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ℛ 🌹 𝒥𝒶𝑒𝒴𝑜𝓃𝑔

  • Foto del escritor: seung
    seung
  • 21 dic 2021
  • 1 Min. de lectura

Actualizado: 13 ago 2022


Sinopsis

Ígnea.

Cuando los padres de Taeyong se divorcian, él se encuentra en un trato semanal (una semana con su mamá y una semana con su papá). Solo que no es solo su papá con quien tiene que vivir. También está Jae In: la otra mujer, la que robo la sólida roca que era la base de su vida.

Y entonces...

Ahí está Jaehyun, el hijo de Jae In. El presumido hijo con ojos azules—como—pescado—regurgitado.

Todo lo que Taeyong quiere es recuperar a su familia tal y como era, pero hay algo sobre este chico que promete que las cosas nunca serán iguales.


Sedimentaria.

Resistiendo las realidades de su nueva vida, Taeyong y Jaehyun superan un mal inicio. Pero mal inicio o no, luego de cientos de recuerdos compartidos juntos, ellos forjan algo nuevo. Una cercana... amistad.

Porque amistad es todo lo que pueden tener. Aunque no es como si fueran verdaderos hermanos...


Metamórfica.

¿Pero cómo evoluciona una amistad bajo las presiones de la vida?

¿Bajo las presiones del corazón?

🌹 𝒥𝒶𝑒𝒴𝑜𝓃𝑔

🌹 Historia única


PRÓXIMAMENTE


ree

🌹


Capítulos

🥀

🥀

Esta es la historia de cómo me enamoré.

Esta es la historia de cómo mi casa se destruyó y se reconstruyó.

Esta es la historia de cómo me convertí en una roca.

🥀


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🌹

Parte Uno: Ígneo

Ígneo: de o pertinente al fuego.

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Gabro


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Nuevo día, nueva roca.

Hoy es un pequeño trozo trapezoide de gabro grueso que sobresale del jardín de nuestro vecino. Me agacho a recoger la piedra gris negruzca, salto cuando una gota de fresca lluvia se resbala por esta y cae sobre mi muñeca. Aprieto la piedra. Piedra 3621.

El ligero peso del gabro aumenta mientras le digo toda la basura que pasó hoy, mi último día de escuela media. Nada dramático, solo despedirse de los profesores y chocar las manos con mis compañeros que van a St. Patrick y al colegio universitario Scott el próximo año.

Dejo caer la piedra en mi bolsillo y respiro el perfume que sube de las magnolias que flanquean la calle. Hoy huele diferente, como a la cúspide del verano.

Mi hogar aparece frente a mí y me quito mi mochila antes de revisar el buzón. Vacío. Abro nuestra puerta. Su chirrido iguala la vieja cerca y matas de flores silvestres que piso mientras camino por el patio delantero. La hiedra escala los pilares de madera que soportan el techo de veranda y le da a nuestra casa la apariencia de una cabaña. Pequeña y acogedora.

Excepto que algo está mal. La puerta está abierta por una caja de artículos de cocina y... Un gorgoteo agudo. Acelero mis pasos hacia el sonido. Mi hermana mayor Irene está sentada al final de la veranda, apoyada contra el lado de la casa en un vestido escarlata, la cabeza baja entre sus manos.

—¿Irene? —Dejo caer mi mochila al camino de ladrillos rotos. Las lágrimas de Irene caen a sus sandalias romanas— ¿Qué pasó? —Me agacho y tomo sus rodillas.

Sus ojos verdes se parecen a los míos, manchados con marrón, uno ligeramente más brillante que el otro. Lo suficiente como para que los extraños miren dos veces.

Excepto que ahora, mientras Irene pestañea, se ve diferente. La piel alrededor de sus ojos está hinchada y roja, y el rímel que no tiene permitido usar traza complicadas redes en sus mejillas. Su boca se abre y se cierra, y otro sollozo sale de ella. No sé qué hacer. Es mi hermana mayor, ella usualmente me reconforta a .

Toco su hombro. Ella descansa su cabeza contra mi brazo, limpiando sus lágrimas negras con mi piel. Hace cosquillas, pero las aguanto.

—Alguien..—Trago— ¿Alguien murió?

Niega con la cabeza, y el alivio endulza mi siguiente bocanada de aire. Me mezo en mis pies. Mientras nadie esté muerto, puedo manejar lo que sea. ¿Tal vez su primer novio la dejó? ¿Aunque dos días antes de su cumpleaños número catorce? Yo solo tengo doce, pero que te dejen así tendría que apestar.

Irene esnifa con fuerza, como si intentara recobrar el control. Se limpia las lágrimas, lleva el rímel hacia los lados por lo que parecen bigotes de gato.

—Nuestro hogar se está rompiendo, Tae —dice. Todos los pensamientos de gatos dejan mi mente.

La caja de utensilios que sostiene la puerta delantera tiene significado ahora.

—¿Qué quieres decir? —pregunto. Pero ya lo sé.

La voz de mi hermana se vuelve tirante, estrangulada y furiosa.

—Significa una semana aquí, una semana allá. Significa elegir el lado de mamá o de papá.

Significa que tenemos una nueva familia.

No entiendo esta última parte; de hecho, tampoco puedo entender del todo la primera parte.

Las nubes pasan sobre el sol de la tarde, y la veranda se oscurece como un mal presagio.

—¿Se van a divorciar? —Sale como una pregunta, pero no lo es. Por supuesto que eso es lo que ella dice. Se van a divorciar.

—Es más que eso—Irene me mira enfadada— Papá tiene a alguien más. ¿Entiendes? Tiene toda esta vida de la que nosotros no sabemos. Quiere mudarse con ella porque ella es el verdadero amor de su vida. ¿Todos sus viajes de negocios? Eso era él con ella. Con ellos.

Mi respiración se acelera. No estoy seguro de querer más detalles, pero pregunto de todos modos.

—¿Ellos? —Esto no puede ser real. Claro, papá se va por dos semanas al mes, pero siempre nos trae regalos. Siempre dice que nos ama hasta la luna y de regreso— ¿Ellos? — pregunto firmemente.

—La perra tiene un hijo y está embarazada. Hago una mueca.

—¿Un hijo? ¿De papá? ¿Nuestro... hermano?

—El hijo no es de él, pero el bebé..—Su voz se quiebra— Yo me quedaré con mamá. No quiero tener nada que ver con él. Lo odio.

Pisadas crujen en las tablas de madera. No sé cuánto tiempo lleva papá de pie ahí, pero su expresión es tensa y el dolor aparece en su mirada verde como la nuestra. Somos los hijos de nuestros padres.

¿Pero por cuánto más?

Papá cruza sus brazos sobre su vieja camisa manchada de aceite. Está en forma para tener treinta y ocho, pero la piel arrugada alrededor de sus ojos no se puede negar. Me gustaría creer que las patas de gallo vienen de incansables sonrisas, pero todo lo que siempre veo son ceños fruncidos.

Supongo que las sonrisas debían suceder cuando él estaba con ella. Con ellos.

Papá mira de Irene a mí, y su ceño triste me golpea como un puño en el estómago. No puedo respirar.

—Taeyong —dice. Sale rasposo, como si hubiese estado llorando— Taeyong —ruega.

Miro de Irene a papá, sintiendo como que tengo que elegir. Mi respiración se acelera y necesito una piedra. Como, justo ahora. Meto mi mano al bolsillo y meto este mal recuerdo en el gabro. Miro a Irene. A papá.

¡Elige!¡Elige! ¡Elige!

Pero no puedo.

Basalto


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Mamá me ruega que pase el fin de semana con papá. Ella se sostiene alta y hermosa, con pecas que no heredé, excepto por las de mi pulgar del pie y bajo mis ojos, mientras saca camisetas, pantaloncillos y calcetines de los cajones de mi armario. Me apresuro para encargarme de mis bóxers, muchas gracias.

Ella hace una pausa, brazos llenos de ropa que está lista para recoger sus lágrimas, pero las contiene. No me engaña su fachada de fuerza. Entiendo por qué Irene quiere tomar un bando, por qué eligió el de mamá.

—Ambos somos culpables. Las cosas no han estado funcionando por un largo tiempo — dice con una sonrisa demasiado brillante para ser real— No seas tan terco como tu hermana. Esto le hace daño, no verlos.

—Solo ha pasado un mes.

—Llama cada dos días.

—Él te dejó, ¿cierto? Por lo que él eligió esto—Pero esas son las palabras de Irene, no las mías, y me siento culpable por decirlas.

—Él se fue, pero ya habíamos terminado.

—¿Has conocido a su nueva... mujer? —pregunto, por falta de una mejor palabra; y porque suena rudo y malo, quiero herirla.

Hace una pausa y abre mi bolsa con un rápido giro de la muñeca.

—Sí—Aparta la mirada, pero no antes de ver las lágrimas finalmente llenar sus ojos— Jae In fue mi amiga una vez. Nos conocemos desde el primer día de universidad. De hecho, ella nos presentó a mí y a tu padre.

Empaca mi bolsa aunque yo puedo hacerlo fácilmente. Pero necesita hacer algo para mantenerse ocupada, por lo que la dejo. Mete mi diario, la colección de piedras de la semana pasada y deja mi lupa entre dos grupos de ropa.

—Lo siento —digo. Ella sacude la cabeza.

—Estaré bien, Taeyong. Ya lo verás.

Mamá me deja fuera de la casa de papá. La peor parte de visitar a papá es cuán cerca de mamá está. Siempre pensé que papá estaba en Auckland las semanas que no estaba con nosotros, pero su otra vida estuvo a unos cuantos vecindarios todo este tiempo.

¿Cuánto tiempo?, le pregunté a papá ese día en la terraza. Cuando no respondió, grité. ¿Cuánto tiempo?

—Creo que esto es todo entonces —digo. Mamá mira hacia su casa... su mansión.

Château de Papá tiene un gran césped recién cortado que brilla con la luz de media mañana por lo que él césped destella como un foso. Excepto que este castillo es moderno, líneas rectas y cristal, coronado por un bosque a la distancia. Da una declaración simple y poderosa: Somos mejores que tú.

Entiendo por qué mamá aparta la mirada.

Quiero inclinarme y abrazarla, pero mamá no es del tipo de abrazos. En su lugar, me hundo en mi asiento y me niego a quitarme el cinturón.

Tal vez este fin de semana no sea tan buena idea después de todo.

—Podemos volver a casa —digo, pasando una mano por mis desordenados rizos como si intentara ser como ellos, intentando probar que soy tan bueno aunque no soy a quien papá eligió— Desearía que Irene hubiese venido.

—Ya lo entenderá, tarde o temprano—Mamá aferra la manivela como si estuviera lista para irse—Necesita más tiempo para ajustarse.

No le digo que tal vez también yo necesito ese tiempo. Ella cuenta conmigo para ser su ofrenda de paz, para mostrar que ella está bien y cómoda con esto. Como si quisiera probar que ella es la razonable y aceptadora. Como si quisiera que papá sepa que nada puede afectarla y que no nos está poniendo en su contra. Ella no es una perra. Ella es agraciada. Tolerante. Aceptadora. Quiere restregar lo que él ha tirado en su cara.

Y quiero darle eso.

Pero estoy nervioso, y mi estómago se retuerce como si necesitara comida, aunque eso es lo último que quiero. Froto mis sudorosas palmas en mi pantaloncillos y tomo la bolsa entre mis pies, llevándola a mi regazo.

—Es solo el fin de semana.

—Solo el fin de semana —repite. Algo en su tono monótono hace que me estremezca.

¿Piensa que porque es una mansión no voy a volver a casa?

No me importa que no le gusten los abrazos, le doy uno. El ángulo es incómodo y su corto cabello encuentra el camino a mi nariz. Aunque no me devuelve el abrazo, me calienta.

—Te amo—Me alejo y finalmente suelto mi cinturón.

—Yo era joven —dice— cuando conocí a tu padre. Creí que estábamos enamorados.

Lucho por abrir la puerta. Una ola de dulce aire veraniego entra al auto. Mamá sale de su ensoñación y ríe.

—Hagas lo que hagas, Taeyong, no te ena... espero que sea diferente para Irene y para ti.



Château: francés para «castillo».

Piedra Pómez


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Camino hacia el porche delantero a través del foso, no del camino. Clavo mis talones un poco también, esperando hacer mi paso lucir abultado y maduro con actitud. Aviento mi bolsa de lona en el porche y sueno el timbre. Cuando nadie responde, compruebo las ventanas.

Un grito familiar llega de la distancia; es la voz de mi papá, pero está unida a risa. Mis ánimos caen directo a las pecas en mi dedo gordo del pie. Pateo el zócalo de la casa pero solo consigo hacer mi pie pulsar.

—¡Mierda! —Salto alrededor del costado de la casa y me detengo en las sombras.

Mi papá está pateando un balón de futbol a un chico cuya espalda está hacia mí. El chico tiene corto cabello castaño y una piel que ha visto muy poco de sol, a juzgar por lo nívea luce. La forma en que se mueve hacia adelante para golpear el balón con una precisa y fuerte patada sugiere que es del tipo gallito que sabe que es bueno y alardea.

Con una risa, papá atrapa el balón con su rodilla y lo cabecea. Lo deja caer detrás de él, usando su talón para patearlo al frente de nuevo. Se la regresa al chico.

—Intenta hacer eso.

El chico se ríe burlón y repite los malabarismos sin un resbalón. Suavemente le patea el balón de regreso.

—Dame un reto de verdad, papá.

Debo haber escuchado mal. Sacudo mi cabeza. ¿Papá?

Espero a que papá lo corrija, que le recuerde a este presuntuoso chico que debe llamarlo Hoon, no papá. Pero no lo hace. Él sonríe.

Mi visión se borra con lágrimas de ira. Él es mi papá. ¡Cómo se atreve ese estúpido engreído a llamarlo así! Helada furia me llena, y salgo desde atrás del costado de la casa.

Papá me ve primero. Su patada falla y el balón se precipita hacia mí. De repente papá luce nervioso, luego emocionado y luego nervioso de nuevo al mirar entre el chico y yo.

Detengo el balón justo antes de que el chico se voltee.

Una brisa hace estremecerse los árboles en la colina mientras el sol brilla. El calor penetra en mi piel y el sudor se derrama por mi espalda.

Clavo mi mirada en él. Es más grande que yo, quizá de la edad de mi hermana. Es alto, bordeando en el extremo de larguirucho, parece haber pasado algunos veranos libres trabajando en su constitución. Sus labios están curveados en una media sonrisa mostrando sus hoyuelos, confirmando mis sospechas. Engreído, como si hubiéramos empezado un juego que supiera que va a ganar. Lanza una mirada hacia mi papá y luego gira sus ojos azules hacia mí. Son del azul de las bolsas de basura que mamá usa para la papelera del baño, del azul de la aceitosa agua de mar, del azul de las regurgitadas escamas de los peces.

—Taeyong —dice papá, indicándome que me acerque— Llegaste temprano.

Fulmino al chico con la mirada, quien no parece intimidado o nervioso. De hecho, su sonrisa bien podría estar creciendo.

—¿Vas a pasar el balón o qué? —pregunta. Se ríe y apunta con el puño hacia sí mismo—Soy JaeHyun, por cierto.

¿JaeHyun? ¿Qué tipo de nombre es ese?

Uno bueno.

Lo odio.

Lágrimas nublan mi visión. Papá conoce a este chico, conoce a JaeHyun. Lo conoce como si fuera...

Miro al balón de futbol a mis pies. Muevo mi pie hacia atrás, alineándolo perfectamente.

Si JaeHyun piensa que es el único bueno con el balón, se equivoca. Pateo fuerte y susurro:

—Cabezas arriba.

El balón le pega en la cara al voltearse.

—¡Mierda! —Sus palabras ilegibles se derraman al agarrarse la nariz— ¿Qué demonios? — Escupe en la hierba y noto con orgullo la sangre.

Quiero chocar los cinco conmigo mismo, pero la mirada en sus ojos de escamas regurgitadas cambia mi parecer. Empiezo a echarme hacia atrás, con las disculpas en la punta de mi lengua. Tal vez desearía no haberlo hecho. Tal vez.

Me mira fijamente. Lo engreído se ha ido, reemplazado con algo más frío y calculador. Tengo el sentimiento de que va a recordar cada detalle de este momento por el resto de su vida.

Papá grita algo sobre hermanos, pero su voz se suaviza al compadecerse de mí.

Fijo la mirada en mis zapatos Puma, fascinado por los nudos dobles desamarrándose lentamente y las motas de mugre en la suela.

JaeHyun se limpia el diminuto rastro de sangre colándose por su nariz. Cuando habla, sus palabras se arrastran por mi piel dejándome piel de gallina.

—Bueno, papá —dice apretadamente— ¿No es el hermano que siempre quise?

🌹

JaeHyun se planta en la encimera de la cocina y se pega un paquete de hielo en la cara.

—Cabrón —murmura, frunciendo el ceño.

—Engreído —replico. Estoy sentado a la gran mesa también frunciendo el ceño.

—Taeyong—Papá golpea su palma sobre mi hombro— Así no es como quería que ustedes empezaran.

—¿Empezar? ¿Empezar qué? Papá responde:

—Nuestra nueva vida.

Dice más cosas pero no puedo escuchar las palabras. Su voz truena y duele en mi cabeza.

—Te odio—Esta vez no son las palabras de mi hermana. Son solo mías— ¿Cinco años? ¿Cinco? —Mi voz se quiebra— ¿Cómo pudiste? Nunca te perdonaré.

Mi silla protesta con un chirrido al hacerla hacia atrás y levantarme. Vuelvo mi espalda hacia ellos y me alejo, negándome a correr, aunque mi sangre bombea como si cantara para que corra. Pero no puedo porque... porque...

Porque quiero que papá me abrace, que todo esto sea una broma, un error, y que regrese a casa. Me conformaría con que me dijera que Irene y yo somos tan buenos como su nueva familia... pero si eso fuera cierto, él nunca nos hubiera dejado.

Agarro mi bolsa de lona y me marcho por la grasosa fosa hacia la calle. Tengo algo de cambio suelto en mi bolsillo, así que me dirijo hacia la parada de autobús y busco sobre la banqueta alguna roca. Preferiblemente algo afilado, algo roto. La esquina rota de un canalón llama mi atención.

El concreto está hecho de roca, arena y grava, a veces incluso piedra pómez para las cosas ligeras. Tendrá que servir.

Golpeo un pedazo hasta que se suelta y trato de meterlo en mi bolsillo. Una mano agarra mi brazo y me gira.

Mi corazón se levanta, y casi dejo caer el concreto.

—Papá—Me volteo a enfrentarlo. Solo que es JaeHyun.

Tengo que levantar mi barbilla para mirarlo. Un ceño fruncido corta por su frente. Pierde su agarre en mí, pero no me suelta hasta que miro fijamente su mano.

—Aún eres una mierda —dice. Su voz se suaviza— Apesta. Es decir realmente apesta. Como tripas crudas y jugo de limón y..—Mira sobre su hombro— Siempre me pregunté quién eras.

Las correas de la bolsa de lona están cortando una de mis palmas y la roca dentada araña la otra. Las aprieto fuertemente mientras pienso cómo responder. ¿Siempre se preguntó?

¿Siempre? Pero eso significaría...

—¿Sabías sobre nosotros?

JaeHyun toma la bolsa de lona de mi agarre.

—Solo vuelve a la casa —dice, lanzando una mirada quisquillosa a la piedra en mi mano. Guardo la roca profundamente en mi bolsillo, rompiendo un poco las costuras— Si no por papá, por las respuestas a tus preguntas.

Quizás hubiera ido si no hubiera dicho "papá", pero esa palabra me catapulta de regreso a la parada de autobús. JaeHyun se puede quedar mi estúpida bolsa de lona. No me importa. Estará bien. Tengo mi roca.

—Dile que puede visitarme, pero no regresaré nunca ahí.

Toba


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Papá se pasa a visitarnos a Irene y a mí, pero mi hermana se rehúsa a verlo. Él se conforma con caminar conmigo alrededor de la ciudad. Por tres horas escalamos la colina y nos abrimos paso por el bosque a través del crujiente aire. Los pájaros pían como si estuvieran cotilleando sobre nosotros.

No hablan mucho esos dos, ¿no?

El más pequeño luce como si hubiera tragado gusanos amargos, pobre cosa.

¿Y el más grande? Luce a un pico de llorar. Necesitan hablar.

¿Cómo podemos obligarlos?

Sparrow, ¿ya hiciste completamente la digestión? Sí. Cargado. Fuego...

Mierda de pájaro cae sobre mi gorro.

—¡Asco! —Me arranco el gorro. Papá se ríe y lo arregla.

—Ahí, todo fuera—Me lo da y reticentemente me lo vuelvo a poner— Sabes que es de buena suerte.

—¿En serio? ¿Hará que regreses a casa?

Papá suspira y se sienta en un banco, palmeando el lugar junto a él.

—Siento que las cosas sean difíciles para Irene y para ti.

—¿La amas? ¿Realmente es tu verdadero amor? ¿Alguna vez te importó mamá?

—Tu mamá y yo tenemos una historia complicada.

—¿Eso qué significa?

—Significa que estábamos juntos de nuevo y separados otra vez cuando nos juntamos la primera vez. Tiene un espíritu increíble, tu mamá, y nos importábamos mucho...

—¿Pero?

—Las relaciones no siempre funcionan. Hace quince años pensé que habíamos terminado para siempre.

—¿Por qué regresaron entonces?

—Tres o cuatro meses después de que termináramos, me trajo la noticia de que estaba embarazada. Me preocupaba por ella, Taeyong. Quería hacer lo correcto.

—Así que tuviste una boda a punta de escopeta, ¿y el bebé llegó pronto? Papá frunció el ceño.

—Ya todos sabían del bebé. Irene vino justo a tiempo. Sus diminutas y rojas manos agarraban mis dedos tan fuertemente que sabía que me necesitaba. Necesitaba a su padre, y yo quería ser lo mejor que pudiera para ella. Funcionó por un tiempo después de eso. Tu mamá y yo, quiero decir. Teníamos una rutina y ambos amábamos tanto a Irene, y nos reiríamos del otro cuando estábamos demasiado cansados para hacer algo. Y luego, Irene tenía como seis meses cuando tu mamá se embarazó de nuevo.

—¿Alguna vez escucharon de la anticoncepción? —pregunto, aunque no estoy muy enojado de su falta de precaución, considerando que vine al mundo y todo eso. Pero aun así.

—Ella estaba con la mini píldora. Pensamos que estábamos bien.

—¿Entonces fui un error?

—Taeyong, cuando me enteré de que tu mamá estaba embarazada, todo lo que podía pensar era en cuánto amaba a tu hermana y cuán feliz estaba de que fuera a tener un hermano.

—¿Entonces qué pasó? ¿Cuándo empezó a ir todo cuesta abajo?

—No estaba funcionando—Suspira y niega con la cabeza— Nos estábamos engañando.

—Lo entiendo —digo, saltando del banco— Luego la conociste y te diste cuenta de que ella era el amor de tu vida. Decidiste engañar a mamá por cinco años, y boom, ahora está todo estallándote en la cara. Es una toba, ¿no? —Toba. Los escombros de una erupción volcánica.

Toda esta situación es un desastre. Él tendrá que limpiarlo. Papá se apresura detrás de mí.

—Taeyong, espera. No funcionó como lo esperábamos, pero no fui a espaldas de tu mamá...

—Su hijo empieza a llamarte papá, ¿y todo está bien para ti?

—Taeyong, espera... Levanto una mano.

—No quiero escuchar más.

Obsidiana


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Las primeras semanas en la secundaria Newtown pasan rápidamente. Voy a clases, hago mi tarea e incluso hago un par de amigos llamados Yuta y Johnny por la diferencia de tamaño y gran amistad.

Los primeros meses con padres separados se arrastran. Papá sigue llamando, yo sigo ignorando. Irene hace lo mismo y sus faldas se han encogido un par de tallas.

Necesitamos desesperadamente una obsidiana negra para apartar la negatividad. Al inicio de la tercera semana en la escuela el teléfono suena.

Mamá espera cuatro timbrazos, esperando que Irene o yo mordamos la carnada. No lo hacemos.

Suspira y contesta el teléfono.

—Jaejoong —dice tensamente— Los chicos todavía necesitan algo de tiempo..—Mamá frunce el ceño y se gira hacia nosotros— Oh, Jaejoong. Lamento escuchar eso. ¿Estará bien?

Irene y yo, compartiendo el sofá, nos movemos. Me tenso, esperando lo que mamá vaya a decir. Incluso Irene está aferrando el reposabrazos.

¿Papá llamó para decir que cometió un error? ¿Volverá a casa? Aguanto la respiración mientras mamá nos mira.

—Sí. Les diré. Cuídate—Cuelga.

Se sienta en el sillón frente al sofá, su boca tensa en una línea. Se inclina hacia adelante y cruza los dedos.

—Ese era su padre con malas noticias. Jae In perdió su bebé.

—¿Cuánto tenía? —pregunta Irene.

—Cuatro meses.

Irene se queda en silencio y empieza a chupar su labio por un lado. Ella no odia a papá. ¿Eso me hace peor persona que ella?

No sé cómo me siento por el embarazo fallido. Quiero sentirme triste por Jae In. Sé que probablemente debería, pero una ligereza en el estómago y un susurro egoísta lo evitan: Tal vez papá vuelva ahora.



Johnny y Yuta: Yuta es bajo de rostro horizontal e infantil, y Johnny es alto con rostro vertical y gruñón.

Jaspe Oceánico


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Camino por el patio de la escuela hacia Yuta y Johnny, quienes están apoyados contra una vieja pared con sus brazos cruzados estudiando a las chicas.

Hay docenas de personas reunidas, hablando fuertemente y riendo sobre cosas en sus teléfonos. El sol provee calor constante, con solo una ligera brisa sacudiendo los pósters pegados a los edificios de la escuela. La mayoría de las bancas están ocupadas por grupos de tres o cuatro, excepto por la de él.

JaeHyun se sienta solo en el banco en el centro del patio, codos sobre sus rodillas, observando sus zapatos. Usa negro de pies a cabeza.

Me muevo por la multitud hablando del baile próximo y esquivo un par de patinetas. Considerando la última vez que hablé con JaeHyun, ¿siquiera tengo el derecho de acercarme y saludarlo? Tal vez es la culpa, pero algo me empuja más cerca.

Tal vez papá volverá ahora.

El momento en que me nota, JaeHyun cuadra sus hombros y se pone su máscara de desinterés. La mirada fría que me da no oculta el cansancio en sus ojos o la leve hinchazón en los bordes.

—No sabía ni que venías a esta escuela —digo, sentándome en el banco junto a él. Se encoge de hombros.

—Bueno, lo hago.

Quiero reconocer su sufrimiento de alguna forma, pero la culpa congela mi lengua. Estoy empezando a sentir lástima de que el embarazo no funcionara, pero aún no puedo silenciar ese otro murmullo: Somos mejores que ustedes.

Deseo no haberme sentado. El sudor perla mis manos y la parte de atrás de mis rodillas. Cerca del talón de Jaehyun hay una colorida piedra playera con puntos a un lado que parecen pestañear. Si esta representara el momento, sería jaspe oceánico, una piedra conocida por ayudar a las personas a enfrentar el cambio.

Me inclino para tomarla, pero calculo mal el ángulo y golpeo mi nariz contra la rodilla de JaeHyun.

Él se mueve a un lado mientras me enderezo, tomando la piedra. Casi inmediatamente, y aunque el calor corre a mis mejillas, mi respiración se estabiliza. La liza piedra masajea y revitaliza mi piel mientras los sedimentos absorben mi estrés. Puedo hacer esto.

—Eres raro —dice JaeHyun, observando mi puño.

—¿Quieres decir que papá no te lo ha dicho?

Ahora me siento raro. Aparto la mirada, pero cuando vuelvo a mirar, JaeHyun me está observando cuidadosamente, desde mis sandalias hasta mis pantalones cortos turquesas y camiseta blanca que lee La Música Roquea. Él se queda sobre la camiseta.

—Dijo que tienes algunas manías.

Asiento.

—Solo esta, realmente. Pero enloquezco si..—Decido no continuar. ¿Cuál es el punto? No es como si tuviéramos que ser amigos ahora que nuestras familias están de alguna forma conectadas— No importa.

Quiero alejarme, pero JaeHyun atrapa mi mirada.

—¿Por qué te acercaste? —pregunta.

Me encojo de hombros. Porque apesta. Nervios en carne viva y zumo de limón. Se encoge de hombros y murmura:

—No que me importe o algo, pero papá te extraña.

Intento olvidar sus palabras mientras camino hacia Yuta y Johnny. Yuta puede ser bajo, pero lo compensa siendo ruidoso y molesto. Pero escucha, así son los amigos. Al menos tengo alguien con quien almorzar.

—Parece que tus bolas han sido comidas por wetas —dice.

Johnny, quien es grande, carnoso y juega a rugby como si necesitara declarar el evangelio y convertir a todos, golpea a Yuta en el brazo.

—Hablas sobre bolas tanto que empiezo a creer que eres gay.

—Jódete.

—Sí —dice Johnny— Creo que no te volveré a invitar a quedarte a dormir.

Yuta le muestra el dedo medio y se mueve para que yo pueda apoyarme contra la pared. Dejo caer mi mochila entre mis pies. Su charla es estúpida, pero sé que no es en serio. Al menos espero que no lo sea. Algunas personas en la escuela son conocidas por ser estúpidas con sus puños, sin embargo, y me mantengo fuera de su radar.

—¿Entonces que está en tu trasero? —pregunta Yuta. Saco un emparedado de mi bolsa.

—Nada.

Johnny y Yuta comparten una mirada de la que no soy parte, pero sus cejas levantadas sugieren que secretamente planean conseguir una verdadera respuesta.

Pueden intentar tanto como quieran, pero no voy a hablar de papá o JaeHyun con ninguno de ellos. Molestan unas veces más, pero eventualmente se rinden y cambian de tema.

—¿Vamos a ir al baile o qué? —pregunta Yuta, guiñándole un ojo a una chica que se ve como Irene.

—No —respondo— ¿Cuál es el punto?

Esto me gana un golpe en la cabeza.

—Pero habrá demostración de pechos...

—Sí —digo, y agrego un firme—: No.

—Porque no va a pasar.

Y no lo hace.

Johnny y Yuta van al baile solos.



Weta: insecto grande sin alas similar a los saltamontes y larvas de madera con largas piernas que se encuentra en Nueva Zelanda.

Granito


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Los siguientes seis meses, JaeHyun está en todas partes.

Nunca hablamos pero siempre está alrededor; está en el patio, en la sala de música, en el campo de fútbol o esperando el bus al lado opuesto de la calle como justo ahora. Estoy esperando a que el bus 10 me lleve a casa de mamá, él está esperando al bus 02 para ir a casa de papá.

Algunos otros están alrededor. Irene está hablando con un gran tipo maorí, quien sonríe como si pudiese llegar a tener suerte.

Me quedo unos metros atrás y me apoyo en la parte de ladrillos de la cerca de la escuela. En su lado de la calle, JaeHyun ha tomado un punto contra la pared de hormigón con un libro en su mano.

Es una pose que hemos mantenido por meses. Hemos perfeccionado el arte de fingir leer mientras discretamente nos miramos. Mirar sin ser atrapados se ha convertido en nuestro juego. Cuando nos atrapamos, fruncimos el ceño y murmuramos varios insultos. Me gusta "idiota", pero mis excelentes habilidades para leer labios me dicen que JaeHyun no ha elegido un insulto favorito, aunque es particularmente creativo.

Abro mi libro de texto de geología y contemplo un resumen de las placas tectónicas. Paso una página y levanto la mirada. JaeHyun frunce el ceño hacia un libro marrón que es un tono o dos más claro que su pelo, aun así bastante oscuro. Me arriesgo a mirar por tres cuentas antes de volver a fingir leer.

Me tomo mi tiempo y saboreo el cosquilleo en mi nuca mientras JaeHyun me observa. Es como un juego de Yo Espío, pero de alguna forma se siente arriesgado. Como si fuéramos dos vaqueros a punto de sacar las pistolas. Como si fuera un concurso para probar quién es mejor.

Apretó mis dientes y murmuro:

—Idiota.

Una sombra cae sobre mí, y cierro el libro de golpe. La ola de aire me hace toser. JaeHyun ha cruzado la calle y está de pie frente a mí.

—Pequeña mierda —murmura, pero sus labios se están curvando como si contuviera una sonrisa.

—¿Qué quieres?

—Hoy no tomaste una piedra—Indica hacia el asfalto quebrado a mis pies— Usualmente lo haces.

—Entonces lo has notado. Eso es como un acoso, ¿no lo crees?

Bufa e ignora el comentario.

—Se acerca el cumpleaños de papá.

Controlo la urgencia de empujarlo, optando por una sonrisa tensa.

—Deja de llamarlo papá.

JaeHyun se encoge de hombros.

—Te quiere a ti y a Irene ahí.

El cumpleaños de papá es en Halloween, y es su gran deseo hacer que todos lo amen. Halloween, eso. Él decora cada año... bueno, solía decorar cada año. Invitaría a todos los vecinos a un tour por nuestro laberinto embrujado, luego contaba cuántas personas gritaban para poder superar su récord el año siguiente.

Nuestra tradición de Halloween era la mejor. Lo planeábamos por meses, prácticamente todo el año. JaeHyun y Jae In ni se acercaran a crear tal hazaña.

Este hecho me enorgullece, y mi sonrisa tensa se vuelve en una sonrisa.

Somos mejores que ustedes. No en esto.

—Estaré ahí —digo, esperando que Irene también venga. Tal vez papá nos diga que nuestros cumpleaños en Halloween son mejores. No tendrá ni que decirlo porque seré capaz de leerlo en su rostro de Frankenstein.

—¿En serio? ¿Vendrás? —JaeHyun se mueve, y el sol de la tarde golpea mi rostro.

Levanto una mano para bloquearlo. JaeHyun corrige su posición por lo que quedo de nuevo bajo su sombra. Aunque otros estudiantes están hablando, las llantas raspan el pavimento y en algún lugar una ambulancia resuena, nos observamos en completo silencio.

—Bien. Genial—Se gira, luego regresa— Oh, y antes de olvidarlo—Busca en su bolsillo y saca una pequeña piedra. La pone en mi mano. Es suave y está cálida, como si la hubiese sostenido por un tiempo— La encontré en mi lado de la calle.

El sol llena mi rostro de cálida brillantez, y para cuando me ajusto a la luz, JaeHyun ha cruzado la calle y tomado su puesto contra la pared.

Volvemos a leer... o fingir que lo hacemos. El duelo solo ha comenzado.

Riolita


ree

Sostuve la piedra por todo el camino a casa. Esta es una extraña piedra. Tuve otras de similar forma, tamaño y sedimento, pero esta se siente más vidriosa y más pesada, como si estuviera cargada con secretos de mil años atrás.

Saco de repente una lupa y estudio la piedra en nuestra mesa de cocina.

Es una roca ígnea, creo. ¿Riolita, quizás? ¿Pudo esta piedra haber nacido de la erupción del Meteoro Taupo hace 27.000 años?

Tal vez, ¿pero cómo terminó en un lado de la carretera en una parada de buses de todos los lugares? ¿Al menos que JaeHyun la recogiera de otro lado?

¿Pero por qué haría eso? ¿Por qué mentir si es que lo hizo? ¿Por qué sigo visualizando su expresión esperanzada cuando dije que iría a la fiesta de papá?

Pulo la piedra hasta que mamá me pregunta qué está pasando. Sabe que estoy empapando la piedra con mis recuerdos, dejándola empaparse con todos los eventos del día, los altos y bajos. Me relajo mientras la piedra afloja mis ajustados nudos y regula la agitación en mi vientre.

Mi madre está revoloteando sobre el tazón con frutas que está en la mesa de la cocina. Irene no está en casa aún. Se bajó del bus unas pocas paradas antes con Don Cree—Que— Tendrá—Suerte—Pero—Esperanzadoramente—No—Será—Así.

—¿Aún estás enojada con papá? —pregunto tranquilamente. Mamá descansa en su silla y suspira.

—Sí. No, no realmente. Deseo que las cosas pudieran haber sido diferentes, pero no lo son. Quizás no te parezca justo, pero para él y para mí, lo es. Tratamos de hacerlo funcionar por ustedes, chicos, pero no lo estaba.

—Él te engaño. Te hizo ver como una tonta.

—Bueno, gracias por eso—Mamá brinca fuera de la silla y rodea la isla de la cocina para colocar la tetera del té. Sacude su cabeza— Pensé que papá te habló acerca de lo que pasó. Él no me engañó.

—¡Tenía una otra vida completa, mamá! Cinco años con ellos.

—Jae In y tu padre han sido amigos desde siempre. Pero, sí, supongo que cinco años es cuando las cosas se rompen y no pueden ser reparadas—El vapor cubre su expresión, pero sus palabras son suavemente habladas— Mira, Taeyong, tuvimos un arreglo que pensábamos que funcionaría hasta que tú y Irene terminaran la escuela, pero como dije, no estaba funcionando. Tu padre estuvo en lo correcto al terminarlo. Tenía razón al irse y vivir su vida con la mujer que probablemente siempre amó. Tenía razón al dejarme tener una oportunidad de encontrar a alguien por mí misma.

—¿Bueno eso es... eso es... un arreglo? Eso es jodido.

—¡Taeyong, vigila tu lengua!

Rio, oprimiendo mi hueso como si pudiera ser capaz de exprimirlo.

—Ellos no son mejores que nosotros, mamá. No lo son..—Deseo que mamá se abalance y me envuelva en un abrazo, pero los abrazos siempre han sido cosa de papá.

Mamá coloca una taza de té ante mí.

—Bébelo, amor —dice— Él te extraña, y creo que es tiempo de que tú y Irene vayan a casa de tu padre.

El alivio me inunda. ¿Alguien más tomando la decisión de ir a ver a papá por mí? Perfecto. Porque la verdad es que también lo extraño. Mucho. Pero no quiero que cualquiera piense que estoy tomando su lado por sobre el de mamá.

—No quiero —digo lamentablemente. Pero es una mentira pensada solo para reconfortarla.

Y quizá mi madre me conoce mejor, porque sonríe y dice.

—Tienes que hacerlo.

Citrino


ree

Halloween.

Mamá nos lleva. Irene está en el asiento de atrás, farfullando bajo su respiración. Se niega a asistir a la fiesta.

Abro mi visera para revisar mi cara pintada (rostro de zombi como siempre) y sumerjo un dedo dentro de una mancha espesa de sangre falsa para arrastrarla hacia abajo como si goteara desde mi boca. El resto de mi cara está pálida, excepto por mis ojos, los cuales mi madre pensó que debían oscurecerse con delineador de ojos. Desconcertantemente, mis ojos se ven más brillantes de lo normal, especialmente el de la izquierda. Entonces de nuevo, es Halloween, así que puedo escaparme con cualquier cosa.

Angulo el visor y miro al reflejo de mi hermana. Está mirando a la mansión tanto como yo lo hice la primera vez. Ella parpadea y levanta un dedo para tocar ligeramente sus ojos.

Desvío mi mirada y ajusto lejos el visor.

Mi abdomen borbotea mientras entro en la finca embrujada. Decenas de linternas—de— Jack4 con ojos como piedras preciosas de citrino surcan el sendero hacia la luz parpadeante en el porche frontal. Trago.

Se veía más aterradora que lo que nuestra casa solía ser. Más aterradora, mejor.

Pero su casa es grande, tiene la ventaja de verse toda horripilante por sí sola. En el interior estaría la verdadera prueba.

Abro la puerta del auto. Tenue y misteriosa música resuena desde la finca, y el foso resplandece como si estuviera siendo resucitado. Somos mejores que ustedes.

Titubeo. ¿Realmente necesito hacerme pasar por esto?

La puerta principal se abre, y el monstruo de Frankenstein da unos pasos hacia afuera. Papá nos llama con una amigable y emocionada agitación, una que espera que hagamos la carrera hasta él y dejemos el pasado en la basura.

¿No sería lindo si la vida fuera así de fácil?

Aliso mi rasgada y sucia camiseta. Cuelga sobre mis harapientos pantalones que están manchados con sangre y una siniestra supuración amarilla.

—Recógeme en un par de horas.

Arrastro mis pies en la forma que papá me enseño para el paso zombi el año pasado. Levanto mi cabeza y dejo mi lengua caer. Soy recompensado con una profunda risa. Quizá forzarme a salir del auto esté valiendo el esfuerzo.

—Aléjate de mí —bromea papá, regresando a la casa. Se encoge de hombros y me agarra en un abrazo, susurrando roncamente— Gracias por venir. Es bueno verte de nuevo.

Mi garganta se estrecha. Trago.

—Feliz cumpleaños, papá.

No tengo un regalo para él este año. ¿Lo notó? ¿Le importa? ¿Recuerda el año pasado cuando le di gemelos de ópalos?

—Los ópalos representan las lágrimas de celebración de Zeus después de derrotar a los Titanes.

—¿De verdad? —respondió, colocándoselos a pesar de estar vestido para Halloween.

—Incluso se cree que el propietario de esta piedra tiene el poder de la prudencia. Él rió.

—Ves, quiere decir que soy sabio y tienes que escucharme.

¿Pero un hombre sabio habría fracturado a su familia?

A pesar de eso, no quiero que se vaya. Quiero quedarme en este porche frío con la luz parpadeando por encima de nosotros por el resto de la noche. Eventualmente, papá se aparta.

—Ven adentro. Haz el tour. Voy a asustar al grupo siguiente.

Por sobre mi hombro, un grupo de adolescentes se pavonea riéndose en lo alto del camino.

Me sumerjo en el interior. Está oscuro, la música está alta y las telarañas cuelgan sobre las ventanas. Señales escritas en sangre orientan a los invitados.

Sigo las señales ensangrentadas hacia la escalera, donde wetas gigantes cuelgan desde el techo con unas antenas que parecen estarse moviendo. Mamá habría enloquecido; odia las cucarachas y las arañas, y los wetas son ambas criaturas combinadas.

Unas pocas personas en lo alto de las escaleras discuten sobre cuál camino deberían tomar. Se deciden por escabullirse a la derecha, así que voy a la izquierda. Me dirijo al primer cuarto. Fantasmas, hombres lobos y vampiros escondidos en las sombras. La mayoría están apoyados pero el vampiro es real. Descansa en un ataúd abierto, acuñado en la esquina de un cuarto. Sus ojos saltan abiertos cuando una bruja lo adelanta y salta, golpeando una pila de motosierras falsas.

Atrapo una mientras cae. Está hecha de goma, pero sólida...

Algo se mueve detrás de mí. El cabello por detrás de mi cuello se eriza. Cuando giro, aun así, se ha ido. Es el vampiro.

Hago caso omiso de ello. Estoy bastante seguro de que este es un truco para enloquecernos.

¿Toda esta cosa no es diez veces mejor que cualquier cosa que tú y Irene hayan hecho?

Tiro la motosierra de goma en la mesa y dejo el cuarto. Desearía no tener que esperar por mamá para que me recoja. Quiero irme.

Una puerta cruje detrás de mí. Una aJohnnyura angosta de luces verdes se derrama desde una puerta parcialmente abierta. Alguien susurra mi nombre sobre la música. Taeyong. Taeyong. Taeyong.

Me escabullo hacia él y jalo la manija...

Jadeo. Dentro del pequeño armario, mi nombre está resplandeciendo en la obscuridad. Taeyong. Una flecha iluminada señala hacia una esquina. Me toma un momento reconocer la familiar figura, mi vieja lupa, descansando encima de mi diario.

Abro la puerta ampliamente y arrastro los pies hacia mi nombre. Es difícil ver aquí. Las chaquetas están amontonadas en la esquina y un estante sobre mi cabeza me fuerza a arrodillarme.

Justo cuando agarro mi diario, la puerta se cierra dando un portazo. Doy un respingo y palpo por la manija.

Mi aliento se dificulta y me empiezo a sentir mareado.

—Abre, por favor, abre.

Golpeo la puerta, otra vez y de nuevo. Necesito salir de aquí...

Cierro mis ojos mientras la paredes empiezan a inclinarse e implosionar, listas para aplastarme. En vez de tratar de escapar, caigo en mis rodillas y frenéticamente busco en el suelo. Si puedo encontrar una piedra, el pánico disminuirá. Las paredes pararan de moverse.

Seré capaz de respirar. No encuentro nada.

Barro mi mano sobre la alfombra hasta que golpeo la pila de chaquetas. Rozo algo duro y lo agarro.

Se mueve y una suave risita le sigue. Las chaquetas se mueven y caen al suelo. JaeHyun. Puedo decir que es él por su risa.

—Te tengo —dice.

—Tú, idiota. Sácame de aquí —digo por entre mis dientes apretados.

JaeHyun se ríe otra vez y juguetea alrededor con una de las chaquetas. Click. Un pequeño rayo de luz naranja titila y realza la mirada satisfecha en el rostro de JaeHyun. Sus falsos dientes de vampiro resplandecen.

Le arrebato la linterna de su mano y la uso para iluminar la puerta.

—¿Cómo podemos salir de aquí? —El pánico es detectable en mi voz pero no me importa.

—No se puede.

Balanceo la linterna de vuelta a JaeHyun. Él pestañea y se saca sus dientes falsos.

—¿Qué quieres decir con que no se puede?

—No se puede abrir desde este lado.

Mi aliento se acelera nuevamente.

—Sácame de aquí, JaeHyun.

Frunce el ceño y se inclina hacia delante.

—Jesús, Taeyong. ¿Estás enloqueciendo o algo?

Difícilmente puedo asentir. Froto mis sudadas manos juntas y pestañeo persistentemente para restablecer mi visión, la cual parece estar jugándome trucos. ¿JaeHyun se está acercando?

¿Más cerca? ¿Acarreando a las pareces con él? Cierro de golpe mis ojos y presiono mis manos sobre mi frente. Va a estar bien. Está todo en tu cabeza.

Odio a JaeHyun. Lo odio por hacerme esto.

—¿E—esto es la venganza por la cosa con la pelota de fut—futbol? —Me concentro en mi enojo en vez del pánico.

Él apoyo sus manos firmemente en mis hombros.

—¿Taeyong? —El aliento de JaeHyun golpea mi rostro, pero sorpresivamente no me molesta. La sonrisa afectada se fue de su voz y es reemplazada con preocupación— Taeyong, es solo un armario. Le dije a mi compañero Lucas que nos dejara salir en diez minutos.

—¿Po—por qué?

Jase se desplaza en sus rodillas y se inclina más cerca. Su mano alzándose desde mi hombro y envolviéndose por mi espalda.

—Solo concéntrate en mi voz, ¿está bien?

—Esa es la úl—última cosa que quiero o—oír. Frota mi espalda.

—Ya estás bromeando. Sabía que funcionaría.

La verdad es que el tono calmado de su voz esta calmándome. Un punto para JaeHyun.

—Fue pensado para darte un pequeño susto —dijo suavemente— no uno grande.

—Vamos. V—vas a orinarte de la risa por esto más tarde.

JaeHyun se congela, su cuerpo tieso a mi lado.

—No esperas mucho de mí, ¿cierto?

—¿Qu—qué más se supone que espere si me encierras en un armario?

No responde con palabras, pero frota círculos en mi espalda como si pudiera empezar a ronronear y dormirme.

—He querido regresarte tu diario por meses. He estado esperando a que preguntes por él.

Me encojo de hombros.

—No es para tanto.

—Lo leí.

—Lo pensé —digo— Yo hubiera hecho lo mismo.

—¿Así que quieres ser geólogo, uh?

—¿Sorprendido?

—No realmente—Suelta una risa— Es genial que sepas lo que quieres ser.

Nos quedamos en silencio por un largo tiempo, hasta que JaeHyun pregunta:

—¿En verdad sientes como que tienes que escoger un lado? ¿No puedes ser feliz por los dos?

Un silbido de aire empuja la pregunta de JaeHyun lejos, y trepo fuera del armario. Lucas me sonríe. Después de unas pocas respiraciones profundas, mi vista se aclara y lo reconozco como el gran chico maorí quien cree que tendrá suerte con mi hermana. ¡Mejor que no!

—¡Tú trata a Irene con respeto! —le digo. Me giro hacia JaeHyun, quien no puede mirarme por mucho tiempo. Quiero decir algo sobre él tratándome bien, pero el recuerdo de sangre corriendo por su nariz me detiene— Creo que estamos a mano.



Linternas de jack: calabaza tallada a mano.

Cristal Feldespato


ree

Irene cae por la puerta y pregunta a papá dónde está su cuarto. No lo mira, tampoco vuelve cuando él regresa de escoltarla a la seguridad. Hoy comienza nuestra primera semana con papá, el domingo después del cumpleaños en Halloween de papá.

La música de un piano circula y las risitas nerviosas se oscurecen como nubes grises acometiendo en una lluvia de primavera.

Dejo mi bolsa en la puerta y sigo a papá por la arqueada entrada hacia el comedor, donde la mesa está dispuesta con mermeladas, sirope de arce y una pila de delgados y aplanados gofres que asemejan las rocas de panqueques en South Island.

—Tus favoritos —dice él, restregando sus manos como lo hacía cuando era un niño. No estoy a punto de gritar Yupii y arremeter por el primer gofre, pero su afán ilumina la pesadez en mi abdomen. Me siento en frente de él y doy un vistazo hacia las puertas del patio. Afuera, la oscuridad se arremolina como una tormenta cervecera— Jae In bajará en cualquier momento.

Asiento y llevo mi mano a mi bolsillo, donde estoy escondiendo un cristal feldespato que mamá me regaló esta mañana. ¿Puede prever mi futuro? ¿Por qué no me dio este cristal antes?

Froto la gema y miro la entrada a un lado de la cocina, esperando a que aparezca Jae In.

Jae In, el amor de la vida de papá. Jae In, la que desgarró mi familia.

Por un segundo pienso en agacharme bajo la mesa y esconderme, pero no puedo evitarla por siempre. En cambio, cuento los platos. Se ve que Jae In no será la única que se nos unirá...

Idiota.

Él baila contoneándose dentro de la habitación, sonriéndole a papá. Cuando me ve, sus pasos vacilan, pero rápidamente recupera el control. Me da un apresurado asentimiento antes de que se enfoque en la mesa. Los platos, la mermelada, los gofres, el florero de rosas, los mantelitos.

¿Va a jugar este juego así? ¿Evitándome? ¿Pretendiendo que nada pasó en Halloween?

—Luce de—li—cio—so —dice JaeHyun, sobrepasándome rápidamente para llegar a papá— Pero no estoy hambriento, ¿así que puedo...?

Papá estrecha sus ojos en la familiar mirada quédate justo donde estás.

El viento arruga la ropa de JaeHyun; él se hunde en su asiento y picotea el cojín.

—Quiero que esta sea una mañana civilizada —dice papá, vertiendo una botella de jugo de naranja. Continúa tranquilamente—: Se bueno con Jae In, por favor.

Como si sus palabras comenzaran una cuenta atrás, Jae In se mete por la puerta ni diez segundos después.

Fantasmal. No tan amplia en los hombros y no tan alta, pero el oscuro cabello marrón es de él y los ojos azules y la recta nariz que apunta ligeramente hacia arriba al final. Se ve como si pudiera ser la gemela de JaeHyun.

Sonríe con la sonrisa de JaeHyun.

—Taeyong —dice— Estoy tan contenta de que estés aquí—Besa mi mejilla y agita mi cabello. Huele como popurrí.

Papá da un respingo y sostiene su aliento. No quiero decir nada lindo o pretender que estoy feliz con esta situación, pero JaeHyun está mirándome, e incluso después de lo que me hizo en Halloween, no puedo simplemente gruñir y actuar como un caprichoso de trece años.

—Sí —digo, aclarando mi garganta— Gracias por los gofres. Son mis favoritos.

Papá me pasa la réplica de la roca de panqueques, una orgullosa sonrisa en su rostro. Por esa mirada, mi elección de tragarme mi enojo está valiendo el esfuerzo.

El resto del desayuno implica a Jae In asestándome preguntas y papá compartiendo vergonzosas historias. JaeHyun escucha silenciosamente, arrugando la frente hacia mí cada pocos segundos. Cuando todos terminamos de comer, Jae In comienza a limpiar con JaeHyun. Otra vez, estoy pasmado con su parecido.

Papá chasquea sus dedos en frente de mis ojos y me concentro en lo que está diciendo.

—¿Debo mostrarte tu cuarto?

Me conduce a una escalera de balaustrado blanco que se divide en dos direcciones.

Tomamos el desvió a la derecha.

—Jae In y yo estamos en el otro final de la casa —dice— Ustedes tienen un baño al fondo de este lado y un balcón—Se retrasa mientras pasamos el primer cuarto. Una sombra cae por su rostro— Este es el cuarto de Irene —susurra.

Pasamos un baño opuesto al cuarto de mi hermana y un cuarto de juegos de azar con un sillón, instrumentos de percusión y estantes de música. Una versión más pequeña de la mesa del comedor rellena la esquina del cuarto pasando por alto el patio trasero. Papá gesticula hacia él.

—Allí es donde JaeHyun practica el piano y hace su tarea, pero tienes un escritorio en tu cuarto si lo prefieres.

—Se ve completamente diferente que dos noches atrás—Miro por el pasillo hacia la siguiente puerta— Déjame adivinar, el armario de las escobas—Golpeteo, pero no es una suposición. Lo sé. También sé que no tiene una manija en el interior.

Me apuro en pasarla. Tres puertas están a mi izquierda pero una de ellas es la puerta del balcón. Las otras dos se enfrentan entre sí, con unos pocos pies de alfombra crema separándolas.

—Tu cuarto y el de JaeHyun.

Por supuesto.

Papá apuntala la manija en la puerta hacia la izquierda.

—Este es tu espacio, Taeyong. Puedes decorarlo como te guste—Se detiene, mirando hacia el cuarto de Irene— Siempre serán bienvenidos aquí. Espero que también consideren esta como su casa.

Inhalo cuando abre la puerta.

Una cama doble con un edredón azul me enfrenta. Un escritorio descansa por la ventana con algunos cajones con un espejo encima. Las paredes están cubiertas con agujeros cuadrados con un par de centímetros de profundidad. Están vacíos, excepto por siete.

Reconozco las piedras dentro de ellos. Son las que deje detrás cuando escape la primera vez.

—Gra—gracias, papá.

Él palmea mi hombro.

—Hay un puerto para tu iPod por la cama.

Quiero abrazarlo. Quiero girar y estrujarlo como si fuera pequeño otra vez, pero le doy un asentimiento en cambio.

—Correcto —dice— Te dejaré instalarte—Se va, pero es lento, como si fuera reticente a despedirse en caso de que me encierre en mi cuarto como Irene hace.

—Bajaré pronto —digo, pero mi volumen disminuye cuando descubro a JaeHyun arrastrando los pies hacia la sala. Él no me ve. ¡Já! Un punto para mí. Mira hacia el cuarto de escobas y agacha su cabeza el resto del camino hacia su habitación. Me recuesto contra el umbral.

Suspira, abre su puerta y me enfrenta. Abro mi boca para decir algo, pero no sé qué decir. Él descansa contra su marco de la puerta y dobla los brazos.

—Fue algo insensato lo que hice—Levanta su mirada hacia mí— Lo siento.

—Dije que estamos a mano.

Cierro la puerta y colapso en mi cama. Una llamarada brillante de luces anaranjadas destella a través del techo, me recuerda a la citrina y Halloween. Los primeros sonidos de rayos estallan en el cielo. Tiritando, me arrastro bajo mis mantas y me pregunto cuándo terminará la tormenta.

Piedra Lunar


ree

En mi tercera semana viviendo en casa de papá, regreso de la escuela más temprano.

Usualmente voy con Yuta y Johnny al Café Schmoos o al mar (cualquier cosa para evitar la incomodidad de volver donde papá), pero tengo una evaluación de ciencias mañana y quiero una nota perfecta. Saco la llave que papá me dio y entro a su castillo.

Música de piano suena desde las escaleras; me dirijo allí de cualquier manera, así que me muevo hacia ella. Es copiosa y fuerte con interrupciones tintineantes. Es complicada, como si probara un punto. La música se detiene y comienza. En la parte con violín, un juramento reemplaza al coro y alguien choca las teclas con irritación.

Corro por las escaleras y me paro fuera del cuarto de juegos de donde la música viene. La puerta está entreabierta. Me asomo por la aJohnnyura y miro a JaeHyun, quien está encorvado sobre el piano golpeando su cabeza en las teclas. Me permito mirar.

JaeHyun se endereza, da una hojeada a su partitura y toca la pieza otra vez. De vez en cuando, sus manos se pierden dentro de mi campo de visión cuando trabaja las notas más altas. Sus agiles dedos hacen un rápido y preciso trabajo de las notas y fácilmente domina la parte difícil.

Tiene que ser muy fácil escabullirme y fingir que no escuché, así que empujo la puerta abriéndola y aplaudo fuertemente con un silbido incluso más fuerte. Aunque JaeHyun me agrade o no, aprecio sus habilidades.

JaeHyun prácticamente se dispara fuera de su banquillo para piano.

—¿Qu—qué? Estás en casa más temprano.

—Examen que estudiar—Suelto mi bolsa contra la puerta— Suena bien.

JaeHyun mira por sobre su hombro al piano y a la partitura que se cayó cuando saltó.

—¿Te gusta el piano?

Se mueve de pie a pie.

—Sí. ¿Y qué?

¿Por qué está tan a la defensiva?

—Quiero decir que es genial. Me gusta la música.

Me estudia, luego se sienta de regreso a su banquillo.

—Sí. Quiero estudiar música, pero mamá dice que el negocio de la música no ofrece muchos trabajos. Especialmente para un pianista—Se encoje de hombros— Pero como dicen, incluso si no puedes hacerlo, puedes al menos enseñar.

Sonrío.

—Sigue practicando. Estaré en mi habitación.

—¿No será muy molesto?

Sacudo mi cabeza.

—Siempre escucho música cuando trabajo.

—Empiezo y me detengo un montón. Especialmente con esta perra pieza—Su sonrisa me dice que ama el reto de cortejar la música hasta que la posee.

¿Así me veo cuando sostengo mis rocas?

—Hasta después, JaeHyun—Arrastro mi bolsa hacia mi habitación, seguido de cerca por el "después" de Jase y el tintineo de las teclas.

🌹

Después llega más pronto de lo que predije. Esa noche, JaeHyun se mete en mi cuarto y me arrastra fuera de la cama.

—Shh —dice, apretando un dedo en sus labios. Cuando pregunto qué rayos está pasando, él presiona sus cálidos dedos en mi boca— Solo sé silencioso, ¿lo harías? Ponte tus zapatos.

La luz de la luna llena se escurre en mi cuarto por un hueco en las cortinas. JaeHyun está vestido con jeans y una camiseta de manga larga que está al revés.

Me pongo un par de pantalones sobre mis bóxers, empujo mis pies desnudos en mis zapatillas Puma y me encojo en una chaqueta blanca. Estoy muy curioso para montar pelea o demandar saber los detalles. Lo sigo por las escaleras y fuera por la puerta trasera. La cierra silenciosamente. Usualmente un sensor de luz se activa, pero aparentemente JaeHyun lo ha desconectado.

Cuando nos dirigimos dentro del poblado de árboles, mi marcha comienza a retrasarse. Hay amenazantes pinos sobre mí, tragando la luz en un fulgor plateado mientras se extienden hacia el cielo.

—JaeHyun, ¿a dónde vamos? —¿Y porque estamos aquí afuera juntos?

Ramitas se rompen y hojas crujen mientras continúa caminando.

—Ha estado fastidiándome —dice.

Una brisa en la cúspide del verano sopla sus palabras de regreso a mí. Apresuro mi paso hasta que estoy junto a él.

—¿Qué tienes?

Sus labios se separan, pero los cierra y se encoge de hombros. Odio su encogimiento.

Quiero saber lo que está escondiendo.

—Vamos—Sacudo mi cabeza— ¡No puedes esperar a que te siga dentro de los matorrales a mitad de la noche!

Él sonríe.

—Y aun así, aquí estás.

—Quita la sonrisa de tu rostro—Pero también estoy sintiendo un tirón en mis labios.

Caminamos alrededor de una curva de colina donde el agua de un riachuelo contiguo tintinea. Al fondo de una exagerada pendiente cubierta por tres raíces, JaeHyun se detiene.

—Quiero compensar por haberte encerrado en el armario.

Estoy ceñudo. ¿Arrastrarme dentro del bosque con una siniestra sonrisa es la forma de hacerlo?

Se ríe nerviosamente y sostiene fuera su mano, la cual me golpea como un extraño.

—¿Confías en mí? Sacudo mi cabeza.

—No realmente—Pero agarro su mano, la cual es más ruda y más cálida que la mía. Me conduce a una separación en la pendiente— ¿Una cueva?

Aprieta mi mano.

—La descubrí el año pasado. Es pequeña, un poco más grande que nosotros dos, pero es genial. Asegúrate de susurrar dentro, ¿está bien?

Se sumerge en la cueva y me empuja con él. Está parado increíblemente cerca para que no pueda ver mucho más. Por un segundo, me agito, el pánico corriendo como lo hizo en el cuarto de las escobas. ¡Porque me trajo aquí! ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?

JaeHyun susurra.

—Espera. No. Gírate. Mira afuera. No estás atrapado. Gradualmente me relajo cuando miro las parras y la curva del río. JaeHyun libera mi mano.

—Ya que quieres ser un geólogo, pensé que tendrías que pasar por una excavación o algo así—Sonríe y da unos pasos hacia atrás, ampliando la vista.

Hay cientos de luces verdes moteadas en racimos sobre toda la cueva.

—¡Luciérnagas!

—Shh.

—Perdón —susurro. Mi estómago gira mientras pienso que estoy de pie en un acantilado con mis pies balanceándose en el ligero aire. Una maravillosamente acobardada precipitación.

—Me hace pensar que estoy viendo las estrellas —dice JaeHyun, parado lo suficientemente cerca como para que nuestras mangas se estén tocando.

—Sí. Estrellas.

Intento contar los puntos, pero me rindo después del cincuenta y siete. Prefiero mirar a JaeHyun.

—¿Alguna vez las contaste todas?

—No. Creo que podría ser imposible.

—Como Stonehenge. Nadie sabe exactamente cuántas piedras existen.

—¿De verdad?

—Un tipo las rotuló una vez. Las recontó para asegurarse y terminó con un nuevo número. Cada vez que las contaba, terminaba con un número diferente.

La frialdad del aire estancado me pone la piel de gallina. Froto mis manos juntas y contemplo a JaeHyun por sobre la punta de mis dedos.

JaeHyun me llama afuera.

—Sabes mucho sobre rocas y piedras, ¿o no?

—Tanto como tú sabes de música.

Él ralentiza sus pasos, mirando hacia el arroyo.

—¿Cuál es la diferencia entre una roca y una piedra, de todas formas?

Me muevo hacia el arroyo y me paro en una gran roca aplanada.

—Tienen diferentes texturas—JaeHyun se me une, su peso moviendo la roca bajo nosotros como un subibaja. Nos movemos instintivamente para balancearla— Para mí, una roca es masiva, algo que representa fuerza. Las rocas son complicados grupos de minerales que se han horneado por un largo tiempo.

Salio fuera de la roca a las piedras bordeando el arroyo. JaeHyun graciosamente salta fuera también. Recojo una pequeña piedra blanca que brilla en la luz de la luna.

—Una piedra es el fragmento de una roca. Como una instantánea de una imagen más grande.

—¿Es por eso que las coleccionas? ¿Una piedra por cada recuerdo?

Le ofrezco la piedra, forzándome a ignorar el calor que crece en mí cuando mis sensitivas puntas de los dedos se rozan sobre su suave palma.

—Si coleccionas suficientes piedras y minerales y las amontonas juntas, ¿los hace una roca?

JaeHyun rueda la piedra y la eleva a pleno vuelo.

—No lo sé. ¿Es esta una piedra lunar?

—No. Piedra de río.

—Oh.

—Suenas decepcionado. Se encoje de hombros.

—Nah. Las piedras lunares son bastante geniales, ¿no lo crees?

—Han sido veneradas por miles de años —explico cuando volvemos al sendero— Los hindús creían que los rayos de luna de las piedras podían revelar tu futuro si las sostenías en tu boca en luna llena.

Aparte de una que otra sonrisa compartida, estamos tranquilos hasta que nos aproximamos a los árboles que rodean el patio trasero de JaeHyun.

—No sé si eso sería una bendición o una maldición. Conocer tu futuro, me refiero.

—La verdad, creo..—Unas agujas de pino rozan contra mi mejilla— que me frustraría saber todos mis errores del futuro sin ser capaz de detenerlos que pasen—Él ríe.

No intercambiamos más palabras hasta que trepamos las escaleras hacia nuestros cuartos.

JaeHyun me detiene en la cima.

—Quiero decir algo más—Levanto una ceja. Mira fugazmente hacia mí y susurra—: No somos mejores que ustedes. Desearía que no pensaras así.

Me detengo.

—¿Qué? ¿Cómo sabes...

—Eres defensivo—Empuja sus manos dentro de sus bolsillos— Puedo leerlo—Titubea, luego me mira— Eso es lo que yo acostumbraba a pensar de ti y Irene. Antes de que papá se mudara aquí, siempre me pregunté por qué. Pensaba que era porque estaban mejor que yo y mamá de alguna forma. Pero no es como eso.

Mi abdomen se espesa como una vieja mazmorra aburrida.

—No quiero hablar sobre eso.

—Yo solo..—empieza JaeHyun, y sacudo mi mano.

—No—Me muevo pasándolo y acometiendo por el pasillo. Trata de atraparme, pero sacudo mi cabeza vigorosamente y él retrocede.



Stonehenge: monumento megalítico, tipo crómlech de finales del neolítico (siglo XX a. C.), situado cerca de Amesbury, en el condado de Wiltshire, Inglaterra, a unos quince kilómetros al norte de Salisbury.

Pegmatita


ree

Papá y Jae In se amontonan fuera del furgón rentado, y Irene, JaeHyun y yo nos derramamos fuera de los asientos en una desesperada necesidad de estirar nuestras piernas. Un lado de mi pierna sigue herido por Irene apretándomela desde hace 96 kilómetros. Demasiado estrecho, se mantuvo murmurando. El otro lado de mi pierna pica por la fricción de los shorts de JaeHyun restregándose contra mi rodilla.

Nuestro primer viaje "familiar", un día en el parque temático Final del Arcoíris, es hoy, el final del verano, una semana antes de mi segundo año en la secundaria Newtown.

—Bloqueador solar, chicos —dice papá enmarcado por un distante letrero de Final del Arcoíris.

Jae In sonríe y le pasa a Irene el protector solar. Irene bucea dentro de su bolso de día y saca el suyo propio. Jae In se encoge de hombros y baja la botella.

Tomo la oferta de Jae In, abriendo precipitado la tapa y estrujando algo en mi palma. De coco, algo refrescante contra el severo calor del sol de media mañana.

Los sonidos guturales de JaeHyun cogen mi atención. Está de pie a unos pocos pasos más allá, bostezando, los brazos estirados por sobre su cabeza. Su camiseta con el estampado de un piano de cola y un escrito ilegible flota arriba pasando sus caderas.

Ninguno de nosotros durmió bien embutidos en la cama doble del hotel la noche anterior. Me mantuve agitándome y girando, mientras JaeHyun trataba de empujarme fuera.

Él termina su estiramiento e intercambiamos ceños, nuestra rutina, aunque usualmente cuando estamos corriendo fuera de nuestros cuartos para llenar nuestros bolsos de la escuela para así no llegar tarde.

—Todo bien —dice Jae In, deslizándose entre su hijo y yo, pastoreándonos hacia la entrada del parque— ¡Tengamos un día de adrenalina y aventura!

Irene se atrasa todo el camino detrás de nosotros con papá, quien le está diciendo cuánto acostumbraba amar venir aquí.

—¿Te acuerdas?

—Sí —dice Irene fuertemente— Veníamos con mamá.

Queda incómodamente silencioso después de eso. Nos paramos en línea por diez minutos antes de que Jae In nos ofrezca nuestros pases ilimitados del día.

—Muy bien, entonces —comienza, pero JaeHyun y Irene se van en dos direcciones diferentes. Deslizo mi pase por mi muñeca.

—¿Nos encontramos aquí a las cuatro?

Jae In sonríe.

—Pensamos que para almorzar... no importa. Todos ustedes tienen dinero, supongo—Se encoje de hombros— Como sea.

Papá la besa, mi indicación para irme. Me enfilo por el público en la dirección de JaeHyun.

Realmente no estoy buscándolo, solo estoy incrementando mi oportunidad de encontrarlo.

¿Para qué? No estoy seguro. En la casa de papá antes de las fiestas, estudiamos uno junto al otro en el cuarto de juegos. Miró de mala gana a sus papeles y lanzó su lápiz.

—¿Porque el latón se descolora en el aire?

Le respondí sin dejar de mirar mis libros:

—Sulfuro de hidrógeno.

Después de garabatear susurró:

—Gracias.

—Además, sabías que el latón es una aleación entre cobre y zinc, ¿cierto?

JaeHyun sacudió su cabeza y sus labios se arquearon en una sonrisa...

Los gritos desde la montaña rusa golpean mis oídos, regresándome a la realidad de las dulces palomitas de maíz y maní confitado, personas alineándose para cabalgatas, derramando bebidas y desechando chicles en el suelo pegajoso...

JaeHyun. Allí esta. Sentado a caballo en la banqueta junto a una mesa octagonal, los lentes de sol enganchados en su cabeza, escribiendo en su teléfono. Jae In nos autorizó a traerlos en caso de que necesitemos algo. El mío está vibrando en mi bolsillo. Espera, ¿vibrando?

Un mensaje.

Miro por sobre las cabezas de un grupo de chicas dirigiéndose hacia la montaña rusa. Abro el mensaje.

Los autos chocadores no tienen fila.

¿Una vaga invitación? Acepto. No estoy sorprendido de que los autos chocadores no tengan fila, considerando que no son exactamente la rueda más bombeante—de—adrenalina aquí. JaeHyun se sobresalta cuando me monto a horcajadas en la banqueta frente a él.

Sacudo mi cabeza hacia la arena de los autos chocadores atravesando la cafetería.

—Vamos. Totalmente chocaré tu trasero—Quiero decir patearé tu trasero pero sale decididamente mal y... raro.

Rio.

JaeHyun pestañea rápidamente y arrastra sus lentes de sol sobre sus ojos.

—Veremos quién choca a quién.

Tres minutos después, nos estamos subiendo a los autos chocadores y giramos por alrededor de la superficie plana. JaeHyun se balancea hacia una punta, yo en la otra. Se está sacando sus lentes de sol y su motor está haciendo brrrr. Otros autos zumban alrededor, chocando todo a la vista. Estrecho mi mirada hacia JaeHyun y su auto.

Nos movemos muy lentamente, casi se siente cómico, pero luego chocamos con un procesador y rebotamos entre nosotros. Que la batalla comience.

Golpeo a JaeHyun repetidamente, y su auto se sacude hacia atrás y se desliza. No se ríe, pero sus ojos echan chispas cada vez que impactamos.

Lo choco contra la pared donde él empezó, y luego lo clavo contra su esquina justo antes de que los autos terminen su ronda.

Trepamos fuera de nuestros autos riendo incontrolablemente.

—Te dije que totalmente chocaría...

—¡Nunca más! —JaeHyun sacude su cabeza pero está sonriendo. Evacuamos la rueda y destellamos en el sol. JaeHyun se desliza en sus lentes de sol como un modelo de Calvin Klein.

Nos detenemos a mitad del sendero. Me siento raro moviéndome de un pie a otro en silencio. ¿Ahora qué? ¿Dividimos nuestros caminos con un encogimiento de hombros?

Quizá debería irme antes de que él lo haga. De esa forma estoy en control.

—Bien. Te veo por allí.

JaeHyun me atrapa por el brazo.

—¡No vas a ningún lado hasta que encuentre la forma de castigarte por robarte mi sueño!

—¿Así que esto es lo que fue?

—¿Que más habría sido?

Él sonríe y sacude un pulgar hacia el gran barco nadando.

—¿Cómo te sientes a cerca de los mares rocosos?

—No muy bien.

—Perfecto. Iremos allí.

Peridotita


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Fui donde mamá esta mañana por mi cumpleaños número catorce, pero me quedo en casa de papá por la noche. Ordenamos pescado y patatas en el muelle, luego embutimos nuestros cucharones individualmente—envasados de patatas bajo nuestros abrigos para calentarnos. Sacamos patatas desde nuestros cuellos y las disparamos a nuestras bocas. Están calientes y deliciosamente saladas—y—calientes.

Avanzamos por la playa, donde me arrastro por la suave arena. Incluso Irene está con nosotros, aunque evita a Jae In al sentarse a mi lado. JaeHyun está encaramado en la pared de piedra detrás de nosotros con papá.

—Tenemos regalos —dice Jae In, y apoya una cesta frente a mis pies.

Desenvuelvo dos comprobantes de una tienda de juegos, además de una nueva lupa último—modelo por parte de mi padre. Les agradezco y saco el último regalo, envuelto como si alguien se hubiera peleado con el papel de envolver y la cinta.

—¿Tuyo, JaeHyun?

Él se queja. La arena cruje bajo sus pies mientras se agacha detrás de mí.

—No tenía idea de qué comprarte. Apesta.

Es una jarra estampado con Soy un Encantador de Rocas.

—Pensé... tú bebes mucho té...

Le sonrió por sobre mi hombro.

—Salud, JaeHyun—Se encoje de hombros, y lo digo de nuevo, silenciosamente—: Gracias.

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Nueve meses después, mitad del verano, estoy frunciendo el ceño ante mi plato.

Pimiento. Lo odio. Algo en el sabor picante—quemado me hace querer vomitar. Infortunadamente, la última vez que no comí mis pimientos, papá me los sirvió para el desayuno y cada comida después hasta que los comí.

Escarbo en mi salteado, empujando las largas tiras de pimientos a un lado del plato. En momentos como estos desearía tener un perro.

Papá y Jae In están perdidos en una aburrida discusión, y Irene ha inhalado su comida así que puede retirarse. Le frunzo el entrecejo cuando deja la mesa, corriendo hacia la zona libre—de—pimientos de su cuarto a hablar por teléfono toda la noche.

JaeHyun ha casi terminado su cena. Juzgando por su expresión, no odia la cena pero tampoco la ama. Palea unos pocos más pedazos de vegetales en su tenedor y mira hacia mí. Específicamente hacia la montaña de pimientos colectados a un lado de mi plato.

Sacude su cabeza y gesticula "desayuno", a lo cual yo gimo y reticentemente pincho una de las tiras con repugnancia. JaeHyun contiene una risa, da un vistazo a su madre y a mi padre que siguen hablando, y rápidamente roba mi plato bajo mis narices. En una rápida cucharada, amontona mis pimientos en su plato y desliza mi cena de regreso hacia mí.

Se encoje de hombros, pero se siente más como un guiño. Mi sonrisa se forja desde algún lugar profundo mientras ataco el resto de mi comida...

—¿Donde está Irene? —me pregunta papá. Salto, asustado de que hayamos sido atrapados.

—Oh, ¿Irene?

Ella se retiró. Tú medio le asentiste.

Su boca se ajusta en una fina línea cuando abarca su lugar vacío. Jae In apoya sus manos al lado de las de él, sus meñiques tocándose.

—No importa —dice ella— Les diremos a los chicos primero...

—¡Irene! —grita papá, empujando hacia atrás la silla— Regresa aquí abajo—Se mueve hacia las escaleras.

Unos pocos momentos después, Irene pisa de vuelta a la cocina, suspirando fuertemente.

Se cierne en la arqueada entrada, mirando hacia el patio en vez de a nosotros.

—¿Qué?

Jae In sonríe brillantemente.

—Para nuestro segundo viaje familiar decidimos ir de excursión por una parte del Parque Nacional Abel Tasman.

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Parte Dos: Sedimentario

Sedimentario: materia que se asienta.

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Arenisca


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Con labios apretados, Jae In tira una húmeda y apestosa carga de ropa a la lavadora. Está enfadada, pero puedo decir que intenta contenerlo. Como yo, ella no ha definido sus límites o cuán lejos puede presionar en su papel materno. La ropa hace un fuerte sonido de chapoteo cuando la lanza a la lavadora.

Me quedo de pie con mis pulgares en mis bolsillos intentando toser una disculpa, pero no sale. Realmente fue un error. Completamente no fue intencional. Además, Jae In siempre me pide que haga el trabajo, nunca a Irene. Mi hermana la odia, pero yo no, ¿por eso tengo todos los quehaceres?

—Necesito que seas más proactivo en esta casa —dice— Usa tu iniciativa de vez en cuando. Mira alrededor, busca qué hay que hacer y hazlo. No esperes a que te lo pidan todo el tiempo.

Tiene un punto, lo cual lo hace peor. Quiero que esté equivocada para no tener que tragarme la urgencia de callarla. Ella no puede decirme qué hacer. ¡No es mi madre!

Estoy temblando y mis dientes están apretados. Estoy a punto de arrebatarle la ropa de su agarre y decirle que se tome un descanso, que se coma un maldito Kit Kat, cuando JaeHyun entra.

Se acerca a su mamá y dice:

—Buenas tardes, hermosa—Sigue su cronometrado encanto con un beso en la mejilla.

La mirada fría de Jae In se derrite. Antes de que ella pueda hablar, JaeHyun toma los restos de ropa y los tira a la lavadora.

—Rayos —dice— Pretendía colgar esto esta mañana.

Jae In dice:

—No, ese era el trabajo de Taeyong.

JaeHyun se ríe.

—Sí, excepto que apostamos esta semana de deberes a que él tendría mejores notas que yo en los exámenes de final de año—Esta es una mentira, no la parte de ganarle, eso es verdad, sino la apuesta. Nunca hicimos tal arreglo. Quiero atrapar su mirada y preguntarle qué está haciendo, pero se niega a mirar en mi dirección.

—No puedes librarte de tus deberes con una apuesta, JaeHyun —replica Jae In, su tono es suave. Tal vez ve esta falsa apuesta como nosotros congeniando. En cualquier caso, suspira y golpea suavemente a JaeHyun en la cabeza— La próxima vez me dices para no atacar a Taeyong.

Jae In me da una sonrisa de disculpa. Luego dice:

—Ya que harás todos los deberes de Taeyong esta semana, puedes empezar a cortar vegetales para la cena.

JaeHyun gruñe. Espero por su bien que no se requieran cebollas. Lo he visto cortar cebollas, y el colorido lenguaje que escapa de su boca mientras corta no es lindo. Odia las cebollas. Clama que sus manos apestan por días y que eso hace que su piano apeste cuando practica.

Cuando Jae In se va, me acerco a JaeHyun. Está concentrado en echar detergente en polvo a la lavadora, pero hace una mueca cuando me pongo a su lado.

—No tenías que hacer eso —digo suavemente.

—Sí, tenía que—Cierra la tapa de la lavadora— Estabas a punto de enfadarte realmente con mi mamá. Ya la tiene difícil con Irene—Enciende la máquina y se gira.

¿Hacía esto por ella, no por mí? Retrocedo, golpeando mi cadera con el fregadero. Estoy avergonzado por cómo actué con Jae In.

JaeHyun se apoya contra la lavadora y me observa. El calor sube a mis mejillas, y tartamudeo, deseando haber colgado la estúpida ropa para que se secara esta mañana.

—Lo siento —murmuro mientras me doy vuelta hacia la puerta. En dos pasos, JaeHyun tiene mi brazo.

—No te pongas así.

—¿Así cómo?

—Como si ahora me fueras a evitar el resto de la semana.

Me gustaría lamer mis heridas en privado, gracias.

—¿Evitarte?

Difícilmente posible.

—¿No te encerrarás en tu habitación toda la noche?

Sí, sí, me gustaría hacer eso.

—Por supuesto que no. Maldición.

El agarre de JaeHyun se afloja, y sus dedos se separan de mí uno por uno.

—Bien. Como haré tus deberes toda la semana, quiero que estés completamente a mi disposición.

—¿A tu disposición?

La travesura brilla en sus ojos. Bien podría empezar a frotarse las manos por la forma en que me está mirando. Puedo escuchar la risa maníaca.

—Sí. Puede que tenga unos cuantos deberes propios que necesitan hacerse.

Sacudo la cabeza, pero estoy sonriendo. ¿Cómo puede tener este efecto en mí?

—Vas a ordeñar esto, ¿no?

—Como una vaca.

—JaeHyun —llama Jae In desde la cocina— Empieza con las cebollas.

🌹

Toda la cena, JaeHyun me observa con una mirada de maldad, de voy—a—castigarte. Papá golpea su copa de vino con su tenedor.

—Escuchen, niños.

Golpeo a Irene con el codo en el costado cuando murmura algo sobre ya no ser una niña. Luego de lo que JaeHyun me dijo de su mamá, suficiente es suficiente. Es hora de que Irene acepte nuestra nueva vida.

—Jae In y yo hemos pensado esto —continúa papá, sonriendo cálidamente a Jae In. Sus ojos bailan de alegría— Este fin de semana tomaremos nuestro tercer viaje familiar.

La silla de Irene chirria, pero más que eso no dice nada.

—¿Qué? ¿Dónde? —pregunto. Medio espero que podamos volver a escalar como el año pasado. Abel Tasman roqueó. Reprimo una risa ante mi ingenio.

—Decidimos hacer algo al aire libre...

—¡Rafting en rápidos! —suelta Jae In. Papá aprieta su mano.

—Es un viaje de dos días. Nuestro equipo será transportado a nuestro centro de acampada. Así que nos quedaremos en tiendas.

—¿Tiendas? —pregunta Irene— Como, ¿todos juntos?

—Bueno, no —dice papá— Tenemos dos tiendas dobles y una individual. Creímos que los chicos pueden compartir una tienda y tú tendrás la tuya propia.

Jae In dice:

—A menos que quieras compartir con tu papá. Estoy feliz de usar la individual—Intenta relacionarse con Irene con una sonrisa.

Irene se encoge de hombros.

—Estoy bien con la individual.

Todo queda en silencio por un momento. Atravieso un trozo de brócoli con mi tenedor y lo meto en mi boca. El sabor a cebollas y ajo me hace sonreír. Miro hacia las manos de JaeHyun. Él está observando a Irene, y sé lo que está pensando.

—Creo que suena genial —digo alegremente. Es en serio, aunque estoy animando más bulliciosamente de lo normal.

Me disculpo luego de terminar de comer, pero no subo más de tres escalones antes de que JaeHyun me llama.

Se seca las manos en una toalla que tiene sobre su hombro.

—Ya que estoy esclavizado en la cocina —empieza— tendrás que hacer lo mismo en mi habitación.

—¿Tu habitación?

—Está algo desordenada. Límpiala, ¿sí? —Me muestra una amplia y burlona sonrisa antes de regresar a la cocina.

Por segundos contemplo ignorar su orden, pero no lo hago.

Su habitación no está mal. La cama está sin hacer y hay algo de ropa y zapatos en el suelo, pero su escritorio está ordenado. Está oscuro, lo suficiente para encender las luces cuando entro. Su habitación gris oscuro tiene una pared color turquesa. Acogedor. Lucho contra el deseo de enrollarme en sus sábanas y dormir.

Me pongo a limpiar. Con cada respiración, inhalo más de JaeHyun. Es un olor cítrico levemente dulce, como naranjas. Su cobertor se siente más suave que el mío, más gastado.

Llevo el edredón a mi barbilla y lo froto... pero instantáneamente noto cuán raro debo parecer.

Dejo de frotarlo y empiezo a hacer la cama.

Las manchas blancas en sus sábanas hacen que me sonroje. Intento no pensar mucho en lo que un chico de dieciséis años puede hacer aquí, pero entre más me fuerzo a no pensarlo, más elaborada es la imagen.

Con la cama hecha, meto su ropa en el cesto y acomodo sus zapatos. Tiro de una de sus Chucks que está metida bajo su cama, y unas revistas aparecen.

Parpadeo ante la porno frente a mí.

Son las cosas usuales de las que Yuta y Johnny se ríen y con las que se ponen pervertidos. Quiero reír pero no es gracioso. Es casi... enfurecedor. No entiendo por qué este descubrimiento me enfada tanto. No es verdad, Taeyong. Y lo sabes.

Mi garganta se aprieta; sacudo mi cabeza y aprieto mis dientes contra la voz en mi cabeza...

JaeHyun se aclara la garganta detrás de mí.

—Cambié de idea —dice— No quiero que limpies mi cuarto.

No puedo apartarme de las revistas. Mujeres de pechos grandes con reveladores bikinis me guiñan los ojos como si supieran exactamente lo que quiero. ¡Las perras no tienen idea!

¿Y por qué es eso?

¡Cállate!

JaeHyun se agacha junto a mí e indica una revista que tomé sin darme cuenta. Frunce el ceño y se mueve.

—Quiero decir, si quieres tomar una prestada...

—¡No! Jódete.

Me levanto abruptamente. No puedo mirarlo. No puedo mirar su cama. No puedo inhalar su olor cítrico. Me tambaleo fuera de su habitación, me pongo un par de zapatos y me apresuro a salir. Necesito... necesito... necesito una piedra.

Pero estoy muy cerca de la casa. Sus luces encendidas como si me observara.

No puedo soportarlo. Tengo que alejarme. Troto junto al riachuelo a través de los pinos, hacia la cueva. El viento pasa sobre mi cabello recién cortado y por debajo de los brazos de mi camiseta verde de Koru, la que papá me compró para Navidad. La que Irene dijo que realza mis ojos de una forma embrujadamente genial y con la que JaeHyun me observó con detenimiento.

Una estúpida lágrima pende de la esquina de mi ojo, pero la seco mientras me meto en la cueva.

Las luciérnagas están extremadamente brillantes, pero su magia requiere un tiempo para llenarme. Cuando finalmente lo hace, siento que de nuevo estoy de pie al borde del precipicio, a punto de caer. La emoción me recorre por el centro, directo a mi pene.

Levanto mis brazos y me quedo de puntitas para imaginar la emoción de caer a las estrellas.

Cada centímetro de mi piel pica con escalofríos como la última vez que estuve aquí cuando JaeHyun estaba en el riachuelo, cantando...

Dejo caer mis brazos y salgo del recuerdo. No importa de todos modos. Él ni siquiera sabía que estaba escuchando.

Me siento en el suelo de la cueva, tomo una piedra lisa y abrazo mis rodillas, esperando que las luciérnagas se acomoden en una respuesta. Una respuesta a mis preguntas.

¿Cómo hago para dejar de sentirme así? ¿Cómo detengo esa voz en mi cabeza que me miente e intenta confundirme todo el tiempo?

Las luciérnagas no se mueven. Yo tampoco. No por un largo tiempo. Siento el calor del susurro de JaeHyun antes de escucharlo.

—Se supone que estés a mi disposición.

No me vuelvo a verlo.

—¿Qué quieres?

—¿Por qué te escondes?

—No lo hago—Aprieto con más fuerza mi piedra.

Se sienta junto a mí, también abraza sus rodillas. Su brazo choca contra el mío, pero sigo observando el brillo verde de las luciérnagas en las paredes.

—¿Por qué no somos amigos? —pregunta— ¿Por qué fingimos que no nos agradamos?

—Me das una mirada fea todas las mañanas. Dímelo a mí.

Lo escucho encogerse de hombros.

—No lo sé. Es más fácil—Se gira para mirarme. Su caliente mirada sobre mis mejillas atrae mi rostro hacia él, pero lo resisto— Sé que fuimos forzados a entrar a la vida del otro, pero, quiero decir, te habría escogido si hubiese tenido la oportunidad.

Mi respiración se corta, y una tímida sonrisa estira mis labios.

—Me refiero a que si no te hubiera conocido —dice— y hubieses llegado a hablar conmigo esa primera vez en la escuela, habría intentado pasar tiempo contigo. Quiero decir, eres raro.

—Con esto ríe suavemente— Quedé sorprendido con el golpe de la nariz contra mi rodilla, pero me agradaste. Y la camiseta de La Música Roquea que usabas es algo genial ahora que te conozco.

—No recuerdo la camiseta—La piedra cae de mi sudoroso agarre y la busco de nuevo.

Yo te habría escogido.

Mi corazón se acelera con sus palabras alcanzando cada centímetro de mi piel.

—¿Qué dices, Taeyong?

Soy demasiado rápido al agarrar la mano que me ofrece, y la aferro con mucha fuerza. Tengo miedo de que pueda escuchar esa traicionera voz susurrante a través de mi toque y que me suelte rápidamente.

—¿Podemos continuar con las miradas feas? —pregunto.

Ríe.

—Contigo, creo que sería difícil no hacerlo.



Koru: maorí para bucle; es una figura espiral basada en el helecho de plata que simboliza la nueva vida, el crecimiento, la fuerza y la paz.

Lutolita


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Rafting en rápidos es atemorizante. Me muevo de un lado a otro como un caramelo en una piñata, y por cualquier razón, chillo como si estuviera pasando el mejor tiempo de mi vida. Las complejidades de la mente: nunca las entenderé.

Nuestro bote rebota sobre los rápidos, balanceándose salvajemente. Aferro el remo contra mi regazo para no volverlo a perder. Al frente, Irene y papá ríen como hienas, mientras Jae In y nuestro guía disfrutan del silencio. JaeHyun parece estar a punto de enfermarse. Cada vez que estamos cerca de un rápido, su postura se tensa y sus ojos se cierran como si quisiera que terminara.

El bote se inclina abruptamente, haciéndome chocar contra el costado de JaeHyun. Agarro su chaleco para que no se salga. Otra ola entra al bote, empapando los pantaloncillos de JaeHyun.

—Esto es todo —murmura— Ya veo las noticias. Chico de diecisiete años se ahoga en el Río Waikato.

—Dieciséis. Tu cumpleaños no es por otro mes.

Pellizca mi muslo y lloriqueo. Al menos ahora está sonriendo.

Los rápidos se calman y volvemos a remar. JaeHyun pregunta cuánto falta para el campamento, y la respuesta de papá provoca un gruñido. Rio ante su lloriqueo.

—No te preocupes —le digo con una sonrisa altanera— Puedes tomar mi mano.

Irene y Jae In ríen, esta es la primera vez que las escucho reír al mismo tiempo.

Sorprendentemente, comparten una mirada casi amigable.

—Esta fue una gran idea —dice papá con una larga inhalación— Aire fresco y ejercicio.

Y mira la belleza.

Papá tiene razón. La profunda agua turquesa brilla y su superficie refleja el dorado del sol. Un toque de una brisa nos protege del calor excesivo. Como papá, respiro el olor del río, el bloqueador solar y todos los buenos humores alrededor. Excepto el de JaeHyun, por supuesto.

Cuando el siguiente rápido se acerca, retraemos nuestros remos. JaeHyun toma mi mano y entrelaza sus dedos con los míos, aferrándolos con fuerza.

Observo nuestras manos sobre mi muslo.

—Te ofreciste de voluntario—La sonrisa de JaeHyun desaparece instantáneamente mientras los rápidos nos mecen y baten.

Esta vez, las aguas de nivel 4 me regocijan, pero el calor de la palma de JaeHyun y sus afiladas uñas raspando mi piel me emocionan mucho más.

El rápido dura por siempre, aun así se siente como el rápido más endemoniadamente corto de todos.

Cuando termina y JaeHyun se aparta, me digo que estoy feliz de que acabe.

Pero te gustó. Realmente te gustó.

¡Déjame en paz! JaeHyun es prácticamente mi hermanastro.

No es como si realmente fueran familiares. También es un chico.

Vamos, creí que ya habíamos superadoesto.

Estoy en silencio el resto del día hasta que regresamos al campamento. Luego de levantar las tiendas, decido apartarme solo.

Encuentro un acogedor rincón por el río que tiene su propia playa en forma de media luna de conchas trituradas. Las piedras tienen la calidez del día, y me acuesto como una estrella de mar para absorberla.

Vacío mi mente intentando pensar en nada. Tomo la primera piedra que encuentro y suelto todos mis pensamientos y sentimientos negativos a la piedra.

Irene me encuentra una hora después.

—¿Qué pasa, hermano? —Se sienta junto a mí y gentilmente abre mi puño— Esta es linda con sus capas blancas —dice.

Me siento y la miro por primera vez. Hermosa, lisa y curvada como el rincón en el que estoy sentado o como una misteriosa sonrisa del gato Cheshire7. ¿Los secretos que le di la hacen ver de esta forma?

—Lutolita, creo. Con diminutas venas de cuarzo, ¿ves?

—Se ve muy linda para llamarse así.

—La lutolita viene en todos los colores y formas. Conforma el sesenta y cinco por ciento de las rocas sedimentarias.

—Uhm —dice Irene— Como sea, la cena está lista. Fui enviada a traerte de regreso.

—¿Qué es?

—Cuscús.

—¿Qué pasa contigo? —Apoyo un brazo sobre su hombro.

Su cabello húmedo se presiona contra mi piel cuando descansa su cabeza.

—Soy terca —dice suavemente.

—Puedes decir eso de nuevo—Presiono mi frente contra la parte superior de su cabeza para hacerle saber que igual la amo.

—No sé cómo parar.

Empieza a llorar. Pequeños sollozos que sacuden su cuerpo.

—Oye, oye —digo, desesperadamente intentando pensar palabras para calmarla— No es muy tarde para cambiar.

—P—pero no puedo. Soy una gran perra y no puedo evitarlo.

—No eres una gran perra.

Irene ríe, y se convierte en una risa histérica. Sus ojos se cierran con fuerza, su nariz se aplasta mientras la risa atraviesa sus sonrientes labios y las lágrimas se derraman sobre sus enrojecidas mejillas.

Aprieto mi piedra y la risa de Irene hace eco en mi mano. Sé que la sentiré cada vez que toque esta piedra en el futuro.

La risa de Irene finalmente disminuye y ella inclina la cabeza hacia mí.

—Dejaré de ser una perra. No quiero arruinar más ninguna otra de mis relaciones.

—¿Ninguna otra? —Siento una historia aquí. Ella vuelve a reír, pero es una dolorida.

—El novio me dejó. Dijo que era demasiado pasiva—agresiva y una perra. Desearía no haber perdido mi virginidad con él. Oh, bueno. Mejor ahora que en la universidad el otro año, supongo.

—Lo siento. Eso apesta—Esta plática rápidamente se mueve a un territorio incómodo. No parece sentir la rareza porque continúa:

—Aquí hay un consejo para cuando tengas novia, no la dejes dos días después de tomar su flor. No la tomes en primer lugar.

Me quedo en silencio. Demasiado silencio, aparentemente. Irene se sienta de repente y tengo que luchar para mantener mi agarre en mi piedra de Cheshire.

—¿Taeyong?

Recupero la compostura.

—Tendré eso en mente.

No muerde la carnada.

—Taeyong...

—La cena está lista, ¿cierto?

Levanta una mano y yo la levanto. Aprieta su agarre cuando estoy por soltarla.

—Sabes que puedes decirme lo que sea, ¿cierto? Estoy por si necesitas un consejo o alguien con quien hablar.

Fuerzo una sonrisa.

—Mira eso. Ya estás cambiando—Con un brazo alrededor de ella, caminamos hasta el campamento.

🌹

Luego del patético intento de papá de asustarnos con historias de fantasmas, nos retiramos a nuestras tiendas. Por petición de papá, las apartamos lo suficiente como para aislar los ronquidos de Jae In. Esta es una broma entre ellos, pero aquí en la montaña se toma en serio. Pienso que papá mejor se cuida la espalda.

En nuestra esquina del campamento, JaeHyun abre nuestra tienda y sostiene la solapa por mí. Me inclino y caigo de rodillas dentro de la tienda. Nuestros sacos de dormir ya están desenrollados por lo que cambio la linterna a modo lámpara y la pongo en la parte de arriba de la tienda, entre nuestros dos sacos.

JaeHyun prensa el dobladillo de su camiseta con su dedo y se la quita. Su pecho está levemente bronceado y este se estrecha gentilmente hacia su cadera. Tira de los pocos cabellos que tiene y me sonríe. Llevo mi atención a mi bolsa y saco una camiseta para dormir. Usaré los bóxers que me puse antes.

—¿Ya tienes algo de cabello que valga la pena? —pregunta. Además de en mi entrepierna, estoy lampiño.

—Nah —digo y me quito la camiseta.

—Ya llegará. Tu voz ya se ha roto.

—¿Es hablar de la pubertad una conversación entretenida para ti?

Ríe y me pongo mi camiseta.

—Somos amigos, recuerdas —dice— Podemos hablar de cualquier mierda que queramos.

—Le estoy dando la espalda, pero sé que está moviendo sus cejas— Entre más incómodo, mejor.

Tengo una sensación de que necesitaré mi piedra esta noche, por lo que la saco y subo a mi saco.

Acomodándome de lado, deslizo mi mano con la piedra bajo la almohada. JaeHyun está tirando de la cremallera de su saco de dormir. Finalmente cede y la abre hasta la mitad y se acuesta de lado, enfrentándome en su camiseta azul.

—Empieza entonces —digo— Con la mierda incómoda. ¿Qué hay de novias pasadas o presentes? —Contengo la respiración en cuanto lo pregunto. ¿Por qué me importa?

No me importa. Bueno, como amigo sí.

—¿Qué te hace pensar que he tenido alguna?

—¿Te has visto en el espejo últimamente? —pregunto.

Parpadea y es difícil saber con la horrible luz de la lámpara, pero podría estar sonrojándose. Disfruto de este pensamiento hasta que noto las implicaciones de mi pregunta.

—Quiero decir...

Ríe.

—Gracias, Taeyong. También vas a volver locas a las chicas, tan pronto como tengas algunos vellos en ese pecho.

Froto la piedra.

JaeHyun rueda sobre su espalda. Las hojas de una rama baja crean sombras bailarinas en el techo de la tienda. El río suena a la distancia.

—Conocí a esta chica en la fiesta de Lucas...

—¿Qué fiesta? —pregunto.

—El fin de semana pasado cuando estabas donde tu mamá. Como sea, le gusto. Es una rubia alta con ojos verdes como..—Me congelo. ¿Como qué?— Manzanas Granny Smith — dice finalmente.

—Eso es..—¿Adorable? ¿Genial? ¿Asombroso? ¡Por qué no huyen y tienen bebés con hermosos ojos verdes!—.. eso es preciso.

Tararea.

—Sí.

—¿Cuál es su nombre? —Me pregunto si suena demasiado amargo.

—Somi.

—¿Está en tu nivel?

Asiente.

—Aunque no en mi clase. Probablemente por eso no la he notado.

—¿Está tan bien proporcionada con las fotografías de tus revistas? —Definitivamente suena demasiado amargo.

JaeHyun me enfrenta.

—¿Por qué sigues molesto por esas revistas? Todos se masturban con porno.

—Yo no.

JaeHyun frunce el ceño por un momento, luego asiente.

—Te dije que eres bienvenido a...

—No quiero tus sucias revistas.

Ríe.

—Supongo que eso es algo asqueroso. Puedo conseguirte algo fresco si quieres. ¿Tal vez unas buenas páginas web?

Quiero golpear mi cabeza contra algo fuerte.

—No, es..—¿Realmente vas a confesarlo todo aquí? ¿Mientras están solos en una tienda que tienen que compartir?— Nada. Estoy bien con la ducha. Fácil de limpiar.

—Te lo estás perdiendo. Tengo este lubricante...

—¿Lubricante? —Esto sale como un grito y pego una mano sobre mi boca. JaeHyun ríe a carcajadas.

—Eres divertido. Puedo enseñarte tanto. Cuando estás jodiendo tu puño con lubricante, se siente tan resbaloso que tiene que ser similar a lo real.

—Detengamos esta conversación.

—¿Te estás poniendo duro de pensarlo? Yo también. Bajo la mirada a la leve montaña en su saco de dormir...

—¿Qué hay de ti? —pregunta, metiendo sus manos detrás de su cabeza— ¿Alguna novia ¿Alguien que te guste?

Decir que no se hubiese sentido como admitir algo, por lo que en su lugar asiento.

—Claro. Bastantes—Eso debería ser suficiente para quitar el calor. Y lo hace.

Pero no me siento aliviado. Me siento como el mayor gallina de todos.

🌹

Cuando JaeHyun se duerme, salgo de mi saco, tomo la luz y camino de puntitas a la tienda de Irene. Tiro de su pie y susurro hasta que se despierta.

Me da un empujón cuando ve que soy yo, pero rápidamente se recompone.

Caminamos hasta el borde del río donde las piedras frías se hunden bajo nuestros pies. La luz de la luna se refleja sobre el agua y los arbustos lucen como si estuvieran pintados de azul marino.

Irene se estremece. Deseo haber traído una manta...

—Espera un segundo—Corro al campamento, me meto en mi tienda y tomo el saco de dormir.

—Aquí —le digo a Irene, abriendo el saco— Nos podemos acomodar en esto.

Nuestros pies siguen fríos, pero nuestros hombros están cubiertos cómodamente.

—Se siente diferente aquí afuera de noche—Tranquilo. Silencioso. Como aire contenido.

—Lindo.

Ella frota su pie contra el mío.

—¿Por qué estamos aquí afuera, Taeyong?

—¿Alguna vez te has sentido tan llena de pensamientos que crees que puedes estallar?

Se inclina entre sus piernas y toma una piedra.

—Cuando mamá me dijo que papá se iría. Toda la ira, las preguntas y la maldita sensación de inferioridad palpitaban en mi cabeza. Creí que todo lo que habría que hacer era sacar una aguja y pinchar para ya no tener que sentirme triste.

Muevo los dedos de mis pies contra el arco de su pie.

—Me siento así justo ahora —digo— Ira, montones de preguntas, inferioridad. Pero también... mariposas. Estoy completamente emocionado pero odio estarlo. El odio puede ser lo que más siento...

—¡Taeyong! Por favor, el suspenso me está matando. Solo...

—Soy gay—Espero un segundo para que lo asimile— Por eso no habrá futuras novias— El porqué no me importa la colección porno de JaeHyun. El porqué no puedo decirle todas las mierdas incómodas.

Irene ríe y dice suavemente:

—Eso es emocionante, Tae. Deberías dejarte estar emocionado. La vida tiene muchos más problemas de los que preocuparse, así que no dejes que esto sea uno de ellos.

¿Este gran consejo viene de mi hermana?

Sostengo mi lengua y miro las tiendas a la distancia.

—¿Cómo crees que reaccionarán mamá y papá y todos?

—No puedo hablar por todos, pero mamá y papá estarán bien. No hay que angustiarse por ellos. Sé que no les importará—Se encoge de hombros— Aunque podría ser más complicado en la escuela.

—Sí, no planeo que lo sepan en la escuela. Solo mamá y papá. El resto puede esperar a la universidad. O hasta que sea una situación de necesitar—saber.

—¿Necesitar saber? ¿Te refieres a si encuentras un chico que te gusta? ¿Es muy temprano para empezar a conseguirte pareja? Porque el primo de Lucas...

—¡Muy temprano! —Agrego un gruñido en caso de que intente jugar a ser Cupido de todas formas, y cambio de tema precipitadamente— ¿Qué pasó entre tú y Lucas? Creí que él fue tu primero.

Irene suspira.

—No fui muy amable con él hace unos años. Lo esperancé. Cuando me invitó a salir lo rechacé.

—¿Por qué lo rechazaste?

Estudia la piedra en su mano y luego me la pasa. Es gris oscura y larga, como un delfín.

—Era demasiado agradable.

—¿Cómo es eso un problema?

—Bueno, en ese momento lo era—Tira del saco de dormir hacia su cuello— No quería herirlo, y sabía que lo haría.

—¿Pero te gustaba?

Sonríe.

—Sí. Todavía lo hace. ¿No has notado que siempre estoy fuera de mi habitación cuando JaeHyun lo tiene alrededor?

Hasta que lo dijo no lo había notado. Sonrío.

—¿Por qué no te disculpas? Tal vez podrías intentar de nuevo.

—Como que ya perdí el bote. Ahora tiene una novia.

—Oh.

—Pero está bien. Vive y aprende, ¿cierto?

—Suenas como mamá.

La forma en que Irene se acomoda contra mí me dice que le gusta el cumplido. Nos quedamos así, compartiendo la calidez y observando el amplio río y los árboles oscuros como tinta, hasta que nuestros párpados caen y el cansancio nos hunde en la playa.

—Sé lo que es —murmuro con lo que me queda de consciencia.

—¿Qué sería?

—Todos queremos ser un diez en la escala de Mohs. Pero no lo somos. Por eso amo los diamantes—Y la idea de no ser herido.

Ella bosteza.

—¿No sería eso lindo?

Usamos lo que nos queda de energía para ir al campamento. Irene camina como un zombi hacia su tienda y yo me arrastro a la mía.

Mi saco de dormir está empapado por el aire nocturno y las rocas húmedas. Un escalofrío me recorre y me acomodo en una bola para mantener el calor. Mis dientes castañean incontrolablemente.

Estoy demasiado cansado para buscar más ropa. JaeHyun se remueve y maldigo mis escalofríos por despertarlo. Su adorablemente adormilada voz dice:

—¿Uh? ¿Tienes frío?

—Estaré bien —murmuro, excepto que sale como un castañeo de dientes.

Ziiiip. JaeHyun levanta su saco.

—Entra aquí. Te mantendré caliente.

—Está bien.

—No me hagas arrastrarte hasta aquí, Taeyong.

¿Realmente me arrastraría? No puedo decir que suena terrible, pero dormir junto a un JaeHyun enfadado que no puede dormir no suena mejor. Llevo mi empapado saco hasta JaeHyun. Meto una pierna a su saco abierto y la calidez inmediatamente envuelve mi piel. Meto mi cuerpo completamente. Su piel caliente toca mis brazos y piernas.

—Uhm. Mejor —dice, sus ojos cerrándose— Mejor cierra la cremallera o tu espalda se enfriará—Giro para hacer lo que dijo, pero JaeHyun rápidamente me rodea con su brazo, encuentra la cremallera y la cierra.

Mi cuerpo se niega a ignorar la íntima cercanía con el cuerpo de JaeHyun. Para evitar la floreciente erección, cierro mis ojos y catalogo mis cincuenta piedras favoritas, la mitad de estas tienen recuerdos de JaeHyun.

Estoy completamente despierto y caliente de nuevo. Los ojos de JaeHyun cerrados y su boca levemente abierta. Su pecho sube y baja pesadamente, y lo siento contra el mío. Estoy feliz de que esté dormido para que no note mi corazón martilleando contra mis costillas, mi inhabilidad para respirar o mis piernas estremeciéndose cuando su pierna se mueve entre las mías y me sostiene.

Mi mente vaga a las revistas bajo su cama. Suspiro, y el sueño se asienta pesado y cálido sobre mí.

Estoy escondido en un arbustoen una cueva. Necesito pensar.Escucho la voz de JaeHyun cantar por el riachuelo. Baja y suave,su voz vibra a travésdel suelo a mis piesy a mi cuerpo. Nunca anteslo he escuchado cantar, peroes hermoso. No quiero que se detenga.Me siento en un tronco deárbol y absorbo la canción triste, dulce y familiar que nunca antes heescuchado.



Gato Cheshire: famoso gato del libro Alicia en el País de las Maravillas, conocido por su característica sonrisa amplia.

Lutolita: en inglés «mudstone» que se traduce literalmente como «piedra de barro» o «piedra del barro».

Escala de Mohs: escala de dureza; consiste en una tabla que mide la resistencia que los materiales ofrecen contra la penetración, la escala va del 1 al 10, siendo el diamante un material 10 y el talco un 1.

Tiza


ree

Una semana después, Irene y yo vamos a casa de mamá luego de la escuela. Me pregunto cuánto pasará antes de que aferre la tiza triangular en mi bolsillo como si fuera mi línea de vida.

—Estás inusualmente callado hoy —señala Irene, abriendo el portón para nosotros—¿Estás bien?

Arrastramos los pies por el camino.

—Estoy bien.

—¿Estás seguro?

Asiento.

—No.

Une su brazo al mío y susurra:

—¿Vas a decirle a mamá?

Resisto tomar la piedra tan pronto.

—Tal vez.

—¿Quieres que esté contigo?

Me encojo de hombros.

—Sí. No. No lo sé.

—Puedo esperar en el estudio, solo indícame si quieres que salga.

Las llaves de Irene tintinean mientras abre la puerta delantera.

—Hola, mamá, ¡ya llegamos!

Mamá contesta el grito:

—¡En la cocina!

Pateo mis zapatos y me dirijo hacia el olor de galletas recién horneadas.

La cocina cubierta de harina es un desastre de tazones, cucharas de madera y bandejas. Mamá sonríe y limpia sus manos en su delantal de estampado de manzanas, el cual me recuerda a las Granny Smiths y a la chica que le gusta a JaeHyun. Somi.

Ya no tengo hambre de galletas.

¿Tiene sentido declararme como gay cuando ni siquiera tengo un novio? Quizá deba hacer esto cuando realmente tenga a alguien a quien traer a casa.

Este es tu patético intento de convencerte para evitar decirle, gallina.

Irene roba una galleta de la bandeja y la sopla hasta que está lo suficientemente fría como para comerla.

—Estas están buenas —dice con la boca llena.

—Deben estarlo —dice mamá, quitándose el delantal y guiándonos a la mesa del comedor.

Pone la bandeja entre nosotros— Son un soborno.

Irene y yo intercambiamos miradas. ¿Qué está pasando?

Mamá se pasea, apretando sus manos. Sus ojos están iluminados y se muerde el labio inferior. ¿Por qué está tan excitada? ¿Recibió un ascenso? ¿Quiere mudarse?

Mi estómago cae al pensarlo. No quiero volver a empezar. Además, ¿cuál sería el punto de mudarse? Es el último año de Irene antes de la universidad y... Yuta y Johnny y... papá y... Ella no nos haría mudarnos ahora, ¿no? Trago con fuerza.

Aferro la mano de Irene debajo de la mesa. Me mira, sorprendida. Supongo que no está pensando lo mismo que yo.

—¿Qué pasa, mamá? —pregunta Irene, tomando otra galleta.

Ella asiente y saca una silla. Cuando se sienta, nos mira a cada uno.

—He conocido a alguien. Hemos estado saliendo por unos meses ahora.

—¿Cómo dices?

No pude haber escuchado bien. Mamá está aquí cada tarde cuando volvemos de la escuela. Cuando...

Nos vamos por la semana de papá. Oh.

La galleta de Irene se rompe.

—Su nombre es Paul. Es un bibliotecario. Lo conocí en la Biblioteca Memorial en Lower Hutt, y bueno, conectamos.

—¿Unos meses? —repite Irene— ¿Por qué no nos dijiste?

Mamá toma una galleta, pero no la muerde.

—No quería alterarlos más. Quería asegurarme de que era serio antes de decirles sobre él.

—¿Entonces es serio? —Intento pasar mi shock inicial. Es un pensamiento raro que mamá haya estado saliendo con un tipo por meses. Raro saber que alguien está entrando en su vida... y por extensión, nuestras vidas.

Pero estoy feliz por ella y me gusta su emoción. Especialmente me gusta que no tiene un nuevo trabajo y que no nos mudamos. Exhalo y sonrío ampliamente.

Aprieto la mano de Irene.

—Paul, ¿eh?

Mamá asiente.

—Sí, y él amaría conocer a mis hermosos hijos.

Irene bota su galleta rota. Puedo ver que le está costando mucho esfuerzo controlarse. Silenciosamente se disculpa y tira las migajas en el basurero. Cuando regresa, tiene una temblorosa sonrisa en su rostro.

—¿Lo amas? —pregunta. Mamá duda.

—Me gusta mucho, y definitivamente pienso que podría amarlo. Pero para estar segura, necesito saber cómo los trata a ustedes. Y lo que piensan de él—Señala las galletas— Por eso el soborno. Vendrá esta noche.

Mis palabras perforan mi cerebro y las escupo desde mi corazón.

—Si él te hace feliz y no le importa que tengas un hijo gay, tienes mi bendición.

Me sorprendo tomando una galleta en lugar de una piedra. Muerdo una veta de chocolate semi—derretido.

Irene arrastra su silla un centímetro hacia mí, mientras mamá baja su galleta y rodea la mesa.

—Levántate, Taeyong.

Trago con fuerza y le paso mi galleta a Irene. Con piernas temblorosas, me levanto y enfrento a mamá. Soy un par de centímetros más alto pero ella se estira sobre sus dedos por lo que estamos iguales. Pone sus manos a ambos lados de mi rostro y me estudia. Sus pulgares dibujan mis cejas y nariz.

—No es una broma —grazno.

Sus ojos se humedecen y besa mi mejilla.

—Eres hermoso. Te amo. Te apoyo. Siempre seré tu más grande admiradora y siempre te animaré desde el lado sin importar tu jugada.

Me abraza tiesamente porque mamá realmente no abraza mucho, pero me calienta.

—Gracias, mamá.

Frota mi brazo y retrocede.

—Prometeme que siempre usarás armadura de protección.

Irene suelta una carcajada y yo también rio... aunque principalmente por la vergüenza.

Pero sí, conozco sobre la seguridad, gracias a papá.

—¿Cuándo viene Paul? —pregunto, ansioso por cambiar de tema. Irene sonríe y asiente.

—Sí —dice— ¿Cuándo lo vamos a acorralar?

Limolita


ree

Mi papá y yo estamos lavando los platos. Él lava, yo seco.

—¿Cómo te sentirías si trajera a casa una novia?

Él sujeta más fuerte la olla.

—Eres muy joven.

Casi tengo dieciséis. Pero lo dejo pasar.

—¿Y si traigo a casa un novio?

Se detiene.

—Aun así, muy joven

Cuando terminamos. Mi papá se quita los guantes amarillos y dice:

—Pero cuando seas mayor, estoy seguro de querer conocer a quien tú desees traer a casa.

Y eso es todo. No volvemos a mencionarlo.

Apatita


ree

JaeHyun está practicando el piano cuando subo corriendo las escaleras. Es una melodía compleja con saltos de sonido que se adaptan perfectamente a mi estado de ánimo: lleno de júbilo y complicado. Entro a la habitación y la puerta se abre violentamente, pegando contra la pared. JaeHyun se detiene a media canción con los dedos posicionados sobre las teclas, su cabeza volteada hacia mí. Su expresión cambia de shock a diversión a engreído.

—¿Qué es lo que te tiene tan excitado? —Sus cejas se arquean.

Me siento bien. Tan condenadamente bien. Como si 100 kilos hubieran sido levantados de mis hombros. Parte de mí se siente anclado pero estoy ignorando esa parte lo más que pueda.

—Sigue tocando —le digo. JaeHyun endereza la cabeza hacia la música y comienza de nuevo.

Brinco de arriba abajo, rebotando y bailando detrás de él como si estuviera loco.

No me importa.

Cuando no puedo bailar más, colapso en el sillón y me rio. Aun cuando JaeHyun deja de tocar, sigo riéndome. Y cuando atraviesa la habitación y se cierne sobre mí, aun así no paro.

Él me sonríe.

—¿Qué diablos está pasándote?

Presiono mi pie contra su pecho para detenerlo y que no se acerque más.

—¡No puedes actuar así de loco y no decirme! —Toma mi pie y me quita el calcetín—Dime o te hago cosquillas.

—No es nada.

Me hace cosquillas, me retuerzo para quedar libre, riéndome más fuertemente.

—¿Debemos intentarlo de nuevo? ¿Qué es lo que te sucede?

—Absolutamente nada.

Sus cosquillas van de mi pantorrilla hacia mi rodilla. Me niego, tratando de quitármelo de encima.

—¡Muchas cosquillas!

—Entonces dime la verdad—Menea su dedo amenazadoramente, pero niego con la cabeza.

—De acuerdo, pero tú lo has pedido.

JaeHyun se sienta a horcajadas sobre mí, su trasero sobre mi bajo vientre. Se inclina hacia adelante y me hace cosquillas en las axilas.

Grito con risas, y las lágrimas corren por mis mejillas. Levanto mis caderas para quitármelo de encima pero él lo toma con calma, levantándose y cayendo junto conmigo. Mete sus manos bajo mi camiseta y mi cuerpo se arquea con anhelo. ¡Sigue tocándome así! Sí, desliza tus dedos sobre mi pecho. Sígueme haciendo cosquillas como estas para siempre.

JaeHyun se detiene y me mira seriamente. Nuestras miradas se encuentran. Sus oscuros ojos azules me recuerdan el azul de la apatita, un mineral de inspiración, creatividad y conciencia.

Conciencia, conozco la manera en la que él está sentado sobre mí, conozco su cálido peso y la presión de sus dedos sobre mi pecho. Consciente de la sangre que está haciendo su camino a mi dura erección. Consciente de los zumbidos eléctricos que me recorren mientras él sigue mirándome.

Mi aliento se engancha. JaeHyun se sienta, quitando sus dedos de mí. No puedo estar seguro, pero creo que están temblando.

—Dime —suplica.

Trago, rezando para que no se arrastre más atrás o no tendré que decirle nada. Quiero que se quede donde está, pero le hago la indicación de que se quite de encima. Apresuradamente me doblo en una posición más conspicua.

—La cosa es...

Suenan pisadas por el pasillo y me sacan del momento. Trato de nuevo.

—La cosa es...

Irene arroja la puerta al abrir.

—JaeHyun—Su suave voz de alguna manera me enfría— Tu mamá está llorando. Los escuché abajo.

—¿Regresó? —JaeHyun se apresura hacia la puerta— Pensé que trabajaría hasta tarde—JaeHyun se apresura escaleras abajo.

—¿Sabes por qué está llorando? —pregunto.

Irene niega con la cabeza.

—Papá la estaba consolando. Él también se veía alterado. Vine directo aquí.

Muerdo mi labio. ¿Papá le habrá dicho sobre mí y ella está llorando por mi alma?

¿Habrá cambiado de parecer mi papá sobre mí?

Tranquilo. Jae In nunca ha sido de mente estrecha. Esto notiene nada que ver contigo.

¿Pero y si sí?

Esperamos por JaeHyun un rato y nos deslizamos a nuestros cuartos cuando él no regresa.

Coloco la piedra de hoy sobre el estante de encima de mi tocador. Me le quedo viendo por unos cuantos minutos hasta que escucho a JaeHyun detrás de mí. Se desploma a través de la puerta abierta y se sienta en mi cama. Volteo, recargándome sobre el tocador, y lo observo. Frunce el ceño y se queda mirando hacia el espacio entre nosotros.

—¿Qué es lo que pasa con tu mamá? —pregunto cuidadosamente. Voltea a verme.

—No me dirá, pero algo pasa.

—Lo siento.

Dibuja con su pie sobre la alfombra.

—Estará bien, estoy seguro.

—Sí —le digo, esperando consolarlo— Estará bien.

Asintiendo con la cabeza, suelta el aliento. Está hablando pero realmente no está prestando atención.

—¿Qué es lo que estabas por decirme?

Meneo la cabeza. No puedo decirle ahora, no sé si antes lo hubiera hecho. Declararme con él no es lo mismo que como lo fue con los otros. Con JaeHyun se siente como si tuviera más que arriesgar, más entre nosotros que se puede romper, y no estoy listo para lidiar con esas consecuencias.

Sé que tengo que hacerlo eventualmente pero... aún no.

Pedernal


ree

En el fin de semana, JaeHyun compra un auto usado, un pequeño hatchback verde azulado desvanecido que me recuerda al pedernal moteado. Pero funciona y está libre de herrumbre. Me lleva a dar la vuelta a la manzana, aunque técnicamente esto es ilegal con una licencia restringida.

Nos detenemos en la playa, donde corro a la heladería local para comprarnos un helado de crema. Lamemos nuestros helados de crema mientras vemos las volutas de arena azotando a través de la playa. Las aguas picadas son disfrutadas solo por un par de surfistas.

El dulce helado de vainilla sabe bien, pero el silencio entre JaeHyun y yo se siente mal. Desde que encontró a su mamá llorando, su mente ha estado en otro lugar.

JaeHyun se deja caer en el asiento delantero y descansa contra el reposacabezas, el helado de crema derritiéndose en sus dedos.

—Buena compra —le digo, golpeando el tablero— Piensa en la libertad que ahora tendrás. No más autobuses.

Gruñe.

¿Para qué me invitaste a dar una vuelta si no vas a hablar?

Después de que terminamos nuestros helados, él señala hacia mi basura y la deposita en el bote de la basura afuera. Se limpia sus manos pegajosas en sus pantalones en su camino de regreso al auto. Se agacha y recoge algo. Su espalda está en su mayoría hacia mí cuando se levanta, por lo que no puedo ver lo que está en su mano. Por una fracción de segundo me mira, entonces mete lo que encontró en su bolsillo y salta dentro del auto.

Su bolsillo sobresale un poco y reconozco la forma. Una sonrisa estrecha mis labios y no va a desaparecer. Miro por la ventana del copiloto para que JaeHyun no se pregunte por qué estoy sonriendo como un loco. Cuando recupero la calma, le pregunto qué es lo que haremos después ya que tenemos todo el día para matar.

Me mira por un largo tiempo sin hablar. Me inclino y lo pellizco.

—¡Ay! ¿Por qué fue eso?

—Has estado perdido por días en tu cabeza. Es tiempo de que salgas de ahí.

Abre su boca para protestar pero la vuelve a cerrar rápidamente. Echa a andar el auto, avienta su brazo alrededor de mi asiento y anda en reversa. El calor de su brazo en mi cuello me hace temblar, así como la confianza con la que JaeHyun maneja. Le gusta y es bueno haciéndolo.

—No entiendes —dice a la vuelta de la casa.

—Entonces hazme entender, o haz algo al respecto para que puedas regresar a quien realmente eres.

JaeHyun deja caer su mano en mi pierna y entonces me pellizca de regreso.

—Pica, ¿no es cierto?

Mi boca está seca. Todo lo que puedo hacer es asentir con la cabeza porque aún puedo sentir el peso y la calidez de su mano apretando mi pierna un momento antes de que me pellizcara. Los choques aún se sienten disparando a mi entrepierna, poniéndome duro.

Me muevo, esperando que mi endurecimiento no sea notable. Gracias a las estrellas él está concentrándose en manejar.

En casa, JaeHyun se apresura hacia su cuarto y yo vago por la casa sin rumbo como si estuviera viviendo en las nubes. No sé qué hacer conmigo mismo. Me siento feliz y con un hormigueo, como si nada pudiera hacerme enojar incluso si lo intentaran.

—Bien, estás en casa—papá dice desde el comedor— Tengo una tarea para ti.

—¿Qué es?

Papá levanta la ceja y con una actitud alegre dice:

—Los dos baños de arriba necesitan limpiarse.

—Divertido —contesto, girando los ojos pero siguiéndolo con una sonrisa. Él observa que Jae In está preparando el almuerzo.

—¿Dónde está JaeHyun? —pregunta— Tengo una tarea extra divertida para él.

—¿Mejor que limpiar inodoros? Papá agita las llaves de su coche.

—Ya que él tiene su propio auto supongo que quiere mantenerlo limpio. Puede lavar el mío mientras está en eso.

—Está en su cuarto.

—Dile que baje.

Cumplo. JaeHyun está en su laptop cuando empujo la puerta, y él apresuradamente la cierra cuando lo llamo.

Su cara se contorsiona cuando le digo de la servil tarea que papá le dio, pero se levanta.

Empiezo a limpiar el baño de papá y Jae In. Tienen sus propios lavabos, lo cual es un verdadero dolor en el trasero ya que tengo que lavarlos.

JaeHyun entra justo en el momento en que termino de pasar la aspiradora. Está usando una camiseta vieja con un hoyo cerca del dobladillo y un par de pantalones cortos de fútbol. Se mueve hacia el lavabo de papá y coge el cepillo de dientes de su soporte.

Desconecto la aspiradora.

—¿Qué estás haciendo?

Mantiene el cepillo de dientes arriba.

—Es momento de que lo reemplace de todas maneras, ¿no crees? —Él se mueve hacia la puerta donde estoy parado— Esto va a hacer que nuestros neumáticos brillen.

Él me salta y se va por el pasillo, pero se detiene súbitamente.

—Casi lo olvido —dice, regresando hacia a mí y metiendo su mano libre en su bolsillo—Esto es para ti.

Me lo avienta. Es un guijarro de cuarzo, color durazno y con una vena blanca que corre a través del medio en forma de una ola, aún está tibia de estar en el bolsillo de JaeHyun.

Miro hacia arriba para agradecerle, decirle que es asombroso. Pero se ha ido.

Link capítulos Parte 2:






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