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Capítulos

Capítulos Parte 2:


Topacio

El invierno viene.

JaeHyun no.

Él tiene la oportunidad de tocar algunos conciertos, así que no estará en casa hasta la navidad.

Lo llamo para hacer planes alternos.

—Iré a dónde estás —comento tan pronto como atiende— Puedo tomar un vuelo mañana.

Me encantaría ver tus conciertos.

—Taeyong —replica JaeHyun. Su tono suena distante— No tienes que hacerlo.

—Quiero hacerlo.

—Estaré en ensayos la mayoría del tiempo. Estarás aburrido.

—Ya veo—Y lo hago, claramente. Mis ojos pican y mi garganta se aprieta. JaeHyun rápidamente cambia el tema.

—Pero oye, ¿qué hay de nuevo? ¿Cómo está Irene?

—Lo mismo de siempre. Ella está bien. ¿Tú?

—Probé este pescado y patatas fritas en un lugar cerca del campus, fue genial.

—¿Mejor que el que tenemos aquí?

—Diferente.

—¿Así que no mejor?

—¡Taeyong! Mierda. Ellos no usan aceite de canola para freír el pescado.

—Nunca preguntamos lo que usan aquí. Podría ser de coco, quizás.

Silencio.

Me siento en el borde de su cama y deseo tener algo más que decir. Pero no lo tengo.

Tampoco él.

Una voz masculina habla en el fondo, y JaeHyun responde:

—Solo mi hermano. Estaré allí pronto.

Solo mi hermano.

Mi estómago se retuerce.

—Lo siento —suelto apurado— Johnny y Yuta acaban de aparecerse. Iremos a unos clubes esta noche. Tengo que... sí. Hasta luego.

Apenas le doy tiempo de decir adiós antes de colgar. Busco un topacio, esperando que me cure de la profunda locura arrastrándose dentro de mi mente.

🌹

No estoy esperando que JaeHyun me llame la próxima semana, pero cuando no lo hace, me enrollo en su cama y dejo que las lágrimas caigan.

El borde de la almohada está mojado. Me muevo y limpio mi nariz con el dorso de mi mano. Jae In me sorprende cuando se deja caer en el borde de la cama y palmea mi espalda. Ni siquiera escuché la puerta abrirse.

—Oye. Anímate, amor.

Ruedo sobre mi espalda y arrojo un brazo sobre mi rostro para esconder mis lágrimas.

—Jae In.

Por favor vete. Déjame solo.

—Oh, querido—Ella toca mi cabello— Esto ha pasado por demasiado tiempo. Duele verte tan deprimido.

—No estoy..—Sorbo por la nariz— deprimido.

Me tenso mientras me doy cuenta de que estoy en la cama de JaeHyun. ¿Qué está pensando Jae In?

—Es duro ser el que han dejado atrás, ¿cierto?

Un gorgoteo escapa a medida que intento detener mis lágrimas.

Ella acaricia mi cabello, haciendo que mis lágrimas se escurran más rápido.

—También me sentí así cuando tu papá se fue a Estados Unidos en mi último año de escuela. Él era mi mejor amigo. Lloré y escuché mucho a U2, revolcándome en mi miseria. Fue duro pasar de estar con él todos los días a nada más que la llamada ocasional.

Asiento.

—También extraño a JaeHyun. Él creció tan jodidamente rápido.

—¿Lloras y escuchas U2 ahora?

Sus dedos dejan de moverse.

—Todo el tiempo. Normalmente en el carro. Miro al asiento de pasajero vacío como solía hacerlo cuando era más joven, y deseo que él nunca hubiera crecido.

—¿Te enoja que él no haya venido para el invierno?

—No.

Sorbo de nuevo. Ella continúa:

—Estoy feliz de que esté haciendo su propio camino en la vida. Intentando cosas nuevas. Aprendiendo más de sí mismo y lo que quiere. Estoy orgulloso de él a pesar de que duele sentir que los lazos entre nosotros se alargan.

Muevo mi brazo y miro hacia arriba, a ella. Sus ojos azules están enmarcados por cabello oscuro como el suyo. El de ella aún está corto, no ha crecido totalmente a como era antes de que se enfermara.

—Lo siento —murmuro.

—¿Por qué?

Me encojo de hombros.

—Por estar molesto con él.

Ella se inclina hacia abajo y besa mi frente.

—Está bien sentirse de esa forma. Estarás bien. Nos mantendremos juntos. Antes de que lo sepamos, él estará en casa para Navidad.

🌹

Llegan las festividades de Navidad; Irene, Lucas, Johnny, Yuta y yo estamos en Auckland para ver a la banda Fat Freddie's Drop. Apenas puedo concentrarme en disfrutar la música sabiendo que JaeHyun está llegando a Wellington. Salto con el ritmo, golpeándome contra Lucas y Yuta a cada lado de mí. Cuando va por la mitad, me escurro al baño y llamo al teléfono fijo de papá. Jae In responde.

—¡Sí, ya llegó!

—¿Está bien?

—Sí, así es. Un amigo suyo se quedará por un par de noches. He preparado la vieja habitación de Irene para él. Ella se quedará en su apartamento cuando ustedes lleguen a casa, ¿verdad?

—Sí—Apesta haberme perdido la llegada de JaeHyun, pero quizás es lo mejor. Tal vez le mostrará que su falta de contacto no me ha herido en absoluto.

En absoluto.

Alguien golpea la puerta de mi puesto y me dice que me dé prisa. Le saco el dedo mientras termino la conversación y me dirijo de vuelta a la pista de baile. La música arrasa el aire y me hace olvidarme de la realidad por unas pocas horas.

Después de eso, tomamos un bus a la playa cerca de nuestro hotel. El cielo está azul marino, rayado con riachuelos violetas, el último adiós del sol de hoy. La arena fría es un placentero contraste con el aire húmedo, las olas reventando me hipnotizan con sus puntas blancas brillantes. Irene y Lucas están comparando pensamientos acerca del concierto, a él le gustó más que a ella. Él está tratando de convencerla de que en realidad ella lo amó, y Irene se ríe contra su pecho. Sonrío y me desvío hacia el agua.

Acabo de quitarme los zapatos cuando Yuta se acerca. Johnny está sentado en una pieza de madera a la deriva haciendo algo en su teléfono.

—Entonces —empieza.

—Entonces.

Él se encoge de hombros y va al punto:

—Has estado distante este año.

No hay punto en mentir acerca de ello.

—Un poco, sí.

—Hemos estado preocupados.

—Estoy bien. Estaré bien.

—Bien. Genial—Él se quita sus zapatos y entra al agua conmigo— Esperamos que estés bien el año que viene sin que tengamos que seguir comprobando cómo estás.

Me rio.

—Sí, gracias por mantenerlo real.

Dejamos de caminar y nuestros pies se hunden en la arena mientras la marea se retira.

—Me has hecho una persona mejor, Tae. Nunca habría levantado un dedo o hecho algo en la escuela sin tu ayuda. Quizá me haya reído, pero fue muy genial de tu parte, hombre. Johnny nunca lo dirá, pero él amó que vieras sus juegos aunque el rugby no es tu cosa. Eres sólido.

No sé qué decir.

—Ustedes también estuvieron allí para mí. Otra ola empuja la arena bajo nuestros pies.

—Estoy casi acabado—Yuta señala un pulgar hacia los otros— ¿Deberíamos?

Él se mueve para irse, pero tiro de él para darle un abrazo. La siguiente ola nos atrapa en la parte trasera de nuestras rodillas, mojando los pantalones que habíamos enrollado hacia arriba. Nos golpeamos el uno al otro entre los omóplatos tres veces y nos separamos.

Lapislázuli

Tan pronto como nuestro avión aterriza en Wellington, hago línea recta hacia el portón en el estacionamiento a largo plazo. Lucas lleva a Irene y yo estoy atascado con Johnny y Yuta, quienes se están apresurando para seguir mi ritmo.

—Amigo, ¿cuál es la prisa?

—Nada. Solo quiero llegar a casa.

Yuta golpea mi hombro:

—Estás bromeando, ¿verdad? —inquiere Yuta a la ligera, pero él ha estado más tranquilo hoy, en cierta forma apacible, y sé que está pensando en que Johnny irá a Auckland y yo a Dunedin, dejándolo aquí— No puedes dejarnos. Tenemos toda una noche de bebidas y libertinaje planificada.

—Aunque eso suena ciertamente increíble —opino, moviendo el asiento hacia adelante para dejar que Yuta se suba— voy a pasar.

—Pero...

—Te lo voy a compensar.

Johnny se queja, pero se encoje de hombros.

—Lo prometo.

Eso obtiene una pequeña sonrisa.

—La próxima vez que estemos juntos, es mejor que sea épico. Algo para recordar.

Los dejo en casa de Yuta y le gano a todas las luces del tráfico hasta casa bajo el sol rojo de la tarde. El interior de la casa está iluminado, pero el auto de papá y Jae In no está en el garaje. Entro, demasiado emocionado como para que me importe buscar un lugar de estacionamiento.

Está bien, eso es todo. Hace la indiferencia.

Paso una mano por mi cabello y a mi aplanada camiseta de Radio One. En el bolsillo de mis pantalones vaqueros está una piedra suave y marrón que encontré en el puerto de Auckland esta mañana.

Estoy listo. Al menos, estaré listo tan pronto como mi corazón deje de golpear mis costillas.

¿Cómo se verá JaeHyun? ¿Habrá engordado más? ¿Su cabello estará corto, desordenado y salvaje? ¿Va a sonreír cuando me vea? ¿Olvidará todo lo demás?

Respira profundo. Un paso a la vez.

Corro al interior, lanzando las llaves en la repisa de la puerta del garaje. JaeHyun podría estar afuera, supongo. Salió a cenar y olvidó apagar...

Un chirrido escaleras arriba.

¡JaeHyun!

No me importa si todo ha estado raro entre nosotros durante seis largos meses. Voy a apretarlo en un abrazo porque, maldición, lo he extrañado.

Tomo dos escalones a la vez y camino lentamente por el pasillo. No está bien sorprenderlo mientras estoy resoplando. ¡Los nervios! Me detengo por un momento para tomar una respiración profunda.

El pasillo se extiende por siempre. Otro chirrido me atrae a la habitación de JaeHyun. Paso la sala de juegos y el armario de las escobas, trazando los dedos sobre el muro.

Idiota, le voy a decir, deberías haber llamado.

Y entonces me lanzaré en un abrazo.

La puerta de su habitación está cerrada, así que aprieto el picaporte frío como si fuera una de mis rocas. En un instante se corta a través de un año borroso e, inesperadamente, todo aparece más brillante, más duro, más frío. Incluso el aire tiene un sabor más dulce.

Empujo lentamente la puerta abierta...

JaeHyun está sentado en el borde de la cama, con la barbilla levantada, los labios entreabiertos, su perfil brillante de color ámbar en el sol de la tarde. Su camiseta está amontonada en una mano y él está buscando a tientas el gancho de roca verde en el pecho con la otra.

Sonrío, totalmente preparado para correr adentro y derribarlo al...

Él no está solo.

Una melena de cabello rubio se mueve vigorosamente en su regazo.

La borrosidad corre de nuevo hacia mí como niebla espesa. Me gustaría que fuera más espesa.

El chico con la melena rubia está de rodillas succionando enérgicamente la polla de JaeHyun. La cama chirria mientras JaeHyun se flexiona más profundamente en su boca. Deja ir la camiseta y enreda sus dedos alrededor del cabello del chico, después lo guía con la mano más profundamente junto con el ritmo de sus embestidas. La succión y el sorbido son tan jodidamente fuertes. ¿Cómo es que no lo escuché? ¿Cómo es que no me ven congelado en la entrada?

JaeHyun gime y cierra los ojos. La Pelambrera Rubia trabaja más rápido, más rápido, más rápido...

JaeHyun empuja al chico y se corre en su mano.

Encuentro la fuerza en mis piernas para arrastrar silenciosamente mis pies hacia atrás a mi habitación. La puerta abierta será la única pista para JaeHyun.

Cierro mi puerta con cuidado tras de mí. Saco la piedra de la playa de Auckland. Solo una piedra ordinaria. Una en un millón. Nunca debí haber ido a su habitación solo con esto. Debería haber tenido un pedazo de lapislázuli azul, el color de sus ojos. Una piedra que dice ofrecer protección; una piedra que se cree predice el amor que será para siempre fiel.

Con eso en mi bolsillo, me habría ido a la habitación de JaeHyun y quedado satisfecho. Doy el marcado rápido a Yuta.

—Acerca del libertinaje... he cambiado de opinión. Cuenten conmigo.

🌹

Johnny y Yuta bajan un tercer trago de tequila. Solo estoy en mi segundo, pero ya estoy a medio borracho. La música suena ofensiva en mis oídos y hace imposible pensar. Me encanta.

No quiero pensar. Quiero...

Apuro mi trago, saltando del taburete del bar, y me hundo entre la multitud. El aire sudoroso huele a cerveza y cítricos, amenazando la buena animación que tengo. Es la clase equivocada de cítricos. Demasiado amargo.

¡Baila!

La noche se vuelve un borrón de color, sonrisas y susurros que me convencen más hacia un chico que me está follando con los ojos desde el otro lado de la sala. Doy un paseo y me balanceo contra él. Sus manos van a tientas por debajo de mi camisa y mi espalda. Él me aprieta contra su polla dura.

Cierro los ojos contra la imagen de JaeHyun, la cabeza hacia atrás, gimiendo...

Deslizo la mano en mi bolsillo y saco la piedra. La dejo caer en la pista de baile y me froto con más fuerza contra mi compañero de baile, quien no se siente o huele como JaeHyun, lo cual es lo que necesito. Hazme olvidar.

—¿Cómo te llamas?

—Doyoung—Tampoco suena como JaeHyun— ¿Tú?

Pateo la piedra tan lejos de nosotros como es posible.

—Taeyong.

Mármol

Me despierto al mediodía, a lo lejos está el sonido de gritos y risas.

Mi cabeza late y mi boca está seca, mi lengua pegada al paladar. Me pongo una camiseta y unos pantaloncillos antes de ir a buscar agua y una cura mágica para la resaca en la cocina.

Bebo tres vasos de agua y tomo un analgésico.

¿Por qué las personas creen que el alcohol es divertido? Nunca más.

Froto mis sensibles sienes, quejándome. Mi cabeza se siente como si hubiera sido golpeando contra un mesón de mármol.

No estoy orgulloso. No importa cuánto quisiera cortar a través de la niebla, regresar al lugar de Doyoung fue un error.

Pero al menos ya no soy virgen.

Los destellos de mi pene empujando dentro de su ano mientras él gemía y rogaba me hicieron sonrojar de nuevo. Tiré para abrir la despensa, cualquier despensa que me protegería de Jae In.

Pero no me puede proteger de lo que pasó.

El mareo y la vergüenza se enfrentan por dominar. Saco una taza limpia y me volteo hacia el fregadero. Algo se mueve afuera de la ventana. Sobre las cortinas, veo a papa, JaeHyun y una cabellera rubia pateando alrededor un balón de fútbol.

Jae In se desliza hacia mi lado con la jarra de agua, y lleno mi taza.

—JaeHyun te extrañó anoche.

De alguna manera dudo eso.

—Vinimos a casa con suficiente para alimentar a un ejército. Irene le envió un mensaje a tu papá y dijo que estabas de camino a casa y que ella iba a volver a su apartamento. Dijo que vendrá esta noche.

Finalmente dejo de mirar a papá hacer malabares con el balón y a JaeHyun copiándolo.

—Johnny y Yuta querían salir.

La tetera pita. Yo agarro la reserva de té verde de Irene y fuerzo una cucharada dentro de la bolsa.

Me siento justificado y sucio al mismo tiempo. Sucio.

Tiemblo. A pesar de la ducha de una hora, el mal recuerdo de anoche permanece.

Voltéate. Así no tengo que ver tu rostro. Entonces puedo imaginar que eres él.

Apago la tetera y vierto agua sobre el té.

Nos sentamos a la mesa del comedor, bebiendo. Esto no me limpia como esperaba que hiciera.

La puerta trasera se abre de golpe y papá da una vuelta dentro de la cocina.

—¡Taeyong! —exclama él— Brillante, te puedes unir al equipo. Ponte tus zapatos.

—Nah, no me siento con ganas de jugar.

—Solo media hora. Será divertido. Tú y tu papá contra JaeHyun y JungWoo.

JungWoo.

Me quedo mirando una hoja flotar en las últimas sobras de té.

Papá anunciará que estoy de vuelta en casa. Tendré que enfrentar a JaeHyun y JungWoo finalmente... y en lugar de dejar que JaeHyun se pregunte por qué me rehusé a salir y saludar, podría tener la ventaja.

Podría salir y fingir que no importa. Como si JaeHyun y su amigo fueran la última cosa en mi mente.

Todo... empuje... lo que... empuje... quiero... empuje... eres... empuje... tú, JaeHyun.

¿JaeHyun? ¿Quién es JaeHyun?

El calor inunda cada poro y bebo lo último de mi té, hoja y todo.

—Está bien—Paso por la puerta trasera y me deslizo en un par de zapatillas de deporte.

Se sienten extrañas en mis pies descalzos, pero a estas alturas ¿qué no?

Empujo a través de la puerta trasera y camino bruscamente hacia JaeHyun, quien está de pie con su espalda hacia mí. JungWoo me ve primero, pero antes de que JaeHyun pueda voltearse, lanzo un brazo a su alrededor y golpeo su pecho, justo donde está el gancho.

—Hola, extraño —susurro contra su oído.

Su cuerpo se tensa por un momento y sus músculos se mueven mientras se retuerce alrededor y me agarra en un abrazo de oso. Me abraza con tanta fuerza que apenas puedo respirar, pero mi interior se retuerce y las lágrimas pinchan en mis ojos. Como siempre, huele ligeramente a naranjas.

—Taeyong —murmura en mi cuello. Sus palabras rebosan de dolor y arrepentimiento, sorpresa y alegría. La forma en que me agarra lo dice todo. Lo siento por no llamarte. Es solo que no sé cómo decirte que conocí a alguien más. No sabía cómo decir que he seguido adelante. Pero te he extrañado, lo hago. Eres mi amigo. Mi hermano.

Me suelto de su abrazo, luchando por recomponerme. Convoco cada ápice de fuerza de voluntad para extender una mano a JungWoo.

Él es más bajo que JaeHyun y yo, y estoy feliz por eso.

—JungWoo —se presenta— Soy un... amigo—La mirada de JungWoo destella nerviosamente hacia JaeHyun, la sigo.

JaeHyun traga. Él sabe que estoy mirándolo, pero no echa un vistazo. Papá lanza el balón de fútbol en medio de nosotros y se nos une.

—Taeyong y yo contra los chicos de Otago.

Jugamos y, a pesar de la resaca, pateo, ondeo y anoto en serio. Nadie puede detenerme porque no puedo permitirlo. No lo permitiré.

Después de veinte minutos, papá pide un descanso. Yo hago malabares con el balón en la esquina del campo mientras los dejo recobrar el aliento. JaeHyun se mueve cerca de JungWoo y le dice algo al oído mientras frota la parte superior de su brazo. Se aparta y trota hacia mí.

Sigo haciendo malabares. Tres, cuatro, cinco, seis, cabezazo, siete, ocho...

—Sé lo que estás pensando, pero no lo hagas, ¿está bien? —susurra JaeHyun. Atrapo el balón y lo sostengo debajo de mi brazo.

—¿Que no haga qué? —Mi mirada se desplaza a JungWoo, quien está haciendo reír a mi papá.

JaeHyun da un paso más cerca, riéndose y sacudiendo la cabeza.

—Lo veo en tu rostro. La forma en que lo miras—Él me quita la pelota— Quieres patear esta pelota en su rostro justo como lo hiciste conmigo.

—Los vi a los dos —confieso.

Él se queda inmóvil y murmura:

La puerta. ¿Entonces ese fuiste tú?

—¿Lo amas?

Un suspiro.

—Él es mi novio.

Novio. Novio. Novio.

—¿Ya le dijiste a tus padres que eres homosexual?

—Bisexual y sí, eso como que surgió anoche.

No me preocupo en preguntar si lo tomaron bien. Por supuesto que lo hicieron.

Novio.

—¿Hace cuánto tiempo?

—Desde antes del invierno, pero primero fuimos amigos por un rato.

—¿Cómo lo conociste?

Él está callado, después admite:

—Montañas Kepler. Un compañero lo invitó a nuestra excursión.

Estoy temblando mientras recuerdo sus palabras: Esta piedra me hizo imposible dormir. Siguió clavándose en mi espalda, así que me escapé de la tienda en mitad de la noche, levanté las estacas y la saqué. Seguía sin poder dormir, sin embargo. Después de eso, todo en lo que podía pensar era en rocas.

¿En verdad era la piedra la que interrumpió su sueño?

—Montañas Kepler—repito. Camino hacia atrás, moviéndome a ciegas hacia la casa.

—Un momento—JaeHyun grita a papá y a JungWoo mientras me persigue.

Corro por las escaleras antes de que me pueda detener, pero no soy lo suficientemente rápido como para cerrar la puerta de golpe en su rostro.

Él la empuja y lo ignoro, buscando mi maldito teléfono.

Me desplazo por mis contactos hasta que encuentro el error de anoche. En el tercer timbrazo:

—Aquí Doyoung.

—Oye, Doyoung, soy Taeyong. Quería ver cómo estás. Él murmura:

—Bien. Realmente bien.

—Anoche fue... bueno para mí. Deberíamos hacerlo de nuevo alguna vez.

—Suena bie...

JaeHyun avienta el teléfono fuera de mi mano. Golpea el piso tan fuerte que la pantalla se agrieta. Antes de que pueda perseguir la llamada, JaeHyun me voltea. Su mandíbula está apretada y su mirada furibunda.

—¿Qué estás haciendo?

—Lo mismo que tú.

—No es lo mismo. Yo conozco a JungWoo.

¿JungWoo, no Jung?

—No tienes idea de lo bien que conozco a Doyoung...

—¡Deberías haber esperado hasta encontrar a alguien que te importe!

—¿Te importa JungWoo?

Me doy cuenta de que he estado aferrado a la esperanza de que su relación fuera solo sobre sexo. ¿Pero a él en verdad le importa?

Me volteo, por lo que no puede ver la lágrima traicionera corriendo por mi mejilla.

—Bueno, quiero decir, sí, es un buen tipo.

Asiento y recojo mi teléfono, reflejando mi agrietado reflejo. Adecuado.

—Lo siento por no decírtelo —sigue mientras me encorvo a un lado de mi cama— Pero tenía que alejar estos sentimientos—Quieres tener unos normales, no nos unos hacia tu posible hermano.

—No me importa —declaro.

JaeHyun se vuelve en sus talones.

Duda.

Susurra.

—A mí sí.

Peñasco Moeraki

Opto por quedarme en Wellington después de todo, y acepto un puesto en Vic. En algún momento través de mis estudios de segundo año de pregrado, JaeHyun se hace pianista en una compañía de ballet. Papá y Jae In vuelan a la inauguración y, aunque no estoy invitado, llevo el auto al ferri y me dirijo a Dunedin.

No anuncio mi presencia.

Todas las entradas costeables están agotadas, así que pago con mis ahorros para un asiento demasiado cerca de donde JaeHyun está tocando.

Me deslizo las gafas de sol y me hundo en mi asiento hasta que las luces se apagan y comienza el ballet. Me concentro en la música y JaeHyun, de espaldas a mí, sus dedos bailan sobre las teclas, hipnotizándome. Vestido con un traje de cola, me lleva de vuelta a la secundaria Newton y el baile que compartimos. Solo que ahora JaeHyun llena mejor su traje y ha crecido hasta convertirse en un hombre.

¿Qué no daría yo por bailar con este hombre?

Primero, sin embargo, deberíamos estar en condiciones de bailar. Por lo menos más que los comentarios genéricos. Feliz navidad. Feliz año nuevo. ¿Está mamá por ahí? Dile a papá feliz cumpleaños. Feliz año nuevo. Felices veinte, JaeHyun.

Felices diecinueve, Taeyong.

No, no habrá baile en cualquier momento pronto.

Aun así, este es su mayor recital. No me lo perdería por todo el dinero del mundo.

Durante el intermedio, su rostro se divide en una sonrisa cuando ve a sus padres. Sigo su mirada por detrás de mis lentes. Jae In, papá y una mujer joven con un vestido azul marino elegante con cabello negro a juego. Ella sonríe seductoramente a JaeHyun, como si le prometiera hacer cosas secretas con él cuando se cierre el telón.

En mi mente, escucho a JaeHyun a través de Skype diciéndole a Jae In y a papá sobre ella.

Joy es una cantante, su voz es... imposible. Ella es hermosa, ansío que la conozcan.

Ella es todo lo contrario de mí: femenina, menuda, de rasgos oscuros y un talento para la música que yo nunca tendré.

Mi espíritu se hunde, pero estoy acostumbrado a ser herido por los novios y las novias de JaeHyun.

Las luces se apagan y el ballet comienza de nuevo. La música alivia el resto de mis viejas penas. Lo único que puedo hacer es sonreír y aplaudir malditamente duro por cuán hermoso tocó JaeHyun.

Me escabullo de la audiencia antes de que alguien me vea.

Al llegar el amanecer al día siguiente, empiezo el viaje de regreso a casa, parando en el peñasco de Moeraki. El aire es un poco fresco ya que azota la arena contra las rocas de la playa. Unos turistas toman fotos de las rocas de cincuenta y seis millones de años, pero yo me dirijo a apoyarme contra la roca más pequeña.

La roca fría zumba contra mi piel como si estuviera compartiendo sus recuerdos.

He sido testigo del dolor. He visto canoas voltearse y personas ahogarse. He recogido las lágrimas de un millar de hombres que se han apoyado en mí y llorado como tú lo haces.

He sido testigo de alegrías, celebraciones y sonrisas que resuenan en mí y en mis hermanos asentados en el peñasco. Risas que todavía vibran bajo la superficie.

He existido desde antes del mito y la leyenda, el tiempo suficiente para convertirme en una. ¿Sabías que los maoríes nos creen restos de sus cestas y dulces patatas que lavaban en la tierra durante el naufragio de una gran canoa de vela?

Soy una roca. Lo más parecido a eterna.

Una antología de historias que nunca terminan.

Sonrío y trazo mi nombre sobre su superficie. Luego el de él. La marea barre a nuestro alrededor, como para disfrutar de mi historia y huir. Me imagino ahí afuera, siendo lanzado hacia la superficie rocosa.

¿Ha terminado nuestra historia? Si es así, ¿se hundirá en lo profundo del océano, cerca de la aguamarina, tesoro de las sirenas? ¿O fuertes brisas azotarán a través del cielo, llevándola sobre toda la superficie porque no ha terminado aún?

Un escalofrió inquietante me sigue mientras hago mi camino de regreso al auto y continúo mi camino a Wellington.

En una zona rural, costas estrecha entre Christchurch y Picton, el coche resopla y muere. Considero este molesto incidente como mi respuesta—confirmación de que mi historia se ha hundido.

Llamo a ayuda en la carretera y remolco el auto muerto a Kaikoura, un pequeño pueblo.

Larga historia corta, no vale la pena arreglarlo.

Digo mis adioses y empiezo la caminata por la calle principal con el pulgar hacia arriba, en busca de un aventón. Cinco autos pasan antes de que uno se detenga y destelle sus luces en mí. Corro sobre las tablillas, una a una, y me deslizo en el auto plateado.

El conductor lleva pantalones cortos y una camiseta de Flight of the Conchords. Su sonrisa torcida revela un poco de espacio entre sus dientes frontales. Cinco o más años mayor que yo, supongo.

Sus ojos marrones son cálidos, pero un poco nerviosos. Le doy la mano.

—Taeyong, mi auto murió y me encantaría que me llevaras hasta Picton.

Él sonríe.

—Taeil. Y da la casualidad de que tomaré el ferri ahí hacia Wellington.

Esmeralda

Navidad, Taeil y yo hemos estado saliendo desde hace meses. Quiero sorprender a Irene con una hermosa silla mecedora kauri que encontré en un almacén en Petone. Me costó una fortuna, pero como Irene se mudaba a un apartamento sola y apenas había conseguido un trabajo como consejera escolar, tenía muchas ganas de regalarle algo especial.

Taeil me conduce y la silla, atada en la cajuela, al nuevo apartamento de Irene en la mañana de Navidad. Bosteza y sacude la cabeza.

—¿Por qué tan temprano?

—Porque ella me despertó a las seis en mi cumpleaños. Es hora de la revancha—Taeil murmura algo acerca de cómo se las cobrará por haberlo levantado tan temprano, prometo que se lo repondré más tarde. Él se anima y sonríe. Me rio, inclinándome para besar su mejilla sin afeita— Feliz Navidad, Taeil—Tan pronto como llegamos a casa de Irene, Taeil estaciona el auto, corre a mi lado y me deja salir. Se muerde los labios y me besa contra la puerta del auto.

—Sabes a menta —comenta mientras saco un bastón de caramelo a medio comer de mi bolsillo. Se ríe y lo roba. El bruto.

Llevamos la silla por la empinada pendiente de la pequeña casa de un dormitorio con vistas al monte y una porción de océano. Dejo la silla en la puerta principal con Taeil y me escabullo en la casa a la habitación de Irene. Su ventana está parcialmente abierta y estoy a punto de gritar "¡Feliz Navidad!" y balancearme dentro cuando escucho un hombre reír y decir:

—Aquí. Esto es para ti. Feliz Navidad—Me congelo. Reconozco su voz.

—No tenías que hacerlo —replica Irene. Un largo sonido, entonces:

—¿Te gustan?

—Los amo. Te amo...

Jadeamos al mismo tiempo. Unos pasos suenan fuerte a través de las tablas del suelo y las cortinas se abren de golpe. Estoy cara a cara con Yuta. Su rostro palidece, pero mantiene la cabeza alta. Irene abre la ventana y me mira. Un largo par de pendientes de esmeraldas brillan en la luz de la mañana, haciendo sus ojos más brillantes.

—Vine a sorprenderte —admito lentamente— Resulta que me ganaste de nuevo, Irene.

¿Qué está sucediendo?

Mi atención se dirige a Yuta y el par delgado de bóxers que lleva puesto.

—Estoy enamorado de ella. Estoy enamorado de Irene.

Irene se ruboriza y sonríe tímidamente a sus pies antes de inclinarse y besar su mejilla, justo como hice con Taeil.

Yuta cepilla su cabello sobre los hombros.

—¿Tal vez es el momento de decirle a tu hermano? —Ella se ríe y me hace gestos.

—Vamos a la parte delantera, lo dejaremos entrar.

Yuta se ha cambiado a un par de pantalones y una camiseta sin mangas para cuando él y Irene abren la puerta y me dejan entrar, a Taeil y la silla al interior del comedor.

Irene enloquece por la silla hasta que comienzo a zapatear. Taeil viene detrás de mí, envuelve sus brazos alrededor de mi cintura y me dice que tome una respiración. El amor es un sentimiento maravilloso.

Me relajó contra él, pero me pregunto si Taeil se está impacientando con mis excusas por no decirle que lo amo.

Bloqueo la preocupación y me concentro en Yuta, quien está nervioso preparando un poco de té.

—¿Cuánto tiempo? —pregunto. Irene responde:

—Un año.

¿Todo un año? ¿Mi amigo más cercano y mi hermana?

—Más tiempo, Irene —corrige Yuta— Y lo sabes—Se mece en su nueva silla— Surgió lentamente, no sé cuánto tiempo ha estado sucediendo, pero es un año desde que nosotros...

—No necesito saber todos los detalles.

Yuta se ríe.

—Bien. He estado enamorado de tu hermana desde la primera vez que la vi.

¿Enamorado? La palabra suena extraña viniendo de la boca de Yuta.

—No has dicho nada.

—Amigo. Ella es tu hermana. Sería raro si te dijera lo mucho que me excita y que cada día me mastur...

Y ahí está el Yuta que conozco.

—Ruego a Dios que no termines esa frase.

Irene ahoga una risita.

—Lo entiendo. No me habías dicho que estabas enamorado de ella—Niego con la cabeza a Irene— Pero ¿cómo demonios te enamoras de este tipo?

Amo a Yuta, lo hago, pero hay un grado de estupidez que la gente no debería pasar por alto.

Irene detiene la mecedora.

—Las acciones hablan más que las palabras. Yuta me muestra todos los días lo mucho que le importo. Todo comenzó cuando bailó contigo en Newtown.

—¿Te enamoraste de él por completo en aquel entonces? ¿Pensé que te gustaba Lucas?

—Me gustaba Lucas aquel entonces.

—Las cosas buenas toman tiempo —comenta Yuta y me entrega una taza de té— Soy una buena cosa.

Irene sonríe.

—Me tomó un tiempo averiguarlo.

—Odiaba cuando se enganchó con Lucas —admite Yuta, girando una silla de la mesa y extendiéndose sobre ella.

—Johnny y Taeyong se unieron a mi dolor ese día en forma de desenfreno. Nunca he estado tan borracho en mi vida.

¿Cómo no reconocí que Yuta estaba sufriendo tanto como yo lo estaba aquel fatídico día? Saco una silla y me desplomo en la misma.

—Lo siento, Yuta. No lo sabía.

—Tenías tus propios problemas. Todos los teníamos.

Taeil está detrás de mí, frotando mis hombros. Inclino mi cabeza hacia atrás y sonrío. Él se inclina y me besa. Por un segundo es casi suficiente y estoy cerca de sentir algo como el amor por él. Tal vez si espero lo suficiente va a crecer en mí como lo hizo con mi hermana y Yuta.

—¿Por qué no me lo dijeron antes? —pregunto, levantando mi té y tomando un sorbo. El líquido está caliente, pero no ha sido hervido. Él hace su té de la manera que a ella le gusta.

—Porque...

—Porque tenía miedo de que la alejaras de mí —confiesa Yuta— Yo digo estupideces a veces y tú sabes toda la mierda que he hecho. ¿Cómo podías tomarme en serio? ¿Cómo podías ver a través de esas partes la verdad? Amo a Irene y tengo miedo de que un día ella vea cuan increíble es para mí. Puede haber sido egoísta, pero no quería que le dieras una ventaja.

Tomo otro sorbo de té.

Me paro y me inclino para abrazar a Irene. Aspiro el aroma de jabón de su cabello y me estremezco por su pendiente frío contra mi mejilla.

Esmeraldas. La piedra de nacimiento de Yuta. Yuta entra en mi vista y sostengo su mirada nerviosa.

—Dicen que siempre que la amistad es verdadera, las esmeraldas permanecerán en una sola pieza. Espero que las tuyas nunca se rompan, Irene.

Ella asiente, su barbilla golpeando contra mi hombro.

—No lo harán. No voy a dejarlas.

🥀

Kauri: una especie de árbol de Nueva Zelanda con una corteza lisa y pequeñas hojas ovales.

Serpentinita

Traigo a Taeil a casa de mamá para mi vigésimo cumpleaños. Esta es la primera vez que se conocen, Taeil lo está tomando todo de un solo. ¿Por qué he esperado tanto tiempo para presentarlo?

Él se inclina en su silla, el café de su camisa se complementa contra la madera oscura. Él encaja en la conversación, encaja en la mesa con mamá y Paul, bromea casualmente con Yuta y escucha atentamente a Irene. Él encaja aquí y también debería encajar conmigo.

Tomo su mano debajo de la mesa y con mi pulgar trazo círculos en su muñeca.

Paul llena la taza de té de mamá. Sus miradas se encuentran y, con el sol naranja fluyendo a través de la luz del cielo, la escena reluce y brilla como un cristal bien pulido.

—Taeil —comienza mamá, sonriendo gigantescamente mientras se enfoca en él— ¿eres un trabajador social?

Taeil aprieta mi mano y gentilmente libera sus dedos. Descansa sus brazos sobre la mesa mientras asiente. La mitad de él está en un cuadrado de luz que hace que los vellos de su brazo brillen de dorado.

—Sí, básicamente cuido niños que están en malas situaciones.

—Eso suena como un trabajo difícil.

Yo he visto a Taeil tan drenado emocionalmente después de un día de trabajo que no tiene más energía para hacer nada más que dormir. Él es fuerte. Persevera a través de toda esa dura mierda y las amenazas que recibe cada semana. Por los niños, declara.

Taeil le da un sorbo a su té.

—Es duro y algunas veces se siente inútil. Me gusta cuando hacemos conferencias familiares y reuniones de protección, pero algunas veces no es suficiente. Luego tenemos que mover a los niños.

—Qué difícil. ¿Mantienes contacto con los niños que ayudas una vez que ellos son puestos en un buen lugar?

—Por algún tiempo, para asegurarme de que todo esté marchando bien. Pero eventualmente sigo adelante. Aunque me aseguro de que los niños sepan que siempre pueden llamarme.

Los brazos de Taeil rompen en piel de gallina, recordándome la semana pasada, cuando Taeil mencionó uno de sus casos más difíciles. El primero. Estábamos en mi apartamento, solos, gracias a mis compañeros de cuarto que se escaparon a Waiarapa por el fin de semana. Después de prepararnos la cena, lo encontré inclinándose hacia adelante en el sofá, sus codos en sus rodillas mientras se pasaba las manos por el rostro.

—¿Estás bien?

—Sí—Miró su teléfono en la mesa del café— Acabo de recibir un mensaje de alguien a quien ayudé hace unos años.

—¿Un niño? ¿Está bien?

Él se encogió de hombros.

—No tengo idea. No decía mucho. Podría haber sido enviado por accidente.

—¿Tienes que llamar y revisar?

—No, él tiene diecinueve. Él hará su propio camino en el mundo. Puse la cena en la mesa del café.

—¿Lo ayudaste cuando tenía diecisiete? Pensaba...

—Sí, no, ayudé a su hermano menor. Haechan alejó a su hermano de sus padres abusivos para protegerlo, pero las cosas se pusieron feas cuando sus padres los descubrieron.

—Mierda. Lo siento.

La risa de Taeil me trae de regreso al desayuno de cumpleaños y pestañeo hacia los panqueques que aún no he tocado en mi plato.

—Me encanta el surf —confiesa Taeil— Es una buena manera de liberar la tensión—Besa mi mejilla— Le enseñaré un par de trucos este verano.

Irene se inclina hacia Yuta.

—También deberías de tomar lecciones.

El timbre suena.

Después de unos momentos, mamá regresa.

—Taeyong, un visitante para ti.

Empujo mi silla y me dirijo hacia la puerta delantera. De pie en el umbral, la luz de la mañana enmarcándolo, está JaeHyun. Tiene sus manos metidas en sus bolsillos y está dándole la espalda a la casa, mirando hacia el jardín mientras espera.

Respiro la brisa con sabor a néctar.

—¿JaeHyun? —susurro.

Él se gira lentamente. Su mirada está cuidada, pero, cuando me ve, una suave sonrisa calienta su rostro. Sus ojos resplandecen brillantemente, la primera que he visto desde siempre.

—Taeyong —murmura suavemente.

—¿Qué estás haciendo aquí? —Los entarimados de madera enfrían las suelas de mis pies, ayudando a mantenerme.

Él balbucea y tiene que tomar una profunda respiración. Lo intenta de nuevo:

—Feliz cumpleaños, JaeHyun. Feliz cumpleaños, Taeyong. Feliz Navidad... ¿Cuándo pasó eso? Después de nuestra llamada de un minuto en mi cumpleaños, no pude dejar de pensar en cómo solíamos hablar por horas. Quiero... deseo...

Las pisadas resuenan por el pasillo, seguidas de voces, mi hermana y Taeil. Ella le está contando sobre algunas fotos embarazosas mías que a él le encantarían.

—Oh, espera. ¿JaeHyun? —Los pasos de Irene se aproximan más rápido y Taeil también se acerca— Oye, no sabía que vendrías a casa.

A Wellington, se refiere ella.

—Solo por el fin de semana —aclara JaeHyun, mirando curiosamente al otro hombre que se acerca detrás de mí— Había algo que tenía que hacer.

Su mirada cae sobre la mía y saca algo de su bolsillo.

Lo tomo y sonrío. Un regalo. Es pequeño, duro y pesado. JaeHyun también sonríe.

—Feliz...

Taeil enrolla su brazo alrededor de mi cuello, deslizándose cerca de mí, y extiende su otra mano.

—Tú eres el hermano, ¿verdad?

Yo hago una mueca.

Es sutil, pero JaeHyun retrocede. Su ahora dura sonrisa se solidifica en su rostro, como si estuviera tomando todo lo que está en su poder para mantenerla allí.

—Sí, su hermano—De mala gana, toma la mano que le ofrecen. JaeHyun traga y mira hacia otra dirección.

—Bueno, quería desearte un feliz cumpleaños. Papá quiere saber qué quieres para tu cena de cumpleaños—Se encoge de hombros, moviéndose a través de la varanda— Llámalo. Me tengo que ir. Mi novia está esperando en el auto.

Él nos da un corto saludo con la mano.

—Hasta luego.

🌹

Excepto que JaeHyun no está donde papá luego. Él se ha ido, su habitación vacía es solo la prueba de que ha estado aquí.

Jae In parece triste por su partida repentina.

—¿Quizás él y su novia querían un tiempo a solas?

Ella frunce el ceño.

—¿Qué novia?

🌹

Taeil y yo regresamos a su apartamento por la noche. Aún llenos por la cena, nos quedamos en su cómodo sofá gris. Un documental de producción de leche está en la televisión, pero no estamos prestándole mucha atención. Nos acostamos a lo largo en su sofá, abrazándonos y mordisqueando pequeños besos en el cuello del otro.

Su teléfono vibra contra mi entrepierna, me rio.

—Lo siento—Él se sienta y saca su teléfono, luego se detiene cuando ve el destinatario.

Frunce el ceño y, después de un segundo, baja el teléfono.

—¿Quién es?

Él traga.

—Haechan.

—¿El hermano mayor que ayudaste?

Él asiente, pero en lugar de abrazarse a mi lado, se sienta derecho.

—¿Quién es Haechan?

—Acabas de decir...

—No, es decir, ¿quién es para ti?

—Solo... alguien.

Las emociones pasan por su rostro, lo entiendo.

—Es alguien especial, ¿verdad?

Un largo momento.

—Sí. Pero eso fue en el pasado.

Froto mi hombro contra el de él.

—Está bien, Taeil. Yo también tengo un pasado.

Él me mira.

—¿Quieres hablar de ello?

—No creo que pueda.

—Bien. Lo entiendo. Yo tampoco—Él se gira y me besa. Cepilla su cabello hacia atrás y frota su nariz contra la mía.

—Eres hermoso —susurra simplemente— No sabes cuán feliz estoy de haberme detenido ese día.

—Yo también.

Argilita

Argilita. La roca sótano de Nueva Zelanda. Deformada. Fracturada. Veteada. La argilita ha soportado 300 millones de años de movimiento tectónico. Y Taeil y yo estamos conduciendo sobre ella en nuestro camino a Auckland para un concierto.

Nuestra primera parada fue en New Plymouth para visitar el primo de Taeil y ahora estamos en el camino de nuevo, lo que eleva la costa con las ventanas abiertas. El aire salado del mar se vuelve lentamente a uno terroso, el olor de mil ovejas.

Cambio de marcha y doblo una esquina ciega. Más colinas verdes salpicadas de ovejas. Un sol brillante entra a través del parabrisas, y Taeil y yo tiramos simultáneamente nuestros parasoles.

Taeil saca mis gafas de sol de la guantera y me las entrega. No dice nada. De hecho, todo el viaje hasta ahora, ha estado inquieto y retorciéndose.

Le doy una sonrisa para calmarlo, aunque mis entrañas están apretadas. ¿Quiere decirme algo? ¿Cree que estaríamos mejor siendo amigos? La idea me hace enfriarme porque me preocupo por Taeil. Es divertido, dulce y bueno en la cama.

Taeil se mueve en su asiento, recogiendo el cinturón de seguridad al igual que está encogiendo el aire.

—Taeyong —susurra demasiado suave para mi comodidad. Un escalofrío me recorre, haciendo que mi corazón se acelere y mi estómago se revuelva. ¿Y si quiere más? ¿Y si él quiere hablar sobre el futuro?

Taeil se pega de nuevo, se queja y enciende la radio en algo de rock clásico. Cat Steven's. Suena The first cut is the deepest (El primer corte es el más profundo). La amable letra se envuelve alrededor de mí hasta que estoy viviendo la canción. La canción soy yo. La canción es nosotros. Quiero a Taeil a mi lado. Incluso a pesar de que no sé si puedo amar nuevamente.

Empujo mis lentes de sol más arriba de mi nariz, así Taeil no tratará de leerme.

La siguiente media hora la paso perdido en pensamientos. Ni siquiera escucho las otras canciones sonar. Me enfoco en la carretera y la forma en que la brisa mueve la hierba, haciendo que las colinas brillen y parezcan vivas, como una gran bestia verde que va a estirar tus extremidades y sentarse en cualquier momento.

Y tal vez nos gustaría conducir por el brazo a su gran puño, donde nos haría polvo con todos los recuerdos que no puedo sacudir.

Como la vez que JaeHyun y yo tomamos su auto hasta el Parque Regional Kaitoke para ver Rivendel y JaeHyun había respirado profundamente y dijo que de verdad se sentía como si hubiera magia aquí. No me sorprendería si los árboles en realidad tuvieran vida...

Me detengo y miro las grandes manos de Taeil, un poco accidentada con las venas.

Aprieto los dedos.

Me importa. Me importa. Me importa. No me dejes.

No me pidas que me quede.

Él juega con mis dedos por un momento antes de que aleje mi mano para girar alrededor de otro tramo de camino sinuoso. Estamos en medio de una curva cuando la canción se enciende.

—Apágalo —pido. Taeil parece sorprendido.

—¿Qué? Esta es una gran canción.

En el ojo de mi mente veo la sonrisa de JaeHyun mientras canta diamonds. Inhalo fuertemente.

—¡Apágalo!

Él lo hace, y el silencio está lleno de preguntas que no quiero contestar.

—Estoy mareado —miento, siguiendo otra curva— La música es demasiado.

Taeil frunce el ceño, aparentemente no me cree, pero lo deja pasar y me pide que me detenga. Lo hago. Él se inclina y me besa profundamente, luego suelta mi cinturón.

—¿Qué tal si yo conduzco un poco?

Intercambiamos lugares y me apoyo contra el asiento preguntándome dónde estara él ahora, cómo será su vida, si también le resulta difícil enamorarse de nuevo. Cierro los ojos y dejo que las vibraciones del auto me lleven a un mundo de ensueño de gigantes y rocas y preguntas sin respuesta.

🌹

Me despierto con Taeil agitándome suavemente.

—Pensé que nos vendría bien una parada. Vi una señal para este lugar y supe que teníamos que venir aquí—Me quito las gafas de sol y froto el puente de la nariz, donde presionaban torpemente. Parpadeo ante la claridad del día. Taeil está diciendo que siempre quiso la oportunidad de venir aquí y, cuando vio la señal, supo que estaba destinado a ser. Me estiro, arrancando un bostezo, y Taeil hace cosquillas en mi estómago. Me rio por instinto y tiro de mi camiseta hacia abajo.

—Donde esta...

Cuevas de Waitomo. El universo me da una bofetada en la cara. Taeil toma nuestras chaquetas.

—Señor Geólogo, ¿estás listo? No.

Lo sigo de todos modos. Cuarenta minutos después, estamos avanzando poco a poco a lo largo de un estrecho pasaje por el hueco de la piedra caliza. Nuestro guía habla de las formaciones, pero apenas puede enfocarme por los escalofríos corriendo a través de mí.

Nuestra canción y ¿ahora esto? ¿Son estas señales?

¿Cuántos terremotos puede soportar nuestra relación? ¿Somos tan fuertes como la argilita?

Agarro mi teléfono en el bolsillo, anhelo llamar a JaeHyun.

Taeil mira por encima del hombro y sonríe. Con cada sonrisa, gusanos de culpa se entierran más en mi vientre.

Si no lo puedes amar por completo, déjalo libre. Él se merece algo mejor.

¡Pero me importa! ¡Realmente lo hace!

Saltamos en un barco. Es fresco y oscuro con un sonido lejano de goteo. Taeil toma mi mano mientras nos deslizamos en la gruta Glowworm.

Suspiro. Es como si estuviéramos flotando en el espacio con las galaxias a nuestro alcance. La oscuridad se espesa y me empuja desde atrás hacia el borde de un acantilado. La prisa es insoportable, ya que se produce junto con los recuerdos.

Como niños en una cueva. Todo lo que quiero eres tú.

Taeil me susurra en el oído, y mi estómago gira. Ahora sé lo que me va a preguntar, y no estoy preparado para ello. Ciertamente no cuando el fantasma de JaeHyun está aquí bailando conmigo.

No. No. No.

—¿Te mudarías conmigo?

Muscovita

El cumpleaños veintidós de JaeHyun.

Mi hermana, Jae In y papá se amontonan alrededor de la computadora en el estudio de papá, lo hacemos por Skype como todos los años. Me escabullo luego de un Feliz cumpleaños, JaeHyun. Él frunce el ceño, pero se despide.

Jae In y papá hablan con él por unos minutos más, preguntándole cómo le va. Sé esto porque estoy parado fuera del estudio, en las sombras.

Una parte de mí no quiere quedarse aquí, forzando una conversación falsa; otra parte no quiere nada más que oír su voz, por siempre, repitiéndolo, aunque no diga nada más que una lista de compras.

—Tenemos noticias —exclama papá. Aguanto la respiración, sabiendo lo que viene porque ayudé a escoger un anillo de diamantes y la banda de oro— Queríamos esperar para decírtelo en persona, pero...

—No podemos esperar —chilla Jae In. Le gesticula a papá para que lo suelte ya. Él ríe, le da un beso y dice—: Tu madre y yo nos vamos a casar

—Vaya, oh Dios mío, ¡felicidades! —El tono de JaeHyun es entusiasta— Ya era hora, supongo.

Jae In comenta:

—También decidimos una fecha.

Irene agrega:

—Es mejor que vengas, hermano. No nos ignores como siempre parece que haces.

—¡Por supuesto que iré a la boda! Nunca los he ignorado —afirma JaeHyun. Tanto papá como Jae In se tranquilizan por eso. Jae In habla primero.

—No me importa qué... Me encantaría que me lleves por el altar...

—Sí. ¿Cuándo es?

Irene se ríe.

—Tienes tres oportunidades.

JaeHyun lo descubre en un segundo.

—¿El cumpleaños de papá? ¿Me estás tomando el pelo?

Papá y Irene dan una risa ahogada.

—Papá quiere todo en su día.

Espera hasta escuchar el tema que tiene.

—¿Mamá? ¿Estás de acuerdo con esto? ¿Una boda de Halloween de cumpleaños con un código de vestimenta inolvidablemente hermoso?

Jae In ríe.

—Suena divertido para mí.

El timbre suena. Los huéspedes de Jae In y papá vinieron para compartir la gran noticia.

Jae In le envía un beso a JaeHyun y se excusa. Papá dice que van a llamar pronto de nuevo.

Ellos se besan mientras dejan la habitación y no notan que estoy agachado bajo el umbral. Descanso mi cabeza contra la pared y cierro mis ojos por todo este romance. Estoy feliz por Jae In y papá, pero todavía estoy mal por la semana pasada.

—Así que... hermana, ¿eh? —comenta JaeHyun.

—Sip, será eterno mientras llega.

—Supongo—Un momento de silencio, y luego—: Taeyong no dijo mucho. Es decir, supongo que es normal. Pero él por lo general se queda. Escucha.

Cierro mis ojos. Irene tararea.

—Solo ignora a Taeyong, JaeHyun. Está abatido porque rompió con su novio.

Silencio. Una grieta en la línea.

—¿Lo hizo?

Irene suspira en mi nombre.

—Sí.

Mi corazón late fuerte en mi pecho, tres o cuatros veces antes de que él responda.

—Oh—Deseo esperar el borde de satisfacción, una pisca de alivio que le da escuchar esto.

Pero su tono es meramente genuino— Espero que esté bien.

Irene da una risa ligera.

—Sí. Igual ya estamos acostumbrados a eso.

Contengo la respiración y rezo para que Irene lo deje ahí.

—¿Acostumbrados a eso? —pregunta JaeHyun.

—Sí. Fue peor cuando te fuiste.

Oro

Papá y Jae In amarraron el nudo, intercambiando bellísimas bandas de oro. La boda fue justo lo que ellos deseaban. Inquietantemente hermosa.

Para la recepción, las puertas del patio se abrían para las ocho mesas redondas, cada una salpicada con doce invitados.

Le doy un sorbo a mi coctel de cerveza de jengibre, pepino y ginebra mientras contemplo la colorida festividad, que es como un mar de crayones derretidos, mujeres usando largas faldas con corsé, hombres usando trajes a medida con chalecos. Algo como el baile de Cenicienta pero con un giro grotesco: sangre derramada, cuerpos partidos, uñas largas y mortíferas, lentes de contacto rojos y cicatrices falsas.

Jae In y papá estaban sentados a la cabecera de nuestra mesa, un arco enmarcándolos por detrás. La tela de araña que cubre el arco está hecha con cientos de cristales de imitación de berilio que brillan bajo las luces detrás de ellos.

Jae In y papá usan blanco; papá, un traje con una rosa plateada seca colgando de su bolsillo; Jae In, un vestido con las mismas rosas plateadas cosidas a su corpiño. Se alimentan entre sí con pesto de oliva relleno con pimientos y se dejan besos en sus dedos.

Una mano aterriza en mi hombro, sacándome de mis observaciones.

—¿Qué estás soñando, minino? —pregunta Yuta, cambiando su silla para que esté más cerca. Está vestido con un traje blanco con botones, una corbata en moño y un sombrero de hongo, además tiene una cruz de madera colgando con una cuerda sobre su espalda. La cual levanta cada vez que Irene se acerca. Marioneta y titiritero.

Mueve una mano en frente de mi rostro.

—Llamando a Taeyong.

Lo aparto con una sonrisa.

—Todo es demasiado, pero estoy muy feliz por ellos. Yuta bebe de su coctel y mira a papá y a Jae In.

—Tienes una familia genial, Taeyong.

Se concentra en mí y sonríe, pero es una sonrisa apenada, una que no estoy acostumbrada a ver en él.

—Espero que algún día pueda ser parte de ella.

Me siento más derecho, mi pie golpeando la pata de la mesa.

—¿Tú y Irene?

No digo el resto, pero se muerde el labio y asiente.

—Nunca pensé que podía tener tanta suerte. Ella es especial.

—Sí, lo es.

—Lo bendecirías, si yo...

—¿Le vas a preguntar?

—Pronto.

Tiro de él en un abrazo.

—Si dañas a mi hermana, haré tú vida miserable.

—Bueno. Si hiciera eso, lo merecería.

Irene viene y le susurra algo a Yuta. Asiente y ella se va.

—¿Qué fue eso?

—Tiene una pequeña cosa que hacer.

Los camareros sirven risotto con parmesano y limón, hongos y almejas fritas y puré de coliflor asado.

La silla de JaeHyun está inquietantemente vacía. Su vuelo llegó hace algunos días, pero además de algunos saludos secos y conversaciones incómodas, nos hemos evitado mutuamente.

Como si quisiéramos decir más pero sin saber cómo, nos escabullíamos a los baños o a la cocina o a sacar la basura cuando nos mirábamos. Lo he visto suficiente como para saber que se ve igual, con más pliegues alrededor de los ojos.

Risa de la que no he formado parte.

Busco en la multitud por su traje de Príncipe Encantador: una chaqueta de oro con botones de latón, borlas que vienen de sus hombros y una faja azul. No veo...

La música y el sonido de la charla disminuyen hasta el silencio. La voz de JaeHyun viene de los altavoces, hay risa a los costados.

—Para mamá y papá, que este día los persiga en sus sueños para siempre.

Los primeros toques del piano hacen eco en mi estómago. Es perfecto en todos los sentidos.

—¡Time Warp! —grita Jae In. Empieza a cantar junto con JaeHyun mientras papá eleva su voz más alta y la voz de Irene golpea los altavoces.

Yuta se ríe de mi expresión. Su gigantesca sonrisa ilumina más la habitación que las luces danzando en el techo como candelabros.

—Ella es genial, ¿cierto?

—Sí, sí—La comida es deliciosa, pero todo lo que puedo hacer es observarla y revolverla.

—¿Estás bien? —pregunta Yuta, mirando mi comida como si quisiera engullir mi plato. Lo deslizo hacia él.

—Perfecto. Necesito el baño de todas formas.

Zigzagueo a través de la multitud hacia el arco que conduce al vestíbulo y a la banda. JaeHyun se ha quitado su chaqueta y toca con energía. Mi hermana y JaeHyun están compartiendo un taburete y un micrófono. Me inclino en las sombras del marco de la puerta y deseo por una forma cómoda para minimizar la distancia entre los dos.

Me escabullo entre la multitud del comedor y hago mi camino hacia la cocina, la cual está temporalmente dispuesta como un bar. Me inclino sobre la barra y ordeno un whisky. Doy un sorbo y observo la mesa principal. Al final de mi bebida, Irene y JaeHyun regresan por su cena.

Bebo el último sorbo de mi whisky, el hielo golpeando contra el lado del vaso. Aros de condensación marcan la barra de mármol.

Alguien tira de mi manga. Me retuerzo. Es Irene en una máscara lisa de muñeca.

—¿Ayúdame por un minuto?

—Por supuesto.

Tira de mi manga y me arrastra de regreso a la habitación donde están arreglados los regalos de la boda. El lado entero de una de las habitaciones está lleno de cajas envueltas de forma colorida con lazos grandes.

—¿Qué sucede? —pregunta, llevando su máscara hacia arriba a su cabello levantado.

—¿Perdón? ¿A qué te...?

—¿Refieres? No pienses que no he notado lo raro que están actuando los dos. Yuta también dice que estabas actuando raro.

Trago.

—No sé de qué estás hablando.

—Eso te puede funcionar con alguien más, pero no con tú hermana. Te conozco. No has hablado con JaeHyun en toda la noche. Casi nada desde que regresó a casa. ¿Qué sucedió?

Cambio el peso en mis botas y pongo una mano en mi espada falsa. La capa que traigo puesta parece que me está ahorcando así que la remuevo. El material negro cae a mis pies.

—Han sido unos días muy ocupados, solo no hemos tenido tiempo...

—No en los últimos tres días. ¿Qué les pasó a ustedes dos? Solían ser los mejores amigos.

—Se mueve a la pila de regalos y pasa su dedo por encima de los lazos y cintas— Incluso hubo una vez que pensé..—sacude la cabeza— No importa.

La confianza en sus suposiciones se demuestra en la forma en que me mira y luego se aparta...

Cruzo los brazos y me estremezco.

—¿Qué pensaste?

Irene deja su mano en uno de los regalos más grandes, plateado con gotas de sangre falsa, el que le di a papá y a Jae In.

—Yo... me refiero...

Su inhabilidad de formar la oración lo confirma. Suspiro, agradecido por la máscara, pero eso no cambia los hechos.

—¿Y si es verdad? —pregunto, con la voz quebrándose.

—No me importa—Levanta su mentón y me mira directamente— Casa rota, reglas rotas. ¿No?

Mi garganta se endurece y cierro los ojos por algunos latidos. Irene cierra la distancia entre los dos y acaricia mi brazo superior.

—Ese tipo de ruptura es algo con lo que nosotros tenemos que vivir y aceptar; pero lo que esté roto entre tú y JaeHyun... todos lo sentimos. Papá y Jae In también. Queremos que las cosas estén bien entre los dos.

Dios, como desearía eso también.

Irene besa mi mejilla debajo de mi máscara.

—Volvamos. ¿Podemos bailar?

Pero no creo que pueda enfrentarme a una multitud. Necesito un momento para controlarme.

—¿Quizá después?

—Claro. Mejor verifico que papá no esté rompiendo a Yuta pedazo por pedazo.

El aire se mueve cuando cierra la puerta. Me muevo hacia la orilla de la ventana y me siento.

Casa rota, reglas rotas.

Respiro en el alivio de sus palabras y me quito la máscara. Miro a la oscuridad afuera, el frío de la ventana contra mi frente. Mi respiración se hace humo en el vidrio y escribo el nombre de JaeHyun con ella. Deseo que las cosas sean como fueron antes.

La puerta se abre. Borro el nombre de JaeHyun de la ventana y me levanto. Papá y Jae In dejan de besarse cuando me ven.

—¿Qué haces aquí adentro?

¿Qué estás haciendo aquí?

—Solo asegurándome de que mí regalo está en orden.

Jae In ríe.

—Tú padre y yo solo queríamos... darle una mirada a los regalos. Sí, eso era lo que estaban haciendo.

—Bueno no dejen que los detenga—Corto hacia la puerta, pero papá desliza un brazo sobre mi cuello— Este es el día más feliz de mi vida. Gracias por hacer todo tan maravilloso.

En la distancia, un grito agudo suena como Yuta. Papá se ríe.

—Y acaba de ponerse mejor.

Sonrío.

—¿Cuántos trucos tienes bajo la manga?

Jae In toma un regalo y lo desenvuelve vigorosamente.

—También puedes encontrar golosinas arriba.

Los dejo en sus engaños y me dirijo hacia el pastel de lava de chocolate. La sangre falsa de Yuta gotea por toda su parte frontal y está maldiciendo bajo su respiración.

—Ellos van a pagar por esto.

—Oh, sí —se burla Irene, golpeando su cuello con una servilleta. Un pedazo de papel atrapa mi mirada. Sobre el plato de mi postre hay un sobre con mi nombre. Me detengo antes de levantarlo. Ninguna nota. Solo una piedra lisa en forma de reloj de arena.

La froto entre mis dedos.

—Ustedes dejaron..—Me detengo antes de preguntarle a Irene y a Yuta si dejaron el sobre aquí. Sé quién lo hizo.

Deslizo la roca en mi bolsillo y lo busco en la habitación. Por un momento pienso que dejó la recepción, pero luego lo veo.

Se ve diferente sin su chaqueta, está usando una máscara hecha con cuadrados plateados que hacen que la luz se refleje como una bola de espejos. Es una máscara diferente que la azul con la que llegó. ¿Espera perderse en la multitud? ¿Piensa que no voy a reconocer sus ojos, su boca, sus orejas, sus manos?

Dejé mi máscara en la habitación de los regalos, pero no voy a regresar allí así que arranco una del mantel y me la pongo antes de hacer mi camino hacia el bar.

Me deslizo en el banco al lado de él. JaeHyun se sorprende, pero no me reconoce. Toma de su bebida despreocupadamente en su lugar.

Ordeno algo de lo que él está tomando.

—¿Estás aquí por la novia o el novio?

La mano de JaeHyun tira de su vaso, pero por lo demás está quieto. Me mira por un largo momento.

—La novia —responde— nos conocemos de hace mucho.

—El novio —replico, inclinándome de forma conspiratoria— Una vez vi a un hombre maldecir a una vieja por meterse en la línea, ella sacó su bastón e hizo que se tropezara en un estacionamiento. Soy Taeyong, por cierto. ¿Quién eres tú, señor amigo de la novia?

JaeHyun ríe con incertidumbre. Su mirada cae sobre el barman y la botella de whisky.

—Llámame Jeffrey.

Levanto mi vaso y bebo profundamente. El whisky caliente quema mientras se desliza por mi garganta. Toso y me rio de mí mismo.

—¿Qué piensas de una boda, cumpleaños y mascarada de Halloween? Creo que el tipo está detrás de los regalos.

—Puede ser. Tiene sentido. Tendrá el doble de muchos. ¿Qué le compraste?

Sonrío.

—¿Ves el regalo más grande?

—¿El que está tomando toda una esquina de la habitación?

—Sip. Ese es mío.

—¿Qué es?

—Veinte cajas de cartón cada una más pequeña que la anterior.

—Ouch. ¿Qué te hizo?

Me encojo de hombros.

—Es mi padre. Esa es razón suficiente—Tomo otro sorbo— Pero hay un álbum de fotos de nuestra familia en la última caja.

JaeHyun mueve el hielo en su vaso.

—¿Familia grande?

—No, solo rota.

—Lo siento.

—No lo estés. Familias rotas, reglas rotas. Tengo dos cumpleaños, dos Navidades, dos grandes hogares. Espero que el álbum le muestre cómo lo amo a él y a Jae In.

Pestañea y separa sus labios. Sueno mi vaso contra el de él.

—¿Qué es lo que haces, Jeffrey?

Se aclara la garganta.

—Acabo de terminar la universidad, soy maestro de escuela, pero planeo viajar por Europa por un año antes de asentarme en una carrera de enseñanza.

Controlo mi sorpresa y bajo el vaso hacia la condensación de la mesa. Sé que JaeHyun terminó el entrenamiento de maestro, pero no sabía que estaba planeando viajar.

—Vaya—Tomo un trago más largo— ¿Cuándo comienza tu aventura?

—En un par de semanas. Quería estar aquí para la boda primero. Asiento, tratando de sacudir la decepción. ¿Todo un año lejos?

¿Cómo es que estar en Europa es diferente a estar en Dunedin si nunca hablan de todas formas?

—¿A dónde irás?

—A todos lados, de verdad. Empezaré con Alemania e iré desde allí.

—Suena maravilloso. Asegúrate de ir a Turquía para ver las chimeneas de Gorme, la Calzada del Gigante en Irlanda y, por supuesto, Stonehenge.

—¿Has estado allí?

—No, pero algún día lo haré. Después de que termine mi maestría.

—En verdad deberías.

—Maestro de colegio, ¿cómo es eso? —¿Qué ha pasado contigo en los últimos años?

¿Qué me he perdido?

—Enseñé una clase donde un chico se le atascó la mano en una tuba. No sé cómo lo hizo, pero solo se atascó allí. Tratamos de jalarla, rotarla, incluso usando agua con jabón para ablandarla. Tuve que mandarlo a primeros auxilios. La clase estaba en ruinas y la única forma en que pude tener la atención de todos fue contándoles cómo me quedé trabado hasta mi cintura en lodo cuando estaba de excursión hace unos años. Me tomó tres horas con la ayuda de uno de mis amigos para poder liberarme.

Sacudo mi cabeza, sonriendo.

—Lo que no le dije a la clase fue que perdí mis pantalones en el proceso y salí desnudo— JaeHyun se retuerce y toma otro sorbo— Nunca conseguiré que se olvide.

—Esa es una buena.

—¿Qué hay de ti? —pregunta— ¿Alguna historia embarazosa? Me encojo de hombros. Qué demonios.

—Mi ex y yo fuimos a saltar en bungee al puente Kawarau cerca de Queenstown el año pasado.

—Saltar en bungee. Suena loco.

—Cuando estás en el puente, ellos te preguntan si quieres tocar el agua. No tenía otra mudada conmigo, así que dije que quería tocarla pero no hundirme. Manipularon las cuerdas hasta que fue mi turno. Me asusté antes de los últimos minutos y salté. Me estrellé contra la superficie del agua y reboté hacia arriba. Todo fue tan apresurado que no me di cuenta de inmediato que algo faltaba. Pero cuando los saltos disminuyeron, me di cuenta del aire frío en mi trasero y... allí fue cuando me di cuenta de que el agua había empujado mis shorts hacia mi entrepierna y estaba enseñándoselo a todo el mundo.

JaeHyun da un bufido y golpea la mesa de la cocina.

—Mierda.

—Sí. Lo peor fue que lo grabaron y trataron de vendernos el video.

—¡Oh, Dios, por favor di que lo compraste!

—¿Estás bromeando?

Se ríe más fuerte. Compartimos varias experiencias que preferiríamos olvidar; JaeHyun se disculpa para ir al baño. Cuando regresa, está cargando un plato con pastel de lava de chocolate y dos tenedores.

—Amo el chocolate —confiesa— No me podía perder esto. ¿Quieres un poco? Tomo el tenedor que me ofrece y comenzamos a comer.

—¿Viniste con alguien? —pregunta JaeHyun con una mirada a los invitados.

—No. Soltero. ¿Tú? —Detengo el tenedor lleno de pastel en mis labios.

—Yo también.

Como el pastel y mantengo su mirada por más tiempo que antes. Descansa su tenedor en el plato y lo imito. Tomo mi camisa y deshago un botón.

—Está mal ventilado aquí. ¿Quieres ir a caminar?

—Seguro.

Lo conduzco afuera por un enrejado. Cuando llegamos a la orilla del arbusto, se detiene y me mira.

—Por este lado —indico.

Las hojas de los helechos raspan nuestros lados mientras seguimos el camino oscuro.

Nuestros pasos hacen un sonido sordo en el camino lleno de tierra.

JaeHyun duda, me detengo con él. Su máscara refleja los trazos de la luz de la luna que se cuela por los árboles. No puedo estar seguro, pero creo que una sonrisa está tirando sus labios.

—¡No puedes esperar que te siga dentro de un arbusto en medio de la noche! Las palabras remueven un recuerdo anterior, creo que ese era el propósito.

—Y aun así, aquí estás.

Me sigue hacia la cueva, hacia el arroyo balbuceante. Si escucho atentamente, creo que voy a escuchar cómo nos cuentan nuestra historia.

Fuera de la cueva, me detengo.

—Desde ahora tenemos que susurrar. Ven.

Está cerca detrás de mí mientras nos movemos dentro de la cueva. Por un momento, me inclino en su calidez y observo su suave y dulce sonrisa.

Las luciérnagas se ven más brillantes que nunca. Quizás están celebrando nuestro retorno.

—Hace mucho tiempo que estuve aquí.

—¿Cuánto? —susurra.

—Años.

Trato de contar las luces perladas verdes, pero, como siempre, no termino. JaeHyun se gira y sale.

Salgo unos momentos después. Está de pie en el arroyo, tocando su máscara como considerando levantarla. Aparta su mano.

—Gracias por traerme aquí.

—¿Quieres regresar?

Asiente.

Cuando regresamos al jardín, nos desviamos hacia el rincón y nos sentamos en la banca sucia con telas de araña de verdad. La madera helada muerde a través de mi camisa.

Saco la piedra de reloj de arena de mi bolsillo. JaeHyun me está observando, así que se la entrego.

—Conseguí esta hoy.

Su voz está por romperse.

—¿Qué es?

—No estoy seguro —admito— Puede ser cualquier cosa.

—¿Qué piensas que puede ser?

—Una disculpa. O quizás alguien me extraña tanto como yo lo extraño.

Su respiración se traba.

Continúo:

—Pero no estoy seguro de que eso sea posible.

—¿Por qué no?

—Porque el chico que me dio esto me rompió el corazón. He pensado en él y lo he extrañado cada día por cinco años. Cada día.

—¿Quizás es lo mismo para él? —Está observando la piedra en su mano.

—Tal vez.

—¿Eran cercanos? —Pelea con la piedra, sin levantar su mirada hacia mí.

—Solíamos pasar el tiempo en la cueva cuando éramos niños.

Sus ojos se cierran. Le arrebato la piedra de su mano y la deslizo en mi bolsillo.

—Está helado, regresemos a la recepción.

De regreso adentro, vamos al bar y ordenamos dos whisky más. Alimenta los nervios en mi estómago y manda escalofríos para las puntas de mis dedos. La máscara es pesada contra mi nariz y la ajusto.

—Me gusta —comenta— Tú máscara.

Me rio.

—Espero que eso no sea todo lo que te gusta.

—No.

La respuesta directa me desembriaga.

El hielo inunda mi mano donde aprieto el vaso. Doy un sorbo, mirando a los camareros mientras se apresuran a llenar bebidas y a limpiar derrames.

Su mirada quema el lado de mi cara como el whisky quema mi garganta.

—¿En qué estás pensando, Jeffrey?

Me muestra su mano.

—¿Te gustaría bailar, Señor Hijo del Novio?

Mi respiración se atrapa.

—Llámame Taeyong.

Envuelve su mano alrededor de mí helada mano y me guía hacia la pista de baile.

Diez parejas bailan vals. Entre ellos, Irene y Yuta están compartiendo un tierno beso.

Jae In y papá están a los lados apuntando hacia los pies de las personas y discutiendo algo.

JaeHyun tira de mi brazo lo suficiente como para hacerme girar. Se desliza más cerca, poniendo su mano derecha en mi cintura, hacia mi espalda. Pongo la mano en su hombro. Da un paso hacia adelante a un vals simple y duda.

—¿Lo siento, querías guiar?

—No me importa. Soy versátil. Sus labios tiemblan.

—Yo también, pero si lo prefieres...

—Guía, por favor.

Da pasos confiados, pero sus ojos mantienen un brillo vacante. La primera canción termina y la siguiente empieza. Aprieto su hombro.

—Sabes... ¿el tipo del que te hablé?

—¿Él que piensas que te dio la piedra?

No doy un paso hacia atrás tan lejos como él, por lo que nos acerco centímetro más.

—El que que me dio la piedra.

—¿Qué hay con él? —Sus palabras golpean mi cuello y hacen túnel en mi garganta.

—Es un músico. Un músico brillante.

Su agarre se tensa.

—¿Lo es?

—Sí. Debiste haberlo escuchado tocar y cantar con mi hermana antes.

—Yo no llamaría su actuación brillante.

Sonrío.

—Toca como un acompañante de ópera, ballet y danza moderna. Incluso tuvo una apariencia con la Orquesta de Dunedin.

—¿Solo cosas clásicas? Suena pretensioso.

—Pero no lo es. Él hace a las multitudes llorar. Los hace gritar por más.

Pestañea.

—¿Eso es verdad?

—Sí. Lo sé. He estado en todos los conciertos que ha dado.

Él falla un paso.

—Lo siento, yo...

—¿Estás bien?

Mantiene mi mirada y luego me devuelve al vals. Su toque tierno hace cosquillas en mi piel con escalofríos.

—¿Por qué irías a sus conciertos si rompió tu corazón?

—Él significa mucho para mí como para no ser testigo de su éxito.

—¿Los has visto todos?

—Sí —susurro en su oído—Y son brillantes.

Se estremece y nos presiona más cerca con cada paso.

—Eso es asombroso de tu parte.

—¿Crees que le hubiera importado de haber sabido que estaba allí?

—Creo que se hubiera conmovido. Imagino que desea haberte invitado en primer lugar.

—Pero no lo hizo.

—El tipo es un tonto.

—¿Me pregunto si ha cambiado pero no sabe cómo decírmelo?

—¿Puede ser ambos un tonto y haber cambiado?

—No lo creo.

—Quizás esté entre los dos, no es más un tonto porque sabe que ha hecho mal, pero aún no ha averiguado cómo cambiar.

—¿Piensas que eventualmente lo hará?

JaeHyun se encoge.

Jae In y papá están espantando a la mitad de los bailarines con sus pasos extraños. La canción se va apagando y tiro del agarre de JaeHyun.

—¿Otra bebida, Jeffrey?

—Por favor.

—Las tomaré y podemos ir a un lugar callado. ¿Suena bien?

Su manzana de Adán se pone recta cuando traga y asiente.

Cuando regreso con los dos whisky, lo guío hacia arriba hacia el balcón. La música se eleva distante desde abajo, pero, aparte de eso, está callado.

Nos acurrucamos en la brisa fresca, nuestras bebidas descansando en la madera helada de la orilla del barandal. El arbusto por el que caminamos es una silueta oscura contra las estrellas del cielo.

—Creo que tienes razón.

—¿En qué?

—Mi chico no es realmente mío en este momento—Lo miro y él me imita— Estoy feliz de haberte conocido esta noche, Jeffrey.

Su mirada corre por mi máscara hacia mi nariz y se detiene en mi boca.

—¿Lo estás?

Me arrastro más cerca.

—Quizá puedas ayudarme a enseñarle a mi hombre lo que se está perdiendo. Su respiración se atora y su mirada viaja a la mía.

—¿Qué tienes en mente?

—Si nosotros fuéramos..—Deslizo una mano hacia abajo por sus caderas para atraernos hasta que nuestras duras entrepiernas se encuentran— a acércanos así—Mi voz baja a un susurro—:Quizá podamos ponerlo celoso de ti.

—¿Y si no funciona?

—Entonces tuve una noche increíble con un chico atractivo llamado Jeffrey, amigo de la novia.

Me besa. Nuestras máscaras y narices chocan, sus labios están presionados juntos contra los míos, succionando mi labio inferior. Sus labios se presionaron fuertes contra mí y gimo en su beso, profundizándolo con mi lengua. Presiono mi entrepierna contra la de él y delicadamente empujo mientras tomo la parte de atrás de su cuello y lo masajeo más cerca.

Se mueve, su cuerpo presionado contra el mío, y, de repente, se mueve apasionadamente contra la barandilla y uno de nuestros vasos cae y se rompe.

—Dios, eres hermoso —murmura, rozando su nariz contra la mía y mirando a mis ojos antes de regresar a nuestro beso— Pero no puedo hacer esto —masculla mientras sus besos viajan sobre mi cuello y debajo de mi oreja— No puedo. No es justo para ti.

—Por supuesto que puedes, Jeffrey—replico—Solo eres algo de una noche. Sé que no debo esperar por ti por la mañana.

—Eso no está bien—Vuelve a decir, pero sus manos exploran mi espalda y me mantiene tan cerca que su corazón martillea contra mi pecho.

—Por favor no te detengas —le susurro.

—Taeyong...

—Por favor.

Duda por una fracción de segundo, como si estuviera intentando con cada onza de su fuerza apartarse, pero no puede. Sus cálidos labios se presionan contra los míos una vez más y sus dedos hacen cosquillas mientras los pasa por mi cuello hacia mi cabello.

Una brisa helada golpea mi espalda y, con ella, nos empujó por la puerta del balcón y hacia mi habitación.

Las luces están apagadas y está oscuro, pero nos tropezamos con mi cama, pateamos fuera nuestros zapatos y bajamos nuestros pantalones mientras estamos unidos en besos. El calor de su polla dura empuja la mía, y la longitud de su entrepierna se presiona cálidamente contra mi pierna. Lo empujo de nuevo, provocando un gemido animalista.

Sus dedos están temblando como los míos mientras batallamos en quitar los botones de nuestras camisas. La de él sale primero y cae al suelo.

JaeHyun reajusta su polla para que esté en medio de mi entrepierna, frotando suavemente contra mis pelotas. Termina el último botón y pasa sus manos por mis hombros y bajo mis brazos hasta que mi camisa está con la de él. Toda su longitud está contra la mía, todo es caliente excepto por la mordida helada de su gancho entre nuestros pechos.

Nos conduzco hacia mi mesa de noche, donde saco suplementos. Me está doliendo no tenerlo dentro, por hago un rápidamente le pondo condón y lo lleno de lubricante. Pongo demasiado en mi mano y JaeHyun toma un poco en sus dedos y toma mi polla en sus manos, acariciándola con amor.

Sus dedos lubricados se acercan a mis bolas y se presionan tentativamente contra mi entrada. Yo quiero, necesito, más. Me acuesto en la cama y JaeHyun gatea encima de mí. Su mano gentilmente prueba mi anillo, me besa y succiona mi pezón. Su máscara araña la parte superior de mi hombro, recordándome contenerme de gritar su nombre.

Este es Jeffrey. Esta noche, es Jeffrey.

No, no lo es.

¿Ahora quién es el tonto?

—Por favor —ruego, después de que ha trabajado en mí con sus dedos.

Besa un camino en mi estómago hasta mi mentón y el gancho choca contra mi piel en su camino.

Toma su pene, poniéndolo en ángulo con mi entrada. Succiona en un jadeo y me besa duro.

—Por favor —repito mientras la cabeza de su polla empuja dentro de mí— Todo lo que quiero es a ti.

Se desliza todo el camino hacia adentro y tomo su cintura mientras me curvo contra él. Se endereza y presiona su frente contra mi oreja, su respiración áspera hace cosquillas en mi cuello.

—Taeyong.

Trago las elevadas emociones y me concentro en cuán lleno me siento, cómo mi polla está frotando contra su piel, cómo mis dedos están doblándose, la forma en que las sabanas de seda se sienten contra la parte de atrás de mí entrepierna.

Entierro mis dedos en sus caderas. Rompe en un empujón que me levanta con una deliciosa necesidad de la que necesito más.

Empuja dentro de mí como un vals, tres veces y gira sus caderas, una y otra vez hasta que escucho la música y siento el ritmo contra mi piel.

Me besa una vez más y cierra una mano alrededor de mi polla.

Me endurezco con el placer y ambos dejamos salir un gemido. Sus embestidas me llevan más y más cerca del borde. Quiero tanto venirme, pero no quiero que esto se termine. No quiero que esto termine nunca.

Como si pudiera leer mi mente, empuja más lento pero no me suelta. Peleo para no entregarme al placer de sus movimientos y la forma en que su dedo pasa por la cabeza.

Me mira, su mandíbula presionada con pasión, pero nunca cierra sus ojos. Su máscara brilla, pero sus ojos están trayendo mi alma a la de él. Es tan íntimo en una forma en la que nunca lo he experimentado. Estoy en un lugar entre el pánico y experimentar la mayor liberación de mi vida.

Muerde sus labios y se mueve más rápido en mí. La cama gime con nosotros y me aferro al trasero de JaeHyun con fuerza, presionándolo dentro, dentro, dentro.

Los movimientos de mi polla están a tiempo con los de él y, cuando presiona su boca contra la mía y llama mi nombre sobre mis labios, me corro con él, gritando mientras mi orgasmo estalla fuera de mí y sigo corriéndome, corriéndome, corriéndome.

Malaquita

Seguí su blog a través de Alemania, Francia, España, Grecia, Turquía y Escocia. Desearía haberle dado un trozo de malaquita para protegerlo en sus viajes.

Malaquita, un mineral de hidróxido de carbonato de cobre. Mineral. No un talismán protector.

Él es JaeHyun, un pianista viajando por el mundo antes de establecerse como profesor. Su propia persona. No mío.

Esta noche, publica sobre Inglaterra.

Estoy en casa de mamá para nuestro asado semanal, pero no tengo hambre. Paul me ofrece el jarrón de salsa, pero ahogar las verduras secas no va a hacer la diferencia. Picoteo el pollo y como unos pocos chicharros. Después de un poco de patatas, dejo mi cuchillo y tenedor sobre el plato.

Mamá me mira, arqueando una ceja inquisitivamente.

—Desde que empezaste a vivir en el apartamento, has descuidado tu dieta.

—No tengo hambre ahora mismo —murmuro. Le pregunto a Irene dónde está Yuta esta noche.

Mamá la interrumpe antes de que responda.

—No es solo ahora. No has tenido hambre en meses y te estás viendo delgado—Mira hacia Irene— Haz que tu chico lleve a este a una noche de chicos. Creo que lo necesita.

—Lo que necesito —aclaro, apartando mi silla de la mesa— Es estar malditamente en Inglaterra.

Me voy. Todo me está llevando por el camino equivocado, incluso la forma en que el conductor del autobús me dio un alegre saludo más temprano. No, no tuve un buen día. Maldita sea.

Mis días son inquietos, como si hormigas estuvieran caminando por mis venas, haciendo cosquillas en mi interior, así que no puedo tranquilizarme.

Me detengo en la puerta de mi dormitorio. Luce más pequeña de lo que solía hacerlo. Incluso las cajas de herramientas alineadas a las paredes no parecen tener la presencia que tuvieron alguna vez. Respiro el aire viciado, luego le doy la espalda a mi yo más joven y me dirijo afuera.

El porche cruje bajo mis pies y el aire de invierno muerde mientras me agacho, apoyándome contra la casa. Saco mi teléfono.

Inglaterra, Stonehenge

Una imagen con una corta leyenda abajo:

Algo falta.

Froto mi teléfono por mi frente, tratando de suavizar el fuerte ceño que parece estar pegándose a mi piel.

Las tablas de madera crujen, y levanto la vista. Mamá se encoge en un abrigo de invierno marrón y se dirige hacia mí. Suspira y se deja caer a mi lado, envolviendo una bufanda de angora verde alrededor de mi cuello.

—Es JaeHyun, ¿verdad?

—¿Qué?

Toma mi teléfono y lo desliza en su bolsillo.

—Lo extrañas.

Golpeo mi cabeza contra el costado de la casa y miro la luna creciente.

—Es complicado.

—Ah —murmura con ese tono sabelotodo que tienen las madres—Ya veo.

Dejo caer mi cabeza en su hombro y acaricia mi cabeza en esa manera torpe que tiene.

—Está bien —susurra. Por un segundo, las estrellas parecen las luciérnagas en nuestra cueva—No es como si fueran hermanos de verdad.

Lágrima de Apache

Se dice que los que tienen una lágrima Apache nunca lloran de nuevo.

La leyenda habla de un ataque sorpresa contra los apaches, en el cual cincuenta de setenta y cinco hombres fueron asesinados. Los restantes veinticinco se refugiaron en el borde de los acantilados, donde eligieron saltar en lugar de ser asesinados como sus hermanos.

Las apaches mujeres, las amantes, madres, hermanas e hijas se reunieron en la base del acantilado y lloraron a sus seres queridos. Su dolor fue tan grande que sus lágrimas se volvieron piedras negras.

Sostener esta piedra a la luz revela el brillo de la lágrima de Apache y es de buena suerte para aquellos que la tienen. Ellos nunca van a llorar de nuevo ya que los apaches lloraron suficiente por ellos.

Sostengo esta piedra después de enterarme de que el cáncer de Jae In ha vuelto.

La sostengo después de enterarme de que el cáncer se ha extendido a su medula ósea, pulmones e hígado.

La sostengo después de ver a papá llorar que es el hígado el que se la llevará lejos de nosotros en unos meses.

La sostengo después de escuchar a papá diciendo que JaeHyun acortara su viaje y regresará a casa.

La sostengo después de que Irene me abraza, entonces Jae In se sienta fuera, en la hierba, en el lugar donde ella y papá se casaron.

La sostengo, pero no se lleva ningún dolor.

Las mujeres apache no lloraron lo suficiente por Jae In.

Piedra azul de Stonehenge

Irene está sobre la mecedora kauri que le di. Me sonríe en la puerta de la sala del comedor mientras Jae In se hunde en los cojines.

Las puertas del patio están abiertas y una brisa cálida mece los árboles y los pliegues de la falda de Jae In, ella agarra los brazos de la silla y las piedras.

—Esto es precioso, Irene.

Papá aprieta a Irene en un abrazo y se desliza en la cocina para hacer té. Está de espaldas a mí, sus hombros están más arriba que de costumbre, como si estuviera rígido por la preocupación.

Empujo la puerta de entrada para ayudarlo cuando suena el timbre.

—Yo me encargo de eso.

Con todas las ventanas que tiene esta casa, es extraño que la puerta sea tan sólida, tan oscura, tan impenetrable. Agarro el mango fresco, listo para dejarlo entrar.

Tiro de la puerta para abrirla.

JaeHyun se encuentra en el porche con su maleta y un bolso de mano. Está más curtido desde la última vez que lo vi en la boda de Jae In y papá, pero a diferencia del traje suave que llevaba entonces, lleva vaqueros manchados con la comida y vino de vuelo. Incluso con gafas de sol, la hinchazón de sus mejillas revela sus lágrimas.

—Estás en casa—Me ahogo.

No se mueve hacia adelante para abrazarme o incluso empujar más allá de mí. Es como si tuviera miedo de cruzar el umbral de la verdad. Recojo sus maletas y las arrastro dentro. Son pesadas con un centenar de recuerdos de diversión y risas.

—Voy a ponerlas en tu habitación.

Me detiene, finalmente cruzando el umbral.

—Espera. Tengo algo ahí para ella.

JaeHyun baja la cremallera del bolsillo delantero de su gran bolso y saca una pequeña caja. Salta a sus pies, deslizando las gafas de sol sobre su cabeza. Las lágrimas han hecho sus ojos de un sorprendente azul.

—¿Dónde está?

—En el comedor, por el patio.

Agarra el regalo y se dirige hacia su madre.

Muevo sus cosas a su habitación y bajo las escaleras.

Papá todavía está de pie en la cocina, de espaldas a nosotros, incluso aunque el agua está bien y verdaderamente hervida. Irene está en el patio regando las plantas en macetas y JaeHyun está colocando un colgante sobre la cabeza de su madre.

—¿Qué es? —pregunta.

—Piedra azul de Stonehenge—Una piedra preciosa utilizada durante siglos en medicina alternativa— Va a ayudarte a sentirte mejor.

Una taza se cae y se rompe en el suelo. Me apresuro a la cocina para ayudar a papá a limpiar. Es mi taza la que se le cayó, la del Encantador de rocas. Aunque está más allá del rescate, guardo las piezas en una bolsa de todos modos.

Papá está sentado en el suelo apoyado contra un armario. Me agacho junto a él y descanso una mano en su rodilla, frotando la tela.

—Ven conmigo —indico— Por la tarde, solo tú y yo. Deja que Jae In tenga tiempo con su hijo para que se rompa a su forma.

—Sí —acepta, pasando una mano por su pelo canoso— Probablemente es una buena idea.

Caminamos las crestas de las colinas, donde las agujas de pino endulzan el aire. Las aves golpean y cacarean y silban por encima. Me pregunto si están conversando acerca de nosotros:

Parecen más bien sombríos, ¿no? Puede que hayan construido un nido en las sombras y nunca vean el sol.

Pobrecitos. Alguien debería enseñarles cómo volar.

Un pájaro pimpollo con plumas iridiscentes oscuras se abalanza en frente de nosotros, llevándonos a un alto repentino en el medio de un parche de sol.

—Jesús, eso estuvo cerca.

Me giro en un arco para encontrar el pájaro de nuevo. Veo sus plumas color ópalo negro en el árbol a nuestra izquierda.

—Es un Tui.

Tui. Tui. Tui.

La palabra es imitada. Sí, definitivamente un Tui.

—¿Escucha eso? Es increíble.

Papá asiente.

—Sonó como tú. Jae In estaría fuera de sí misma. Ama los Tuis.

Ama los Tuis. Ama los Tuis. Ama los Tuis.

Y suena un poco como ella los ama, ¿eh?

Papá se ríe, los surcos de sus patas de gallo se profundizan.

—Eso es hermoso.

Lanza un brazo alrededor de mis hombros y me besa la sien.

Eso es hermoso. Eso es hermoso. Eso es hermoso, dice el pájaro.

Lo es.

Cuarzo Ahumado

En casa, JaeHyun está sacando los ingredientes del refrigerador y de la despensa para la cena. Jae In está sentada en su silla mecedora con una libreta y una pluma, dejando que la tinta fluya sobre las finas líneas azules mientras escribe. Papá le besa la mejilla y deja de escribir para preguntar qué hicimos. Se ríe cuando tomo una respiración y me muevo hacia la cocina.

JaeHyun.

Levanta la vista hacia mí y se hace a un lado, ofreciéndome espacio junto a él. Pero no dice nada. Tomo una tabla para picar y un cuchillo afilado, luego me dispongo a cortar las cebollas. Hacen que mis ojos piquen, pero ya estoy acostumbrado a eso. Pico hasta que JaeHyun está listo para ellas.

Sisean cuando tocan el sartén. JaeHyun las revuelve en la mantequilla con una larga cuchara de madera y lánguidos golpes, moviendo los trozos como si estuviera escribiendo algo.

—¿Cómo estuvo Europa? —pregunto cuando los champiñones se están friendo y la pasta hirviendo. Inclino la tapa de la olla para que el agua no se derrame.

—Bien para mí.

—¿Mejor que casa?

Deja de mezclar y me mira directamente a los ojos.

—Sé que tenemos que hablar—Traga y mira hacia su mamá y nuestro papá— ¿Pero puedes esperar?

Puedo. Tengo. Siempre lo haré.

Cuando la cena está lista, papá llama a Irene y a Yuta, y todos nos sentamos alrededor de la mesa y comemos.

Jae In nos sonríe a cada uno, le guiña un ojo a Yuta, quien se sonroja con el color de las rosas en el centro de la mesa.

Jae In come unos pocos bocados más de lo que ha comido durante el último par de días.

—Esto sabe bien, JaeHyun. ¿Champiñones y crema de pimiento?

—Tú me enseñaste.

Pico la pasta que JaeHyun me sirvió, preparándome para sacar todo el pimiento antes de escarbar más.

Frunzo el ceño a JaeHyun, quien gira su pasta en su tenedor.

Le quitaste todo el pimiento por mí, ¿no es así?

Yuta aclara su garganta.

—Oye, JaeHyun.

—¿Sí?

—Knock—knock.

JaeHyun levanta una ceja.

—¿Quién es?

—Testa.

—¿Testa quién?

—Augh, también te extrañé.

Irene lo golpea en la parte posterior de su cabeza.

—¡Yuta!

Papá y Jae In se ríen, JaeHyun sonríe por primera vez desde que llegó a casa. Podría besar a ese tonto chiste un poquito, es como los cuarzos ahumados, aliviando inmediatamente la tensión en la habitación.

—Tengo otro —agrega Yuta mientras se gira para enfrentar a Irene— Knock—knock.

Una risa corta.

—¿Quién es?

—Team.

—¿Team quién?

—También te amo—Aguanta la respiración y Irene sonríe. Yuta empuja su silla hacia atrás y se pone en una rodilla. Saca de su bolsillo una caja de terciopelo y la abre. Irene jadea— ¿Te casarías conmigo?

Irene muerde su labio y lanza sus brazos alrededor de su cuello, tirándolo hacia atrás hasta que la silla detrás de él se inclina y se caen al piso, riéndose.

—¿Eso es un sí?

—Me encantaría casarme contigo.

Papá se inclina y besa la cara resplandeciente de Jae In. Me pongo de pie con mis piernas temblorosas y todo está borroso cuando doy vuelta a la mesa. Irene y Yuta se están levantando del piso y, cuando mi hermana está de pie, la levanto en un abrazo y la giro alrededor. Su risa sopla contra mi oído.

—Estoy tan feliz —exclama y me aprieta de vuelta.

La bajo e invito a Yuta a un abrazo de hombres con tres golpes rápidos en su espalda.

—Bienvenido a la familia. ¿Recuerdas lo que te dije en la fiesta de Halloween—cumpleaños— mascarada—boda?

Resopla una bocanada.

—Como si pudiera olvidarlo.

Papá chilla.

—Recuerda también lo que dije.

—¿Dijo? —Yuta grita— Usted demostró lo que haría.

—Sí, pero si rompes tu promesa, la próxima vez no será con utilería.

Papá es escalofriante cuando quiere serlo.

Me rio y lo abrazo también. Aspiro el olor a pino en su ropa.

—Jesús —suelta— Todos están creciendo. Próximamente tú y JaeHyun también estarán comprometidos.

Sé que no quiso decir comprometidos entre nosotros, pero mi corazón se salta un latido.

JaeHyun está abrazando a su mamá, pero me está mirando a mí.

—Gracias, Yuta —murmura Jae In cuando JaeHyun se aleja— Deseo que tú y Irene tengan un futuro brillante y hermoso. Incluso tal vez den ese nieto algún día —agrega, pinchando el trasero de papá.

Él brinca y frunce el ceño a Yuta.

—No por un largo, largo tiempo.

Jae In sonríe, tomándole el pelo a papá.

—Serás un maravilloso abuelito.

Mira hacia JaeHyun y yo.

—También serán los mejores tíos.

JaeHyun se escabulle fuera del comedor y sus pisadas golpetean escaleras arriba. Jae In hace un movimiento para levantarse, pero papá palmea su hombro.

—Dale al chico algo de tiempo. Está afectado por el cambio de horario y cansado.

Necesita su espacio.

Me escabullo fuera lo más rápido que puedo, dirigiéndome arriba hacia el salón de juegos donde está tocando algo suave en el piano.

Cuando termina, me enfrenta.

—Un poco oxidado —comenta— No he estado practicando tanto como debería.

—Suena bien para mí.

—¿Estás viviendo aquí?

Inclino mi cabeza.

—Quedarme en mi departamento no estaba funcionando para mí. A pesar de que estuve acampando aquí de nuevo por un tiempo.

Esto no era toda la verdad. Vine a casa con mis maletas la semana pasada. Jae In se va a quedar en casa por fin y quiero estar allá.

—Yo también —replica JaeHyun, cerrando la tapa del piano y poniéndose de pie.

—Supongo que eso nos hace vecinos de nuevo.

—Como en los viejos tiempo.

—Pero sin cambiar casas.

Atraviesa la habitación y, por un momento, creo que va a acariciar mi mejilla, pero frota sus ojos.

—Me alegro por eso—Bosteza— Realmente necesito dormir.

Caminamos hacia el pasillo y vamos hacia nuestras habitaciones. Nuestras miradas parpadean hacia el balcón antes de que cada uno abra su puerta.

—Buenas noches, JaeHyun.

—Que duermas bien, Taeyong.

Dejo caer la longitud de mi cuerpo sobre mi cama, agarrando mis edredones. Respirando en la inmovilidad, repito la infame noche del Halloween—cumpleaños—mascarada—boda.

Lazurita

Papá se queda al lado de Jae In leyendo para ella, jugando, viendo películas y tomando siestas con sus dedos entrelazados con los de ella. A medida que las semanas pasan a meses, a él le brotan lágrimas cada vez que entra en su habitación. Duerme menos y toma tragos diarios en su estudio.

Llevo la mecedora junto a su cama, dando a papá el tiempo que necesita para recomponerse. Entiendo, sin embargo. Jae In ha perdido tanto peso, su rostro demacrado está lleno del dolor que sus medicamentos no pueden quitar. Trata de comer para nosotros, pero no quiere. Solo quiere dormir.

Y entonces una oleada de energía la invade.

Esta mañana decidió que necesitaba aspirar las alfombras.

Una extraña luz de esperanza se enroscó con fuerza en mis entrañas. ¿Podrían los médicos haber conseguido erradicar todo el mal?

Siento la risa histérica de papá y veo su mano buscar la de ella en la mesa del comedor mientras comparten un yogur.

Entonces se acurruca en la cama como lo hace todos los días normales. Papá no ha salido de su estudio desde entonces.

—Es difícil para él verme así —aclara Jae In.

—¿Y no es difícil para mí?

Saca la lengua.

—Soy la bruja que te robó a tu padre. Piensa en esto como un reembolso.

Sacudo la cabeza.

—No, Jae In. Hace mucho tiempo estaba enojado, pero hace mucho de eso, ahora..—Te amo— me has llegado a agradar.

Se ríe, pero viene con una mueca de dolor.

Me mezo en la silla mientras escuchamos la música agitada de JaeHyun a través de las paredes. Tres, cuatro, cinco canciones pasan antes de que Jae In hable de nuevo. Cuando lo hace, es susurrado:

—¿Qué te pasa, Taeyong?

Me encuentro con su preocupada mirada azul, se parece tanto a JaeHyun que me hace temblar.

—Nada.

Niega en desacuerdo y mira hacia la lámpara que gira con las vibraciones de la música.

—Llevas tus emociones en el rostro. Has estado triste desde que JaeHyun volvió a casa.

Suelto una risa áspera.

—¿Crees que JaeHyun me pone triste?

—Sí. Creo que es mi chico el que más toca tu corazón.

La música parece hincharse, parece llenar la habitación y convertir mi piel en escalofríos.

—No sé de qué estás hablando.

—Soy una mujer moribunda. No tengo tiempo para mentiras.

Cierro los ojos y una lágrima se escapa. Mi garganta se siente como si hubiera sido arañada con mil mondadientes.

Jae In continúa:

—Solían ser tan cercanos. Desde el comienzo, tú y mi hijo tuvieron chispa—Mi respiración se estremece. La voz de Jae In se suaviza—Solía mirarte como si llevaras las respuestas a los misterios de la vida. Cuando estabas fregando los platos, se sentaba a la mesa más larga solo para verte. Cuando estabas donde tu mamá, lo encontraba acurrucado en tu cama con una de tus piedras.

—¿Él hacía eso?

—Sí.

Esta conversación se siente como una confesión. Tengo miedo de lo que ella podría decir; sin embargo, es exactamente lo que más anhelo. Cuando no dice nada durante un largo tiempo, agarro los brazos de la mecedora y pregunto:

—¿Es papá el padre de JaeHyun?

Silencio atónito.

Jae In suspira algo parecido a una risa.

—¡Por supuesto que no!

Pero tardó demasiado en responder. No le creo. Pero ella no tiene tiempo para mentiras, ¿no?

Nos miramos el uno al otro durante mucho tiempo, pero también está guardando secretos.

—Hipotéticamente —empiezo durante un momento de silencio en la música— Si él fuera el verdadero padre de JaeHyun, ¿les dirías?

Una vez más, espera demasiado tiempo para responder.

—Claro. Querrían saber.

—¿Lo harían?

Sonríe.

La música vibra a través de la planta con un ritmo violentamente esperanzador, entonces juguetea con algo suave y triste.

—¿Me harías un favor? —pide Jae In— Dile que toque algo alegre.

—Todos nos afligimos a nuestra manera. Esta es su canción de amor para ti. No se sentiría bien pedirle que pare.

Las lágrimas bajan por su sien y sobre sus orejas. Lucha por sentarse. Ahueco una almohada detrás de ella, y agarra mi muñeca, frotando su pulgar sobre mi piel.

—Te amo, Taeyong. Sé que tienes una madre pero tengo un secreto que compartir contigo.

—¿Cuál sería? —pregunto, besando su frente.

—También eres mío—Me suelta— No le digas que se detenga, pero no lo dejes tocar mi canción demasiado tiempo. Hay otras que debería estar tocando.

Cuarcita

Mamá me pide que le lleve dos cacerolas y un pastel de coco a papá.

Me detengo fuera de la casa. La luz del sol se refleja en las ventanas y rebota hacia el césped descuidado, por lo que es inquietantemente brillante. Las líneas rectas y el vidrio han envejecido en los últimos años. Lo que una vez gritaba Somos mejores ahora susurra Las cosas cambian.

¿Y no es cierto?

Mamá mira por la ventana del pasajero. La luz refleja su cara pecosa y sombría sonrisa.

—No tienes que ir —mascullo, frotando mis pulgares sobre el volante.

—Quiero—Mira hacia abajo al pastel en su regazo. Blanco y cuadrado con un lustre brillante como si lo hubiera sumergido en granos finos de azúcar. Se ve sólido, como si pudiera marcar un siete en la escala de Mohs.

Un trozo de cuarcita puede soportar toda la presión. Mamá suspira.

—Solo tengo que rezar.

—No crees en Dios.

—A veces lo hago.

—¿Por qué estás orando? —Nada se puede hacer. Por favor, no me hagas esperar.

—Por el perdón.

Dejo caer mis manos. Antes de que pueda preguntar, ella habla:

—Todos esos años atrás, cuando no funcionó entre tu papá y yo.

—¿Cuando se fue?

—Sí. No, antes de eso. Durante nuestro acuerdo—Su aliento se traba— Me hubiera gustado que algo malo le pasara a ella. No quise decirlo, en realidad no. Pero ahora siento haberlo pensado.

Irene y yo hicimos lo mismo.

Abro los cinturones de seguridad y tomo las cazuelas y el pastel de coco de cuarcita mientras ella sale del coche. Mi vientre se retuerce en simpatía cuando veo la tensa sonrisa de mamá.

—Vamos a ver a tu padre.

Caminamos por el sendero de puente del foso cubierto de hierba, cada uno de nosotros sostiene una tibia cazuela en nuestras manos temblorosas.

Mientras pesco por mis llaves, acuno la cazuela bajo el brazo.

Estoy abriendo la puerta, pero esta se abre antes de que termine. Papá está mirando a mamá.

—Hola, Jaejoong.

—Marie. Ha pasado un largo tiempo—Pasa la mano por su pelo y da un paso atrás para dejarnos entrar.

Mamá entra.

—Demasiado largo.

Papá parece que no puede dejar de asentir con la cabeza.

—Pásame la comida, mamá.

Parpadea.

—El pastel es para ahora. Puedes congelar las cazuelas hasta por cuatro meses.

Me estoy moviendo hacia la cocina cuando oigo los tacones de mamá por el suelo.

Murmura:

—Lo siento mucho. Ambos están en mis oraciones.

Papá le da una risa suave.

—No crees en Dios.

La casa gime mientras entro en el comedor. Las cosas cambian.

La voz de mamá se arrastra detrás de mí, suave y reconfortante.

—De tal palo tal astilla.

Esteatita

—Súbete.

Me inclino sobre el asiento del pasajero y abro la puerta., JaeHyun me mira a través de la ventana abierta del pasajero, tiene un montón de correo en la mano.

Justo he regresado a casa de la universidad y conducido por la entrada. Cuando lo vi, tenía que meterlo al auto.

—Vamos.

Jala la puerta para abrirla y se desliza dentro, lanzando gentilmente el correo sobre el tablero. Descanso una mano sobre la parte trasera de su asiento y doy reversa rápidamente fuera de la entrada.

Se concentra en la vista de la ciudad mientras nos dirigimos colina abajo hacia la playa.

—¿Bahía de Concha Päua? —pregunta, revisando el correo de nuevo.

—Justo como solíamos hacer.

Más movimiento.

—¿Pescado y papas fritas?

—¿Tienes hambre?

Su respiración sale más pesada que las últimas.

—No tienes idea de cuán hambriento estoy.

Doy un toque pesado sobre los frenos y nos empujo hacia adelante, los cinturones de seguridad nos frenan.

—Lo siento—Su expresión es ilegible. Ilegible, pero cansada— También tengo hambre—Su mirada se resbala hacia mi boca, pero rápidamente mira hacia afuera de la ventana del pasajero.

Nos estacionamos en la bahía. Metemos el pescado y las papas fritas bajo nuestras chaquetas, con el cierre subido hasta la mitad. Nos quitamos nuestros zapatos y los dejamos en el auto.

La brisa salada sopla nuestro cabello y las gaviotas graznaban sobre nosotros, volando sobre la marea baja por lo que sea que buscan. Nuestros pies se hunden en la arena mojada mientras caminamos a lo largo de la orilla. Cada pocos pasos, el océano frío muerde nuestros tobillos. JaeHyun mira hacia el horizonte y las oscuras nubes flotando hacia nosotros.

La promesa de lluvia está en el aire, pero ninguno de nosotros tiene prisa. ¿Y qué si nos mojamos? No estamos hechos de azúcar, diría Jae In.

Mis dedos están grasosos de las papas fritas, pero la sal es deliciosa y la lamo para quitarla de mi pulgar y dedo índice.

He terminado mi porción, pero podría comer otra.

—¿JaeHyun?

Se vuelve hacia mí, cansado, como si todavía no estuviera listo para hablar.

Me acerco, conectando nuestras miradas y sintiendo el cálido cosquilleo entre nosotros.

Meto mi mano en su chaqueta hacia su porción de papas fritas y tomo un puñado.

—¡Oye! —exclama con una aliviada risa entre dientes— Ya te comiste lo tuyo.

—Sí, pero estoy realmente hambriento.

Succiona una bocanada de aire mientras unas cuantas gotas de lluvia golpean mi nariz y mejilla.

—Taeyong...

Un ruidoso graznido.

Una gaviota baja en picada y audazmente se posa en el brazo de JaeHyun, hundiendo su cabeza en las papas fritas. JaeHyun se queda parado ahí, sorprendido, mirándome como rogando que me deshaga de ella.

Me rio tan fuerte que mi visión se hace borrosa y mis intentos por ahuyentar al ave son lamentables. Los estruendosos truenos finalmente alejan a la gaviota de él y el pequeño rocío de gotas de lluvia se vuelve un torrente.

La lluvia empapa nuestro cabello y se desliza por nuestros cuellos y bajo nuestras camisetas. Penetra a través de nuestra ropa, pero solo nos quedamos ahí y la dejamos.

No puedo dejarme de reír, señalándolo, el ave y su cara.

—¡La gaviota también tiene hambre!

El agua salpica dentro de mi boca abierta y sabe fresca, revitalizante. Justo como la extraña sonrisa en los labios de JaeHyun.

Piedra Imán

Mi tesis encuadernada de maestría me mira desde el asiento de copiloto de mi coche, la cubierta de plástico guiñándome un ojo en el atardecer de otoño.

—La voy a leer —aseguró papá—Siempre y cuando me la dediques.

Deshago mi cinturón y abro la puerta. La brisa agita las páginas, chasqueándolas abiertas en la portada. La tiro en mi regazo y retrocedo una página. No está dedicada a papá, pero creo que va a estar más satisfecho de esta manera.

Mi tesis no es una roca. No va a durar para siempre, protegiendo su nombre y memoria, pero es uno de los escalones de mi vida, y quiero que ella sepa... quiero que ella sepa...

Aprieto el trabajo contra mi pecho y salto fuera del coche.

Los sonidos lejanos de risas me asustan, pero los sigo a lo largo del foso hacia el patio trasero.

Papá tiene un balón de fútbol dirigido hacia Yuta, quien levanta sus manos para protegerse la cara.

—¡No le he hecho nada a su hija! —grita— Juro que todavía es virgen. Puede dejar de tratar de matarme con el objeto redondo y acolchado. No merezco ser tratado de esta manera.

Papá se ríe.

—Abre los ojos, tonto. Lo estoy pateado hacia a ti, no a ti.

Yuta aparta de mala gana las manos de su cara y mira con recelo a papá. Rondo por las sombras en el borde de la casa.

Ha sido un largo tiempo desde que papá se ha reído. Lo extraño. Extraño la forma en que tira la cabeza ligeramente hacia atrás y aplasta la nariz, las líneas se profundizan en torno a sus ojos. Al igual que Yuta, está usando pantalones de entrenamiento y una camisa de manga larga. A diferencia de Yuta, la camisa de papá está clasificada como PG.

Papá finalmente patea el balón. Yuta da un paso fuera del camino en vez de pararla con el pie y rueda a la casa.

—Yo la busco —anuncia Yuta y trota a recogerlo.

—Es una causa perdida, papá—Sigo la voz de Irene al otro lado del césped, donde está rociando el jardín.

—Oí eso —grita Yuta, posicionando el balón en sus pies y dando unos pasos hacia atrás—Muy bien, Jaejoong, aquí tienes una muestra de tu propia medicina.

Pone energía en su patada y balancea sus brazos como un profesional, excepto que su pie toma el balón en el ángulo equivocado.

El balón golpea a Irene en la parte posterior de la cabeza.

Un jadeo horrorizado. Yuta corre hacia Irene, quien ha dejado caer su manguera y lo fulmina con la mirada.

—Está bien, mátame ahora con el objeto redondo y acolchonado —ruega Yuta.

Papá cae en la hierba. Su risa sale de él con tanta fuerza que está sosteniendo sus costillas.

—¿Estás bien, Irene? —pregunta entre ataques.

Irene está bien, solo un poco molesta y confundida con a cuál de los dos idiotas fruncirle el ceño. Pronto, sin embargo, hasta sus entrecerrados ojos brillan y está riendo con ellos.

Yuta la abraza con fuerza, frotando su espalda, trabajando sus dedos hasta su nuca.

—Lo siento —murmura y la besa—Para mí, el fútbol es un deporte para espectadores.

Ella sonríe y mira a papá, quien se consume con la histeria tirado en la hierba. Frunce el ceño y se muerde el labio.

Me empujo lejos del lado de la casa y camino hacia él.

Su risa todavía está tirando de su cuerpo, pero los sonidos se han roto y no dicen nada. Se queda mirando delante de mí a la puesta de sol que raya el cielo en naranja, rojo y rosa.

Me acuesto a su lado, abrazando mi tesis. Irene y Yuta se unen a nosotros hasta que somos una gran brújula. Papá, al norte. Yo, al este. Irene, al sur. Yuta, al oeste. La brisa revuela y es como si estuviéramos mintiendo sobre la piedra imán, un mineral de hierro magnético natural que hace girar la aguja violentamente, tirando hacia atrás y adelante, y ninguno de nosotros sabe qué dirección va a aterrizar.

Cuando papá esnifa, me acerco. Vamos a averiguar a dónde ir desde aquí. Sé que vamos a estar bien.

—A ella le encantan los Tui, ¿recuerdas?

Su sollozo se vuelve una risa.

—Ella te ama, ¿eh?

Nos mentimos así hasta que echo un vistazo hacia la casa y veo a JaeHyun apoyado sobre sus codos en el balcón, mirando hacia abajo a nosotros. Está demasiado lejos para adivinar lo que está pensando.

Está demasiado lejos. También debería estar aquí.

Sin soltar mi tesis, me incorporo lentamente. La parte de atrás de mi camisa esta húmeda por la hierba fresca.

—¿Qué tal si voy con Irene a buscar algo de comida? —ofrece Yuta.

Papá empieza a protestar que Jae In no será capaz de unirse, pero entonces asiente con la cabeza.

—Sí. Eso sería genial—Ve lo que estoy sosteniendo y señala— ¿Qué es eso? Se la paso.

—Mi tesis.

Hojea las ciento cincuenta páginas y luego sacude la cabeza.

—Obtuviste tu cerebro de tu madre. Esto se ve impresionante—Pasa a la página de la dedicatoria. Traga, luego cierra la tesis de golpe y me la devuelve, ahuecando la parte de atrás de mi cuello y me lleva dentro de la casa— Estoy orgulloso de ti, Taeyong.

—Gracias papá.

—Voy a subir y mostrarle a Jae In.

—Adelante.

Ninguna música me saluda cuando corro arriba y un vistazo rápido al balcón me revela que JaeHyun se ha ido. Quiero encontrarlo primero para mostrarle mi trabajo. Quiero estar cerca de él por unos momentos, pero tampoco está en su habitación, por lo que me dirijo a la de Jae In.

Me detengo justo afuera de la puerta de Jae In cuando oigo a JaeHyun hablando en su habitación.

—Quiero decir, no lo sé—Echo un vistazo a través de la puerta abierta. Las almohadas apoyan a Jae In y ella está frotando el collar de piedra azul como si se fueran las cuentas de un rosario.

JaeHyun se sienta en la mecedora, las manos juntas y descansando en su lado. También se queda mirando a la piedra.

—Está bien, JaeHyun.

—No, no lo está. Estás destinada a estar aquí.

Aplano la espalda contra la pared pasillo, a continuación, me deslizo hacia abajo hasta que estoy sentado. Manoseo las páginas de mi tesis mientras espío.

—No puedo seguir teniendo esta conversación —expresa en voz baja— Se necesita demasiada energía. Todo lo que quiero es que seas feliz. ¿Puedes hacer eso? ¿Puedes ser valiente por mí?

Una larga pausa.

—Tienes razón, mamá. Lo siento—Planta un beso en ella— También quiero eso.

—Quiero saber más sobre tus viajes. ¿Cuál fue la cosa más estúpida que hiciste?

—Gracias, mamá.

Se ríe.

—Vamos, entonces, escúpelo.

—Nunca pude entender las puertas de los peajes subterráneos así que seguí tropezando con estas en lugar de pasar a través. Parecía un idiota.

—Apuesto a que así fue.

Una risa.

—También dejé mi equipaje en un autobús en Edimburgo y pasé los siguientes dos días rastreándolo.

—Eso es una mierda.

—Pero tenía que encontrarlo porque tenía objetos de valor allí.

—¿Algo más? ¡Vamos, algo vergonzoso!

—Eres cruel.

—Mi trabajo.

—Bien. Casi me robaron en Roma. Un tipo tenía mi mochila y se dirigía fuera del tren. Cogí mi maleta y empecé a correr tras él, gritando para que me la devolviera. Bueno, resultó ser que yo llevaba mi mochila.

Otra risa suave.

—En mi defensa, tenía un Jet—lag del infierno.

—Eso tiene que ser la cosa más estúpida —se burla ella. Pausa.

—Sin embargo, no lo fue.

—¿Qué fue entonces?

La mecedora crujió y golpeó contra la pared.

—Está bien —murmura Jae In— No tienes que decirme todo. ¿Cuál fue la mejor parte de tu viaje?

—Encontrar esto —contesta, seguido por un sonido de movimiento. Jae In susurra por lo que es difícil de escuchar.

—Hermosa. ¿Dónde lo encontraste?

JaeHyun susurra en voz demasiado baja para mí.

—¿Quieres ver una película?

—Sí, JaeHyun. Me encantaría. Siempre que tenga un felices para siempre.

Rodocrosita

Después de que la enfermera nos dice que debemos prepararnos para la muerte de Jae In en las próximas semanas, JaeHyun desaparece en el bosque, el cual brilla con la luz pálida de la mañana.

Meto mis pies en un par de zapatos viejos de papá, los más cercanos disponibles, y voy tras él.

Él debe de haber comenzado a correr, porque no lo puedo ver a través de los huecos de los árboles. Sigo el arroyo alrededor de la curva de la cueva.

Está adentro, acurrucado en un rincón, su respiración pesada y tensa. Por un momento, somos niños de nuevo y me veo asustado en el armario. Pero JaeHyun levanta su cabeza y avanzo rápidamente doce años.

Me arrodillo junto a él y froto su espalda.

—Estará bien. Superaremos esto. Somos un equipo: tú, Irene, papá y yo.

—Porque somos familia —masculla JaeHyun.

—Porque nos amamos los unos a los otros.

Su respiración aumenta. Toma unos largos minutos para dejar de temblar. Cuando lo hace, se inclina contra la húmeda pared lisa y gira su cuello hasta que me está mirando.

Está oscuro en la cueva, pero no tan oscuro como cuando salimos por la noche; las luciérnagas tampoco parecen brillar.

—Solo quiero olvidar todo, Taeyong. Tal vez reír de nuevo. Solo por un día.

—Está bien —replico. Le daré risa en los momentos de tristeza— Lo prometo.

🌹

Pienso rápidamente y, media hora después, le digo a papá que me robaré a JaeHyun por el día y que regresaremos en la tarde. Él levanta una ceja y luego asiente mientras me ve preparar una mochila con lo indispensable: agua, comida y una manta para picnic.

Saco a JaeHyun de la soledad de su cuarto, mi mano envuelta firmemente alrededor de su muñeca.

—Vamos de excursión.

—¿Ahora?

—Ahora

En diez minutos nos precipitamos por la calle hacia la aventura. Una hora después, llegamos al parque forestal Rimutaka.

Nos bajamos del coche y me puse la mochila. Estuvimos callados durante el viaje, excepto por la tranquilidad contemplativa. La que sana.

Los dos escalamos a través de los arbustos, persiguiendo nuestras sombras a lo largo de estrecho puente colgante y sobre las colinas hacia el valle. Era bien entrada la tarde y habíamos intercambiado muy pocas palabras cuando nuestros pies llegaron al cauce del río. Lo guio por sobre las rocas a un estrecho donde las rocas son más pequeñas y cambian de posición bajo nuestros pies. Rodeado por majestuosas colinas, hay un río brillante y rocas calentadas por el sol por debajo de nosotros: este es el lugar perfecto.

Me detengo y JaeHyun también lo hace. Él toma bocanadas de aire mientras yo me quito mi mochila, extiendo una manta y la dejo caer sobre una cama de pedruscos. Las rocas se hunden con nuestro movimiento al sentarnos, pero la forma en que se amoldan a nuestra posición es confortable.

Saco unas sobras de la cena de ayer: macarrones y queso.

Le paso un tenedor y me acerco rápidamente para así poder compartirlo. Nuestros tenedores tintinean mientras devoramos la pasta. Está fría, pero con mucho queso y deliciosa.

Me abrazo a mí mismo, intentando sin éxito esconder un escalofrío.

JaeHyun deja caer un poco sobre sus pantalones y lo recoge con los dedos para poner la pasta rebelde en su boca; luego lame su pulgar. Cuando terminamos de comer, él posa sus codos sobre sus rodillas con casualidad y observo una parvada de pájaros que pasan volando y se dispersan en el cielo.

Él suspira y dice suavemente:

—Le pregunté a mi mamá por mi padre. Le dije: "Roger, ¿cierto?", ella asintió. Dijo que así era. Roger—Sus ojos azules brillan bajo la luz tibia del sol de la tarde— Pero nunca hubo ningún Roger, solo inventé un nombre para ver si picaba y lo hizo.

Dejo salir una corta e irregular respiración.

—Eso no significa nada, JaeHyun. La enfermera dijo que, en las últimas etapas del cáncer, es difícil recordar las cosas. Las personas están confundidas.

Él me observa, pero yo no lo puedo mirar. No quiero ver la disculpa que puede estar ahí.

La disculpa y la última despedida para nosotros.

—Confundida —repite, cierro los ojos. Una brisa suave nos rodea como si estuviera muriendo. Como si fuera una señal.

—Vamos —indico. Resisto la necesidad de lanzar una piedra al río.

—No.

Abro los ojos. JaeHyun está negando con la cabeza.

—No. Aún no estoy listo para volver. Una hora más, por favor.

Otra hora antes de tener que volver a casa y enfrentar la realidad una vez más.

—Además —continúa JaeHyun, sonriendo con valentía— Aún no he reído.

Su tristeza nos sobrecoge y anhelo eliminarla de cualquier forma posible.

—Acuéstate —pido. Él frunce el ceño un poco—Confía en mí. Él se acuesta.

—Cierra los ojos —ordeno, buscando entre los guijarros— ¿Están cerrados?

—Sí.

Subo sobre él y gentilmente pongo los guijarros entre sus cejas.

—Si tuviéramos suerte, estos sería rodocrositas, pero concéntrate en el peso y nada más.

—Rodo... ¿qué?

Presiono la piedra un poco y me aparto, con cuidado de no rozarlo pero manteniéndome cerca.

—Shhh. Te lo diré después.

Rodocrosita. Un mineral de carbonato de magnesio, de un rosa claro a rosa rojizo, que se encuentra en las fisuras de rocas sedimentarias y metamórficas. Tres o cuatro en la escala de Mohs.

La piedra se usa para curar la soledad, la pérdida y un corazón adolorido.

Me quedo a su lado sin decir nada, solo admirando su suave piel bronceada, las líneas de risa alrededor de sus ojos, el agudo ángulo de su nariz y sus palmas abiertas en una muestra de confianza total.

Después de diez minutos, la comisura de sus labios dibuja una sonrisa curiosa.

—¿Taeyong?

—¿Sí?

—¿Que estamos haciendo?

¿Acaso sientes comezón en la piel? ¿Sientes esa adrenalina como cuando caes? Abre los ojos.

—¿Estás seguro de que es la piedra?

Me inclino hacia adelante y nuestras miradas se encuentran. Él inhala mientras yo exhalo, como si me estuviera acercando. Presiono la piedra contra su frente y un escalofrío recorre su cuerpo.

Antes de hacer el ridículo, quito la piedra.

—Deberíamos ponernos en marcha para poder volver antes de que anochezca.

Rubí

Su piedra de nacimiento.

Dicen que los rubíes restauran la juventud y la vitalidad. Yo digo que mienten.

Jae In fallece dos semanas después.



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