ℛ (4) 🌹 𝒥𝒶𝑒𝒴𝑜𝓃𝑔
- mellifluous_AR

- 29 dic 2022
- 1 Min. de lectura
Capítulos
Capítulos Parte 3:
Zafiro
En el funeral, nuestra familia pasa al frente, uno por uno, para decir unas pocas palabras.
Papá se encuentra al lado del ataúd cerrado y lee una carta que Jae In le escribió cuando él tenía dieciocho años y vivía en Estados Unidos.
—Es una carta muy breve —aclara, sonriendo a la nota amarillenta en su mano— Ella la envió por correo aéreo—Traga un par de veces— Lee: "Te extraño".
Levanta el papel.
—Eso es todo, solo esas dos palabras.
Se gira hacia el ataúd y lo toca. Su llanto silencioso hace temblar su cuerpo y su voz sale quebrada.
—También te extraño. Te amo.
Irene esnifa a mi lado y aprieto su mano con más fuerza. JaeHyun está a su otro lado y Irene también sostiene su mano.
Pero Irene se aleja de nosotros para ayudar a papá hasta una banca. JaeHyun lo abraza, pero sus ojos encuentran los míos por sobre el hombro de papá.
Irene se aclara la voz y habla por el micrófono.
—Por mucho tiempo, Jae In y yo no nos llevamos bien —empieza— La alejé y me negaba a reconocer que era importante para mi papá—Ella nos mira y luego se concentra en papá— Lo siento por eso y lo siento por no apreciarla cada día que estuvo con nosotros. Era astuta, divertida e inteligente; deseo haberla conocido por más tiempo. Nadie sabe lo que el futuro depara. Jae In me ha enseñado a amar cada día y a amar con fiereza.
JaeHyun va después, pero sus palabras no son habladas, sino cantadas y ejecutadas en el piano de cola situado al otro lado del ataúd.
Es U2 porque era su favorita.
La iglesia suelta un suspiro colectivo cuando termina. Cuando no se mueve del taburete del piano, me seco mis lágrimas y me acerco a él. No logro convencerlo de dejar el taburete, así que me siento a su lado y le paso la piedra que traje conmigo. Un zafiro.
—Es su piedra favorita —susurro contra su oreja. Él la aferra.
Sentado frente a un mar de vestidos y trajes negros, saco mi discurso y ajusto el ángulo del micrófono que JaeHyun utilizó.
Se siente cálido contra mí mientras paso mis tarjetas de referencia. Entrecierro mis ojos, pero no puedo leer lo que escribí. Me quedo mirando a los dolientes y me centro en papá y Irene.
JaeHyun se inclina hacia delante, apoyando sus brazos contra sus muslos, mirando a la piedra. Sus lágrimas brillan mientras caen sobre las teclas del piano.
—Ella no era mi madre—Las palabras saltan al aire y explotan a través de los altavoces hasta la parte trasera de la iglesia, donde las vidrieras brillan de color rojo y amarillo.
Cierro mis ojos y rezo. Hoy creo en Dios. Hoy creo que Jae In me puede oír.
—No eras mi madre —mascullo de nuevo— pero también lo fuiste.
JaeHyun se mueve. Cuando abro los ojos, él me está mirando directamente. Sus ojos son brillantes y tiembla.
—Es cierto —susurra. Aunque sus palabras son para mí, el micrófono se las regala a toda la iglesia.
—¿Qué lo es? —pregunto, apartando el micrófono de nosotros.
—Esto—Él pone los dedos sobre las teclas del piano y comienza a tocar. Los acordes hacen que tenga que ahogar un sollozo. La canción es tan tierna que duele. Es como si JaeHyun sostuviera mi alma con sus manos y la besara.
No canta esta vez, simplemente toca, pero las palabras están ahí. Es demasiado. Todo.
Y no... no puedo.
No puedo procesarlo.
De repente, dejo el taburete del piano y me apresuro a regresar a nuestra banca. Quiero salir corriendo de aquí. Quiero gritar y sacudirlo, pero... Jae In.
Me mantengo fuerte por Jae In.
Observo mis zapatos. Observo su brillante ataúd. Observo el aire como si mi siguiente respiración me fuera a dar las raspuestas.
Siento a JaeHyun mirarme, pero no lidio con la complicada red de sentimientos. No en la iglesia. No en el cementerio. No en la vela.
Cuando la noche cae y la casa respira su primera señal de paz, agarro una chaqueta y salgo por la puerta de atrás. Una fuerte brisa hace escocer mis ojos y congela las lágrimas en mis sienes y mandíbula.
No soy un tonta Sé muy bien que JaeHyun me sigue. El crujir del follaje y de sus pasos me hace saber que no tiene prisa en alcanzarme.
Necesito encontrar una roca.
Me detengo fuera de nuestra cueva, a la orilla del arroyo. Me siento en una roca lisa que se balancea de un lado a otro. Filtro algunas rocas del río entre mis dedos y busco una perfecta.
Son demasiado grandes, demasiado pequeñas, demasiado astilladas, demasiado quebradas. Ninguna es la correcta. Ninguna es la que necesito.
Por el rabillo de mi ojo, logro ver a JaeHyun, quien se acerca por el sendero a mi lado. Se sienta a mi lado en la roca, levantando mi lado hasta que quedamos equilibrados.
Me ajusto a la posición y continúo revisando las piedras con los dedos.
—Es cierto —susurra. Las vibraciones de su canción siguen dentro de mí, en mi corazón, en mi estómago, es mi entrepierna.
Más piedras se deslizan a través de mis dedos.
JaeHyun toma mi mano y entrelaza lentamente sus dedos con los míos. JaeHyun sumerge nuestras manos en las piedras frías hasta que mi mano está de nuevo llena con piedras marrones y grises. Pero, esta vez, no se deslizan a través de mis dedos porque los dedos de JaeHyun están ahí para atraparlas.
El calor de su mano debajo de la mía envía escalofríos a las yemas de mis dedos de las manos y los pies.
JaeHyun lleva suavemente mi mano a su regazo. Una por una, toma las piedras y las bota hasta que solo queda una.
JaeHyun traza el borde de la piedra, haciéndome cosquillas en la palma de la mano. Deja de crear círculos y cierra mi mano alrededor de la piedra.
—Esta —indica, su voz se quiebra— Es esta.
Mi corazón late más fuerte y levanto la cabeza para mirarlo. Sus ojos están hinchados por las lágrimas y el dolor, pero hay algo más. Algo que reluce. Algo que hace que más escalofríos salgan desde mis adentros...
—Te amo, Taeyong —confiesa— Estoy enamorado de ti y lo he estado desde que tenía quince años y veíamos las luciérnagas juntos.
Miro por encima de mi hombro a la entrada de la cueva. Sus palabras me traen de regreso.
—El primer momento en que te vi, supe que mi vida nunca sería la misma, aunque no supe cuánto hasta después.
Se mueve lo suficiente para acercarnos más, y la roca se balancea suavemente. Su tierna mirada acaricia mi rostro.
—Tú eres mi roca—Él aprieta mi mano como yo apreté la de él en el campo de fútbol en la secundaria Newtown—Ojalá hubiera sido lo suficientemente valiente como para decirle esto a mamá—Su otra mano acaricia mi rostro. Me inclino hacia él—Pero puedes apostar que seré lo suficientemente valiente a partir de ahora—Se inclina e inhala profundamente, pero se detiene en la cúspide de un beso— ¿Debería... deberíamos... existe la posibilidad de un nosotros?
—Nuestra historia nunca se hundió —murmuro— La brisa la cargaron por nosotros.
—¿Cómo?
Vuelvo la cabeza y beso su palma.
—Sí.
—¿Sí? —Él salta de la roca y me lleva con él— ¿Sí?
Su repentina risa profunda hace eco en la piedra todavía apretada en mi mano. También rio. Agarro su muñeca y tire de él para tenerlo más cerca. Su aliento y la risa se detienen, pero la sonrisa permanece en la forma en que su mirada recorre mi rostro y perdura en mis labios.
—Ven —indica, las palabras cosquillean contra un lado de mi cara, aterrizando en el punto sensible junto a mi oreja— Hay algo que tenemos que hacer.
🌹
JaeHyun saca el sobre café de su escritorio y lo lleva a nuestro balcón. Lo deja en el barandal entre nosotros.
La pequeña parte en el lado superior del sobre, donde JaeHyun y yo intentamos abrirlo, brilla con la luz de la luna.
—Hay demasiada carga entre nosotros—Saca un encendedor y lo enciende. La llama arde con fuerza, bailando de naranja y azul, girando con la canción del viento— Pero tal vez podamos hacer que un poco desaparezca.
La llama se inclina y salta.
—¿Quieres quemar la verdad?
—No —responde— Quiero, por fin, vivirla. Tuve que viajar por el mundo para descubrirlo, pero la verdad no está en este sobre.
Me está esperando. No lo hará a menos que yo también lo quiera. ¿Te importa?
—No me importa —susurro— Sea lo que sea que diga, no cambiará cómo me siento. Cómo me he sentido desde siempre. Si es un peso para ti, quémalo.
Él levanta el sobre por un lado y duda.
—Tienes razón, no importa.
La llama se apaga.
JaeHyun se remueve, toca la solapa. Introduce un dedo y lo desliza hacia el otro lado. La solapa se mueve con la brisa. Mete sus dedos y empieza a saca los papeles, pero atrapo su mano.
¿Qué si cree que no importa pero luego sí lo hace?
¿Quiero correr ese riesgo?
Tomo el encendedor de su otra mano y vuelvo a encender la llama. No dudo. Aparto su mano y enciendo el sobre. Este se prende en fuego y se retuerce. La ceniza se suelta y flota con el viento.
Nos vemos sobre los resultados de la prueba de ADN mientras arden. Mi piel pica desde la cabeza hasta los pies.
Cuando no queda nada más que cenizas entre nosotros, el alivio quita la tensión de mis hombros.
JaeHyun cierra la distancia, nos acerca, y me envuelve con su calidez. Nos abrazamos, cambiando el peso de un pie a otro y acercándonos más y más...
Presiono un beso bajo su oreja. Es suave y ligero, pero solo por un segundo. JaeHyun se congela.
Nos vemos a los ojos y, como la primera vez, nos llena una ola de pasión. Nos besamos, tocamos y tambaleamos hasta su cama, donde colapsamos. JaeHyun está sobre mí, quitándose los zapatos de una patada y quitándome los míos con los dedos de los pies mientras me besa profundamente.
Nuestros penes se alinean y nos frotamos por sobre nuestros pantalones. De alguna forma logro quitarle su chaqueta y nuestras camisetas.
Él tira de mí hasta sentarme y se sienta a horcajadas sobre mis piernas. Me besa una vez más y se aparta para sacar algo de debajo de su cama.
Descanso mi frente contra su hombro y beso su brazo. Su piel se eriza bajo mis labios.
—¿Qué haces? —susurro.
Él saca una máscara de espejos de debajo de la cama y la balancea entre nosotros.
Cuando gira, choca contra nuestras narices.
—Esta vez, cuando hagamos el amor —murmura— no habrá nada fingido.
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Crudo, honesto, desnudo. Su piel caliente se presiona contra la mí mientras nos besamos. Mis dedos se hunden en su cabello, aprietan su cuello y recorren sus omoplatos. Lo acerco. Su gancho de diorita está frío entre nosotros, pegado contra mi pecho.
JaeHyun tiene razón. Esto es.
Solo nosotros. Sin máscaras. Sin significados dobles.
Chupo su cuello, atrayendo su esencia para hacerla mía. Mis labios suben hasta su oreja.
Nuestros corazones martillean como música.
Atrapo su lóbulo y lo raspo con los dientes. Sus labios se estiran y su dura polla se desliza contra la mía.
—Necesito estar cerca.
JaeHyun se aleja lo suficiente como para mirarme. El calor, la pasión y la necesidad se reflejan en sus ojos. Una ternura en crecimiento...
Él se acerca y me besa suavemente.
—También lo necesito.
Me vuelve a besar mientras abre un paquete de condones. Mi polla palpita mientras se aprieta y lo pone. Es generoso con el lubricante y se toma su tiempo para cubrirse. Jadeo por su fuerte y resbaloso toque, el deseo me llena, tira de mí. Tomo su cuello y lo beso de nuevo; luego me presiona contra la cama. Su boca recorre mi pecho, juguetea un poco con mis pezones. Sus dedos pasan por el lubricante en su polla y presiona contra mi entrada.
Estoy impaciente. Necesitado. Intenta ser gentil, pero hunde sus dedos en mi. Él me ruega por más. Nada es suficiente. Una década de calor ruega ser liberada.
—Por favor, Taeyong. Te necesito.
Se alinea y hace una pausa, apenas rozando mi entrada. Nuestros ojos se encuentran.
—Te amo, JaeHyun.
Presiona contra mi. Ambos gemimos. Está tan apretado, me aferra con tanta fuerza. Sus manos están en mis caderas, urgiendo a acercarme...
Otro gemido.
Los recuerdos me llegan con cada embestida. Estamos en la cueva parados de puntitas, los brazos estirados, imaginando cómo sería caer en las estrellas.
Como esto. Se siente como esto.
Estamos en Rainbow's End, sentados en la popa de un enorme barco. Se mueve tanto que siento que damos una vuelta completa. Por un segundo se congela en el aire. La gravedad me roba mis gritos y me deja insensible antes de devolverme de golpe al caer.
Vuelve a embestir una y otra y otra vez, JaeHyun deja salir gruñidos de placer. Se arquea contra mí, su cabeza se hunde en la almohada como si hubiese perdido contra todo menos el amor y el creciente placer entre nosotros.
Raspo sus brazos y los hago subir, donde uno nuestras manos. Mis caderas se balancean, sus embestidas son cortas y lentas.
Estamos hablando por teléfono, una de nuestras conversaciones semanales cuando él se mudó. Estoy acostado en mi cama, mi mano descansando sobre mi dura entrepierna.
Luego estamos de regreso en la cueva y le estoy confesando mis sentimientos. Como si pudiera leer mi mente, levanta la cabeza y atrapa mis labios en un beso.
—¡Taeyong!
Mi nombre cae profundo y urgente desde sus labios, haciendo que nuestra pasión se acerque al clímax. Toma mi pene y lo bombea al ritmo de sus embestidas. Mientras su orgasmo crece, su trasero me aprieta. Sentimos las últimas olas mientras suben, suben, suben...
—¡JaeHyun! —gimo cuando mi orgasmo me llena, pasando de mi entrepierna a mis dedos. JaeHyun deja salir un lloriqueo y su cuerpo de un brinco. Se viene entre nosotros.
Colapsa sobre mi, su respiración es pesada contra mi oreja y me provoca un escalofrío.
JaeHyun me rodea con sus brazos.
—Hermoso.
Me muevo para verlo. Me está mirando directamente. No hay vergüenza ni duda ni preguntas en sus ojos.
Tal vez ve una en los míos porque toca mi mejilla.
—Lo lamento por haber sido un tonto. Lo lamento por creer que debía importar. No es así. Todo lo que quiero es a ti.
Paunamu
Pounamu —maorí para la nefrita, diorita o el jade— es una piedra que proporciona equilibrio, usada para asegurar las relaciones harmoniosas. La edificación y erosión traen esta piedra metamórfica a la superficie de la tierra. El desamor, la pérdida, el dolor, las amistades, la familia y el amor me han guiado a este momento. Me han traído a casa.
JaeHyun y yo estamos sentados a la mesa del comedor con papá, Irene y mamá, a quien invitamos a venir.
Las cejas de papá están fruncidas mientras sostiene una de las tazas de té favoritas de Jae In.
—Les pedimos que vinieran porque queremos compartir algo con ustedes —expreso con cuidado, mirando a JaeHyun junto a mí.
Él me sonríe, nervioso pero determinado. Estamos en su balcón, observándonos mientras las llamas devoran el sobre.
—Esta es la verdad —afirma JaeHyun.
Miro a mamá y Irene, quienes asienten levemente. Saben de qué va esto. Irene me apoya con una sonrisa mientras mamá levanta la tetera y rellena la taza de papá.
—¿Compartir? —repite papá, quien nos mira a ambos— ¿Qué sería?
La manzana de Adán de JaeHyun salta cuando traga.
—¿Tienes esas piedras?
Saco las piedras que JaeHyun me pidió que bajara y las alineo sobre la mesa. JaeHyun mueve sus labios y murmura:
—En orden cronológico.
Sonrío y froto su muslo bajo la mesa. Se acerca como para absorber mi fuerza. Toma la primera piedra, pequeña y redonda.
—La primera piedra que le di a Taeyong—La hace rodar entre sus dedos— Fue entonces cuando empezamos.
Papá frunce el ceño, pero no dice nada.
JaeHyun toma el lapislázuli, piedra para la verdad universal y la amistad.
—Esta fue la piedra que Taeyong recogió en mi décimo séptimo cumpleaños.
—Tendrás que explicarlo mejor —indica papá y bebe de su té— No entiendo qué están compartiendo exactamente—Pero sus manos tiemblan un poco, parece que sí lo adivinó después de todo.
Con gentileza, JaeHyun deja el lapislázuli y señala las otras piedras: caliza, cuarzo, granito, amatista, aguamarina, piedra lunar.
—También le di estas a Taeyong.
Pellizco su muslo, me acerco y susurro:
—Al fin lo admites.
Su sonrisa pícara me hace sentir como si él me hubiese pellizcado.
—Lo sabías. Sabía que lo sabías. Siempre ha sido así—La chispa de su sonrisa me enciende en el interior— Lo recuerdo cuando veo tus piedras.
JaeHyun mira a Irene, a mamá y, finalmente, a papá.
—Recuerdo lo que cada una de estas piedras significa porque estaba con Taeyong para un montón de ellas. Me estaba enamorando de él.
Papá inhala con fuerza.
—No lo entiendo —exclama— Son hermanos.
—Hermanastros —aclaran mama y Irene al unísono.
Papá abre la boca y sacude la cabeza. Aprieta sus labios en una fina línea.
—Entiendo que esta ha sido una época estresante para ustedes. Hacemos cosas extrañas cuando sufrimos, pero...
Me pongo de pie.
—No, papá. Esto sucedió desde el inicio. Desde que el divorcio empezó. Amo a JaeHyun.
—¿Estás seguro de que es amor y no lo estás confundiendo con...?
—¡Papá! —La silla de JaeHyun se desliza sobre el suelo cuando se levanta junto a mí. Toma mi mano y entrelaza nuestros dedos— ¿Alguna vez has tenido esa sensación de estar en el borde de un precipicio? ¿Has temido caer, aunque caer es todo lo que puedes desear? ¿Alguna vez viste a mamá y respiraste hondo, no porque ella estuviera evitando que cayeras, sino porque sabías que ella te atajaría cuando lo hicieras?
Papá duda y se frota la cabeza.
—Creo que estoy muy cansado.
—Contesta —presiono— Por favor.
Papá nos mira, luego a mamá y a Irene, quien nos observa con atención. Cae en su silla.
—Ya sabían sobre esto.
—Lo sospechaba —replica mamá, moviéndose para mirar a papá.
—Yo no—Papá masajea su frente como intentando quitarse el ceño fruncido— No lo hago.
—A veces el amor no funciona como esperas—Mamá le sonríe a papá— A veces crees estar enamorado, pero no es así—Su mirada cae sobre JaeHyun y yo— A veces esperas no estarlo, pero es así—Ríe gentilmente— No puedes escoger a tu familia y no siempre puedes escoger de quién enamorarte—Mamá mira a Irene y luego a papá— Puedes odiarlo y desear cambiarlo, pero al final tienes dos opciones: alejarte de todo o aceptarlo y tomarlo porque el amor no desaparece—Mamá asiente— Nuestros hijos siempre serán bienvenidos en mi casa.
JaeHyun deja salir el aire con lentitud y ambos enfrentamos a papá. Esperamos. Ansiamos.
—¿Cómo es que hasta ahora están juntos? —pregunta papá— ¿Por qué no antes? ¿Por qué no me lo dijeron antes?
—Porque fui un tonto —explica JaeHyun— Porque temía lo que tú y los demás pensaran.
—¿Y ahora no te importa lo que piense?
—No —admite JaeHyun. Yo niego con la cabeza.
JaeHyun me regresa las piedras con cuidado, las guardo en mi bolsillo y me siento de nuevo.
Antes de que JaeHyun se siente, saca cinco piedras más de su bolsillo.
—¿Qué son estas...?
Intento tocarlas, pero JaeHyun me detiene y dice en mi oreja:
—Primero déjame explicar.
Toma la primera piedra.
—Alemania, un viejo pueblo llamado Lubeck. Una estalagmita de la era de hielo— Levanta mi mano de su muslo y deja la piedra en mi palma. Luego toma la siguiente— Francia, en París por el Siena—La tercera— Turquía en las Chimeneas Encantadas de Goreme.
Toca mi palma, llevándome al pasado en el que estoy sentado con él en la boda de Jae In y papá mientras bebíamos whisky. Sé lo que son las siguientes piedras.
La cuarta:
—La Calzada del Gigante en Irlanda—La quinta, una piedra azul de sulfato de cobre como la que le trajo a su mamá— Y, por supuesto, Stonehenge.
JaeHyun cierra mi mano alrededor de ellas.
—Tengo unas cien más que no pude traer conmigo pero que representan lo más estúpido que he hecho: no llevarte conmigo.
Papá suspira. Su taza resuena contra el plato cuando la baja. Mira hacia el patio y el brillo ahí.
—Tu madre me escribió una carta, JaeHyun. Me tomó un tiempo abrirla; fue difícil de leer, algunas cosas nunca las supe y ella no me las dijo—Se remueve, mirando su taza— Ella sospechaba que ustedes dos tenían un amor especial y quería que fueran felices.
Hubo unos momentos de silencio.
—Tu madre tiene razón. El amor no se desvanece—Nos observa, su expresión se vuelve severa—No les daré la espalda.
Tira su silla hacia atrás; lo llamo con las piedras clavándose en mis palmas.
—¿Papá?
Él camina hacia el patio. Se detiene frente a este.
—Los amamos.
Asiente, luego abre las puertas y deja que el sol entre. Mamá lo sigue y Irene se excusa para dejarnos solos.
Dejo la confesión de JaeHyun en mi bolsillo. JaeHyun gira su silla hacia la mía mientras la luz lo baña.
—¿Te arrepientes?
—Solo porque no lo hice antes—Se levanta, tirando de mí con él— Ven.
Lo sigo escaleras arriba a la sala de juegos. Me lleva hasta el piano y le da un golpecito al banquillo.
—Siéntate a mi lado.
Levanto una ceja.
—¿Vas a tocar otra canción para mí?
Sacude la cabeza.
—Bueno, tal vez. Luego.
—¿Luego de qué?
Saca una pequeña cajita negra de su bolsillo y la abre.
—Esto es para ti. Lo conseguí en Coober Pedy. Te encantará ese lugar.
Saca una pequeña piedra y la presiona en mi palma. Brilla en todos los tonos a la luz. Ópalo.
La aprieto con fuerza, no puedo contenerme más. Tomo su camiseta y lo acerco a mí. Se gira y se sube a mi regazo, el peso de la diorita debajo de su camiseta descansa contra mi pulgar.
—¿Estás ofreciéndome viajar por el mundo? ¿A Australia?
Él sonríe.
—¿Qué si lo hago?
Rio.
—¿Sería solo viajar?
Él me besa.
—¿Qué más podría ser?
🥀
Chimeneas Encantadas: formación rocosa con apariencia similar a chimeneas localizada en Goreme (Göreme), en la región de Capadocia en Anatolia central (Turquía).
Calzada del Gigante: área al norte de Irlanca con unas 40 000 columnas de basalto producto del enfriamiento de la lava hace unos 60 millones de años.
Epílogo
La música pende en el aire, sacándome de mi sueño. Me giro, las sábanas se deslizan como seda sobre mi cuerpo. El lado de la cama de JaeHyun sigue cálido. Aunque dijo que lo intentaría, sabía que dormir sería difícil esta noche.
Salgo de la cama y me pongo unos bóxers que cayeron en el suelo cuando JaeHyun tiró de mí con fuerza y me beso profundamente. Temeroso.
Temeroso de que no estuviese ahí cuando despertara. No me dejes, susurró. Igual que la noche antes de que su madre muriera.
Hace tres años.
Camino por el pasillo de nuestro modesto apartamento hasta llegar a la sala tenuemente iluminada. JaeHyun está al piano tocando las melodías de su madre. Me siento en el banquillo junto a él y me maravillo con la música que vibra alrededor de nosotros. Una oración. O tal vez una conversación. JaeHyun le cuenta a su madre las cosas que se perdió este año: su primer trabajo de enseñanza en la secundaria Newtown, que gané un doctorado en geología, que volvimos a viajar en Stonehenge como hicimos el primer año después de su muerte. La música se vuelve más suave. Algunas notas gentiles permanecen incluso después de que JaeHyun se detiene.
Me envuelve con sus brazos y besa mi cuello.
—Hola, hermoso. Perdón por despertarte.
—Perdón por dormirme.
El ópalo que JaeHyun me dio está en un brazalete, brilla contra mi piel. Jugueteo con este mientras pienso en algo reconfortante que decirle a mi hombre.
JaeHyun sonríe como si supiera exactamente lo que pienso. Toca el ópalo, lo frota con su pulgar.
—Mi roca favorita —afirmo.
—Lo sé.
Sacudo la cabeza, tomo su mano y la cierro en un puño. Sostengo su puño con fuerza, como hice una vez mucho tiempo atrás. Susurro:
—No el ópalo. Tú.
Fin.


Habia empezado el libro hace algunas semanas pero mientras estudiaba para los finales (aun sigo estudiando) intente seguirlo pero algo me detenía, anoche decidí por fin terminarlo y cuando llego la segunda parte yo ya no tenia estabilidad emocional JAJAJAJAJAJ pero todo lo que puedo decir es que el libro es increíblemente hermoso y ame cada segundo.
Ame esta historia. 😭😭😭