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ᴹᴮᴬᴸᵀ (2)🔮 JaeYong

Actualizado: 29 jul 2022

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Capítulos

Capítulo 15

TAEYONG

JaeHyun no está en nuestra habitación cuando me despierto.

Le busco en el comedor durante el desayuno, pero tampoco está allí.

Mencionan su nombre durante mi primera clase: Griego, con el Minotauro. (El profesor en realidad se llama Minos; le llamamos «el Minotauro» porque es mitad hombre, mitad toro.)

El profesor Minos menciona el nombre de JaeHyun cuatro veces al pasar lista.

—¿Yoon Oh Bae? ¿Yoon Oh Jung—Bae?

Jungwoo y yo miramos alrededor del aula, luego nos miramos el uno al otro.

Se supone que JaeHyun debería estar en Ciencias Políticas conmigo, también. Dongs me obliga a coger Ciencias Políticas; cree que podría terminar siendo el líder del mundo de los Hechiceros algún día después de vencer al Humdrum.

A mí no me importaría pasarme el resto de mi vida ayudando a Seulgi con el rebaño si sobrevivo al Humdrum, pero Ciencias Políticas es bastante interesante, así que la curso todos los años.

JaeHyun también la cursa siempre. Probablemente porque espera reclamar el trono algún día...

La familia de JaeHyun solía administrarlo todo antes de que el Hechicero llegara al poder.

Los magos no tienen reyes ni reinas, pero los Bae son lo más cercano que tenemos a una familia real: probablemente se habrían coronado a sí mismos si hubieran sospechado que alguien desafiaría su autoridad en algún momento.

La madre de JaeHyun fue la directora de Watford anterior al Hechicero, lo que la convertía en la persona más importante del mundo de la magia. (Junto al despacho del Hechicero hay un pasillo con retratos de los directores anteriores; es como el árbol genealógico de la familia Bae.) Su muerte fue la que realmente lo cambió todo, la que llevó al Hechicero al poder.

Cuando el Humdrum mató a la directora Bae enviando a los vampiros a Watford, todo el mundo se dio cuenta de que el mundo de los Hechiceros tenía que cambiar. No podíamos seguir como estábamos, dejando que el Humdrum y los seres oscuros nos exterminaran uno a uno.

Tuvimos que organizarnos.

Tuvimos que pensar en cómo defendernos.

El Hechicero fue elegido Hechicero, jefe del Aquelarre, en una asamblea de emergencia, y también fue elegido director interino de Watford. (Ese, técnicamente, sigue siendo su título.) El Hechicero comenzó con sus reformas inmediatamente.

Si ha tenido éxito o no, depende de a quién se lo preguntes... El Humdrum todavía sigue ahí fuera.

Pero nadie ha muerto en los terrenos de la escuela desde que el Hechicero se hizo cargo de ella. Y yo sigo vivo, así que supongo que me inclino a decir que está haciendo un buen trabajo.

Hace algunos años, tuvimos que hacer una redacción de Ciencias Políticas sobre la ascendencia al poder del Hechicero. El trabajo que escribió JaeHyun era prácticamente un llamado a la sublevación. (Eso sí que es tener valor, pensé. Pedir la dimisión del director de tu escuela en un trabajo de clase.)

JaeHyun se trae entre manos un juego muy extraño: expresa públicamente las ideas políticas de su familia (que son básicamente «¡Abajo el Hechicero! ¡Pacífica y legalmente!»), como si no tuviera nada que esconder, mientras que su familia lidera una verdadera guerra encubierta y peligrosa contra nosotros.

Si les preguntaran a los Bae por qué odian al Hechicero, se pondrían a dar un discurso sobre «las viejas costumbres» y «la herencia mágica» y «la libertad intelectual».

Pero todo el mundo sabe que lo que ellos quieren es volver a estar al mando. Quieren que Watford vuelva a ser lo que era antes: un lugar exclusivo para los más ricos y poderosos.

El Hechicero eliminó el pago de matrículas escolares cuando asumió el puesto, así como las presentaciones orales y las demostraciones de poder de la prueba de acceso. Literalmente, cualquier persona capaz de usar palabras mágicas puede asistir ahora a Watford, independientemente de su poder o habilidad, incluso si son mitad gnomo por parte de madre o tienen más de sirena que de mago. La escuela tuvo que construir una nueva residencia de estudiantes, la Casa de la Fraternidad, para que hubiera espacio para todos.

—No se puede ser demasiado exigente con la carne de cañón —es la postura de JaeHyun sobre las reformas.

Él odia que le traten como a cualquier otro estudiante, en lugar de como al futuro heredero. Si su madre aún fuera la directora, probablemente tendría una habitación individual y cualquier cosa que se le antojara...

Yo no debería pensar estas cosas. Es terrible que su madre muriera. Que yo nunca haya tenido padres no significa que no sea capaz de entender lo mucho que debe de doler perder a alguien.

JaeHyun no asiste a clase de Ciencias Políticas, así que vigilo a su mejor amigo, Sungchan, en su lugar. Sungchan ni se inmuta cuando pasan lista llamando a JaeHyun, pero se queda mirándome, como si estuviera intentando decirme que él sabe que les sigo la pista y que no le importa una mierda.

Acorralo a Sungchan después de la clase:

—¿Dónde está?

—¿Tu polla? No la he visto. ¿Le has preguntado a Seulgi?

(Sinceramente, no entiendo por qué los cabreros soportan que se digan tantas mierdas sobre lo pervertidos que son. A los jeans no les tienen tan fritos.)

—¿Dónde está JaeHyun? —le digo.

Sungchan intenta zafarse de mí, pero es imposible zafarse de mí si me lo propongo. No es que sea grande, pero sí soy muy tenaz. Y cuando la gente me mira, tienden a recordar todas las criaturas que he matado antes.

Sungchan se detiene y se echa la mochila al hombro. Es un chico pálido y alto con ojos marrones que se hechiza todos los días para que se vuelvan de un color azul turbio. Un derroche de magia. Él se burla:

—¿Y a ti qué más te da, Lee?

—Es mi compañero de habitación.

—Pensaba que estarías disfrutando de la soledad.

—Y lo estoy.

—¿Entonces?

Me aparto del camino de Sungchan.

—Si está tramando algo, lo voy a descubrir —le digo—Siempre lo hago.

—Ah, sí, eres famoso por ello.

—¡Lo digo en serio! —le grito—¡Tu falta de sinceridad también es famosa!

🔮

Durante la cena, estoy tan ansioso que casi pulverizo mi pudín de Yorkshire mientras como. (Pudín de Yorkshire. Rosbif. Salsa. Es lo que cenamos todos los años el primer día del curso. Nunca olvidaré mi primera cena en Watford: casi se me salen los ojos de las órbitas cuando vi a la cocinera Pritchard sacar las bandejas de rosbif. En aquel momento, me daba igual si la magia era o no real. Porque el rosbif y el pudín de Yorkshire son tan jodidamente reales como la lluvia.)

—Quizá solo siga de vacaciones, o algo así —dice Dongs.

—¿Por qué iba a seguir de vacaciones?

—Su familia viaja —dice Jungwoo.

Ah, ¿en serio?, me entran ganas de decirle. ¿De eso hablabais cuando estabais solos en el bosque? ¿De vuestra pasión compartida por los viajes? Yo arranco un trozo de mi panecillo y tiro sin querer el vaso de leche. Dongs pone una mueca de asco.

—JaeHyun nunca se saltaría las clases —respondo, recogiendo el vaso. Dongs limpia la leche—A JaeHyun le importa mucho la escuela.

Nadie me lo rebate. JaeHyun siempre ha sido el primero de nuestra promoción. Dongs solía ser tan bueno como él, pero convertirse en mi compinche terminó afectando a sus notas.

—No soy tu compinche —le gusta decir a él—Soy tu compañero de momentos terroríficos.

—Tal vez —sugiere Dongs ahora—Su familia haya decidido dejar de fingir que estamos en paz. De todas maneras, cursar octavo no es obligatorio. Antes, mucha gente dejaba los estudios después de séptimo. Quizá los Bae hayan decido empezar a ir en serio.

—«Esta guerra se termina ahora», como decía Sonny Corleone en El Padrino —digo.

—Exactamente.

—¿Contra el Hechicero, contra mí o contra el Humdrum?

—No lo sé —dice Dongs—Siempre creí que los Bae se sentarían a observar cómo ambos bandos se destruyen.

—Gracias.

—Ya sabes a lo que me refiero, Taeyong: las Familias Antiguas no quieren que el Humdrum gane. Pero no les importaría que derrotara al Hechicero. Esperarán a atacar cuando crean que el Hechicero está débil.

—Cuando crean que yo estoy débil.

—Es lo mismo.

Jungwoo está mirando hacia la mesa donde normalmente se sienta JaeHyun. Sungchan y Johnny, otro de los amigos de JaeHyun (su primo o algo así), están sentados uno al lado del otro, hablando con las cabezas muy juntas.

—No creo que JaeHyun haya dejado los estudios —dice él.

Dongs, sentadao enfrente de nosotros, se inclina hasta ocupar el campo de visión de Jungwoo.

—¿Sabes algo? ¿Qué te contó JaeHyun?

Jungwoo baja la vista hacia su plato.

—No me contó nada.

—Tuvo que contarte algo —dice Dongs—Fuiste el último en hablar con él.

Yo aprieto los dientes.

Doyoung —le digo, sin aflojar la mandíbula.

—Me da igual que hayáis decidido pasar de eso y seguir juntos —dice, agitando una mano en dirección a Jungwoo y a mí—Esto es importante. Jungwoo, tú conoces a JaeHyun mejor que cualquiera de nosotros. ¿Qué te contó?

—Jungwoo no le conoce mejor que yo —rebato—Yo vivo con él.

—Bien, Taeyong, ¿y qué te contó?

—¡Nada que me hiciera pensar que dejaría los estudios y perdería un curso entero para amargarme la vida!

—Ni siquiera tiene que estar presente para conseguirlo —murmura Jungwoo.

El comentario me molesta, aunque yo mismo he estado pensando eso mismo: ayer, sin ir más lejos.

—Ya he terminado —les digo—Me voy a mi habitación. A disfrutar de la soledad.

Dongs suspira.

—Cálmate, Taeyong. No nos castigues solo porque te sientas confundido. Nosotros no hemos hecho nada —Dongs mira Jungwoo y ladea la cabeza—Bueno, yo no, al menos...

Jungwoo también se levanta.

—Tengo deberes que hacer.

Vamos juntos hasta la puerta, y luego Jungwoo gira hacia los Claustros.

—¡Jungwoo! —le grito.

Pero no lo hago hasta que está demasiado lejos como para escucharme.

🔮

Tengo la habitación para mí solo, y no puedo disfrutarla porque la cama vacía de JaeHyun ahora me parece siniestra.

Invoco la Espada de los Hechiceros y practico en la habitación mis mandobles, en la parte de JaeHyun.

Él odia que haga eso.

Capítulo 16

TAEYONG

JaeHyun no aparece en el desayuno a la mañana siguiente. Ni a la siguiente.

Tampoco está en clase.

El equipo de fútbol empieza a entrenar, y otra persona ocupa su posición.

Pasada una semana, los profesores dejan de mencionar su nombre cuando pasan lista.

Vigilo de cerca a Sungchan y Johnny durante algunos días, pero no parece que tengan a JaeHyun escondido en un granero...

Sé que debería alegrarme de que JaeHyun haya desaparecido de mi vida (es lo que siempre he dicho que quería, librarme de él) pero siento que... algo no está bien. La gente no desaparece así, sin más.

JaeHyun nunca haría algo así.

JaeHyun es... imborrable. Es una mancha de grasa humana. (Bueno, humana en su mayor parte.)

Tres semanas después de que empiece el semestre, todavía me sorprendo caminando por el campo de fútbol, esperando verle en el entrenamiento del equipo, y al no verle, doy una gran caminata en las colinas detrás de la escuela.

Escucho los gritos de Seulgi antes de verla.

—Eh, Taeyong. ¡Hola!

Está sentada en el césped, un poco más adelante de donde yo me encuentro, con una cabra acurrucada en su regazo.

Seulgi pasa la mayor parte del tiempo fuera, en las colinas, cuando hace buen tiempo. A veces deja que las cabras campen a sus anchas por los terrenos de la escuela: dice que se comen las malas hierbas y las plantas depredadoras. Las plantas depredadoras de Watford, en realidad, si pueden, te atrapan: son mágicas. Sin embargo, las cabras no lo son. Le pregunté a Seulgi una vez si la magia de las plantas hace daño a las cabras cuando se las comen.

—Son cabras, Taeyong —respondió ella—Pueden comer cualquier cosa.

Cuando me acerco, me doy cuenta de que Seulgi tiene los ojos rojos. Se los seca con la manga del jersey. Es un jersey viejo del uniforme de Watford, cuyo color ha pasado del rojo al rosa y con manchas marrones alrededor del cuello y las muñecas.

Si se tratara de cualquier otra persona, me preocuparía. Pero Seulgi es un poco llorona. Se parece a Ígor, el burrito de Winnie the Pooh, si Ígor se pasara el día con las cabras en lugar de dejar que Winnie the Pooh y Piglet le animaran.

A Doyoung le ponen de los nervios los lloriqueos, pero a mí no me importan. Lo bueno de Seulgi es que ella nunca le dice a nadie que no baje la cabeza o que mire el lado positivo de las cosas. Es bastante reconfortante.

Me tumbo en el césped a su lado y acaricio el lomo de la cabrita con la mano.

—¿Qué andas haciendo aquí arriba? —me pregunta Seulgi—¿No deberías estar en el entrenamiento de fútbol?

—No estoy en el equipo.

Ella rasca a la cabra detrás de las orejas.

—¿Desde cuándo es eso un impedimento?

—Yo...

Seulgi se sorbe la nariz.

—¿Estás bien? —le pregunto.

—Ay, claro —sacude la cabeza, y los mechones de pelo alrededor de sus orejas salen despedidos. Tiene el pelo rubio, y lo lleva siempre cortado recto por encima de la mandíbula y alrededor de la frente.

—Es por la época del año —dice ella.

—¿El otoño?

—El comienzo del curso. Me recuerda a mis días de estudiante. No se puede retroceder en el tiempo, Taeyong, nunca puedes volver atrás... —vuelve a restregarse la nariz con la manga, y luego frota la manga en el pelaje de la cabra.

No le recuerdo a Seulgi que ella nunca se ha marchado de Watford. No quiero burlarme de ella: a mí me parece un buen trato, pasar aquí el resto de tu vida.

—No todo el mundo ha vuelto —le digo. Se le descompone el rostro.

—¿Hemos perdido a alguien?

El hermano de Seulgi murió cuando eran muy jóvenes. Es una de las razones por las que siempre está tan triste: nunca lo superó. No quiero que se ponga a hablar de eso otra vez...

—No —le digo—Me refiero, a JaeHyun. Jae no ha vuelto.

—Ah —dice ella— el joven señorito Bae. Volverá, seguramente. Su madre valoraba mucho la educación.

—¡Eso digo yo!

—Bueno, tú eres quien mejor le conoce —dice ella.

—¡Eso también digo yo!

Seulgi asiente y acaricia a su cabra.

—Y pensar que os llevabais como el perro y el gato —me mira con gesto inquisitivo. Sus ojos son pequeños y azules, de un azul brillante, más brillante quizá por la suciedad de su rostro.

—Seulgi —insisto—Intentó matarme.

—No lo consiguió —se encoge de hombros—Y hace mucho de eso.

—¡Ha intentado matarme tres veces! ¡Que yo sepa! ¡No importa que no lo consiguiera!

—Un poco sí que importa —dice ella—Además, ¿qué edad tenía la primera vez, once? ¿Doce? Eso difícilmente puede contar.

—Para mí sí que cuenta —le digo.

—¿En serio?

Resoplo.

—Sí, Seulgi, cuenta. JaeHyun me odiaba antes incluso de conocerme.

—Precisamente por eso —dice ella.

—¡Precisamente! —respondo yo.

—Yo solo digo —añade— que ha pasado mucho tiempo desde la última vez que tuve que separaros con un hechizo.

—Bueno, no hay ninguna razón para estar todo el día enganchados —le digo—No nos lleva a ninguna parte. Y duele. Sospecho que estamos esperando.

—¿El qué? —pregunta ella.

—El final.

—¿El final de curso?

—El final de los finales —digo—La gran pelea.

—Así que te estabas reservando para esto, y, ahora, ¿resulta que él no ha vuelto para la gran pelea?

—¡Precisamente!

—Bueno, yo no perdería la esperanza —dice Seulgi—Yo creo que va a volver. Su madre siempre valoró la buena educación. La echo de menos, en esta época del año...

Se seca los ojos con la manga. Yo suspiro. A veces, con Seulgi, es mejor limitarse a disfrutar del silencio. Y de las cabras.

🔮

Pasan tres semanas. Cuatro, cinco, seis.

Yo me detengo a buscar a JaeHyun en todos los lugares en los que se supone que debería estar.

Ahora, cada vez que escucho a alguien en las escaleras fuera de mi habitación, sé que es Dongs. Incluso a veces le dejo quedarse a pasar la noche a dormir en la cama de JaeHyun: no parece haber ningún peligro inmediato de que él irrumpa en el cuarto y le prenda fuego por ello. (El Anatema del Compañero de Cuarto no impide que se pueda hacer daño dentro de la habitación a una persona que no viva en ella.)

Interrogo a Sungchan unas cuantas veces más, pero nada indica que sepa dónde está JaeHyun. Más bien, parece que Sungchan esté esperando que yo encuentre algunas respuestas.

Siento que debería hablar con el Hechicero sobre esto. Sobre JaeHyun. Pero no quiero hablar con el Hechicero. Tengo miedo de que siga queriendo mandarme lejos de aquí.

Dongs dice que no tiene sentido evitarle.

—No es como si ahora resultaras invisible al radar del Hechicero.

Pero tal vez lo sea... Y eso también me molesta.

El Hechicero suele pasar tiempo fuera de Watford a menudo, pero apenas ha estado en la escuela durante este semestre. Y siempre que está aquí, va rodeado de sus Hombres.

En situaciones normales, estaría comprobando cómo estoy. Me llamaría a su despacho. Me encargaría misiones, me pediría ayuda. A veces pienso que el Hechicero realmente necesita mi ayuda (él puede confiar en mí más que en ninguna otra persona), pero otras pienso que lo único que quiere es ponerme a prueba. Para ver de qué pasta estoy hecho. Para mantenerme a raya.

Un día estoy sentado en clase cuando veo que el Hechicero se dirige sin compañía a la Torre de los Lamentos. En cuanto la clase termina, me dirijo hacia allí.

Es un edificio alto de ladrillo rojo, uno de los más antiguos de Watford, casi tan antiguo como la capilla. Se llama Torre de los Lamentos porque hay una vid que crece cada verano de arriba hacia abajo, provocando que el edificio haya comenzado a inclinarse hacia delante en los últimos años, casi como si se estuviera encogiendo de dolor. Seulgi dice que no hay que preocuparse de que se derrumbe: los hechizos siguen siendo poderosos.

El comedor está en la planta baja de la Torre, ocupando el piso entero, y encima se encuentran las aulas y las salas de juntas y las cámaras de invocación; el despacho del Hechicero y el santuario están en lo más alto.

El Hechicero va y viene dependiendo de su necesidad. El Hechicero tiene que rastrear y cazar al Humdrum por todo el mundo mágico (el mundo mágico británico, al menos), lo cual ocupa una gran parte de su tiempo.

El Humdrum no solo me ataca a mí. Eso ni siquiera es lo peor de todo esto. (Si lo fuera, el resto de los magos probablemente ya me habrían sacrificado a él.)

La primera vez que el Humdrum apareció, hace casi veinte años, empezaron a aparecer unos agujeros en la atmósfera mágica. Parece que el Humdrum (¿él? ¿ello?) es capaz de absorber la magia de un lugar, probablemente para usarla en nuestra contra.

Ir a uno de estos puntos muertos es como entrar en una habitación sin atmósfera.

Simplemente, no hay nada que absorber, no hay magia: incluso yo me quedo seco.

La mayoría de los magos son incapaces de soportarlo. Están tan acostumbrados a la magia, a sentirla, que sin ella enloquecen. Así fue cómo el monstruo obtuvo su nombre. En inglés, el término «humdrum» significa tedio, y uno de los primeros magos que se enfrentó a él describió el ataque como «un insidioso tedio, una mundanidad que se instala sigilosamente en lo más profundo del alma».

Los puntos muertos permanecen muertos. Un mago recupera su magia si se aleja de ellos, pero la magia nunca vuelve a ese lugar.

Hay magos que han tenido que abandonar sus hogares debido a que el Humdrum ha succionado la magia que contenían.

Sería un desastre si el Humdrum llegara a Watford en algún momento.

Hasta ahora, siempre ha enviado a otra persona (u otra cosa, un ser oscuro) a por mí.

Al Humdrum no le cuesta encontrar aliados. A todos los seres oscuros de este mundo y a sus vecinos les gustaría ver caer a los magos. Los vampiros, los hombres lobo, los demonios y las almas en pena, las mantícoras, los trasgos, todos ellos nos guardan rencor. Nosotros podemos controlar la magia, mientras que ellos no. Además, los tenemos a raya. Si los seres oscuros se salieran con la suya, el mundo de los Normales sería un caos absoluto. Ellos tratan a los Normales como ganado. Nosotros (los magos) necesitamos que los Normales vivan sus vidas normales, relativamente ajenas a la magia. Nuestros hechizos dependen de que ellos puedan hablar con libertad.

Eso explica por qué los seres oscuros nos odian.

Pero todavía sigo sin saber por qué el Humdrum viene a por mí específicamente.

Porque soy el Hechicero más poderoso, supongo. Porque soy la mayor amenaza.

El Hechicero dice que él mismo siguió la estela de mi poder como si fuera un faro de luz cuando llegó el momento de traerme a Watford.

Quizá ese también sea el método del Humdrum para encontrarme.

Subo una escalera de caracol hasta lo alto de la Torre de los Lamentos, que da a un vestíbulo circular. El escudo de la escuela está tallado en una placa de mármol en el suelo y está tan pulido que parece que está mojado. Y el techo en forma de cúpula tiene un mural de Merlín invocando la magia con las manos extendidas hacia el cielo y la boca abierta. Se parece un poco a Stephen Fry, el presentador del programa Muy Interesante.

Hay dos puertas. El despacho del Hechicero está detrás de la puerta alta de la izquierda, la que está coronada por un arco. Y el santuario, sus aposentos, se encuentran detrás de la puerta más pequeña de la derecha.

Primero llamo a la puerta de su despacho: nadie responde. Evalúo la opción de llamar a la puerta de sus aposentos, pero me da la sensación de que es demasiado intrusivo. Quizá lo mejor sea dejarle una nota.

Abro la puerta del despacho del Hechicero (está custodiada por hechizos, pero las custodias están programadas para dejarme entrar), y luego entro muy despacio, por si acaso le estuviera molestando...

Está oscuro. Las cortinas están echadas. Las paredes suelen estar cubiertas de libros, pero han sacado un buen montón de las estanterías y están apilados en montículos alrededor del escritorio.

No enciendo la luz. Ojalá hubiera traído algún papel, o algo: no quiero revolver el escritorio del Hechicero. No es el tipo de escritorio que tenga pósits, o un cuaderno donde dejar notas mientras su dueño se encuentra fuera.

Cojo una pluma estilográfica que pesa mucho. Hay unas cuantas hojas de papel sobre su escritorio, listas con fechas, y le doy la vuelta a una y escribo:

Señor, me gustaría hablar con usted cuando tenga un momento. Sobre muchas cosas. Sobre mi compañero de cuarto.

Y, después, añado:

(Y.O. Jung—Bae.)

Y, entonces, me arrepiento inmediatamente de haber escrito eso, porque el Hechicero sabe perfectamente quién es mi compañero de cuarto, y ahora parece que la nota la hubiera firmado él. Así que, entonces, la firmo:

Taeyong

—Taeyong —dice alguien, y me sobresalto, dejando caer la pluma.

La señorita Yoona está de pie en el vano de la puerta, pero no entra al despacho.

La señorita Yoona es nuestra profesora de Palabras Mágicas y la jefa de estudios. Es mi profesora favorita. No es exactamente simpática, pero creo que se preocupa de verdad por nosotros, y a veces se muestra más humana que el Hechicero. (A pesar de que creo que ella no es exactamente humana...) Es mucho más probable que ella note si alguien se siente enfermo o triste, o si le han cercenado el pulgar y le pende de un tendón, que el director.

—Señorita Yoona —le digo—El Hechicero no está.

—Eso ya lo veo. ¿Tú tienes algo que hacer en su despacho?

—Creía que quizá se encontraría aquí. Me gustaría hablar con él de unas cuantas cosas.

—Estuvo aquí esta mañana, pero se ha vuelto a marchar.

La señorita Yoona es alta y de complexión pequeña, con una gruesa trenza plateada que cuelga por su espalda. Es una mujer increíblemente elegante y elocuente, y si se dirige directamente a ti, su voz te produce una especie de cosquilleo en los oídos.

—Puedes hablar conmigo —dice ella.

Sigue sin entrar en el despacho: no debe de tener permiso para traspasar las custodias.

—Bueno —le digo—en parte tiene que ver con JaeHyun. Yoon Oh. No ha vuelto a la escuela.

—Sí, me he dado cuenta —dice ella.

—¿Sabe usted si va a volver?

Ella baja la vista hacia su varita, un bastón, y mueve el mango en círculos.

—No estoy segura.

—¿Ha hablado con sus padres? —le pregunto. Ella me mira.

—Eso es confidencial.

Asiento con la cabeza y le doy una patada al costado del escritorio del Hechicero: entonces me doy cuenta de lo que estoy haciendo y doy un paso atrás, pasándome los dedos por la parte delantera del cabello.

La señorita Yoona se aclara la garganta con gracia; incluso a través de la habitación, me llega una especie de vibración a la nuca.

—Lo que sí te puedo decir —indica— es que es política de la escuela contactar con los padres de un estudiante cuando un alumno no regresa al comienzo del semestre...

—Entonces, ¿han hablado con los Bae?

Ella entrecierra sus ojos marrones.

—¿Qué es lo que esperas descubrir, Taeyong?

Dejo caer mi mano en señal de frustración.

—La verdad. ¿Está muerto? ¿Está enfermo? ¿Ha comenzado la guerra?

—La verdad...

Sigo esperando a que ella parpadee. Hasta los magos parpadean.

—La verdad —dice ella— es que no tengo respuestas para esas preguntas. Sus padres han sido contactados. Están al tanto de que JaeHyun no ha regresado a la escuela, pero ellos no han dado ninguna explicación. El señor Bae ya tiene la mayoría de edad legal, igual que usted: es técnicamente un adulto. Si no asiste a la escuela, no soy responsable de su bienestar.

—¡Pero usted no puede simplemente ignorar que un alumno no vuelva a la escuela! ¿Y si está tramando algo?

—Eso, entonces, concierne al Aquelarre, no a la jefatura de estudios.

—Si JaeHyun está ahí fuera organizando una revolución —insisto—eso nos concierne a todos.

Ella me mira. Saco la mandíbula y me mantengo firme. (Esta es mi estrategia estándar cuando no sé qué otra cosa hacer.) (Porque es algo que se me da bien...)

La señorita Yoona cierra los ojos, pero no da la sensación de que necesite parpadear: es más bien como si se estuviera rindiendo. Bien.

Me mira.

—Taeyong, sabes que me preocupo por ti y que siempre soy sincera contigo. Pero no sé dónde está Jae. Tal vez esté por ahí planeando algo terrible; espero que no, por su bien y por el tuyo. Lo único que sé es que cuando hablé con su padre, él no parecía sorprendido, aunque sí incómodo; era consciente de que su hijo no estaba aquí, y no parecía muy contento. ¿Sinceramente, Taeyong? Parecía un hombre al borde de perder la paciencia.

Resoplo con fuerza por la nariz y asiento con la cabeza.

—Eso es todo lo que sé —dice ella—Si soy capaz de averiguar algo más, te lo haré saber.

Asiento nuevamente.

—Ahora, tal vez debas ir a comer.

—Gracias, señorita Yoona.

Cuando paso a su lado en el vano de la puerta, ella intenta darme una palmada en el brazo, pero yo sigo caminando, y la situación se torna incómoda. Escucho cómo se cierra la pesada puerta de roble detrás de nosotros.

Me salto el almuerzo y voy a dar un paseo que se convierte en una carrera que se convierte en derribar a espadazos un árbol en la linde del bosque.

Me cuesta creer que la espada aparezca cuando la invoco.

Capítulo 17

TAEYONG

Dejo de buscar a JaeHyun en todos los lugares en los que se supone que debería estar... Pero no dejo de intentar averiguar dónde está.

Me ha dado por salir a pasear por el Bosque Velado por las noches. Dongs se da cuenta de la cara que tengo y no intenta acompañarme. Jungwoo está siempre encerrado haciendo deberes y cosas de la escuela; debe de estar haciendo un esfuerzo especial este año: quizá su padre le haya prometido regalarle un caballo nuevo, o algo así.

Antes me encantaba el bosque, me parecía relajante.

Después de algunas noches, me doy cuenta de que no me limito a vagar sin rumbo por el bosque; lo estoy recorriendo como si lo estuviera inspeccionando. Igual que lo inspeccionamos el año que Elspeth desapareció: todos cogidos de las manos, caminando en hileras, marcando las parcelas que ya habíamos recorrido. Yo voy marcando mentalmente las parcelas recorridas, alumbrándome el paso con hechizos y blandiendo la espada de un lado a otro para apartar las ramas del camino. Si sigo así, voy a terminar podando el maldito bosque.

No encuentro nada. Solo consigo asustar a los duendecillos. Y una ninfa sale a decirme que, básicamente, soy un apocalipsis con patas para el bosque.

—¿Qué es lo que estás buscando? —me pregunta la ninfa, flotando sobre el suelo aunque le haya dicho que me da mucha grima. Su pelo parece musgo, y va vestida como una de esas chicas de los mangas japoneses, con botas victorianas y una sombrilla.

—A JaeHyun —le respondo—Mi compañero de cuarto.

—¿El muerto? ¿El de los ojos bonitos?

—Sí —¿JaeHyun está muerto? Nunca había pensado así en él. Bueno, supongo que lo dice porque es un vampiro—Espera, me ¿estás diciendo que está muerto? ¿Muerto de verdad?

—Todos los chupasangres están muertos.

—¿De verdad le has visto comer sangre?

Ella se me queda mirando. Mi espada está clavada en el suelo, al lado de mis pies.

—¿Qué es lo que buscas, Elegido? —ahora parece molesta al dirigirse a mí, y posa su sombrilla verde sobre su hombro.

—A mi compañero de cuarto, JaeHyun. El chupasangres.

—No está aquí —me responde ella.

—¿Estás segura?

—Más segura que tú.

Suspiro y clavo mi espada más profundamente en el suelo.

—Bueno, yo no estoy nada seguro.

—Estás consumiendo la buena voluntad de este bosque, mago.

—¿Cuántas veces tengo que salvar el bosque para caerle bien a tu gente?

—No sirve de nada que lo salves si vas a terminar talándolo.

—Estoy buscando a mi compañero de cuarto.

—A tu enemigo —me responde.

Tiene la piel de color marrón grisáceo, llena de surcos y ondulaciones como la corteza de un árbol, y sus ojos brillan como los hongos que crecen en las profundidades del bosque.

—No importa lo que sea —le digo—sabes a quién me refiero; ¿cómo puedes estar tan segura de que no está aquí?

La ninfa echa la cabeza para atrás, como si estuviera escuchando a los árboles que hay detrás de ella. Todos sus movimientos suenan como una brisa que se meciera entre las ramas.

—Él no está aquí —me dice—A menos que se esté escondiendo.

—¡Pues claro que se está escondiendo! Se está escondiendo en algún maldito lugar.

—Si nosotros no podemos verle, mago, tampoco tú podrás hacerlo.

Recojo mi espada y vuelvo a enfundarla en mi cadera.

—Pero ¿me contaréis si veis algo?

—Probablemente no.

—¡Eres imposible!

—Soy improbable.

—Esto es importante —le digo—Una persona muy peligrosa está desaparecida.

—Para mí no es peligrosa —responde con un siseo—No es peligroso para mis hermanas. Nosotras no sangramos. No nos involucramos en esos juegos mezquinos de ver quién es más poderoso.

—Quizá se te haya olvidado que la de los Bae es la Casa del Fuego —digo, señalando los árboles que hay detrás de ella, todos tan inflamables.

Alza la cabeza repentinamente, y su sonrisa se tuerce. Se cambia la sombrilla de hombro.

—De acuerdo —me responde con un silbido.

—¿Está bien?

—Si vemos a tu guapo chupasangres, le diremos que le estás buscando.

—No estás siendo de mucha ayuda.

—Se lo diremos a la criatura dorada, entonces.

—¿A la criatura dorada? ¿Yo soy la criatura dorada?

Ella frunce la nariz y menea su melena de musgo, de la que brotan flores.

—¿Entonces quién?

—Tu criatura dorada. Su criatura dorada. Vuestro pistilo y estigma.

—Pistola... ¿Te refieres a Jungwoo?

—El hermano de cabellos de oro.

—¿Se lo contarás a Jungwoo, si ves a JaeHyun?

—Sí —hace girar su sombrilla—Nos parece pacífico.

Suspiro de nuevo y me froto el dorso de la mano contra la frente.

—Os he salvado por lo menos tres veces. Al bosque entero. Eres consciente de eso, ¿verdad?

—¿Qué estás buscando, Elegido?

—Nada —levanto las manos al aire y me doy la vuelta para irme, dándole una patada al plantón de árbol más cercano—¡Nada!

Nunca pasa nada bueno en el Bosque Velado.

🔮

Camino por el bosque.

Camino por los campos.

Recorro todos los terrenos de la escuela entre clases, asomándome a edificios vacíos, abriendo puertas que llevan mucho tiempo cerradas.

A veces, el interior de la escuela me parece tan grande como el conjunto de los terrenos cercados y los campos que rodean los edificios.

Hay habitaciones y pasillos secretos. Alas enteras ocultas que solo se te revelan si conoces el hechizo o posees el artilugio correcto.

Hay un piso extra entre la segunda y la tercera planta de los Claustros. (Dongs lo llama «el bonus».) Es un reflejo del piso que está arriba. Todas las cosas que ocurren arriba, pasan allí también, pero con un día de retraso.

Hay un foso debajo del foso. Y laberintos en las colinas.

Hay tres portones escondidos, y solamente he conseguido abrir uno de ellos.

A veces tengo la sensación de que llevo toda la vida buscando el mapa, o la clave que haga que Watford (que todo el mundo de los Hechiceros) cobre sentido.

Pero lo único que encuentro son piezas del puzle. Es como si estuviera en un cuarto oscuro y solamente tuviera luz suficiente para iluminar una esquina cada vez.

Me pasé una buena parte de quinto merodeando por las catacumbas que hay debajo de la Capilla Blanca buscando a JaeHyun. La capilla está en el centro de Watford, es el edificio más antiguo. Nadie sabe si Watford comenzó siendo una escuela u otra cosa. Tal vez fuera una abadía mágica, o un asentamiento de magos: eso es lo que me gustaría creer. Me imagino una ciudad amurallada en la que los magos convivieran, sin esconderse, una comunidad mágica.

Las catacumbas se extienden bajo la capilla y más allá. Seguramente haya muchas maneras de bajar hasta ellas, pero yo solo conozco una.

En quinto, siempre veía a JaeHyun escabullirse hacia la capilla después de cenar. Creía que debía de estar tramando algo: una conspiración.

Lo seguía hasta la capilla, a través de las altas puertas terminadas en arco que nunca cierran con llave, y luego por detrás del altar, y del santuario y del Rincón de los Poetas, a través de la puerta secreta y abajo hasta las catacumbas.

Las catacumbas son completamente espeluznantes. Jungwoo nunca hubiera bajado conmigo, y Doyoung solo me acompañó al principio, cuando todavía creía que JaeHyun estaba tramando algo.

Dejó de hacerlo en quinto. También dejó de acompañarme a ver los partidos de fútbol de JaeHyun. Y dejó de esperar conmigo en el pasillo afuera del balcón donde JaeHyun recibe clases de violín.

Pero yo no me daba por vencido. No ahora que todas las piezas estaban empezando a encajar y tener sentido.

La sangre en los puños de la camisa de JaeHyun. El hecho de que pudiera ver en la oscuridad. (Volvía a nuestra habitación en mitad de la noche y se cambiaba para irse a dormir sin encender una sola luz.) Después encontré una pila de ratas muertas en el sótano de la capilla, completamente estrujadas y secas, como limones exprimidos.

Estaba solo cuando por fin di con él. En la profundidad de las catacumbas, en el interior de Le Tombeau des Enfants, la Tumba de los Niños. JaeHyun estaba sentado en un rincón, rodeado de hileras de cráneos apilados como naranjas en las paredes a su alrededor.

—Me has encontrado —me dijo.

Yo ya había desenvainado mi espada.

—Sabía que lo haría.

—¿Y ahora qué? —ni siquiera se levantó. Se limitó a sacudirse el polvo de los pantalones grises y recostarse contra los huesos.

—Ahora me vas a contar qué es lo que estás tramando —le contesté.

Se echó a reír. JaeHyun se pasó aquel año entero riéndose de mí, pero aquel día su risa sonó más apagada de lo habitual. Había antorchas iluminando el cuarto gris con una luz anaranjada, pero su piel seguía siendo blanca como la tiza.

Recompuse mi postura, separé los pies alineándolos con mis caderas, cuadré los hombros.

—Murieron en una plaga —dijo JaeHyun.

—¿Quiénes?

JaeHyun levantó la mano y yo retrocedí, encogiéndome.

Él enarcó una ceja y movió su mano con una floritura para señalar el cuarto a nuestro alrededor.

—Ellos, les enfants —un mechón de cabello negro le cayó sobre la frente.

—¿Por eso estás aquí? ¿Para intentar rastrear una plaga?

JaeHyun me miró fijamente. Él tenía dieciséis años: yo también, pero siempre me hacía sentir como si tuviera cinco. Siempre me hacía sentir un niño pequeño, como si nunca fuera a estar a su altura. Como si él hubiera nacido sabiéndolo todo acerca del mundo de los Hechiceros: aquel era su mundo. Lo llevaba en el ADN.

—Sí, Lee —me dijo—Estoy aquí para encontrar una plaga. La voy a poner en un matraz humeante y voy a infectar toda Metropolis.

Aferré la espada con fuerza. JaeHyun parecía aburrido.

—¿Qué estás haciendo aquí abajo? —exigí saber mientras blandía mi espada en el aire.

—Sentarme —dijo.

No. No me vengas con esas. Por fin te he encontrado, después de todos estos meses; y vas a tener que contarme qué estás tramando.

—La mayor parte de los estudiantes murieron —dijo él.

—Ya vale. Deja de distraerme.

—Mandaron a los que estaban sanos a sus casas. Mi tataratataratío era el director; él se quedó aquí para ayudar a los enfermos y los moribundos. Su cráneo también está aquí abajo. Quizá podrías ayudarme a encontrarlo; dicen que he heredado su ceño aristocrático.

—No te estoy escuchando.

—La magia no les ayudó —dijo JaeHyun. Tensé la mandíbula.

—En aquella época todavía no tenían un hechizo para la plaga —continuó hablando—No había palabras mágicas con el suficiente poder, con el poder adecuado.

Avancé un paso.

—¿Qué estás haciendo aquí?

JaeHyun empezó a tararear para sí mismo:

—Al corro de la patata / comeremos ensalada...

—¡Contéstame, JaeHyun!

—Lo que comen los señores, / naranjitas y limones...

Blandí la espada hacia la pila de huesos al lado de JaeHyun, haciendo rodar y repiquetear un montón de cráneos.

Él me dedicó una mueca de disgusto, deteniendo los cráneos con su varita con un ¡A sus puestos! Los cráneos dieron media vuelta en el aire y regresaron a sus lugares.

—Muestra un poco de respeto, Lee —me dijo bruscamente, luego hundió los hombros y volvió a recostarse—¿Qué quieres de mí?

—Quiero saber qué te traes entre manos.

—Esto es lo que me traigo entre manos.

—Estar sentado en una maldita tumba con un montón de huesos.

—No solamente son huesos. Son alumnos. Y profesores. Todos los que mueren en Watford son enterrados aquí.

—¿Y qué?

¿Y qué? —repitió él, imitándome. Le gruñí.

—Mira, Lee... —se levantó. Era más alto que yo; siempre ha sido más alto que yo. Incluso aquel verano en el que crecí casi diez centímetros, juro que ese maldito hijo de puta creció doce—Me has estado siguiendo —dijo—Me has estado buscando. Y ahora ya me has encontrado. No es culpa mía que no hayas encontrado lo que sea que estés buscando.

—Sé lo que eres —le dije con un gruñido amortiguado. Clavó sus ojos en los míos.

—¿Tu compañero de cuarto?

Le volví a gruñir y levanté la espada unos centímetros.

—¡Eres un vampiro! —le grité. Él debió de sentir la ráfaga de mi aliento sobre su cara.

JaeHyun comenzó a reírse.

—¿En serio? ¿Crees que soy un vampiro? Bueno, bueno, por Aleister Crowley... ¿y qué piensas hacer al respecto?

Se sacó una petaca del bolsillo interior de la chaqueta y le dio un sorbo. No me había dado cuenta de que había estado bebiendo: mi espada descendió un poco. Me esforcé por recordarme que tenía que mantener la posición de ataque, y la volví a levantar.

—¿Clavarme una estaca en el corazón? —me preguntó, dejándose caer otra vez en la esquina y apoyando un brazo sobre una pila de cráneos—¿Cortarme la cabeza, quizá? Eso solo funciona si mantienes la cabeza separada de mi cuerpo, y aun así podría caminar: mi cuerpo no se detendría hasta encontrar mi cabeza... Lo mejor sería usar fuego, Lee, es la única solución.

Quería partirle en dos con mi espada. Justo en aquel momento y aquel lugar. Por fin, joder.

Pero seguían viniéndome a la cabeza las palabras de Doyoung:

—¿Cómo sabes que es un vampiro, Taeyong? ¿Le has visto beber sangre? ¿Te ha amenazado alguna vez? ¿Ha intentado someterte?

Quizá lo hubiera hecho: tal vez por eso llevaba meses siguiéndole. Y ahora le había encontrado.

—Haz algo —me dijo burlonamente—Sálvale a alguien el día, Lee, o la noche. Rápido, antes de que yo... Mmm ¿qué cosa horrible podría hacer? Para todos los de aquí abajo ya es demasiado tarde: solo podría hacerte daño a ti, ¿no? Y la verdad, creo que no estoy de humor para chuparte la sangre. ¿Y si te convierto accidentalmente? Entonces estaría condenado a ver tu piadosa cara por el resto de la eternidad —JaeHyun negó con la cabeza y le dio otro sorbo a su petaca—No creo que ser un no—muerto te favoreciera, Lee. Te estropearía ese bonito color de piel —volvió a reírse de mí, aunque sin alegría. Y cerró los ojos como si estuviera hecho polvo.

Seguramente lo estaba. Yo lo estaba. Llevábamos jugando al gato y al ratón en las catacumbas todas las noches varias semanas.

Bajé la espada, pero la dejé desenvainada, luego abandoné la pose de combate.

—Yo no tengo que hacer nada —le dije—Ya sé lo que eres. Ahora solo tengo que esperar a que cometas un error.

Compuso una mueca de dolor sin abrir los ojos.

—¿En serio, Lee? ¿Ese es tu plan? ¿Esperar a que yo mate a alguien? Eres el peor Elegido que jamás haya sido elegido.

—Vete a la mierda —le dije.

Lo que siempre significa que he perdido la discusión. Me dispuse a salir de la tumba. Necesitaba hablar de aquello a fondo con Doyoung, necesitaba reorganizarme.

—Si hubiera sabido que era así de fácil deshacerme de ti, te hubiera dejado atraparme hace semanas —gritó JaeHyun a mis espaldas mientras me alejaba.

Me dirigí a la superficie, con la esperanza de que no tuviera la capacidad de convertirse en un murciélago y perseguirme volando. (Dongs me contó que eso era un mito. Pero aun así...)

Todavía podía escucharlo cantar, incluso después de llevar diez minutos caminando:

—Achupé, achupé, sentadito me quedé.

🔮

No he vuelto a las catacumbas desde aquella noche...

Espero hasta que estoy bastante seguro de que todo el mundo se ha ido a la cama y con un poco de suerte estén dormidos: entonces me escabullo a la Capilla Blanca.

Dos bustos resguardan la puerta secreta en el Rincón de los Poetas: los dos magos poetas modernos más famosos, Groucho Marx y P. G. Wodehouse.

Tengo un trozo de cuerda de nailon, y ato uno de los extremos al cuello de Groucho.

La puerta en sí, un panel en la pared, siempre está cerrada, pero no tiene llave. Lo único que se necesita para abrirla es deseo genuino de cruzarla. Y la mayoría de la gente no quiere entrar aquí.

La puerta se abre de par en par para mí. Y se cierra a mis espaldas cuando entro.

Inmediatamente noto que el aire que me rodea es más frío. Enciendo una de las antorchas colgadas de la pared y escojo el primer camino que tomaré.

Abajo, en los serpenteantes túneles de las catacumbas, uso todos los hechizos reveladores y los que sirven para encontrar cosas perdidas que conozco. (¡Sal, ratita, quiero verte la colita! ¡Arriba el telón! Scooby—dooby—doo, ¿dónde estás?) Llamo a JaeHyun por su nombre completo: eso hace que un hechizo sea más difícil de resistir.

Dominar las palabras mágicas es complicado. A veces, para revelar algo oculto, tienes que usar el lenguaje de la época en la que fue escondido. Y, a veces, una frase antigua deja de funcionar cuando todo el mundo se cansa de decirla.

Yo nunca he dominado bien las palabras mágicas. En parte por eso soy tan mal mago.

—Las palabras son muy poderosas —nos dijo la señorita Yoona en nuestra primera clase de Palabras Mágicas. Nadie le estaba prestando atención; a la mayoría de los alumnos no les estaba contando nada nuevo. Pero yo estaba intentando grabármelo todo en la memoria—Y adquieren más poder cuanto más las pronuncias—continuó diciéndonos—y también cuanto más las lees y las escribes, siempre que las combines de la manera adecuada. La clave para hechizar algo es conectar con ese poder. No solo hay que pronunciar las palabras, sino también evocar su sentido.

Eso significa que, para poder hacer magia, tienes que tener buen vocabulario. Y tener agilidad mental. Y el valor necesario para alzar la voz. Y buen oído para poder darle un giro a una frase hecha.

Y hay que entender realmente lo que se está diciendo; la manera en la que las palabras se convierten en magia.

Agitar la varita y repetir cualquier cosa que hayas escuchado mientras paseabas por la calle no sirve; de hecho, esa es la mejor manera de separar accidentalmente el cuerpo de alguien de sus pelotas.

Nada de esto me sale de manera natural. Las palabras, el lenguaje, hablar.

No recuerdo cuándo empecé a hablar, pero sé que intentaron mandarme a algún especialista. Aparentemente, es algo que les pasa a menudo a los niños que no tienen padres, o cuyos padres nunca les hablan: simplemente no aprenden a hacerlo.

Yo solía ir a un logopeda.

—Usa tus palabras, Taeyong.

Me llegué a hartar de escucharle repetir siempre la misma mierda. Sencillamente, era mucho más fácil coger lo que quería, en lugar de tener que pedirlo. O empujar a quien fuera que me estuviera haciendo daño, aunque después me devolviera el empujón.

Me pasé sin hablar prácticamente el primer mes que estuve en Watford. Era muy fácil no tener que hacerlo, porque aquí parece que nadie puede quedarse callado.

La señorita Yoona y algunos profesores más se dieron cuenta y empezaron a darme clases particulares. Clases de cómo hablar en voz alta. A veces el Hechicero nos acompañaba en esas sesiones, frotándose la barba y mirando fijamente por la ventana. Me imaginaba gritándole «¡Usa tus palabras!», y después me imaginaba que él me decía que había sido una equivocación haberme traído aquí.

De todas maneras, sigo sin dominar bien las palabras, y sigo siendo un desastre con la varita, así que apruebo, básicamente, porque lo memorizo todo. Y la sinceridad ayuda, aunque cueste creerlo. Cuando no sé qué hacer, me limito a hacer lo que Dongs me dice que haga.

Camino lentamente y con cuidado por el camino que he elegido seguir en las catacumbas, lanzando los hechizos que mejor me funcionan para abrirme paso.

Encuentro puertas ocultas dentro de otras puertas ocultas. Encuentro un baúl de tesoros que ronca ruidosamente. Encuentro el retrato de una niña de pelo rubio con lágrimas que le brotan de los ojos y se derraman por sus mejillas: su llanto brota de verdad, como si fuera un GIF grabado en la pared. Una versión más joven de mí se hubiera quedado allí para intentar desentrañar su historia. Una versión más joven de mí hubiera convertido esto en una aventura.

Sigo buscando a JaeHyun. O alguna pista.

Todas las noches me doy media vuelta cuando llego al extremo de mi cuerda.

Capítulo 18

BO—GYEOL

¿Sabías que estas paredes tienen mil años?

Algunos de los espíritus que rondan por aquí hablan idiomas que ya nadie entiende. Pero eso no importa, supongo. Nadie los escucha.

Estas paredes eran las mismas cuando yo caminaba por aquí. La capilla. La torre.

El puente levadizo.

Los lobos son una nueva adquisición. Los lobos de mar. Me pregunto de dónde los habrá sacado Jaejoong. O qué hechizos conjuró para atraerlos hasta aquí. ¿Qué creerá que le van a ayudar a prevenir?

—Es un paranoico —decía siempre Tiff—Cree que todo mundo se mete con él.

—Creo que hay unos cuantos que sí se meten con él —le rebatí.

—Solamente porque es un rencoroso hijo de puta —me dijo ella.

—Es que se preocupa demasiado.

—¿De sí mismo? Estoy de acuerdo.

—Todo le preocupa demasiado —le respondí—No sabe cómo no darle tanta importancia a las cosas.

—Le has escuchado hablar demasiado, Bo—Gyeol.

—Me da pena... Y, si le escucharas, tú también te darías cuenta de que lo que dice tiene sentido. ¿Por qué los elfos y los centauros con herencia mágica no pueden asistir a Watford? Y ¿por qué mi hermano tuvo que quedarse en casa? ¿Solo porque no es poderoso?

—Tu hermano es un idiota —respondió ella—Lo único que le importa es Def Leppard y el hard rock.

—Sabes lo mucho que le dolió a mi madre que le rechazaran. Tiene una varita y ni siquiera sabe cómo usarla. Mis padres casi se divorcian por eso.

—Lo sé —me dijo Tiffany en voz baja—Lo siento. Pero la escuela no es suficientemente grande. No tiene capacidad para todo el mundo.

—Se podría ampliar: Jaejoong dice que sería posible. O podríamos construir una escuela nueva. Imagínatelo; una red de escuelas por todo el país para cualquiera que tenga magia.

Tiffany frunció el ceño.

—Pero la gracia de Watford es que es la mejor. La mejor educación para los mejores magos.

—¿Esa es la gracia de Watford? Entonces Jaejoong tiene razón: es elitista.

Tiff suspiró.

—Jaejoong dice que nos estamos debilitando —le dije—Como sociedad. Que los seres oscuros y la magia salvaje nos van a erradicar de la faz de la Tierra y dejarán que la propia Tierra reclame nuestra magia.

—¿Te ha dicho también que todas esas criaturas viven debajo de tu cama?

—Lo digo en serio —le contesté.

—Lo sé —me dijo con tristeza—Ya me gustaría que no fuera así. ¿Qué espera Jaejoong que hagas? ¿Qué espera que hagamos los demás?

Me acerqué a su cara y le susurré mi respuesta:

Una revolución.

🔮

He estado vagando.

Intentando encontrar el camino de vuelta a ti.

Las paredes son las mismas. Y la capilla. Y la torre. Las corbatas son más finas.

Las faldas son más cortas. Pero los colores son los mismos...

No puedo evitar sentirme orgullosa de Jaejoong, cabría pensar que es irónico viniendo de mí, pero no puedo evitar sentirme tan orgullosa de él.

Lo consiguió. Su revolución.

Abrió estas puertas para cualquier niño bendecido con el don de la magia.

Capítulo 19

TAEYONG

Cuando por fin consigo hablar con el Hechicero, ya casi es Halloween.

Él mismo me manda llamar. Un petirrojo entra volando en la clase de Griego y deja una nota sobre mi pupitre. El Hechicero por lo general lleva un pájaro o dos volando a su alrededor. Petirrojos, sobre todo. Y reyezuelos y gorriones. (Como Blancanieves.) Prefiere conjurar un Me lo ha dicho un pajarito a usar su teléfono móvil.

Cuando la clase termina, me dirijo hacia uno de los edificios en la otra punta de los terrenos de la escuela, erigido justo al lado de una de las murallas externas. En esa zona hay establos que han sido convertidos en garajes y almacenes.

Sus Hombres están fuera, reunidos alrededor de un enorme camión verde que no había visto nunca: una especie de camión militar con cubiertas de lona. Uno de ellos está sosteniendo una caja de metal. Se están turnando para alcanzarla y ver cómo sus manos la atraviesan.

—Taeyong —me dice el Hechicero mientras sale del granero. Me rodea los hombros con un brazo y me aleja del camión.

—Hubiera venido de inmediato, señor, pero estaba en clase. Y el Minotauro dijo que si se hubiera tratado de una emergencia, habría mandado un pájaro más grande.

El Hechicero frunce el ceño.

—Ese hechizo no funciona con aves más grandes.

—Lo sé, señor, pero no quiso hacerme caso.

—No pasa nada —me responde con una palmada en el hombro—No era una emergencia. Solo quería verte. Comprobar cómo estás. La señorita Yoona me contó lo de los ataques, los insectos; dijo que fue el Humdrum.

Fueron gamusinos. En clase de Palabras Mágicas. Un enjambre entero. Nunca había visto siquiera un enjambre de gamusinos.

Decimos que son insectos porque son más o menos del tamaño de un abejorro, pero los gamusinos en realidad se parecen más a los pájaros. Uno solo puede matar a un perro, o a una cabra, o a un grifo. Dos o tres pueden derribar a un mago. Anidan en tus oídos y zumban tan fuerte que no puedes pensar. Primero te vuelves loco; después llegan a tu cerebro, y pierdes todo lo demás.

Los gamusinos por lo general no atacan a las personas. Pero entraron por una de las ventanas del aula la semana pasada y me rodearon como una enorme y zumbante nube anaranjada. Lo peor fue esa sensación de sequedad y succión que siempre acompaña a los ataques del Humdrum.

Todos los demás alumnos de la clase salieron huyendo.

—La sensación era la que deja el Humdrum, señor. Pero ¿por qué mandaría gamusinos? Apenas suponen una amenaza.

—No para ti, sin duda —el Hechicero se frota la barba—Tal vez quisiera recordarnos que sigue ahí fuera... ¿Con qué los atacaste?

No se puede vivir del aire.

—Bien hecho, Taeyong.

—Creo..., creo que maté otras cosas también. Seulgi encontró unos faisanes muertos en el campo. Y Xiumin tenía un periquito...

El Hechicero le echa un vistazo al petirrojo que está volando sobre su hombro, después me da un apretón en el hombro.

—Hiciste lo que era necesario, Taeyong. Y nadie resultó herido. ¿Fuiste a la enfermería?

—Estoy bien, señor —le contesto mientras me acerco a él—Señor, esperaba que; quiero decir... ¿Ha hecho algún progreso? ¿Con el Humdrum? Veo que sus Hombres entran y salen. Pero no veo que... Yo podría ayudarle. Doyoung y yo. Podríamos ayudarle.

Su mano resbala por mi hombro y la deja reposar sobre su cadera.

—No hay nada que reportar en ese frente. No ha habido descubrimientos, ni ataques. Solo el aumento constante de los agujeros. Casi desearía que el Humdrum volviera a mostrar la cara —Me revuelvo por dentro solamente de pensar en esa cara, pero el Hechicero continúa hablando—Para demostrarles a esos imbéciles retrógrados a lo que nos estamos enfrentando en realidad.

No puedo evitar clavar la vista sobre su hombro, en el camión. Sus Hombres llevan cargando cajas junto a nosotros todo el tiempo que llevamos hablando.

—Señor, ¿recibió mi nota?

El Hechicero entorna los ojos.

—¿Sobre la desaparición del muchacho Bae?

—Sobre mi compañero de cuarto. Todavía no ha vuelto.

El Hechicero se frota la barba con el dorso de su guante de piel.

—Creo que haces bien en preocuparte. Las Familias Antiguas están cerrando filas, llamando a sus hijos a casa, cerrando sus verjas. Se preparan para lanzar un ataque contra nosotros.

—¿Sus hijos?

Comienza a carraspear los nombres de varios chicos que conozco de vista, alumnos de sexto, séptimo y octavo.

—Pero seguramente —le contesto— las Familias Antiguas sean conscientes de que el Humdrum nos erradicará si no permanecemos juntos. Ahora es más poderoso que nunca.

—Quizá eso forme parte de su plan —me dice el Hechicero—Ya he dejado de intentar entender a esta gente. Les importan más su propia riqueza y poder que nuestro mundo. A veces creo que no les importaría sacrificarlo todo solo por verme caer...

—¿Cómo puedo ayudarle, señor?

—Puedes ayudarme teniendo mucho cuidado, Taeyong —vuelve a apoyar la mano sobre mi brazo y se gira para quedar delante de mí—Me marcharé de nuevo en unas horas. Pero estaba esperando que, a la luz de este último ataque, pudiera al fin convencerte de que hicieras caso de mis palabras. Vete de aquí, Taeyong. Deja que te lleve al refugio del que te he hablado: es lo más lejos que puedo ponerte del peligro.

Doy un paso atrás.

—Pero no fueron más que unos simples gamusinos, señor.

—Esta vez.

—No, señor. Ya se lo he dicho... Estoy bien aquí. Estoy completamente a salvo.

—¡Tú nunca estás a salvo! —me responde con tal rudeza que casi parece una amenaza—La seguridad, la estabilidad: no son más que una ilusión, un falso ídolo, Taeyong. Es como aferrarse a una balsa que se hunde en lugar de aprender a nadar.

—¡Entonces será mejor que me quede aquí! —le contesto, en voz demasiado alta. Uno de los Hombres del Hechicero, Stephen, se me queda mirando. Bajo la voz—: Si no estoy a salvo en ningún lugar, entonces es mejor que me quede aquí. Con mis amigos. O bien podría empezar a luchar: podría ayudarle.

Nos miramos fijamente a los ojos y puedo notar cómo los suyos se llenan de lástima y decepción.

—Sé que podrías, Taeyong. Pero ahora mismo la situación es muy delicada...

No tiene que terminar la frase, ya sé a lo que se refiere.

El Hechicero no necesita una bomba.

No se envían bombas a misiones de reconocimiento ni se las invita a reuniones de estrategia. Se espera hasta que se agotan todas las opciones y, entonces, las lanzas.

Asiento con la cabeza.

Después me aparto de él, y vuelvo caminando al centro de los terrenos de la escuela.

Noto cómo me observan sus Hombres. Todos son apenas uno o dos años mayores que yo. Odio que se crean mucho mayores, que se sientan tan importantes. Odios esos pantalones verdes que usan, y las estrellas doradas en sus mangas.

—¡Taeyong! —grita el Hechicero a mis espaldas. Yo relajo la expresión, después me doy la vuelta.

Está haciendo visera con una mano sobre sus ojos para protegerse del sol. Me lanza una de esas escasas sonrisas suyas, muy sutil.

—Puede que el Humdrum sea más poderoso que nunca, pero tú también lo eres.

Recuerda eso.

Asiento con la cabeza mientras veo cómo vuelve caminando al garaje. He quedado con Doyoung, y ya llego tarde.

Capítulo 20

DOYOUNG

Estamos estudiando fuera, en las colinas, aunque hace frío, porque a Taeyong no le gusta practicar donde puedan verle.

Lleva puesto su abrigo gris de lana y una bufanda a rayas de dos tonos de verde de la escuela, y yo tenía que haberme puesto pans porque el viento se cuela entre el tejido de mis pantalones cortos grises.

Ya casi es Samhain; el Velo pronto se cerrará, y de la tía Beryl no se ha aparecido ni la sombra.

¡Es lo que hay! —dice Taeyong mientras apunta su varita hacia una de las pequeñas rocas que yacen al lado del tronco de un árbol. La roca tiembla y después se desmorona en una pila de polvo—No tengo claro si el hechizo está funcionando — me dice—o si solamente estoy destruyendo cosas.

Todos los estudiantes de octavo tienen que ser capaces de crear un hechizo nuevo a finales de curso, descubriendo un giro lingüístico que haya adquirido poder, o recuperando alguno antiguo que haya sido subestimado, y averiguar cómo aplicarlo.

Los mejores hechizos modernos son prácticos y duraderos. Los eslóganes son una basura, la gente Normal se cansa de decirlos y pasan a otra cosa. (Así es como los hechizos se marchitan: caducan justo cuando empezamos a pillarles el tranquillo.) Las canciones tampoco son muy de fiar, por los mismos motivos.

Casi ningún alumno de Watford ha sido capaz de crear un hechizo duradero.

Pero mi madre estaba en séptimo cuando consiguió que funcionara Esta dama no se amilana, la célebre frase de Margaret Tatcher, que sigue siendo un hechizo sumamente efectivo durante el combate, especialmente para las mujeres. (Creo que mi madre se avergüenza un poco de que su hechizo sea uno de los que se enseñan en el taller de Ofensiva del Hechicero.)

Taeyong prueba con una frase nueva cada semana desde que empezó el semestre. Pero la verdad es que no le motiva, y no le culpo. Hasta los hechizos más sólidos suelen salir accidentados de su varita. Y, a veces, cuando lanza metáforas, resultan cruelmente literales. Como cuando le lanzó un A veces un veneno para sacar otro es bueno a Jungwoo en sexto para ayudarlo a recuperarse de una resaca, y terminó emborrachándolo todavía más. Creo que esa fue la última vez que Taeyong apuntó con su varita a alguien. Y la última vez que Jungwoo bebió.

Barre los restos de la roca del tronco y se sienta encima, guardándose la varita en el bolsillo.

—JaeHyun no es el único que está desaparecido.

—¿Qué quieres decir? —apunto mi varita a unas piezas de ajedrez que he puesto en el suelo—¡Comienza el juego!

El alfil se cae.

Lo intento de nuevo.

—¡El juego está en marcha!

No pasa nada.

—Esta frase tendría que servir para algo —digo—Es el título de la banda sonora de la serie de Sherlock Holmes con un verso de Shakespeare.

—El Hechicero me ha contado que las Familias Antiguas están sacando a sus hijos de la escuela —me dice Taeyong—Dos alumnos de séptimo no han vuelto. Y Jungkook, el primo de JaeHyun, también está desaparecido. Ese chico solo está en sexto.

—¿Quién es Jungkook?

—Uno que está muy musculoso. Con mechas rubias. Juega de centrocampista.

Me encojo de hombros y me agacho para recoger las piezas de ajedrez. Ahora mismo, estoy siendo demasiado literal, porque he intentado todas las combinaciones posibles con esta frase. Siento que podría ser un buen hechizo de inicio; un catalizador...

—¿Los únicos que no han vuelto son chicos? —le pregunto.

—Mmm... —me responde Taeyong—No lo sé. El Hechicero no me ha dicho nada más.

—Jungkook... ¿es el que se quedó atrapado en un montacargas en segundo?

—Sí.

—Así que se ha cambiado de bando... Bueno, me muero de miedo, entonces.

—El Hechicero cree que las Familias Antiguas se están preparando para algún tipo de ataque.

—¿Y qué quiere que hagamos al respecto?

—No quiere que hagamos nada —me responde Taeyong. Me meto las fichas de ajedrez en el bolsillo.

—¿Qué quieres decir?

—Bueno, sigue queriendo que me marche...

Debo de haber fruncido el ceño, porque Taeyong enarca las cejas y dice:

—Ya lo sé, Dongs; no me voy a ir a ningún lado. Pero si me quedo aquí, él quiere que no llame la atención. Quiere que nosotros no llamemos la atención. Dice que sus Hombres están trabajando en ello, y que es un asunto delicado.

—Mmm... —me siento al lado de Taeyong sobre el tronco del árbol.

Tengo que admitir que, en parte, me atrae la idea de no llamar la atención, de dejar que el Hechicero haga las locuras que le dé la gana sin contar con nosotros por una vez en la vida. Pero no me gusta que nos haya tenido que decir que no llamemos la atención. A Taeyong tampoco le gusta.

—¿Crees que JaeHyun estará con los demás chicos? —le pregunto.

—Tendría sentido, ¿no crees?

No le contesto. En serio, odio con todas mis fuerzas hablar con Taeyong sobre JaeHyun. Es como hablar de tés con el Sombrerero Loco. No soporto darle cuerda con el tema.

Él raspa un poco la corteza del tronco con el talón.

Me recuesto contra él porque hace frío y Taeyong siempre está calentito. También porque me gusta recordarle que yo no le tengo miedo.

—Tiene sentido —repite.

Capítulo 21

EL HECHICERO

Libros, artilugios, joyas encantadas, muebles hechizados, patas de mono, colas de conejo, narices de gnomo...

Nos lo llevamos todo. Aunque sea consciente de que a mí nada de esto me servirá de nada.

Este movimiento tiene varios objetivos: no está de más mostrarles a las Familias Antiguas que sigo estando al mando.

De esta escuela. De este reino.

Y que ninguno de ellos podría hacerlo mejor que yo.

Dicen que soy un fracasado porque el Humdrum todavía anda suelto, robándonos la magia, erradicándola de nuestras tierras; pero ¿quién de ellos podría siquiera suponer una amenaza para el Humdrum?

Quizá Irene Jung—Bae podría haber puesto al Humdrum en su lugar, pero hace mucho tiempo que murió, y ninguno de sus aliados o parientes posee una pizca de su talento.

Envío a mis Hombres a requisar los tesoros de mis enemigos, a saquear sus bibliotecas. Demuestro a los poderosos que incluso un niño de cara sonrosada vestido con mi uniforme tiene más poder que ellos en este nuevo mundo. Les demuestro lo que valen ahora sus apellidos: nada.

Y aun así...

No encuentro lo que necesito. No encuentro respuestas verdaderas; sigo sin poder arreglarlo.

El Gran Hechicero es nuestra única esperanza, ahora mismo.

Pero nuestro Hechicero más poderoso viene con un defecto de serie. Tiene una tara. Está roto.

Lee Taeyong es ese hechicero, lo sé.

Pero Lee Taeyong (mi Taeyong) todavía no tiene la capacidad de soportar ese poder. Aún no puede controlarlo. Es el único recipiente lo suficientemente grande para contenerlo, pero está lleno de grietas. Está en peligro. Es...

No es más que un niño.

Tiene que haber alguna manera (un hechizo, un encantamiento, un talismán) que pueda ayudarlo. ¡Somos magos! Las únicas criaturas mágicas que pueden poseer y darle forma al poder. En algún lugar de nuestro mundo, hay una respuesta para Taeyong. (Un ritual, una receta, una rima.)

Las profecías no funcionan así...

Las historias no se desarrollan así...

De manera incompleta.

Si Taeyong tiene un defecto, entonces existe una manera de arreglarlo.

Y yo la encontraré.

Capítulo 22

TAEYONG

Creo que voy a suspender Griego. Y estoy completamente perdido en Ciencias Políticas.

Jungwoo y yo discutimos sobre si debería pasar en su casa en las vacaciones de fin de semestre: yo no quiero irme de Watford, y en realidad creo que él no quiere que vaya a su casa. Pero le gustaría que quisiera hacerlo. O algo así.

Dejo de usar el colgante de la cruz y lo guardo en una caja debajo de mi cama... Siento el cuello más ligero, pero noto como si tuviera la cabeza llena de piedras.

Me ayudaría poder dormir, pero no lo consigo, y en realidad tampoco lo necesito; me las apaño bastante bien con siestas y magia.

Sigo teniendo que obligar a Dongs a irse de mi habitación para que no se dé cuenta de qué hago por las noches.

—Pero nadie está usando la cama de JaeHyun —rebate.

—Nadie está usando tu cama —le digo.

—Haechan y Mark juntan las camas cuando no estoy: seguramente hay polvo de hadas por todos lados.

—Ese no es mi problema, Dongs.

—Todos mis problemas son tus problemas, Taeyong.

—¿Por qué?

—¡Porque todos tus problemas son mis problemas!

—Vete a tu cuarto.

—Taeyong, por favor.

—Vete. O te van a expulsar.

—Solo si me pillan.

Vete.

Cuando Dongs por fin se va, yo también puedo hacerlo. Desisto con las catacumbas y empiezo a buscar en las murallas.

En realidad, no creo que vaya a encontrar a JaeHyun aquí arriba: ¿dónde se escondería?

Pero al menos tengo la sensación de que, desde aquí, le vería llegar.

Además, me gusta el viento. Y las estrellas. En verano nunca tengo oportunidad de ver las estrellas: da igual a qué ciudad me manden, siempre hay demasiadas farolas.

En las murallas hay una atalaya con un pequeño escondite en su interior, con un banco y techado. Observo el ir y venir de los Hombres del Hechicero durante toda la noche en su camión militar. A veces me quedo dormido.

—Pareces cansado —me dice Dongs durante el desayuno. (Huevos fritos, champiñones salteados, judías al horno y morcilla.)—Además... —se inclina sobre la mesa para acercarse a mí—tienes una hoja en el pelo.

—Mmm... —yo sigo atibirrándome con mi desayuno. Si me doy prisa, me dará tiempo a repetir.

Dongs vuelve a levantar la mano hacia mi pelo, mira a Jungwoo de refilón y la retira. Jungwoo siempre ha tenido celos de mi relación con Dongs: da igual las veces que le repita que nuestra relación no es así. (De verdad que no lo es.)

Pero parece que Jungwoo nos está ignorando a ambos. Otra vez. Todavía. No hemos pasado mucho tiempo a solas desde la discusión. La verdad, ha sido un alivio. Una persona menos preguntándome si estoy bien. Apoyo la mano en la pierna de Jungwoo y le doy un leve apretón, y se gira a mirarme, sonriendo con la parte inferior de su cara.

—Vale—dice Dongs—Quedamos esta noche en la habitación de Taeyong.

Después de cenar.

—¿Para qué tenemos que quedar? —pregunto.

—¡Para revisar estrategias! —susurra Dongs.

—¿Estrategias sobre qué? —dice Jungwoo como si acabara de despertarse.

—Estrategias sobre todo —le contesta Doyoung—Sobre el Humdrum. Sobre las Familias Antiguas. Sobre lo que los Hombres del Hechicero están haciendo realmente. Estoy harto de no llamar la atención; ¿no sentís que nos están dejando de lado?

—No —contesta Jungwoo—Creo que deberíamos sentirnos agradecidos por tener un poco de calma.

Dongs suspira.

—Eso pensaba yo; pero me estoy empezando a preocupar de que estén intentando mantenernos a raya. Mantenernos a raya a propósito.

Jungwoo niega con la cabeza.

—A ti lo que te preocupa es que alguien quiera que estemos felices y tranquilos.

—¡Sí! —dice Dongs, pinchando el aire con su tenedor.

—Aparta ese pensamiento de tu mente —le contesta Jungwoo.

—Deberíamos ser parte del plan —nos dice Doyoung—Sea el que sea. Siempre hemos sabido de qué tratan los planes, incluso cuando éramos niños. Ya somos adultos. ¿Por qué el Hechicero nos está dando de lado?

—¿Crees que el Hechicero nos está manteniendo a raya a propósito? —le pregunta Jungwoo—¿No será el Humdrum? ¿O quizá JaeHyun? —está siendo sarcástico, por supuesto, pero Dongs no se da cuenta o hace como que no se da cuenta.

—dice Dongs mientras vuelve a pinchar el aire con su tenedor como para asegurarse de que lo ha matado—¡Todas las respuestas anteriores!

Espero a que Jungwoo discuta un poco más, pero se limita a negar con la cabeza, agitando su sedosa melena rubia, y se sirve un poco de huevo encima del pan tostado.

Esa es una de las cosas que me gustan de Jungwoo. Y de Dongs. Ambos siempre comen cuando hay comida disponible. Los tres hemos estado atrapados en celdas o nos han secuestrado águilas gigantes las veces suficientes como para saber que, cuando tienes la oportunidad de comer, debes hacerlo.

Vuelvo a apoyar la mano en la pierna de Jungwoo. No parece contento, ni cómodo.

Tiene el ceño fruncido y los ojos entrecerrados, y creo que hoy no se ha maquillado.

—Pareces cansado —le digo con una nota de culpabilidad en la voz, porque acabo de darme cuenta.

Él se recuesta sobre mí un momento, y luego vuelve a sentarse recto.

—Estoy bien, Taeyong.

—Los dos parecen cansados —declara Dongs de manera enfática—Igual lo que tienen es estrés postraumático. Igual lo que les pasa es que no están acostumbrados a tanta paz y tranquilidad.

Le doy un nuevo apretón a Jungwoo en la pierna, y luego me levanto para traer más huevos, y tostadas y champiñones.

A raya... —escucho decir a Dongs mientras me alejo.

🔮

Mark


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Capítulo 23

DOYOUNG

Me ha costado un mundo conseguir que los dos estén aquí arriba, y Jungwoo no deja de protestar.

—Doyoung, esto es nuestra residencia. Nos van a expulsar.

—Pues el daño ya está hecho —le contesto mientras me siento en el escritorio de Taeyong—Tienes las mismas posibilidades de que te pillen saliendo de aquí ahora o más tarde, así que te sale más a cuenta quedarte.

—No nos van a pillar —dice Taeyong mientras se recuesta en su cama—Dongs se cuela aquí constantemente.

A Jungwoo no le hace gracia oír eso. (Yo paso de él: si es tan estúpido como para creer que Taeyong y yo nos gustamos después de todos estos años, no voy a perder el tiempo intentando convencerlo de lo contrario.) Se sienta deliberadamente lo más lejos posible de nosotros, aunque eso signifique sentarse en la cama de JaeHyun.

Cuando se da cuenta de lo que acaba de hacer, pone cara de querer volver a levantarse. Sus ojos recorren la habitación como si el propio JaeHyun fuera a salir del baño. Taeyong está igual de paranoico.

La verdad es que... Menudo par.

—Sigo sin entender a qué viene esta reunión —dice Jungwoo.

—Para recopilar todos nuestros conocimientos —le digo mientras busco materiales por la habitación—Esto sería mucho más fácil si tuviéramos una pizarra.

Levanto la varita y conjuro un ¿Ves lo que te digo? y empiezo a escribir en el aire: Lo que sabemos.

—Nada —dice Jungwoo—Fin de la reunión.

Lo ignoro.

—Tal como yo lo veo, hay tres cosas de las que tenemos que preocuparnos — escribo: «1. El Humdrum»—¿Qué sabemos por ahora del Humdrum?

—Que se parece a mí —dice Taeyong, intentando seguirme la corriente. Jungwoo no parece sorprendido de escuchar esta información: Taeyong debe de haberle contado lo que pasó—Y que quiere algo de mí —continúa Taeyong—Que me está acechando.

—Y sabemos que ha estado tranquilito —añado—Desde junio: ningún ataque aparte de los gamusinos.

Jungwoo se cruza de brazos.

—Pero el Humdrum sigue libre por ahí, ¿no? Devorando magia.

—Sí —le digo, dándole la razón—Pero no tanto como antes. He visto a mi padre este fin de semana, y me ha contado que los agujeros se están expandiendo mucho más lentamente de lo habitual —añado esto a mis apuntes en el aire.

—No sabemos si la está devorando —dice Taeyong—No sabemos qué está haciendo el Humdrum con la magia.

—Tenemos que limitarnos a lo que sí sabemos... —les digo y escribo: «2. La guerra con las Familias Antiguas».

—Yo no lo calificaría de «guerra» —dice Jungwoo.

—Pero sí ha habido algunas rencillas, ¿no? —dice Taeyong—Además de los duelos.

Jungwoo refunfuña.

—Bueno, es que no puedes entrar en las casas de la gente sin más y exigir que te dejen inspeccionar su ático sin que se produzcan unos cuantos duelos.

Taeyong y yo nos giramos para mirarlo.

—¿A qué te refieres? —le pregunto.

—Al Hechicero —responde Jungwoo—Escuché a mi madre hablar con una de sus amigas del club. Ha estado haciendo redadas en las casas de los magos, buscando magia oscura.

—¿Ha hecho una redada en tu casa?

—No se le ocurriría: mi padre es miembro del Aquelarre —nos contesta Jungwoo.

—¿Qué tipo de magia oscura? —le pregunta Taeyong.

—Probablemente cualquier cosa que pueda usarse como un arma —nos dice Jungwoo.

—Cualquier cosa que puede usarse como un arma —rebate Taeyong. Añado a mis notas: «Redadas, magia oscura, duelos».

—Y sabemos que algunas Familias Antiguas han sacado a sus hijos de Watford — añade Taeyong.

—Lo que podría ser una coincidencia —respondo—Deberíamos investigar más: quizá los chicos desaparecidos estén en la universidad.

—O quizá están hartos de que los traten como si fueran villanos —dice Jungwoo.

—O tal vez —dice Taeyong— estén formando un ejército.

Añado a mis notas: «Los aliados de los Bae dejan la escuela».

—¿Y qué pasa con JaeHyun? —Taeyong está empezando a desesperarse. Jungwoo recorre el colchón con las manos.

—Ya llegaremos a eso —le digo—De momento, tenemos que centrarnos en lo que sabemos.

Pero Taeyong sigue insistiendo:

—La señorita Yoona cree que puede estar desaparecido. Dijo que su padre parecía asustado cuando habló con él.

Dejo escapar un suspiro y añado una tercera columna: «3. JaeHyun». Pero no hay nada que escribir debajo.

—Yo sigo sin creer que esto sea una guerra —insiste Jungwoo—Solamente es política, igual que en el mundo de los Normales. El Hechicero tiene el poder, y las Familias Antiguas quieren recuperarlo. Se van a quejar y van a protestar y van a deshacer tratos y a organizar fiestas...

—No se trata solamente de política —Taeyong se acerca a él, señalándolo—Se trata de lo que está bien y lo que está mal.

Jungwoo pone los ojos en blanco.

—Pues eso es lo mismo que dice el otro bando.

—¿Eso es lo que dice JaeHyun? —le pregunta Taeyong. Intento interrumpirle.

Taeyong.

—No es solo política —repite él—Se trata de lo que está bien y lo que está mal. Se trata de nuestras vidas. Si las Familias Antiguas se salieran con la suya, yo ni siquiera estaría aquí. Nunca me hubieran dejado entrar en Watford.

—Pero eso no es algo personal, Taeyong —dice Jungwoo—Es porque eres un Normal.

—¿Cómo que soy un Normal? —dice, levantando las manos—Soy el Hechicero más poderoso que cualquiera haya conocido.

—Sabes lo que quiero decir —le contesta Jungwoo, y creo que está siendo sincero—Nunca había habido un Normal en Watford.

Jungwoo tiene razón, pero no puedo evitar preguntarme de quién será ese discurso que está repitiendo como un lorito.

—Mi llegada fue profetizada —le dice Taeyong, y suena tan patéticamente defensivo que busco una manera de cambiar de tema.

La llegada de Taeyong fue profetizada.

O la llegada de «alguien». Una y otra vez.

El Hechicero más poderoso de todos los tiempos iba a venir, y él, o ella, se supondría que lo haría justo cuando el mundo de los Hechiceros más lo necesitara.

Y eso fue lo que pasó con Taeyong.

El Humdrum estaba devorando nuestra magia, el Hechicero y las Familias Antiguas estaban en lucha constante; y, entonces, llegó Taeyong. Llegó con su poder e iluminó el firmamento mágico como una tormenta eléctrica.

Casi todos los magos son capaces de recordar el lugar exacto en el que estaban ese día. (Yo no lo recuerdo, pero solo tenía once años.) Mi madre estaba dando una ponencia. Dice que notó como si hubiera tocado un cable pelado, como si la electricidad la sacudiera desde dentro. Magia, magia en estado puro, hirviente y abrasadora...

Que es justo la sensación que la magia de Taeyong sigue produciendo. A él nunca se lo he dicho, pero es horrible. El simple hecho de estar a su lado cuando pierde el control es como recibir una descarga eléctrica. Te deja los músculos apaleados y el pelo con olor a humo.

A veces, el poder de Taeyong seduce a otros magos: son capaces de percibirlo y quieren estar más cerca de él. Pero cualquiera que sea realmente amigo cercano de Taeyong, hace tiempo que superó la fase de la seducción.

Una vez, perdió el control mientras nos protegía a Jungwoo y a mí de una manada de monstrejones (que son como los tejones, pero malvados) y Jungwoo tuvo tics y temblores durante una semana entera después de eso. A Taeyong le dijo que tenía la gripe, para que no se sintiera mal. Jungwoo tiene menos tolerancia al poder de Taeyong que yo, puede que se deba a que su propio poder es inferior. O puede que sus magias sean incompatibles.

A veces pasa, incluso cuando dos personas están enamoradas. Hay una vieja historia, una tragedia romántica, sobre dos amantes cuyas magias les condujeron mutuamente a la locura...

No creo que Taeyong y Jungwoo estén enamorados.

Pero no es asunto mío decírselo. (Además, ya lo he intentado.)

De todas formas, mi madre dice que cuando el Hechicero trajo a Taeyong a Watford, fue como si le estuviera restregando en la cara a todo el mundo de los Hechiceros que él tenía razón.

Aquí está el salvador del que lleváis hablando mil años.

Incluso la gente que no creía que fuera cierto no se atrevía a admitirlo en voz alta.

Y nadie fue capaz de negar el poder de Taeyong.

Aunque sí intentaron evitar que ingresara en Watford. El Hechicero tuvo que nombrar a Taeyong su heredero para que pudiera entrar a la escuela, y para poder incluirlo en el Libro de la Magia.

Todavía hay mucha gente que no acepta a Taeyong, incluso entre los aliados del Hechicero. «La magia no hace al mago», es una de las cosas que siempre dice JaeHyun.

Suena a gilipollez clasista, pero en cierto modo, es cierto.

Los unicornios tienen magia. Los vampiros también. Los dragones, los cenutrios, los licánvagos, todos poseen magia.

Pero no eres un mago a menos que puedas controlarla, a menos que puedas hablar el idioma de la magia. Y Taeyong... bueno. Taeyong.

Taeyong se levanta y camina hacia la ventana, abriéndola de par en par y sentándose en el alféizar. La varita le estorba, así que se la saca del bolsillo trasero de los pantalones y la arroja a su cama.

Escribo en el aire: «4. El Hechicero».

—Bueno, entonces sabemos que los Hombres del Hechicero están haciendo redadas... Y, Taeyong, ¿no dijiste que estaban descargando cosas en la parte trasera de la escuela, en los establos? Podríamos empezar a investigar por allí —les digo.

Él me ignora y prefiere seguir mirando por la ventana.

—Jungwoo —le pregunto—¿qué más has escuchado en tu casa?

—No lo sé —me responde, toqueteándose el dobladillo del chaleco—Mi padre ha tenido muchas asambleas de emergencia con el Aquelarre. Mi madre dice que no pueden seguir celebrándolas en nuestra casa. Cree que nuestros vecinos Normales están empezando a sospechar algo.

—Muy bien —les digo—Creo que es hora de que nos pongamos a pensar en qué es lo que no sabemos.

Dibujo una nueva columna en el aire, pero Jungwoo se levanta y se dispone a marcharse.

—En serio, tengo mucho que estudiar.

—Jungwoo, espera, ¡te van a pillar si sales de aquí tú solo! —intento detenerlo, pero ya está cerrando la puerta.

Taeyong resopla con fuerza, y se frota el pelo con las manos, levantándoselo en mechones cobrizos y rizados.

—Creo que voy a salir a dar un paseo —me dice mientras se encamina hacia la puerta y se deja olvidada la varita sobre su cama.

Una parte de mí desea que Taeyong esté saliendo para ir detrás de Jungwoo, pero no creo que esa sea su intención.

Suspiro y me siento en su cama mientras miro nuestra ridícula lista. Antes de irme, borro nuestras palabras del aire con un Calmar los aires.

Capítulo 24

JUNGWOO

No sé qué es lo que espero.

¿Que me vea de pie junto a la muralla, con mi cabello agitándose al viento y mi capa ondeando a mi alrededor...?

Y, luego, ¿qué?

¿Que eso signifique algo para él?

¿Que me vea aquí arriba, esperándole en las murallas, y que me mire como si fuera la primera vez que me viera? Allí está la respuesta, pensará él. Y desatará mis ataduras, y se las atará alrededor del brazo, o del muslo. Y, por Morgana, ¿qué significaría eso?

Algo.

Algo nuevo.

Sé que JaeHyun... no sé... piensa en mí. O, al menos, lo hacía. Sé que solía mirarme. Especialmente cuando estaba con Taeyong.

Sé que odiaba lo que Taeyong y yo tenemos. Y lo deseaba. Por eso hacía cualquier cosa para interponerse entre nosotros.

JaeHyun siempre estaba allí, interrumpiendo todos los bailes. Tentándome para que me alejara de Taeyong, y luego, tan solo, tentándome. Desapareciendo. Escabulléndose.

Algunas veces le seguí el juego: tal vez debería estar agradecido de que JaeHyun nunca haya caído en mi farsa.

Aunque tal vez no fuera una farsa. Tal vez podría escaparme con JaeHyun. Lo seguí al bosque aquel día; todavía no sé en qué estaba pensando.

Quiero decir que quién es JaeHyun. Sé lo que es.

No puedo dejar a Taeyong por un vampiro conservador; mis padres me desheredarían. Y ni siquiera sé que significaría eso. ¿Tendría que ser malvado?

¿Envenenar las bebidas de otras personas? ¿Lanzar hechizos oscuros? O simplemente sería tan sencillo como sentarme con otro chico en otra mesa... Seguir siendo hermoso desde la otra punta de la estancia.

Sería el dorado de su negrura. Ambos pálidos como la nieve.

Quizá no tendría que ser malvado: pero seguramente JaeHyun no esperará que sea siempre bueno, tan bueno.

Y quizá viviría eternamente.

Recorro las murallas de noche con un atuendo blanco y una capa de lana hasta la rodilla. El clima está comenzando a enfriarse. Noto el frío en las mejillas.

Tal vez me vea aquí arriba antes de que yo lo vea a él.

Tal vez me deseará.

Y, entonces, yo también sabré qué deseo.

Capítulo 25

BO—GYEOL

Lo sigo intentando.

Sigo llamando.

Sé que este es tu lugar.

Capítulo 26

TAEYONG

Al principio, cuando lo veo de pie sobre las murallas, creo que es un fantasma, una Aparición.

Tiene la piel blanquísima y lleva puesto un traje blanco ondulante, y el cabello rubio suelto agitándose alrededor de su cabeza... Pero todos los que han cruzado el Velo lo han hecho con la ropa que llevaban cuando murieron, no con ropa típica de un fantasma.

No me doy cuenta de que la persona de blanco de las murallas es Jungwoo hasta que se sobresalta y se gira para mirarme. Ha debido de escucharme invocando mi espada. Cuando veo que es él, la guardo inmediatamente.

—Ah... hola. Creía que estabas estudiando —le digo.

Ya no estoy enfadado con él. Ahora que estamos de pie al aire libre y fresco, y he tenido tiempo de aclararme la mente.

—Estaba estudiando —me responde—Luego me entraron ganas de salir a dar un paseo.

—A mí también —estoy volviendo a mentirle.

Juro que no soy de los que mienten a sus amigos o les ocultan cosas como esta. Es solo que... no puedo decirles que estoy aquí fuera buscando a JaeHyun.

Bueno, nunca tengo ganas de hablar de JaeHyun con Jungwoo, por razones obvias, y Doyoung se niega a escucharme.

Cuando terminamos quinto, Dongs decidió que no se me permitía hablar de JaeHyun «a menos que represente un peligro claro e inminente».

—No puedes pasarte la vida quejándote de él cada vez que te molesta, Taeyong. Eso significaría que nunca dejarías de quejarte.

—¿Por qué no puedo? —le pregunto—Tú te quejas de tu compañero de cuarto.

—Pero no constantemente.

—Bastante constantemente.

—¿Qué te parece si hacemos un trato? Puedes hablar de JaeHyun cuando represente un peligro claro e inminente. Fuera de eso, no puede ocupar más del diez por ciento de nuestras conversaciones.

—No pienso ponerme a contabilizar todas las veces que hablo contigo de JaeHyun.

—Entonces es mejor que intentes no quejarte de él constantemente.

Sigue sin tener paciencia con ese tema, aunque aquel año yo no me equivoqué ni un poquito con JaeHyun: sí estaba tramando algo. Algo más que sus habituales merodeos de vampiro.

Esa primavera, JaeHyun intentó robarme la voz. Eso es lo peor que puedes hacerle a un mago; quizá incluso peor que asesinarlo: un mago no puede hacer magia sin palabras. (Al menos, no generalmente.)

Ocurrió en el prado: había visto a JaeHyun escabullirse por el puente levadizo al anochecer y lo perseguí. Lo seguí hasta llegar a los portones de la escuela y, entonces, se dio la vuelta y me miró sin inmutarse, con las manos en los bolsillos, como si todo el tiempo hubiera sabido que iba tras él.

Yo estaba a punto de decirle algo cuando Jisoo vino corriendo hacia mí, diciendo: «¡Hola, Taeyong!» con esa voz suya tan chillona. Pero en cuanto pronunció mi nombre, fue incapaz de decir nada más. Comenzó a chillar monstruosamente, como si le estuvieran arrancando de la garganta todas las palabras que había pronunciado en su vida.

Sé que fue JaeHyun. Sé que hizo algo.

Se lo vi en los ojos cuando Jisoo se quedó muda.

Mandaron a Jisoo a casa. El Hechicero me dijo que recuperaría la voz, que no era permanente, pero nunca volvió a Watford.

Me pregunto si JaeHyun seguirá sintiéndose culpable por ello. Me pregunto si alguna vez se sintió culpable.

Ahora él tampoco está.

Cuando vuelvo a percatarme de la presencia de Jungwoo, me doy cuenta de que está temblando. Me desabrocho el abrigo gris de lana, deslizando los botones a través de los bucles de cordón de la trenca.

—Toma —le digo mientras me lo quito.

—No, estoy bien —me responde.

Lo sostengo en dirección a él de todas maneras.

—No, está bien. No, Taeyong; ponte el abrigo.

Dejo caer los brazos. No me parece bien volver a ponerme el abrigo, así que me lo doblo sobre un brazo.

No sé qué más decirle.

Esta es la vez que más tiempo hemos pasado Jungwoo y yo a solas desde que empezó el semestre. Ni siquiera lo he besado desde que volvimos a la escuela. Seguramente debería besarlo...

Me acerco para cogerle la mano, pero quizá me he movido demasiado rápido, porque se sorprende. Sus manos se abren de repente y algo cae de ellas. Me arrodillo para recogerlo antes de que el viento se lo lleve volando.

Es un pañuelo.

Sé que es el pañuelo de JaeHyun antes incluso de ver sus iniciales bordadas en una esquina, al lado del escudo de armas de los Bae (llamas, la luna y tres halcones).

Lo sé porque es la única persona que conozco que lleva pañuelos a la antigua usanza. Me dejó uno en mi cama, cuando estábamos en primer año, sarcásticamente, la primera vez que me hizo llorar.

Jungwoo intenta quitarme el pañuelo, pero no se lo permito. Se lo arranco de las manos.

—¿Qué es esto? —le pregunto con el pañuelo levantado ante su cara. (Ambos sabemos qué es)—¿Tú estás... tú le estás esperando? ¿Has quedado con él aquí? ¿Va a venir?

Abre los ojos como platos y se le llenan de lágrimas.

—No, por supuesto que no.

—¿Cómo puedes decirme «por supuesto que no» cuando estás aquí arriba, obviamente pensando en él, con su pañuelo en las manos?

Se cruza de brazos.

—Tú no sabes en qué estoy pensando.

—Tienes razón, yo no sé en qué piensas, Jungwoo. En serio que no lo sé. ¿Vienes aquí todas las noches? ¿Cuando nos dices que estás estudiando?

—Taeyong...

¡Contéstame! —las palabras salen de mi boca como una orden e impregnadas de magia. Cosa que no debería ser posible, porque no son palabras mágicas, esto no era un hechizo. El hechizo para forzar a alguien a decir la verdad es La verdad, toda la verdad y nada más que la verdad; pero nunca lo he usado, es un hechizo muy avanzado y es uno de los restringidos. Aun así, percibo en el rostro de Jungwoo que se siente obligado a responder.

—No —le digo, imprimiendo magia a mi voz—¡No estás obligada!

Su cara cambia de resignación a disgusto. Se aleja de mí.

—No quería hacer eso, Jungwoo. No quería hacerlo, pero tú... —levanto los brazos en un gesto de desesperación—¿Qué estás haciendo aquí?

—¿Y si estuviera esperando a JaeHyun? —él me escupe esas palabras sabiendo que me van a dejar atontado.

—¿Por qué harías eso?

Se da la vuelta para mirar la muralla de piedra.

—No lo sé, Taeyong.

—¿Le estás esperando?

El viento se queda atrapado en su melena, haciéndola revolotear.

—No —me responde—No le estoy esperando. No tengo razones para creer que vaya a volver.

—Pero eso es lo que querrías.

Jungwoo se encoge de hombros.

—¿Qué te pasa, Jungwoo? —estoy intentando mantener el ánimo bajo control—JaeHyun es un monstruo. Un monstruo real.

—Todos somos monstruos —es lo que me responde. Quiere decir que yo soy un monstruo.

Intento pisotear la ira que trepa por mis piernas.

—¿Me engañaste? ¿Con JaeHyun? ¿Ahora estás con él?

—No.

—¿Eso es lo que quieres: estar con él?

Él suspira y se recuesta contra las toscas piedras de la muralla.

—No lo sé.

—¿No quieres decirme nada más? ¿Un «lo siento», quizá? ¿No quieres arreglar esto?

Se gira de nuevo para mirarme por encima del hombro.

—¿Arreglar qué, Taeyong? ¿Nuestra relación? ¿Qué es nuestra relación? ¿Que yo esté disponible para ti cuando necesites una cita para el baile? ¿O que llore de alegría cada vez que regresas de entre los muertos? Porque puedo seguir haciendo todas esas cosas por ti. Todavía puedo hacerlo. Aunque no estemos juntos.

Su perfecta barbilla rosada está temblando. Sus brazos permanecen cruzados.

—Tú eres mi chico, Jungwoo —le respondo.

—No. Doyoung es tu chico.

—Tú eres mi...

Jungwoo deja caer los brazos.

—¿Qué, Taeyong: qué soy?

Entierro las manos en mi pelo y hago rechinar los dientes.

—¡Tú eres mi futuro!

Jungwoo tiene el rostro contorsionado en una mueca de dolor y bañado en lágrimas.

Aun así, está precioso.

—¿Se supone que tengo que desear eso? —me pregunta.

Yo lo deseo.

—Lo único que tú deseas es un final feliz.

—¡Por Merlín, Jungwoo! ¿Y tú no?

—¡No! ¡Yo no! Quiero ser lo que alguien quiera ahora, Taeyong, no un «y vivieron felices y comieron perdices». No quiero ser el premio al final de la carrera. Lo que obtienes cuando ganas a todos los malos.

—Estás dándole la vuelta a todo. Haces que parezca horrible.

Él vuelve a encogerse de hombros.

—Tal vez.

—Jungwoo... —le tiendo la mano con la que no sostengo el pañuelo de JaeHyun—Podemos arreglar esto.

—Probablemente —me responde—Pero no quiero hacerlo.

No se me ocurre nada más que decirle.

Jungwoo no puede dejarme. No puede dejarme por él. Ah, a él le encantaría, le encantaría saber que puede hacerme esto. Maldito sea todo: ni siquiera está aquí para poder hacerme sufrir con ello.

—Te quiero, Jungwoo —le digo, esperando que quizá eso funcione. Esas palabras son prácticamente mágicas en sí mismas. Las repito—: Te quiero.

Jungwoo cierra los ojos en el momento en el que su mirada topa conmigo. Aparta el rostro.

—Yo también te quiero, Taeyong. Creo que por eso he dejado que esto se alarge durante tanto tiempo.

—No lo dices en serio —le digo.

—Sí lo hago —me responde—Por favor, no discutas conmigo.

—No puedes dejarme por él.

Se gira a mirarme una vez más.

—No te estoy dejando por JaeHyun, Taeyong. Él no está. Es que ya no quiero estar contigo. No quiero cabalgar hacia la puesta de sol a tu lado... Ese no es mi final feliz, no es mi «nada» feliz.

🔮

No intento discutir más.

No me quedo en las murallas.

Siento las mejillas calientes e irritadas, y eso siempre es mala señal.

Corro, dejando atrás a Jungwoo, hacia las escaleras y las bajo tan deprisa que me salto algunos escalones y sigo descendiendo a brincos hasta el siguiente rellano.

Luego siento como si estuviera flotando sobre las escaleras. Cayendo sin tener que caer.

Nunca había hecho esto, y es extraño.

Anoto mentalmente contárselo a Dongs, e inmediatamente borro la nota mental. Aun así, corro hasta los Claustros porque no quiero volver a mi habitación vacía, y el puente levadizo está levantado, y no sé a qué otro lugar ir.

Estoy de pie bajo la ventana de Dongs, y no puedo evitar pensar que podría llamarlo por teléfono si el Hechicero no hubiera prohibido los móviles en Watford hace dos años.

Sigo teniendo calor.

Intento sacudirme la magia de encima, y algunas chispas salen volando y prenden unas hojas secas bajo mis pies. Las pisoteo para apagarlas.

Me pregunto si Jungwoo seguirá arriba, en las murallas. No puedo creer que me haya dicho lo que acaba de decirme. Durante un segundo me pregunto si no estaría siendo víctima de una posesión. Pero no tenía los ojos completamente negros. (¿Tenía los ojos completamente negros? Estaba demasiado oscuro como para fijarme.) Jungwoo no puede dejarme así. No puede dejarme.

Estábamos estables. Estábamos asentados.

Nosotros éramos el desenlace de esta historia. (Si es que consigo llegar al desenlace.) (Tienes que fingir que vas a tener un desenlace. Tienes que seguir adelante como si lo fueras a tener, porque, si no, no podrás seguir adelante de ninguna manera.)

A los padres de Jungwoo les caigo bien. Es posible que hasta me quieran. Su padre me llama «hijo». No rollo «pienso en ti como un hijo», sino más bien un «¿Cómo estás, hijo?». Como si fuera hijo de alguien. El tipo de persona que pudiera ser hijo de alguien.

Y su madre siempre dice que soy guapo. Es prácticamente lo único que me dice su madre: «Qué guapo eres, Taeyong».

¿Qué le diría a JaeHyun? «Qué guapo eres, Jae. Por favor, no masacres a mi familia con tus horrendos colmillos.»

El padre de Jungwoo, el doctor Choi Minho, detesta a los Bae. Dice que son crueles y elitistas. Que intentaron evitar que su abuelo ingresara en Watford porque tartamudeaba.

Joder, no puedo... Es que... No puedo.

Me recuesto contra el tronco de un árbol y apoyo las manos en los muslos, dejando caer la cabeza hacia delante y que la magia fluya a través de mí. Cuando me miro las piernas, tengo la sensación de que no tuvieran contornos. Como si los bordes fueran borrosos.

Tengo que arreglar esto. Con Jungwoo. Le diré lo que quiera que diga.

Mataré a JaeHyun para que deje de ser una opción.

Conseguiré que cambie de opinión. ¿Cómo puede decir que no existen los finales felices? Eso es lo único que deseo en la vida. El final feliz es donde empieza mi vida.

Tengo que arreglar esto.

—¿Va todo bien, Taeyong? —es Xiumin, que viene por el camino de la biblioteca en su silla de ruedas.

Levanto la vista.

—Hola, todo bien —no estoy bien. Tengo la cara sonrojada y creo que estoy llorando. ¿Él también me verá los contornos borrosos? Se da prisa en dejarme atrás.

Dejo que Xiumin me saque un poco de ventaja y después comienzo a seguirlo de vuelta a la Casa de los Enmascarados.

Debería dormir para que se me pase todo esto...

Me aseguraré de que esto se apague, de no incendiar la cama, y entonces dormiré hasta que se me pase.

Y, mañana, lo arreglaré.

🔮

Jisoo


Capítulo 27

TAEYONG

Esta vez, cuando escucho los ruidos, no estoy dormido. Solo estoy tumbado en la cama, pensando en JaeHyun.

¿Qué le habrá dicho a Jungwoo? ¿Qué le habrá prometido?

Quizá no tuviera que decirle nada. Tal vez se limitara a ser él mismo. Más inteligente que yo. Más atractivo. Más rico. Jodidamente más elegante: podría ir a todos los eventos de su familia y sabría exactamente qué traje ponerse y qué zapatos usar. Sabría qué corbata combina mejor con cada mes del año.

Si no fuera un vampiro, JaeHyun sería jodidamente perfecto.

Jodidamente perfecto. Me doy la vuelta en la cama y presiono la cara contra la almohada.

Entonces, escucho un chirrido, y noto una ráfaga de viento frío. Intento ignorarlo. Ya me he dejado llevar por esta sensación antes. Aquí no hay nadie. No hay nadie en la ventana, no hay nadie en la puerta. El frío se cuela entre mis mantas, así que tiro de ellas hacia mí, girándome para ponerme de espaldas.

Y, entonces, veo a una mujer de pie delante de mi cama.

La reconozco. Es la misma persona que estaba de pie al lado de la ventana aquella noche. La reconozco como una de las Apariciones, porque ya he visto bastantes. Viene del otro lado del Velo.

—No eres él —me dice. Su voz es fría, fría de un modo literal, como si me calara en los huesos y fuera ascendiendo por mi piel con su helor, y está cargada de dolor.

Siento el impulso de invocar mi espada, pero no lo hago.

—¿Quién es usted? —le pregunto.

—Vuelvo una y otra vez. Este es su lugar. Aquí es donde me convocan. Pero aquí solo estás tú...

Es alta y lleva una túnica formal, como una abogada o una profesora; y lleva la melena oscura recogida en un moño prieto. Aunque es traslucida, me doy cuenta de que su túnica es roja, su piel es olivácea y sus ojos son grises. La reconozco por el retrato que hay fuera del despacho del Hechicero...

Bae Irene, la última directora de Watford.

—¿Dónde está? —me pregunta ella—¿Dónde está mi hijo?

—No lo sé —le contesto.

—¿Le has hecho daño?

—No.

—No debes mentir a los muertos.

—No tengo intención de hacerlo.

Ella se gira para mirar la cama vacía de JaeHyun, y su tristeza es tan intensa que en ese momento daría lo que fuera para traerlo de vuelta con ella. (Haría lo que fuera para traerlo de vuelta.)

—El Velo se está cerrando. Pasarán veinte años antes de que pueda volver a ver a mi hijo —se gira para quedar delante de mí y se acerca. Está comenzando a desvanecerse. Doyoung dice que todos se desvanecen, que no pueden estar mucho tiempo aquí: dos minutos máximo.

—Tú me tendrás que servir.

—¿Servir para qué? —está tan fría que no soporto su cercanía.

Ella se aproxima a mí y me coge de los hombros: sus manos como el hielo, su aliento una brisa gélida en mi cara.

—Cuéntale a mi hijo —me dice con severidad—Cuéntale que mi asesino está libre: Taeil lo sabe. Dile a Jae que encuentre a Taeil y que me dé paz. ¿Me has entendido?

—Sí —le contesto—Encontrar a Taeil...

—Taeil. Díselo.

—Lo haré, se lo diré.

Su rostro se torna triste.

—Mi hijo —dice ella mientras unas frías lágrimas inundan sus ojos—Dale esto—se inclina hacia mí y me da un beso en la sien. Nadie me había besado nunca ahí. Nadie me había besado nunca en otro lugar que no fuera la boca—Mi hijo —dice ella y suena como un susurro, pero creo que en realidad es un grito, es solo que se está desvaneciendo.

Me quedo tumbado en la cama después de que se marche. La habitación se queda helada. Debería encender una fogata, pero no quiero abrir los ojos.

🔮

Debo de haberme quedado dormido, porque el frío me despierta otra vez, una nueva ráfaga helada en la profundidad de la noche. Flota sobre mí como una nube gélida, me empapa, me toca, me arrulla.

—Mi niño, mi niño —escucho decir.

Esta vez no hay nadie, solo frío en todas partes. Y la voz es cada vez más débil y más aguda, un quejido en el viento.

—Mi niño, mi niño, mi cielo. Jamás te hubiera abandonado. Me dijo que éramos estrellas.

—Se lo diré —le digo—¡Yo se lo contaré! —grito. Lo único que quiero es que se vaya.

—Taeyong, Taeyong... mi cielo.

Cierro los ojos y me cubro con las mantas. Pero tengo el frío en el cuerpo, lo tengo dentro.

—¡Yo se lo contaré!

Si JaeHyun regresa, se lo contaré.

Capítulo 28

TAEYONG

Por la mañana, no aguanto en mi cuarto. Salgo corriendo por la puerta con la corbata sin anudar, colgándome del cuello, y el jersey al hombro.

No pienso volver. Nunca. No quepo en ese cuarto con tantos fantasmas. Dejaré que la madre de JaeHyun se quede con su cama vacía. Estoy harto de tener que verla todos los días.

Tengo que contarle a Dongs lo que ha pasado. Le va a decepcionar que no haya acribillado a la Aparición a preguntas:

—Siento que su hijo esté desaparecido, señora Bae, pero ya que JaeHyun no está aquí, podríamos usar este tiempo para adelantar un poco la ciencia mágica...

Dongs ya ha llevado el té y tostadas a nuestra mesa cuando llego. Yo cojo un plato de arenques ahumados con huevos revueltos.

—Tenemos que hablar —le digo mientras me dejo caer sobre una silla delante de él.

—Qué bien —me dice—Pensaba que ibas a obligarme a sonsacártelo a golpes.

—¿Ya lo sabes? ¿Cómo lo sabes?

—Bueno, sé que ha pasado algo: Jungwoo está sentado solo, y ni siquiera se ha girado para mirarme.

—¿Jungwoo? —levanto la vista, y allí está Jungwoo, sentado solo, en la otra punta del comedor, leyendo un libro mientras come un bol de cereales.

—¿Y bien? —me pregunta Dongs—¿Es porque he dormido en tu habitación algunas noches? Porque podría hablar con él de eso.

—No —le digo—No... Es que hemos roto.

Dongs está a punto de darle un mordisco a la tostada, pero la aleja de su boca.

—¿Han roto? ¿Por qué?

—No lo sé... Creo que está enamorado de JaeHyun —eso me recuerda que llevo puestos los mismos pantalones del día anterior. Me meto la mano en el bolsillo y palpo su pañuelo.

—Oh —me contesta Doyoung—Supongo que lo entiendo, quiero decir...

Yo echo el cuello hacia delante.

—¿Lo entiendes? ¿Cómo puede ser que lo entiendas? ¿Que mi novio se haya enamorado de mi peor enemigo? Mi novio, que es más bueno que el pan, ¿enamorado de mi enemigo, que es más malo que la tiña?

—Bueno, es que su relación ha tenido épocas... mejores, Taeyong. Parecía que Jungwoo y tú solamente estuvieran representando un papel.

—¿Y ese papel implicaba que me tuviera que engañar con JaeHyun?

—Pero... ¿te ha engañado?

—No lo sé.

Dongs suspira como si me tuviera pena. A veces puede resultar insoportablemente condescendiente.

—Jungwoo en realidad no está enamorado de JaeHyun. Solamente está buscando algo que destaque. La idea de estar enamorado de un vampiro muerto es romántico.

—¿Muerto?

—Ya sabes a lo que me refiero —me contesta Dongs—Desaparecido.

Desaparecido de verdad.

¿Estaría muerto JaeHyun? ¿No debería estar su madre al tanto de eso? ¿No lo habría visto entonces al otro lado del Velo? Quizá la muerte sea un lugar muy grande. (Debe serlo.) Tal vez estuviera buscando a JaeHyun aquí porque aún no lo ha encontrado al otro lado.

Picoteo los huevos un par de veces y luego suelto el tenedor.

Durante todo esto este tiempo, nunca he considerado seriamente que JaeHyun pudiera estar muerto. Escondido, sí; y tramando algo. Tal vez incluso secuestrado o herido, pero... no muerto.

Prometió hacerme la vida imposible.

Cuando las puertas del comedor se abren de par en par, es casi como si hubiera sido obra mía, como si yo lo hubiera invocado. Una ráfaga de brisa helada penetra en el comedor. Afuera, en el patio, brilla el sol, y, en un primer momento, lo único que alcanzamos a ver es la silueta de una persona.

Esto ha pasado tantas veces desde que empezó el semestre que ya nadie se asusta, ni siquiera los alumnos más pequeños.

Cuando la silueta avanza unos pasos, la reconozco de inmediato.

Alto. Con el cabello negro peinado hacia atrás. La boca torcida en un gesto burlón... Conozco esa cara tan bien como la mía.

JaeHyun.

Me levanto demasiado rápido, tirando la silla en el proceso. Del otro lado del comedor, una taza se cae al suelo y se hace añicos; me doy media vuelta y veo que Jungwoo también está de pie.

JaeHyun se dirige hacia nosotros.

JaeHyun.

PARTE II: 29

JAEHYUN

Resulta innecesariamente grandilocuente usar un Ábrete, sésamo en las puertas, pero lo hago de todas formas porque sé que todo el mundo estará en el comedor y que eso me garantizará una buena reaparición.

Quería que fuera así. Quería ser la única persona que tuviera en su poder la primicia de que estoy de vuelta.

Lee es el primero en reaccionar. Se pone de pie y tira los muebles por los aires. Tengo que hacer un gran esfuerzo para no poner los ojos en blanco. (Resulta un poco difícil no mirarlo. Está delgado. Y demacrado. A estas alturas ya debería haber vuelto a coger peso.)

Johnny y Sungchan, benditos sean, actúan como si hubiese llegado al desayuno ocho minutos tarde en lugar de ocho semanas. Johnny le da un codazo a Sungchan y este me lanza una mirada de aburrimiento. A continuación, apartan la tetera de mi sitio, el cual han dejado vacío. Buenos chicos.

Me acerco a la mesa de servicio y me preparo un plato. Finjo no estar ferozmente hambriento. (Siento que, de ahora en adelante, estaré eternamente hambriento.)

Lee sigue de pie. El entrometido de su compinche le tira de la manga e intenta que vuelva a sentarse. Debería hacerle caso. Un momento, ¿qué es esto? ¿En qué parte de esta bonita escena está Choi?

Examino la habitación sin girar el cuello. Ahí está, sentado en la otra punta de la estancia (¿problemas conyugales?), mirándome fijamente. Todos tienen los ojos clavados en mí. Pero está claro que Choi espera algo más, así que se lo concedo. Le dedico una mirada larga y gélida. Que piense lo que le dé la gana; va a hacerlo de todas maneras, así que...

Me siento en la mesa y Johnny me sirve una taza de té.

—JaeHyun—me saluda, sonriendo.

—Señores —digo— ¿Qué me he perdido?

🔮

JaeHyun


El apellido real de Jungwoo es Kim, pero debido a que Doyoung también es Kim, le puse Choi porque en la historia el padre de Jungwoo es Choi Minho. Y así ya se diferencia Doyoung de Jungwoo cuando sólo los llamen por sus apellidos en la historia.

Capítulo 30

JAEHYUN

Lee vuelve a levantarse cuando entro en clase de Griego. Me siento en mi sitio, sin darme la vuelta para mirarlo.

—Ya vale, Lee. No soy la reina de Inglaterra.

No contesta. Seguro que todavía anda dándole vueltas a alguna de sus fanfarronerías.

Porque Lee refunfuña como nadie. «¡Pero! ¡Yo! ¡Quiero decir! ¡Ahm! ¡Es que!». Con razón es incapaz de soltar un hechizo.

El Minotauro se cruza de brazos y bufa en cuanto me ve.

—Señor Bae —dice—Veo que ha decidido acompañarnos.

—Sí, señor.

—Tendremos que discutir sobre cuáles son sus planes para ponerse al día.

—Por supuesto, señor. Aunque creo que pronto se dará cuenta de que sigo bastante adelantado: mi madre siempre insistía en hacerme tomar clases de refuerzo de Griego y Latín durante el verano —es bueno mencionar a mi madre a los profesores más antiguos. Todos la siguen recordando. Noto cómo inclinan la cabeza levemente ante su mención.

El Minotauro trabajaba en los terrenos de la escuela cuando mi madre era la directora. Por aquel entonces, a las criaturas mágicas no se les permitía formar parte del profesorado. Le desafío a que me eche eso en cara.

Desafío a todos, joder.

—Eso ya lo veremos —dice, entrecerrando esos ojos bovinos.

Tampoco estoy mintiendo. El Griego no me va a suponer ningún problema. También me irá bien en Latín, en Palabras Mágicas y en Elocución. Ciencias Políticas podría ser un hueso, depende de lo que hayan avanzado. Y lo mismo pasa con Historia y Astrología.

Voy a tener que dejarme la piel para volver a ser el primero de la clase. Y no tengo muy claro que el entrenador Mac me vaya a dejar volver a entrar en el equipo de fútbol...

Seguramente todos levantarían un poco la mano conmigo si les contara que me han secuestrado.

Pero no pienso a contarle a nadie, jamás, que me han secuestrado. Secuestrado. Y por unos putos cenutrios, nada menos.

Los cenutrios son como los troles, pero más feos. Son grandes y estúpidos y siempre tienen frío. Van deambulando por todos lados abrigados, si las tienen, con mantas o batas de dormir y, si no, con hojas y barro y periódicos viejos. Por lo general, viven debajo de los puentes. Porque les gusta vivir debajo de los puentes. La inteligencia no les llega más que para darte un garrotazo en la cabeza y arrastrarte a su guarida, si ven que pueden sacar algo de ti.

Mi tía Jessica no daba crédito cuando me encontró en la guarida de los cenutrios. Se pasó el camino entero de vuelta a casa y el camino de vuelta a Watford echándome la bronca. Me obligó a sentarme en el asiento trasero de su MG. (Un Glorious del año 67.)

—El asiento delantero es para gente que nunca ha sido secuestrada por unos malditos cenutrios. ¡Por Dios bendito, JaeHyun! —a mi tía Jessica le gusta maldecir como si fuera una Normal. Le parece muy punk.

Sé que solo estaba medio disgustada conmigo y medio aliviada de que estuviera vivo.

Me había pasado seis semanas atrapado debajo de aquel puente, metido en un ataúd. Y eso que los cenutrios ni siquiera estaban intentando torturarme. Creo que pensaban que meterme en un ataúd era el trato adecuado para un vampiro. O algo así. Incluso me traían sangre. (Decidí no pensar en cuál sería su procedencia.) No me trajeron nada de comida. La mayoría de la gente no sabe que los vampiros necesitamos ambas cosas. La mayoría de la gente no sabe una mierda sobre los vampiros.

Ni yo mismo sé una mierda sobre los vampiros. No me dieron ningún manual de instrucciones cuando me mordieron.

Los cenutrios me encerraron en un ataúd durante seis semanas. Y, más o menos una vez al día, me echaban un poco de sangre. (En un vaso de plástico de un litro, con una de esas pajitas que se doblan.) Puedo pasar más tiempo sin comer que una persona normal pero, para cuando Jessica vino a buscarme, estaba bastante hecho polvo.

Afortunadamente, mi tía es una maga de armas tomar. Arrasó con los cenutrios, encontró mi ataúd y, después, me aplicó magia sanadora: Sana, sana, culito de rana, susurraba. Y también: ¡Ponte bueno!

(Todo aquello me trajo a la mente el día en que me convirtieron, con Jessica y mi padre bombardeándome con magia sanadora que curaba los mordiscos y los moratones pero que no surtía efecto en los cambios que ya se estaban obrando en mi interior.)

Aún me encontraba muy débil cuando Jessica me ayudó a salir del ataúd.

—¿Estás bien? —me preguntó.

—Tengo hambre. Tengo sed.

Le dio una patada a un cenutrio muerto. Cuando mueren, los cenutrios parecen enormes piedras, una especie de montones enormes de barro y materia gris.

—¿No le puedes chupar la sangre a uno de estos?

—No —le contesté, sardónicamente.

La sangre de cenutrio es pantanosa y salada. Definitivamente, no es potable, que es probablemente la razón por la cual les mandaron capturarme.

—Te llevaré a un McDonald's —me dijo.

—Llévame a la escuela.

Jessica me compró tres Big Macs. Me comí el primero en dos bocados, pero lo vomité inmediatamente. Jessica paró el coche en la cuneta hasta que dejé de dar arcadas.

—Estás fatal, Jae. Voy a llevarte a casa.

—Es septiembre, llévame a la escuela.

—Es octubre, y voy a llevarte a casa para que descanses.

—¿Octubre? Jessica, llévame a la escuela. Ya.

Me limpié la boca con la manga de la camisa. Todavía llevaba puesta la ropa de tenis: los cenutrios me habían pillado al salir del club. Estaba manchado de toda la porquería imaginable y, desde hacía muy poco tiempo, de vómito.

Jessica negó con la cabeza.

—Ahora mismo la escuela no importa, niño. Estamos en mitad de una guerra.

—Siempre estamos en medio de una guerra. Llévame de vuelta a Watford. Prefiero morir a permitir que Kim Doyoung termine siendo el primero de la promoción en nuestro último curso.

—JaeHyun, todo ha cambiado. Te han secuestrado. Te han usado para pedir un rescate.

Me apoyé sobre su coche.

—¿Por eso no me han matado los cenutrios? ¿Porque han pagado el rescate?

—No, joder. Los Bae no hemos pagado nunca un rescate, y no vamos a empezar ahora.

—¡Soy el único heredero vivo!

—Eso es precisamente lo que dijo tu padre. Él quería que pagáramos. Pero yo le dije que, aunque sabía que mi hermana había tocado fondo al casarse con un Jung, no pensaba dejar que terminara de llevarse por delante lo que quedaba de nuestro orgullo. Sin ofender, Jae—me tendió otra Big Mac— Inténtalo otra vez. Más despacio.

Le di un mordisco.

—¿Por qué me han secuestrado? —conseguí preguntar a través de tres capas de pan y dos trozos de carne.

—Al principio, querían dinero. Después, quisieron varitas.

—¿Para qué narices iban a querer varitas los cenutrios?

—¡Para nada! La verdadera cuestión es quién los ha contratado. O, más bien, quién los ha engatusado... No sé qué habrá que hacer para conseguir que un cenutrio obedezca tu voluntad, quizá sea suficiente con llevarles una bolsa de agua caliente. Siguieron llamándonos desde tu móvil, hasta que se quedó sin batería. Tu padre cree que te raptaron y que fue luego cuando trataron de decidir qué hacer contigo. Sin embargo, a mí todo me huele al Hechicero. No le basta con habernos denigrado, también anhela todo lo que nos ha hecho poderosos.

—¿Tú crees que ha sido el Hechicero quien me ha mandado secuestrar? ¿El director de la escuela?

—Yo creo que el Hechicero es capaz de cualquier cosa —me contestó— ¿Tú no? Sí, lo creía. Pero Jessica siempre le echa al Hechicero la culpa de todo, así que resulta difícil tomarla en serio incluso cuando acababa de matar a unos cenutrios para salvarme la vida.

En aquel momento, lo único que quería era acostarme un rato.

—Ah —dijo Jessica— Toma.

Del interior de su gigantesco bolso extrajo mi varita, marfil pulido con empuñadura forrada en piel, y la introdujo en el bolsillo de mis pantalones. La saqué.

—Así que... —continuó— Bueno, es evidente que no voy a dejarte volver a esa escuela y caer en las garras de ese desgraciado.

—Por supuesto que voy a volver.

—Yoon Oh—nombre completo, dos sílabas. Hablaba en serio.

—No se atreverá a meterse conmigo en la escuela —argumenté— No delante de todo el mundo.

—JaeHyun, tenemos que actuar en serio. Ha vuelto a atacar a nuestra familia, de forma directa.

—Lo digo en serio. De todas maneras, soy mucho más valioso como espía que como soldado; al menos eso es lo que las Familias Antiguas han dicho siempre.

—Eso es lo que decíamos cuando eras un niño. Pero ahora eres un hombre.

—Soy un estudiante —le respondí— ¿Qué crees que diría mi madre si se enterara de que quieres sacarme de la escuela?

Jessica resopló y sacudió la cabeza. Aún nos encontrábamos en la cuneta, parados.

Me abrió la puerta del coche.

—Sube, pequeña rata manipuladora.

—Solo si me llevas de vuelta a Watford.

—Primero voy a llevarte a casa. Krystal y tu padre quieren verte.

—Y después a Watford. Me arrastró hacia el coche.

—¡Dios! Sí. Si sigues queriendo ir.

Pues claro que seguía queriendo ir a Watford... después de haber visto a mi padre. Y de que mi madrastra hubiera llorado por mí. Y de haber dormido doce horas seguidas bajo una lluvia de hechizos de sanación.

Al final, me pasé quince días metido en la cama. Todos intentaron que me quedara durante más tiempo.

Incluso llamaron a Vera, mi antigua canguro, para que viniera y conseguir que me sintiera aún más culpable. (Vera es una Normal. Racionaliza todas nuestras peculiaridades fingiendo que pertenecemos a la mafia. Cuando todo se vuelve demasiado complicado para ella, mi padre le devuelve la inconsciencia con un hechizo.)

A pesar de todo, me levanté de la cama dos semanas más tarde, hice las maletas y me senté en el asiento del copiloto del coche de Jessica.

—¡Te lo robaré si es necesario! —grité hacia la entrada— ¡O secuestraré un autobús!

No había forma humana de evitar que volviera a la escuela. Este es mi último año allí. El último año en la torre. El último año en el campo. El último año que me queda para seguir atormentando a Lee antes de que nuestra enemistad se vuelva algo más permanente y menos entretenido.

Mi último año en Watford, el último lugar donde había visto a mi madre... Por mis muertos que iba a regresar.

La tía Jessica salió pisando estruendosamente con sus pesadas Doc Martens negras (topicazo), y abrió la puerta.

—Asiento de atrás —dijo— El asiento delantero es para la gente que nunca ha sido secuestrada por unos malditos cenutrios.

🔮

Noto que Lee se pasa toda la clase de Griego observándome. En serio, puedo sentirlo. Está tan alterado que su magia se desborda por todas partes.

A veces, cuando se pone así, me entra la tentación de llevármelo aparte y decirle:

«Respira hondo, Lee. Suéltalo. Relájate. Antes de que provoques otro incendio. Esto no va a ayudarte, sea lo que sea que te preocupa».

Pero nunca lo hago. Llevármelo a un lado. Hablar con él para que se calme. En lugar de eso, le provoco hasta que explota.

Eso es lo que mejor se le da a Lee. No planea, no ataca. Simplemente, explota y, cuando lo hace, se lleva por delante todo lo que se interponga en su camino.

Él mismo es medio cenutrio. El Hechicero le da mantas y guantes y Lee va adonde él le diga. Le he visto hacerlo. Probablemente soy quién más veces le haya visto hacerlo, salvo por Kim...

La forma en que la silueta de Lee empieza a difuminarse, como si fuera la turbina de un reactor. La forma en la que las chispas brotan y resplandecen en su aura. La luz se refleja en su pelo y sus pupilas se contraen hasta que sus ojos se tornan de color azul oscuro. Por lo general, lleva su espada en la mano, y de ahí es de donde emergen las llamas, como látigos rodeándole las manos y las muñecas, lamiendo la afilada hoja. Eso lo vuelve loco. Su cerebro se apaga durante un instante, o eso creo, cuando empieza a blandirla. A veces, el poder brota de él como si fueran olas. Olas negras y crecientes. Mucho más poder del que el resto de nosotros tenemos a nuestro alcance. Mucho más poder del que podemos imaginar. El poder se desborda de él como si fuera un vaso debajo de una catarata.

He visto cómo ocurría muy de cerca, estando justo a su lado. Si Lee sabe que estás ahí, te protege. No sé cómo lo hace, en realidad ni siquiera sé por qué lo hace. Es su forma de ser: usa el poco control que tiene para proteger a otras personas.

El Minotauro está divagando. Conjugando verbos que me sé desde los once años.

Puedo sentir los ojos de Lee clavados en mi nuca. Puedo oler su magia. Un aroma ahumado, pegajoso. Como leña verde en una hoguera. La gente que se sienta a nuestro alrededor está ebria y atontada a causa del olor. Veo que Kim intenta sacudírselo de encima. Doyoung fulmina a Taeyong con la mirada. Él, a su vez, hace lo mismo conmigo.

Giro la cabeza lo justo como para que pueda ver la sonrisa torva en mis labios.


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1 comentario


jaeyongnovios
jaeyongnovios
22 may 2022

Necesito más de esto, es muy bueno. 😭😭

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