𝐬𝐝𝐦𝐧 (7)🌗 ᴶᵃᵉʸᵒⁿᵍ
- Baela Might
- 18 feb 2024
- 1 Min. de lectura
Actualizado: 19 feb 2024
Capítulos
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CAPÍTULO TRECE: OTRA COMPLICACIÓN
No sentí la usual culpa cuando volví a la habitación de Taeyong esa noche, aunque sabía que debía. Pero se sentía como el camino correcto, la única cosa correcta por hacer. Estaba allí para quemar mi garganta lo más posible. Me entrenaría para ignorar su olor. Podía ser consumado. No dejaría que esto fuese una dificultad entre nosotros.
Era fácil decirlo. Pero sabía que esto ayudaría. Práctica. Aceptar el dolor, dejar que esa fuese la reacción más fuerte. Vencer el elemento de deseo completamente por mí mismo.
No había paz en los sueños de Taeyong y no había paz para mí, viéndolo retorcerse sin descanso, escuchándolo susurrar mi nombre una y otra vez. El impulso físico, esa química abrumadora del salón de clases a oscuras, era aún más fuerte en su habitación oscura como la noche. Aunque Taeyong no era consciente de mi presencia, parecía que también la sentía.
Se despertó más de una vez. La primera vez no abrió los ojos; simplemente enterró la cabeza en la almohada y gimió. Eso era una buena suerte para mí, una segunda oportunidad que no merecía, ya que no la había usado bien y lo dejé como debía hacerlo. En vez de eso, me senté en el suelo en la esquina más oscura de la habitación, confiando en que sus ojos humanos no me pillaran aquí.
No me atrapó, incluso el momento que se levantó y fue al baño por un vaso de agua. Se movía con enojo, quizá frustrado porque el sueño aún lo evadiera.
Deseé que hubiese alguna acción que pudiera tomar, como antes con la manta del gabinete. Pero sólo podía ver mientras me quemaba, inservible para Taeyong. Fue un alivio cuando finalmente se hundió en una inconsciencia sin sueños.
Estaba en los árboles cuando el cielo se iluminó de blanco a gris. Contuve el aliento, esta vez para evitar que su olor escapara. Me negaba a que el aire puro de la mañana borrara el dolor de mi garganta.
Escuché el desayuno con Taeil, luchando de nuevo por encontrar las palabras en sus pensamientos. Era fascinante, podía adivinar las razones detrás de las palabras que decía en voz alta, casi sentir sus intenciones, pero nunca llegaban a ser oraciones completas del modo en que los pensamientos de todos los demás lo hacían. Me encontré deseando que sus padres aún estuvieran vivos. Hubiese sido interesante rastrear este rasgo genético más hacia atrás.
La combinación de sus pensamientos no articulados y sus palabras eran suficientes para mí para unir las piezas sobre su estado mental general de esa mañana. Estaba preocupado por Taeyong, física y emocionalmente. Se sentía igual de preocupado porque Taeyong fuera solo a Seattle como yo, sólo que no tan maniáticamente. Entonces, de nuevo, su información no estaba tan actualizada como la mía; no tenía idea de la cantidad de llamadas cercanas a la muerte que había vivido recientemente.
Taeyong pensó en su respuesta para Taeil cuidadosamente, pero no era técnicamente una mentira. No estaba planeando decirle sobre su cambio de planes, obviamente. O sobre mí.
Taeil también se preocupaba por el hecho de que Taeyong no iba a ir al baile del sábado. ¿Le decepcionaba esto? ¿Se estaba sintiendo rechazado? ¿Eran los chicos de la escuela crueles con Taeyong? Él se sentía inútil. Taeyong no lucía deprimido, pero sospechó que le escondería cualquier cosa negativa. Decidió llamar a su madre durante el día y pedirle un consejo.
Al menos, eso era lo que yo creía que él estaba pensando. Quizá haya malinterpretado algunas partes.
Fui por mi auto mientras Taeil sacaba el suyo. Tan pronto como había conducido más allá de la esquina, me estacioné en la calle para esperar. Vi la cortina de su ventana moverse y luego escuché sus pasos tambaleándose bajando por las escaleras.
Me quedé en mi asiento, en lugar de salir y sostener la puerta para Taeyong como debí haber hecho. Pero creí que era más importante mirar. Taeyong nunca actuaba del modo que yo esperaba y necesitaba ser capaz de anticipar correctamente; necesitaba estudiarlo, aprender la manera en que se movía cuando se le dejaba a sus propios medios, tratar de anticipar sus motivaciones. Dudó un momento fuera del auto y luego entró con una pequeña sonrisa, un poco tímida.
Usaba un cuello de tortuga marrón café. No era ajustado, pero aún así se amoldaba más cerca de su figura y extrañé el suéter feo. Era más seguro.
Esto suponía que se trataba de sus reacciones, pero fui abruptamente abrumado por la mía. No sabía que me podía sentir tan en paz con todo lo que estaba colgando sobre nuestras cabezas, pero estar con Taeyong era un antídoto para el dolor y la ansiedad.
Tomé un profundo respiro a través de mi nariz, no para cualquier dolor, y sonreí.
—Buenos días. ¿Cómo estás hoy?
La evidencia de su noche agitada era obvia en su rostro. Su piel traslúcida no escondía nada. Pero sabía que no se quejaría.
—Bien, gracias —dijo con otra sonrisa.
—Luces cansado.
Se esquivó, sacudiendo su flequillo alrededor de su frente con un movimiento que parecía habitual. Oscureció parte de su mejilla izquierda.
—No podía dormir.
Le sonreí ampliamente.
—Yo tampoco.
Se rió y absorbí el sonido de su felicidad.
—Supongo que sí —dijo—. Supongo que sólo dormí un poquito más que tú.
—Apuesto a que sí.
Me miró a través de su flequillo con los ojos brillando de un modo que reconocí: Curiosidad.
—¿Qué hiciste anoche?
Me reí por lo bajo, agradecido de no tener una excusa para mentirle.
—Ni lo pienses. Es mi turno de hacer las preguntas.
La pequeña marca de su ceño fundido reapareció entre sus cejas.
—Ah, es cierto. ¿Qué quieres saber?
Su tono era un poco escéptico, como si no pudiese creer que yo tuviese ningún interés real. Parecía no tener idea de lo curioso que era.
Había demasiadas cosas que no sabía. Decidí comenzar despacio.
—¿Cuál es tu color favorito?
Puso los ojos en blanco, dudando de mi nivel de interés.
—Cambia dependiendo del día.
—¿Cuál es tu color favorito hoy?
Lo pensó por un segundo.
—Probablemente el marrón.
Asumí que se burlaba de mí y mi tono cambió para igualar su sarcasmo.
—¿Marrón?
—Sí —dijo y luego estaba inesperadamente a la defensiva. Quizá debí haber esperado esto. No le gustaban los juicios—. El marrón es calidez. Extraño el marrón. Todo lo que debería ser marrón, los troncos de los árboles, las rocas, la tierra, está cubierto de verde aquí.
Su tono me recordó a sus quejas en sueños de la otra noche. Demasiado verde,
¿era a esto a lo que se refería? Lo miré, pensando en cuánta razón tenía. Honestamente, mirándolo a sus ojos en ese momento, me di cuenta de que el marrón también era mi favorito. No podía imaginar ninguna sombra más hermosa.
—Tienes razón —le dije—. El marrón es calidez.
Comenzó a ruborizarse un poco. Con cuidado, preparándome para cualquier reacción, puse su cabello detrás de su oreja para así tener completo acceso a su rostro. La única reacción fue un repentino incremento en su ritmo cardíaco.
Crucé hacia el estacionamiento de la escuela y paré en el lugar al lado del usual; Jaemin ya lo había tomado.
—¿Qué música está en tu reproductor de discos justo ahora? —pregunté mientras retorcía las llaves fuera del contacto del auto. Nunca me había confiado a mí mismo el acercarme tanto mientras Taeyong dormía y la duda me molestaba.
Su cabeza se inclinó hacia un lado mientras trataba de recordar.
—Oh, cierto —dijo—. Es Linkin Park. “Hybrid Theory”.
No era lo que esperaba.
Mientras sacaba el mismo disco de mi estuche de música, traté de imaginar qué significaba este álbum para Taeyong. No parecía combinar con ninguno de los ánimos que he visto, pero entonces, había tanto que no sabía.
—¿De Debussy a esto? —pregunté. Taeyong miró la portada y no pude entender su expresión— ¿Cuál es tu canción favorita?
—Mmm —murmuró, aún viendo el arte de la portada—. ‘With You’, creo.
Revisé mentalmente toda la letra rápidamente.
—¿Por qué esa?
Sonrió un poco y se encogió de hombros.
—No estoy seguro.
Bueno, eso no ayudó mucho.
—¿Tu película favorita?
Pensó en su respuesta por un breve momento.
—No estoy seguro de poder escoger sólo una.
—¿Películas favoritas, entonces?
Asintió mientras salía del auto.
—Hmm. Definitivamente Orgullo y Prejuicio, la que dura seis horas, con Colin Firth. Vértigo. Y… Monty Python y el Santo Grial. Hay más… pero estoy en blanco…
—Dímelas cuando las recuerdes —le sugerí mientras caminábamos hacia su clase de Inglés—. Mientras consideras eso, dime cuál es tu olor favorito.
—Lavanda. O… quizá, el olor de la ropa limpia —estaba viendo hacia adelante, pero de pronto sus ojos voltearon hacia mí por un segundo y un tono de rosa opaco cubrió sus mejillas.
—¿Hay más? —apunté. Preguntándome qué significaba esa mirada.
—No, sólo esas.
No estaba seguro de por qué omitiría parte de su respuesta a una pregunta tan simple, pero prefería pensar que lo había hecho.
—¿Qué tipo de dulce te gusta?
En esta estuvo muy decidido.
—Regaliz negro y Sour Patch Kids.
Sonreí a su entusiasmo.
Estábamos ante su salón de clases, pero Taeyong dudó en la puerta. Yo tampoco tenía prisa por separarme.
—¿A dónde deseas viajar? —pregunté. Asumí que no iba a decirme que a la Comic-Con.
Inclinó su cabeza a un lado, sus ojos entrecerrados pensando. Dentro del salón. El Prof. Song se aclaraba la garganta para llamar la atención de la clase. Taeyong estaba a punto de llegar tarde.
—Piénsalo y dame tu respuesta en el almuerzo —sugerí.
Sonrió abiertamente y caminó hacia la puerta, luego giró para mirarme. Su sonrisa se desvaneció y la v reapareció entre sus ojos.
Pude haberle preguntado qué estaba pensando, pero eso lo hubiese retrasado y posiblemente meterlo en problemas. Y pensé que lo sabía. Al menos, sabía cómo me sentía yo, dejando que esa puerta se cerrara entre nosotros.
Me forcé por sonreír con coraje. Taeyong entró cuando el Prof. Song comenzaba la clase.
Caminé rápidamente hacia mi propia clase, sabiendo que pasaría el día ignorando todo a mí alrededor nuevamente. Estaba decepcionado, porque nadie habló con Taeyong durante sus clases de la mañana, así que no hubo nada nuevo que aprender. Sólo destellos de Taeyong mirando hacia el vacío, su expresión abstraída. El tiempo se arrastró mientras esperaba verlo de nuevo con mis propios ojos.
Cuando salió de su clase de Matemáticas, ya estaba en mi lugar, esperándolo. Los demás estudiantes miraron y especularon, pero Taeyong simplemente caminó rápidamente hacia mí y sonrió.
—La Bella y la Bestia —anunció—. Y El Imperio Contraataca. Sé que esa es la favorita de todos, pero… —se encogió de hombros.
—Por buenas razones —le aseguré.
Nos movimos. Ya se sentía natural acercarme, bajar mi cabeza para así estar más cerca de Taeyong.
—¿Pensaste sobre mi pregunta sobre el viaje?
—Sí… creo que a la Isla del Príncipe Edward. Ana de las Tejas Verdes, ya sabes. Pero también me gustaría ver Nueva York. Nunca he ido a una ciudad que esté mayormente en vertical. Sólo sitios abiertos como Los Ángeles y Phoenix. Me gustaría intentar silbarle a un taxi —se rió—. Y luego, si pudiera ir a donde quisiera, me gustaría ir a Inglaterra. Ver todas las cosas de las que he leído.
Esto llevó a mi siguiente línea de interrogantes, pero quería acabarla antes de moverme a lo siguiente.
—Dime tus lugares favoritos en los que ya has estado.
—Uhmm. Me gusta el muelle de Santa Mónica. Mi mamá dice que Monterrey es mejor, pero nunca llegamos tan lejos en la costa. Mayormente estuvimos en Arizona; no teníamos mucho tiempo de viajar y ella no quería desperdiciar todo su tiempo en un auto. Le gusta visitar lugares que supuestamente están embrujados: Jerome, los Domos, casi cualquier ciudad fantasma. Nunca vimos ningún fantasma, pero ella dijo que fue por mi culpa. Que era muy escéptico y los asustaba —se rió de nuevo—. Ella adora la Feria Ren, vamos a la del Cañón Dorado cada año… bueno, me perdí la de este año, supongo. Una vez vimos los caballos salvajes en el Río Salt. Eso fue genial.
—¿Cuál es el lugar más alejado de casa en el que has estado? —pregunté, comenzando a preocuparme un poco.
—Este, supongo —dijo—. Lo más lejos hacia el norte de Phoenix, de todos modos. Lo más lejos hacia el este: Albuquerque, pero era muy joven entonces, no me acuerdo. Lo más lejos hacia el oeste probablemente sea la playa de La Push.
De pronto se quedó callado. Me pregunto si estaba pensando en su última visita a La Push y todo lo que había descubierto ahí. Estábamos en la fila de la cafetería en este punto y rápidamente escogió lo que quería en vez de esperar a que yo le comprara de todo. También fue y pagó él mismo.
—¿Nunca has salido del país? —persistí una vez que llegamos a nuestra mesa. Parte de mí se preguntó si el sentarme aquí ya lo había hecho fuera de los límites para siempre.
—Aún no —dijo alegremente.
Aunque aún tenía 17 años de exploración, me sentí sorprendido. Y… culpable. Ha visto tan poco. Experimentado tan poco de lo que la vida tiene para ofrecer. Era imposible que supiera lo que quería de verdad justo ahora.
—Gattaca —dijo masticando un pedazo de manzana con una expresión pensativa. No había notado mi cambio de ánimo repentino—. Esa es buena, ¿la has visto?
—Sí, también me gusta.
—¿Cuál es tu película favorita?
Sacudí mi cabeza y sonreí.
—No es tu turno.
—De verdad, soy tan aburrido. Ya te debes haber quedado sin preguntas.
—Es mi día —le recordé—. Y no estoy para nada aburrido.
Taeyong frunció los labios como si hubiese querido discutir más sobre mi nivel de interés, pero luego sonrió. Supongo que realmente no me creía, pero decidió que sería justo al respecto. Este era mi día de hacer preguntas.
—Háblame de libros.
—No puedes hacerme escoger mi favorito —insistió casi con ferocidad.
—No lo haré. Cuéntame de todo lo que te gusta.
—¿Por dónde empiezo? Uhm, Mujercitas. Ese fue el primer libro grande que leí. Aún lo leo casi todos los días. Todo de Austen, aunque no soy gran fan de Emma…
Ya sabía de Austen, después de haber visto su muy usada antología el día que leyó afuera, pero me pregunté sobre la exclusión.
—¿Por qué no?
—Ay es que está tan llena de sí misma —sonreí y Taeyong continuó sin incitación—. Jane Eyre. También leo ese muy seguido. Esa es mi idea de heroína. Cualquier cosa de cualquiera de las Brontë. Matar a un Ruiseñor, obviamente. Fahrenheit 451. Todas las Crónicas de Narnia, pero especialmente El Viajero del Alba. Lo que el Viento se Llevó. Douglas Adams y David Eddings y Orson Scott Cars y Robin McKinley. ¿Ya mencioné a L. M. Montgomery?
—Supuse tanto por tus esperanzas de viaje.
Taeyong asintió y luego pareció conflictuado.
—¿Quieres más o es demasiado?
—Sí —le aseguré—. Quiero más.
—Estos no están en ningún tipo de orden —me previno—. Mi mamá tiene un montón de libros de bolsillo de Zane Grey. Algunos de ellos son bastante buenos. Shakespeare, más que todo, las comedias —sonrió—. Ves, sin ningún orden. Uhm, todo lo de Agatha Christie. Los libros de dragones de Anne McCaffrey… y hablando de grandes dragones, Diente y Garra de Jo Walton. La Princesa Prometida, mucho mejor que la película… —dio unos golpecitos a sus labios con su dedo—. Hay un millón más, pero estoy quedándome en blanco de nuevo.
Lucía un poco estresado.
—Eso es suficiente por ahora —había explorado más en la ficción que en realidad y me sorprendió que hablara de un libro que yo no había leído, tendría que encontrar una copia de Diente y Garra.
Podía ver elementos de las historias en su estructura, personajes que había moldeado el contexto de su mundo. Había un poco de Jane Eyre en Taeyong, una porción de Scott Finch y Jo March, una medida de Elinor Dashwood y Lucy Pevensie. Estaba seguro de que encontraría más conexiones mientras aprendía más de Taeyong.
Era como armar un rompecabezas, uno con cientos de miles de piezas y ninguna pista de la imagen completa que sirviera de guía. Requería mucho tiempo, con muchas pistas falsas, pero al final sería capaz de ver la imagen completa.
Interrumpió mis cavilaciones.
—Pide al Tiempo que Vuelva. Amo esa película. No puedo creer que no pensé en ella de inmediato.
No era una de mis favoritas. La idea de que los dos amantes sólo pudieran estar juntos en el cielo después de morir me rozó del lado equivocado. Cambié el tema.
—Háblame de la música que te gusta.
Se detuvo para tragar de nuevo. E, inesperadamente, se ruborizó.
—¿Qué va mal?
—Bueno, no… Soy súper musical, supongo. El disco de Linkin Park fue un regalo de Suho. Está tratando de actualizar mis gustos.
—¿Qué te interesaba antes de Suho?
Suspiró, levantando sus manos, rendido.
—Sólo escuchaba lo que mi mamá.
—¿Música clásica?
—A veces.
—¿Y las otras veces?
—Simon y Garfunkel. Niel Diamond. Joni Mitchell, John Denver. Ese tipo de cosas. Ella es como yo, escucha lo que su madre escuchaba. Le gusta cantar en nuestros viajes —de pronto, el hoyuelo asimétrico apareció con su risa amplia—. ¿Recuerdas esas definiciones de lo que daba miedo de las que hablamos antes? —se rió—. Hasta que no hayas oído a mi mamá y a mí tratando de llegar a las notas altas de la banda sonora del Fantasma de la Ópera, no sabrás lo que es el verdadero terror.
Me reí con Taeyong, pero deseé poder ser capaz de ver y oír eso. Me lo imaginé en una carretera brillante, atravesando el desierto con las ventanas abajo y el sol sacando el rojo brillante de su cabello. Deseaba poder saber cómo lucía su mamá, así mi imagen tendría mejor precisión. Quise estar ahí con Taeyong, escucharlo cantar mal, verlo sonreír en el sol.
—¿Programa de televisión favorito?
—No veo mucha televisión.
Me pregunté si le daba miedo entrar en detalles, preocupado de nuevo de que me aburriera. Quizá unas pocas preguntas fáciles lo relajarían.
—¿Coca-Cola o Pepsi?
—Dr. Pepper.
—¿Helado favorito?
—Masa de galleta.
—¿Pizza?
—De queso. Aburrido pero cierto.
—¿Equipo de fútbol?
—Um. ¿Paso?
—¿Basquetbol?
Se encogió de hombros.
—Realmente no soy una persona de deportes.
—¿Ballet u Ópera?
—Ballet, supongo. Nunca he ido a la ópera.
No estaba al tanto de que esta lista que estaba haciendo tenía un uso más allá de aprender y entender todo lo que pudiera de Taeyong. También estaba aprendiendo cosas que quizá podrían satisfacerlo. Regalos que podría darle. Lugares a los que podría llevarlo. Pequeñas y grandes cosas. Era presuntuoso al extremo imaginar que alguna vez tendría ese nivel de importancia en su vida. Pero cómo lo deseaba…
—¿Cuál es tu piedra preciosa favorita?
—El topacio —dijo de un modo decidido, pero sus ojos de pronto se entrecerraron y un rubor llenó sus pómulos.
Hizo lo mismo cuando le pregunté por los olores. Lo dejé pasar esa vez, pero no ahora. Sabía que otra curiosidad así me atormentaría lo suficiente.
—¿Por qué eso te hace sentir… avergonzado? —no estaba seguro de que esa fuera la emoción correcta.
Negó con la cabeza rápidamente, comenzando a ver sus manos.
—No es nada.
—Me gustaría comprenderlo.
Negó con su cabeza de nuevo, aún negándose a mirarme.
—¿Por favor, Taeyong?
—Siguiente pregunta.
Ahora estaba desesperado por saber. Frustrado.
—Dime —insistí con rudeza. Me sentí avergonzado de inmediato.
No me miró. Enrolló un mechón de su cabello hacia adelante y hacia atrás entre sus dedos.
Pero finalmente respondió.
—Es el color de tus ojos hoy —admitió—. Supongo que si me preguntas dentro de dos semanas diré que el ónix.
Justo igual que mi color favorito ahora era el profundo marrón chocolate.
Sus hombros se desplomaron y de pronto reconocí su postura. Era la misma de ayer, cuando dudó en responder mi pregunta sobre si de verdad creía que él se preocupaba más por mí que yo por él. Lo puse de nuevo en la misma posición, de confirmar su interés por mí sin recibir ningún seguro a cambio.
Maldiciendo mi curiosidad, volví a mis preguntas. Quizá mi obvia fascinación por cada detalle de su personalidad lo convencería del nivel obsesivo de mi interés.
—¿Qué tipo de flores prefieres?
—Uhm, dalias. Para la suerte. Lavanda y lilas por su fragancia.
—No te gusta ver deportes, pero ¿alguna vez jugaste en un equipo?
—Sólo en la escuela, cuando me obligaban.
—¿Tu madre nunca te inscribió en un equipo de fútbol?
Se encogió de hombros.
—A mi mamá le gusta mantener los fines de semana abiertos para aventuras. Fui Boy Scout por un tiempo, y una vez me puso en clases de danza, pero ese fue un error —levantó sus cejas como retándome a dudar de él—. Creyó que sería conveniente porque estaba lo suficientemente cerca para caminar hasta ahí después de la escuela, pero lo que no era conveniente era si valía la pena el caos.
—¿Caos? ¿De verdad? —pregunté escéptico.
—Si tuviese el número de la Sra. Kamenev, ella podría corroborar mi historia.
De pronto levantó la mirada. Todos a nuestro alrededor, los demás estudiantes estaban recogiendo sus cosas. ¿Cómo había pasado tan rápido el tiempo?
Se levantó en respuesta a la conmoción y yo me levanté con él. Recogiendo su basura en la bandeja mientras él recogía su mochila. Se acercó como queriendo quitarme la bandeja.
—Yo lo hago —le dije.
Resopló en silencio, un poco exasperado. Aún no le gustaba que lo cuidaran.
No podía concentrarme en mis preguntas aún no respondidas mientras caminábamos hacia Biología. Recordaba el día de ayer, preguntándome si la misma tensión, si el anhelo y la electricidad, estarían presentes hoy. Y así mismo, tan pronto como las luces se apagaron, el mismo anhelo abrumador volvió. Había posicionado mi silla más lejos de Taeyong hoy, pero no ayudó.
Todavía estaba esa parte egoísta de mí discutiendo que sostenerle la mano no sería tan malo, incluso sugiriendo que quizá sería una buena manera de probar sus reacciones, para prepararme para estar solos. Traté de ignorar la egoísta voz y la tentación lo mejor que pude.
Podía decir que Taeyong también lo estaba intentando. Se inclinó hacia adelante, con la barbilla sostenida por sus brazos y pude ver sus dedos aferrándose debajo del borde de la mesa tan fuertemente que sus nudillos estaban blancos. Me hizo preguntarme con cuál tentación estaba luchando precisamente. Hoy no me miró. Ni una sola vez.
También pude darme cuenta de que había demasiado que no sabía de Taeyong. Tanto que no podía preguntar.
Mi cuerpo estaba ligeramente inclinado hacia Taeyong ahora. Me eché hacia atrás. Cuando las luces se encendieron, Taeyong suspiró y, si tuviese que adivinar,
habría dicho que su expresión era de alivio. ¿Pero alivio de qué?
Caminé a su lado hacia la siguiente clase, peleando la misma pelea interna del día anterior.
Se detuvo ante la puerta y me miró con sus claros y profundos ojos. ¿Qué es?
¿Expectación o confusión? ¿Una invitación o una advertencia? ¿Qué quería?
“Esta es solo una pregunta”, me dije a mí mismo mientras mi mano subía para alcanzarlo bajo su propio dominio. “Otro tipo de pregunta”.
Tenso, sin respirar, dejé sólo que el dorso de mi mano acariciara un lado de su rostro, desde su sien hasta su mandíbula. Igual que ayer, su piel se volvió cálida debajo de mi toque, su corazón latió más rápido. Su cabeza se inclinó sólo una fracción de centímetro hacia mi caricia.
Esa fue otro tipo de respuesta.
Me alejé de Taeyong rápidamente de nuevo, sabiendo que esta parte de mi autocontrol estaba comprometido, mi mano escocía del mismo modo indoloro.
Johnny ya estaba sentado cuando llegué al salón de Francés. También lo estaba Lee Jeno. No fueron los únicos que notaron mi entrada. Pude escuchar la curiosidad de los demás estudiantes, el nombre de Taeyong junto al mío, las especulaciones…
Jeno era el único humano que no pensaba en Taeyong, mi presencia lo hizo erizarse un poco, pero no estaba a la defensiva. Ya había hablado con Karina y concertado una cita para este fin de semana. La recepción de su invitación fue cálida y él aún estaba viajando en esa emoción. Aunque él estaba al tanto de mis intenciones, era consciente de que yo había actuado como catalizador para su actual felicidad. Mientras me mantuviese lejos de Karina, no tendría problemas conmigo.
Había incluso un rastro de gratitud también, aunque él no tenía idea de que ella no era exactamente el motivo de mis deseos. Parecía un chico inteligente, se elevó en mi estimación.
Taeyong estaba en Gimnasia, pero igual que en la segunda mitad de la clase de ayer, no participó. Sus ojos estaban distantes cada vez que Hwang Hyunjin volvía la vista para mirarlo. Obviamente tenía la cabeza en otro lado. Hyunjin adivinó que lo que sea que le dijera no sería bienvenido.
«Supongo que nunca tuve realmente una oportunidad», pensó medio resignado, medio hosco. «¿Cómo pasó, para empezar? Fue como, de la noche a la mañana. Supongo que cuando Jung-Collett quiere algo, no le toma demasiado tiempo conseguirlo». Las imágenes que siguieron, las ideas de lo que había conseguido, eran ofensivas. Dejé de escuchar.
No me gustaba su perspectiva. Como si Taeyong no tuviese poder de voluntad propio. Seguramente, Taeyong tuvo la elección, ¿no es cierto? Si alguna vez me hubiese pedido que lo dejara en paz, me hubiese dado la vuelta y caminado hacia el otro lado. Pero Taeyong quería que me quedara, en ese momento y ahora.
Mis pensamientos volvieron para checar el salón de Francés y en seguida giraron hacia la voz más familiar, pero mi mente estaba enredada alrededor de Taeyong como solía, así que por un momento no me di cuenta de lo que estaba escuchando.
Y luego mis dientes se cerraron de golpe tan fuertemente que incluso los humanos cerca de mí lo oyeron. Un chico miró a su alrededor buscando la fuente del sonido.
«Ups», pensó Johnny.
Doblé mis manos en puños y me concentré en quedarme en mi asiento.
«Lo siento, estaba tratando de no pensar en eso».
Miré hacia el reloj. Quince minutos antes de que pudiera golpearlo en la cara.
«No pretendía lastimar a nadie. ¡Hey!, me puse de tu lado, ¿no? Honestamente, Yuta y Jaemin sólo están siendo tontos, estando en contra de Sicheng. Es la apuesta más sencilla que he ganado».
Una apuesta sobre este fin de semana, sobre si Taeyong viviría o moriría. Catorce minutos y medio.
Johnny se retorció en su asiento, bastante consciente de lo que significaba mi falta de emoción.
«¡Vamos, Jae! Sabes que no era serio. En fin, ni siquiera es sobre Taeyong. Tú sabes mejor que yo lo que sea que le pasa a Jaemin. Algo entre ustedes dos, supongo. Aún está molesto y no quiere admitir por nada del mundo que realmente está apostando por ti».
Él siempre le daba a Jaemin el beneficio de la duda y aunque sabía que yo era todo lo contrario, nunca le daría el beneficio de la duda, no creía que Johnny tuviese razón esta vez. Jaemin estaría satisfecho de verme fallar en esto. Estaría feliz de ver las pobres decisiones de Taeyong recibir lo que Jaemin percibía como lo que correctamente se merecían. Y aún así, estaría celoso de que el alma de Taeyong escapara a lo que sea que hubiese más allá.
«Y Yuta–bueno, ya sabes. Está cansado de ser el eslabón más débil. Eres algo así como demasiado perfecto con el autocontrol y se vuelve molesto. Kun es diferente. Admítelo, eres un poco raro».
Trece minutos.
Para Johnny y Yuta, esto era sólo un pequeño montón de arena pegajosa que había creado yo mismo. Fallara o no, para ellos, al final no era más que otra anécdota sobre mí. Taeyong no era parte de la ecuación, su vida era sólo otra marca en la apuesta que hicieron.
«No lo tomes personal».
¿Había otra manera? Doce minutos y medio.
«¿Quieres que me salga? ¡Lo haré!»
Suspiré y dejé que la rigidez de mi cuerpo se relajara.
¿Cuál era el punto en avivar mi furia? ¿Debería culparlos por su inhabilidad para entender? ¿Cómo podrían?
Cuán insignificante era todo. Enfurecedor sí, pero… ¿Me hubiese comportado diferente si no hubiese sido mi vida la que hubiese cambiado? ¿Si no hubiese sido sobre Taeyong?
Independientemente, no tenía tiempo para pelear con Johnny ahora. Estaría esperando a Taeyong cuando terminara con Gimnasia. Había muchas más piezas del rompecabezas que necesitaba descubrir.
Escuché el alivio de Johnny cuando caminaba hacia la puerta al primer sonido de la campana, ignorándolo.
Cuando Taeyong caminó a través de las puertas del gimnasio y me vio, una sonrisa cruzó por su rostro. Sentí el mismo alivio que tuve en el auto esta mañana. Todas mis dudas y tormentos parecían levantarse de mis hombros. Sabía aún que eran muy reales, pero el peso era mucho más llevadero cuando podía verlo.
—Háblame de tu hogar —dije mientras caminábamos hacia el auto—. ¿Qué es lo que extrañas?
—Uhm… ¿De mi casa o de la ciudad? ¿O a qué te refieres?
—Todas esas.
Taeyong me miró como preguntándose si estaba hablando en serio.
—¿Por favor? —pregunté mientras le sostenía la puerta. Levantó una ceja mientras se subía, aún dudando.
Pero cuando estuve dentro y estuvimos solos de nuevo, pareció relajarse.
—¿Has estado alguna vez en Phoenix?
Sonreí.
—No.
—Cierto —dijo—. Por supuesto. El sol. —Especuló un momento sobre eso en silencio—. ¿Crea algún tipo de problema para ti…?
—Así es —no iba a tratar de explicar esa respuesta. Era algo que tenía que ser visto para entenderlo. Además, Phoenix estaba un poco demasiado cerca de las tierras que el agresivo clan Sureño había reclamado, pero esa era una historia a la que tampoco quería ir.
Taeyong esperó, preguntándose si elaboraría mi respuesta.
—Cuéntame entonces de este lugar que nunca he visto —lo insté. Lo consideró por un momento.
—La ciudad en su mayoría es bastante plana, no hay más edificios que una o dos tiendas. Hay unos cuantos rascacielos bebés en el centro, pero eso está bastante lejos de donde yo vivía. Phoenix es enorme. Podrías manejar entre los suburbios todo el día. Mucho estuco y baldosas, y grava. Y no es todo suave y blando como aquí, todo es duro y la mayoría de las cosas tienen espinas.
—Pero te gusta.
Taeyong asintió con una sonrisa.
—Es tan… abierto. Puro cielo. Las cosas que llamamos montañas son sólo colinas–espinosas y duras colinas. Pero la mayoría del valle es un gran cuenco poco profundo y se siente como si estuviese lleno de luz del sol todo el tiempo —dijo ilustrando la forma con sus manos—. Las plantas son como arte moderno comparado con las de aquí con un montón de ángulos y bordes. La mayoría punzantes —otra sonrisa—. Pero también están todas abiertas. Incluso si hay hojas, sólo son cosas plumosas desperdigadas. Nada se puede esconder ahí. Nada impide que entre el sol.
Detuve el auto frente a su casa. En el lugar usual.
—Bueno, llueve ocasionalmente —corrigió—. Pero es diferente. Más emocionante. Con muchos truenos y relámpagos, y corrientes rápidas. No sólo una llovizna perenne. Y huele mejor allá por la creosota.
Conocía los arbustos que nunca eran verdes a los que se refería. Los había visto a través de la ventana del auto al sur de California. Sólo de noche. No había mucho que verles.
—Nunca he olido el aroma de la creosota —admití.
—Sólo huelen en la lluvia.
—¿Cómo es?
Taeyong lo pensó por un momento.
—Dulce y amargo a la vez. Un poco como a resina, un poco como a medicina. Pero eso suena mal. Huele a frescura. Como a desierto limpio —se carcajeó—. ¿Eso no es de ayuda, cierto?
—Al contrario. ¿Qué más me he perdido al no visitar Arizona?
—Saguaros, pero estoy seguro de que has visto fotos.
Asentí.
—Son más grandes de lo que esperas, cuando los ves en persona. Toman a todos los novatos por sorpresa. ¿Has vivido en algún lugar con cigarras?
—Sí —me reí—. Estuvimos en Nueva Orleans por un tiempo.
—Entonces lo sabes —dijo—. Tuve un trabajo el verano pasado en un vivero. Los gritos son como uñas rasgando una pizarra. Me volvía loco.
—¿Qué más?
—Uhmm. Los colores son diferentes. Las montañas, colinas o lo que sean, son en su mayoría volcánicas. Muchas rocas púrpuras. Son lo suficientemente oscuras para mantener bastante el calor del sol. También lo hace el asfalto. En el verano, nunca se enfría, freír un huevo en la acera no es un mito. Pero hay bastante verde por los campos de golf. Algunas personas mantienen céspedes también, aunque, creo que eso es una locura. En fin, el contraste en los colores es genial.
—¿Cuál es tu lugar favorito para pasar el tiempo?
—La librería—sonrió—. Si ya no me había expuesto como un nerd, creo que eso lo hace obvio. Siento como que he leído cada libro de ficción de la pequeña librería que había cerca de mi casa. El primer lugar al que fui cuando obtuve mi licencia fue la librería del centro. Podía haberme quedado a vivir allí.
—¿A dónde más?
—En el verano, íbamos a la piscina en el Parque Cactus. Mi mamá me inscribió en clases de natación ahí antes de que pudiera caminar. Siempre había noticias de bebés que se ahogaban y eso la aterró. En el invierno, íbamos al Parque Roadrunner. No es grande, pero tiene un pequeño lago. Navegábamos barcos de papel cuando era niño. Nada demasiado emocionante, como he tratado de decírtelo…
—Creo que suena encantador. No recuerdo mucho de mi infancia.
Su sonrisa juguetona se desvaneció y sus cejas se juntaron.
—Eso debe ser difícil y extraño.
Fue mi turno de encogerme de hombros.
—Es todo lo que sé. Ciertamente nada de qué preocuparse.
Se quedó callado por un largo rato, dándole vueltas a esto en su cabeza.
Esperé durante su silencio lo más que pude soportar antes de finalmente preguntar—: ¿En qué estás pensando?
Su sonrisa era más suave ahora.
—Tengo un montón de preguntas. Pero ya sé que… Dijimos las palabras simultáneamente.
—Hoy es mi día.
—Hoy es tu día.
Nuestras risas se sincronizaron también y pensé en lo extrañamente fácil que era estar con Taeyong de este modo. Lo suficientemente cerca. El peligro se sentía muy lejos. Estaba tan entretenido que casi me olvidaba del dolor en mi garganta, aunque no estaba embotado. Solo que no era tan interesante pensar en ello como en Taeyong.
—¿Ya te vendí Phoenix o todavía no? —preguntó después de otro momento de silencio.
—Quizá necesite un poco más de persuasión.
Taeyong lo consideró.
—Hay este tipo de árbol de acacia, no sé cómo se llama. Luce igual que los otros árboles, medio muerto y espinoso —su expresión se llenó de pronto de anhelo—. Pero en la primavera, tiene estas flores amarillas, esponjosas que lucen como pompones —demostró el tamaño pretendiendo sostener una flor entre su pulgar y dedo índice—. Huelen… increíble. Como nada más. Realmente suave y delicado, te dará un suave rastro con la brisa y luego desaparece. Debí haberlo incluido en mis olores favoritos. Desearía que alguien hiciera una vela o algo.
»Y luego, los atardeceres son increíbles —continuó, cambiando de tema abruptamente—, en serio, no verías nada remotamente parecido aquí —lo pensó por otro momento—. Incluso en mitad del día, el cielo, es lo que más destaca. No es azul como el cielo aquí, cuando puedes verlo si quieres. Es de un pálido más brillante. A veces es casi blanco y está por todas partes —enfatizó sus palabras con las manos, trazando un arco sobre su cabeza—. Hay mucho más cielo allí. Si te apartas de las luces de la ciudad solo un poco, puedes ver un millón de estrellas —sonrió con nostalgia—. De veras tienes que ir a verlo alguna noche.
—Te parece hermoso.
Asintió.
—No es para todo el mundo, supongo —hizo una pausa, pensativa, pero pude darme cuenta de que había más, así que lo dejé pensar.
—Me gusta el… minimalismo —decidió—. Es un lugar de algún modo honesto.
No esconde nada.
Pensé en todo lo que Taeyong tenía escondido aquí y me pregunté si sus palabras significaban que estaba al tanto de eso, de la oscuridad invisible a mí alrededor. Pero me miró sin rastro de juzgar en sus ojos.
No agregó nada más y pensé, por el modo en que se tocaba ligeramente la barbilla que quizá estaba sintiendo que estaba hablando demasiado.
—Debes extrañarlo bastante —apunté.
Su expresión no se nubló del modo en que esperaba.
—Al principio, sí.
—¿Y ahora?
—Supongo que me estoy acostumbrando aquí —sonrió como si simplemente se estaba resignando al bosque y la lluvia.
—Cuéntame sobre tu hogar allá.
Se encogió de hombros.
—No es nada inusual. Estuco y baldosa, como dije. Un piso, tres habitaciones, dos baños. Lo que más extraño es mi pequeño baño. Compartirlo con Taeil es estresante. Grava y cactus afuera. Todo adentro es de los sesenta: la madera, el linóleo, la alfombra peluda, los estantes de fórmica color mostaza, los detalles. Mi mamá no es fan de las renovaciones. Dice que las cosas antiguas tienen carácter.
—¿Cómo es tu habitación?
Su expresión me hizo preguntarme si había una broma que no estaba captando.
—¿Ahora o cuándo vivía allá?
—¿Ahora?
—Creo que es un estudio de yoga o algo. Mis cosas están en el garaje.
Lo miré, sorprendido.
—¿Qué vas a hacer cuando vuelvas?
No parecía preocupado.
—Meteremos la cama de vuelta de algún modo.
—¿No había una tercera habitación?
—Ese es su cuarto de trabajo. Tomaría un acto de Dios hacer espacio allí para una cama —se rió alegremente. Habría pensado que estaba planeando pasar más tiempo con su madre, pero hablaba de su tiempo en Phoenix como si perteneciera al pasado en lugar del futuro. Reconocí la sensación de alivio que esto me causó pero traté de mantenerla apartada de mi rostro.
—¿Cómo era tu habitación cuando vivías allí? Un rubor menor.
—Uhm. Desordenada. No soy muy organizado.
—Ni que lo digas.
De nuevo, me dio esa mirada de “me estás bromeando”. Pero cuando no reaccioné, continuó, imitando las formas con sus manos.
—Es un cuarto cerrado. Una cama doble en la pared del sur y un gavetero al norte debajo de la ventana. Con un pequeño y apretado pasillo en medio. Tenía un pequeño closet al que podía entrar, que hubiese sido genial si lo hubiese tenido lo suficientemente organizado como para poder entrar realmente. Mi habitación aquí es más grande, y menos desastrosa, pero eso es porque no he vivido lo suficiente aquí como para hacerla un serio desorden.
Mantuve mi expresión tranquila, escondiendo el hecho de que sabía muy bien cómo lucía su habitación de aquí y también mi sorpresa de que su habitación en Phoenix haya estado más desordenada.
—Uhm… —me observó para saber si quería más y asentí para darle coraje—. El ventilador del techo está roto, sólo funciona la luz, así que tenía un muy ruidoso ventilador sobre el gavetero. Sonaba como un túnel de viento en verano. Pero es mucho mejor para dormir que la lluvia de aquí. El sonido de la lluvia no es suficientemente consistente.
El pensamiento de la lluvia me hizo mirar al cielo y luego sorprenderme por la oscuridad de la luz. No podía entender el modo en que el tiempo se curvaba y comprimía cuando estaba con Taeyong. ¿Cómo se había terminado ya nuestra asignación?
Taeyong malinterpretó mi preocupación.
—¿Terminaste? —preguntó sonando aliviado.
—Ni de cerca —le dije—. Pero tu padre llegará a casa pronto.
—¡Taeil! —jadeó, como si se hubiese olvidado de que él existía—. ¿Qué tan tarde es? —preguntó mirando el reloj del tablero.
Miré las nubes, aunque eran espesas, era obvio donde se estaría escondiendo el sol.
—El crepúsculo —dije. El momento en que salían los vampiros a jugar, cuando no teníamos que temer que una nube cambiante pudiera causarnos problemas, cuando podíamos realmente disfrutar las últimas reminiscencias de luz en el cielo sin preocuparnos de que nos expusiera.
Bajé la mirada para encontrarme con la suya llena de curiosidad, escuchando más de mi tono que de las palabras que dije.
—Es el momento más seguro del día para nosotros —expliqué—. El más seguro. Pero también, de cierto modo, el más triste… el final de otro día. El regreso de la noche. —Tantos años de noche. Traté de sacudir la pesadez de mi voz—. La oscuridad es muy predecible, ¿no crees?
—Me gusta la noche —dijo, llevando la contraria como era usual—. Sin la noche, nunca podríamos ver las estrellas —un ceño reorganizó sus rasgos—. Aunque tampoco es que puedas verlas mucho aquí.
Me reí de su expresión. Entonces, aún no estaba enteramente reconciliado con Forks. Pensé en las estrellas que describió en Phoenix y me pregunté si serían como las estrellas de Alaska, tan brillantes, claras y cercanas. Deseaba ser capaz de poder llevarlo allí esa noche para que pudiera hacer la comparación. Pero Taeyong tenía una vida normal que vivir.
—Taeil llegará en unos minutos —le dije. Podía escuchar un rastro de su mente, quizá a un kilómetro y medio de distancia, conduciendo lentamente hacia aquí. Su mente estaba en Taeyong—. Así que a menos que quieras decirle que vas a salir conmigo el sábado…
Entendía que había muchas razones por las que Taeyong no quería que su padre supiera de nuestra relación. Pero deseé… No sólo porque necesitara ese impulso extra para mantenerlo a salvo, no sólo porque la amenaza para mi familia ayudara a controlar al monstruo, deseaba que… quería que su padre supiera. Que me quisiera siendo parte de la vida normal que vivía.
—Gracias, pero no gracias —dijo rápidamente.
Por supuesto que era un deseo imposible. Como muchos otros. Comenzó a organizar sus cosas mientras se preparaba para irse.
—¿Entonces es mi turno mañana? —preguntó. Me miró con ojos brillantes y curiosos.
—¡Ciertamente, no! ¿Acaso dije que había terminado?
Frunció el ceño, confundido.
—¿Qué más falta?
Todo.
—Ya te enterarás mañana.
Taeil se estaba acercando. Me acerqué a Taeyong para abrirle la puerta y escuché su corazón comenzando a latir con fuerza y disparejo. Nuestros ojos se encontraron y de nuevo, parecía una invitación. ¿Podía permitirme tocar su rostro sólo una vez más?
Y luego me congelé con la mano en la perilla de su puerta.
Otro auto estaba cruzando la esquina. No era el de Taeil; él aún estaba a dos calles, así que presté un poco de atención a estos pensamientos desconocidos que se acercaban, asumí, a otra casa de esa calle.
Pero una palabra captó mi atención. “Vampiros”.
«Debería ser lo suficientemente seguro para el chico. No hay razones para cruzarnos con ningún vampiro aquí, pensó la mente. Incluso si este territorio es neutral. Espero haber tenido razón en traerlo al pueblo».
¿Cuáles eran las probabilidades?
—Nada buenas.
—¿Qué pasa? —preguntó, ansioso mientras procesaba el cambio en mi rostro. No había nada que pudiera hacer ahora. Qué suerte tan podrida.
—Otra complicación —admití.
El auto giró hacia la corta calle, dirigiéndose directamente a la casa de Taeil. Las luces iluminaron mi auto y escuché una joven y entusiasta reacción desde la otra mente dentro del viejo Ford Tempo.
«¡Vaya! ¿Es ese un S60 R? Nunca había visto uno en la vida real. Genial. Me pregunto quién maneja uno de esos por aquí. Divisor frontal pintado a medida después de comprado… semi-resbaladizas… esa cosa debe abrir en dos la carretera. Debo echarle un vistazo al escape…»
No me concentré en el chico, aunque sabía que hubiese disfrutado de su interés experto otro día. Abrí su puerta, lo más abierta que pude y luego me retiré, inclinándome hacia las luces, esperando.
—Taeil está cruzando la esquina —le advertí.
Taeyong saltó rápidamente hacia la lluvia, pero no hubo tiempo de que entrara antes de que nos vieran juntos. Taeyong cerró la puerta, pero luego dudó, mirando hacia el auto que se acercaba.
El auto se detuvo frente al mío, sus luces frontales brillando directamente hacia mí.
Y de pronto, los pensamientos del hombre adulto estaban gritando de sorpresa y miedo.
«¡Un frío! ¡Vampiro! ¡Jung-Collett!»
Miré por el parabrisas encontrándome con su mirada.
No había manera de que encontrara un parecido de él con su bisabuelo; nunca vi a Yixing en su forma humana. Pero este era Jackson, sin duda, con su hijo Lucas.
Como si confirmara mi asunción, el chico se inclinó hacia adelante con una sonrisa.
«¡Oh, es Taeyong!»
Una pequeña parte de mí notó eso, sí, Taeyong había hecho un daño definitivo durante su investigación en La Push.
Pero estaba en su mayoría concentrado en el padre, el que sabía.
Él estuvo en lo correcto antes, este era territorio neutral. Tenía el mismo derecho de estar aquí como él y él lo sabía. Pude verlo en la expresión estrecha y aterrada de su rostro y su mandíbula apretada.
«¿Qué está haciendo aquí? ¿Qué debería hacer?»
Habíamos estado en Forks por dos años; nadie había salido lastimado. Pero su horror no podría haber sido más fuerte si hubiésemos matado una víctima cada día.
Lo miré, mis labios se separaron sólo un poco, exponiendo mis dientes en respuesta automática a la hostilidad.
No hubiese sido de ayuda ponerme a su defensiva. Kun no estaría contento si hacía algo para preocupar al hombre. Sólo podía esperar que se adhiriera a nuestro tratado mejor de lo que había hecho su hijo.
Retrocedí, el chico apreciando el sonido de mis neumáticos, legales para las calles sólo en el grado más mínimo, mientras chirriaban contra el pavimento húmedo. Volteó para analizar el escape mientras manejaba lejos.
Pasé a Taeil mientras daba vuelta en la esquina, desacelerando de inmediato cuando notó mi velocidad con el ceño fruncido seriamente. Él continuó hacia su casa y pude escuchar la sorpresa apagada en sus pensamientos, sin palabras pero clara, mientras veía hacia el auto que esperaba frente a su casa. Olvidó al Volvo plateado que había visto acelerado.
Me detuve dos calles arriba y detuve mi auto sin obstruir junto al bosque entre dos lotes abiertos. En un segundo estuve empapado, escondiéndome en las gruesas ramas del abeto que asomaba por su patio, el mismo lugar donde me escondí aquel primer día soleado.
Era difícil seguir a Taeil. No escuché nada preocupante en sus vagos pensamientos. Sólo entusiasmo, debía de estar feliz de ver a sus visitantes. Nada había sido dicho para molestarlo… aún.
La cabeza de Jackson era una masa hirviente de preguntas cuando Taeil lo saludó y lo invitó a entrar. Hasta donde pude ver, Jackson no había tomado ninguna decisión. Estaba complacido de oír pensamientos sobre el tratado mezclados con su agitación. Con suerte, eso ataría su lengua.
El chico siguió a Taeyong cuando Taeyong escapó a la cocina. Ah, su amor ciego era muy claro en cada pensamiento. Pero no era difícil oír su mente, igual que lo era con Hwang Hyunjin y sus otros admiradores. Pura y abierta. Me recordó un poco a la de Karina, sólo que no tan recatada. De pronto sentí algo de pena porque este chico en particular hubiese nacido como mi enemigo. Él era ese tipo raro de mente a la que era fácil entrar. Sosegado, casi.
En el cuarto de enfrente, Taeil había notado la abstracción de Jackson, pero no preguntó. Había algo de tensión entre ellos, un viejo desacuerdo de vieja data.
Jackson le estaba preguntado a Taeyong por mí. Una vez que escuchó mi nombre, se
rió.
—Supongo que eso lo explica, entonces —dijo—. Me preguntaba por qué mi papá actuaba tan extraño.
—Así es —respondió Taeyong con inocencia exagerada—. A él no le gustan los Jung-Collett.
—Viejo supersticioso —murmuró el chico.
Sí, debimos haber previsto que sería de este modo. Por supuesto que los más jóvenes de la tribu verían sus historias como mitos, embarazosos, graciosos, incluso más, sólo porque los ancianos se lo tomaban muy en serio.
Se reunieron con sus padres en la sala. Los ojos de Taeyong estaban siempre en Jackson mientras él y Taeil veían televisión. Taeyong parecía como si, igual que yo, estuviese esperando una infracción.
Ninguna llegó. Los Wong se fueron antes de que se hiciera muy tarde. Era noche de escuela, después de todo. Los seguí a pie de regreso hasta la línea entre nuestros territorios, sólo para estar seguro de que Jackson no le pidiera a su hijo que diera la vuelta. Pero sus pensamientos aún seguían confundidos. Había nombres que no conocía, personas a las que les consultaría esta noche. Incluso si continuaba en pánico, él sabía lo que dirían los ancianos. Ver a un vampiro cara a cara lo había inquietado, pero no cambió nada.
Mientras pasaban el punto hasta donde pude oírlos, me sentí plenamente seguro de que no había ningún peligro nuevo. Jackson seguiría las reglas. ¿Qué opción tenía? Si rompíamos el tratado, no había nada que los ancianos pudieran hacer al respecto. Habían perdido sus dientes. Si ellos rompían el tratado… bueno, éramos incluso más fuertes que antes. Siete en lugar de cinco. Seguramente eso los haría ser cuidadosos.
Aunque Kun nunca nos permitiría hacer cumplir el tratado de esa manera. En vez de irme directo de vuelta a casa de Taeyong, decidí hacer una pequeña parada por el hospital. Mi padre tenía hoy el turno de noche.
Pude oír sus pensamientos en la sala de emergencia. Estaba examinando a un conductor de un camión repartidor de Olympia con una profunda herida punzante en su mano. Caminé hacia el lobby, reconociendo a Kim Hyoyeon en su escritorio. Estaba ocupada en una llamada con su hija adolescente y prácticamente ni notó mi ‘hola’ cuando la pasé.
No quise interrumpir, así que sólo pasé de largo a la cortina detrás de la que se escondía Kun y continué hacia su oficina. Él reconocería el sonido de mis pisadas, que iban sin compañía del latido de un corazón, y luego mi olor. Sabría que quería verlo y que no era una emergencia.
Se me unió en su oficina sólo unos momentos después.
—¿YoonOh, está todo bien?
—Sí, sólo quería que supieras de inmediato que Jackson me vio en casa de Taeyong hoy. No le dijo nada a Taeil, pero…
—Uhmm —dijo Kun. «Hemos estado aquí por bastante tiempo, sería desafortunado si la tensión crece de nuevo».
—Probablemente no es nada, él simplemente no estaba preparado para estar a dos metros de un “frío”. Los demás lo calmarán. Después de todo, ¿Qué pueden hacer al respecto?
Kun frunció el ceño.
«No deberías pensar de esa manera».
—Aunque hayan perdido a sus protectores, no corren ningún peligro por nuestra parte.
—No. Por supuesto que no.
Él negó con la cabeza lentamente, pensando en el mejor camino que tomar. No parecía haber uno, no más que ignorar este desafortunado encuentro. Yo ya había llegado a la misma conclusión.
—¿Vendrás… a casa pronto? —preguntó Kun de pronto. Sentí vergüenza tan pronto como vocalizó la pregunta.
—¿Está Ten muy molesto conmigo?
—No molesto contigo… por ti. Sí. «Está preocupado. Te extraña».
Suspiré y asentí. Taeyong estaría a salvo dentro de su casa por unas cuantas horas.
Probablemente.
—Iré a casa ahora.
—Gracias, hijo.
Pasé el final de la tarde con Ten, dejándolo ocuparse un poco de mí. Me hizo cambiarme por ropa seca, más para proteger los pisos en los que había pasado tanto tiempo trabajando que otra cosa. Los otros se habían ido y vi que esto era lo que Ten había pedido; Kun había llamado antes. Aprecié el silencio. Nos sentamos al piano juntos y toqué mientras hablábamos.
—¿Cómo estás, YoonOh? —fue su primera pregunta. No era una duda casual.
Ten estaba ansioso por mi respuesta.
—Yo… no estoy completamente seguro —le dije honestamente—. Son altos y bajos.
Ten escuchó las notas por un momento, ocasionalmente tocando una tecla que armonizara con la melodía.
«Taeyong te causa dolor». Negué con la cabeza.
—Yo causo mi propio dolor. No es su culpa.
«Tampoco es tu culpa».
—Soy lo que soy.
«Y esa no es tu culpa». Le sonreí sin humor.
—¿Culpas a Kun?
«No, ¿Tú?»
—No.
«¿Entonces por qué culparte a ti mismo?»
No tenía una respuesta preparada. De verdad, no resentía a Kun por lo que había hecho y aún así… ¿No tenía alguien que cargar con la culpa? ¿No era esa persona yo mismo?
«Odio verte sufrir».
—No todo es sufrimiento —no todavía.
«Este chico… ¿Te hace feliz?» Suspiré.
—Sí… cuando me interpongo. Sí que lo hace.
—Entonces, eso está bien —parecía aliviado. Mi boca se torció.
—¿Lo está?
Estaba en silencio, sus pensamientos analizando mis respuestas, imaginando el rostro de Sicheng, pensando en sus visiones. Estaba al tanto de la apuesta y también, que sabía de ella. Estaba molesto con Yuta y Jaemin.
«¿Qué significaría para YoonOh si Taeyong muere?»
Me estremecí, fallando mis dedos en las teclas del piano.
—Lo siento —dijo rápidamente—. No pretendía…
Negué con la cabeza y Ten se quedó en silencio. Miré mis manos, frías y en ángulos rectos, inhumanas.
—No sé cómo… —susurré—. Cómo superar eso. No puedo ver nada… nada superior.
Ten puso sus brazos alrededor de mis hombros, uniendo sus dedos en un fuerte nudo.
—Eso no va a pasar. Sé que no.
—Desearía poder estar seguro.
Miré sus manos, más parecidas a las mías, pero no. No podía odiarlas del mismo modo. Eran de piedra, también pero no… no las manos de un monstruo. Eran manos de alguien amable.
«Estoy seguro. No lo lastimarás».
—Así que has puesto tu dinero con Sicheng y Johnny, ya lo veo.
Desató sus manos para golpearme ligeramente en los hombros.
—Esto no es un asunto de broma.
—No, no lo es.
«Pero cuando Yuta y Jaemin pierdan, no me molestaría si Johnny los molesta un poco».
—Dudo de que te decepcione en eso.
«Tampoco me decepcionarás tú, YoonOh. Oh, mi hijo, cuánto te amo. Cuando pase la parte difícil… voy a estar muy feliz, lo sabes. Creo que voy a amar a ese chico Taeyong».
Lo miré con las cejas levantadas.
—¿No serías tan cruel como para mantenerlo alejado de mí, no?
—Ahora suenas como Sicheng.
—No sé por qué lo desafías en todo. Es más fácil aceptar lo inevitable.
Fruncí el ceño pero comencé a tocar de nuevo.
—Tienes razón —dije después de un momento—. No lo lastimaré.
Ten mantuvo sus brazos a mí alrededor y luego de varios minutos apoyé mi cabeza contra la coronilla de la suya. Suspiró y me abrazó más fuerte. Me hizo sentir vagamente infantil. Como le había dicho a Taeyong, no tengo memorias de haber sido un niño, nada concreto. Pero había una cierta memoria sensorial en la sensación de sus brazos a mí alrededor. Mi primera madre debía de haberme sostenido; debía de haberme consolado del mismo modo.
Cuando terminó la canción, suspiré y me enderecé.
«¿Irás con Taeyong ahora?»
—Sí.
Frunció el ceño, confundido.
«¿Qué haces toda la noche?»
—Pensar… y quemarme. Y escuchar.
Ten tocó mi garganta.
—No me gusta que esto te cause dolor.
—Esa es la parte más sencilla. No es nada, de verdad.
«¿Y la parte más difícil?»
Pensé en Taeyong por un minuto. Había un montón de respuestas que podían ser ciertas, pero una se sentía la más honesta.
—Creo que… el no poder ser humano con Taeyong. Que la mejor versión es la versión imposible —sus cejas se juntaron—. Todo estará bien, Ten.
Era muy fácil para mí mentirle. Era el único que podía alguna vez mentir en esta casa.
«Sí, lo estará. Taeyong no podría estar en mejores manos».
Me reí, de nuevo, sin humor. Pero trataría de probar que Ten tenía razón.
˚✩ 。🌗˚ ✩
CAPÍTULO CATORCE: MÁS CERCA
Esta noche, la habitación de Taeyong se encontraba apacible. Incluso la lluvia pesada, que usualmente lo ponía inquieto, no lo perturbó. A pesar del dolor, yo también estaba en paz, más tranquilo que en mi propia casa con los brazos de Ten a mí alrededor. Taeyong murmuró mi nombre mientras dormía, como solía hacerlo y sonrió mientras lo decía.
Por la mañana, Taeil mencionó su estado de ánimo alegre durante el desayuno y fue mi turno de sonreír. Al menos, lo hacía feliz también.
Se subió a mi coche rápidamente hoy, con una amplia y ansiosa sonrisa, pareciendo tan hambriento de estar juntos como yo.
—¿Cómo has dormido? —le pregunté.
—Bien. ¿Qué tal fue tu noche?
Sonreí.
—Placentera.
Frunció los labios.
—¿Puedo preguntarte qué hiciste? —me imaginaba cuál sería mi nivel de interés si tuviera que pasar ocho horas inconsciente, totalmente inconsciente de Taeyong. Pero no estaba listo para responder esa pregunta ahora… o tal vez nunca.
—No. Hoy sigue siendo mi día.
Suspiró y puso los ojos en blanco.
—No creo que haya nada que ya no te haya contado.
—Cuéntame más sobre tu madre.
Era uno de mis temas favoritos, porque obviamente era uno de los suyos.
—Está bien. Uhm, mi mamá es un poco… salvaje, ¿supongo? No como un tigre es salvaje, como un gorrión, como un ciervo. Simplemente, ¿no le va bien en las jaulas? Mi abuela, que era totalmente normal, por cierto, y no tenía idea de dónde venía mi madre; solía llamarla fuego fatuo. Tenía la sensación de que criar a mi madre durante su adolescencia no fue un juego de niños. De todos modos, es bastante difícil para ella quedarse en un lugar por mucho tiempo. Llegar a vagar con Suho sin un destino final seguro en mente… bueno, creo que es lo más feliz que la he visto. Sin embargo, se esforzó mucho por mí. Con aventuras de fin de semana y constantemente cambiando de trabajo. Hice lo que pude para liberarla de todas las cosas mundanas. Me imagino que Suho hará lo mismo. Me siento como… una especie de mal hijo. Porque estoy un poco aliviado, ¿sabes? —hizo una mueca de disculpa, levantando sus palmas—. Ella ya no tiene que quedarse en un lugar por mí. Eso es quitarse un peso. Y luego Taeil… nunca pensé que él me necesitara, pero realmente lo hace. Esa casa está demasiado vacía para él.
Asentí pensativamente, examinando esta mina de información. Ojalá pudiera conocer a esta mujer que había moldeado gran parte del carácter de Taeyong. Una parte de mí hubiera preferido que Taeyong hubiera tenido una infancia más fácil y tradicional, que hubiera podido llegar a ser niño. Pero no habría sido la misma persona y, realmente, no parecía resentido de ninguna manera. Le gustaba ser el cuidador, le gustaba que lo necesitaran.
Quizás este fue el verdadero secreto de por qué se sintió atraído por mí.
¿Existía alguien más que lo haya necesitado tanto?
Lo dejé en la puerta de su salón de clases y la mañana pasó como el día anterior. Sicheng y yo caminamos como sonámbulos durante la hora de Gimnasia. Vi el rostro de Taeyong a través de los ojos de Choi Jinni de nuevo, notando, como lo hizo la chica humana, lo poco que Taeyong parecía estar en el salón de clases.
«Me pregunto por qué Taeyong no quiere hablar de eso». Jinni se preguntó.
«Manteniéndolo para él, supongo. A menos que haya dicho la verdad antes, y en realidad no esté sucediendo nada». Su mente repasó las negaciones de Taeyong el miércoles por la mañana, “No es así”, cuando Jinni le preguntó sobre los besos, y su inferencia de que Taeyong se veía decepcionado.
«Eso sería como una tortura», pensó Jinni ahora. «Mira, pero no toques». La palabra me sobresaltó.
¿Cómo tortura? Obviamente una exageración, pero… ¿Tal cosa realmente causaría dolor a Taeyong, sin importar cuán pequeño era? Seguramente no, conociendo cómo era la realidad de la situación. Fruncí el ceño y capté la mirada interrogante de Sicheng. Negué con la cabeza hacia él.
«Se ve bastante feliz», pensaba Jinni, mirando a Taeyong mientras él miraba a través de las ventanas del triforio con los ojos desenfocados. «Debe haber estado mintiendo. O ha habido nuevos desarrollos».
«¡Oh!» La repentina quietud de Sicheng me alertó al mismo tiempo que su exclamación mental. La imagen en su mente era de la cafetería en una fecha próxima y...
«Bueno, ¡ya era hora!» Pensó, rompiendo en una enorme sonrisa.
Las imágenes se desarrollaron: Sicheng de pie detrás de mi hombro en la cafetería hoy, frente a Taeyong. La muy breve introducción. Aún no se había resuelto cómo empezó. Vaciló, dependiendo de algún otro factor. Pero sería pronto, si no hoy.
Suspiré, distraídamente golpeando el gallito a través de la red. Volaba mejor de lo que hubiera ido si mi atención hubiera estado concentrada; marqué un punto cuando el entrenador hizo sonar su silbato para finalizar la clase. Sicheng ya se estaba moviendo hacia la puerta.
«No seas tan bebé. No es mucho. Y ya veo que no me detendrás». Cerré los ojos y negué con la cabeza.
—No, no será mucho —estuve de acuerdo en voz baja mientras caminábamos juntos.
—Puedo ser paciente. Pasos de bebé.
Puse los ojos en blanco.
Siempre era un alivio cuando podía dejar atrás los puntos de vista secundarios y ver a Taeyong por mí mismo, pero todavía estaba pensando en las suposiciones de Jinni cuando Taeyong entró por la puerta del salón. Taeyong esbozó una amplia y cálida sonrisa y a mí también me pareció que estaba muy feliz. No debería preocuparme por imposibilidades cuando no lo estaban molestando a él.
Había una línea de preguntas que me había resistido a abrir hasta ahora. Pero con los pensamientos de Jinni aún en mi cabeza, de repente sentí más curiosidad que aversión.
Nos sentamos en la que ahora era nuestra mesa habitual y picó la comida que le había conseguido; hoy había sido más rápido que él.
—Háblame de tu primera cita —le dije.
Sus ojos se agrandaron y sus mejillas se sonrojaron. Vaciló.
—¿No me lo vas a decir?
—No estoy seguro... de lo que realmente cuenta.
—Pon las calificaciones en su nivel más bajo —sugerí. Miró hacia el techo, pensando con los labios fruncidos.
—Bueno, entonces supongo que sería Hyunjin, un Hyunjin diferente —dijo rápidamente cuando mi expresión cambió—. Él era mi compañero de baile cuadrado en sexto grado. Me invitaron a su fiesta de cumpleaños, era una película —sonrió—. La segunda de Mighty Ducks. Yo fui el único que apareció. Más tarde, la gente dijo que era una cita. No sé quién inició ese rumor.
Había visto las fotos de la escuela en la casa de su padre, así que tenía una referencia mental del Taeyong de once años. Parecía que las cosas no eran tan diferentes para él entonces.
—Eso quizás esté poniendo el listón demasiado bajo.
Sonrió.
—Dijiste la calificación más baja.
—Continúa, entonces.
Sus labios se torcieron hacia un lado mientras lo consideraba.
—Unos amigos iban a la pista de hielo con unos chicos. Me necesitaban para igualar los números. No habría ido si me hubiera dado cuenta de que eso significaba que estaba emparejado con Cha Eunwoo—se estremeció con delicadeza—. Y, por supuesto, me di cuenta bastante rápido de que patinar sobre hielo era una mala idea. Mis lesiones eran leves, pero el lado positivo fue que pude sentarme junto a la cafetería y leer durante el resto de la noche —sonrió, casi... triunfalmente.
—¿Pasamos a una cita real?
—¿Quieres decir cómo que alguien me invitó a salir con anticipación y luego fuimos a algún lugar solos?
—Eso suena como una definición viable.
Sonrió con la misma sonrisa triunfante.
—Lo siento, entonces, no tengo nada.
Fruncí el ceño.
—¿Nadie te invitó a salir antes de que vinieras aquí? ¿De verdad?
—No estoy totalmente seguro. ¿Es una cita? ¿Son dos amigos pasando el rato? —se encogió de hombros—. No es que importara mucho. Nunca tuve tiempo para ninguno de los dos. Después de un tiempo, se corrió la voz y nadie volvió a preguntar.
—¿Estabas realmente ocupado? ¿O poniendo excusas como lo haces aquí?
—Realmente ocupado —insistió Taeyong, un poco ofendido—. Administrar una casa lleva mucho tiempo y, por lo general, yo también tenía un trabajo a tiempo parcial, sin mencionar la escuela. Si voy a ir a la universidad, necesitaré una beca completa y...
—Espera un momento —interrumpí—. Antes de pasar al siguiente tema, me gustaría terminar este. Si no hubieras estado tan ocupado, ¿te hubiera gustado aceptar alguna de estas invitaciones?
Inclinó la cabeza hacia un lado.
—En realidad no. Quiero decir, aparte de salir por la noche. No eran chicos particularmente interesantes.
—¿Y otros chicos? ¿Los que no preguntaron?
Negó con la cabeza, sus ojos claros parecían no ocultar nada.
—No estaba prestando mucha atención.
Entrecerré los ojos.
—¿Así que nunca conociste a nadie que te gustara?
Suspiró de nuevo.
—No en Phoenix.
Nos miramos el uno al otro por un momento mientras procesaba el hecho de que, así como Taeyong fue mi primer amor, de acuerdo con esto, yo también era su primer… enamoramiento al menos. Esta alineación me agradó de alguna manera extraña, pero también me preocupó. Sin duda, esta era una forma retorcida y malsana de comenzar su vida romántica. Y luego estaba el conocimiento de que Taeyong sería el primero y el último para mí. No sería lo mismo para un corazón humano.
—Sé que no es mi día, pero...
—No, no lo es.
—Vamos —insistió—. Acabo de derramar todo mi vergonzoso historial de falta de citas.
Sonreí.
—El mío es bastante similar, en realidad, menos el patinaje sobre hielo y las fiestas de cumpleaños con trucos. Tampoco he prestado mucha atención.
Parecía que no me creía del todo, pero era verdad.
También tuve algunas ofertas que rechacé. No era exactamente el mismo tipo de ofertas, admití para mis adentros, imaginando la cara de Jungwoo haciendo pucheros.
—¿A qué universidad te gustaría ir? —pregunté.
—Uhm… —negó con la cabeza ligeramente, como para adaptarse al nuevo tema—. Bueno, solía pensar que la Universidad de Arizona era lo más práctico, porque podía vivir en casa. Pero ahora que mamá se mueve, creo que mi campo está más abierto. Tendrá que ser una escuela pública, algo razonable, incluso con una beca. Cuando vine aquí por primera vez... bueno, me alegré de que Taeil no viviera lo suficientemente cerca del estado de Washington para que eso fuera práctico.
—¿Estás menospreciando a los Pumas de nuestro buen estado?
—Nada contra la institución, sólo el clima.
—Y si pudieras ir a cualquier parte, si el costo no fuera un problema, ¿a dónde irías?
Mientras Taeyong consideraba mi pregunta sobre este futuro hipotético, traté de imaginarme un futuro con el que pudiera vivir. Taeyong a los veinte, veintidós, veinticuatro... ¿Cuánto tiempo antes de que me dejara atrás, inmutable como lo era yo? Aceptaría ese límite de tiempo si eso significaba que Taeyong podría estar sano, humano y feliz. Si tan sólo pudiera hacerme seguro para Taeyong, justo para Taeyong, encajar en esa imagen feliz por cada segundo del tiempo que me lo permitiera.
Me pregunté de nuevo cómo podía hacer que esto sucediera, estar con Taeyong sin afectar negativamente su vida. Quedarme en la primavera de Perséfone, manteniéndolo a salvo de mi inframundo.
Fue fácil ver que Taeyong no sería feliz en mis lugares habituales. Obviamente. Pero mientras me quisiera, lo seguiría. Significaría muchos días lentos en el interior, pero ese era un precio tan insignificante que apenas valía la pena mencionarlo.
—Tendría que investigar un poco. La mayoría de las escuelas elegantes están en la zona nevada —sonrió—. Me pregunto cómo son las universidades en Hawái.
—Encantadoras, estoy seguro. ¿Y después de la escuela? ¿Entonces qué? —me di cuenta de lo importante que era para mí conocer sus planes para el futuro. Así no los descarrilaría. Así podría dar forma a este futuro improbable en la mejor versión que se adaptara a Taeyong.
—Algo con libros. Siempre pensé que enseñaría como... bueno, no exactamente como mi mamá. Si pudiera... me gustaría enseñar a nivel universitario en algún lugar, probablemente un colegio comunitario. Clases electivas de Inglés, para que todos los que se inscriban estén allí porque quieren.
—¿Es eso lo que siempre has querido?
Se encogió de hombros.
—Principalmente. Una vez pensé en trabajar para una editorial, como editor o algo así —su nariz se arrugó—. Investigué un poco. Es mucho más fácil conseguir un trabajo como maestro. Mucho más práctico.
Todos sus sueños tenían las alas cortadas, no como las del adolescente habitual que se va a conquistar el mundo. Obviamente, producto de enfrentar la realidad mucho antes de que debiera haberlo hecho.
Dio un mordisco a su bagel, masticando pensativamente. Me pregunté si todavía estaba pensando en el futuro o en algo más. Me pregunté si vio algún atisbo de mí en ese futuro.
Mi mente se desvió hacia el mañana. Debería haberme emocionado, la idea de pasar un día entero con Taeyong. Mucho tiempo. Pero sólo podía pensar en el momento en que vería lo que realmente era. Cuando ya no pudiera esconderme detrás de mi fachada humana. Traté de imaginar su respuesta y, aunque a menudo me equivocaba al tratar de predecir sus sentimientos, sabía que solo podía ser de dos maneras.
La única reacción válida además de la repulsión sería el terror.
Quería creer que había una tercera posibilidad. Que Taeyong perdonaría lo que yo era como lo había hecho tantas veces en el pasado. Que me aceptaría a pesar de todo. Pero no podía imaginarlo.
¿Tendría el descaro de cumplir mi promesa? ¿Podría vivir conmigo mismo si le escondiera esto?
Pensé en la primera vez que vi a Kun al sol. Entonces yo era muy joven, todavía estaba obsesionado con la sangre por encima de cualquier otra cosa, pero esa visión había llamado mi atención como pocas otras cosas. Aunque confiaba completamente en Kun, aunque ya había comenzado a amarlo, sentí miedo. Todo era demasiado imposible, demasiado extraño. El instinto de defenderme se activó, y pasaron varios largos momentos antes de que sus pensamientos tranquilos y tranquilizadores pudieran tener algún efecto en mí. Con el tiempo, me convenció de dar un paso al frente yo mismo para ver que el fenómeno no causaba ningún daño.
Y recordé verme a mí mismo a la luz brillante de la mañana y darme cuenta, más profundamente de lo que nunca lo había hecho hasta ahora, de que no tenía ninguna relación con mi antiguo yo. Que no era humano.
Pero no era justo esconderme de Taeyong. Era una mentira por omisión.
Traté de verlo conmigo en el prado, cómo se vería la imagen si no fuera un monstruo. Era un lugar tan hermoso y tranquilo. Cómo deseaba que pudiera disfrutarlo conmigo todavía allí.
«YoonOh», pensó Sicheng con urgencia con una pizca de pánico en su tono que me congeló en mi lugar.
De repente, me vi envuelto en una de las visiones de Sicheng, mirando fijamente un círculo brillante de luz solar. Desorientado, porque me había estado imaginando a mí y a Taeyong allí, el pequeño prado donde nadie iba nunca además de mí, así que al principio no estaba seguro de estar viendo dentro de la mente de Sicheng y no en la mía.
Pero era diferente de mi propia imagen: futuro, no pasado. Taeyong me miró fijamente, arcoíris bailando en su rostro, sus ojos insondables. Así que era lo suficientemente valiente.
«Es el mismo lugar», pensó Sicheng, con la mente llena de un horror que no se correspondía con la visión. Tensión, quizás, pero ¿horror? ¿Qué quería decir con el mismo lugar?
Y luego lo vi.
«¡YoonOh!» Sicheng protestó estridentemente. «¡Lo amo, YoonOh!»
Pero Sicheng no amaba a Taeyong como yo. Su visión era absurda. Incorrecta. Estaba cegado de alguna manera, viendo imposibilidades. Mentiras.
No había pasado ni medio segundo. Taeyong seguía masticando, pensando en algún misterio que nunca conocería. No habría visto el rápido destello de terror en mi rostro.
Fue sólo una vieja visión. Ya no era válida. Todo había cambiado desde entonces.
«YoonOh, tenemos que hablar».
Sicheng y yo no teníamos nada de qué hablar. Negué ligeramente con la cabeza, sólo una vez. Taeyong no lo vio.
Los pensamientos de Sicheng eran una orden inmediata. Empujó la imagen que no podía soportar al frente de mi mente.
«Lo amo, YoonOh. No dejaré que ignores esto. Nos vamos y vamos a solucionar esto. Te daré hasta el final del período. Da tus excusas–¡Oh!»
Su visión totalmente benigna de esta mañana en el Gimnasio interrumpió su serie de órdenes. La breve introducción. Vi exactamente cómo sucedería ahora, hasta el segundo.
¿Entonces esta visión ofensiva, inválida y obsoleta era el catalizador que faltaba antes? Apreté los dientes.
Bien. Hablaríamos. Sacrificaría mi tiempo con Taeyong esta tarde para mostrarle a Sicheng lo equivocado que estaba. En verdad, sabía que no sería capaz de descansar hasta que le hiciera ver eso, le hiciera admitir que estaba fuera de lugar esta vez.
Vio el cambio del futuro cuando mi mente cambió. «Gracias».
Extraño, dado el repentino giro de vida y muerte de mi tarde, lo aplastante que fue perder el tiempo con el que había contado. Debería ser algo tan pequeño, sólo unos minutos, en realidad.
Traté de sacudirme el horror que Sicheng me había infligido para no arruinar los minutos que me quedaban.
—Debería haberte dejado conducir a ti hoy —dije, esforzándome por mantener la desesperación fuera de mi voz.
Sus ojos se clavaron en los míos. Taeyong tragó.
—¿Por qué?
—Me voy con Sicheng después del almuerzo.
—Oh —su rostro decayó—. Está bien, no está tan lejos para caminar.
Fruncí el ceño.
—No voy a hacerte caminar a casa —¿De verdad pensaba que lo dejaría varado?—. Iremos a buscar tu camioneta y te la dejaremos aquí.
—No tengo mi llave conmigo —dijo, y suspiró. Este era un obstáculo enorme e insuperable para Taeyong—. Realmente no me importa caminar.
—Tu camioneta estará aquí y la llave estará puesta en el contacto —le dije—. A menos que tengas miedo de que alguien pueda robarla.
El sonido de su motor era tan bueno como la alarma de un auto. Posiblemente más fuerte. Forcé una carcajada ante la imagen mental, pero el sonido estaba apagado. Taeyong frunció los labios y sus ojos se volvieron opacos.
—Está bien —dijo. ¿Estaba dudando de mis habilidades?
Traté de sonreír con confianza, confiaba en que no podría fallar en una tarea tan simple, pero mis músculos estaban demasiado tensos para manejarlos correctamente. Taeyong no pareció darse cuenta. Parecía que estaba lidiando con su propia decepción.
—Entonces—dijo Taeyong—. ¿A dónde vas?
Sicheng me mostró la respuesta a la pregunta de Taeyong.
—De caza —pude escuchar que mi voz de repente se volvió más oscura. De todos modos, era algo para lo que había encontrado tiempo. La necesidad de esta excursión era tan frustrante como vergonzosa. Pero no le mentiría al respecto—. Si voy a estar a solas contigo mañana, tomaré todas las precauciones que pueda.
Lo miré a los ojos, preguntándome si podía ver el miedo en los míos. La visión de Sicheng dominaba mi compostura.
—Siempre puedes cancelar, ¿ya lo sabes?
“Por favor, vete. No retrocedas”.
Miró hacia abajo, su rostro palideció más que antes. ¿Finalmente escucharía? La visión de Sicheng no significaría nada si Taeyong me dijera ahora que lo deje en paz. Sabía que podía hacerlo, si era lo que Taeyong pedía. Mi corazón se sentía a punto de partirse por la mitad.
—No— susurró, y mi corazón dio un vuelco en otra dirección. Se avecinaba un tipo peor de ruptura. Taeyong me miró fijamente—. No puedo.
—Quizás tengas razón —susurré. Tal vez, después de todo, Taeyong estaba tan atado como yo.
Se inclinó hacia mí, sus ojos se tensaron con lo que parecía preocupación.
—¿A qué hora te veré mañana?
Respiré hondo, tratando de calmarme, de sacudirme la sensación de fatalidad.
Me obligué a hablar en un tono más ligero.
—Eso depende... es sábado, ¿no quieres dormir hasta tarde?
—No —respondió inmediatamente. Me dieron ganas de sonreír.
—Entonces, a la misma hora de siempre. ¿Estará Taeil allí?
Taeyong sonrió.
—No, se irá de pesca mañana.
Obviamente, esto complació tanto a Taeyong como su actitud al respecto me enfureció a mí. ¿Por qué estaba decidido a ponerse tan completamente a mi merced, a merced de la peor parte de mí?
—¿Y si no regresas a casa? —pregunté entre dientes— ¿Qué va a pensar?
Su rostro estaba tenso.
—No tengo idea. Sabe que tengo la intención de lavar la ropa. Quizás crea que me caí en la lavadora.
Lo miré fijamente, no encontré su broma graciosa en lo más mínimo. Frunció el ceño por un momento y luego su rostro se relajó. Cambió de tema.
—¿Qué vas a cazar esta noche?
Fue tan extraño. Por un lado, no parecía tomarse el peligro en serio. Por el otro, estaba tan tranquilo al aceptar las facetas más feas de mi vida.
—Lo que encontremos en el parque. No vamos muy lejos.
—¿Por qué vas con Sicheng?
Sicheng estaba escuchando atentamente ahora. Fruncí el ceño.
—Sicheng es el más... comprensivo.
Había otras palabras que me gustaría decir en beneficio de Sicheng, pero sólo confundirían a Taeyong.
—¿Y los otros? —Taeyong casi susurró, su voz pasó de la curiosidad a la ansiedad— ¿Qué hay con ellos? —se horrorizaría si supiera con qué facilidad todos podían oír ese susurro.
También había muchas formas de responder a esta pregunta. Elegí la menos aterradora.
—Incrédulos, en su mayor parte —definitivamente estaba así.
Sus ojos se dirigieron a la esquina trasera de la cafetería, donde estaba sentada mi familia. Sicheng les había advertido y todos estaban mirando hacia otro lado.
—No les gusto —supuso.
—No es eso —respondí rápidamente.
«¡Ja!» Pensó Jaemin.
—No entienden por qué no puedo dejarte en paz —continué, tratando de ignorar a Jaemin.
Bueno, eso es bastante cierto. Taeyong hizo una mueca.
—Yo tampoco, en tal caso.
Negué con la cabeza, pensando en su ridícula suposición de antes: que yo no lo quería tanto como Taeyong me quería a mí. Pensé que había explicado eso.
—Te lo dije, no te ves a ti mismo con claridad en absoluto. No eres como nadie que haya conocido. Me fascinas.
Taeyong parecía dudoso. Quizás necesitaba ser más específico.
Le sonreí. A pesar de todo lo que tenía en mente, era importante que Taeyong entendiera esto.
—Tener las ventajas que tengo —Pasé dos de mis dedos casualmente por mi frente—. Me da una mejor comprensión que la media de la naturaleza humana. La gente es predecible. Pero tú... tú nunca haces lo que espero. Siempre me tomas por sorpresa.
Apartó la mirada de mí y había algo de insatisfacción en su expresión. Este detalle específico obviamente no lo había convencido.
—Esa parte es bastante fácil de explicar —continué rápidamente, esperando que sus ojos volvieran a mí—. Pero hay más —... Mucho más—. Y no es tan fácil de explicar con palabras…
«Googléame, ¿quieres?, pequeña molestia con cara de murciélago».
La cara de Taeyong se puso blanca. Parecía congelado, como si no pudiera apartar la mirada de la esquina trasera de la habitación.
Me volví rápidamente y le lancé a Jaemin una mirada amenazante, mis labios separándose de mis dientes. Le siseé en voz baja.
Jaemin me lanzó una mirada por el rabillo del ojo, luego inclinó la cabeza lejos de nosotros. Volví a mirar a Taeyong justo cuando se volvía para mirarme.
«Él empezó», pensó Jaemin malhumorado. Los ojos de Taeyong eran enormes.
—Lo siento —murmuré rápidamente—. Jaemin solo está preocupado. —Me irritaba tener que defender el comportamiento de Jaemin, pero no podía pensar en otra forma de explicarlo. Y en el corazón de la hostilidad de Jaemin, este era el verdadero problema—. Verás... después de haber pasado tanto tiempo contigo en público no es sólo peligro para mí si…
No pude terminar. Lleno de horror y vergüenza, me miré las manos, las manos de un monstruo.
—¿Si? —preguntó Taeyong.
¿Cómo no podría responderle ahora?
—Si esto termina mal.
Mi cabeza cayó en mis palmas. No quería ver sus ojos cuando la comprensión le llegara, cuando se diera cuenta de lo que estaba diciendo. Durante todo este tiempo, había intentado ganarme su confianza. Y ahora tenía que decirle exactamente lo mucho que no me la merecía.
Era correcto que Taeyong lo supiera. Este sería el momento en que se marcharía. Y eso estaría bien. Mi primer rechazo instintivo del pánico de Sicheng estaba desapareciendo. Honestamente, no podía prometerle a Taeyong que no era un peligro para él.
—¿Y tienes que irte ahora?
Lo miré lentamente.
Su rostro estaba tranquilo, había una pizca de dolor en la marca de fruncido entre sus cejas, pero ningún miedo en absoluto. La confianza perfecta que había visto cuando se subió a mi coche en Port Ángeles se hizo evidente de nuevo en sus ojos. Aunque no me lo merecía, Taeyong todavía confiaba en mí.
—Sí —le dije.
Mi respuesta le hizo fruncir el ceño. Debería haberse sentido aliviado de verme marcharme, pero en cambio, estaba triste.
Deseé poder suavizar la pequeña v entre sus cejas con la punta de mi dedo.
Quería que volviera a sonreír. Me obligué a sonreírle.
—Probablemente sea lo mejor. Todavía nos quedan quince minutos de esa miserable película en Biología; no creo que pueda aguantar más —supuse que esto era cierto, que no habría podido soportar. Que habría cometido más errores.
Taeyong me devolvió la sonrisa y era obvio que entendía al menos parte de lo que quería decir.
Luego saltó levemente en su asiento, sobresaltado.
Escuché a Sicheng acercarse detrás de mí. No me sorprendió. Había visto esta parte antes.
—Sicheng —le saludé.
Su sonrisa emocionada se reflejó en los ojos de Taeyong.
—YoonOh —respondió Sicheng, copiando mi tono. Seguí mi guión.
—Sicheng, te presento a Taeyong —dije, presentándolos de la manera más concisa posible. Mantuve mis ojos en Taeyong y gesticulé a medias con una mano—. Taeyong, este es Sicheng.
—Hola, Taeyong. Es un placer conocerte al fin.
El énfasis fue sutil, pero molesto. Le lancé una rápida mirada.
—Hola, Sicheng —respondió Taeyong, su voz insegura.
«No presionaré mi suerte», prometió Sicheng.
—¿Estás listo? —me preguntó en voz alta. Como si no supiera mi respuesta.
—Casi. Te veré en el auto.
«Me apartaré de tu camino ahora. Gracias».
Taeyong miró a Sicheng con un pequeño ceño frunciendo sus labios hacia abajo.
Cuando Sicheng desapareció por las puertas, se volvió lentamente para mirarme.
—¿Debería decir “que te diviertas” o es el sentimiento equivocado? —preguntó. Yo le sonreí.
—No, “que te diviertas” es tan bueno como cualquier otro.
—En tal caso, que te diviertas —dijo, un poco triste.
—Lo intentaré —pero eso no era cierto. Sólo lo extrañaría mientras estuviera fuera—. Y tú, intenta mantenerte a salvo, por favor.
No importaba la frecuencia con la que tuviera que despedirme, el mismo pánico regresaba cada vez que pensaba en Taeyong desprotegido.
—A salvo en Forks —murmuró—. Qué desafío.
—Para ti lo es —señalé—. Prométemelo.
Suspiró, pero su sonrisa era de buen humor.
—Prometo que intentaré mantenerme ileso —dijo—. Lavaré la ropa esta noche, eso debería estar libre de peligros.
No disfruté el recordatorio de la primera parte de nuestra conversación.
—No te caigas dentro de la lavadora.
Trató de mantener su rostro serio y falló.
—Lo haré lo mejor que pueda.
Era tan difícil irme. Me obligué a levantarme. Taeyong también se puso de pie.
—Te veré mañana —suspiró.
—Te parece mucho tiempo, ¿no? —Extraño el tiempo que me pareció a mí también.
Taeyong asintió con la cabeza, abatido.
—Estaré allí por la mañana —prometí.
Sicheng tenía razón en todo esto: no había terminado de cometer errores. No pude detenerme de nuevo mientras me inclinaba sobre la mesa y le acariciaba el pómulo con los dedos. Antes de que pudiera hacer más daño, me di la vuelta y lo dejé allí.
Sicheng estaba esperando en el auto.
—Sicheng…
«Primero lo primero. Tenemos un recado que hacer, ¿no?»
Imágenes de la casa de Taeyong pasaron por su mente. Un juego de ganchos vacío, diseñado para sujetar llaves en la pared de la cocina. Yo en la habitación de Taeyong, escaneando su tocador y su escritorio. Sicheng literalmente siguiendo su nariz a través del salón. Sicheng de nuevo, en un pequeño lavadero, sonriendo, con una llave en la mano.
Manejé rápidamente hasta lo de Taeyong. Hubiera podido encontrar la llave por mí mismo, el olor a metal era bastante fácil de rastrear, particularmente el metal pintado con los aceites de sus dedos, pero el camino de Sicheng fue definitivamente más rápido.
Las imágenes refinadas. Sicheng entraría solo, vi, por la puerta principal. Decidió una docena de lugares diferentes para buscar una llave de casa adicional, luego la localizó cuando decidió mirar debajo de los aleros de la puerta principal.
Cuando llegamos a la casa, Sicheng tardó sólo unos segundos en seguir el rumbo que ya se había fijado. Después de cerrar la manija de la puerta principal pero dejar el pestillo abierto como lo encontró, Sicheng se subió a la camioneta de Taeyong. El motor cobró vida con el volumen de un trueno. No había nadie en casa que se diera cuenta ahora.
El viaje de regreso a la escuela fue más lento, obstaculizado por la velocidad máxima que el viejo Chevy podía producir. Me preguntaba cómo Taeyong podía soportarlo, pero luego parecía preferir conducir despacio. Sicheng aparcó en el espacio que había dejado abierto mi Volvo y apagó el ruidoso motor.
Miré al gigante oxidado, imaginándome a Taeyong en él. Había sobrevivido a la camioneta de Daniel con apenas un rasguño, pero obviamente no había bolsas de aire ni zonas de deformación. Sentí que mis cejas se juntaban.
Sicheng se subió a mi asiento de pasajero.
«Toma», pensó. Me tendió un papel y un bolígrafo. Se los quité.
—Te concedo que eres útil.
«No podrías sobrevivir sin mí».
Escribí una breve nota, luego me lancé a dejarla en el asiento del conductor de la camioneta de Taeyong. Sabía que no había ningún poder real en la acción, pero con suerte le recordaría su promesa. Me hizo sentir un poco menos ansioso.
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