendo curiosos, impaciencia, nada más. Esperaba que respondiera sin rendirse.

Pero nuestra hora había terminado.

—Más tarde —le dije y me levanté—. Vamos a llegar tarde.

Miró alrededor, desorientado, como si hubiera olvidado que estábamos en el almuerzo. Como si se le hubiese olvidado que estábamos en la escuela y estaba sorprendido de que no estuviéramos solos en algún lugar privado. Entendí bien ese sentimiento. Era fácil olvidar el resto del mundo cuando estaba con Taeyong.

Se levantó rápidamente y acomodó su mochila sobre su hombro.

—Muy bien, después —dijo, y pude ver la determinación en su boca; no iba a dejar pasar esto.



˚✩ 。🌗˚ ✩


CAPÍTULO DOCE: COMPLICACIONES

Taeyong y yo caminamos en silencio hacia Biología. Le pasamos, por un lado, a Yoo Karina que caminaba lentamente por la acera, discutiendo una tarea con un chico de la clase de Matemáticas, esperaba más decepción, sólo para sorprenderme por su tono de nostalgia.

Ah, entonces sí había algo que Karina quería. Desafortunadamente, no era algo que pudiera ser fácilmente envuelto en papel regalo.

Me sentí extrañamente consolado por un momento escuchando el anhelo desesperanzado de Karina. Un sentido de afinidad pasó a través de mí y fui, por un segundo, uno de la misma especie que la chica humana.

Era extrañamente consolador saber que no era el único que estaba viviendo una trágica historia de amor. Los corazones rotos estaban por todas partes.

En el segundo siguiente estaba abruptamente irritado. Porque la historia de Karina no tenía por qué ser trágica. Ella era humana y él era humano, y la diferencia que parecía tan insuperable en su cabeza era ridícula, verdaderamente ridícula comparada con mi propia situación. ¿Por qué esta historia no podía tener un final feliz?

Yo quería regalarle algo… bueno le daría lo que ella quería. Sabiendo lo que sabía de la naturaleza humana, esto probablemente no sería difícil.

Escudriñé la conciencia del chico que estaba a su lado, el objeto de sus afectos, y él no parecía indiferente: él estaba en la misma dificultad en la que estaba ella.

Todo lo que debía hacer era plantear la sugerencia.

El plan se formó fácilmente; el guión se escribió por sí solo sin esfuerzo por mi parte. Necesitaría la ayuda de Johnny. Hacer que me siguiera la corriente con esto era donde estaba la verdadera dificultad. La naturaleza humana era más fácil de manipular que la naturaleza inmortal.

Estaba complacido con mi solución, con mi regalo para Karina. Era una linda distracción de mis propios problemas. Desearía que los míos fuesen tan fácilmente arreglados.

Mi humor estaba un poco mejor cuando Taeyong y yo tomamos nuestros asientos. Quizás debería ser más positivo. Quizás había una solución para nosotros escapándome, la obvia solución de Karina era tan invisible para ella. No es probable… ¿Pero para qué desperdiciar tiempo con desesperanza? No tenía tiempo para desperdiciar cuando se trataba de Taeyong. Cada segundo importaba.

El Prof. Park entró arrastrando una antigua tele y video. Estaba saltándose una sección de la que no estaba particularmente interesado, desórdenes genéticos, mostrando una película por los próximos tres días. El aceite de Lorenzo no era una pieza muy alegre, pero eso no detuvo la emoción en el aula. Sin tomar notas, sin pruebas. Los humanos estaban exultantes.

A mí no me importaba, de todos modos. No estaba planeando prestarle atención a nada, excepto a Taeyong.

Hoy no alejé mi silla de la suya para darme espacio para respirar. Al contrario, me senté más cerca de él como cualquier otro humano haría. Más cerca de lo que nos habíamos sentado en mi auto, lo suficientemente cerca para que mi lado izquierdo se sintiera sumergido en el calor de su piel.

Fue una experiencia extraña, tanto disfrutable como destructora de mis nervios, pero prefería esto a sentarme al otro lado de la mesa lejos de Taeyong. Era más de lo que estaba acostumbrado y rápidamente me di cuenta que no era suficiente. No estaba satisfecho. Estando así de cerca sólo me hacía querer estar más cerca.

Lo había acusado de ser un imán para el peligro. Ahora se sentía como una verdad literal. Yo era peligroso y con cada pulgada que me permitía estar más cerca de él, su atracción crecía con fuerza.

Y luego el Prof. Park apagó las luces.

Fue raro cuánta diferencia hizo esto, considerando que la falta de luz significaba poco para mis ojos. Podía ver tan perfectamente como antes. Cada detalle del aula estaba claro.

Entonces, ¿por qué el repentino choque de electricidad en el aire? ¿Era porque sabía que era el único que podía ver con claridad? ¿Era porque Taeyong y yo éramos invisibles para los demás? Como si estuviéramos solos, sólo nosotros dos, escondidos en el aula oscura, sentados tan cerca el uno del otro.

Mi mano se movió sin mi permiso hacia él. Solo para tocar su mano, para sostenerla en la oscuridad. ¿Sería eso un error tan horripilante? Si mi piel le molestaba, Taeyong solo debía alejar la suya.

Regresé mi mano, crucé mis brazos fuertemente alrededor de mi pecho y apreté mis manos cerradas. Sin cometer errores, me lo había prometido a mí mismo. Si sostuviera su mano, sólo querría más, otro insignificante toque, otro movimiento más cerca de Taeyong. Podía sentirlo. Un nuevo tipo de deseo estaba creciendo en mí, trabajando para derribar mi autocontrol.

Sin cometer errores.

Taeyong cruzó sus brazos sobre su pecho y cerró sus manos en puños, como yo.

¿En qué estás pensando? Me estaba muriendo por susurrarle esas palabras, pero el aula estaba tan en calma como para interrumpirlo con una conversación en susurros.

La película empezó, iluminando sólo un poco la oscuridad. Taeyong me miró. Notó la rígida postura en la que sostenía mi cuerpo, como él, y sonrió. Sus labios se separaron un poco y sus ojos se veían llenos de una cálida invitación.

O quizás yo solo estaba viendo lo que quería ver.

Le devolví la sonrisa, su respiración se entrecortó con un jadeo y miró rápidamente hacia otro lado.

Eso lo hizo peor. No conocía sus pensamientos, pero de repente estaba seguro de que antes tenía razón y que Taeyong sí quería que lo tocara. Taeyong sintió este peligroso deseo como yo.

Entre su cuerpo y el mío, la electricidad zumbaba.

Taeyong no se movió la hora entera, manteniendo su rígida y controlada postura, como yo mantenía la mía. De vez en cuando me miraba otra vez, y la zumbante electricidad se sacudiría a través de mí con un repentino choque.

La hora pasó lentamente y, aún así, no lo suficientemente lento. Esto era tan nuevo, podía haberme sentado con Taeyong así por días, sólo para experimentar este sentimiento completamente.

Tuve una docena de diferentes discusiones conmigo mientras los minutos pasaban, luchando racionalmente con el deseo.

Finalmente, el señor Park encendió las luces otra vez.

En la luminosidad de la luz fluorescente, la atmósfera del aula volvió a la normalidad. Taeyong suspiró y se estiró, flexionando sus dedos en frente de él. Debió ser incómodo mantener esa posición por tanto tiempo. Fue más fácil para mí, la quietud venía naturalmente.

Me reí entre dientes ante la expresión de alivio de su rostro.

—Bueno ha sido interesante.

—Uhmm —murmuró, claramente entendiendo a qué me refería, pero sin hacer ningún comentario al respecto. Qué no hubiera dado por saber qué era lo que estaba pensando ahora.

Suspiré. Desearlo más no iba a ayudarme con eso.

—¿Nos vamos? —le pregunté mientras me ponía de pie.

Taeyong hizo una mueca y se tambaleó sobre sus pies, se sujetó de la mesa como si tuviera miedo de caerse.

Podría ofrecerle mi mano. O podría poner mi mano debajo de su codo ligeramente y estabilizarlo. Seguramente no sería una infracción tan terrible.

“Sin cometer errores”.

Estuvo muy callado cuando caminamos hacia el gimnasio. La arruga entre sus ojos estaba en evidencia, un signo de que estaba pensando profundamente.

Un toque a su piel no lo lastimaría, mi egoísmo competía.

Podría moderar fácilmente la fuerza de mi mano. No era difícil exactamente. Mi sentido táctil estaba mejor desarrollado que el de un humano: podría hacer malabares con una docena de cristales sin romper ninguno. Podría acariciar una burbuja de jabón sin reventarla. Siempre que estuviera firmemente controlado.

Taeyong era como una burbuja de jabón, frágil y efímera, temporal.

¿Cuánto tiempo sería capaz de justificar mi presencia en su vida? ¿Cuánto tiempo me quedaba? ¿Tendría otra oportunidad como esta, como este momento, como este segundo? Taeyong no estaría siempre dentro del alcance de mis brazos.

Taeyong dio la vuelta para mirarme en la puerta del gimnasio y sus ojos se ensancharon ante la expresión de mi rostro. No habló. Me vi a mí mismo en el reflejo de sus ojos y vi el conflicto rabioso de los míos. Vi el cambio en mi rostro cuando mi lado bueno perdió la disputa.

Mi mano se levantó sin una orden consciente para hacerlo. Tan gentilmente como si Taeyong estuviera hecho del vidrio más fino, como si fuera frágil como una burbuja, mis dedos acariciaron la suave piel que cubría su pómulo. Se acaloró debajo de mi tacto y pude sentir el pulso de la sangre debajo de su piel transparente.

Suficiente, me ordené; sin embargo, mi mano quería modelar el lado de su rostro. Suficiente.

Fue difícil alejar mi mano, de dejar de moverme más cerca de Taeyong de lo que ya estaba. Mil posibilidades diferentes corrieron a través de mi mente en ese instante, mil maneras diferentes de tocarlo. La punta de mis dedos trazando la forma de sus labios. Mi palma ahuecada debajo de su barbilla, dejando a su pelo esparcirse a través de mis dedos. Mis brazos enrollándose alrededor de su cintura, sosteniéndolo en contra de la longitud de mi cuerpo.

Suficiente.

Me esforcé por darme la vuelta, para alejarme de él. Mi cuerpo se movió forzadamente, indispuesto a hacerlo.

Dejé de mi mente atrás para mirarlo mientras caminaba forzadamente, casi corriendo de la tentación. Capturé los pensamientos de Hwang Hyunjin, eran los más ruidosos, mientras veía a Taeyong caminar por su lado ignorándolo, sus ojos desenfocados y sus mejillas rojas. Él frunció el ceño y de repente mi nombre se mezcló con maldiciones en sus pensamientos; no pude evitar sonreír abiertamente en respuesta a eso.

Mi mano me estaba hormigueando. La flexioné y luego la curvé en un puño, pero continuó como una picadura sin dolor.

No, no lo había lastimado, pero tocarlo había sido un error.

Se sentía como brasas hirviendo, como si una versión embotada de la quemazón por la sed se hubiese propagado a lo largo de mi cuerpo entero.

La próxima vez que estuviera cerca de Taeyong, ¿Sería capaz de frenarme para no tocarlo otra vez? ¿Y si lo tocaba una vez más, sería capaz de detenerme allí?

Sin cometer más errores. Eso era todo. “Saboréalo en la memoria, YoonOh”, me dije gravemente, “y mantén tus manos para ti mismo”. Eso o tendría que obligarme a mí mismo a irme… de alguna manera. Porque no podía permitirme a mí mismo estar cerca de Taeyong si insistía en cometer errores.

Respiré profundamente y traté de estabilizar mis pensamientos. Johnny me alcanzó afuera del edificio de Inglés.

—Hola, YoonOh —«Se ve mejor. Raro, pero mejor. Feliz».

—Hola, John —¿Me veía feliz? Supuse que a pesar del caos en mi cabeza me sentía de ese modo.

«Vaya manera de mantener tu boca cerrada, chico. Jaemin quiere desgárrate la lengua».

Suspiré.

—Lo siento, te dejaré manejar eso solo. ¿Estás enojado conmigo?

—No. Jaemin lo superará. Esto iba a pasar de todos modos.

«Con lo que Sicheng vio que viene…»

La visión de Sicheng no era algo en lo que quisiera pensar ahora mismo. Miré fijamente hacia delante con los dientes apretados.

Mientras buscaba una distracción, capté un suspiro de alivio de Lee Jeno entrando al aula de francés delante de nosotros.

Ah, aquí estaba mi oportunidad para darle a Yoo Karina su regalo. Me quedé parado y agarré el brazo de Johnny.

—Espera un segundo.

«¿Qué pasa?»

—Sé que no me lo merezco, pero ¿me harías un favor de todos modos?

—¿Qué favor? —preguntó curioso.

Por debajo de mi respiración y, a una velocidad que hubiera hecho las palabras incomprensibles para un humano, le expliqué lo que quería.

Me miró fijamente en blanco cuando terminé, con sus pensamientos en blanco como su rostro.

—¿Entonces? —le pregunté—. ¿Me ayudarás a hacerlo?

Le tomó un minuto responder.

—Pero, ¿por qué?

—Vamos, Johnny. ¿Por qué no?

«¿Quién diablos eres tú y qué has hecho con mi hermano?»

—¿No eras tú el que te quejabas de que la escuela era siempre lo mismo? ¿Esto es un poquito diferente, no? Considéralo como un experimento, un experimento con la naturaleza humana.

Se me quedó mirando por un momento antes de contestar.

—Bueno esto es diferente. Te doy la razón en eso… Bien, está bien —Johnny bufó y luego se encogió de hombros—. Te ayudaré.

Le sonreí de oreja a oreja sintiéndome más entusiasmado ahora porque me ayudaría. Jaemin era una molestia, pero siempre le debería una por haber elegido a Johnny, nadie nunca ha tenido un mejor hermano que el mío.

Johnny no tenía que practicar. Le susurré sus líneas por debajo de mi respiración una vez mientras caminábamos hacia dentro del salón.

Jeno ya estaba sentado en su asiento detrás del mío, reuniendo su tarea para entregarla. Johnny y yo nos sentamos e hicimos lo mismo. El salón no estaba en silencio todavía; el murmullo de las conversaciones continuaría hasta que la Prof. Kwon pidiera atención. Ella no tenía apuro evaluando los interrogatorios de la clase anterior.

—Entonces —dijo Johnny, su voz más fuerte de lo necesario—. ¿Ya invitaste a salir a Karina?

El sonido de los papeles detrás de mí se detuvo abruptamente cuando Jeno fijó su atención repentinamente en nuestra conversación.

«¿Karina? ¿Están hablando de Karina?» Bien, ya me estaba prestando atención.

—No —dije meneando la cabeza lentamente para aparentar estar apesadumbrado.

—¿Por qué no? —improvisó Johnny—. ¿Nos estamos quedando sin coraje?

Le fruncí el ceño.

—No. Escuché que ella está interesada en otra persona.

«¿YoonOh Jung-Collett iba a invitar a salir a Karina? Pero… no. Esto no me gusta. No lo quiero cerca de ella. Él no le conviene. No es… seguro».

No había anticipado la caballerosidad, el instinto protector. Estaba preparado para los celos. Pero lo que sea que funcionara.

—¿Vas a dejar que eso te detenga? —preguntó Johnny con desdén, improvisando otra vez—. ¿No soportas la competencia?

Le volví a fruncir el ceño. Usé lo que me dio.

—Mira, creo que a ella realmente le gusta este chico Jeno. No la voy a intentar convencer de que cambie de opinión. Hay otras personas.

La reacción en la silla detrás de mí fue eléctrica.

—¿Quién? —preguntó Johnny, volviendo al guion.

—Mi compañero de laboratorio dijo que era algún chico de apellido Lee. No estoy seguro de quién sea.

Trate de no sonreír. Sólo los Jung-Colletts podrían alejarse fingiendo no conocer a todos los estudiantes de esta minúscula escuela.

La cabeza de Jeno daba vueltas por la sorpresa.

«¿Yo? ¿Por encima de YoonOh Jung-Collett? ¿Pero por qué yo le gustaría a ella?»

—YoonOh —murmuró Johnny en un tono más bajo, poniendo los ojos en blanco en dirección al chico—. Él está detrás de ti —articuló con los labios, pero obviamente el humano podría fácilmente leer las palabras.

—Oh —murmuré.

Giré en mi asiento y miré una vez al chico detrás de mí. Por un segundo, los ojos negros detrás de los anteojos estaban asustados; pero después se envaró y cuadro sus anchos hombros, afrontando mi clara evaluación. Su mentón se levantó y un rubor de enojo endureció sus facciones.

—Ah —dije arrogantemente mientras me giraba hacia Johnny.

«Se cree que es mejor que yo. Pero Karina, no. Se lo demostraré...» Perfecto.

—¿No dijiste que ella iría al baile con Joshua? —preguntó Johnny, bufando cuando dijo el nombre del chico a quien muchos despreciaban por su torpeza.

—Eso fue una decisión grupal aparentemente —quería asegurarme que Jeno tuviera esto claro—. Karina es tímida. Si… Bueno, si el chico no se atreve a invitarla a salir, ella nunca se lo pediría a él.

—A ti te gustan así, personas cortas de palabras —dijo Johnny, volviendo a la improvisación.

«Personas calladas. Personas como… no lo sé. ¿Quizás Lee Taeyong?» Le hice una mueca.

—Exactamente —luego regresé a la actuación—. Quizás Karina se canse de esperar. Quizás la invite al baile de graduación.

«No, no lo harás». Pensó Jeno, enderezándose en la silla. «¿Entonces qué pasa si ella es mucho más alta que yo? Si a ella no le importa, entonces a mí tampoco. Ella es la chica más buena, inteligente y linda en esta escuela… y me quiere a mí».

Me agradaba este Jeno. Se veía brillante y bueno. Quizás incluso valía la pena para una chica como Karina.

Levanté mi pulgar hacia Johnny debajo del escritorio cuando la Prof. Kwon se paró y saludó a la clase.

«Ok, lo admito, eso fue algo divertido», pensó Johnny.

Me sonreí a mí mismo, complacido de haber sido capaz de hacer avanzar una historia de amor. Estaba seguro de que Jeno seguiría a través de esto, y Karina recibiría mi regalo anónimo. Mi deuda estaba saldada.

¡Qué tontos eran los humanos, para dejar que diez centímetros de diferencia en la estatura confundieran su felicidad!

Mi éxito me puso de buen humor. Sonreí otra vez mientras me acomodaba en la silla y me preparaba para el entretenimiento. Después de todo, como Taeyong había señalado en el almuerzo, nunca lo había visto en acción en su clase de Gimnasia.

Los pensamientos de Hyunjin fueron los más fáciles de encontrar entre la burbuja de voces del gentío que atravesaba el gimnasio. Su mente se había vuelto tan familiar en las últimas semanas. Con un suspiro me resigné a escuchar a través de él. Al menos podía estar seguro de que le estaría prestando atención a Taeyong.

Llegué justo a tiempo de escucharlo ofreciéndose a Taeyong para ser su compañero de bádminton; mientras le hacía la sugerencia, otra clase de compañerismo con Taeyong pasó por su mente. Mi sonrisa se desvaneció, apreté los dientes y tuve que recordarme que asesinar a Hwang Hyunjin no era una opción permitida.

—Gracias Hyunjin, no tienes por qué hacerlo, lo sabes.

—No te preocupes, me mantendré fuera de tu camino.

Ambos se sonrieron y flashes de algunos accidentes, siempre de alguna manera conectados con Taeyong, pasaron por la cabeza de Hyunjin.

Hyunjin jugó sólo al principio, mientras que Taeyong dudaba en la mitad de la cancha, sosteniendo su raqueta cautelosamente, como si fuera una especie de arma capaz de explotar si se movía con demasiada brusquedad. El entrenador Wang le ordenó a Hyunjin que dejara jugar a Taeyong.

«Oh, oh». Pensó Hyunjin mientras Taeyong avanzó hacia delante con un suspiro, sosteniendo su raqueta, en un ángulo extraño.

Oh Haewon sirvió primero, lanzando el gallito directamente hacia Taeyong con una vuelta engreída en sus pensamientos. Hyunjin vio a Taeyong tambalearse hacia él, balanceando la raqueta a yardas anchas de su objetivo, y él se apuró a intentar salvar el voleo.

Vi la trayectoria de la raqueta de Taeyong con alarma. Seguro de que rebotaría con la tensa red y lo golpearía directo en la frente antes de terminar golpeando el brazo de Hyunjin con sonoro crack.

«Ay. Ay. Ah. Eso me dejará un moretón».

Taeyong se amasaba la frente. Fue difícil quedarme en mi asiento, sabiendo que estaba herido. ¿Pero qué más podría hacer si estuviera allí? Y no parecía ser tan serio… vacilé, mirando.

El entrenador se rió.

—Perdón, Hwang «ese chiquillo es la peor mala leche que jamás haya visto. No debería infligirlo en los demás».

Dio la media vuelta deliberadamente y se movió para ver otro partido así Taeyong podría volver a su rol de espectador.

«Ay», pensó Hyunjin otra vez, masajeándose el brazo. Se volvió hacia Taeyong—:

¿Estás bien?

—¿Sí, y tú? —preguntó Taeyong avergonzado.

—Creo que lo estaré. «No quiero sonar como un bebé llorón. Pero, ¡Hombre, eso sí que duele!»

Hyunjin giró su brazo en un círculo, haciendo una mueca de dolor.

—Me quedaré ahí atrás —dijo Taeyong. Vergüenza en vez de dolor en su rostro. Quizás Hyunjin se llevó la peor parte. Ciertamente esperaba que ese fuera el caso. Al menos Taeyong no estaba jugando más. Sostuvo cuidadosamente su raqueta detrás de su espalda, con sus ojos llenos de remordimiento… tuve que disfrazar mi risa, tosiendo.

«¿De qué te ríes?», preguntó Johnny.

—Te lo digo después —murmuré.

Taeyong no se aventuró a jugar nuevamente. El entrenador lo ignoró y dejó que Hyunjin jugara solo.

Terminé la tarea al final de la hora y la Prof. Kwon me dejó salir temprano. Estaba escuchando intensamente a Hyunjin mientras caminaba a través del campus. Estaba decidido a confrontar a Taeyong cerca de mí.

«Jinni jura que ellos están saliendo. ¿Por qué? ¿Por qué él tenía que elegir a Taeyong?»

Él no se daba cuenta que el verdadero fenómeno, era que Taeyong me había elegido a mí.

—Entonces.

—Entonces... ¿qué? —preguntó Taeyong.

—¿Tú y Jung-Collett, eh? «Tú y el fenómeno. Supongo, si un chico rico es importante para ti…»

Rechiné los dientes ante su degradante suposición.

—No es de tu incumbencia, Hyunjin.

«Defensiva. Entonces es verdad. Maldición».

—No me gusta.

—No tiene por qué —replicó.

«¿Por qué no puede ver qué espectáculo de circo es YoonOh? Como todos esos Jung-Collett. El modo en que él lo mira. Me da escalofríos».

—Él te mira… como si fueras algo comestible.

Me estremecí, esperando su respuesta

Su cara se tornó roja brillante y apretó sus labios como si estuviera conteniendo la respiración. Luego, de repente, una risa salió de sus labios.

«Ahora se está riendo de mí. Genial».

Hyunjin se giró, con pensamientos hoscos y se alejó para cambiarse. Me recosté en la pared del gimnasio y traté de recomponerme.

¿Cómo pudo haberse reído de la acusación de Hyunjin?… Tenía tanta razón que me comencé a preocupar de que Forks se estuviera dando demasiada cuenta. ¿Cómo podía haberse reído de la sugerencia de que yo lo podría matar, cuando Taeyong sabía que era enteramente verdad?

¿Qué le pasaba?

¿Tenía un morboso sentido del humor? ¿Eso no cabía con mi idea de su carácter, pero cómo podría estar seguro? O quizás mi fantasía del tonto ángel era verdad en ese respecto: que Taeyong no tenía sentido del miedo después de todo. Valiente, esa era la palabra para esto. Otros quizá dirían que es estúpido pero yo sabía cuán inteligente era. No importaba la razón, ¿era esta extraña carencia de miedo lo que lo ponía en peligro constantemente? Quizás Taeyong siempre me necesitaría aquí…

Así como así, mi humor se elevó.

Si sólo pudiera disciplinarme, hacerme seguro para Taeyong, entonces quizás sería correcto para mí: quedarme con él.

Caminó a través de la puerta del gimnasio, con sus hombros rígidos y su labio inferior entre sus dientes otra vez, un signo de ansiedad. Pero tan pronto como sus ojos encontraron los míos, sus rígidos hombros se relajaron y una amplia sonrisa se extendió por su rostro. Era una extraña expresión de paz. Caminó hacia mí sin dudar, sólo deteniéndose cuando estaba tan cerca de mí como para que el calor de su cuerpo me golpeara como un maremoto.

—Hola —susurró.

La felicidad que sentí en ese momento fue, otra vez, sin precedente.

—Hola —dije y luego, porque mi humor de repente estaba tan ligero, no pude resistirme a tomarle el pelo, agregué—: ¿Cómo estuvo Gimnasia?

Su sonrisa titubeó.

—Bien.

Era un pésimo mentiroso.

—¿De verdad? —pregunté para discrepar, todavía estaba preocupado por su cabeza, ¿le dolía? Pero luego los pensamientos de Hwang Hyunjin eran tan altos que rompieron mi concentración.

«Lo odio. Desearía que se muriera. Espero que se caiga con su brillante auto por un barranco. ¿Por qué no lo puede dejar en paz? Permanecer con los de su clase, con los fenómenos».

—¿Qué? —preguntó Taeyong.

Mis ojos la enfocaron. Miró a Hyunjin y luego a mí.

—Hwang me pone de los nervios —admití.

Su boca se abrió y su sonrisa desapareció. Debía haber olvidado que yo tenía el poder para mirar su calamitosa última hora o esperaba que yo no lo utilizara.

—¿Estuviste escuchando otra vez?

—¿Cómo está tu cabeza?

—¡Eres increíble! —dijo a través de sus dientes, dio la vuelta y se alejó de mí dirigiéndose al estacionamiento. Su piel se ruborizó de un rojo oscuro, estaba avergonzado.

Mantuve su paso, esperando que su enojo pasara rápido. Usualmente me perdonaba rápido.

—Tú fuiste quien mencionó que nunca te había visto en gimnasia —le expliqué—. Eso despertó mi curiosidad.

No respondió, sus cejas se juntaron.

Se detuvo de repente en el aparcamiento cuando se dio cuenta de la manera en que mi auto estaba bloqueado por una multitud de estudiantes.

«Me pregunto cuán rápido han ido en esto…»

«Mira esa palanca de cambios. Nunca he visto esto fuera de las revistas…»

«¡Lindas parrillas a los lados!»

«¡Desearía tener sesenta mil dólares botados por ahí…!»

Esto era exactamente el porqué Jaemin debía usar su auto fuera de la ciudad.

Atravesé la muchedumbre de chicos hacia mi auto, luego de un segundo de vacilación, Taeyong me siguió.

—Ostentoso —murmuré, mientras se subía.

—¿Qué tipo de auto es? —preguntó

—Un M3.

Frunció el ceño.

—No hablo el idioma car and driver.

—Es un BMW.

Puse mis ojos en blanco y luego me concentré en retroceder sin atropellar a ninguno. Tuve que mirar a los ojos a unos chicos que no se veían dispuestos a moverse de mi camino. Medio segundo después de mirarme a los ojos pareció ser suficiente para convencerlos.

—¿Todavía estás enojado? —le pregunté. Su ceño se había relajado.

—Definitivamente —respondió cortante.

Suspiré. Quizás no debería haber sacado el tema. Oh, bueno. Trataría de enmendarlo, supongo.

—¿Me perdonas si me disculpo?

Lo pensó por un momento.

—Quizás, si lo dices en serio —decidió—. Y si prometes no hacerlo otra vez.

No iba a mentirle, pero no había manera de que pudiera prometer eso. Quizás sí le hiciera otra oferta.

—¿Qué tal si me disculpo en serio y accedo a dejarte conducir este sábado? —me estremecí internamente ante ese pensamiento.

La arruga entre sus cejas se acentuó mientras consideraba la nueva oferta.

—Hecho —contestó después de un momento.

Ahora para mi disculpa… Nunca había intentado deslumbrar a Taeyong a propósito antes, pero ahora parecía un buen momento. Lo miré profundamente a los ojos mientras nos alejábamos de la escuela, preguntándome si lo estaba haciendo bien. Usé mi tono más persuasivo.

—Entonces, siento mucho haberte molestado.

Los latidos de su corazón se hicieron más fuertes que antes y el ritmo se transformó abruptamente en staccato. Sus ojos eran enormes. Se veía atónito.

Medio sonreí. Parecía que lo había hecho bien. Por supuesto, estaba teniendo un poco de dificultad en dejar de mirarlo, también. Igualmente deslumbrado. Era algo bueno que tuviera este camino memorizado.

—Estaré en tu puerta el sábado temprano —agregué, finalizando el acuerdo. Pestañeó rápidamente, sacudiendo su cabeza como si debiera aclararse.

—Uhm —dijo—. Que sin explicación un Volvo se quede en la carretera no me ayuda con Taeil.

¡Ah, qué poco me conocía aún!

—No tengo pensado llevar el auto.

—¿Cómo…? —empezó a preguntar.

Lo interrumpí. La respuesta solo traería otra ronda de preguntas.

—No te preocupes por eso. Estaré ahí sin auto.

Puso su cabeza de un lado y pareció que por un momento me iba a presionar por más información, pero luego pareció cambiar de opinión.

—¿Ya es más tarde? —preguntó, recordándome nuestra inacabada conversación de hoy en la cafetería.

Debí haberle respondido la otra pregunta. Esta era menos atractiva.

—Supongo que sí —acordé, poco dispuesto.

Estacioné frente de su casa, mientras pensaba cómo explicarle… sin hacer demasiado evidente mi monstruosa naturaleza, sin asustarlo otra vez. ¿O estaba mal minimizar mi oscuridad?

Taeyong esperó con la misma expresión de interés amable que tenía en el almuerzo. Si hubiera estado menos ansioso, su aparente calma me habría hecho reír.

—¿Y todavía quieres saber por qué no puedes verme cazar? —pregunté.

—Bueno, más que nada me preguntaba el motivo de tu reacción —dijo.

—¿Te asustaste? —pregunté, seguro de que lo negaría.

—No.

Traté de no sonreír y fallé.

—Perdón por haberte asustado —y luego mi sonrisa se desvaneció con mi momentáneo humor—. Fue sólo la idea de que estuvieras allí… mientras cazamos.

—¿Estaría mal? —preguntó.

La imagen mental fue demasiado, Taeyong, tan vulnerable en la vacía oscuridad; yo mismo, fuera de control… traté de desterrarlo de mi cabeza.

—Extremadamente.

—¿Por qué…?

Respiré profundo, concentrándome por un momento en la sed quemando mi garganta… Sintiéndola, manejándola, probando mi dominio sobre ella. Nunca más me controlaría. Quería dejar ese legado. Sería seguro para Taeyong. Miré hacia las nubes sin verlas en realidad, deseando poder creer que mi determinación haría alguna diferencia si estuviera cazando cuando su esencia se cruzara en mi camino.

—Cuando cazamos… nos entregamos a nuestros sentidos —le dije, pensando cada palabra antes de decirla—, nos domina más el sentido del olfato. Si estuvieras cerca cuando pierdo el control así…

Sacudí mi cabeza con agonía ante el pensamiento de lo que habría; no que podría, que habría, seguramente pasado.

Escuché el acelerar de su corazón y luego me volví inquieto para leer sus ojos.

Taeyong tenía su cara compuesta, sus ojos eran tumbas. Su boca estaba presionada ligeramente en lo que adiviné era preocupación. Pero, ¿preocupación por qué? ¿Su propia seguridad? ¿Había alguna esperanza de que finalmente haya puesto las cosas claras? Continué mirándolo, tratando de traducir su ambigua expresión a un hecho.

También me miró. Sus ojos se ensancharon un poco y sus pupilas se dilataron aunque la luz no había cambiado.

Mi respiración se aceleró y de repente la calma del auto pareció estar zumbando, como en la oscura aula de Biología esta tarde. La pulsante electricidad creció entre nosotros otra vez y mi deseo de tocarlo fue por un breve momento, más fuerte que mi sed.

La fuerte electricidad me hizo sentir como si tuviera pulso otra vez. Mi cuerpo bailó con ella. Mientras pensaba en ser humano. Más que nada en el mundo, quería sentir el calor de sus labios contra los míos. Por un momento, busqué desesperadamente para encontrar la fuerza, el control y ser capaz de poner mi boca cerca de su piel.

Rompió a respirar aceleradamente y me di cuenta que cuando yo empecé a respirar rápido, Taeyong había dejado de respirar en absoluto.

Cerré mis ojos, tratando de romper la conexión entre nosotros. No más errores.

La existencia de Taeyong estaba atada a miles de delicados balances químicos, tan fácilmente de interrumpir: La rítmica expansión de sus pulmones, el fluir de su respiración, era vida o muerte para Taeyong. La agitada cadencia de su frágil corazón podría detenerse por tantos estúpidos accidentes o enfermedades o… por mí.

No creía que ningún miembro de mi familia, excepto Johnny, probablemente, hubiera dudado si le ofrecían una oportunidad para volver atrás, si pudieran cambiar la inmortalidad por la mortalidad otra vez. Jaemin y yo, Kun también, nos pararíamos sobre fuego por ello. Arder por todos los días o siglos que fuesen necesarios.

La mayoría de los de nuestra especie valoraba la inmortalidad por encima de todo. Había humanos que, incluso, soñaban con eso, aquellos que buscaban en los lugares más oscuros a quienes pudieran darles los regalos más negros.

No nosotros. No mi familia. Nosotros daríamos lo que fuera por ser humanos.

Pero ninguno de nosotros, ni siquiera Jaemin, estuvo tan desesperado de volver atrás como yo lo estaba ahora.

Abrí mis ojos y miré las pequeñas imperfecciones del parabrisas, como si hubiese alguna solución escondida en el imperfecto vidrio. La electricidad no se había debilitado y tenía que concentrarme en mantener mis manos al volante.

Mi mano derecha me empezó a picar sin dolor otra vez, donde lo había tocado antes.

—Taeyong creo que deberías entrar ahora.

Me hizo caso, sin ningún comentario, saliendo del auto y cerrando la puerta al salir. ¿Sintió la potencia para el desastre como yo?

¿Le dolía irse, tanto como a mí me dolía dejarlo ir? El único consuelo era que lo vería pronto. Más pronto de lo que Taeyong me vería a mí. Sonreí ante eso, luego bajé la ventana y me incliné para hablarle una vez más. Era seguro ahora, con el calor de su cuerpo afuera del auto.

Dio la vuelta para ver qué quería yo, curioso.

Siempre tan curioso, aunque había respondido casi todas sus tantas preguntas.

Mi propia curiosidad estaba insatisfecha. Eso no era justo.

—Oh, ¿Taeyong?

—¿Sí?

—Mañana es mi turno. Su frente se arrugó.

—¿Tu turno para qué?

—Hacer las preguntas —mañana cuando estuviésemos en un lugar más seguro, lleno de testigos, obtendría mis propias respuestas. Sonreí ante eso y luego me alejé porque no dio señales de moverse. Aún con Taeyong fuera del auto, la electricidad zigzagueaba en el aire. Quería salir también, acompañarlo hasta la puerta como una excusa para quedarme con Taeyong.

No más errores. Presioné el acelerador y suspiré mientras Taeyong desaparecía detrás de mí. Parecía como si siempre corría hacia Taeyong o corría lejos de él, nunca quedándome en un lugar. Debía encontrar alguna manera de permanecer en un lugar si íbamos a tener algo de tranquilidad.

Mi casa parecía calmada y en silencio desde afuera mientras manejaba, por un lado, de ella, dirigiéndome hacia el garaje. Pero podía oír la confusión, tanto hablada en voz alta como pensada, que había adentro. Lancé una mirada significativa hacia mi auto favorito, todavía prístino, por ahora, mientras me dirigía a enfrentarme al hermoso ogro debajo del puente. No pude ni siquiera hacer el pequeño camino desde el garaje hasta la casa antes de ser abordado.

Jaemin salió disparado por la puerta de enfrente tan pronto como mis pisadas fueron audibles. Se plantó en la base de las escaleras, sus labios hacia atrás mostrando los dientes.

Me detuve a veinte metros de él sin ninguna agresión en mi postura. Sabía que merecía esto.

—Lo siento tanto, Jaemin —le dije incluso antes de que Jaemin hubiese organizado su ataque de pensamientos. Probablemente no lograra decir mucho más.

Cuadró los hombros y levantó su barbilla.

«¿Cómo pudiste haber sido tan estúpido?»

Johnny bajó las escaleras lentamente a su lado. Sabía que si Jaemin me atacaba, Johnny se interpondría entre los dos. No para protegerme, sino para evitar que me provocara lo suficiente como para pelear con Jaemin.

—Lo siento —dije de nuevo.

Pude darme cuenta de que estaba sorprendido por la falta de sarcasmo en mi voz, mi rápida capitulación. Pero aún estaba muy enojado para aceptar disculpas.

«¿Estás feliz ahora?»

—No —dije, el dolor en mi voz probaba mi punto.

«¿Entonces, por qué lo hiciste? ¿Por qué le dirías? ¿Sólo porque preguntó?»

Las palabras en sí no eran tan duras, era su tono mental el que estaba bordeado con puntas de aguja filosas. También, en su mente estaba el rostro de Taeyong, una caricatura del rostro que amaba. No importaba lo mucho que Jaemin me odiara en este momento, no había razón para odiar a Taeyong. Jaemin quería creer que ese odio era justificado, fundado simplemente en mi mal comportamiento, que Taeyong sólo era un problema porque ahora era un peligro para nosotros. Una regla rota. Taeyong sabía demasiado.

Pero podía ver cuán nublado estaba su juicio por los celos hacia Taeyong. Era aún más ahora que había encontrado a Taeyong más atractivo que a él. Sus celos eran un foco cambiante y enredado. Taeyong tenía todo lo que Jaemin quería. Taeyong era humano. Tenía opciones. Jaemin estaba indignado de que Taeyong pusiera eso en peligro, de que coqueteara con la oscuridad cuando tenía otras opciones.

Jaemin pensó que incluso intercambiaría su rostro con el del chico, que consideraba hogareño, si pudiera tener su humanidad en el trato.

Aunque Jaemin estaba tratando de no pensar estas cosas mientras esperaba por mi respuesta, no pudo mantenerlas enteramente fuera de su cabeza.

—¿Por qué? —demandó en voz alta después de que yo no dije nada. No quería que yo siguiera leyendo—. ¿Por qué le dijiste?

—Realmente estoy sorprendido de que hayas sido capaz de hacerlo —dijo Johnny antes de que pudiera responder—. Raramente dices la palabra, incluso con nosotros. No es tu favorita.

Él estaba pensando en lo mucho que nos parecíamos Jaemin y yo en ese aspecto, como ambos evadíamos el título de la no vida que odiábamos. Johnny no tenía tales reservas.

¿Cómo hubiese sido sentirse del modo en que lo hacía Johnny? Ser tan práctico, tan libre de arrepentimientos. Ser capaz de aceptar tan fácilmente y seguir adelante.

Jaemin y yo seríamos personas más felices si pudiéramos seguir su ejemplo.

Ver nuestras similitudes tan claramente hizo aún más fácil el excusarme ante las agujas venenosas que Jaemin aún seguía pensando hacia mí.

—No te equivocas —dije a Johnny—. Dudo de que algún día pueda ser capaz de decirla yo mismo.

Johnny ladeó la cabeza hacia un lado. Detrás de él, dentro de la casa, pude sentir la sorpresa del resto de la audiencia. Sólo Sicheng no estaba sorprendido.

—¿Entonces, cómo?

—No exageres —dije sin mucha esperanza. Sus cejas se juntaron—. No fue una violación intencional. Es algo que probablemente debimos haber previsto.

—¿De qué estás hablando? —demandó.

—Taeyong es amigo del tataranieto de Zhang Yixing.

Jaemin se congeló de la sorpresa. Johnny, también, fue agarrado con la guardia baja. No estuvieron más preparados para la dirección que eso tomó que yo.

Kun apareció en el camino de entrada. Esto era ahora más que sólo una pelea entre Jaemin y yo.

—¿YoonOh? —preguntó.

—Debíamos haberlo sabido, Kun. Por supuesto, que los ancianos advertirían a la siguiente generación cuando volviéramos. Y por supuesto, la siguiente generación no daría crédito a nada de eso. Es una simple historia tonta para ellos. El chico que respondió a las preguntas de Taeyong no creía nada de lo que le estaba contando.

No estaba ansioso por la reacción de Kun. Sabía cómo respondería él. Pero estaba oyendo muy atentamente a la habitación de Sicheng ahora, para escuchar lo que pensaría Yuta.

—Tienes razón —dijo Kun—. Naturalmente se desarrollaría de esa manera —suspiró—. Es una mala suerte que la progenie de Zhang Yixing tenga una audiencia tan entendida.

Yuta escuchó la respuesta de Kun y estaba preocupado. Pero estos pensamientos fueron más sobre irse con Sicheng que a silenciar a los Quileute. Sicheng ya estaba viendo sus ideas para el futuro y se preparaba para refutarlas. No tenía intenciones de ir a ningún lado.

—Nada de mala suerte —dijo Jaemin entre dientes—. Es culpa de YoonOh que el chico sepa todo.

—Cierto —dije rápidamente—. Es mi culpa, lo lamento.

«Por favor», pensó Jaemin directamente hacia mí. «Suficiente con la rutina. Deja de hacerte el arrepentido».

—No estoy actuando —le dije—. Sé que es a mí a quien hay que culpar por todo eso. He hecho un enorme lío por todo esto.

—¿Te dijo Sicheng que estaba pensando en quemar tu auto, cierto?

Sonreí, más o menos.

—Lo hizo. Pero lo merezco. Si te hace sentir mejor, es todo tuyo.

Me miró durante un momento largo, pensando en seguir adelante con la destrucción. Probándome, a ver si estaba fanfarroneando.

Me encogí de hombros.

—Es sólo un juguete, Jaemin.

—Has cambiado —dijo entre dientes de nuevo.

Asentí.

—Lo sé.

Dio media vuelta y se dirigió hacia el garaje. Pero era Jaemin el que fanfarroneaba. Si no iba a lastimarme, no había sentido en hacerlo. De toda mi familia, era Jaemin el que amaba los automóviles del mismo modo que yo. El mío era demasiado hermoso como para vandalizarlo sin motivos.

Johnny fue tras Jaemin.

—No espero que me des ahora la historia completa.

—No sé de qué estás hablando —dije inocentemente. Puso los ojos en blanco y siguió a Jaemin.

Miré a Kun y articulé el nombre Yuta.

Él asintió. «Sí, puedo imaginarlo. Hablaré con él». Sicheng apareció en la entrada.

—Te está esperando —le dijo a Kun. Kun le sonrió, un poco irónicamente. Aunque estábamos acostumbrados a Sicheng lo más que podíamos, a veces era raro. Kun le dio unas palmaditas en la cabeza al pasar a su lado.

Me senté en la parte alta de las escaleras y Sicheng se sentó a mi lado, ambos escuchando la conversación de arriba. No había tensión en Sicheng, él sabía cómo iba a terminar. Me mostró y mi tensión también se desvaneció. El conflicto terminó antes de comenzar. Yuta admiraba a Kun tanto como cualquiera de nosotros y él era feliz siguiendo su liderazgo… hasta que pensaba que Sicheng podría estar en peligro. Descubrí que entendía la perspectiva de Yuta con más facilidad ahora. Era extraño lo mucho que no entendía antes de Taeyong. Él me había cambiado más de lo que creía que era posible para mí cambiar y aun así, seguir siendo yo mismo.



˚✩ 。🌗˚ ✩







Entradas recientes

Ver todo

Comentarios


Formulario de suscripción

¡Gracias por tu mensaje!

©2021 por mellifluous_AR. Creada con Wix.com

bottom of page