𝓈𝓅𝒹 ♟️ JaeYong
- mellifluous_AR

- 25 dic 2021
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 19 may 2022
Sinopsis
¿Síndrome de Estocolmo o Amor?
Cuando deseas a alguien completamente incorrecto...
Lee Taeyong siempre soñó con encontrar al Sr. Perfecto. Irremediablemente Romántico en su corazón, sueña con enamorarse de un hombre agradable, casarse y tener un montón de adorables bebitos. El problema es, que Taeyong tiene propensión a sentirse atraído por hombres que son todo menos agradables.
Jung Yoon Oh Abramovich, un multimillonario homofóbico y cínico que siente rencor contra el padre de Taeyong, ciertamente no es el Sr. Perfecto. Frío, manipulador y cruel, él no es un hombre agradable y no pretende serlo.
Taeyong está plenamente consciente de que Yoon Oh no es adecuado para él. Su atracción por el tipo es sólo una forma del Síndrome de Estocolmo; debe serlo.
Si la vida fuera un cuento de hadas, Yoon Oh sería el villano, no el héroe.
Pero incluso los villanos pueden enamorarse. ¿O no?
La historia de un niño que soñaba con el Príncipe Encantador y acaba enamorándose de la Bestia.
♟️ JaeYong
♟️ Saga SP
♟️ #6
PRÓXIMAMENTE

♟️
Orden
#0.5 — C h i c o_H e t e r o s e x u a l (No Adaptado)
#1 — SPR e t o r c i d o (Adaptado)
#2 — SPO b s e s i o n a d o (No Adaptado)
#3 — SPE n f e r m i z o (Adaptado)
#4 — SPE q u i v o c a d o (Adaptado)
#5 — SPC o n f u s o (Adaptado)
#6 — SPD e s p i a d a d o (Adaptado) ♟️
#7 — SPM a l v a d o (En Proceso)
#8 — SPS i n v e r g ü e n z a (Adaptado)
# 9 — SPG a y (Adaptado)
#10 — SPS u c i o (Adaptado)
#11 — SPA r r u i n a d o (Adaptado)
#12 — SPM a n d ó n (Adaptado)
#13 — SPS i n_C o r a z ó n (2022)
♟️
Capítulos
Primera Parte
El traje era conservador, gris y aburrido.
Lee Taeyong miraba su reflejo en el espejo con el gesto fruncido. Se veía... bien, pero el traje no logró el efecto que había deseado: no se veía mayor.
Quizás había sido esperar demasiado.
Suspirando, Taeyong se pasó una mano por su suave mandíbula, deseando tener alguna barba varonil para ocultar su cara de bebé. Tenía veintitrés años, por amor de Dios. Era vergonzoso que la mayor parte de la gente no creyera que tuviera edad para beber y tuviera que llevar su documento a todas horas. Taeyong culpaba a su ridícula boca: debido a su labio superior regordete, su rostro parecía portar un puchero perpetuo. Lo hacía parecer muy joven, y mientras que normalmente no era problema, lucir como un niño de dieciséis resultaba un dolor en el culo cuando uno tenía que asistir a una importante reunión de negocios. No es como que asistiera a demasiadas reuniones de negocios importantes.
Taeyong le sonrió sombríamente a su reflejo y encuadró los hombros. Bueno, eso estaba a punto de cambiar. Iba a probarle a su padre que él podría ser confiable para cosas importantes. Seguro, su padre iba a ponerse furioso cuando lo averiguara, pero esta oportunidad era demasiado buena para dejarla escapar de entre los dedos. No conseguiría una oportunidad como esta de nuevo. Normalmente, en Inglaterra, su padre lo mantenía con correa corta, vigilándolo como un halcón. A Taeyong le habría gustado pensar que el motivo de ello era la sobreprotección de su padre, pero no era un iluso: Lee Sooman simplemente no confiaba en su hijo. Taeyong trató de no tomarlo muy personal — Lee Sooman no confiaba en nadie— pero ya era tiempo de cambiarlo. No se había graduado con honores de Oxford sólo para pasarse la vida siendo una cara bonita en las campañas de marketing de su padre. Taeyong siempre lo había odiado, pero estaba francamente enfermo con ello luego de los últimos dos meses pasados en Moscú, asistiendo a eventos sin sentido en lugar de su padre para la sucursal rusa de las Industrias Lee.
El mail que había recibido Taeyong hace unos días resultó un bienvenido descanso de la abrumadora rutina a la que se había acostumbrado. Bien, técnicamente, el mensaje no era para él. Si Taeyong no hubiera estado en Moscú, los empleados de su padre sólo lo habrían reenviado hacia la oficina principal en Londres, donde estaba actualmente su padre. En sentido estricto, Taeyong debería haber hecho lo mismo en vez de leerlo, pero había estado aburrido e inquieto y el mensaje lo había intrigado.
Sooman,
Mi secretaria parece estar teniendo problemas para contactarte. Me informó que ha sido incapaz de llegar a ti. Le dije que eras un hombre ocupado. Pero también yo soy un hombre ocupado. Tampoco soy un hombre demasiado paciente. Tenemos asuntos que discutir. San Petersburgo, 21 de febrero, 9 p.m., restaurante "Palkin". Espero que estés allí. No llegues tarde. Sabes cuánto detesto la impuntualidad. Odiaría que nuestra amistad fuera arruinada por algo tan pequeño.
Espero ansioso nuestra reunión,
Jung Yoon Oh.
Taeyong había leído el mensaje varias veces. Algo en él estaba mal. La forma amistosa parecía falsa. ¿O sólo lo estaba imaginando? No lo creía así.
Jung Yoon Oh. El nombre le sonaba vagamente familiar, aunque Taeyong no podía recordar en donde lo había escuchado. Pero el hombre, fuera quien fuera, debía ser lo suficientemente importante como para ser capaz de asumir semejante tono de superioridad con Lee Sooman. Joder, el tipo prácticamente estaba lanzándole órdenes a su padre. Taeyong nunca había conocido a nadie que tuviera suficiente poder —y temple— como para hacer eso. Todos sabían que Lee Sooman no era alguien con quien jugar. El padre de Taeyong era conocido como el multimillonario británico más despiadado, más poderoso... un multimillonario del cual se rumoreaba que hacía tratos con la mafia italiana y rusa. Taeyong no era ajeno a los rumores sobre su padre; habían estado por ahí toda su vida, pero alguien nunca pudo probar nada. Ni siquiera él, el único hijo de Sooman, lo sabía con certeza. El hecho de que el remitente no estuviera para nada preocupado por las repercusiones, pese a la reputación de Sooman, significaba que, quienquiera que fuera ese hombre, no era alguien a quien tomar a la ligera. Tampoco.
Debería haberle reenviado el mensaje a su padre cuando lo había entendido. Pero Taeyong siempre fue demasiado curioso para su propio bien.
Solo le tomó unos minutos Googleando para encontrar la información que Taeyong necesitaba. Jung Yoon Oh Abramovich, treinta y dos años, era un magnate petrolero ruso, y multimillonario. Aparentemente, tenía docenas de compañías alrededor del mundo y se sentaba en la junta de otras docenas.
Un multimillonario a los treinta y dos años. Ese tipo de cosas no parecían ser demasiado raras en Rusia. Taeyong había notado que muchos magnates rusos eran bastante jóvenes.
Pero no fue la edad de Jung lo que atrajo su atención.
Taeyong estaba algo avergonzado de admitirlo, pero no pudo evitar mirar fijamente las fotos del tipo. Jung Yoon Oh era un hombre alto, de cabello oscuro, con amplios hombros y el tipo de definición muscular que la mayoría de los hombres sólo podrían soñar. Parecía más un boxeador profesional que un empresario exitoso.
Era estúpido crearse una opinión de un hombre que nunca había conocido, pero cuanto más miraba Taeyong las fotos de Jung Yoon Oh, más desconcertado se sentía. Incluso cuando el tipo sonreía, no parecía alcanzar nunca su mirada. Aquella helada mirada azul dominaba completamente cada foto en que aparecía, llamando su atención cada vez. No había nada atractivo en esos ojos. En todo caso, la crueldad acechando en ellos resultaba francamente fea. El tipo era lo bastante apuesto, supuso Taeyong, si te gustaran los hombres fríos y asertivos que parecieran poder romperte el cuello y aburrirse mientras lo hacían. A Taeyong ciertamente no lo hacían. Pero, por algún motivo, tenía problemas para apartar la mirada. Era tonto. Sólo era una fotografía. Una fotografía no debería acobardarlo tanto.
Sacudiendo la cabeza, Taeyong comprobó la hora en su teléfono. Si no dejaba pronto el hotel, iba a llegar tarde a su vuelo hacia San Petersburgo.
Taeyong miró la puerta que iba a la habitación contigua y suspiró. Xiaojun. Probablemente debería decirle a Xiaojun que saldría de Moscú. Pero entonces por otra parte, Taeyong no estaba seguro de que su amigo notara su ausencia. Xiojun estaba tan deprimido que no parecía preocuparse por nada en estos días.
Taeyong hizo una pequeña mueca. Ver a su amigo en ese estado casi lo hacía cuestionar su sueño de encontrar el amor. Considerando que el amor había convertido a Xiaojun de un tipo encantador y extrovertido en un deprimido desastre enfermo por amor. El amor jodidamente apestaba.
Las propias experiencias de Taeyong también eran bastante decepcionantes: sus cuatro novios habían mutado de "Príncipe Encantador" a Gilipollas Reales. Para ser justos, nunca había sentido nada ni remotamente cercano a cómo era descrito el amor en las novelas románticas baratas de Harlequin (que Taeyong no se avergonzaba de leer) por ninguno de sus novios. Nunca había sentido la clase de amor que le causara vértigo y lo dejara sin aliento. Para decepción de Taeyong, lo que ocurría en las novelas románticas era todo lo contrario de lo que experimentó en su vida real. Pero de nuevo, tal vez fue sólo que él tenía un talento especial para encamarse con idiotas.
Sonriendo con autoarrepentimiento, Taeyong se encaminó hacia la habitación de Xiaojun.
Media hora después, luego de lograr sacar a James de la cama y conseguir que prometiera comer mientras no estuviera, Taeyong finalmente estaba de camino al aeropuerto de Sheremetyevo.
Reposando en el asiento del taxi, Taeyong miró por la ventana. Se sentía algo culpable por dejar solo a Xiaojun. Sabía que había poco que pudiera hacer para ayudar a su amigo, pero aún no se sentía bien irse mientras que Xiaojun claramente no estaba manejando con demasiada entereza la desquiciada ruptura con su folla—amigo/mejor amigo/pseudo—hermano/alma gemela. Pese a conocer a Xiojun de toda la vida y ser uno de sus amigos más cercanos, Taeyong sabía que nunca podría reemplazar a Hendery: esos dos siempre habían sido co—dependientes como la mierda. Pero Taeyong también sabía que era una de las pocas personas en las que Xiaojun confiaba implícitamente. Siempre se habían cuidado las espaldas mutuamente, habían estado uno para el otro cuando descubrieron que los dos eran gays, e incluso habían compartido el primer beso de ambos. Xiaojun fue la única persona a la que le contó con quién iba a reunirse.
Taeyong frunció el ceño cuando sus pensamientos regresaron a su futuro encuentro con Jung Yoon Oh. No fue la primera vez, que una sombra de duda se coló en su mente. Estaba volando a ciegas en esto. No tenía idea de lo que el magnate ruso querría de su padre. Los resultados de su investigación sobre el tipo tampoco fueron tranquilizadores. Jung Yoon Oh tenía la reputación de ser un tiburón; se decía que controlaba su imperio comercial con puño de hierro. Taeyong había buscado en la base de datos de las Industrias Lee, pero no tenía el nivel de autorización suficiente y no pudo encontrar qué conectaba a su padre con ese hombre.
Dios, estaba harto de ser mantenido en las penumbras. Sí, quizás lo que estaba haciendo era imprudente, pero era la única forma en que podría forzar la mano de su padre: si aprendía algo que no debería, su padre prácticamente no tendría más alternativa que confiar en él.
Tal vez no estás listo para que confíe en ti.
El pensamiento hizo que el estómago de Taeyong se volteara. Era algo que había estado intentando evitar pensar. ¿Qué haría si los rumores fueran ciertos y su padre estuviera realmente tratando con criminales? ¿Si su padre era un criminal? ¿Querría Taeyong que le confiaran ese tipo de información?
—Mi na meste (Ya estamosaquí) —espetó el conductor cuando el taxi se detuvo—Stebya dve tyschi rubley (Son dos milrublos).
Taeyong se estremeció y observó por la ventana. Ni siquiera había notado que ya había llegado al aeropuerto.
—Spasibo (Gracias) —dijo, agradeciendo al chofer con su ruso limitado y empujando cincuenta dólares en la mano del hombre. Taeyong no tenía idea de si era suficiente o no: su ruso no era lo suficientemente bueno como para comprender el acento extraño del conductor.
El conductor le disparó una mirada extrañada y murmuró algo bajo su aliento —claramente algo poco halagador. Bastante acostumbrado a ello, Taeyong tomó su maleta y salió del auto, deseando un vuelo sin complicaciones hasta San Petersburgo.
Pero por supuesto, haciendo que un día de por sí estresante empeorara, su vuelo se atrasó por el mal tiempo, y Taeyong apenas tuvo tiempo de registrarse en el hotel que había reservado en San Petersburgo, antes de tirarse en otro taxi y darle la dirección del restaurante "Palkin" al chofer. Al menos había tomado la previsión de vestir un traje por lo que no tuvo que perder tiempo cambiándose. Era un pequeño consuelo.
Taeyong suspiró agotado cuando salía del taxi enfrente del restaurante. De momento, todo lo que deseaba era una ducha caliente y una cita con la cama suave que lo esperaba al regresar al hotel.
Esperando no lucir tan desgastado como se sentía, Taeyong cuadró los hombros y caminó hacia la entrada frontal del restaurante. Esta era una reunión importante. No podía arruinarla.
Jung Yoon Oh ya estaba sentado a la mesa, su lenguaje corporal era relajado, casi aburrido.
Las fotografías no le hacían justicia, pensó Taeyong. Fracasaron en captar la intensidad de su presencia, y esos ojos eran todavía más inquietantes en persona.
A Taeyong le llevó todo su autocontrol no sonrojarse y moverse, mientras que el tipo lo estudiaba con frialdad.
—Buenas noches. A mi padre le resultó imposible asistir y me envió en su representación —dijo Taeyong, extendiendo su mano para un apretón— Lee Taeyong.
Jung Yoon Oh no se movió ni una pulgada, sus ojos azul— pálido aburridamente sobre él.
—¿Esto es una broma? —dijo finalmente, sin nada de acento. Su bajo tono, culto, era impecable para todos los estándares. Incluso el rematadamente aristocrático padre de Xiaojun no le encontraría falla.
—En absoluto —dijo Taeyong, tomando el asiento opuesto e intentando no demostrar lo nervioso que estaba—Mi padre está actualmente en Londres. Está en medio de importantes negociaciones. No podría irse con tan poca anticipación, por lo que me envió en su representación.
El hombre permaneció igual de inmóvil y aparentemente relajado como lo había estado antes. Pero Taeyong era bastante bueno en leer a la gente. No se perdió el ligero estrechamiento en sus ojos azules.
—No hago negocios con criaturas. No puedes tener más de dieciséis, quizás diecisiete años.
Taeyong sintió el rubor en sus mejillas. Sabía que esto sería un problema. En momentos como este, consideraba seriamente la cirugía plástica para arreglar sus ridículos labios.
—Yo no soy una criatura —dijo. Antes de que pudiera decir algo para intentar evitar que esta desastrosa reunión se pusiera peor, JaeHyun lo fijó con una mirada que probablemente podría congelar lava. Taeyong no podía respirar, atrapado en esa mirada e incapaz de apartar la vista, su cuerpo tensándose.
—Si Lee no podía molestarse en venir, lo menos que podría hacer era advertirme para que no malgastara mi tiempo — Jaehyun se levantó— Vete a casa, malchik (Chico).
Y luego se fue, con dos silenciosos guardaespaldas reuniéndose a él en su salida.
De inmediato, otros sonidos se precipitaron —suave música de piano, voces susurradas de otros clientes— como si Taeyong hubiera estado en una especie de burbuja antisonido; como si la fuerte personalidad de Jung Yoon Oh hubiera silenciado todo lo demás con su presencia.
Y entonces Taeyong entendió lo que Jaehyun lo había llamado con condescendencia: malchik. Un niño.
Miró el asiento vacío, con una nueva descarga de humillación bañándolo. Sintió una fuerte necesidad de levantarse y salir, pero luchó contra ella. No había comido nada desde la mañana. Podría comer algo.
La comida estaba deliciosa, pero apenas pudo probarla con la decepción y humillación aún revolviendo su estómago. También sentía mucha aprensión. En vez de reenviar el mail a su padre, como probablemente debería haber hecho, había actuado por su cuenta y fracasado. Jung se había enojado por la ausencia de su padre. Las consecuencias de eso eran... inciertas. Taeyong no sabía nada sobre el hombre como para predecir su reacción. Después de todo, no tenía idea de lo que quería el ruso de su padre. En retrospectiva, quizás no debería haber metido la nariz en donde claramente no correspondía, pero había estado enfermo y cansado de ser mantenido en las sombras y asistir a eventos triviales. Sólo quería saber qué estaba haciendo su padre. Sólo había querido participar. Tal vez había sido estúpido meterse en esto a ciegas, pero siempre había confiado en su capacidad para seguir su propio instinto... hasta que ese magnate ruso con espeluznante mirada lo redujo a un ruborizado, cohibido, niño.
Estaba nevando para cuando terminó de comer y salió del restaurante.
Taeyong se estremeció un poco y se abrazó a sí mismo, pensando una vez más en lo inadecuado que era su abrigo Burberry para los inviernos rusos. Nunca había tenido tanto frío en su vida.
Mirando alrededor y advirtiendo un taxi estacionado cerca, Taeyong sonrió aliviado y encaró hacia él con paso rápido, la nieve crujiendo bajo sus botas. Por primera vez en el día, la suerte parecía estar de su lado.
Jung, no suyo. Taeyong no era para nada tan joven e inexperto como parecía.
Sin embargo, la cirugía plástica parecía cada vez más tentadora a cada segundo. Un día iba a heredar el imperio empresarial de su padre, y no podría darse el lujo de no ser tomado seriamente sólo porque lucía como un adolescente enfurruñado. Probablemente tampoco ayudaba que tuviera enrulado cabello morado, que sólo podía domarse con un afeitado o aplastándolo hacia atrás con gel. Y dado que su vanidad no le permitía afeitarse su revoltoso cabello, Taeyong había recurrido a dejarlo crecer un poco y recogerlo hacia atrás. En las raras ocasiones en que dejó en libertad a sus rizos, sus amigos lo molestaron despiadadamente con que parecía un ángel.
Taeyong hizo una mueca al pensarlo. Cuando era más joven, esperaba que su aspecto madurara y ganara severidad con los años, pero a estas alturas prácticamente había abandonado esa esperanza: todavía su piel no había perdido la suavidad de bebé, ni las delicadas curvas al estilo querubín de sus mejillas, y su altura se mantenía decepcionantemente promedio. En conjunto con sus hoyuelos y labios regordetes, no era de extrañar que tuviera problemas para ser tomado en serio por los colegas de su padre.
Taeyong fue sacado de sus sombríos pensamientos cuando el coche empezó a acelerar.
Abrió los ojos.
—¡Eh! Cree que esto es seguro —Sus palabras se apagaron cuando miró por la ventana. Dondequiera que estuvieran, no estaban en el centro de la ciudad. ¿Cuánto tiempo había estado soñando despierto? —.. Amigo, estoy bastante seguro de que el hotel no está en esta parte de la ciudad.
No hubo reacción del conductor. ¿Quizás no hablaba inglés?
—Eto nepravilnaya doroga (Es un caminoequivocado) —Taeyong dijo lentamente en ruso, deseando que su pronunciación estuviera bien.
El hombre no dijo nada. El coche siguió acelerando. Ya ni siquiera parecía que estuvieran en la ciudad.
Con el corazón acelerado, Taeyong se mordió el labio. Seguro no era lo que parecía, pero era mejor estar seguro que lamentarse, ¿verdad? Lentamente, deslizó la mano al bolsillo derecho de su abrigo, donde guardaba el teléfono. Un sudor frío apareció en su frente cuando su mano no encontró nada.
Mierda. Joder, jodida mierda.
Taeyong se obligó a dejar el pánico y pensar. Se encontró con los ojos del chofer en el espejo.
—Mira, no quieres hacer esto —dijo, tratando de mantener su voz tranquila y con autoridad— Mi padre no es alguien a quien quieras enojar.
—Zatknis (Cierra laboca) —murmuró el conductor.
Hubo también el inconfundible ruido del seguro de una pistola siendo quitado.
Taeyong respiró hondo. No tenía sentido entrar en pánico. El pánico era inútil y estúpido. Piensa, Taeyong.
Miró hacia atrás. Fuera estaba oscuro, pero podía ver a dos SUV negras siguiéndolos. Así que el chofer no trabajaba solo. No era un robo ordinario. Sabían quién era.
Taeyong deseó estar más sorprendido, pero no lo estaba. Era hijo de un multimillonario. Su padre tenía muchos enemigos.
—Lo que sea que te estén pagando, te pagaré cinco veces más—dijo.
El chofer se echó a reír.
—Los muertos no necesitan dinero, anglichanin (Inglés) —dijo en inglés con un fuerte acento.
Lo que básicamente significaba que Taeyong estaba jodido.
Ahora sólo podía esperar que, quienquiera que estuviera tras esto, solamente quisiera un rescate. Y nada más. Nada peor.
Harlequín: es una de las editoriales más populares quepublican "Novelas Rosas", también conocidas como Novelas Románticas (aunque esútil el término "rosa" para distinguirla de la novela romántica que en rigor esla perteneciente al período del Romanticismo). Es un género literario del tiponovelesco, con personajes y ambientes generalmente muy convencionales y en elcual se narran las vicisitudes de dos enamorados, cuyo amor triunfa frente a laadversidad. Desde hace décadas, Harlequín prefiere, aunque no exclusivamente,editar historias cortas de este subgénero.
Burberry: Casa de diseño británica de moda de lujo. Fabrican ropa y otros complementos para elegantes caballeros.
SUV: Vehículo utilitario deportivo.
Capítulo 2
El tiempo pasaba. Minutos, horas, Taeyong no lo sabía. Su agotada mente evocaba un horrible escenario tras otro mientras esperaba a que llegaran a su destino, dondequiera que fuese. El chofer le había dicho que se callara cuando Taeyong intentó interrogarlo, por lo que estaba a solas con sus pensamientos.
De adolescente, Taeyong creyó tener su vida completamente resuelta. Se iba a enamorar de un tipo agradable e insanamente atractivo a los veinte, quien lo adoraría también, tendrían una relación comprometida y estable por algunos años antes de casarse con él. Tendrían muchos hijos, y viviría su felices para siempre. Pensar en ello lo hizo sonreír ahora. Ya tenía veintitrés, el hombre de sus sueños había fracasado en materializarse, y ahora podría no vivir para ver el siguiente día.
Sí, la vida era así de graciosa.
Parece que se durmió en algún momento, porque lo siguiente que supo Taeyong, es que despertó sobresaltado cuando dos pares de manos lo arrastraron fuera del vehículo. Con un arma encañonada en su espalda baja.
—Camina —ladró alguien.
Aturdido y desorientado por el sueño, Taeyong hizo lo que le ordenaron, parpadeando mientras se orientaba. Parecían estar en medio de la nada. Todavía estaba oscuro, pero podía distinguir el bosque surgiendo a unos treinta metros. El bosque rodeaba la casa en que estaba siendo medio arrastrado, medio empujado. La nieve era profunda, casi hasta sus rodillas, pesada y húmeda, y Taeyong luchaba para mover los pies.
—Más rápido, blyad (Puta) —dijo el mismo matón, empujándolo.
Taeyong contuvo la respuesta mordaz en la punta de la lengua e intentó caminar más rápido. Resistirse era inútil a esta altura. Enfurecer a sus captores era simplemente tonto. Había ocho de ellos, y todos parecían estar armados. Tenía que cooperar... de momento.
Al fin, alcanzaron la casa y fue rudamente empujado dentro. Taeyong cayó sobre sus manos y rodillas, jadeando. Los matones rieron, intercambiando varios chistes a su costa.
Ignorándolos con estoicismo, Taeyong se puso de pie y miró a su alrededor. La sala no era para nada lo que hubiera esperado. Estaba decorada con buen gusto y elegancia, prácticamente gritando 'dinero'.
El ruido de la puerta abriéndose llamó la atención de Taeyong. Un hombre alto, fornido, con rasgos eslavos y corto pelo rubio salió de la habitación. Inmediatamente los matones se pusieron firmes, dejando de lado sus miradas lascivas y burlas. El rubio intercambió algunas palabras con uno de los matones, demasiado rápido para que Taeyong lo entendiera. El delincuente se refirió al rubio como Si Cheng.
Finalmente, Si Cheng dirigió su mirada hacia Taeyong.
Taeyong encontró sus ojos, negándose a demostrar miedo. Una de las pocas lecciones que su padre había taladrado en él, era que nunca debería mostrar miedo ante la adversidad.
—¿Qué quieres? —Taeyong dijo con calma— ¿Por qué me secuestraste?
Si Cheng lo miró de arriba abajo.
—No tengo que explicarte nada, Inglés —dijo, con un acento muy marcado. Sus ojos se quedaron sobre la boca de Taeyong por un instante demasiado largo antes de que mirara al matón con el que había estado hablando y le diera una breve orden en ruso.
Si Taeyong entendió bien, iba a ser encerrado en la habitación gris del primer piso y sería alimentado una vez por día hasta nuevas órdenes.
El estómago de Taeyong cayó al oír eso. Había esperado al menos obtener una explicación.
—Por favor, ¿podrías decirme algo? —Taeyong lo intentó de nuevo—¿Por qué estoy aquí? ¿Quieres dinero?
Los ojos de Si Cheng se posaron en su boca de nuevo, haciéndole helar la sangre a Taeyong.
Finalmente, el rubio negó con la cabeza.
—Tengo órdenes de no hablar contigo —dijo y volvió a mirar a sus hombres— Zaprite malchishku v komnate seroi (Encierren al chico en la habitación gris).
Dos matones tomaron a Taeyong y medio empujaron, medio arrastraron escaleras arriba. Taeyong no luchó con ellos y no intentó hablar con Si Cheng nuevamente. El ruso no era quien daba las órdenes. No era quien estaba detrás del secuestro de Taeyong. Si Cheng podría lucir poderoso, pero era un simple peón. No era con quien Taeyong debería estar negociando.
Si Lee Sooman le había enseñado algo a su único hijo, era que en cualquier situación adversa, siempre había lugar para negociar. Cualquier situación podría volverse a su favor... o al menos podría inclinarse ligeramente a su favor. Pero uno no negociaba con los peones. Uno negociaba con el rey.
Taeyong esperaba con ansias conocerlo.
Capítulo 3
Una rodaja de pan duro. Una pequeña botella de agua. Esa era su ración diaria.
A fines de la semana, los últimos vestigios del optimismo de Taeyong se extinguieron ante el hambre que roía sus entrañas. Se sentía fatigado y débil, a veces casi mareado. En toda su vida no había conocido la verdadera hambre, no hasta ahora. Su estómago se contraía con espasmos dolorosos y lo único en que podía pensar era en comida. Necesitaba comida rica en glucosa. Taeyong sabía que si no tuviera un bajo nivel de azúcar en sangre, probablemente no habría sido así de malo, pero era muy poco consuelo cuando el hambre lo mantenía despierto por la noche, acurrucándose en la estrecha cama, la única pieza de mobiliario en la habitación.
La peor parte era la forma en que algunos guardias disfrutaban torturándolo al comer toda clase de comida, con un aroma delicioso, frente a él; riendo cuando Taeyong la miraba fijamente con ojos hambrientos. A veces, si los guardias estaban ebrios o aburridos, o ambos, lo usaban como saco de boxeo, pero incluso eso era preferible a ver y oler la comida que no podría comer.
Su empleador no había aparecido. Por lo que Taeyong había oído, ni siquiera estaba en la casa. Ahora Taeyong se sentía estúpido por esperar una visita del villano principal. No estaba en una cursi película de Hollywood en la que el villano siempre venía a regodearse y compartir sus planes maléficos con la víctima. Muy probablemente, Taeyong y su bienestar eran completamente insignificantes en el gran esquema de las cosas para la persona atrás de todo esto. Claramente, este secuestro no era por nada personal, y el villano no tenía nada que explicarle a él. La idea lo hería. Nunca se había sentido tan impotente en su vida.
Una noche, Taeyong estaba acurrucado en la cama, temblando de frío y agarrándose el estómago, cuando escuchó el sonido de la cerradura abriéndose. Se tensó. Ya lo habían alimentado esa mañana. ¿Estaban los guardias aburridos de nuevo? Todavía le dolían las costillas de la última vez que habían estado aburridos.
Taeyong intentó levantarse, pero probablemente no era una buena idea considerando lo fatigado que estaba, por lo que se conformó con sentarse y reclinarse contra el cabecero. Incluso eso drenó la poca energía que le quedaba, y tuvo que respirar profundamente para luchar contra el repentino ataque de mareos que cayó sobre él. No se iba a desmayar, carajo. No ahora.
La puerta se abrió y cerró, pero su visión todavía estaba nadando y sólo pudo distinguir una borrosa figura alta entrando en la habitación.
Finalmente, su visión se agudizó, el mundo entró en foco, y Taeyong se encontró jadeando cuando se encontró con los fríos ojos azules de Jung Yoon Oh.
Joder.
Durante la última semana, había pensado un par de veces en Jung, preguntándose si tendría algo que ver con su secuestro, pero había descartado la idea. Yoon Oh era un idiota condescendiente, y sus ojos espantaban completamente a Taeyong, pero eso no significaba que el tipo fuera un criminal. Se había dicho a sí mismo, "magnates rusos asquerosamente ricos" no son sinónimo de "mafia rusa". Bien, claramente se había equivocado en este caso.
Por un largo momento, sólo hubo silencio mientras se miraban uno al otro.
Taeyong se removió, sintiéndose bastante cohibido. Probablemente lucía patético. Sus rizos ya no estaban controlados por el gel, el flequillo caía sobre sus ojos. Taeyong llevaba la misma camisa de vestir azul de hace una semana, pero ahora estaba arrugada, sucia y manchada de sangre. Al menos le habían permitido tomar una ducha ayer (sólo porque el matón que le llevaba la comida se había quejado con Si Cheng de que apestaba).
Considerando todo, si Jung Yoon Oh no había estado impresionado con él hace una semana, cuando Taeyong se veía en su mejor estado, era poco probable que lo tomara en serio ahora que parecía un golpeado niño, medio muerto de hambre.
—¿Qué quiere de mí? —Taeyong dijo con calma... o al menos lo intentó, pero su voz estaba débil, las palabras formándose de un modo extraño en su boca.
La expresión inescrutable de Yoon Oh no cambió. Siguió viéndolo en silencio, con una mirada aguda. Lo que era cien veces más inquietante que cualquier palabra.
Taeyong contuvo el impulso de retorcerse.
—Mire, cualquier asunto que tenga con mi padre, no sé nada sobre ello. Sólo déjeme ir, ¿sí?
El hombre se acercó y tomó su barbilla con un agarre de hierro, con tanta fuerza que dolía.
—¿A qué estás jugando?
Taeyong parpadeó hacia él, confundido.
—No lo entiendo —dijo lentamente, intentando no hacer una mueca de dolor o mostrar su miedo.
Los labios de Yoon Oh se afinaron.
—¿Por quién me tomas? —dijo— ¿Por qué Lee me mandaría a su único hijo? ¿Desarmado, sin guardaespaldas, sin tomar ninguna precaución? Secuestrarte fue ridículamente fácil.
Taeyong no pudo evitar reírse, aunque sus labios aún estaban hinchados por la última paliza recibida y le dolía un poco.
—¿Lo siento?
Suena decepcionado.
El hombre lo miraba hacia bajo, como si Taeyong fuera una criatura extraña que no tuviera sentido alguno.
—No puedes ser un niño tan ignorante —dijo con disgusto, soltándolo y enderezándose.
Taeyong lo estudió con curiosidad, el principio de un plan formándose en su mente. Si el tipo no podía ver más allá de su apariencia juvenil, podría usar eso a su favor. Quizás su apariencia adolescente finalmente sería buena para algo. Podría jugar ese juego, pretender ser totalmente inofensivo e ignorante... pretender ser el adolescente vulnerable que ciertamente no era. Taeyong era optimista de corazón. Tenía la firme creencia de que no existía la gente completamente mala. Incluso los más endurecidos criminales desalmados, lo pensarían dos veces antes de maltratar a un niño vulnerable. ¿No lo harían?
Bueno, valía la pena intentarlo.
Taeyong puso su mejor mirada de cachorro y levantó la vista hacia el otro hombre por debajo de sus pestañas, dejando que su agotamiento y debilidad se mostraran en su cara.
—Estoy hambriento— dijo en voz baja—Si no quiere que me enferme, debería alimentarme mejor. Tengo bajo nivel de azúcar en sangre. Me siento enfermo y mareado si no como bien.
No había un atisbo de remordimiento en la expresión de Jung.
—Estás vivo —dijo cortante— Eso es lo único que me preocupa.
Un prisionero debilitado es menos problemático.
Agradable.
Negándose a rendirse, Taeyong se mordió el labio y bajó la mirada.
—Está bien.
Silencio.
Esperó conteniendo el aliento, pero a cada segundo resultaba cada vez más evidente que este hombre era tan cruel e insensible como parecía.
—No has respondido a mi pregunta —dijo Jung, colocando su gran mano sobre la cabeza de Taeyong con gentileza.
Taeyong se quedó paralizado, sin atreverse a mirar, sin atreverse a respirar. Había algo sobre su gentileza que lo perturbaba profundamente. Sabía muy poco sobre este hombre, pero de algo estaba seguro: no tenía un hueso gentil en el cuerpo.
—Yo n—no sé qué espera que diga —se las arregló para decir, luchando contra una oleada de mareo causada por el miedo. Se quedó mirando hacia abajo a sus dedos descalzos— No sé nada de los negocios de mi padre con usted. Él no me cuenta nada. No sabía que vine a reunirme con usted. No tenía idea de en qué me estaba metiendo cuando decidí venir en su lugar.
Los largos dedos peinaron sus rizos con suavidad. Taeyong no podía respirar.
Los dedos se apretaron antes de levantar su cabeza jalando su pelo. Duros ojos azules se clavaron en los suyos.
—¿Esperas que me crea eso?
—Me está haciendo daño —dijo Taeyong, dejando brotar las lágrimas de sus ojos. Se las arregló para hacer temblar su labio inferior— Le diré todo lo que sé, lo juro.
El doloroso agarre en sus rizos no aflojó para nada, pero la mirada de Jung bajó hacia el tembloroso labio de Taeyong. La mirada duró una fracción de segundo, pero Taeyong no se la perdió.
Oh.
Bajó nuevamente la mirada mientras que una nueva idea se le ocurría. Taeyong realmente no quería tomar este camino —parte de él ni siquiera podía creer que lo estuviera considerando con seriedad— pero... pero. Él no era una damisela en apuros. Se negaba a ser una damisela en apuros y esperar con timidez a ser rescatado. Fue su culpa haber actuado imprudentemente y terminar metido en este problema. Sin mencionar que su padre lo desollaría vivo si tenía que pagar una cantidad exorbitante de dinero para rescatarlo. Sí, Taeyong la había cagado, pero aun así era su oportunidad de demostrarle a su padre que podía manejar situaciones difíciles por sí mismo. Si pudiera manipular a este poderoso hombre, haría más que probarle a su padre que no era un inútil, le demostraría que era lo suficientemente inteligente y que tenía recursos suficientes, como para que pudiera confiar en él.
Pero, ¿podría hacerlo cuando una simple mirada de este hombre le hacía debilitar de miedo las rodillas? ¿Cuando un ligero toque de él hacía acelerar su corazón y le afectaba la respiración?
Taeyong levantó la mirada hacia el otro hombre de nuevo. Su estómago anudado cuando sus ojos se encontraron con los de Yoon Oh. El ruso no era poco atractivo. Lejos de eso. Era ásperamente apuesto, con su corto pelo gris, nariz recta, y su mandíbula cuadrada regada por un rastrojo oscuro. Su nombre le cuadraba: le recordaba a Taeyong a los guerreros de la Antigua Roma. Estaba muy en forma, sus hombros amplios y poderosos bajo la negra polera que vestía, con brazos y pecho musculosamente abultados. Si el hombre no hubiera sido tan alto, hubiera lucido fornido. Como era, sólo parecía una perfecta máquina de matar. Había una calmada agresión cuidadosamente contenida en su lenguaje corporal, algo letal y peligroso. Pese a que Taeyong tenía una perfecta construcción y altura promedio, se sentía pequeño junto a este hombre. Frágil.
Taeyong humedeció sus labios con la lengua.
El agarre doloroso en su cabello se apretó, sin embargo, la voz de Yoon Oh era muy suave.
—Quiero respuestas. Ahora.
Taeyong tomó una respiración profunda, tratando de sacudirse los nervios. Jung Yoon Oh sólo era un hombre. Sólo un hombre, como él o como Xiaojun. Muy bien, quizás no como él ni como Xiaojun, pero aun así. Todo hombre, sin importar cuán endurecido e inteligente fuera, era susceptible a un poquito de manipulación y persuasión. Sólo debía encontrar el enfoque apropiado.
—Estoy diciendo la verdad —Taeyong dijo en voz baja, manteniendo un tono abierto e ingenuo— Recibí el mail por error. Vine a conocerlo sin decirle a mi papá porque quería demostrarle que era lo suficientemente maduro como para involucrarme en los negocios familiares.
Yoon Oh resopló burlonamente.
—Usted no me toma en serio. ¿Por qué piensa que mi padre sería diferente? — dijo Taeyong tragándose la venenosa respuesta que le vino a la mente.
Bingo. Podía ver que Jung finalmente estaba inclinado a creer en él.
El férreo agarre en su pelo se aflojó, convirtiéndose nuevamente en una suave caricia. Taeyong estaba inseguro de que era realmente peor.
—Entonces, sólo estás aquí porque eres un niño estúpido e imprudente —dijo Yoon Oh, en tono suave.
Interiormente, Taeyong se imaginó dándole un puñetazo en la nariz con gran entusiasmo y en gran detalle. Exteriormente, atrapó su labio entre los dientes y se encogió de hombros.
—¿Podría decirme por qué me secuestró? —preguntó, intentando ignorar los dedos que aún estaban enterrados en su cabello.
—No —dijo Jung.
—¿No teme ser el principal sospechoso por mi secuestro? — dijo Taeyong, ladeando la cabeza— Está el correo electrónico. Hay gente que sabe que vine a conocerlo —Bueno, Xiaojun había visto una foto de Yoon Oh y probablemente podría darle su descripción a la policía.
Jung no parecía preocupado en lo más mínimo.
—Tuvimos una reunión muy pública en un lugar muy público, una reunión organizada por los canales oficiales —Su voz seguía siendo suave, sus ojos desconcertantemente vacíos clavados en el pelo rizado de Taeyong, mientras que sus dedos lo recorrían gentilmente— Hay numerosos testigos que me vieron irme mucho antes que tú y tomar un vuelo a Sochi, donde pasé la semana. El presidente de Rusia en persona podría confirmar mi coartada.
Las cejas de Taeyong se dispararon hacia arriba. Exactamente,
¿Quién era este hombre? ¿Cómo podía un tipo relativamente tan joven acumular tanto poder?
Tres intentos para adivinarlo, pensó Taeyong reprimiendo un escalofrío.
—Entonces, ¿está demandándole un rescate a mi padre?
Yoon Oh no respondió.
—¿Qué hizo mi padre para enojarlo tanto?
No hubo respuesta.
Taeyong apretó los dientes antes de recordar su situación — recordar su plan. No podía mostrar su enojo. No podía tener una rabieta. Tenía que ser bueno. Tenía que, de alguna forma, suavizar al tipo.
Tendría que seducirlo si era necesario.
Taeyong sintió que sus mejillas se sonrojaban algo. La meta se veía desalentadora, incluso imposible. Este hombre no podría haber llegado a donde estaba, siendo fácil de manipular. Él era peligroso. Si incluso sospechaba lo que Taeyong estaba haciendo...
Su estómago se retorció.
—Al menos dile a tus hombres que me traigan comida, ¿por favor? Me siento mal —Taeyong levantó la vista hacia Yoon Oh y se humedeció los labios con la punta de la lengua— Tengo tanta hambre.
La mirada de Yoon Oh siguió el recorrido de su lengua. Si Taeyong no se sintiera tan como la mierda, se habría reído. Parecía ser que su primer novio, Neville, le había dicho la verdad por una vez. El imbécil le había mentido por meses, escondiendo que estaba casado, y cuando la verdad fue descubierta —cuando su esposa se apareció por el departamento de Taeyong— Neville hasta tuvo el descaro de culpar a Taeyong por haberlo sacado del "buen camino", alegando que ningún tipo heterosexual de sangre roja, podría mirar sus labios y resistirse a pensar en empujar su polla entre ellos. Por entonces, Taeyong se había sentido demasiado estúpido, patético y sucio, pero quizás, sólo quizás, Neville había tenido razón. Quizás.
Taeyong exhaló con cuidado, dolorosamente consciente de los dedos de Yoon Oh en su pelo, de esos fríos ojos escudriñándolo. Era imposible adivinar lo que estaba en la mente del tipo. Aunque Taeyong había atrapado la mirada de Yoon Oh fijándose en su boca, su gay—dar aún no sonaba. Todo en él le gritaba que fuera cuidadoso con este hombre, que cualquier intento directo por seducirlo y manipularlo no sería bien recibido. No debía olvidar que el tipo, pese a su inglés fluido, era ruso. Mientras que ser gay todavía estaba lejos de ser algo simple por casa, las cosas eran mucho peores en Rusia. Aunque a Taeyong no le gustara generalizar y estereotipar, no podía dejar de notar que los insultos anti—gay parecían arraigados en la cultura rusa. Cada juramento usado por sus guardias era un insulto homofóbico, ya fuera relevante o no. Taeyong nunca había sido llamado marica —pidaras— tan frecuentemente como lo fue esta semana, incluso cuando no dio ningún motivo para que sus guardias pensaran que era gay. Taeyong supuso que debería agradecer que su punto de vista homofóbico les impidiera hacer algo que los volvería maricones también, pero no era demasiado reconfortante. Se sentía incómodo sólo por estar rodeado por tanta hostilidad y repugnancia hacia lo que era. Si descubrieran que realmente era gay, Taeyong sospechaba que sería una "luz verde" para que los guardias lo usaran a su antojo: lo racionalizarían como que él simplemente "lo estaba buscando"... y por supuesto, usar a un sucio maricón no los volvería gay.
Ese era el por qué debía andar con cuidado con este hombre.
Un movimiento equivocado sería una invitación al desastre.
—Por favor —dijo Taeyong suavemente— Cooperaré en todo. Haré lo que quiera —mantuvo su voz libre de insinuaciones, asegurándose de que su expresión fuera sincera. No podía empezar nada... eso sería descaradamente obvio. Sus entrañas le decían que Jung Yoon Oh pertenecía a la categoría de hombres a los que no les molestaba el poder y les gustaba ver sumisión, aunque no necesariamente sumisión sexual. Taeyong podría fingir sumisión. Si jugara bien sus cartas, tal vez ni siquiera precisara acostarse con el tipo. La idea de tener sexo con este hombre, tener las manos de Yoon Oh en su cuerpo mientras que esos ojos desconcertantes lo miraban hacia abajo, provocó un escalofrío por el cuerpo de Taeyong.
Contra su voluntad, su mirada bajó hacia los musculosos muslos del otro hombre. Podía distinguir el contorno de la polla de Yoon Oh bajo la tela. Aunque no estaba dura, parecía enorme, larga y gruesa. Tragando, Taeyong se lamió los resecos labios, con una sensación retorciendo su estómago. Joder, una polla como esa lo destrozaría... y un hombre como Jung Yoon Oh era poco probable que fuera suave. Sería duro, demandante e interesado únicamente en su propio placer. Taeyong prácticamente podía verlo: el pesado cuerpo del ruso sobre el suyo, aplastándolo mientras se movía entre los muslos de Taeyong, usándolo como un agujero para su verga...
Yoon Oh soltó su cabello y se alejó. Su vista se estrechó mientras estudiaba el rostro de Taeyong como un halcón.
Taeyong le sostuvo la mirada, esperando no estar ruborizándose y que sus pensamientos sucios no estuvieran escritos por toda su cara. A veces detestaba su vívida imaginación. Ni estaba seguro por qué había estado pensando eso. Lo más probable era que Yoon Oh no se sintiera atraído por él en lo más mínimo y no tuviera nada que temer. Tenía asuntos más apremiantes de los que preocuparse que la polla del tipo... como conseguir algo de comida en su vacío estómago.
—Por favor —dijo Taeyong con voz baja.
Cierta emoción parpadeó en el rostro de Yoon Oh. Siguió mirando a Taeyong un poco más, con expresión nuevamente inescrutable, antes de darse la vuelta y salir.
Taeyong se desanimó, la decepción casi aplastándolo. Había fallado. De nuevo.
Y entonces, escuchó la fría voz de Yoon Oh, amortiguada por la puerta pero lo suficientemente clara:
—Daite malchishke chto—nibud poyest suschestvennogo. Myortvym mne on ne nuzhen (Denle algo de comida decente al muchacho. No me servirá de nada muerto).
Una pequeña sonrisa lenta arqueó los labios de Taeyong.
Podría ser una pequeña victoria, pero sentía que su optimismo regresaba.
Pasitos de bebé.
Capítulo 4
Jung Yoon Oh se alejó del cuarto del prisionero, su humor más oscuro que nunca.
La sirvienta que encontró de camino a su oficina le echó una mirada, palideció, y agachó la cabeza, como si deseara que no la notara. Cosita inteligente. Una lástima que estuviera demasiado alterado ahora mismo.
La agarró del brazo. Ella se paralizó, apenas respirando.
—Lena, ¿no?— dijo en voz suave, mirando su cabello morado y su delgada figura. No era particularmente bonita, pero tenía labios tersos y suaves. Sus ojos se fijaron en ellos. Su mandíbula se tensó.
—Sí —dijo mansamente, levantando la vista para verlo por un momento antes de dejar caer la mirada. Podía notar su pulso latiendo acelerado en la delicada base de su cuello. Tenía miedo de él. O quizás estaba excitada. Probablemente ambos.
En silencio, abrió la puerta de su despacho e ingresó. Sabía que ella lo seguiría dentro.
No se equivocó. Raramente lo hacía.
—Cierra la puerta —dijo. La puerta se cerró tras él.
Hubo un momento de silencio, únicamente roto por el aullido del viento en el exterior y la rama de un árbol golpeando la ventana. Hacía mucho calor en la habitación pese al helado clima.
No había calefacción en la habitación gris, pensó Yoon Oh, recordando el tembloroso cuerpo del niño. La falta de calefacción fue una decisión estratégica: generalmente los "invitados" que se alojaban en la sala gris debían debilitarse por el hambre y el frío. Definitivamente no siendo mimados y alimentados adecuadamente.
La mandíbula de Yoon Oh se tensó.
—Puedes irte ahora —dijo— O puedes desnudarte.
Luego de una breve pausa, oyó el sonido de ropa crujiendo.
Tomó una profunda respiración, intentando relajar los hombros. No sería bueno dañar a la muchacha. Más bien podría gustarle... cuando no sentía ganas de romper algo. O alguien.
—Sobre mi escritorio —murmuró.
No estaba de humor para preliminares elaborados. No hoy.
Estaba húmeda cuando embistió en ella.
Ella dejó escapar suaves gemidos mientras él la follaba, completamente vestido excepto por la cremallera baja, sus dedos aferrándole las caderas en un agarre castigador, sus dientes apretados y sus ojos enfocados en la rabiosa tormenta de nieve exterior.
Apenas sintió que se corría. Sólo fue una liberación, un escape a su sombrío humor. No lo calmó en absoluto.
—Gracias, amor —dijo después, sacando algunos billetes de su bolsillo y colocándolos en el escritorio junto a la jadeante forma de la muchacha.
Ella sonrió aturdida, tomó el dinero y su ropa, y se apuró a salir de la habitación.
Yoon Oh ató el condón y lo desechó en el basurero.
Dejándose caer en la silla, encendió un cigarrillo y cerró los ojos.
Blyad (La Puta). Maldita sea.
Incluso después de follar, aún podía ver los rizos morados del muchacho y su suave boca rosa—cereza. Esa boca. Era una mezcla entre la boca de un ángel y de una puta.
Quería romperla con su polla.
Lo había deseado desde el momento en que vio al chico en el restaurante por primera vez, completamente vestido para la ocasión e intentando jugar juegos adultos sin conocer las reglas.
Yoon Oh no estaba acostumbrado a negarse lo que deseaba. Siempre conseguía lo que quería. Excepto que no podía follarse la boca del muchacho, no podía partir esos labios con su verga y ahogarlo con ella como su cuerpo deseaba.
Por amor de Dios. Él no era puto. Sin importar lo bonita que fuera esa boca, su atracción sexual por un muchacho no le sentaba bien. No le gustaba lo que no pudiera comprender y controlar. También era inoportuno como la mierda... debería estar pensando en cuál es el mejor uso que podría dar al único hijo y heredero de Lee. En cambio, había pasado minutos acariciando los suaves rizos del muchacho y contemplando su boca. Inaceptable. Y era totalmente inaceptable que hubiera cedido y ordenado a sus guardias alimentar mejor al prisionero sólo porque el muchacho revoleó las pestañas y se lo pidió bonitamente.
Yoon Oh se carcajeó, disgustado e irritado consigo mismo. Debería haber matado de hambre al muchacho. Debería haberlo privado de comida hasta que aquellos bonitos labios se pusieran pálidos y agrietados, hasta que aquellas atractivas mejillas fueran ahuecadas por la desnutrición, hasta que el muchacho se volviera feo y patético. Cómo un hombre ordinario con cara de toro, como Lee Sooman, se las había arreglado para producir un hijo que se viera así era un jodido misterio.
Yoon Oh arrojó su cigarrillo en el cenicero y presionó un botón del intercomunicador.
—Si Cheng, tráeme una botella de vodka.
Podía sentir la sorpresa de Si Cheng incluso sin verlo.
—Pero tú no bebes —dijo Si Cheng lentamente— Nunca bebes.
Yoon Oh murmuró.
—Siempre has sentido debilidad por decir lo obvio, Si Cheng —Su voz se endureció— Tráeme esa botella ahora.
—Dame un minuto —dijo Si Cheng, probablemente notando que Yoon Oh no estaba de humor para tolerar su insolencia esta vez.
Si Cheng había sido su jefe de seguridad por casi diez años. Era muy leal —era una de las pocas personas en las que confiaba plenamente— pero Si Cheng solía soltarse demasiado, expresando su desacuerdo con las acciones de Yoon Oh en situaciones en que la mayoría no se atrevería a hacerlo.
La puerta se abrió y cerró.
Si Cheng entró y puso una botella de vodka sobre el escritorio, sus pálidas cejas unidas por su ceño. Abrió la boca, pero la cerró al encontrarse con la mirada de Yoon Oh.
Yoon Oh se quedó observando la botella frente a él. Tenía la boca reseca y definitivamente el impulso de beber todavía estaba allí, pero lo aplastó con bastante facilidad. No había tocado el alcohol por quince años y no tenía intenciones de volver a hacerlo. Todavía tenía el control de sí mismo y de su vida. Aún estaba al control.
Un muchacho con labios chupa—pollas no iba a cambiar eso.
—Llévatelo —dijo, satisfecho.
Si Cheng no hizo ningún comentario, sólo volvió a recoger la botella. Sus ojos grises lo observaban en silencio.
—¿Qué? —dijo Yoon Oh sin inflexión en su voz.
—¿Qué vas a hacer con el mocoso de Lee?
Yoon Oh encendió otro cigarrillo y le dio una larga calada.
—No lo he decidido aún. No planifiqué esto, exactamente —El chico prácticamente había caído sobre su regazo.
Si Cheng ladeó la cabeza, con expresión curiosa.
—Es muy raro en ti actuar impulsivamente.
Yoon Oh encogió un solo hombro.
—Reconozco una buena oportunidad cuando la veo.
Si Cheng asintió lentamente.
—¿Eso significa que vas a aprovecharte del muchacho?
Aprovecharse del muchacho.
—Por supuesto que voy a aprovechar al muchacho —dijo Yoon Oh, mirando la botella aún en manos de Si Cheng. Forzó su mirada a alejarse— Lee necesita que le enseñen una lección.
—Y pagar lo que te debe —dijo Si Cheng.
—Ni siquiera es por el dinero —dijo Yoon Oh, viendo hacia el cigarrillo en su mano— El inglés jugó conmigo —pensó en los ojos sin vida de Michail y aplastó el cigarrillo en su mano— Nadie sale impune de eso.
—¿No crees que sea cruel arrastrar al niño en esto?
—Tiene veintitrés años —Yoon Oh dijo rotundamente. Lo había comprobado. Dos veces.
Si Cheng resopló.
—Es difícil de creerlo, ¿verdad? Si no te conociera mejor, no le daría ni un día por sobre los dieciséis años. Se ve tan... inocente, supongo.
Yoon Oh le lanzó una mirada aguda.
—¿Por qué el repentino interés?
Si Cheng se encogió de hombros. ¿Estaba evitando la mirada de Yoon Oh?
—Él es interesante. Durante la semana pasada no lloró ni una vez, no cayó en la histeria incluso cuando fue empujado a ello. Es prácticamente el prisionero perfecto.
Yoon Oh continuó estudiándolo, viendo a Si Cheng ponerse incómodo bajo su escrutinio.
—¿Es eso así? —dijo Yoon Oh.
—Sí.
—Tiene moretones en la cara —dijo Yoon Oh, viendo a su jefe de seguridad— Y por la forma en que respiraba, sus costillas están al menos magulladas. Yo no di esa orden.
Si Cheng tragó.
Yoon Oh no suavizó su expresión, viendo a Si Cheng retorcerse. No era que le importara una mierda cuando sus hombres se ponían un poco rudos con sus "invitados". Pero no toleraba que sus órdenes no fueran seguidas con precisión. No les había dado permiso a sus hombres para que tocaran a su nueva adquisición.
—Sabes cómo se ponen los muchachos cuando están aburridos —dijo Si Cheng, todavía sin encontrar completamente su mirada.
—Lo sé —dijo Yoon Oh— Pero es tu trabajo refrenarlos.
Si Cheng asintió, sus amplios hombros cayendo.
—No va a suceder de nuevo —dijo, girando para marcharse.
—¿Participaste, también? —preguntó Yoon Oh.
Si Cheng se congeló.
—Eso pensé —dijo Yoon Oh, bajito.
—Mira —Si Cheng comenzó, con las orejas rojas—..solo sucedió una vez. Sé que no debería haberlo hecho, no debería haber dejado que ocurriera, pero estaba jodidamente helando fuera y tomé un par de tragos de vodka para calentarme y... sé que no es excusa.
—Realmente no lo es.
—¡Lo sé! —dijo Si Cheng, la frustración y el arrepentimiento anudando su voz— Es sólo que hay algo en ese muchacho que hace que todos mis hombres se agiten, y yo no soy la excepción.
Los ojos de Yoon Oh se estrecharon. Tenía una vaga idea de lo que volvía a sus hombres tan inquietos. Ni siquiera era la bonita cara del muchacho o sus labios de chupa—pollas. Era el aire de inocencia en él. El impulso por corromperlo sería casi irresistible para hombres que ya no tenían ni una pizca de inocencia.
Por un lado, era un alivio saber que no era el único afectado por el muchacho, pero por otro... quedaba claro que dejar a Lee Taeyong al cuidado de sus hombres podría no ser una buena idea si ellos eran tan fácilmente influenciados por el prisionero hasta el punto de olvidar sus órdenes. Era peligroso. Yoon Oh se rodeaba únicamente por los mejores hombres, pero era consciente que pocos tenían un buen autocontrol. Algún borracho idiota podría ser demasiado susceptible a los bonitos labios del muchacho y sus ojos de cervatillo.
—¿Estás diciendo que no puedes controlar a tus hombres? — dijo Yoon Oh con un bajo y profundo tono.
Si Cheng tragó.
—Estoy diciendo que no puedo controlarlos alrededor del niño—Respondió con una mueca— Sin importar con que los amenace, cuando están aburridos o borrachos, quieren divertirse. Y el muchacho se ve —Si Cheng se chupó el labio—..No homo, pero se ve jodidamente hermoso todo golpeado y amoratado.
Los dedos de Yoon Oh se retorcieron.
—¿Es así? —miró fijamente al fuego crujiendo en la chimenea. Ese muchacho era peligroso. Si incluso podía poner a la cabeza, normalmente imperturbable, de su jefe de seguridad tan agitado...
—¿Yoon Oh Abramovich? —dijo Si Cheng tentativamente. Miró hacia arriba.
—Estoy decepcionado de ti, Si Cheng.
Endureciendo la mandíbula, Si Cheng asintió enérgicamente, su robusto cuerpo tenso y cauteloso.
Yoon Oh se quedó en silencio por un rato. Siempre disfrutaba esta parte. Déjalo inquietarse un poco.
—Espero que ese... error de juicio no vuelva a ocurrir —dijo por fin.
Si Cheng se relajó, exhalando.
—No lo hará. Lo prometo.
—No es lo suficientemente bueno —dijo Yoon Oh— El hijo de Lee será trasladado al cuarto contiguo al mío.
Los ojos de Si Cheng se abrieron.
—¿Qué?, pero es un riesgo de seguridad...
—¿Sabes lo que es un riesgo de seguridad, Si Cheng? —dijo Yoon Oh cortándolo— Cuando mi jefe de seguridad se vuelve demasiado jodidamente distraído en el trabajo.
Si Cheng se estremeció.
—Te prometo eso no va a...
—Tus promesas no son suficiente. No te castigaré sólo porque me has demostrado en el pasado que puedo confiarte mi vida. Pero ahora me has demostrado que no puedo confiar en ti, ni en tus hombres, con el mocoso de Lee —Yoon Oh frunció los labios— Asegura el cuarto y mueve al muchacho allí. De ahora en adelante, hasta que me demuestres que puedo confiar en ti con esto, voy a ser el único que tenga contacto con el muchacho. Puedes irte.
Si Cheng asintió y se marchó luciendo una expresión reprendida.
Tan pronto como la puerta se cerró tras él, Yoon Oh se reclinó en su silla y exhaló, aflojando su puño.
Me lleva la chingada.
Esto era loúltimo que necesitaba.
Capítulo 5
Con la cabeza palpitando por una jaqueca, Yoon Oh estaba de mal humor cuando entró a su habitación esa noche. Se perdió una gran oportunidad de aumentar sus ganancias en Europa Central sólo por no haber estado allí en persona para revisar el trato. ¿No podían hacer nada sin que les sostenga la mano?
Suspirando, fue al baño adjunto y sacó algunas pastillas de Tylenol del botiquín. Tragando las píldoras, se tensó ante el sonido en la habitación contigua.
Por supuesto... el chico. Casi había olvidado su orden de mudarlo allí.
Yoon Oh quitó el cerrojo de la puerta, la abrió y entró en el cuarto.
Lee Taeyong estaba sentado en la cama, frotándose el estómago. Levantó la vista, sus ojos ampliándose cuando vio a Yoon Oh. En otros aspectos, ni siquiera se estremeció. Si Cheng tenía razón en una cosa: el chico no era propenso a la histeria.
—Gracias —dijo Taeyong— Por la comida. Me alimentaron antes de traerme aquí —enterró los dientes en su labio, con la incertidumbre parpadeando en sus ojos— ¿Por qué estoy aquí? Su gente no se molestó en explicarme.
Yoon Oh se acercó.
—¿Qué te hace pensar que yo lo haré? —La idea era divertida.
El muchacho inclinó la cabeza a un lado, viéndolo casi con timidez, sus gruesas pestañas oscuras enmarcando sus ojos marrones profundos.
—Nada —dijo, masticándose el labio— Pero quisiera saber. Por favor.
Tan cortés. Demasiada amabilidad.
Los labios de Yoon Oh se adelgazaron. Puso su mano en la cabeza de Taeyong y jaló de sus morados rizos.
—¿Me tomas por idiota? —dijo, sabiendo que su agarre debía ser doloroso. Lágrimas de dolor llenaron los ojos del muchacho.
—Y—yo n—no lo entiendo —susurró Taeyong. Yoon Oh contempló esos temblorosos labios.
—¿Realmente piensas que unas cuantas palabras suaves bastan para manipularme?
El chico dejó caer los ojos, la culpa y la decepción brillando en su rostro.
—¿No soy muy bueno en ello, verdad? —dijo con una mueca de dolor y una sonrisa torcida.
—No —dijo Yoon Oh. El muchacho se había comportado demasiado bien e inocente para que ello fuera real.
Taeyong se abrazó, mirándolo con cautela.
—¿Va a castigarme por intentar manipularle? —Su voz se quebró un poco.
Yoon Oh lo miró fijamente, evaluando sus opciones. Siempre podría ordenarle a sus hombres que lo golpearan un poco, pero la idea no le sentaba bien. Culpaba a la apariencia engañosamente juvenil de Taeyong.
Yoon Oh admitiría fácilmente que no era un buen hombre. Hizo cosas que seguramente le aseguraron un sitio en el infierno... si existiera la vida después de la muerte. Pero hizo esas cosas a adultos, no a niños. Lee Taeyong no era un niño, pero el aire de inocencia que tenía junto con su carita de bebé, jodía la mente de Yoon Oh. No, no quería entregar al muchacho a sus hombres. Pero el chico debía ser castigado. Si Yoon Oh no lo castigaba, Taeyong podría empezar a hacerse ideas equivocadas. Yoon Oh ya había sido demasiado suave con él.
—Te arrodillarás en esa esquina, traba tus manos detrás de la espalda y permanece en esa posición hasta las siete de la mañana. Sin descansos, sin ir al baño, sin dormir —dijo.
Taeyong parecía querer protestar, pero cerró la boca, fue silenciosamente hacia la esquina y se arrodilló en el piso, enfrentando a la pared. En lo que refiera a castigos, distaba de ser lo peor, pero Yoon Oh sabía lo incómodo y doloroso que sería mantener la posición.
—Huelga decir que esta sala está bajo constante vigilancia por video —agregó Yoon Oh, enfocado en la rizada melena— No te gustará tu castigo si decides desafiarme. ¿Lo entiendes?
—Sí, señor —murmuró el chico.
Señor.
Yoon Oh dejó la habitación, intentando ignorar la forma en que esa pequeña palabra inglesa complacía algo en su interior. Un honorífico como ese no existía en el idioma ruso... o mejor dicho, eran anticuados y ya no se usaban.
Tenía que admitir que, en ocasiones, el inglés podría superar a su lengua materna.
Capítulo 6
La primera hora estuvo bien. Su estómago estaba lleno, la habitación cálida, e incluso tenía algo parecido a un plan.
Taeyong estaba aliviado y algo sorprendido por el castigo que Yoon Oh eligió para él. Esperaba algo peor. Había estado algo aprensivo cuando ideó el plan de ser atrapado en el acto, pero todo salió a la perfección. Yoon Oh se lo había comprado. Y ahora que el tipo estaba seguro de su superioridad e inteligencia, seguro de que podría ver a través de Taeyong, sería más fácil suavizarlo y guiarlo hacia una falsa sensación de seguridad. Taeyong sintió una punzada de vergüenza, antes de recordarse que no fuera tonto. Jung Yoon Oh era un criminal. Hombres como él no merecían otra cosa. Además, no era como si estuviera planeando matarlo o algo así. Sólo quería salvarse a sí mismo. Sólo quería ir a casa. Eso era todo.
La segunda hora fue más difícil, y la tercera fue peor. Estaba volviéndose más incómodo a cada minuto. Sus rodillas estaban doloridas por arrodillarse en el suelo durante tanto tiempo y sus brazos y hombros ya estaban empezando a doler.
La cuarta hora dejó en claro por qué Yoon Oh había elegido un castigo aparentemente tan suave. El cuerpo entero de Taeyong dolía por la rígida posición que estaba obligado a mantener, sus pies estaban dormidos, y su cuello y espalda dolían bastante mal. Taeyong tuvo que recordarse que esto era parte del plan. Tenía que ser "castigado" y aceptar el castigo del ruso para que pensara que fue forzado a la sumisión... por decirlo de algún modo.
Pero casi se rindió hacia el final de la quinta hora. Sus párpados se cerraban, su vejiga estaba llena, estaba agotado, sus magulladas costillas aún le dolían por la paliza que había recibido unos días atrás, y deseaba tanto dormir que era un esfuerzo físico no hacerlo.
El reloj de pared parecía burlarse, marcando el tiempo tan lentamente. Los minutos arrastraban. El tiempo avanzaba tan lentamente que se preguntaba si el reloj se habría roto. Taeyong se mantuvo despierto imaginándose formas creativas de torturar y matar a Yoon Oh. El gilipollas probablemente estaba durmiendo como un bebé en una cama suave, cómoda, sin preocupaciones en el mundo. Taeyong ya no podía sentir sus extremidades.
Para las seis de la mañana, se volvió vagamente consciente de que su rostro estaba mojado por las lágrimas que surcaban sus mejillas. Le dolía todo, y sólo quería enroscarse sobre sí mismo y desmayarse por fin.
Notó que ya no estaba solo cuando un par de manos fuertes lo levantaron por los hombros. Las piernas de Taeyong cedieron. No podía moverse, con los pies aún dormidos y su cuerpo entero doliendo. Lloró, ocultando su húmeda cara en el ancho hombro del hombre.
—Shh —dijo una voz suave, baja, y largos dedos acariciaron su pelo— Lo hiciste bien.
Parte del cerebro, privado de sueño y mareado, de Taeyong le gritaba que dejara de agarrarse como un bebé al gilipollas que le había hecho esto, pero la sentía muy distante e insignificante.
Esto se sentía bien —las manos se sentían bien— y estaba tan agotado.
Resoplando contra el hombro de Yoon Oh, dejó que el tipo lo levantara y lo cargara hasta el baño. Una vez allí, Yoon Oh lo bajó junto al inodoro, dejando que Taeyong recayera contra él, abrió la cremallera de los pantalones de Taeyong y le dijo—Puedes aliviarte ahora.
Cualquier otro día, Taeyong le habría dicho que se fuera al carajo. Pero estaba agotado, privado del sueño, y le dolía todo. Quizás debería haberse sentido mortificado por su impotencia física y emocional, pero ya había superado el límite de la vergüenza.
—Si me voy, te caerás de culo —la voz de Yoon Oh sonaba seca, con un dejo de impaciencia.
Probablemente lo haría.
En silencio, Taeyong sacó su polla con sus dedos entumecidos y torpes. Intentó honestamente hacer lo que le dijo, pero con el amplio pecho de Yoon Oh presionado contra su espalda y sus manos en las caderas de Taeyong, no podía relajarse lo suficiente para hacerlo. Tampoco ayudaba que su vejiga estuviera tan llena... estaba tan llena que le era difícil orinar.
—No puedo— susurró Taeyong, cerca del llanto nuevamente. Estaba tan, tan cansado. Deseaba... Dios, sólo quería cerrar los ojos y ser atendido.
—Puedes y lo harás —dijo Yoon Oh— No voy a tenerte ensuciando la ropa y apestando mis habitaciones.
¿Sus habitaciones?
Pero antes de que pudiera preguntar nada, Yoon Oh empujó su mano, agarró la polla de Taeyong y le dijo:
—Sólo relájate y hazlo. Tengo cosas más importantes que hacer que cambiarte los pañales.
Taeyong contempló aturdido su reflejo en el espejo. Parecía una frágil muñeca en los brazos de Yoon Oh. Una mano de Yoon Oh sostenía su polla. La otra mano de Yoon Oh subió hasta su vientre y comenzó a frotarlo en círculos. Había algo vagamente inquietante en el contacto del hombre: era tan decidido, como si... como si Taeyong fuera alguna cosa de su pertenencia.
Y aun así, de alguna manera, lo ayudó. Taeyong casi gimió de alivio cuando su reticente vejiga finalmente obedeció.
Fue una experiencia totalmente surrealista cuando Yoon Oh sacudió un poco su polla antes de volver a guardarla. Nuevamente, la agotada mente de Taeyong notó cómo de práctico y arrogantemente posesivo era el toque de Yoon Oh, como si esto fuera completamente normal, como si Taeyong fuera algo que le pertenecía a lo que estaba haciendo algún tipo de mantenimiento. Debería haberlo enfurecido, pero la ira requería de energía, y él ya no tenía ninguna. Su cuerpo estaba quedándose sin combustible, luego de días de hambre debilitándolo y la falta de sueño ralentizando su velocidad mental.
—Ahora, a la cama —dijo Yoon Oh, levantándolo de nuevo con un brazo y cargándolo fácilmente de regreso a la alcoba. Dejó caer a Taeyong en el colchón y dijo— Tu ropa apesta.
Taeyong parpadeó hacia él con ojos legañosos.
—Por supuesto que apestan —murmuró— Sus matones no me dejaron lavarlas. No tengo otra cosa.
Los labios de Yoon Oh se apretaron. En un abrir y cerrar de ojos, se había ido.
Los párpados de Taeyong ya estaban cerrados cuando fue despertado por las sacudidas. Se quejó, dándose vuelta sobre su estómago y abrazando la almohada suave, perfecta.
—Dormirás luego de cambiarte —una voz odiosa voz familiar dijo— Apestas.
—Ah ha —Taeyong murmuró contra su almohada.
Escuchó alguna maldición en ruso, pero su mente estaba medio dormida y no podía traducirla.
—Blya, eto mne chto li nado (A la mierda conmigo, si esto es necesario)—dijo Yoon Oh con tono irritado, antes de sentar a Taeyong de un tirón y desnudarlo rápidamente. Taeyong no abrió los ojos, apenas vagamente consciente de ser empujado dentro de algo largo y suave. Olía bien.
Estaba completamente enterrado boca abajo en la cama, cuando una mano gentil acarició su cabello.
—Duerme.
—Ah ha —Taeyongmurmuró antes de abrazar su almohada y caer en un profundo y despreocupado sueño.
Capítulo 7
Cuando Taeyong se despertó, ya estaba bien entrada la tarde, aunque si no hubiera sido por el reloj de pared, no tendría forma de saberlo. Nevaba fuera de la ventana.
Taeyong se frotó los ojos y se estiró en la suave cama, sintiéndose deliciosamente bien descansado y cómodo. Sus músculos le dolían un poco, pero se sintió más a gusto de lo que lo hizo en siglos. Todavía no estaba seguro de por qué lo habían mudado de su antigua habitación a un sospechosamente agradable cuarto, pero esperaba que no fuera sólo un golpe de suerte.
Entonces, recordó algo. ¿Realmente le había dicho Yoon Oh que estas eran sus habitaciones personales?
Taeyong se sonrojó, recordando las circunstancias. Mierda.
¿Realmente había dejado que ese hombre lo manipulara, sostuviera su polla mientras orinaba, y en términos generales lo tratara como a una cosa? ¿Su cosa?
El estómago de Taeyong dio un pequeño salto. Repentinamente, sentía un impulso irresistible de salir corriendo. Correr a algún sitio alejado de ese hombre extraño con ojos crueles y manos gentiles y dominantes.
Aunque... no podía negar que todo había salido bastante bien. Mejor de lo que Taeyong podría haber esperado. Sí, había sido castigado, y eso apestaba, y su necesitada caída emocional posterior fue poco digna, pero Yoon Oh fue casi agradable con él. El tipo se había encargado de él cuando no tenía por qué hacerlo. Podría haber dejado a Taeyong tirado allí, exhausto y desvalido, hasta que se meara encima y se quedara dormido en el piso duro. Incluso había cambiado la ropa de Taeyong y lo había metido en la cama. Es cierto que Yoon Oh difícilmente había sido suave mientras lo hacía, pero aun así. Taeyong decidió contabilizarlo como una pequeña victoria. Siempre le gustó ser optimista.
Bostezando, Taeyong se estiró y se sentó. Sus músculos se sentían algo doloridos, pero para nada tan malo como habría temido. Su mirada cayó sobre la mesita auxiliar y sus ojos se ensancharon. Había una gran bandeja con comida allí. Con todo tipo de comida. Incluso había frutas y verduras.
Taeyong sonrió, su estómago gruñendo. Nop, ducha primero, estómago.
Con mucho mejor humor, entró al baño, miró al espejo y se quedó congelado, notando lo que vestía. Una camiseta blanca de manga larga. Pertenecía claramente a alguien mucho más alto y ancho de hombros que él: le llegaba casi hasta las rodillas. ¿Era de Yoon Oh?
Un escalofrío subió por su columna al pensarlo. Normalmente no le habría importado. Feliz de sacarse su ropa sucia... pero luego de la experiencia surrealista de la noche anterior, usar la ropa del hombre lo hacía sentir verdaderamente inquieto. Sin mencionar que estaba desnudo bajo la camiseta.
Había otra puerta al otro lado del baño. Taeyong se acercó y escuchó. Nada.
Empujó la puerta, pero no se movió. Cerrado. Por supuesto. Incluso si realmente estaba en las dependencias de Yoon Oh, como este había insinuado, difícilmente sería dejado solo, libre de deambular a sus anchas.
Suspirando, Taeyong empezó a desvestirse. Necesitaba ducharse.
Necesitaba relajarse y dejar de pensar en la noche pasada.
Pero mientras estaba bajo el chorro de agua caliente, los pensamientos de Taeyong seguían regresando a ella. Algo sobre ella lo molestaba mucho.
No es como si Taeyong no tuviera idea de los castigos disciplinarios y todo lo que implicaban: contrario a su apariencia, no era un muchacho inocente e inexperto. Lejos de ello. Estaba de hecho bastante familiarizado con ese estilo de vida gracias a su segundo novio, Ten, quien estaba involucrado con el BDSM y lo convenció de que lo intentara. Al final, luego de experimentar un poco, Taeyong le había dicho a Ten que, mientras que respetaba su estilo de vida, no le gustaba ser azotado, encadenado y golpeado con un flogger. Ten no se había sentido exactamente feliz de escucharlo, y Taeyong todavía se estremecía al recordar su horrible ruptura. Pero la cosa era... él y Ten lo habían hecho siguiendo el libro —habían usado palabras seguras y todo lo demás, habían confiado recíprocamente lo suficiente— pero simplemente no funcionó. No hizo nada por encender a Taeyong. Aunque le habían gustado algunas de las cosas que hicieron —como ser sujetado y follado con rudeza— más que nada había encontrado que los "castigos" le resultaban molestos y estúpidos más que excitantes, y nunca se había sentido verdaderamente impresionado por ellos ni particularmente sumiso. Por lo que toda la experiencia con Ten había convencido a Taeyong de que esas cosas no le interesaban para nada.
Hasta esta mañana.
No estaba seguro de cuán apropiado fuera comparar la experiencia de la noche pasada con los experimentos con Ten. Él y Yoon Oh claramente no habían estado jugando. No había habido palabras de seguridad involucradas. Había sido un verdadero castigo —un castigo que lo había reducido a un llanto genuino— y la experiencia no había sido sexual en lo absoluto. Sin embargo, lo sacudió profundamente.
Taeyong sabía que el BDSM no siempre implicaba sexo ni incluso látigos y cadenas; a veces era algo más complicado que eso. La verdad era, que el castigo de la noche previa y lo que pasó después, se sintió mucho más intenso e íntimo que el sexo pervertido sadomasoquista en el que se había involucrado con Ten. Los recuerdos de Taeyong sobre la noche anterior eran bastante inconexos por razones obvias, pero el sentimiento de total vulnerabilidad, e impotencia, perduraba claro y nítido incluso ahora.
Y eso lo ponía incómodo como la mierda... porque por unos minutos, se había sentido bien. Se había sentido bien llorar en brazos de Yoon Oh y buscar consuelo en él, lo cual era... Jodidamente retorcido. No confiaba en lo más mínimo en el tipo.
¿Cómo podría sentirse bien? ¿Estaba loco?
Frunciendo el ceño, Taeyong apagó la ducha. Incómodo para estar desnudo más de lo necesario, secó enérgicamente su cuerpo con el toallón y se enfundó de nuevo con la camiseta de Yoon Oh, por falta de otras opciones. Su ropa no estaba en ningún lugar visible.
Se quedó viendo el espejo nuevamente, con dudas nublando su mente. Lo que sea que pasara anoche —o mejor dicho, esta mañana— no podía volver a suceder. Estaba preparado para actuar el papel de muchachito bueno y vulnerable para provocar en su captor una falsa sensación de seguridad, pero actuar era la palabra clave.
Sólo un completo idiota se expondría verdaderamente impotente y vulnerable ante un hombre como Jung Yoon Oh.
♟️
Taeyong no estaba seguro de qué lo había despertado. Se volvió consciente de que estaba recostado de lado, con las sábanas enredadas a sus pies. Algo le dijo que no abriera los ojos, por lo que no lo hizo. Escuchó, forzando sus oídos, inseguro y ansioso, con piel de gallina subiendo por sus brazos.
Todavía era de noche: podía oír un búho ululando en la distancia, un sonido misterioso que le hizo erizar el pelo de la nuca. Pero había algo más. Alguien más.
Allí. El sonido apenas audible de una respiración.
Manteniendo su propia respiración serena y uniforme, Taeyong abrió ligeramente un ojo. Había dejado la lámpara encendida cuando se había ido a dormir, por lo que no tenía problemas para ver alrededor. Excepto que quien estaba en la habitación —y él sabía quién era— estaba parado al otro lado de la cama y tras la espalda de Taeyong.
Entonces, notó algo más. Su camiseta se le había levantado, dejando su culo y piernas completamente expuestos a la vista de Yoon Oh. El primer impulso de Taeyong fue jalar la camiseta, pero si lo hacía, descubriría que no estaba dormido. Taeyong no se sentía preparado para enfrentar a este hombre luego de su último y desconcertante encuentro.
Su expuesta piel le picaba, la tensión creciendo en su cuerpo.
¿Por qué Yoon Oh no hacía nada? ¿Por qué no se iba? ¿Por qué incluso había venido en medio de la noche? Taeyong se había preocupado y esperado toda la velada, esperando que Yoon Oh o alguien viniera, pero nadie lo hizo. Por suerte, lo habían dejado con suficiente comida por lo que el hambre no era una preocupación. Finalmente, a falta de algo mejor para hacer, se había ido a dormir, estimando que un hombre de negocios del calibre de Jung Yoon Oh tendría cosas más importantes que atender que visitar a un ignorante niño rico que sólo era útil como objeto de intercambio.
Excepto que ahora Yoon Oh estaba aquí. Taeyong estaba seguro de que no estaba imaginando el sutil aroma de su colonia mezclado con el suave olor a cigarrillos. Sus músculos temblaban por la adrenalina, su corazón latía tan rápido que por un momento se sintió mareado. ¿Por qué no se movía Yoon Oh? ¿Qué estaba mirando? ¿En qué pensaba? ¿Y por qué carajos le importaba eso a Taeyong?
—Eres tan horrible fingiendo dormir como lo eres manipulando.
Taeyong se puso rígido.
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BDSM: Término creado para abarcar un grupo de prácticas yfantasías eróticas. Se trata de una sigla que combina las siglas resultantes deBondage y Disciplina; Dominación y Sumisión; Sadismo y Masoquismo.
Flogger:
Capítulo 8
La silueta sobre la cama pareció dejar de respirar, poniéndose rígida ante el sonido de su voz.
Yoon Oh frunció el ceño. El chico le tenía miedo. Aunque no era ni inesperado ni completamente indeseado, sólo complicaría las cosas. No podía dejar que Taeyong le temiera demasiado. Esta vez necesitaría... un acercamiento más amable para alcanzar lo que se había propuesto luego de ver la reacción de Taeyong a su castigo. La forma en que el muchacho se había aferrado a él, buscando su consuelo y confiando en él lo suficiente como para rendirse agotado al sueño en presencia de Yoon Oh... había abierto nuevas posibilidades.
Ciertamente, había formas mucho más simples, rápidas y menos retorcidas de hacer pagar a Lee Sooman, pero esta podría aplastar a Lee si lo hacía bien. Si Yoon Oh pudiera condicionar al único hijo de Lee, volver al muchacho completamente dependiente de él, entonces tendría las llaves a lo que más atesoraba Lee: las Industrias Lee, su orgullo y felicidad. Yoon Oh no estaba demasiado preocupado porque Lee no confiara en su hijo. Si el chico no tenía idea sobre los negocios, mejor todavía.
Retén tus jodidos caballos, se dijo Yoon Oh. Como decía el proverbio, no debía colocar el carro delante del caballo. Primero tenía que ganarse el afecto de Taeyong para que el plan funcionara.
Eso no iba a ser fácil, incluso considerando las inclinaciones sumisas de Taeyong.
La verdad era, que Yoon Oh tenía dudas sobre el plan. No le gustaba lo que no podía controlar.
Y no pudo controlar sus propias reacciones esa mañana. Cuando se había encontrado con los brazos colmados de un muchacho necesitado y tembloroso, consolarlo no había sido una decisión consciente. Fue todo instinto. La sumisión de Taeyong había jodido su cabeza, haciéndolo reaccionar instintivamente... como reaccionaría cualquier buen Dom ante las necesidades físicas y emocionales de un sub luego de una escena. El problema fue, que el castigo que le había dado a Taeyong nunca debió significar otra cosa que un simple castigo. El necesitado lenguaje corporal del chico después de ello, no debería haber desencadenado sus instintos.
Pero lo hizo.
Yoon Oh no era ajeno a los juegos de dominación. Obtenía cierto placer en los juegos de poder del día a día; a veces, si el humor era el adecuado, su cuerpo picaba por ello también. La mayor parte de la gente lo consideraba un hombre cruel, y no estaban equivocados. Pero no era un amante cruel, nunca lo fue. Por supuesto, no era un amante gentil tampoco. Le gustaba rudo, le gustaba el subidón de poder que sentía cuando reducía a alguien en un cuerpo dócil, en un desastre sumiso (era mucho más excitante que la violación o la crueldad innecesaria por la que sentía inclinación alguna de su gente) pero cuidaba muy bien de sus compañeros sexuales. La gratificación sexual no era siempre el objetivo cuando estaba de humor para jugar, pero normalmente la sumisión genuina de una mujer atractiva lo hacía querer follarla. Yoon Oh nunca consideró que un hombre pudiera afectarlo del mismo modo, y aun así este jovencito con sus labios obscenamente bonitos y su sumisión natural lo hacía, y Yoon Oh se encontró deseando hacerle cosas perversas por horas antes de enterrarse en él.
No lo había hecho, por supuesto. Aún le quedaba algo de autocontrol.
Pero ahora estaba siendo puesto a prueba de nuevo.
Taeyong apenas respiraba aún. Los ojos de Yoon Oh bajaron de la greña de rizos hacia el tenso cuello del muchacho, bajando por su espalda vestida con la propia camiseta de Yoon Oh, al respingón culito perfecto y sus esculturales y tonificadas piernas.
Apretando los dientes, Yoon Oh apartó la mirada y rodeó la cama.
Los ojos del chico estaban muy abiertos, sus rosados labios de cereza ligeramente entreabiertos. Taeyong los lamió.
—¿Por qué estás aquí? —dijo, jalando finalmente el borde de la camiseta de Yoon Oh.
La mirada de Yoon Oh siguió el movimiento. Se sentó en la cama, a meras pulgadas de la cabeza de Taeyong.
El muchacho se tensó visiblemente, mirándolo con cautela. Con la luz amarilla de la lámpara, su pelo parecía un halo morado.
—Esta es mi casa —dijo Yoon Oh— Todo en esta casa es mío. No eres un invitado. Puedo ir y venir como me plazca. No tengo que explicar mis acciones ante ti. Puedo hacer lo que quiera —Puedo hacerte lo que quiera.
Se observaron mutuamente en silencio, la tensión estirándose como un cable tensado entre ellos.
Un búho ululó al otro lado de la ventana. Taeyong tragó saliva.
—Sé lo que quiere —murmuró— No soy estúpido.
Yoon Oh enterró los dedos en sus morados mechones. Tan suaves y bonitos.
—¿Y qué quiero? —dijo.
Pasaron segundos cargados de tensión.
Finalmente, Taeyong dijo mirándolo a los ojos, con las mejillas sonrosadas.
—Quiere follarme la boca. Sigue sin dejar de mirarla. Fue una lucha por mantener su rostro impávido.
—No soy maricón —dijo Yoon Oh, sin ninguna inflexión en la voz. No era un acérrimo homofóbico, al menos no en comparación con sus hombres, pero ciertamente no era un simpatizante de la causa. Nunca había comprendido por qué algunos tipos preferirían pechos planos, culos peludos, y piernas poco atractivas, frente a los cuerpos suaves y bien formados de las mujeres.
Taeyong sonrió de lado, mostrando el atisbo de un hoyuelo.
—Mi ex tampoco era maricón. Pero eso no lo frenó de meter su polla en mi boca. ¿A qué tipo no le gusta que le chupen la polla? La boca de un maricón es igual de buena que la de cualquier mujer.
Así que el chico era gay, como lo había sospechado. Y Yoon Oh podía notar que a pese a su tono ligero, la sonrisa casual de Taeyong era fingida, forzada. Claramente era un tema sensible para él, y sin embargo... había algo más ahí.
Yoon Oh lo estudió por varios minutos. El chico estaba algo ruborizado, sus pupilas dilatadas y su respiración inestable. Continuaba lamiéndose los labios.
Interesante.
—Casi suena como si estuvieras intentando convencerme de hacerlo —dijo Yoon Oh.
Una risa nerviosa escapó de los labios de Taeyong.
—Me asusta a cagar. ¿Por qué querría tener mi garganta atiborrada con su polla?
La sangre de Yoon Oh se precipitó hacia su parte baja.
—Tienes una imaginación muy vívida.
Los ojos de Taeyong se abrieron de par en par y su rubor rosado se volvió púrpura.
Se miraron mutuamente por lo que pareció una eternidad.
Sin prisas, Yoon Oh se desabrochó los pantalones con su mano libre y sacó su polla.
Taeyong bajó la mirada y se quedó viendo la polla medio dura de Yoon Oh, a pulgadas de su cara.
—¿Qué? —susurró con voz ronca.
Acariciando sus dedos por los rizos del muchacho, Yoon Oh dijo.
—¿No es esto lo que quieres?
Taeyong negó con la cabeza, con sus ojos fijos en la rígida polla de Yoon Oh.
—Yo creo que lo es —dijo Yoon Oh, empujando la cabeza de su polla contra el pulso enloquecido del muchacho y arrastrarla por el cuello de Taeyong hasta sus labios de cereza. Tan jodidamente bonito. Taeyong respiraba entrecortadamente, sus ojos abiertos de par en par, las mejillas enrojecidas. Yoon Oh lo miraba con hambre, manteniendo su expresión relajada y controlada, como si su erección no estuviera cepillando los labios de Taeyong, como si no quisiera meter su polla en la garganta del chico y follarla duro.
—Chupa —dijo Yoon Oh en voz baja.
Taeyong tragó saliva y negó con la cabeza de nuevo, pero no se veía muy convincente, considerando el hecho de que también tenía una erección. Una mirada bastaba para confirmarlo.
—No voy a forzarte —dijo Yoon Oh— Pídemelo amablemente y te daré una polla que chupar.
—No —dijo Taeyong cerrando fuerte los ojos. Se veía tenso y afligido mientras Yoon Oh acariciaba su polla contra sus labios. Taeyong lloriqueó cuando Yoon Oh le golpeó la boca con su polla.
—No —el muchacho dijo de nuevo, incluso cuando miraba la polla de Yoon Oh con hambre— Por favor, no haga esto.
¡Ah! Una oleada de excitación arrasó sobre Yoon Oh. Si esto era lo que le gustaba a Taeyong, bien.
—Rojo, amarillo, verde —dijo Yoon Oh, aferrando los rizos en su mano con más fuerza.
Taeyong parpadeó confundido. Mierda, parecía estar completamente ido ya. Finalmente, la comprensión ascendió en esos oscuros ojos.
—Verde —murmuró Taeyong, la sorpresa parpadeando en su expresivo rostro... sin dudas lo sorprendió que el gilipollas que lo secuestró fuera lo bastante decente como para ofrecerle palabras seguras. El chico no podría saber que Yoon Oh estaba jugando un juego a largo plazo. Sería lo suficientemente amable con Taeyong. Sería tan bueno con él, que pronto el muchacho sería incapaz de respirar sin él.
—Chúpala, blyad (Puta) —dijo Yoon Oh, dejando que su voz sonara más áspera.
—No —dijo Taeyong, sacudiendo la cabeza, sus ojos oscuros y hambrientos.
Yoon Oh le abofeteó la mejilla. Taeyong gimió y levantó la mirada hacia él, jadeando. Yoon Oh jaló la cara del muchacho contra su dura polla y silbó mientras la húmeda boca de Taeyong lo engullía, los rechonchos labios abrazando su dolorosa erección. Jodido infierno.
Antes de que pudiera frenarse, antes de que pudiera pensar dos veces sobre lo que estaba haciendo, sus caderas embistieron hacia el frente, su polla entrando y saliendo de la boca del muchacho con sonidos húmedos y obscenos. Taeyong gemía suave alrededor de la longitud que follaba su garganta, sus ojos fuertemente apretados, con lágrimas brillando en las esquinas.
Yoon Oh no podía apartar la vista. Ver su gruesa polla follando un rostro tan jodidamente angelical e inocente parecía superar el límite de lo malo y sucio. A pesar de las lágrimas en sus ojos mientras la polla de Yoon Oh lo ahogaba, el muchacho estaba duro, sus delgados dedos trabajando furiosamente en su propia erección. Un ángel y una puta.
—Que pedazo de chupa—pollas —Yoon Oh dijo en voz baja, sus manos sosteniendo y acariciando la angelical cara del muchacho mientras sus caderas irrumpían hacia delante y hacia atrás—¿Cuántas pollas has chupado ya, putita?
Taeyong gimió alrededor de su polla. Al parecer, disfrutaba ser forzado, usado, y llamado por nombres despectivos. No había dudas de que las apariencias podrían ser engañosas, aunque Yoon Oh no era quién para juzgarlo. Las personas se excitaban con las mierdas más extrañas, él incluido, y eso no quería decir nada.
Esto no significaba nada.
Así que se dejó ir, tomando su placer en la boca del hijo de Lee y diciéndole lo puta que era, diciéndole que nació para tener una verga en cada uno de sus agujeros, mientras todo el tiempo acunaba y acariciaba la cara de Taeyong como si fuera algo precioso. El muchacho reaccionó maravillosamente, chupando su polla como un jodido profesional y reclinándose en sus manos, buscando su toque. No se resistió cuando Yoon Oh lo rodó sobre su espalda y, montando su pecho, forzó su polla nuevamente en la deseosa boca de Taeyong. Luego de eso fue un borroneo de follar, los gemidos roncos del muchacho y sus propios gruñidos, mientras que envestía en perfecto el calor mojado de aquella boca.
Finalmente, se corrió, jurando entre dientes apretados, y viendo al chico tragarse su corrida con ansiedad, lo que no debería haber sido tan jodidamente excitante.
—Mmm —dijo Taeyong, jadeando, cuando Yoon Oh se retiró. Parecía jodidamente destrozado, con los labios incluso más enrojecidos e hinchados de lo habitual, con sus oscuros ojos vidriosos. Yoon Oh dejó que su polla ablandada acariciara la ruborizada mejilla del muchacho antes de dejarse caer junto a él.
La habitación estaba en silencio, excepto por el sonido de sus respiraciones entrecortadas.
Yoon Oh guardó su polla, subió la cremallera y volvió a mirar al muchacho.
Todavía estaba tumbado en el colchón, la expresión de su rostro aturdida, sus suaves piernas abiertas, su mano flojamente envuelta en su gastada polla.
Yoon Oh resistió el impulso de dejar la cama e irse sin una palabra, para escapar de esta habitación y todo lo que sucedió en ella. No lo haría, por supuesto. Hacerlo sería una demostración de debilidad, expondría cuanto el sexo lo había alterado. No estaba alterado. Solo molesto consigo mismo. No se suponía que debería tener sexo con Lee Taeyong, al menos no en este momento.
Usarlo como un agujero para meter su polla disminuía la probabilidad de que el muchacho confiara en él, considerando lo que Taeyong había dicho implícitamente sobre su ex.
Había complicado innecesariamente todo, agregando algo impredecible, algo que podría obstaculizar o ayudar a sus planes. Podría salir de cualquier manera.
Taeyong se giró hacia él, con los ojos aún suaves y brillantes.
—Me dio una palabra segura.
—Puede ser una sorpresa para ti —dijo Yoon Oh con voz muy seca— Pero yo realmente no disfruto violando a la gente —dejó que la esquina de su boca ascendiera— Al menos que les guste eso.
Un ligero rubor subió por las mejillas de Taeyong. Frunció los labios. Parecía un gatito descontento.
—No me gusta eso —dijo con voz vacilante— Usted me forzó. Yoon Oh alzó las cejas.
—No es así como lo recuerdo.
—No soy un enfermo —dijo Taeyong, luciendo aún más disgustado— Sólo a las personas enfermas y retorcidas les gustan ese tipo de cosas.
Yoon Oh sacó un cigarrillo y un encendedor del bolsillo de su camisa.
—¿Eso es lo que la gente agradable le enseña a sus niños en estos días? —dijo, encendiendo el cigarrillo— Qué montón de mierda —Inhaló profundamente y sopló una nube de humo hacia el cielo raso— Noticias de último momento, kotyonok (Gatito): lo que te encienda no dice nada sobre tu carácter. Conozco a un hombre al que le excita ser orinado por mujeres. Es uno de los hombres más asertivos y confiados que he conocido.
Ahora había una expresión de incertidumbre y confusión en la cara de Taeyong. Abrió la boca y la cerró varias veces, pero al final, decidió decir.
—No me diga kotyonok (Gatito). Sé lo que significa. Yoon Oh resopló.
—Te he llamado puta, chupa—pollas y blyad (Puta), y no te importó, pero ahora te molestas porque te llamé gatito —Gatito era acertado. El chico parecía un gatito descontento.
Taeyong frunció sus ridículos labios.
—Odio cuando la gente usa palabras cariñosas que no sienten.
—Lo tendré en cuenta, solnyshko (Pequeño sol)—dijo Yoon Oh. Casi se echó a reír ante la cara que puso el muchacho.
—Luz del sol, no es mejor que gatito —gruñó Taeyong, viéndolo con incertidumbre.
—Sabes bastante del ruso —dijo Yoon Oh, un poco sorprendido por ello. El padre del muchacho no sabría ni dos palabras en ruso.
—Soy bastante bueno comprendiéndolo, pero soy horrible hablándolo —Taeyong le disparó una mirada evaluadora—No lo entiendo. Está siendo casi agradable. Usted no es una persona agradable.
—¿Qué te hace pensar eso? —dijo Yoon Oh, profundamente divertido. De hecho, no podía recordar la última vez que se había sentido tan divertido— ¿Por qué te hice secuestrar y encerrar aquí?
Taeyong negó con la cabeza, luciendo claramente incómodo.
—¿Porque soy un malvado oligarca ruso? Otra sacudida de cabeza.
Yoon Oh se apoyó sobre un codo, viendo al muchacho con curiosidad.
—¿No?
Taeyong se mordió los labios antes de decir.
—Tiene ojos crueles.
—Ojos crueles —Yoon Oh repitió con una sonrisa sardónica curvando sus labios— Y aquí estaba yo, siendo tan agradable y ofreciéndote una polla que chupar.
Taeyong se enrojeció.
—No le pedí su polla.
—Casi me rogaste que usara tu boca, gatito. Yo estaba siendo un agradable anfitrión.
—Agradable. Seguro.
—Así es —dijo Yoon Oh, rozando sus nudillos por la sedosa mejilla de Taeyong. El muchacho se estremeció, pero no espantó la mano. Yoon Oh sonrió— Pero cambié de opinión. Te di lo que querías. Ahora de momento de pagar.
—¿Pagar? —preguntó Taeyong, su expresión volviéndose desconfiada. Chico inteligente.
—Sí —Yoon Oh dejó que sus nudillos rosaran el cuello del muchacho, pensando en una demanda adecuada... una que lo hiciera avanzar con su plan. Idealmente, debería ser algo que hiciera al chico acostumbrarse a él, tal vez incluso encariñarse con él. No podía ser nada sexual. Taeyong vendría a él rogándole por su polla. Hasta entonces, Yoon Oh mantendría su polla fuera de la boca del chico, sin importar lo bonita que fuera.
Sus ojos se posaron en esa exuberante boquita fruncida y se quedaron allí.
Quería probarla.
El repentino deseo era tan fuerte que lo sacudió. Usar la boca del chico como un agujero para meter su polla era una cosa. Desear besarlo era otra. Yoon Oh ni podía recordar la última vez que había querido besar a alguien. Realmente él no besaba.
—Sabe, me pone muy nervioso cuando me mira con esa mirada en el rostro —dijo Taeyong con una risita incómoda
—¿Qué mirada?
—Como si estuviera considerando asesinar.
—No en este momento —dijo Yoon Oh, acariciando el pulso del muchacho con el pulgar— Bésame.
—¿Qué? —gritó Taeyong.
—Bésame.
—¿Por qué? —dijo Taeyong, pasando su mirada entre los ojos y los labios de Yoon Oh.
—Porque yo lo dije —dijo Yoon Oh, la irritación tiñendo sus palabras. No podía recordar la última vez en que sus órdenes fueran tan cuestionadas.
—Correcto —dijo Taeyong al cabo de un momento— Pero no quiero hacerlo.
—Chupaste mi verga y lo disfrutaste —dijo Yoon Oh, inclinándose hacia él— Abre la boca.
Taeyong lo miraba fijamente, su respiración despareja y su cuerpo paralizado. Yoon Oh bajó la mirada a sus labios y se lamió los propios. La boca del chico era positivamente pecaminosa. Ambos labios eran gruesos, rosados y seductores, el labio superior más relleno que el inferior. En cualquier otro rostro masculino esa boca con labios sensuales habría parecido ridículamente fuera de lugar, pero no en él. La boca de Yoon Oh prácticamente le picaba por probar, morder, y chupar.
Así que lo hizo.
No intentó ser amable. No era un hombre amable. Tomó la barbilla de Taeyong en sus manos y lo besó, áspero y hambriento. El chico sabía a la corrida de Yoon Oh, pero en vez de asquearlo, encendió a Yoon Oh y lo besó más profundamente, más duro, más hambriento, con los dedos apretando la mandíbula de Taeyong. Taeyong gimió en voz baja, comenzando a retorcerse contra él, sus labios rechonchos pegados a los de Yoon Oh...
Yoon Oh se apartó.
Respirando con dificultad, se miraron uno al otro, los ojos de Taeyong oscuros y dilatados, sus labios hinchados por la polla de Yoon Oh y sus dientes. Mierda. Le tomó toda su fuerza no clavar al muchacho contra el colchón aquí y ahora.
—Te dije que lo disfrutarías —dijo Yoon Oh, y lo sorprendió lo normal que sonó su voz.
Una tormenta de emociones parpadeó en el expresivo rostro de Taeyong.
—Que pueda encenderme, no significa que me guste.
—No necesito gustarte, amor —dijo Yoon Oh, levantándose de la cama y enderezándose la ropa. Se inclinó para rozar sus labios contra la bien usada boca del muchacho, disfrutando la forma en que Taeyong se tensó y tembló. Yoon Oh mordió el labio de Taeyong ligeramente— Que yo te guste no es un requisito. Puedes continuar odiándome —Me necesitas, de todas formas.
Se fue, sin molestarse en ver la reacción de Taeyong.
Una vez en su habitación, Yoon Oh hizo una pausa y respiró hondo. Presionando un botón en el intercomunicador, dijo en tono cortante.
—Mándame una mujer. Joven. Rubia. Altura media. Debe gustarle áspero.
Si a Si Cheng lo sorprendió recibir una solicitud como esa a las tres de la mañana, no dijo nada.
—Sí, Yoon Oh Abramovich. La tendrás en media hora.
Lo hizo.
Y si pensó en el muchacho de la habitación contigua mientras embestía en esa mujer, él era el único juez y testigo.
════ ∘◦♟️◦∘ ════
Dom: Dominante. En este caso Yoon Oh no se refiere a su personalidad dominante, sino que implícitamente reconoce participar en escenas BDSM asumiendo el rol dominante (Dom) respecto de un sumiso (sub).
Sub: sumiso.
Escena: Escena BDSM.
Palabras seguras: En fin, en los juegos de BDSM las palabras de seguridad (o palabras seguras) son aquellas que permiten al sumiso detener una escena que se vuelve demasiado incómoda o perturbadora. Rojo, amarillo y verde son un clásico para decir detente, más despacio o continúa respectivamente.
Solnyshko: Apelativo cariñoso ruso que literalmente quiere decir"pequeño sol" y es el equivalente al Sunshine (luz del sol/ rayito de sol) dela lengua inglesa.
Capítulo 9
Yoon Oh estaba persiguiendo algo; Taeyong estaba seguro de ello. Estaba jugando un juego cuyo propósito todavía no estaba completamente claro para Taeyong.
No sabía qué esperar del otro hombre luego de anoche. Joder, no sabía qué esperar de sí mismo después de anoche. Ya no estaba seguro de cómo actuar en torno a Yoon Oh. Su plan a medio cocinar, de pretender ser un chico ignorante y vulnerable para lograr que Yoon Oh dejara caer la guardia a su alrededor parecía irrisible ahora. Ya no necesitaba fingir. Se sentía terriblemente inhibido y vulnerable después de revelarle a Jung Yoon Oh, de todas las personas posibles, su perversión más vergonzosa: que le excitaba ser forzado, usado, rebajado y llamado de forma despectiva. Ninguno de sus anteriores novios había sabido de ese fetiche en particular. Taeyong siempre había estado demasiado avergonzado para contarles, sintiéndose como una aberración por excitarse con algo como eso. ¿Por qué no podía ser normal?
—No quiero hablar de ello —dijo Taeyong, manteniendo los ojos fijos en la bandeja de comida y resistiendo la urgencia de alejarse del hombre que estaba a su lado. La cama parecía ser tan pequeña con el largo cuerpo, de hombros anchos, de Yoon Oh estirado casualmente sobre ella. ¿Tenía que sentarse en la cama de Taeyong? Había una silla perfectamente buena en la habitación.
—¿Por qué? —dijo Yoon Oh.
—No sé para usted, pero el sexo es un tema privado para mí — dijo Taeyong tan calmado como pudo, cortando un trozo de manzana con el cuchillo y llevándoselo a la boca. Se preguntaría por qué Yoon Oh le permitiría tener un cuchillo, si tuviera alguna ilusión delirante sobre su capacidad física para vencerlo en una lucha. Era obvio que los músculos de Yoon Oh no eran resultado de ejercicios físicos y una buena dieta. Yoon Oh se movía con la fluidez y confianza de un hombre que sabía usar su cuerpo como un arma.
La pregunta era: ¿Por qué estaba este peligroso —y presumiblemente muy ocupado— hombre perdiendo su tiempo viendo comer a Taeyong y preguntando cosas que Taeyong no quería discutir?
Todo era muy desconcertante, especialmente luego de la última noche... después de que Yoon Oh follara su boca, lo besara hasta que los dedos de sus pies literalmente se enroscaran, y luego irse a su dormitorio a follarse a una mujer cuyos gemidos Taeyong podía oír incluso a través de las dos puertas que separaban sus habitaciones.
Taeyong frunció los labios.
—No eras una cosita tan mojigata anoche —dijo Yoon Oh.
—Anoche fue un error —dijo Taeyong con rigidez, mirando los restos de su plato y luchando contra el sonrojo— No soy... no soy así.
—¿Así cómo? ¿Gay?
—No, obviamente soy gay —Taeyong levantó los ojos hacia Yoon Oh. Intentó no mirar a las pequeñas matas de pelo oscuro que asomaban debajo de la camisa a medio desabrochar de Yoon Oh— Mire, tiene una impresión equivocada. No me gustan ese tipo de cosas... no realmente. He tenido cuatro novios y no he hecho nada como eso con ninguno de ellos.
Una sonrisa floja curvó los labios de Yoon Oh.
—Me halagas.
Cuando Taeyong lo fulminó con la mirada, Yoon Oh sonrió más ampliamente, divertido. La sonrisa realmente alcanzó a su mirada fría, y por primera vez, Taeyong entendió lo atractivo y encantador que podría ser este hombre si quisiera serlo. La idea lo inquietó. No quería registrar ese dato.
—No habla muy bien de tus relaciones si no podías contarle a tus parejas qué es lo que te gusta —dijo Yoon Oh, estudiándolo con los ojos entrecerrados.
Paseando la vista por la habitación, Taeyong dijo:
—No es... realmente no es la gran cosa. Una relación, para mí es algo más profundo que algunas perversiones raras —Taeyong acomodó un rizo suelto tras su oreja— No es como que yo esté tan interesado en ello. No soy un monstruo.
La mirada evaluadora de Yoon Oh empezaba a ponerlo nervioso.
—¿Qué? —dijo Taeyong, incómodo.
—Tus padres se divorciaron cuando tenías ocho —dijo Yoon Oh. Taeyong parpadeó por el abrupto cambio de tema.
—Sí —dijo, sin saber hacia dónde iba Yoon Oh o por qué repentinamente quería hablar sobre el divorcio de sus padres, entre todas las cosas.
—Mis fuentes dicen que tú fuiste el principal punto del litigio. Tu madre quería la custodia, pero tu padre le ganó. Y restringió el acceso de tu madre hacia ti —El rostro de Yoon Oh se veía impávido mientras que recitaba sin tapujos los hechos de uno de los períodos más difíciles en la vida de Taeyong.
Mordiéndose el interior de la mejilla, Taeyong asintió. Yoon Oh continuó.
—Los detalles sobre el divorcio fueron difíciles de averiguar, pero aparentemente tu padre afirmaba que tu madre era una mala influencia, y no era apta para criarte. ¿Por qué?
Taeyong tomó una banana y comenzó a pelarla. Sabía que no tenía por qué responder. No hablaba de esto ni con sus amigos. Pero de nuevo, Yoon Oh no era su amigo. Era poco probable que Taeyong lo volviera a ver luego de que todo este calvario terminara. ¿A quién podría lastimar si respondía con sinceridad? No podía ver cómo Yoon Oh podría usar esta información en su contra. Quizás si Yoon Oh viera que no tenía nada que esconder, ayudaría a Taeyong a largo plazo. Sin mencionar que en este punto Taeyong estaba dispuesto a hablar de lo que sea mientras no fuera sobre sus vergonzosos fetiches.
—A mi padre no le gustaba que ella y yo fuéramos tan cercanos —dijo encogiéndose de hombros. Mordió la banana y masticó lentamente— Mamá y yo éramos mejores amigos. Ella era algo así cómo... ella era.... ella es una madre increíble, pero siempre deseó tener una niña y tenía poca idea sobre cómo criar a un niño. Todo lo que tenía era a mí, y ella hizo lo que pudo, pero papá siempre estaba fuera y demasiado ocupado, así que —Taeyong se encogió de hombros nuevamente, mirando a la banana en su mano—..Un día él llegó a casa y me encontró jugando a disfrazarme con la ropa de mi madre. Se enfadó —El eufemismo del siglo. Todavía se estremecía al recordar la brutal paliza que recibió ese día. Taeyong se aclaró la garganta— Acusó a mamá de convertir a su hijo en... en un m—monstruo —Se aclaró la garganta de nuevo— Lo gracioso es que ni siquiera me gusta travestirme. Sólo estaba jugando, como lo hacen todos los niños —Y bien, todavía le gustaban las cosas coloridas y bonitas, pero eso no tenía nada que ver.
Taeyong dejó la banana y tomó un sorbo de café.
—De cualquier forma, mis padres se divorciaron y mi padre contrató un tutor masculino para hacerme... más viril. Para 'hacer un hombre de mí' y librarse de todas las tonterías extravagantes que mamá metió en mi cabeza —Se rió, mirando a su taza. Suponía que todo había funcionado eventualmente. Su madre ahora estaba felizmente casada, viviendo en Los Ángeles con un esposo que la amaba y tres hermosas hijas a las que podía malcriar sin temer despertar la ira de su marido. Taeyong amaba a sus medio— hermanas, aunque sólo pudiera verlas un par de veces al año y tuviera muy poco en común con ellas.
—Un monstruo —dijo Yoon Oh en un tono raro— No te definiría como demasiado "viril". ¿Piensas que eso te convierte en un monstruo?
Con los dedos temblando un poco, Taeyong dejó su taza en la bandeja y miró a Yoon Oh.
—Si me gusta chupar pollas y tomarlas por culo, eso no me convierte en un afeminado —Estaba orgulloso de lo firme y segura de sonó su voz. Pero sentía, su pecho apretado con una sensación familiar de pánico. Se sentía como si tuviera ocho años de nuevo, tratando de defenderse ante las palabras burlonas e hirientes de su padre. Soy normal, soy normal, soy normal.
No, no era normal. Siempre lo supo, ¿no? Su padre acostumbraba burlarse de su hijo "afeminado" hasta que Taeyong aprendió a ocultarlo mejor. Mierda, incluso Xiaojun, que también era gay y su amigo más cercano, solía burlarse de él, aunque sin malas intenciones, por ser demasiado romántico y femenino, así que Taeyong tendía a moderar su personalidad incluso estando con sus amigos. Se vestía conservadoramente y aprendió a sonar pragmático y práctico al hablar, lo había aprendido tan bien que se volvió una segunda naturaleza para él. Pero sin importar cuánto lo intentara, no podía liberarse totalmente de la parte suya que quería ser bonito y veía con ilusión las camisas adornadas y vistosas... camisas que lo harían lucir vistoso y afeminado y lo convertirían en el blanco de las críticas mordaces de su padre.
—No, lo que te gusta en la cama no tiene nada que ver con quién eres —dijo Yoon Oh, mirándolo con cautela— Pero estás insinuando que hay algo malo con no ser lo suficientemente "masculino". No suenas como alguien completamente cómodo con quien es.
Apartando la mirada, Taeyong soltó una pequeña carcajada.
—Soy gay y estoy orgulloso de ello.
Yoon Oh puso un pulgar bajo la barbilla de Taeyong y la empujó hacia arriba, acercando sus caras.
—¿Lo estás? —dijo en voz baja— ¿Por eso todavía estás en el armario? ¿U ocultas tus rizos y te vistes como un aburrido hombre de negocios de mediana edad? Cuando te vi por primera vez, vi a un muchacho que parecía estar forzándose a ser lo que no era.
Taeyong solo pudo mirarlo, con la garganta seca y obstruida.
—Estoy en el armario porque no tengo el padre más progresista del mundo y porque mi papá es un hombre peligroso con un temperamento volátil. Me visto de esa forma porque quiero lucir mayor y ser tomado con seriedad por gilipollas como tú —No era mentira pero, ¿por qué sentía que no estaba siendo completamente honesto? Taeyong observó sus temblorosos dedos— No es que sufra por una homofobia internalizada o algo como eso. No todos los gays son estereotipadamente extravagantes y afeminados.
Los azules ojos de Yoon Oh no se apartaron de su rostro.
—Pero algunos lo son —dijo— Y pareces creer que hay algo malo en ello. Estás insinuando que soy homofóbico. Probablemente tengas razón. Pero creo que realmente tienes más problemas con tu sexualidad que los que pudiera tener yo. Dices estar orgulloso de ser gay, pero temes parecer gay.
—No me conoce —logro decir Taeyong a través del nudo en su garganta, jadeando entrecortadamente. Su corazón latía desagradablemente rápido en su pecho. Un ataque de pánico. Estaba teniendo un ataque de pánico. Tenía que calmarse. Era más fácil decirlo que hacerlo. Dios, no podía respirar— No sabe nada.
—¿He golpeado un nervio, gatito? —dijo Yoon Oh, acariciando el tembloroso labio inferior de Taeyong. Se inclinó hacia el oído de Taeyong, su cálido aliento haciéndole cosquillas, y murmuró— No tienes que actuar masculino conmigo, sabes. No tienes que actuar de ningún modo. Puedes relajarte, cariño. Cualquier cosa que pase aquí, se queda aquí —besó un punto bajo la oreja de Taeyong, su barba áspera raspando la piel de Taeyong. Dios.
Los ojos de Taeyong se cerraron por propia voluntad.
—¿Por qué estás haciendo esto? —susurró, intentando respirar, intentando rearmarse y fracasando. Estaba temblando, con una oleada de náuseas abrumándolo. Quería apoyarse en Yoon Oh, que su frente recayera contra su hombro, y absorber su fuerza— ¿Por qué? —dijo, intentando retener la cordura— Está buscando algo.
—Por supuesto que sí —dijo Yoon Oh, pasando sus dedos entre el pelo de Taeyong— Pero eso no significa que esté mintiendo. No voy a juzgarte. Soy el último hombre que puede juzgar a alguien. Puedes relajarte, amor. Puedes hacerlo —acarició la mejilla de Taeyong con sus nudillos.
Taeyong casi lloriqueó, apoyándose en el tacto de Yoon Oh, amándolo y odiándolo. ¿Por qué este hombre lo afectaba con tanta facilidad? Su proximidad, su voz, su aroma, sus palabras.
Yoon Oh lo besó detrás de la oreja. Piel de gallina asaltando la piel de Taeyong. Gimoteó, necesitado... necesitando esto, necesitando ser tocado, sostenido y tranquilizado.
—Shh. ¿Qué tal si subes a mi regazo, amor? Te sentirás mejor.
Taeyong debería haberse reído en su cara. ¿Realmente Yoon Oh pensaba que él no sabía lo falso que eran todos estos toques suaves y las palabras dulces? Yoon Oh sólo estaba aprovechando su momento de debilidad.
Pero no rio. No se resistió cuando Yoon Oh lo jaló sobre su regazo. Enterró su cara contra el pecho de Yoon Oh, donde su camisa estaba desabotonada, pequeños manojos de pelo del pecho cosquilleando en su nariz, e inhaló y exhaló, perdiéndose en la fragancia del hombre, un hombre saludable y en plena forma. Una mano fuerte le acarició la espalda y acercándolo más al pecho amplio. Se sentía tan bien, pese a las campanas de alarma tronando en el fondo de su mente.
Poco a poco, el temblor de Taeyong disminuyó, su respiración estabilizándose, despejando la niebla que invadía sus pensamientos, y comenzó a sentirse inhibido y avergonzado por su pegajoso mini—colapso. Dios, habían pasado años desde que tuvo un ataque de pánico. Pensó que los había superado para siempre. Aparentemente no.
Taeyong apretó su mejilla contra el pecho de Yoon Oh.
—¿Ahora qué? —dijo.
—Ahora, me dirás qué tipo de persona es Lee Taeyong. No el que pretendes ser. Sino el verdadero.
Con el ceño fruncido, Taeyong resopló.
—¿Para que pueda usarlo en mi contra?
—No tengo nada en tu contra, Ricitos —dijo Yoon Oh jalando un rizo— Tengo un problema con tu padre. Pagará por lo que hizo. No tú.
—Entonces, ¿por qué estoy aquí? —dijo Taeyong con escepticismo.
Yoon Oh se tomó un momento antes de responder.
—Sí, voy a usarte para lograr mi objetivo —dijo— Pero puedo darte mi palabra de que una vez que esto haya terminado, regresarás a casa, a salvo e ileso.
La palabra de un criminal debería haber significado poco. Pero Taeyong tenía la sensación de que Yoon Oh no era alguien que ofreciera su palabra a la ligera. Ayudaba el que Yoon Oh no se molestara en negar que fuera a usarlo contra su padre.
—¿Por qué cree que no me preocupa lo que le pase a mi padre?
—¿Lo hace? —dijo Yoon Oh.
¿Lo hacía?
Taeyong pensó en ello... pensó en el hombre frío y distante que había estado ausente la mayor parte de su infancia.
—No lo odio —dijo Taeyong— Sólo que no lo conozco. Es prácticamente un extraño para mí. Así que si está esperanzado en obtener algo de mí para ensuciarlo, no pierda su tiempo —Taeyong se rió un poquito— Probablemente lo conozca mejor que yo —sonrió para sí mismo, al recordar todos sus intentos fallidos para acercarse a su padre— Me preguntó quién es el verdadero Lee Taeyong —dijo con calma— La cosa es, que no estoy seguro. Soy alguien complaciente. Intento encajar en cada sitio al que entro. En retrospectiva, tal vez intenté complacer a mi madre y ser lo que ella quería, del mismo modo en que más tarde intenté complacer a mi padre siendo el heredero duro y varonil que él quería... no lo sé. Supongo que siempre he deseado ser lo suficiente —Pero nunca lo fui. Desearía encontrar a alguien que me quisiera tal cual soy y no quisiera cambiarme.
No lo dijo. Porque el hombre con el que estaba conversando no era su amigo, sin importar lo simple y bien que se sentía hablar con él. El hecho de que estuviera sentado en el regazo de Jung Yoon Oh, contándole sus pensamientos más íntimos y dejando que el hombre mimara su cabello, ya era lo suficientemente extraño. No debía (no podía) confiar en este hombre. No debería encontrar confort en las manos de Yoon Oh o en sus palabras, o en el constante ritmo de su corazón contra la oreja de Taeyong.
—No sé por qué le he dicho todo esto —dijo Taeyong con una pequeña risita— No sé qué es lo que hago en su regazo. Por favor, haga algo diabólico rápido. Me está asustando lo agradable que se siente esto.
Yoon Oh se rio entre dientes.
—Quizás ese sea mi maléfico plan —dijo. Por lo que sabía Taeyong, podría ser cierto.
Fue un alivio cuando sonó el teléfono de Yoon Oh. Yoon Oh lo sacó de su descartada chaqueta y atendió la llamada.
—Jung—Su voz sonó tangiblemente más fría. Taeyong no estaba seguro qué pensar de ello.
—Horosho. Ya budu tam skoro (Está bien.Pronto estaré allí) —dijo Yoon Oh y colgó. Levantó a Taeyong de su regazo y lo dejó nuevamente en la cama, como si no pasara nada— Me tengo que ir.
—¿Cosas malvadas que hacer? ¿Gente que secuestrar? —dijo Taeyong con una sonrisa ladeada.
—Algo así —dijo Yoon Oh, observando su sonrisa por un instante antes de inclinarse y morderle la mejilla, los dientes hundiéndose en su carne.
Taeyong gritó, más por la sorpresa que por un verdadero dolor.
—Umm —dijo, tocando su mejilla e intentando leer a Yoon Oh mientras que el ruso se puso en pie y se colocó la chaqueta. Un vistazo a la entrepierna de Yoon Oh confirmó que estaba medio duro. Taeyong levantó la vista para encontrarse a Yoon Oh observándolo con una expresión inescrutable.
Taeyong se lamió los labios, empuñando el edredón con los dedos.
Yoon Oh se rio entre dientes.
—Relájate, kotyonok (Gatito). No voy a tocarte.
Y entonces se había ido, dejando a Taeyong con una extraña sensación en el pecho, demasiado parecida a la decepción para su gusto.
Yoon Oh no lo volvió a visitar ese día.
Más tarde esa noche, Taeyong enterró su cabeza bajo la almohada, intentando ignorar los agudos gemidos femeninos llegando desde la habitación de Yoon Oh.
Capítulo 10
Tres días después, Taeyong miraba con malhumor la puerta cerrada hacia el dormitorio de Yoon Oh. No podía oír nada del otro lado.
Levantó la mano y golpeó la puerta, ignorando la voz en el fondo de su mente que le gritaba que estaba loco.
No le importaba. Estaba agotado y de un humor inestable por apenas haber dormido por cuatro noches seguidas.
Era todo culpa de él.
La puerta se abrió y Taeyong se encontró en el extremo receptor de una mirada helada. Yoon Oh apoyó su amplio hombro contra el marco de la puerta, escudriñándolo de pies a cabeza. Sólo vestía un par de boxers negros, su negro pelo alborotado y una barba corta y gruesa recubriendo su cuadrada mandíbula.
Taeyong pasó el peso de un pie al otro, mirando cualquier cosa, excepto el pecho desnudo de Yoon Oh y los tatuajes en sus musculosos brazos.
—¿Hay algún motivo para que estés golpeando mi puerta a las seis de la mañana? —dijo Yoon Oh.
Taeyong entrecruzó los brazos sobre el pecho.
—Tengo hambre.
—Tienes hambre —repitió Yoon Oh, arreglándoselas para transmitir lo absolutamente irrelevante que eso era para él sin cambiar de expresión.
—Sí —dijo Taeyong— No he comido nada desde ayer por la tarde — No pudo resistir echar un vistazo sobre el hombro de Yoon Oh hacia la gran cama que dominaba la habitación. Estaba vacía, con las sábanas arrugadas— Así que su puta fue —dijo antes de poder contenerse.
Inmediatamente se arrepintió de hacerlo, cuando la mirada de Yoon Oh se agudizó, apareciendo en su rostro algo semejante a la diversión.
—¿Estabas escuchando tras la puerta, gatito?
Taeyong lo miró enfadado.
—No pude dormir en toda la noche por sus gemidos. Por cuatro noches consecutivas. ¿Y tiene que follarla a las tres de la madrugada en nuestro... en el baño que compartimos? —Incapaz de seguir sosteniendo la mirada a Yoon Oh, desvió la vista hacia su oreja izquierda— Tengo hambre, y necesito otra cosa que vestir. La camiseta que me dio ya se siente asquerosa.
—Es entrañable como crees que puedes perturbar mi sueño sin una razón suficientemente buena —dijo Yoon Oh, con un toque acerado en la voz.
Taeyong se congeló, sus ojos parpadeando hacia Yoon Oh. Tragó saliva.
Yoon Oh estiró la mano, agarró el cuello de la camiseta de Taeyong y lo jaló más cerca. El corazón de Taeyong dio un vuelco en su garganta; su boca reseca.
—¿O sólo quieres mi atención, amor?
Sonrojándose, Taeyong negó con la cabeza. Por supuesto que no deseaba la atención de Yoon Oh. Había tenido demasiado de ella en los últimos tres días. Cada día, Yoon Oh iba a su habitación, hablaba con él sobre cosas aparentemente inconexas, y lo observaba. Era algo exasperante, aunque Taeyong no podría quejarse de que estuviera siendo maltratado. Tenía una cama suave, era alimentado lo suficientemente bien, y las palizas de los guardias ya eran un recuerdo distante. Yoon Oh ya ni siquiera lo tocaba. Francamente, Taeyong tenía poco de lo qué quejarse. En lo que refiere a secuestros, esta no había sido una experiencia tan desagradable... si tan sólo no fuera forzado a escuchar orgasmos femeninos noche tras noche.
Yoon Oh se rio entre dientes, llevando su mano desde la camiseta de Taeyong hasta su garganta. Su pulgar presionando el pulso desenfrenado de Taeyong.
—Pequeño mentiroso —dijo— ¿Has venido hasta aquí porque estás celoso de la agradable mujer que me entretuvo anoche?
Taeyong balbuceó.
—¿Celoso? Usted no me agrada. Es una persona horrible y malvada.
—Con ojos crueles —añadió Yoon Oh, con diversión entrelazada en sus palabras— No te olvides de los ojos crueles.
—No se burle de mí —dijo Taeyong, haciendo un puchero. Le tomó un momento registrar que realmente estaba haciendo pucheros. Parpadeó. ¿Qué diablos? Siempre había sido muy cauteloso con sus expresiones faciales y rara vez se permitía parecer nada que no fuera masculino. ¿Cuándo, exactamente, había bajado la guardia en torno a Yoon Oh?
Sintiéndose algo aturdido por su propia conducta, Taeyong se aclaró la garganta.
—Bien, lamento haberlo molestado. Déjeme ir.
La mano de Yoon Oh seguía envuelta alrededor de su cuello. Le dio a Taeyong una mirada larga y evaluadora. Taeyong sostuvo su mirada, tratando de ignorar la cercanía de su pecho desnudo.
Mirándolo a los ojos, Yoon Oh dijo con calma.
—Ponte de rodillas.
Taeyong inhaló una respiración entrecortada.
—No —logró decir.
—Ponte de rodillas —repitió Yoon Oh— Ambos sabemos que por esto has venido aquí.
Lamiéndose los labios, Taeyong bajó la mirada hacia el bulto que estira la tela de los boxers negros de Yoon Oh.
—No —susurró, menos convencido que antes.
—Deberías dejar de mentirte —dijo Yoon Oh. Hundió sus manos en el pelo de Taeyong y lo empujó hacia abajo, la presión enérgica y firme, pero no demasiado fuerte —simplemente perfecta— y una oleada de excitación recorrió a Taeyong.
Temblando, esperó de rodillas, conteniendo la respiración.
Podría haberse alejado. Podría alejarse.
No lo hizo.
Observó a Yoon Oh liberar su polla.
No se resistió cuando Yoon Oh le abrió la boca con sus dedos.
No se resistió cuando Yoon Oh lentamente la colmó con su gruesa verga.
Taeyong cerró los ojos y gimió un poquito, saboreando la forma en que esa dura y gruesa polla ampliaba sus labios. Yoon Oh no fue lento ni amable. Inmediatamente, su polla comenzó a entrar y salir de la boca de Taeyong, golpeando su garganta y ahogándolo, haciendo que Taeyong gimoteara en torno a la polla en su boca.
Continuó y continuó, con los bajos gruñidos guturales de Yoon Oh como el único sonido en sus oídos. Una parte de Taeyong se avergonzaba por lo mucho que lo excitaba esto: ser utilizado como un agujero para una polla, sin pretensiones de cariño. Por el amor de Dios, estaba chupándole la polla a un hombre que no veía nada malo con secuestrar gente... que probablemente hizo cosas mucho peores. Era un enfermo. Claramente estaba enfermo por disfrutar esto, pero lo estaba amando, amándolo demasiado.
Demasiado pronto, Yoon Oh le jaló el pelo con rudeza. Taeyong gimoteó cuando la polla salió de su boca. No...
—Abre los ojos.
Levantó la vista y vio a Yoon Oh observándolo fijamente. Yoon Oh jalaba su roja y reluciente polla, sus ojos ardiendo de excitación.
—Voy a correrme en tu cara. Abre esa bonita boca para mí, Ricitos.
Jadeando, Taeyong hizo lo que se le ordenó, con su hambrienta mirada fija en las gotas de pre—semen en el glande de Yoon Oh.
—Blya (Mierda) —gruñó Yoon Oh, masturbándose rápido, y entonces se estaba corriendo sobre Taeyong: sus mejillas, su nariz, sus labios entreabiertos, chorreando por su cuello y la camiseta que llevaba puesta.
—¡Joder! Mírate, ángel —dijo pasando la mano por el pelo de Taeyong y presionando su rostro contra el muslo de Yoon Oh— Puedes masturbarte ahora.
Deslizando una mano bajo su camiseta, Taeyong agarró su goteante polla y gimió de alivio. Estaba tan endurecida que dolía. Se masturbó, jadeando contra el musculoso muslo de Yoon Oh. Necesitaba...
—Vamos, amor —Yoon Oh tiró fuerte de su pelo y Taeyong se desmoronó, sus dientes hundidos en la piel de Yoon Oh y su mente flotando lejos, muy lejos.
Descansando la frente contra el muslo de Yoon Oh, tan sólo respiró mientras que esos fuertes dedos continuaban acariciando sus rizos, prolongando el placer que recorría su cuerpo. Taeyong intentaba darle sentido a lo que estaba sintiendo, pero todo lo que podía pensar era en cálido y bueno.
Una remota parte de sí mismo se preguntaba qué estaba haciendo, qué carajo era esto. Esta no era una conducta sexual normal para él. Esta docilidad aturdida no era normal. Le gustaría proclamar que estaba haciendo esto para adormecer a Yoon Oh e inducirlo en una falsa sensación de seguridad, pero sería algo irrisorio. Ahora que conocía algo mejor a Yoon Oh, Taeyong estaba seguro de que algunas mamadas no harían la diferencia. Este hombre no era alguien a quien podrías manipular con sexo. Yoon Oh se follaba una mujer distinta cada noche. Si alguien aquí estaba cayendo engañado en una falsa sensación de seguridad, era Taeyong. Se sentía seguro con Yoon Oh... al menos lo suficientemente seguro como para confiarle su cuerpo. ¿Cuán descabellado era eso?
—Ponte de pie —dijo Yoon Oh.
Taeyong se paró tambaleante, con las rodillas todavía débiles y su cuerpo deshuesado.
Ojos azules lo estudiaron desde su despeinada cabeza hasta sus desnudos pies, antes que Yoon Oh dijera.
—Ve a tomarte una ducha. Estás sucio.
Taeyong retrocedió hacia el baño. Realmente estaba sucio, con el rostro cubierto del esperma de Yoon Oh. Además, no tenía energías para discutir. No quería discutir. El tono autoritario de Yoon Oh no lo molestaba en absoluto.
¿Qué está pasando? pensó aturdido mientras permanecía bajo la ducha, dejando que el agua cayera en cascada sobre él.
Para cuando cerró la ducha, sintiéndose limpio y refrescado, su mente estaba nuevamente libre de la nebulosa en que lo inducía Yoon Oh. Gracias a Dios. Últimamente su propia mente lo aterraba.
Negando con la cabeza, Taeyong abrió la mampara de la ducha y se quedó paralizado.
Yoon Oh apartó la mirada del espejo. La mano que recortaba su barba se frenó inmóvil, mientras que sus ojos se centraron en el cuerpo desnudo y mojado de Taeyong.
Taeyong avanzó unos pasos y se detuvo, reprimiendo el insano impulso de apretar su cuerpo contra el de Yoon Oh.
Realmente, ¿Qué carajos?
Un latido pasó hasta que Yoon Oh volvió su mirada al espejo y retomó la tarea que tenía entre manos. Ya estaba parcialmente cambiado. Parecía que iba a irse.
—Estás chorreando agua en el suelo —dijo Yoon Oh, limpiándose la cara con una toalla.
—No tengo nada con que cambiarme. Yoon Oh regresó a su dormitorio.
—Ven aquí —lo llamó cuando vio que Taeyong no se movió.
Sintiéndose algo tímido por su desnudez, Taeyong hizo lo que le ordenó. Yoon Oh se acercó a él, con una bonita y ornamentada camisa en sus manos.
Taeyong frunció el entrecejo. La camisa era elegante y lucía costosa, pero no podía imaginar que perteneciera a Yoon Oh.
—Para nada parece algo que usted usaría.
—Porque no lo es —dijo Yoon Oh— Fue un regalo de —Se interrumpió y le pasó la camisa a Taeyong—..póntela.
Taeyong lo hizo. Cuando terminó de abotonarla, se volteó hacia el espejo.
Se quedó viéndose.
Apenas reconocía al hombre joven que le devolvió la mirada. Habían pasado años desde que se permitió usar algo tan bonito y colorido. Parecía... diferente, especialmente con sus húmedos rizos libres de gel.
Acariciando la suave y sedosa tela, Taeyong se encontró sonriéndole a su reflejo. Su sonrisa se congeló en sus labios cuando notó que Yoon Oh lo estaba viendo.
Taeyong bajó su mano y tosió.
—Me veo... extravagante.
—¿Eso es malo? —preguntó Yoon Oh.
Taeyong inseguro, encogió los hombros. La conversación del otro día continuaba fresca en su mente. Todavía no sabía cómo lo hacía sentir. Racionalmente, sabía que Yoon Oh tenía razón: no había nada malo con verse extravagante. No hacía que fuera —ni que nadie fuera— un freak. Pero saber racionalmente algo y creerlo de corazón eran dos cosas distintas.
Excepto que esa conversación había cambiado algo.
No tienes que actuar masculino conmigo. No tienes que actuar de ningún modo. Puedes relajarte. Soy el último hombre que puede juzgar a nadie.
No estaba seguro de creerle a Yoon Oh, pero... no se sentía mal usar algo como esto en presencia de Yoon Oh. No se sentía incómodo.
Taeyong no podía dejar de mirarse al espejo, fascinado por lo diferente que lucía y se sentía. No se veía aburrido. Se veía... bonito. Se sentía bonito e interesante.
—Luces bien.
Calor subió por sus mejillas, Taeyong miró a Yoon Oh, con los ojos muy abiertos. No había una inflexión burlona en la voz de Yoon Oh, sonó como una cuestión de hecho. Había sido elogiado por cómo se veía muchísimas veces, pero esto se sentía diferente. Yoon Oh no parecía ser del tipo que ofrecía elogios frecuentemente.
—Gracias —dijo Taeyong incómodamente, sintiéndose demasiado nervioso para su gusto. Se dijo que no debería ser tan tonto. Sólo fue un cumplido, y no uno demasiado destacable.
Pero no fue sólo un cumplido. Le agradó porque él sí se sentía encantador con esta camisa, y amaba la sensación. ¿Podría Yoon Oh ver eso? ¿Por ello lo habría dicho?
Taeyong lanzó a Yoon Oh una mirada recelosa, pero el rostro del otro hombre no expresaba muy poco mientras se colocaba una camisa gris y empezaba a abotonarla.
Taeyong observó una maleta preparada junto a la cama y se mordió el labio. ¿Se va a ir?
No lo preguntó.
—¿Va a darme pantalones en algún momento? —preguntó en cambio.
—No —dijo Yoon Oh, mirando sus piernas— Eres muy pequeño.
Te tropezarías con tus pies si te diera unos míos.
Taeyong frunció el ceño. No era pequeño. Sin embargo, para Yoon Oh, que estaba construido como un tanque, probablemente sí pareciera diminuto.
—Podría usar los de alguien más.
—No.
—¿Y qué tal ropa interior?
—No.
Taeyong soltó un largo suspiro.
—¿Va a decirme cuándo podré irme a casa?
—No.
Frunciendo los labios, Taeyong se dejó caer sobre la cama de Yoon Oh y volvió a mirar la maleta.
Yoon Oh lo miró y resopló.
—Deja de poner esa cara y regresa a tu cuarto.
—Estoy empezando a sentirme como su mascota —Taeyong realmente estaba empezando a preguntarse qué era para Yoon Oh.
¿Por qué estaba Yoon Oh haciendo esto? Pese a su actitud generalmente severa, últimamente parecía notablemente más suave en torno a Taeyong, y como resultado, Taeyong se encontró bajando la guardia. Hace una semana, no se habría atrevido a hablarle a Yoon Oh en un tono tan hosco. Hace una semana, él lo asustaba a cagar. Ahora estaba sintiéndose demasiado cómodo con él y, lo más extraño de todo, Yoon Oh se lo permitía. Yoon Oh había estado tratándolo casi agradablemente. ¿Por qué? ¿Por qué?
¿Por qué? ¿Por qué?
Dios, nunca había estado tan confundido en su vida. Este tipo era una contradicción ambulante. Yoon Oh parecía ligeramente homofóbico, pero a la vez era muy abierto de mente y comprensivo cuando se trataba de sexo. Era dominante como la mierda pero, a diferencia de la mayoría de los hombres autoritarios, era bueno escuchado y era fácil hablar con él. Yoon Oh no era gay, pero se sentía atraído por él. Taeyong no tenía idea de qué pensar al respecto. No parecía como si Yoon Oh estuviera fingiendo —algunas cosas eran imposibles de fingir— pero estaba seguro de que Yoon Oh estaba jugando algún tipo de juego. Debía estarlo.
Yoon Oh recogió su maleta.
—¿Qué te dio esa idea? Una mascota no haría tantas preguntas y haría pucheros si no le respondo.
—Nunca hago pucheros —dijo Taeyong haciendo un puchero exagerado, aunque no estuviera seguro de por qué— Son mis labios. Voy a hacerme una cirugía plástica para arreglarlos.
Las oscuras cejas de Yoon Oh se reunieron. Miró hacia los labios de Taeyong.
Taeyong los humedeció con la punta de su lengua.
—No hay nada que arreglar —dijo Yoon Oh escuetamente y empezó a alejarse.
—¿Va a irse? —exclamó Taeyong.
Yoon Oh hizo una pausa y le dirigió una larga y penetrante mirada.
—Sí —dijo luego de un momento— Trabajo. Sólo hay ciertas cosas que puedo hacer desde Rusia. No regresaré hasta el próximo jueves.
—¿Se va por una semana? —Taeyong frunció el ceño— Pero... pero ¿quién me alimentará? —No sabía por qué, pero Yoon Oh no le permitía a ninguno de sus hombres entrar en la habitación de Taeyong mientras que Yoon Oh no estuviera allí.
—Si Cheng lo hará —dijo Yoon Oh, con algo helado destellando en sus ojos— Él se comportará —Le dedicó a Taeyong una escrutiñadora mirada. Luego se acercó y, hundiendo sus dedos en el cabello de Taeyong, sostuvo su mirada con una extraña intensidad— Sólo te traerá comida. No se le permite quedarse en la habitación más de lo necesario. ¿Entendido?
Confundido, Taeyong asintió de todos modos.
—¿Por qué me dice eso? No es como si yo pudiera echarlo.
—Tuve una charla con él —dijo Yoon Oh, con un ligero disgusto en su expresión— Pero siempre puedes recordarle mis órdenes si las olvida.
Sus ojos se detuvieron nuevamente en la boca de Taeyong. El agarre en sus rizos más apretado.
El corazón de Taeyong empezó a acelerarse. Su cara ladeada, sus labios entreabiertos. Mierda, quería tanto ser besado, tanto. Quería sentir esa barba contra su barbilla. Quería la lengua de Yoon Oh en su boca.
Yoon Oh lo soltó y se alejó.
Aflojándose, Taeyong observó aturdido como Yoon Oh dejaba la habitación.
La puerta se trabó tras él con un chasquido audible.
Taeyong se recostó en la cama de Yoon Oh y gruñó frustrado, tocando sus cosquilleantes labios.
—Eres tan estúpido, Taeyong —dijo en voz alta antes de echarse a reír.
Era eso o llorar.
Capítulo 11
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